MMMm^mm^
Doña Rosalía ñrtigas óe Ferreira
DE estirpe óe héroes; ¡lustre por su cuna,
ilustre por ella misma, que fué orgu-
llo óe salones y orgullo óe su hogar; matro-
na que conseruó y aumentó los timbres óe
su abolengo; uiuió Intensamente para su
casa, moóelonóo en sus hijos ejemplos óe
cluóaóonos. El apellióo - blasón sin mácula,
que es como una aurora resplanóeciente en
la Historia óe Hmérica — tuuo en ella una
guoróaóora altiua y seuera.
Güñc! r^;:í-cilic! H.'íí.k:': :)v-
n ;,
6asa Gorralejo
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Rico Mantcaux de Terciopelo de Lana,
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Capita y Manchón de Armiño Ruso
Elegantísimo Modelo
de la Casa Revillon de París
Modelos exclusivos de nuestra casa
ANO I NUMERO I
MONTEVIDEO, MAYO DE J9I7
OFICINAS: CIUD ADELA. 1387
Suscripción tnenKual $ 1. 00
» semestral ■ 6.00
- anual » ÍI.OO
SELECTA
DIRECTOR: JUAN CARLOS GARZÓN
— ~,<A ^
t -XN- .^ ^- V
5\^ r
í. >7
Xü vamos a una aventura d^atcntida. llcnius mc-
.'üilo nuestras fuerzas, nos heniot tratado un camino,
tenemos un ruml)o marcado y caís>j)i seguridad del
viajero que tiene su itinerario prefijado y conoce la
semla. iniciamos la marcha con paso firme \' la convic-
cii')n de que haremos olira <le cultura, de arte y de pa-
triotismo.
No prometemos nada para mañana. Del esfuerzcj
inicial queda en este primer nimiero prueba evidente.
\ si en las acciones humanas rig-e el mismo princi])io
que en el desarrollo de las fuerzas físicas, es lógico es-
jierar que con tan valiente impulso inicial las actividades
reclamadas para este comienzo, han de multiplicarse
afirmantlo su prolongaci<')n.
Queda dicho que nos proponemos realizar una obra
de cultura, de distinción, de arte v de i)atriotismo. Y
tal pro])ósito podría ser en sintesis nuestro programa.
Sin embargo am])Iiarenios : debemos ampliar estos cón-
ce))tüs fundamentales.
Nos anima un noble deseo de ofrecer a nuestra so-
ciedad una revista que sea un exponente de todo lo
que en ella palpita con caracteres ])ropios, de todo lo
<|ue prueba su distincicni, su elevacii'm moral, su or-
gullo de origen y su firmeza de cultura.
En todas las manifestaciones de nuestra vida mun-
dana hay rasgos propios que nos proi)onemtAS realzar
con un espíritu de justo elogio, pues comjjrendenios
que al dar extcriorizaciini gráfica a esas actividades,
realizamos obra de scMida i)ropaganda i)atri('itica, pues
cpic la cultura de los pueblos surge esencializada en
las manifestaciones de sus clases (lirigentes.
Nos proponemo.s, asimismo sacar de la celosa inti-
midad en <pie se guardan, una serie de magníficas co-
lecciones artísticas : conjuntos valiosos de cuadros, de
reli<|uias históricas, de maravillas de escultura, de
pintura, de orfebrería : de soberbias antigüedades, que
el tes(')n y el l)uen gusto han atesorado.
El (¡asado ha de tener en nosotros unos fervientes,
unos respetiiosos evocadores. Los que civilizaron estas
tierras priimisoras y los que fundaron nuestra nacin-
nalidad. conu)artieron sus intensas actividades poli-
ticas con las más elevadas v más ejemulares activi-
dades sociales. Los salones d? los gentilhombres qiu-
nos mandó España y los salones de niiestrcjs patricios,
fueron centros de suma distinción, iniciadores de la
sociabilidad ríoplatense, C[ue hov puede enorgullecerse
de ser la más distinguida de Sud - .Xmérica.
Nuestro Director, en una- ])ublicaci('in (|uc ha hecho
dando cuenta de la aparición de Si:i,kct.\, ha tenido este
párrafo:
i'ara joya tan preciada como es nuestra sociabi-
lidad, se debe exigir un estuche (iiie no le reste es-
¡ilendor y amengüe su valimiento. "
^' bien : los elementos (pie componen la Redaccii'm, el
]iersonal artístico, los talleres gráficos de liarreiro v
Ramos, (pie son los más importantes del pais, han de
lormar el conjimto de actividades que han de continuar
la obra cjue hoy presentamos y que ponemos bajo la
égida amable de nuestros lectores.
Ski,iX'T.\ saluda a la prensa nacional, y pide a todos
amable acogidí
L.\ Kkd.vcciúx.
— SELECTA —
PARA cngafanar y honrar una de las páfjinas de SELECTA debimos
buscar el retrato de una de las matronas más representativas que, per-
tenecientes a la f^eneración anterior a la de hoy, llegan a nuestros días
como un ilustre ejemplo de virtud y de cultura. — Doña Manuela Qucvedo
de Herrera aparece en nuestra fotografía con el porte ftentil de su juventud,
cuando brillaba y triunfaba en los salones por su eíegancisi y su scñoriíi! dis-
tinción. — Hija del docto caballero don Juan Quevedo y de la distnguida
señora dona Pilar Antuña, heredó de sus mayores su aristocrática sencillez
su belleza de sentimientos y dos apellidos ilustres y respetados en ambas
orillas del Plata. — La selecta soci.-.bilidaii del patriciado contó en su seno
con ííffuras de tan singular releve, como fueron los padres de la dama que
hoy prestigia esta página. — Doña Mjnuela Qucvedo contrajo matrimonio,
siendo nnuy jcven, con el eminente político y jurisconsulto doctor don Juan
José de Herrera, y de este hogar fundamentado sobre una base de tan ilustre
ascendencia, surgió una generación que hoy brilla con luz propia en nuestros
círculos sociales más elevados. Una dama como doña Manuela Quevedo
de Herrera, honra a toda una sociedad, por más noble y máií selecta que
esa sociedad sea.
I,;i más sublimo de las virtiick-s: la ca-
ridad, ha tenido y tiene en nuestras da-
mas, cultoras apasionadas, ejem¡)los de
verdadera abnegacic'm. l'or el bien del
l)r(')jimu desvalido, sin recursos, que las
adversas circimstancias han puesto al
marg-en de todas las satisfacciones, han
luchado y luchan constantemente las ma-
tronas más disting-uidas : de ellas ha de-
])endidü la fundacii'm de todas nuestras
instituciones benéficas, de todos los asi-
los donde el desdichado ha podido hallar
en todo momento un lenitivo a su mise-
ria y un consuelo a su desventura.
Desde los tiempos de la colonización la
caridad ha tenido en nuestro pais efica-
ces manifestaciones a cargo siempre de
señoras. El espíritu democrático, la rai-
fjambre cristiana, han impulsado a las
damas más distinguidas a conceder gran
parte de sus actividades al ejercicio de la
filantropía y de ahí cjuc a todos nues-
tros estaldecimientos benéficos se hallen
vinculados los nombres de. ilustres seño-
ras, lo más representativo y lo más se-
lecto de nuestra sociedad.
En los anales de la caridad se registran
con letras indelebles los nombres de : <loña
Clara Zabala, doña üernardina Fragoso
de Rivera, doña Francisca \ iana de (.)ril)e,
doña -Magdalena Furriol de («onzález.
doña -Margarita Oribe de Lasala, doña
Josefa \ ázijuez de llordeñana, doña l'au-
lina \ illademoros de .\lgorta. doña .Ma-
tilde .^teward de l'acheco y Obes. doña
Clara Errasqnin de Jackson. doña Pas-
cuala -Mvarez de Ramírez, doña María
One vedo de Eafc'm, doña .María -\ntonia
-Vgell de Ocar, doña Carolina -Mvarez de
Zumarán, doña Jiernabela -Martínez de
Herrera \' Obes. (lí)ña l-ios.-día -Artigas de
Ferreira, doña X'alentina Illa de Caste-
llanos, doña Clara Jackson de Heber,
doña Sofía Jackson de L!u-xareo, doña Ca-
talina O'Xeill (le Fernández, doña E<i
nishttla Márquez de Lesa, doña Matil
-\rtagaveytia de -\rocena, y de otras
otras que hoy mantienen la noble, la j
nerosa tradición con sin ]i:ir entu>iasi
\' abnegación.
Todas las matronas quo hemos noi
bradíj fueron las (¡ue de generucii'm
generación mantuvieron en alto los pri
tigios fdantrópicus de nuestra sockhI:
Las obras por ellas iniciadas y sostei
das despertaron sucesivamente la eimil
Clon, y a través de los anos lueron uce
luaiuiose las lonnas de la caridad iia>
jjegiir ai giiuiu uc tiiti^MiLiui en qiio m
>c eiicueiiiran esas iiouiea iiisiiiii,:ioiu
vana puesta generosaineiiie ai avance
¡a nijsena y uel dolor.
i'ara un espíritu superlicial o eguisi
pura quienes no saoeii ue la iiueii>a suti
laccion de conciencia que Mgiiiiica iiac
DKii al prójimo, estas nianilesiaciono ■
la caridad o son desconocidas o m i
conocen no les coiiceckn inavor iiii¡mi
taiicia. \ (lesgraciadanK-nte >on niiicin
los (|ue proee<leu asi.
.Sin embargo, nada más nobilisim
nada que ponga más al descubierto a l<
espíritus selectos, a las almas buenas, qi
el ejercicio de esa virtud que eiiriobleí
al genero humano.
El poner de manifit-sto todas esas a
tividades, toda esa suma grande <le e
fuerzos en pro de los desdichados, i
misión de propaganda y de justa recoii
pensa a quienes con tanto tesini ponen t
práctica el axioma evangélico de ayud:
al desvalido.
-\o conoce la ma\"oria de las gent(
cuánta es la labor <|ue muchas distingu
das señoras llevan a cabo con tesón si
igual para sostener y dar vida ]>nispei
a las sociedades e institucfones de bení
ficencia que funcionan en la ca])ital.
Es una labor que exige hasta sacrif
cios, labor dura y sin atractivos, labí
que pone a esas señoras ante la realida
de la miseria, la que, aún despertando 1«
más hondos sentimientos de piedad, n
por eso deja d-e ser desagradable.
V por eso, el revelar a la consideracic^
y admiraciéin de todos estas actividade
tan intensas como modestas, estamos con
vencidos de que realizamos un acto d
bien justificado reconocimiento.
De ahí que Si:lKCT.\ ha de rendir grand
y justiciero homenaje a las damas qu
mantienen hoy en alto el ¡iabelli>ii d
amor, de piedad y de fraternidad qu
enarbolaran en el pasado ilustres ma
tronas.
En números subsiguientes publicare
mos en estas páginas, honránilonos alta
mente con ello, los retratos y semblanza
de las señoras <|ue en la actualidad ooni
ponen y dan vida a las instituciones bené
ficas que liov t.anto m;il redimen, eiial
teciendo al pais.
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StUtCI A
<S>.¥:'vV^ r=f<=fC'===c=>>=:s:3:^r^;:^;
EL sólo nombre de la noble dama que da prez a esta página» bas-
taría para sintetizar el homenaje que deseamos rendirle, porque
ese nombre es un galardón para nuestra sociedad. Sin embargo
agregaremos algunas líneas que pálidamente digan cuan altas
y cuan puras son las virtudes que la adornan, cuánta y cuan exqui-
sita es su distinción, y que encanto supremí se desprendé de su es-
píritu cultísimo que subyuga al que la oye conversar.
Hija de la distinguida señora doña Dolores Traibel y del ilustrado
jurista doctor Avelino Lerena, de extensa y selecta vinculación en los
círculos sociales de otros días, brilla en los salones con las radiaciones
de su elegancia y de su inteligencia. Esposa del doctor don Carlos A.
Fcin, de larga y principal actuación en la magistratura nacional, do-
ña Adelina Lerena es una afirmación de prestigio social, por su cul-
tura de excepción y su gentileza.
— SELECTA —
Lfí^ jQy/a3=
/
/
D
M/ÜE5TD95
No eran quizá ostc-ntosas. no dcsluni-
tr£iban con brillos de similor, pero de su
riqueza, ejenii)los bien elocuentes tene-
mos en todas las colecciones donde esas
joyas se guardan como verdaderas reli-
quias.
En las joyas, como en las conciencias,
no se concebía antaño lo falso. Lo que
aparecía como oro, era oro de muchos y
muy saneados quilates. Y las perlas y los
diamantes, ¡¡erlas y diamantes eran sin
(|ue la química hubiera tenido nada que
ver con ellas.
-Vuestros abuelos no llevaban joyas si
no podían llevarlas. Pero cuando las Ile-
valjan, eran jovas de gran precio, mu-
chas de verdadero valor artístico.
Como decimos antes, en algimas vitri-
nas. ])ro])iedad de personas de buen gusto,
hallamos hov magníficos recuenlos de
estos lujos de ayer.
En esta página ofrecemos las fotogr.a-
fias de dos soberbios ejemplares. I'nos
peinetones afiligranados de uso en 1>í3l)
y un abanico que es una admirable, im;i
estupenda labor, digna de Chelini.
Pertenece este abanico a la distingui-
dísima señora doña Dolores Folie de
("íi'inicz.
Obra admirable de orfebrería, donde el
metal ha sido trabajado con Un arte ex-
quisito, con una meticulosidad llevada al
extremo. ■*
Todo el envarillado es de orf) macizo.
v los padrones son dos soberbias piezas
donde el cincel ha hecho verdaderas ma-
Pcínetones usados por las damas^cn 1830
ravillas. audacias de calado y bajos re-
lieves.
La unic'm de las varillas la constuuye
una lámina de finísimo cuero, donde el
pincel de un hábil decorador ha pintado
una escena griega, de gran carácter y
mérito de colorido, formando el todo un
severo conjunto y constituyendo una joya
de (¡recio elevadísimo. ipie puede ser or-
gullo de una colección aún cuando se
trate de la más rica y la más famosa.
Los ])einetones rememoran, con la elo-
cuencia de sus ligerísimos cuerjios 'de ca-
rev, una época nunca lo suficientemente
bien evocada para ejempUi y para admi-
racii'in.
f^as damas de LSofl, en estos ])aises que
constituían el antiguo dominio cisplatíno.
llevaban -tsos peinetones realzando con
ellos la majestad de sus portes, la ele-
gancia de sus tocados y sus hermosuras
soberanas, donde el afeite no intervenga
para nada v donde la frescura de la piel
era tma afirmación de belleza.
Moda que hoy discutirían cpiizá los
smart, pero que busca su fundamento -n
un sentimiento de realeza: esos jieineti
nes tienen algo de corona real y nunc
mejor esos signos de majestad ipie e
cabezas de mujeres, las únicas reinas iii
discutidas e indiscutibles en medio il
la arrobadora ola de democracia que tras
torna al mundo.
La distincii'in y l;i gracia que realzaro
estos ])einetones, tuvieron elocuente ejeui
pío en damas tan dignísimas conu> est;i
(lUc acuden a nuestra memoria: <loñ
María .Antonia -\gell <le Ocar. doña D(
lores Obreg(')n de Pozzolo, doña l^auHn
N'illademoros de Algorta, doña Talaría Ra
mírez de Oribe, doña Josefa Rondeau d
Maines v doña líernabela Martínez d
Herrera y Obes.
Las jovas de nuestros abuelos nu'rece
toda nuestra veneraciém. ])orque ellas evi
dencian. con su sólida riqueza, fiue e
aquellas é])ocas todo era firme, verdader
V selecto.
Fué esta moda de los peinetones un
de las más características de las éi)oca
jiretéritns en estos nuevos paisc-s d
.Xmérica.
Fl uso <le ello
se circunscribía ta
s.Mo a las ilama
lirínciiiales v nunc
des<rendió a las mu
jeres del pueblo. D
modf) eme los fanm
sos peinetones d:i
ban timbre de dis
tincii'>n V de elevad
alcurnia a quiene
los usaban.
F.l tamaño di- es
tos com])lement(i
del tocado femeni
nf). llegi'i a ser de-^
proporcionado. .M
gunos de los ejcni
I llares que hf)y s
c(jnservan llegan
medir más de se
tema centímetro
de ancho y forma
\ ban verdaderas au
reolas afiligranada
alrededor <le las ca
bezas de todas la
elegantes de lS:il
Valioso abanico de la colección de la Señora Doña Dolores Folie de Gómez
-- Sui.HC I \ —
vá¡^*-
y
•l
y Cuan
sita es
piritii t
Hiia
jurista
wirciilo!
de su \
Ffiñ. d
na Adí
tMr.i de
solo nohíbre HíT la noble dama que da prc^ a esta pagina., bas
tana para si tetiiar el hinnenaie que deseamos rendirle, p»)rque
ese nombre es un galardón para r.ueslra sociedad. Sin embargo
agregaremos algunas lineas que pálidamente digan cuan altas
pura», son las virtudes que la adornan, cuanta y cua:i esqui
su distinción, y que eiicant'i suprem i se desprende de sij es-
:ultisÍMio que subyuga al que la oye conversar. \
de la distinguida señora doña Dolores I'raibel y del ilustrado
doctor Avelino Lerena. de extensa >■ selecta vinculación en los
s sociales de otros días, brilla en los salones con las i-adiacjones
:legancia y de su inteligencia. Hsposa del doctor don C.irUís A.
larga y princip.tl actuación
lina Lcrena es una afirmación de prestigi
excepci^)!! y su gentileza.
la iiiagist-aíura nacional
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— SELECTA —
de cucxdro>
deí Di?
OMMoíiioRrffiri
l'".s creencia tic que en nuestro
l>:iís no existen cultores, verda-
deros cultores del arle, vale de-
cir, personas de espíritu selecto
<|uc se dediquen a coleccionar
.)hras de arte, llevadas por un
alio anhelo <le belleza.
i-ls un error tal crei'ncia. Cierto
es (lue el ambiente no es propicio.
(|ue el mercado artístico no ofre-
ce variedad y que se hace im-
])rescindible recurrir a la pro-
ducción extranjera cuando se
desea dar satisfacción a un no-
l)le anhelo de arte.
\ estí). (|ue a primera vista parece im incon-
veniente insalvable, en la práctica resulta abso-
lutamente ventajosa.
Debiendo recurrir el amateur a la i)roducción
extranjera (en lo que a los cuadros y a las es-
culturas se refiere especialmente), las coleccio-
nes (y no hablamos sino de aquéllas formadas
con obras de contemporáneos), alcanzan por
fuerza un valor grande, valor de meticulosa se-
lección y de juicio.
Una de las galerías que en Montevideo existen
y que ofrece mayores méritos y más firme cri-
terio artístico en lo que a los pintores del día
Magnifico cuadro del pintor español Masrriera
.^e relaciona, es la del ilustrado caballero doctor
José Antonio Ferreira.
lín el piso alto de la suntuosa mansión que
este distinguido compatriota posee en la calle
Sarandí. se halla instalada la magnífica galería
de cuadros, que si ella es valiosísima en sí. va-
lioso y severo y hermoso es el salón donde las
joyas pictóricas se guardan
Una maravillosa puerta de caoba con sober-
bios herrajes de bronce batido da entrada al
salón octagonal en cuya parte superior una artís-
tica vidriera deja penetrar una luz cenital (pie
da a las pinturas su ver<ladeio valor.
Muelles riquísimos, amplias butacas ofrecen
al visitante sitios deliciosi>s para detenerse y
contemplar detenidamente determinadas telas.
Los oclio lienzos de i)ared están cubiertos <le
cuadros. Hay allí concepciones notables de los
pintores más famosos de hoy día Hay también
telas de autores uruguayos, figurando entre ellas
los nombres de Blanes. Herrera y Puig. Kl cuadro
de Herrera es el que se titula '* Un viejo hi-
dalgo ". notable trabajo, uno de los más bellos
ílel malogrado artista.
En esta valiosísima galería se hallan genial-
mente representados pintores de fama universal
Una parte de la magnifica galería de cuadros, perteneciente al Dr. Jos¿ Antonio Ferreira
— M-Li;ci A
r ■^.^müíM^^.S!^^'^^
.• . w.:f. .-íTj^.-rtMvvéyAT^I^-^'^-
St'^o MarSg?^ A'^.imiieM?^ MáiiriifvDie:^ ^m&¿&\
sri ic I A
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.M.iKinlico .ii.iJ.. d>-l piíitoi- o-i.iñ. 1 M.,
■:íl¡li.i- ,-.
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■ ! il 111, ;u'!tI.
;f -^tl iit!i '-.i ■tu.
-t-í.i. '.t ■IN,1:,--'U
ñl .1.. '.-í, .1-
it.i .r, ' .M,;h.
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b.. i, ■■,;!.. 11... -;,.
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l'ii.i pjrK" di' 1.1 iiiaiMiilK'.x í^al'Tia H." cuadro-^, pvrtt'íuvicntt' .il I)r. ^)^.■ Antonio h,Tr»'ira
— SELECTA
Ifl través de un apellido Ilustre^
Don (".crvasio A. Posadas es el funda-
dor de una casa patricia, ilustre porque
supo aquel variMi preclaro rodearla de to-
dos los prestig-ios y de todos los honores,
!>loriüsa i)ürque la actuación del jefe del
apellido en la Kevolucii')!! de Mayo fué
disting-uida y fué eficiente para la causa
de la democracia.
Posadas tuvo enemigos. 'I'odos los hom-
lires de mayor valimiento los tienen, y
cuanto más valen más encarnizados son
los que los cond)aten. Pero don Gervasio
A. Posadas surgió del caos de la época
írestatoria de nuestra inde]KMi<lencia con
la aureola que le dio su juicio ecuániuie,
su valer indiscutible, su nobleza- invaria-
ble de propósitos y sus sacrificios dolo-
rosos ))or la causa de la libertad de los
pueblos.
Xo hemos de hacer a(|ui un juicio histó-
rico del hombre que desde 1810 a 1H22
actuó en primera fila en todos los aconte-
cimientos más notables de la organización
¡lolitica argentina.
Es nuestro propósito tan sólo recordar
en breves párrafos al que fundara la casa
que hoy tiene en nuestra sociedad sitio
preeminente, hogar altamente respetable,
(iue guarda con justa veneración todos los
preceptos que les legaran sus ilustres an-
tecesores y en el que se encuentra un
eiemplo nunca obscurecido d? grandeza,
de merecimientos, de sólidos |)restigios.
El apellido Posadas brilla a través de
más de una centuria con luces siempre
renovadas y llega a nuestros dias con la
nobleza de tan larsra figuración en los
más respetables )niestos de la política.
Hov nuestra sociedad se honra al ten'-r
en su seno a la señora Carmen P)elgrano
lie Posadas, cuyos dos apellidos se her-
manan en fama y en gloria en las páginas
de la epopeya de .■\mérica.
Y el actual heredero de tan ilustre es-
tirpe es el joven Gervasio A. Posadas,
hijo de la distinguida señora antes nom-
brada y del que fué en vida intachable
caballero don Luis Posadas.
■Es altamente grato poder comprobar
(|ue a través de los años y de las tin-bu-
Icncias de niiestra vida política, llega un
apellido ilustre liasta nuestros dias, guar-
dado dignamente en un hogar respetabi-
lísimo.
liemos de completar est<a jiáífina <:on
.■i.lgunas curiosas biografías, en forma de
juicio, escritas por el ihistre ¡¡atricio don
Gervasio .\. Posadas y referentes a al-
gunos de sus contem|)oráneos, figuras
notables de la Revolución. Es una nota
interesante y <le valor hist('>rico:
Nicolás Herrera, — Sabe más de lo (|ue
manifiesta, genio amable : sumamente tí-
mido. Conoce hasta -dónde alcanza la
fuerza de un compromiso y no se des-
viará de él. Proscri¡)to, lleno de necesi-
dades : permanece en la corte del Brasil.
Valentín Gómez, — Se hará lugar en
cualesquiera corporación donde se en-
cuentre. Su fuerza es la oratoria. Su de-
Don Gervasio A. Posadas
cir y accionar le dan realce. Los cargos y
comisiones a- que fué destinado los des-
empeñó con dignidad. No es posible que
falte a la amistad. Está proscripto : se
halla en el Janeiro. ~^
Juan Larrea. — Viva imaginacic'm. co-
nocimientos nada vulgares: fácil coni-
])rensión, fiel amigo. Prestó grandes ser-
vicios ; fué uno de los primeros com])ro-
metidos por la justa Causa. .Arruinó su
fortuna. Yace hoy día proscripto en el
viejo mundo, y pereciendo en una de las
capitales de la Francia. La envidia lo
calumnia; la historia será justa!
Francisco J, Viana. — En su clase so-
bresaliente : en el trabajo incansable : a
la amistad deferente y hombre de guardar
fe. Es proscripto ; reside en el Janeiro.
Carlos A. Alvear. — Vivo y afluente :
conocimientos generales, y penetra lo
que es dado a muy pocos. La patria le
debe mucho y por más que se pretenda re-
legar sus servicios al olvido, Montevideo
existe. La emulación y sus pocos años lo
han proscripto.
El actual heredero del apellido
Nicolás Rodríguez Peña, — Memoria
feliz ; delicadeza suma, maneras muy
agradables. Fué uno de los principales
autores de nuestra gloriosa revolucii'm..
emi)leando ¡)ara ella la mayor ])arte de su
fortuna. Desemiieñó los primeros cargos
y empleos de la Ke])iiblica, con la honra-
<lez f(ue le es característica y con la apro-
I)acii'in general. Existe ])roscri])to en Chile
al lado de San Martín que siem))re lo con-
sideró. Es mi grande amigo. Volveré a la
nada sin verlo ! !
Hipólito Vieytes. — Es])artan() rígido,
candoroso y consecuente amigo. ])oseía
conocimientos: despuntaba ])or la econo-
mía i)olitica. Es uno de los autores de
nuestra grande obra. Obtuvo comisiones
V empleos de importancia y cateeoría. v
'Mitre ellos el de Intendente de alta Po-
licía. Le dio un incremento v la puso en
mi punto de vista que le hizo mucho ho-
nor, V qtte no se ha vuelto a ver con el
sacudimiento volcánico del 1; de .\bril d"
ií^í=^. fué nr^ío e invadida 'íu ca^^a. 'em-
bargadas todas sus propiedades. Entr"
ellos fué violado el más saarrado de tfxlo-;
sus depósitos, es decir, sus i)apeles en
fUie estaban consisrnados sus escritos y el
fruto de sus estudios y trabajos : atacada
esta propiedad, la más intim.a. la má<
identificada con la vida y existencia del
hombre. Terminó la' suya en una casa de
campo antes de salir a reinos extranje-
ros, proscripto a virtiid de un proceso nulo
y- (le una sentencia más nula ])ronunciada
por otra Comisión civil de justicia, la má>
injusta V nula que han visto los siglos.
La muerte misma quedará pasmada.
Maravillada la naturaleza.
Cuando la criatura se levante,
.\ ¡¡reséñela del Juez a dar res]iuesta.
Antonio Q, Balcarce. — Estricto mili-
tar, moderado y consecuente amigo. Fué
uno de los primeros comprometidos por
la justa Causa. Prestó grandes servicios.
Ocupó los primeros destinos no desmin-
tiendo el juicio que de él se había for-
mado. Con 50 hombres semejantes el pain
se encontraría constituido. Deji'i de exis-
tir rodeado de la familia, y con senti-
miento general.
Santiago Vázquez. — Confieso ipie no
lo conocía, en el último ])eriodo de mi
vida lo he tratado, jjosee coiiocimieulos.
facilidad para exjjlicarse con juicio y pro-
l>iedad. Es mozo de consejo. Será un d<j-
lor llegue a desgraciarse.
Feliciano A. Chiciana. — .Vhogado con
algunas extravagancias, buen amigo, sin
mayor mundo. Fué uno de los primeros
autores de. nuestra gloriosa revolucii'm.
Tuvo la principal [¡arte en el gobierno ])a-
trio. Obtuvo los primeros cargos tanto en
ésta como en las provincias. descm])cñán-
dolos con la mayor honradez. En el Triun-
virato lo traicionó I^ueyrredón. de que re-
sultó la pueblada del S de Octubre, her-
mana de la del 5 de .\bril de iSii. Muriéi
en el seno de su amable familia con me-
nos bienes de fortuna que los cpie tenía
antes del Erran Día.
si;i.i;ci A —
, ;i.i>i;.'^ .... l:.i: iriin Liiüimu '.i ■,..,1.'-- ]><- i ii!.|. •: <
l'.'i la _-.r M,( i|!i. !t ■-• .K-u!'.i. í-!'-:!ii-.i;í iv
■lUTü",. \ .ili' '-i~:i)i,i' \ .i;-.^ir'.i- C"ii I'!,r-".iM
1 \li..-ii-;,.;¡r- nilii. íT! .11 1! i -. i>;i il-. irc-. <]■■• !.-fl.
I -.trl'U'lo. I'lá»-! 'i.-M. S,ii,i. l'r-rií i i.a.h-,
!:Mr!tui\. M.ii!!. !.■,>, /:;:i;.iri-i . v M:;n.'/ I-.nr
i-.~;'i~ -ilT.i^ .l.iii -i :a ualrri.i nvi .■.,:■:„■;
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MU.- .K-rir- .|ni- i-- Mm-iíc; : J,-.. n- • .^ \;-Mn '.i|.ii:¡l-.t1a.'.-.-
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■i ■.-l.T 1\-M-. ira. <■; .|:i,- ,■.■:,;, ini.'.. !.,-
\ . "a-* v". ■Tui.'ar.i. . \ ; .i ; i- ;i. im a una ..\-} a^
■■!-; l'rlh /a irii!r.;au. \' -irn/ \v.:.i cr.u
■I' !■■ M^"^- ^:i''' l.t v::i:r:;-a ^-Irf .Ii.i v .1, \>^ iifirri;'..-
■ iiu r-ii.< anl.Ti^ rrw',a:i iii ..Im.I- i!.in,).| \.,.\a-
■|'.i! U j.av.i ar.-r..;--:a'.|n;- un".-. '.1 .lu'lj.i 'Or -■,
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V- . ■■ -.1 !:■■'. .HU ■:•.'. ', 'li ■: ,■' .-i"u'-ií'li' \ al- •'". i a- . .i>r.i- 'iiia- ;^
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■ ■ ■ * .i;"-.'- ' \ .r,>. ]'!.■,/ .. ■]■.-■ uiía l^'a r- <■ ; -..i-rail-i ']u<v ir:.i Li.i.ri
; ,;!■' >..i]-^\i\ --I .l'i;!-. S. ' -.'UA "'l.a lirr.ii-a'' ;. i- ;r a
'..i^::''':;."-'!!: .1 > ni' _ *"■ '■í.Jiíi"' ■ , a '.1 j •!'< v .-nrn >■ : •]•••• uii.i.rl-a-"
.' ,>:' í!"i;,'-' ■■■'",■.-!' .<-]-iiM jia.-ai.'.i ■ I ,'a ,rs.¡ii".i--íi.',',- .li! ' im-'i... <\í- la
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'■'1 V!; ■-.-;:■!..■■';, !■ nü 'aiiii.ii"^:. " i'-i,n'.-!;('. \. 11. . .la .-■n-v -rrpari <-; ir
■ -a--, :- .3r.,.a'l,i '¡.i-.K-'-sM ■' •!■ V.-;.,:.. \ .jr- ri-»-ÍTiii-l
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'a iiKUn.iia
]^:,.vna::!
rií- íjv ,.--.!-. i \aí;.'-;,i L;aNaaa. -i>a
'I'.. ■:;.!■. [■ < rrr.iva , .Ii-nuif-ira una ¡ti-.üI. na.'.n
■;)'ila. 'i'i • '■ ■ iF'p-'lr i-M|'ar- a iiiaL-UM \yy .
: ';■■■•. ' ■ ■ ':u^;■la - - -jiau. >]i- !..- .|iu
■ a'ia'; .■..■,:-■■' ^■■. .|i;. ... ,1! -rx iTciii. . 'f-tir -u- ;
Pais.-,jc del ilustre pirilor M.ir..ino B.\rba;an. .
v;>i.
-^SELECTA —
Mes de Mayo, mes de
gloria, mes de América!
Julio es el mes de la
Democracia y de ese Ju-
lio surgió nuestro mes
de Mayo, mes de la Li-
bertad.
Y decimos nuestro mes.
de Mayo, porque la' glo-
ria argentina.de la pri-
mera . y definitiva afir-
mación de independencia
en el continente, es mes
de todas las Repúblicas
hernianas que en comu-
nidad de ideales, de rutas
y de .aspiraciones, for-
man, la confederación de
la América Latina des-
de el Golfo dfe Méjico al
Estrecho de Magallanes.
¡ Cuan lejanos y al pro-
pio tiempo ciián cercanos
los días de la gran Re-
volución ! Por la forma
de producirse, por los
hombres que en ella ac-
tuaron, por la nobleza de
los principios que se de-
fendieron Con verdaderos
y suprerrios sacrificios,
¡qué lejanos aquellos
diás! Por lo qué aque-
llas ansias de libertad y
de "derecho ' tfenen con
nuestras ansias de hoy,
¡ qué cercanas las jorna-
das" de Mayo frente al
Cabildo de B_y^nos Aires !
La imposición heroica
y definitiva de los patrio-
tas argentinos én Buenos
Aires, levantó un clamor
de inmensa alegría en to-
da- .América. En todos los
pueblos s?.exj>erimenta-
ban los mismos anhelos
de independencia y aquí,
en esta patria líuestra,
(|U€ ya alentaba con im-
pulsos de constitución
náciíinal, el eco del trascendental, acto
<\- Mavo en las calles de la ciudad her-
mana, fué aún mayor que én ningún otro
punto del continente.
Y filé mayor porque los patriotas orien-
ta'ps ya habían sentido en sus frentes
nobles el ,so])lo embriagador de la li-
bertad.
Dice un historiador, con justicia y acier-
to: " .\un antes de que se produjera la
Revolución de Mayo, ya había en el Uru-
guay un ¡loderoso núcleo de patriotas,
que consi)iraba contra el régimen, del
coloniaje. Desde 1.S09 y a raíz de la diso-
lución (le la Junta de Montevideo, había
empezado a formarse esa agrupación. Sus
¡¡rimeros constituyentes fueron don Joa-
quín Suárez, don Pedro Celestino Bauza,
don Santiago Figueredo. cura de Florida,
y don Francisco Meló, quienes acordaron
desde entonces trabajar por la indepen-
dencia.
" Mientras formaban opiniones en la
campaña, nombraron agente en Buenos
.\ires a don Francisco Javier de Viana.
encargándole de comunicar a los criollos
de la vecina orilla las esperanzas y los
entusiasmos de todos.
" No trabajaron aislados esos patrio-
tas, sino que tenían sus agentes y par-
tidarios en toda la extensión del territorio
¡O^ J3trón pueób
^ útoenít
oriental. Todos ellos eran personas de
■distinción y acaudalados estancieros,
entre los cuales figuraban: Miguel
Barreiro, Dámaso Antonio Larrañaga,
Francisco Araucho, Tomás García de
Zúñiga, los Bustamante, Pérez Pi-
mienta, .\guilar, Escalada. Haedo, Gadea,
.Mmin'in y otros más,
" Entre estos patriotas decididos des-
L-üllaba don José Gerva
.N.rtig
igas, c|ue
va gozaba de mucho prestigio, y c|ue
desde entonces se designaba como el fu-
turo jefe de. las huestes orientales. "
.¿Cómo, pues, no iban a palpitar al uní-
sono de los corazones argentinos, los
corazones uruguayos en aquella alborada
de la libertad americana?
Tan estrechos eran los vínculos, tan se-
mejantes las aspiraciones y los propósi-
tos, que el grito argentino de independen-
cia tuvo en la provincia oriental un eco
retumbante.
Era de los patriotas uruguayos un
ideal que se tornaba tangible, perfecta-
mente practicable, ideal en el que con-
vergían todas las actividades de aquellos
hombres de férreos caracteres y de no-
bles y firmes aspiraciones.
Y aquella comunidad de ideales, at|uel
paralelismo de intereses y de deberes han
continuado subsistiendo entre argentinos
y uruguayos a través del
tiempo. Lazos de afecto,
de unión política, alian-
zas de paz y de guerra.
Si los argentinos una vez
ayudaron a los urugua-
yos a libertar Montevi-
deo de la dominación ex-
tranjera, los uruguayos
fueron arrojados actores
en la victoria luminosa
de Monte Caseros.
Hermandad honda v
grande ; hospitalidad nui-
tua que trajo a Montevi-
deo en las épocas le-
janas del rosismo a los
argentinos más ilustres,
y eme hov ha llevado a
millares de uruguayos a
tierra argentina en busca
■ de un ambiente más am-
|)lio y más factible para
el desarrollo de sus ac-
tividades.
Por eso la efeméride
argentina, la efeméride
(lue es como una clari-
nada de triunfo, tiene en
nuestro espíritu doble
repercusión.
El 25 de ^[ayo se cris-
talizaron las ansias- de
los patriotas uruaruavos
surg-idas el año iSoS en
el primer Cabiklo .Abier-
to, ansias que. estaban
contenidas en los cora-
zones ck todos kw hom-
bres libres de .Xmérica
y (|ue al manifestarse
enérgicamente durante
todo el cick) de la inde-
pendencia, formaron la
admirable epopeya que
llena de re.splandores las
■páginas de la histoi ia
contemporánea.
A consecuencia de ella
nuestros patriotas pudie-
ron robustecer sus ansias
y sus entusiasmos, tuvieron una norma de
conducta a seguir en los días de lucha
que se subsiguieron y apoyándose en los
prestigios indiscutibies- de la Junta de
Mayo, laboraron desde entonces con más
eficacia por la independencia de nuestra
l)atria.
Mas aún : los colores que los patrio-
tas ])orteños French y Berrutti usaron
para distinguirse de los c|ue no alentaban
como ellos anhelos de libertad, fueron
también los colores que se ado])taron en
la antigua Provincia Oriental ])ara usarlo
como símboJo de redención política.
De modo que desde entonces ambos
])ueblos marchan al consuno de as])ira-
cíones v de luchas : la fraternidad no es
sólo de carácter di])lomático. es frater-
nidad de sangre, pues uruguayos y argen-
tinos mezclan sus sentires y sus amores
en millares de hogares y afirman de esta
suerte los vínculos que se establecieron
desde antes de las luchas por la indepen-
dencia.
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SELECTA
Alguien, que tiene motivos gratos como
para recordar aquellas épocas felices en
que distinguidas aficionadas al canto, pro-
])orcionaban a la sociedad montevideana,
momentos de intenso esparcimiento, al
hacerse oir en fiestas de caridad y en
celebraciones de efemérides, nos decía,
tembloroso de emoción al recordar tan
gratas sensaciones:
"Es indudable, mis amigos, que el canto
es uno de los más bellos adornos para la
mujer. Nada más propio a su sensibili-
dad, a su exquisito sentimentalismo, a'
su delicadeza de expresión, que el canto;
la forma más expresiva de exteriorizar
manifestaciones de espíritu, de llegar hon-
damente al alma de los que oyen y de
producir intimas emociones de arte.
Y noten ustedes que al hablar del canto
corao excepcional adorno en la mujer, no
hablo del canto adoptado o practicado
como profesión ; hablo de ese don divino
utilizado por quienss lo cultivan en di-
letantismo y al así hacerlo, lo utilizan, lo
llevan a las más altas expresiones artís-
ticas, lo valorizan con refinamientos ma-
gistrales y lo hacen deseable, como joya
que se guarda y deslurñbra cuando se
muestra.
En otra época fué el canto utilizado
como atractivo social, manifestación que,
sino más intensa que ahora, por lo menos
lie mayor lucimiento, pues las damas qu ■
con ese adorno lucieron gentileza y ta-
lento', no desdeñaban mostrarse en las
tiestas realizadas en los centros aristo-
cráticos.
Hoy estos gratos instantes Cque nos
¡)roporcionaran aficionadas tan notables
cotno las de 'ntonces), no salen del marco
intimo y redu.-ido de una soirée y sin que
con ello pierdan en brillo, en cambio no
pueden gustarlos más que un núcleo se-
lecto o familiar.
En época anterior a esta en que vivi-
mos, y en la que yo me deslizo ya casi
como una sombra que se va diluyendo
(I)erdón por esta salida de caja), las fies-
tas más suntuosas v más prestigiadas
realizábanse en el Club Católico.
Fiestas magnificas en las que la socia-
bilidad de entonces concentraba todo su
afán y todo su noble desinterés. Porque
he de advertir a ustedes, que el fin de
aquellas tertulias era en la mayoría de
los casos de carácter filantrópico. Pena-
lidades, miserias, toda esa triste etern'-
(lad de dolor que hace siempre necesaria
( y cada vez más necesaria ) la caridad,
encontraron en fiestas tales una solu-
cii'in, un compás de espera, un lenitivo.
Y en estas fiestas oímos, los que a
ellas tuvimos cl placer de asistir, a las
más distinguidas aficionadas al " bel can-
to " que se impusieron entonces a la ad-
miración de propios y extraños.
Pero antes, aún antes de esta época
( y no se horroricen ustedes a! considerar
que hablando de cosas tan viejas, puedo
yo subsistir por milagro), antes de este
ciclo de arte lírico social (llamémosle
así), hubo otro que es el' que debe figurar
i>rimero en los anales del canto en los sa-
lones.
Voy a remontarme con la imaginaci<'in
a otros años má-s lejanos, a otro mo-
mento de txplendor social.
En aquel entonces (unos cincuenta
años), la sociab'lidad montevideana pudo
contar con damas de estirpe que a su
distinción y a su belleza, tuvieron la for-
tuna de unir la realidad de sus voces
deliciosas utilizadas con gusto supremo.
Voy a hacer memoria y a recordar nom-
1)res. . . Aguarden ustedes. . . En aquellos
(lias las diletantes más celebradas fueron :
Ercilia Reyes, .Mangacha Lasala, Ven-
tura Estrázulas, Jesús Oereda y Julia
Castellanos. .\1 sólo pronunciar estos
nombres rindo un homenaje de admira-
ción y de respeto a damas que brillaron
con la verdad de su talento y fueron es-
trellas en las reuniones de entonces, donde
la armonía de sus voces era atracción
poderosa para que fiestas donde ellas in-
tervinieron alcanzaran éxito grande.
Después que se apagó aquella conste-
lación de triunfadoras en el arte del canto,
hubo un así como paréntesis. Causas
f|ue no tengo por qué enumerar hicieron
que se marcara un prolongado compás de
espera en estas manifestaciones gratísi-
mas del arte en Jos salones.
Y llegamos lu^o a otro resurgir de
voces bellas y de espíritus cultivados cui-
dadosamente para dar a esas voces expre-
sión artística, la más acabada v la más
selecta.
En este segundo periodo hubo ima que
fué culminación de aptitudes, de medios
vocales v de alta expresión estética. Me
refiero (y no sin profunda admiración re-
cuerdo ese nombre), a Quina Arraga.
; Verdad que mi entusiasmo es justi-
ficado? ¿No la recuerdan acaso, como ima
de sus más intensas emociones artísti-
cas experimentadas por ustedes en los
que fueron sus primeros pa,sos en socíe-
niomentüs tan gratos, tan intensos que
una como niebla de melancolía llega en
este instante hasta mi espiritu'al recordar
cuanto era de extraordinaria la exj)r'sión
dad? Quina .Arraga ha dejado 'n el re-
cuerdo de los que la conocimos y la ad-
miramos, un hondo sentimiento de gra-
titud porque a su voz excepcional debimos
armónica de acpiella voz, que la muerte
enmudeció en forma tan inesperada como
cruel.
Perdonen ustedes este achaque de sen-
timentalismo y anoten en sus carnets
otros nombres de distinguidísimas afi-
cionadas que conjuntamente con Quina
.\rraga fueron objeto de admiración en
nuestros salones. Anoten ustedes : Rosa
Carril, Josefina Reventós, María Luisa
Caimari, Clara Braga de Harley y Ra-
faela .\rrien. De todas ellas conservamos
gratísimo recuerdo y grande admiración.
Fueron notables cantantes, poseyeron vo-
ces dulcísimas y con ellas deleitaron a
quienes tuvieron la dicha de escucharlas.
Hoy... ¡No. no teman, no voy a caer
en el vicio de los viejos que encuentran
todo lo pasado mejor que lo presente!
No iba a decir eso. Quería señalar el he-
cho de que hoy las damas diletantes ya
casi no i)articípan en fiestas públicas. Esto
creo que lo dije antes, pero lo repito
ahora. Y lo repito, para completar este
florilegio de artistas tan distinguidas,
con otros nombres que son tan admirados,
tan reverenciados, tan plenos de los ho-
menajes de nuestra sociedad. Me refiero
a Luisa Valdez, Carolina García Acevedo,
Justa Wilson y l'ernabela Herrera de
Herrera y ,Reissíg.
Y voy a terminar, mis amigos, voy a
terminar en esta forma cronológica de
evocar tanto espíritu superior y tantas
cultoras del arte lirico, refiriéndome a
un grupo escogido y celebrado, gentil
conjiuito que triunfalmente marcha en
procura de los laureles que lucen las que
calificaré de maestras, los mismos laure-
les (|ue dejaron las que fueron astros en
otrora y que ya, para ventura nuestra,
han reverdecido una y otra vez.
-\noten ustedes todavía estos nombres :
María Luisa Sáenz, Esther Vidal Arteaga
de Etcheverry, Maria Elena Figari Cas-
tro, Blanca Viaña de Martí, Alicia Mello
Otero de Marexiano y Esther .Mvarez
Mouliá.
\' " finix ", mis anngos. El canto es un
don que da Natura y (|ue el arte magni-
fica, pero cultivado por personitas de
tanta espiritualidad y de tanto senti-
miento como las que yo me h€ permitido
recordar, créanme ustedes, el canto es
don del cielo y premio altísimo para quien
puede escucharlo. "
.\sí habló el respetable cabalkro, que
se ociilta en el más riguroso incógnito,
prometiéndonos para el futuro otras "cau-
sseries '" tan amenas y tan interesantes
como esta, que es nota grata en las pági-
nas de nuestra revista.
— S»tUtC I A —
niooó
María Cmilia Mu^<3iS Casterás
María Hortes&sia S«rratosa Carvallio
IPanchito Lasala Bofíil
He aquí una obra hermosa, una obra
de alta, de noble filantropía que se lleva.
a cabo en forma admirable.
Se trata de prestar socorro,, de corregir
la mala, la deficiente alimentación de los
niños pobres que pululan en Villa Muñoz,
facilitándoles todos los días el pan que en
sus casas falta o es escaso.
No es sólo simpática esta obra por la
obra en sí, de reparación y de fraternidad,
sino porque llevada a cabo por niños, es
también medio de educación moral para
aquellos que la practican y para los que
recogen sus beneficios.
La obra caritativa, ejemplar y educa-
dora se lleva a cabo en esta forma origi-
nal y conmovedora.
Consiste en distribuir una pequeña me-
rienda, todas las tardes, a mas de cin-
cuenta niños pobres, porque ese es el
número que, por ahora sólo se puede so-
correr.
¿Quién es el espíritu superior que ha
inspirado esta práctica caritativa y la
mantiene en actividad y progreso ?
Pues un sacerdote nobilísimo, cuya bon-
dad se derrama pródiga en los hogares
menesterosos de la barriada obrera. El
Padre Juan Diz es el iniciador de la obra,
el que ha fundado y mantiene en Villa
Muñoz una escuela para niños humildes
y el que da alientos y renovación cons-
tante de iniciativas a la institución deno-
minada " Pan del pobre ".
Forman esa Comisión las niñas : Elena
ürioste Carve, Sofía Berta Pastori Gó-
mez, Violeta Garese, Lucía Wilson Caste-
llanos, María Josefina Pastori Gómez,
alaría A. Pastori Brusaferri, Sara Hughes
García, Cora Urioste Piñeyro, Berta Mar-
tina Pastori, Laura Arrosa Balparda, Pola
Suárez Füller, Rosarito Prevé Pastori,
Isolina Ramírez Eastman, María Merce-
des García Mollano y H. .\siain Márquez.
*
Nunca inspración más feliz pudo te-
nerse al idear una tan brillante fiesta
como fué la Fiesta de la Elegancia, mag-
nífica realización de un pensamiento cari-
tativo que debe elogiarse calurosamente.
Una fiesta donde se expuso todo lo que
de más rico, más artístico, más bello pudo
imaginar la moda femenina y crear la
actividad de modistos y modistas, para
que en compensación de todo lo que esos
trajes y esas telas reclaman para sí, de
ello se restara una contribución, destinada
noblemente a socorrer ajenas necesidades,
a mitigar miserias, a dar alimentación a
quienes casi carecen de ella.
De ahí la hermosa Fiesta de la Ele-
gancia, llevada a cabo por una Comisión
de distinguidísimas damas, que preside la
señora Josefina Gómez de Pastori, selecto
espíritu femenino, mentalidad elevada
dispuesta a realizar el bien con acierto,
y cuyas actividades están dedicadas a
esta obra de reparación social, tan prác-
tica y de tanta eficacia.
La Fiesta de la Elegancia se realizó en
el gran salón de la Casa Caviglia, cedido,
con un desinterés que mucho le honra, por
el señor Luis Caviglia, que esta vez como
otras veces se ha mostrado gentil.
LA COMISIÓN QUE ORGANIZÓ Y PRE
Sentadas de izquierda a dereclia: Elía del Cerro, Amelia Belfort Carril, Ciriaca M. de del Cerro, María Josefina Gómez Cib
Paradas de izquierda a derecha: Margarita Benzano, Lolíta Iglesias, Plácida Serratosa Cibi
Y fué una fiesta de elegancia suprema;
fiesta como nunca se había hecho en nues-
tro país ; materialización de un pensa-
miento exquisito, artístico, refinado.
¿Cómo no serlo así cuando ella fué pre-
sidida por la señora Gómez de Pastori,
que la imprimió el sello de su propia ele-
gancia?
De tan culta dama y de las dignísimas
y distinguidas señoras )• señoritas que
componen esa Comisión se honra hoy Se-
lecta publicando una fotografía, cuyo
""'^^
PRESTIGIÓ LA FIESTA DE LA ELEGANCIA
lez Cibils de Pastoril Sofía Blixen de SuareZt Aurelia Brusaferri de Pastorít Elvira Serraiosa de Vidíella, Azema Martínez Correa,
sa Cibils, Emilia Lemos, Margarita Belfort Carril, Maruja Martínez Correa, Sofía Suarez Blixen.
clisé fué obtenido especialmente para
nuestra Revista, galantería esta que de-
bemos agradecer en lo mucho que vale.
Visitamos la Exposición de Trajes. Y
maravillados quedamos ante tanta magni-
ficencia, ante tan grande esfuerzo culmi-
nado en la presentación de magníficos
modelos, todo lo más exquisito y lo más
fino y lo más lujoso que puede idear la
mente para adorno de cuerpos femeninos.
Todas las casas más importantes de
Montevideo contribuveron al suntuoso
éxito de esta exposición. ¡ Qué esfuerzos
de imaginación y qué perfeccionamientos
en la presentación de los traj.es ! Todos, en
una plausible rivalidad, buscaron de exhi-
bir lo mejor, la más alta conquista del buen
gusto, del chic, y aquellas saütas donde las
figuras de cera vestían magnificas toi)et-
tes, eran como un deslumbramiento de
riqueza, "bonheur" del espíritu femenino,
atracción irresistible de miradas, acicate
de posesión y firmeza de buen gusto.
Todas las creaciones de la moda, desde
las más severas, a las más extravagantes,
tenían allí su representación. Trajes, abri-
gos, sombreros, diversos accesorios, todo
lo que la mujer más exigente pudiera
desear, estaba allí representado con un
derroche deslumbrador de riqueza.
Y para que no quedara un resto de
duda sobre la verdad de tanta selecta va-
riedad de trajes, los nombres de las casas
más reputadas de Montevideo, ponían un
como sello de gran valor en aquellas re-
finadas combinaciones de telas, de pieles
y de plumas.
.\sí pudimos admirar, uniendo nuestro
aplauso al aplauso de todos, los modelos
presentados por la " Nueva Sirena " y los
de Corralejo ; también los de Caubarrere,
los de la casa Demateis y los que expuso
la señorita María Teresa Fiora.
Expresión altísima de suprema elegan-
cia, grata fiesta para los ojos que podían
recrearse en la contemplación de tantas
magnificencias, extraordinaria manifesta-
ción de buen gusto, afirmación de ele-
gancia que habla muy en favor de nuestra
sociedad.
No hemos de terminar esta crí'mica sin
dar a publicidad los nombres de las da-
mas que componen la Comisión Pro Ni-
iios Pobres de Villa Muñoz.
He aquí esos nombres :
María J. Gómez Cibils de Pastori, Ci-
riaca Martínez de del Cerro. María R.
Algorta de Scremini, Leonor Cachón de
Correa, Sofía Blixen de Suárez, Consuelo
Alvarez de Lasala, Valentina Díaz J; Por-
tillo, Elvira Serratosa de N'idiella. Sofía
Gómez C. de Martinelli, Carmen Lasala
(le Peixoto, Blanca Usher de Heber Uriar-
te, Enriqueta Williams de .Arteaga, María
A. Brusaferri de Pastori, María Etche-
verry de Pons, Rosaura L. de Gómez Ci-
bils, Emilia Lemos, Pascuala y Dominga
Carvalho .•\lvarez. .\nita Mané -\lgorta,
Margarita Benzano, María T. Braga Sal-
vañach, Emma Piera Muñoz, Elia del Ce-
rro, Manuela Suárez, Cata Pérez Gomar,
María L. Díaz Fournier, Lola Iglesias,
Plácida Serratosa Cibils, Olga Portillo
Díaz. -Azema y Maruja Martínez Correa,
María Carmen Nicolich, Clara Orueta
Correa, Corina Morales, Amelia y Marga-
rita Belfort, María M. Nebel Panclo.
A ellas las más calurosas enhorabuenas
por el éxito alcanzado y en estas palabras
nuestras vaya también como un eco de la
gratitud que surge de los labios de los
menesterosos que socorre esa Comisión,
y que en la humildad de sus hogares ten-
drán con el socorro una intensa satisfac-
ción: resplandor de alegría, tan intenso
como el d? las maravillas que a ese ple-
cer dieron origen.
SELECTA —
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Como somos los hombres
)^^^^
Cal!e 42. descendamos, si os parece bien. Una
muhitud de viajeros abandona el vagón y otra
multitud se encarama en él. — Din, Din y el
' ' Manhattan Elevated ' ' emprende de nuevo la
marcha, mientras Juan Perkins baja por las es-
caleras, mezclado con ia muchedumbre de los
viajeios.
Juan Perkins entra tranquilamente en su casa.
Entra sin apresurarse, como hombre que tiene
su tiempo bien distribuido y que hace todos los
días !a misma cosa, sin que el horario <le sus
ocupaciones sea jamás cambiado.
N'o tiene Juan Perkins nada de imprevisto
en su vida. ; Cómo podria introducirse lo im-
previsto en la vida de un hombre cuyo matri-
monio data de dos años y cuya existencia se
desenvuelve en la monotonía de un interior aco-
modado ?
En el instante que Juan Perkins entra en su
casa piensa no sin cierta melancolía en el fin
siempre igual de sus diarias jornadas. Katy (su
esposa) lo esperará en el umbral de la puerta: le
dará un beso; envo'viéndolo en una atmósfera
de perfume: él se quitará su abrigo, se tenderá
sobre el sofá para leer el diarlo de la noche, en-
terándose de cómo las escuadras rusa y japo-
nesa evolucionan, y preguntándose antes de co-
menzar la lectura: ;ya se habrán exterminado?
En la cena tendrá el rosbif de siempre, la in-
evitable compota no menos higiénica y el postre
de fresas en conserva, en cuyo envase luce la
etiqueta de garantía, dándola como exenta de
tofla mixtura química.
Antes de la cena, Katy le mostrará !os pro-
gresos realizados en la- labor de bordado por
ella realizada, orgullosa de tal obra. A las siete
y media el matrimonio se verá obligado a tender
sobre los muebles algunos diarios, para preser-
varlos de la cal que se desprende del techo a los
golpes del vecino de arriba que hace ejercicios ■
fi.<icos todas las noches.
En el departamento de enfrente el barullo co-
tidiano se iniciará a esa hora : los vecinos lla-
mados Sbick y Moori. actores sin contrata, son
presa de un crisis delirante, crisis de todas las
noches a la misma hora. Su locura consiste en
imaginar que la contrata tan anhelada (contrata
de 500 dóiares por semana) ha llegado al fin,
y en su alegría forman con los muebles verda-
deras ti'rámides y en ellos realizan ejercicios de
acrobacia.
Otro vecino sonará su f'auta y luego Mme.
Zanoniísky y sus cinco hijos bajarán a la ]>or-
tiTÍa |)ara lacer tertulia con el conserje...
Juan Perkins sabe que to<lo esto ha de ocu-
rrir invariablemente. Sabe también que a las
8 y cuarto en punto se levantará de su asiento.
tomará su sombrero y su abrigo, y que su mujer
en un tono de ligero reproche le dirá :
— ; Dónde vas ahora, Juan? ; Me darías tamo
gusto diciúidomelo ! . . .
— Pienso ir un momento al club donde ju-
garé una o dos partidas de naipes con mis amigos.
A ias diez o las once volverá Juan. Si Katy
no duerme, ya sabe él que se producirá la tra-
dicional escena de los reproches por sus noches
solitarias y luego a dormir.
Tal es la norma de vida que Juan Perkins
lleva todas ¡as tardes y todars las noches.
Pero hoy, por prirnera vez. nada de eso le
espera a Juan Perkins.
Xo está Katy en la puerta, no hay beso con
-::í^-
ola <le perfume. En la casa todo está revuelto ;
ropas de Katy tiradas por el suelo, sobre los
muebles : las botinas de casa abandonadas en
mitad de la alcoba, y más ropas aún en el toi-
lette y en las sillas. Como no es hábito en Katy
dejar nada revuelto cuando sale, se pregunta
Juan Perkins : ¿ Qué ha pasado aquí ? \' mien-
tras murmura esto, con el corazón acongojado,
contempla Juan el peine donde se enredan algu-
nos cabellos de su mujer. Por este detalle, piensa
Juan : ¡ Qué apurada por salir ha estado Katy !
Y piensa esto porque elia siempre guarda los
cab.l Os cuando se peina y los deposita en una
caja, imaginando un futuro postizo.
De uno de los brazos <Ie luz. bien en evidencia,
cue'ga un papel. Juan lo toma. Es una carta de
Katv :
Querido Juan : .'Kcabo de recibir un tele-
grama anunciándome que mamá está muy grave.
Tomaré el tren de las cuatro. Mi hermano Sam
me aguarda en !a estación. Encontrarás algunos
fiambres en la heladera. Espero que lo de mamá
no será un nuevo ataque de angina. Paga la leche,
60 céntimos. Mamá tuvo un ataque ei año pa-
sado. Xo te olvides de escribir a la compañía
del gas para que manden arreglar el contador.
Tus calcetines nuevos están en e! cajón alto de
la cómoda. Te escribiré mañana. — Katy. ' '
Después de dos años de vida matrimonia! no se
habían separado Juan y Katy una >ola vez más
de veinticuatro horas. Consternado Juan Per-
kins lee y relee la carta de su mujer. He aquí un
can:bio en 'a rutina que no había previsto.
Todo le habla a Juan de la ausente : sobre uno
de los brazt)s del sillón pen<le su batón rojo a
puntos negros que ella se pone siempre para las
lareas <le la cocii.a. Un paquetito de sus bombo-
nes preferidos, vace por ahí con el cordon-
cito sin anudar. Vu diario se halla extendido en
el suelo : de é! ha sido cortado el horario de los
ferrocarriles.
Juan Perkins contempla todo esto con el alma
desolada. Después se dedica a poner un poco de
orden en las habitaciones. Cuando recoge los ves-
tidos de Katy un escalofrío le recorre, el cuerpo.
Xunca había pensado él en la posibilidad de
vivir sin Katy. ¡ Esiaba ella tan metitia aeiitro
de su vida 1 iítra para él tan necesaria como el
aire. ¡V he aquí que ella se ha marchado! Evi-
dentemente la ausencia *no podrá durar más que
unos días, ima semana o dos a lo más. Percr Juan
Perkins imagina que el Índice de la muerte ha
señalado su hogar. . .
Luego, Juan saca de la heladera los fiambres
y algún otro manjar, pone el agua en el fuego
para el café y se instala para su comida solita-
ria, delante del bote de postre de fresas donde
la etiqueta destaca sus colores brillantes.
Después de la cena, Juan se asoma a la ven-
tana: no tiene ganas de fumar. La ciudad ilumi-
nada le habla de placeres y de locuras. Se en-
cuentra libre. Podrá salir sin ser observado, ir
donde la plazca como cualquier sofero puede
hacerlo. Podrá beber, divertirse, emprender aven-
turas, sin el temor de recibir, al volver a casa los
reproches, de Katy. Podrá además realizar con
sus amigos todas las partidas de naipes que desee
y quedarse en el Club hasta la madrugada. El
yugo conyugal no lo sentiría sobre sus hombros
en ausencia de Katy...
Entonces, una serie interminabie de pensamien-
tus. s. agü iiaro.. i.j su mente: cosas en las que
no habia pensado jamás. V en ese instante, y en
medio a su so edad tuvo la confusa sensación de
que Katy le era imprescindible para su dicha. El
amor que la tenía se había adormecido en la
uniformidad de la vida conyugal, y ante aquella
inesperada partida una como nueva vida alen-
taba su pasión. Todos somos así : no sabemos
gustar de los gorgeos de un ave. sino cuandi>
ésta ha dejado de cantar.
— ''Soy un triple idiota — pensó Juan Perkins
— al tratar a Katy como la trato ; saliendo como
lo hago todas las noches en vez de quedarme
con ella. Soy un miserable. Es necesario que yo
cambie radicalmente de vida, de conducta ante
mi querida Katy. Xo saldré de noche, la lle-
varé al teatro, a paseos : la comandita, del Club
no me verá más. " '
Precisamente es la hora en que la tal coman-
dita se reúne. Pero esta noche ninguna tentación
lo podrá arrastrar : no abandonará la dicha de su
hogar, que él había perdido semejándose a .\dán
al ser arrojado del Paraíso.
Un corsé olvidado junto a él le envía un deli-
cado perfume de jacintos. Juan recoge la prenda
y la contempla en silencio. Unas lágrimas, sí lá-
grimas, verdaderas lágrimas, de amor y de arre-
pentimiento, caen de sus ojos. Cuando Katy
vuelva, todo ha de cambiar, él ha de reparar sus
errores. ,:Qué puede ser la vida sin ella?
De pronto la puerta se abre. Katy entra, con
una maleta en la mano. Juan la contempla con
estupefacción.
Ella exclama :
— ; Qué contenta vengo ! Lo de mamá no era
nada grave. Sam me esperaba en la estación : y
él me dijo que apenas había enviado el telegrama,
la crisis habia pasado. Entonces, como yo no
quería dejarte solo, desde que mamá no estaba
enferma, aproveché el primer tren de regreso
a Xueva York y heme aquí. Pronto, una taza de
café, que me muero de inanición.
La máquina de la costumbre en aquel hogar
está de nuevo en movimiento. ¿ Se había dete-
nido? Xadie lo podría decir. Fué ima detención
brusca : la correa glisó en el volante, pero de un
golpe fué llevada de nuevo a su sitio y el en-
granaje continuó como antes a transmitir el movi-
miento.
Juan Perkins mira el reloj. ; Las ocho y cuarto I
Y va en busca de su sombrero, dirigiéndose a
la puerta.
— ,: Dónde vas ahora. Juan ? ; Me darías tanto
gusto diciéntlomelo !. . .
V en el tono de ella hay el reproche de siempre.
— Pienso ir un momento al Club, donde jugaré
ima o dos partidas de naipes con mis amigos!...
O. Hexrv
— SELECTA —
e a^er
A fines (leí siglu X\'lll, nuestra capi-
tal ofrecía un aspecto muy distinto de lo
que es en la actualidad.
Sólo ocupaba entonces lo que aJiora Ua.-
niamos ciudad vieja, terminando en la
plaza Independencia y la calle Cindadela.
-Montevideo era a la sazón una plaza
fuerte; la defendían gruesss muradas co-
ronadas de numerosos cañones. En la
actual plaza Independencia levantábase
una gran fortaleza de espesas y sólidas
])aredes y guarnecida de cañones. Era la
Cindadela.
De este punto corrían de cada lado
hasta el mar, murallas muy anchas y al-
tas, que remataban por dos fuertes to-
rreones llamados cubos. Esas murallas
iban en forma de zig - zag, y tenían al
¡lie un pozo profundo i)rovisto de puen-
tes levadizos. Casi en el extremo de la
península, se hallaba el fuerte San José,
de sólida construcción como la Cindadela.
Fuera de muros, había ima gran ex-
tensión de terreno despoblado, donde es-
taba proliibido construir casas para que
la artillería pudiera maniobrar libre-
mente. El barrio de! Cordón es así lla-
mado porque allí pasaba el límite o cor-
dón que determinaba la zona despoblada.
Montevideo era. pues, una ciudad muy
bien defendida: pero su aspecto demos-
traba la penuria en que vivían sus mo-
radores. Las casas eran todas de un solo
piso. I^a mayor parte de ellas estaban
construidas con piedra sin labrar y barro.
y no faltaban las de simple adobe.
Los techos eran de tejas acanaladas y
a dos aguas ; había, sin embargo, algunas
azoteas.
El aliuubrado era escasísimo y se hacía
coíi velas de sebo colocadas en faroles col-
gantes.
Las calles no estaban empedradas, y en
La CiudadeU q-ie fué luego el mercado, y es hoy la Plaza Independencia.
tiempo de lluvia se volvían intransitables.
"... Bajo humildes auspicios, despuntó
el siglo XIX, poseedor del secreto de la
inde])endencia de América y de la erección
del L'rnguav en república libre. ¡Que
■^^^i
Hombre del puebío en la época del coloniaje
Una dama principal de la ¿poca de la
Independencia
grande era el continente elegido por la
Providencia para fijar el porvenir del
mundo, pero cuan mermados los límites
del terruño que iba a servir de base a la
nacionalidad uruguaya !
Sobre la margen septentrional del
Plata, encerrado en un cuadrilátero de
fortificaciones, erguíase Montevideo, re-
sistiendo desde la infancia los embates de
la guerra y las trabas del monopolio. Con
título de ciudad' vegetaba al este el case-
río de Maldonado, que preocupaciones e
ineptitudes de todo género habían sacri-
ficado al nacer. En el oeste, un montón de
ruinas daba testimonio de haber existido
Colonia. Hacia el norte, desde el Dav-
mán hasta las Misiones, que pronto de-
bía arrebatarnos el extranjero (en 1801 ),
un fuerte denominado el Salto, interrum-
])¡a la soledad.
Paysandú, .Mercedes y Soriano eran al-
deas ribereñas; las dos primeras abiertas
al progreso, la última estacionaria y
l)obre.
En el interior, ('.uadalu])e, Santa Lu-
cía, San José y Minas se esforzaban por
imi)onerse a los distritos de que eran ca-
beza de partido. En el resto del país no
se conocían otros centros d;' .-itracción
que fortines militares, precaviendo la ac-
ción del enemigo, o santuarios rurales
manteniendo unidos los elementos que el
acaso habia agrupado, o presidiendo el
desarrollo de aldeas nacientes.
Calculábase la población fija del país
en poco más de 40.000 habitantes, de los
que 15.000 se all)ergaban en Montevideo.
Era Montevideo el centro desde donde
irradiaban todas las manifestaciones de
cultura destinadas a modificar las cos-
tumbres. Desde la mitad del siglo XN'III
se manifestaban ya en la futura cajiital
uruguaya, destellos artísticos que atraían
la atención de sus visitantes. La pasi<')n
de la música en el bello sexo, hacía <|ue
las horas de expansión y recibo transfor-
masen toda casa acomodada en im centro
musical.
El trato con las familias de los altos
funcionarios jirovenientes de la Península,
introdujo paulatinamente el esmero en el
vestir y la ornamentación adecuada de
las viviendas. Se deseó la ilustración, y
algunos i)adres pudientes enviaron sus hi-
jos a los colegios superiores del X'irrei-
nato. mientras otros los enviaban a Es-
paña misma.
Estos progresos de la cultura intelec-
tual v social trascendían al interior del
país, influenciando los centros urbanos,
(jue a su vez actuaban sobre las masas
campesinas, para formar entre todas un
núcleo de civilización consistente, desti-
nada a modelar los contornos de la na-
cionalidad futura. "
Mujer del pueblo en la misma época
— SELECTA —
EL P. Larrañaga nació ef iO de Marzo de 1771, de una familia principal de MontCTÍdco. Desde
muy joven notóse en él una verdadera vocación al estado eclesiástico. Despuis de brillan-
tes estudios en Buenos Aires y Córdoba, pasó a Fio Jar-eiro, donde fué ordenado de sacer-
dote. — Larrañaga tuvo gran participación en los asuntos politicos. — Admiramos su patriotismo
como capellán del ejercito reconquistador de Liniers y en el Congreso Nacional de 1813, siendo
uno de los diputados enviados a Buenos Aires para representar la Provincia en la Asamblea
Constituyente A ¿1 atribuye Bauza la redacción de las famosas Instrucciones de aquel congreso. —
Ocupó puestos notables durante la dominación brasileña y después del año 1825. Fué mucho
tiempo Cura Rector de la Matriz, y en 1832 al separarse Montevideo de la diócesis de Buenos
Aires, fué elevado por el Sumo Pontífice a la dignidad de Vicario Apostólico de la República. —
Hombre de tan altas condiciones, y que sabia hermanar la ciencia con la fe en estrecha unión,
debía encontrar en la astronomía ancho campo para solazar su espíritu y satisfacer el ansia de
la imaginación, extasiándose en la contemplación de los mundos invisibles. — Esta afición y la
de otras ciencias, fué causa de que el Dr. Larrañaga perdiera el sentido por el cual más gozaba
su espíritu: la vista — Hay que contar entre los méritos de otro orden, que adornan al ilustre
Dr. Larrañaga, la inauguración de la Biblioteca Nacional, dando cin-a al proyecto de su querido
amigo el Dr. Pérez Castellanos; la iniciativa de la fundación del Asilo de Expósitos en la Casa
de la Caridad, y la fundación de la «Sociedad LanCdsteriana». Fall ció el 16 de Febrero de 1848.
Contaba entonces 77 años de edad.
B'niamfn Fernándrs y Medina.
r
■ «7I^L^L«V ■ rk ■
e la realeza
SPAÑA celebra en este mes dos fechas de alborozo : una de libertad y otra de democracia.
La primera es la que dio al pueblo español su independencia legitima ; la segunda
es el natalicio del Rey Alfonso XIII, el joven Rey que ha dado a su país más dere-
chos y más beneficios, que posiblemente, pudiera habérselos dado un gobierno re-
publicano.
Su carácter sencillo todo lo que en las prácticas palaciegas ha eliminado ¿1 de rígido y de ab-
surdo, lo han colocado más cerca del pueblo, en contacto con él, y por ende en condiciones de <s-
cuchar de cerca sus quejas, sus anhelos y sus alegrías.
Es un verdadero Rey demócrata, un- Rey a lá antigua usanza, de los que tenían más de patriar-
cas que de reyes, de los que oían a sus vasallos en audiencias que. otorgaban al aire libre y reparaban
necesidades y detenían la consumación de injusticias suprimiendo con su sabiduría ó simplemente con
su buena inspiración, todo el largo, molesto y a veces inútil ajetreo de los expedientes y de la in-
tervención de inacabables funcionarios.
Alfonso Xin puede decir con orgullo que al acercarse democrática e inteligentemente a su pue-
blo, salvó a la monarquía española. Su acción fué de equilibrio, buscando noble y lealmente el apoyo
de su pueblo y el pueblo lo sostuvo, dando nuevos prestigios á la corona y ahogando en sí mismo
todo intento de rebelión contra un sistema político, que podrá ser defectuoso y hasta anacrónico, pero
que en manos de un monarca como el Rey Alfonso, se hace aceptable y hasta bueno.
Junto a esta figura tan simpática del soberano español, se halla otra no menos amable y gentil.
Nos referimos a la Reina Victoria, reina y madre ejemplar, verdadero modelo de madre castellana,
muy de su casa, dada por entero al cuidado de sus hijos, y cuando las obligaciones del hogar la
dejan libre, dedicada con entusiasmo a obras de caridad, a obras de reparación y de consuelo junto
a los menesterosos, a los que la vida deja en el margen de todas las satisfacciones.
{ Cómo pues de la convivencia de esta real pareja, no iba a surgir esa gloria de belleza que
son sus hijos, hermosos niños en los que la sangre borbónica crea nuevas grandezas al mezclarse con
la sangre vigorosa de la princesa sajona ?
En nuestro grabado reproducimos una fotografía, obtenida recientemente, y donde los infantes
componen un grupo encantador.
Los hijos de los Reyes de España son, como decimos antes, una verdadera gloria, una gloria
bien efectiva, que se une a las glorias de la tierra más gloriosa.
— SIILI.CTA
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-\ir.-i.i. lo i, .111 ^-.-)liiv,t.ii> M!,!^ ..■;v.l A.'
c-.ijli.i! ^-í.- ^■.•i..i ^ti. quoi.l-. ^11- .i;i' .■;.
I'.- un r.T.T.l.H.-vu !■; .■\ .i.nlM.-.il.i. ;
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Alluil-u XIII |iu-.1>- d^'.i- ..Mi ,■■ .;,
bu. s.iliM .1 1.1 :u.vi.lr:íiu.i .--l i:-.i;,i. Si
.-.■ M, puv-blu \ ,! j-u.vl.. lu ,u,iuiu. .1
1.1, i-i iiit.-!iM n.- TA-b^-Iiuii vi.ii:.-,i MI ; ;
_;nt' i"!l pi.iiiu. d.- uu ii; .'-..i'^M ^". ■::;,' .■
Iiinlu .1 i'vt.i li^.ir.i l,:r, ..,:;ir..l;, ,1
X.., i,-|,-iniu., .1 1 1 K.ui.i \'ki.í...,. :,•
Kiuv d-- -u ..1.1. .i.i.i.i J-.-1 .-ntiru .i! ,
J-.-Mll hb'i. d.'dic.l.'i.i .""11 >n! ,:■-:. 1 .;r
.1 !u^ uicnc su'ri.vi,.. .i !"- qw« i,i ii,-*,!
,^ (.!uniu pu.^ .H.- !.i .".un 1 v.-;i."i.i d.
I,; s.lili^r.' i'ii^u os. .1.- 1.1 riiii."i"s.i s,i...ii
Kn Tvicslr,) ,;...b.id.' . i- J-: .i.iu. lu.o.
. . .:i , p. >n iMi uu i^rup" i lu ,i ;il.i ."i..^.
I ..s bii.is A; 1,.. K.-V.-S ,i." I".:- ■! 1
b, -u ,-l,..ii . 1. -u^ . - i.r,- ,. 1.1, ,.!-.-i,,
— MnLbCi A
I
Aíiucüa noclu' salí
(le casa pcrfccta-
nit'iUe decidido a
averiguar la verdad.
K! cielo, sin un as-
tro, encapotado por
las revueltas nubes
de tormenta, parecía
un inmenso lomo de
grafito. Por instan-
tes, una culebra de
fuego boradaba la
nocbe. y a poco, el sordo redoble del trueno, sal-
tando de monte en monte, hacia temblar los ár-
!)(>!es y ponía en fuga las manadas de lobos bam-
brientos.
Kl viento y la lluvia dificultaban bastante mi
marcha. Dos veces ya, en medio de las tinieblas
(|ue se amontonaban sobre la tierra, a la vera
de grupos de árboles, había estado a puiUo de
caer. Pero uada me desanimaba. Tenía (pie ave-
riguar, aún cuando me costara la vida, qué .mis-
terio envolvía al viejo Saale. Mis noches sin
sueño me resultaban intolerables. La imagen
hirsuta del entliablado viejo, desde el hallazgo de
los rubís y esmeraldas, me perseguía sin segundo.
Una fiebre extraña, que me arrebataba hacia el
misterio, latía en mis venas. Por lo demás, en
toda la comarca la misma curiosidad envenenaba
!a existencia de sus pobladores. Todas las noches,
apenas las sombras se abatían sobrer la tierra,
cien ojos escrutadores se clavaban en el mismo
rincón del vaMe: allá abajo, entre el grupo de
retorciólas y vetustas encinas, el extraño resplan-
dor lívido filtraba entre las maderas de la ca-
bana del viejo Saale. Algunos hombres que por
acaso, alguna vez. habían tenido que abandonar
el lecho a altas horas de la míchc. contaban ha-
lier visto siempre aqitel resplantlor. ;Oué podía
estar haciendo el huraíío vieio en scmeiantcs cir-
cunstancias? T-a verdad es que las costumbres y
modos del personaie no eran de las más aparentes
pnra infundir confianza al . ví^rindario : iamr'i-^
diriiría la palabra a perdona al trun a ; si se le
sa^idaba. quedaba '^in roni-'stación el saludo: sí
se buscaba su nroxímidad huía como una fiera
sorprendidn. Mi úbimo encuentro con él. ha-
Manie decidido al fin a intentar la emnre=a de
so^-nrcnder su secreto.
Vagaba una tarde por el claro del bosque que
se amontona en e^ fondo del valle, soñando, for-
iaudo mn'merns. pscnchando una estrofa n•^r batía
su-i rdas en c' fondo de mi ahnn. pronta a re-
montar el vuelo. De pronto, un cárabo extraor-
dinario fulguró ante mí como un joyel de pedre-
ría. Kra uno de e.-^os hermosísimos insectos a
(inien Fabricius dio precisamente ese nombre —
eárabus gematus — por el brillo cobrizo, de pie-
dras preciosas, que refulge en los bordes de sus
élitros. Kxtasiado contemplaba el cárabo, diva-
gando ya la forma de asociar sus resplandores
al verso que germinaba en mi cerebro, cuando
otro insecto extraño, de un verde esmeralda in-
tenso, con élitros de oro y abdom;en azul, pasó
c^mio una flecha de iris, multicolor y relampa-
gueante, sobre el verde mate del boscaje. ',Qu(^
maravillas hace la naturaleza!, pensé para mis
adentros, exaltado por las opulencias prismáti-
cas (pie durante un segundo vibraron ante jpi
vista. E hice el propíVsito de volver a mi cstrota.
Pero un súbito rumor de ramas tronchadas y
de hojas sacudidas me dejó clavado en el sitio.
L'na exclamación extraña, no sé si de ira o de
sorpresa, había precedido a la mía. Luego, v.n
enjambre de insectos fulgurantes se desprendió
lie las matas removÍ<las y ctmio las chispas de
un hogar hurgado incousideranamente, saltaron
en todas direcciones. T.a figura de un hombre
huyó entre el boscaje y se extravió casi en se-
guida. Ai>euas si tuve ' tiempo de reconocer al
\iejo Saale. y ya estaba yo ()tra vez solo, ro-
deado de silencio.
Mas lo extraordinario del caso fué que. al
reponerme de mi .sor])resa e inclinarme sobre el
Mtio donde debió estar oculto el huraño perso-
naje, hallé sobre el sueh». junto al ])ie de un árbol,
unas piedrecillas diminutas, verdes y rojas, que
centelleaban extraordinariamente. Póselas en la
palma de mi mano para contemplarlas mejor, y
¡cuál no sería mi estup<jr ! — ^:por qué no decir.
mi mie<lo? — al constatar <iue eran esmeraldas
v rubís !
Desde aípiel punto y hora, el misterio (jue ro-
deaba al viejo Saale llenó toda mi vida. Como
imantailt^s. mis ojos se volvían de continuo hac:a
la vieja cabana de! fondo del valle. Las rayas de
fuego (pie por la noche filtraban al través de las
maderas me obsesionaban durante el -íueño. Una
extraña fuerza me atraía hacia aUá. Xo ; yo no
hubiera- podido vivir un sato día más sin des-
cubrir (|uiéii era Saale y en ([ué ocupaba sus
horas nocturnas.
Por eso aípiella noche, a pesar de la lluvia (pie
emi)apaba mis ropas y del helado cierzo (pie me
azotalra el rostro, corría desolado al través de
los campos, hacia la cabana. Vu vivo relámpago
me advirtió, de pronto, que estaba frente a ella.
.A.stutamente. con pasos quedos, me fuí apro-
ximando. AHÍ exj)erimenté la primer sorpresa:
la puerta estaba abierta. Xo sé que inexplicable
locura me animó entonces : sin reflexionar, sin
cuidarme de ser sorprendido, sin miedo a'gmio.
entré a la cabana. Crucé una habitación ol>scura
y. guiándome p(tr una línea luminosa (pie se ad-
vertía en el fondo, di con tma pared de maderas
toscas. Mi mano febriciente palpó aquí y allá.
Súbitamente, el frío de un pestillo fijó mis dedos.
Sni \acilar. auiupie con lírande precaución, abrí
!a DtuTta. ^' (pu'dé petrificado.
l".-taba en una mísera habitación, iluminada
funambulescamente por el fuego de un hornillo.
\' a aípiella mezquina luz. que Címtribuía a fal-
s-'íir la imagen de los objetos, dándoles extra-
ñísima^í formas y contornos endiablados, pude
;iflvertir. sin enibareo, lo que se hallaba más pró-
ximo al hogar. Stibre una gran chimenea, retor-
t'is V matraces. ]>robetas y frascos, rebu'lían en
horrible desorden. Kn mc(ho de unas brasas, res-
plandecía un alambique. Por el suelo, sobre una
tosca mesa de pino y en anaqueles a lo largo de
);is paredes, veíanse en endiablada confusión bo-
It'i'as. serpentinas, cubetas, viejos pergaminos, in-
folios desgastados, cráneos humanos, esferas si-
derales, compases e instrumentos de magia, signos
f-nha'isticos v osamentas de anima'es extraños.
I".n una ])alabra : era aquello la real reproducción
del agua fuerte de Rembrandt que representa la
ce'da del doctor Fausto.
; Kstaba. pues, en casa de un alquimista, de
lino de esos tenebrosos discípulos de Flamel que
aún aparecen en medio de nuestra civilización? X'o
tuve mucho tiempo para reflexionar sobre el caso,
í'na mano huesosa acababa de apoyarse sobre mí
hombro.
— ;Qué quiere usted aquí? — interrogaba con
voz agria >■ descompuesta el viejo Saale. que
había entrado sin yo advertirle.
T,a sorpresa me dejó mudo. Fntonces él. reco-
nociéndome, cinitinuó más calmado:
— : .A.h ! Ks usted, el joven poeta de allá abajo,
^'a lo comprendo todo. Ha querido usted pene-
trar mi secreto. Ha tenido usted la misma curio-
sidad que los rústicos. Yo creí que los poetas
amaban y respetaban un poquillo más el misterio
y lo desconocido. Y la curiosidad le ha hecho a
usted más osado que a toda esa grey de imbéciles
que viven del otro lado del río...
Mientras esto decía, había encendido luces v
nrri'írlado sus trastos, sin dejar de observarme de
reoio. Yo me encontraba tan turbado que ni por
u'i instante se me ocurrió la idea de escapar.
De pronto el viejo Saale se puso a sonreír
tristemente.
— \'^nva, no esté ahí usted tan azora-do, sién-
tese. Ya ve une yo, (pie podría mostrarme irri-
tad.» n ofendido, po lo estoy. ^; Xo ha venido lis-
tel para snber? Pues bien: satisfaré su curio-
sidad. .\'gún día habría de haber revelado vo
mismo, a alguna .academia o Sociedad científica,
n^i secreto. Se lo revelaré a usted primero que a
los otros: eso es todo. Xo me desagrada que sea
un ]>oeta el que coja la primera nueva. Pero, está
usted temblando, hijo mío. — añadió: — si tiene
frío. allégue>e aípií. al hogar. Aquí tiene un banco.
Kncogido todavía por la sorpresa, a pesar de
sus buenas palabras, fuí a sentarme. Saale me
detuvo cf)n un gesto, a fin de retirar una caja
jue yo no había visto colocada sobre la silla.
—Aguarde usted: he de sacar esa caja. — Y
con toda naturalidad agregó: — Son las piedras
preciosas.
— ; Las piedras preciosas? — interrogué, sa-
liendo de mi mutismo.
— Piedras preciosas, sí : — repuso el viejo. —
Vea usted : aquí hay esmeraldas, rubís, diamantes,
tunpiesas, amatistas, záfiros, (ópalos, jacintos, to-
pacios... vea, vea usted. — y diciendií, había
abierto la caja y hacía centellear entre sus dedos
descarnados la lluvia multicolor de la fabulosa
pedrería.
lista vez el asombro me causó un escalofrío.
\''A viejo Saale me nv.ró sonriendo y, sin darme
tiempo de balbucear una palabra, añadió:
— Xo he robadf) esto, ni lo lie fabricado tam-
poco. Son los últimos vestigios de mi fortuna. \ti
he sido inmensamente rico, a'lá en Yeypoore, en
el Indostán. Pero, a usted ,:qué le importa lo que
yo he sido? Soy \m pasajero de la vida: be lle-
gado aquí desde remotas regiones; He sufrido
mucho y muy hondos han sído mis desengaños:
he estudiado balitante.: pero no S()y más que un
hombre, l.o í|ne he sido no importa: lo que hago
ahora es lo esencial...
l'jitonces. aproximándose a mi oído, con una
voz distinta, murmuró brevemente:
— A estas piedras les infundo vida.
Miró, regocijado, la sorpresa de mis ojos. y.
sin vacilar ya. con un entusiasmo febril, (pie au-
mentaba a medida <|ue hablaba. i)rosiguió :
— He sorprendido el gran misterio que habían
descubierto los antiguos derviches de mi país y
(ni" fué luego perdido cuando a él llegó la raza
maldita de los con(pnstadores : las i)icdras ])re-
c'osas tienen un espíritu. ¿Xo ha oído usted con-
tar que cierta clase de esmeraldas envejecen con
el tiemmt. tornándose blancas? ; Xo ha leído us-
ted alguna vez que el topacio llora lágrimas ca-
lientes? ;Xo conoce usted el aereolito de la
Kaabab tuie veneran los musulmanes y que ha-
biendo sido blanco en su origen se ha convertido
en negro por los pecados de los hombres? ¿ Xo
ha escuchado usted nunca la leyenda de la roca
del inca Manco Capac que al ser volcada sacri-
legamente por éste dio vida de su seno a un
p'inaga'lo que fué a anidarse en el seno de otra
roca. ; Ah, amigo mío! La inepcia intelectual del
hombre, su orgullo vano, le hace reir de muchas
co.^as que no entiende, que juzga estúpidas o su-
persticiosas. Y así él mismo se ha cerrado el gran
libro de la verdad. FJ fetichismo, que se ense-
ñoreó de todos los hombres primitivos y de los
grandes pueblos antiíriuis. tiene un fondo de ver-
dad esencial une la sabiduría del hombre moderno
no ha entendido. KI alma de lo? antiguos, sencilla,
ingenua, desprovista de las especulaciones de los
modernos, era una gran alma adivinatoria, por-
que estaba en más íntimo contacto con la natu-
raleza. Kl fetichismo, como religión, fué un ab-
surdo; pero su verdad fundamental no puede ser
destruida por nadie. ; Xo le dice a usted nada la
fuerza de atracción de los imanes? ,;Qué es ese
fluido extraño de luia i>iedra bruta y tosca para
atraer el acero? ,;Y qué me dice usted de los
betylos. de que nos habla el m'ismo Plinio. con-
sagrados por los griegos. — esos mismos betylos
(Mic constituyen las siete piedras negras del templo
Krck, en Caldea, que tienen una leve palpitación
y un suave calor interior como de corazones vi-
vos? ; Qué le parece a usted la virtud del amianto
para resistir la acción del fuego, que nadie resi.ste
sobre la tierra? ;qué. la virtud de las perlas que
sufren como mujeres? ;qué. la virtud del ópalí)
que atrae la desgracia como un ananké? Sí, amigo
mío: las jiiedras tienen un espíritu que nosotros
no cí^nprcndemos. que rechazamos porque no lo
píídcmos concebir...
Fntonces. irguiéndosc. con una exaltación ma-
yor, agregó Saale:
— Pues bien : yo he logrado despertar esas al-
mas dormidas: y he logrado algo más extraño
aún... ¡oh. .muy rudimentariamente, es cierto!...
pero lo he logrado. ;Le agradaría a usted sa-
berlo?
Yo empezaba a estar intranquilo oyendo hablar
así al extraño viejo. Él, sin percatarse de ello,
continuó entonces:
— He h^grado convertir las piedras preciosas
eir insectos vivos, despe-rtando el espíritu que
duerme en el seno de la roca. Por medio de e.se
licor que bulle allí, en ese alambinue. despierto
esas almas, niodífico la composición química de
esas piedras silíceas, transforino los estractus en
células, dov vida animal a los óxidos metálicos,
convierto los colores de las piedras en los es-
maltes policromos (pie refnÜgcn sobre la capa-
razón, las alas y los élitros de los insectos. ¡Y
(pié maravillas obtengo cuando ataco química-
mente, con mayor o menor intensidad, los óxidos
— SELECTA —
(le plomo, las sales de ci>hre. los silicatos de a'ú-
hiiiia que informan esas ¡¡iedras! ¡ lüitonces yo.
Saale, o minino cjiu' el Creador, creo los insectos
que anhe'o ver refuljíir Itajo la hiz del día, entre
los árho'es del hos(iue y los parterres de los jar-
dines! Del verde de nna esint-ralda creo nna Cin-
eiiiela (lue parece mía brizna de hierba fuljín-
rante iluminada i>or nna luz interior; dtd rojo de
un rubí huno im Ivstafilino de esos que jmlulan
en ios bos(|ues con sus alitas timas en sans^re ; del
aniaril'o do im topacicí obtenjío un Hidroporo, esa
especie curiosa del lago salino de Mansfeld. Con
dosis sabias y rebuscadas, he ínfundidii vida a
líMlas las pietlras ¡ireciosas : al záfiro, azul como
nn cielo de Xápoles; al rubí, rojo como la en-
traña de una gacela; al topacio, amarillo como
una brizna de sol : a la amatista, violácea como nn
crepi'tsculo ; a la periclasa, gris como una niebla
aniárlica : al jacinti). amarillo verdoso como una
playa submarina; a la esmeralda, verde como
una pradera en flor; a la cimofana, aceituna
como el cutis de una mujer árabe; al granate.
C(dor de siena como los (leiirios de -Xerón ; a la
turquesa, celesle como una noche de Uuksor ; al
ojos; me exigió luego (|uc lo paljiara. (|ue hiciera
lucir sus luces, que lo analizara Inen. Después,
como un demente, cogió de un estante una pe(|ue-
ñila re<lomá, llena de un liquido inco'oro. y ;e
aprestó a verter una gola sobre la inanimada pie-
dra. Vo le miraba en >uspenso, dudando dei mi-
lagro, pero, malgrado mío. ¡iresiníieiido algo fa-
bnlosit y desctmcertante.
— Ahora verá usted, ahora verá, — repetía il
viejo Saalc, los ojos chis])eantes, revueltas las
Iiarbas; temb'orosas las manos: — ahora verá
e-te' topacio transformarse en un extraordinario
Teleforo, en uno de esos gusanillos amariilos que
caen en invierno, con las primeras lluvias, en ei
Rhiii. en Hungría, en Succia... Ahora verá.
Una gotita minúscula aparwió en el cuello del
frasco, tembló un instante en su borde, se alargó,
se estiró, se desprendió al fin, cayendo sobre a
piedra <iue Saale conservaba enire el índice y el
pulgar de su mano izípiierda. ^' fué aquel, para
mí, un instante de espectación angustiosa. ¿Se-
ria verdad lo que afirmaba el viejo? ,;!ba a con-
vertirse el topacio en un insecto vivo? ;0 el fra-
caso del experimentfí me revelaría <pie el pobre
ágata roja. Adoba: ágata verde. Ornilópicro •
ágata marnMi. Altacc». . .
\"o esperaba, petrificado. i*il mundo Iiabía luiido
para mí. Toda mi vida estaba rectniceiUrada en
mis ojos. N" de pronto, las pie^Iras preciosas cm-
pt'zarcm a temblar, a modificar sus form:.s. a
distribuir sus colores, combinando io> unos con
los otros. I\ra un hormiguer.i d.- vi'la ; una puru-
iación de gusanos, im <lesiiertar de larvas, una
iluminación de chispas policromas. .M fin. brus-
camente, como en un prodigio, surgiero:! los in-
sectrts. ¡Si! Allí estaba el Clorion. con su cabeza
(le un magnificii verde dorado con rebordes azu-
les, el coselete de un azni inlen-o y las a'.as Si-ini-
iranspareiites de un tinte rojizo. Allí estaba la
Mutila europea, con su tórax de contornos cua-
drangularcs (K- un carmín violento y su abtlomeu
negro estriado de fajas de un amarillo de orin
])áli<lü. AVÁ estaba la Cigarra amiga, con su mag-
nífico color negro, su dorso y collados de! ab-
doiuen amarillos, los bordes de las alas blancos
\ los nervios rojos como estri;is «K- sangre. .Mlí
e-iali;i !a Avispa, negra y amarilla: y al i estaban.
vn fin. evinió ágatas a'ada-, las vNtraordinarias
O o
o o
í^lkk&sSM
i; ^t.'''Lí^¡
O O
ó]talo. MUiltieolor ccmio el estallido de un bólido;
— y de estas piedras centelleantes y mágicas he
lUgado a obtener el Cárabo tjue babricius deno-
minaba "carabus geniatus '',. el animalil'lo que
escintila los fneg(»s de las ])iedras preciosas ; el
Calost)ma sycophanta, <le un azul metálico in-
tenso, con esma-Ites rojos y dorados en los éli-
tros; el magnífico Filonto, de un color de
bronce : el Anthias. negro con manchas blancas,
címio una noche estrellada ; el Odacantos luela-
nuros, verde como las aguas de nn estanque cua-
jadas de lotos: el Oxíporo. rojo y negro como un
delirio; el Atagcuo, cristalino como un diamante;
el Geótrupos, negro como el antro de la Muerte,
y en fin, la infinita variedad de los Coprólagos,
multicolores y cambiantes, que usted ve en los
dias de sol volar entre las flores como un diluvio
de pedacitos de nácar. ¡ Soy un Creador, un ver-
dadero Creador, yo, yo, yo, el viejo Saale !
Me puse en pie. convencidísinio (lue me las
había con un loco. Mntonccs él. adivinando mis
l)ensamíentos. con una gran excitación nerviosa,
gritó :
— ¿Usted no me cree? ¿u.stcd duda del equili-
brio de mi razón? V bien, aguarde usted; ahora
verá.
Febrilmente, con gestos descompuestos, había
abierto ya su caja. Sus dedos huesosos y largos
revolvieron un instante las piedras y sacaron al
fin un topacio hermosísimo. T,o puso aiUe mis
Dibujos de Sani^na.
hombre tenia alterailas sus facultades nuniaie< y
todo ello no era otra cosa que alierraeionv^ de >u
imaginación ?
Súbitamente el corazón me (lió un vuelco. Mis
ojos, clavados sobre la piedra creyeron soñar.
Imi mi garganta hubo nn gemido de admiración.
Allí, entre los dedos rígidos del viejo, el topacii>
oscilaba, parecía balancearse con los movimieiUos
torpes de un aprisionado insecto. Después, len-
tamente, el topacio, que ya no era un loi)acio. sino
mío de esos "gusanos de la nieve *'. empezó a tre-
par por la mano de Saale. Kra como una larva
de ámbar animada, ondulante. atercio])elada. ¡(pié
vivía!
Saale exultaba, radiante. Di j érase tpie estaba
ebrio de felicidad. Pronunciaba frases incoheren-
tes ; lanzaba interjecciones guturales extrañísi-
mas. Pero ya se había vuelto hacia la caja y sa-
cado de ella varias piedras más: un záfiro, un
rubí, una obsidiana, un carbunclo y diversas ága-
tas. ^', con frenesí creciente, como poseído de
una locura creadora incontenible, cogió en los
anaqueles cinco o seis frascos y empezó a verter
sobre aquéllas, diminutas gotas de licor, mez-
clando y combinando las dosis, gra<luando la in-
tensidad de los reactivos con la seguridad de! que
busca tina cosa determinada y quiere obtener es-
pecies maravillosas y únicas. ^' murmuraba :
— Záfiro. Clorion; rubí, iMutüa ; obsidiana. Ci-
garra ; carbunclíi, Avi.spa ; ágata azul. Morfo ;
i-.t.iurt-i'tíi.^">;t<
mariposas, de colores nuihiples. de dibujos sor-
prendentes, de extraordinarios caprichos, recor-
tarlas en triángulo, en óvalo y en elipsis, confun-
diendo vn el batir de sus alas sus nianclia> azu-
les, rojas, verdes, negras, amarillas, como un
rvvuelo de flores aladas, como una dislocación
del arco - iris (pie cayera en ])e(íazi)S sobre la
tierra.
1-11 viejo Saale dejó entinices sus frascos y vino
a ponerme una mano sobre el liombro. Tuve un
brusco soI)resa!to. como ipiien \uelvt.' de un sueño
maravilloso.
— ^' asi. para dar vida a estos insectos, he ido
derrochando mi fortuna. Ahora, cuando concluya
esta reserva de piedras preciosas, seré un pobre,
un miserable que tendré (pie mendigar nn jK'dazo
de pan por los caminos.
Xo sé que contesté a aquel hombre extraor-
dinario. Estaba completamente aturdido. Creíame
sujeto a una fantástica alucinación. Al fin. me
despedí del viejo, para partir.
Ibame ya. cuando la última frase de Saale se
clavó en mí corazón como un dardo de acero:
— \'aya usted. i)oeta. Xo me desagrada haberle
revelado mi secreto a nn liombre que, como yo mi
fortuna, arroja al mundo los tesoros de su es-
l)íritu y las claridades de su cerebro. \'aya us-
ted, joven.
\' a(iuella noche conocí la tristeza más honda
de mi vida.
V'ícToK I'kkkz Pi;Tir.
SELECTA —
O Garden
Part:
Legaciói
Argentina
EL anilneiuc no podía ser más amable; la
ilecoración más hermosa.
Uos amplios jardines de la I.csación
Argentina son unos de los más bellos de
Montevideo. .\llí el trabajo de muchos años ha
acumulado infinidad de plantas de toda índole, las
que. prolijamente cuidadas ofrecen todo su en-
canto de co'or y perfume.
Xunca mejor escenario que este, pudo ser ele-
gido para la celebración de un Carden Party ;
delicioso espacio que la amabilida<l exquisita del
señor Ministro de la .argentina, doctor Estrada,
puso a disposición de la Comisión <le Damas or-
ganizadora de esta fiesta, cuyos nobles fines son
de todos conocidos.
Un amli.oite encantador, una amable invitación
al descanso bajo los árboles frondosos, idelieados
rincones en medio de hojas y flores. En sitio
tan encantador habían sido distribuidas las me-
sitas donde se serviría el te, el detalle más ele.ííante
de la fiesta.
La Comisión de señoras y señoritas no se ha-
bía dado punto <le reiioso en la organización
de este festival. Eormalian en esa Comisión eje-
cutiva y de propaganda, las señoras y las seño-
ritas: :3^
María EUna Estrada de Casaravilla, Matilde
Erias de Xin. .\malia Saavedra de Supervielle.
Erancisca Eacaze de Ponce de León, Sara Eer-
nández de Regules, Sara Castellanos de Sosa
Días. Elisa García de Zúñiga ^le Ortiz de Taranco.
Leonor Cachón <le Correa, Delia Castellanos de
Etcheparc. María Zorrilla <le San Martín de
Señora Orejuela de Montero Bustamante, de Bares, Cata, Sienra y Señoritas ¿e Nin Frías y Garese
Montero Bustamante. Rosario Estrada de Es-
trada. Ro.sa Blanca Mas de .4yala de Milans.
Isolina Eastman <le Vidal Bello. Amelia Alvarez
de Mezzera, Dolores Piccardi de Caprüe, Blanca
Hughes de Blanco Wílson, Consuelo Alvarez de
1, ásala, Erna Castellanos de Sánchez, Amelia
\'aeza <le Márquez, Maruja Blanco de Mendila-
harsu, Adela Herrera de Gi^tiérrez, Josefina
Cibils de Brito del Pino, Berta Acosta y Lara de
Ponce de León, María Eugenia Reyes Lereua de
Regules, .'Adelina E.spalter de Falcao, Sofía Mar-
líarita Crosa <le Peixoto, Isabel Morales íle Gon-
zález Capurro, Carmen Lasala de Peixoto.
Julia Isabel Xin Frías. .Ali<:ia y María Elisa
ülaon<lo Diaz. María Teresa Clara y Adela Es-
trada. Isabel y María Esther Saavedra, Sara y
María Celia Regules, Sara B.anco .Acevcdo, Geor-
giiia y .Adela Sosa Días Castellanos, María Inés
de Arteaga, María Esther Roosen Regalía, María
Cristina y María Josefina Ponce de León, Erna
Piera Muñoz, Malvina Vidiella Horne, Berta
Ruano Zubillaga, Cerina Morales Berro. Esther
e Isabel Milburn Aguirre, Paz Steward Vargas.
Mangacha y Lola Benzano, Ema y Consuelo
Martínez .\rholeya, lílvira Xin Vidiella, Olga y
Carmen Portillo Díaz, María .Antonieta y Sara
Caprüe. María Falcao líspalter, María Ivlena y
María .Angélica Márquez Maza, .\melia Máríiuez
Vaeza, María y Matilde Sienra .Xrías, Erna Sán-
chez Castellanos, Clara Orueta, Esther y Zel-
inira Casaravilla Estrada, María Teresa Sangui-
netti García Lagos, Corina Seré Rucker, Celia
Peixoto, María Eáthcr y Olga de Viana Urtubcy,
Camila y María Celia Arias Sienra, Elisa c Isabel
Ortiz de Taranco. Elena y .Amanda Dufort y
.Alvarez. Laura y Sofía Wílson Castellanos, .Ame-
lia y Margarita Bel fot Carril, Meréceles González
Morales, Josefina Brito del Pino Cibils.
^' cuantío todos los preparativos hacían presu-
mir el más brillante é.xito, cuando se tenía la
promesa de asistencia de todo nuestro mundo '
más elegante, el tiempo 'desbarató propósitos y
quitó a la fiesta lucimiento.
El día se presentó con un cariz amenazador.
Llovió un poco y ante estos amagos, la gente
se <lesanimó y hubo de retraerse, priván<lose
muy a su pesar de una reunión que hul)iera sido
la nota social más brillante de las realizadas al
aire libre en este final de temporada.
Sin embargo, el Carden Party se realizó y
un grupo selecto hizo acto de presencia en los
jardines de la Legación .Argentina, desarrollán-
dose el programa trazado de antemano.
La nota bulliciosa, alegre, nota de vida in-
tensa, la dieron los niilos. que en número cré-
enlo hicieron acto de presencia en la fiesta.
En competencia deliciosa con los pajaríllos. se
diseminaron los pequeños en todo el ámbito del.
jardín y sus cabelleras rubias o negras, su.s ros-
tros sonrientes, sus juegos, sus risas, dierotí ani-
luación a la fiesta, y esta inusitada intervencióit
infantil fué un triunfante contraste al cielo gris,
tempestuoso, amenazador.
Los diversos juegos organizados por la Comi-
sión dol Carden Party tuvieron asiduos concu-
rrentes durante toda la tarde y nunca ante tales
preparativos y ante la correcta organización de
este festival, pudo lamentarse bastante que el
tiempo no hubiera colaborado también en el éxito
de esta reunión.
Señoritas Mangactia y Lola Benzano, Nin Vidiella, Amelia Beliort y Nin Frías
Kra c-stc salón el más concurrido dc-sdc antes
(k- llevar ese apellido la señorita Sánchez, que
fué igualmente señora de Thompson, tres nom-_
bres distintos y una sola verdadera. Fué tam-
bién el más largo, no sólo por sus trece varas de
longitud y seis de ancho, en el que llegaron a
bailar sesenta parejas a la vez, sino porque
reunió lo más selecto de la sociedad argentina.
Desde antes de 1806 hasta después de 1866, en
largo me<lio siglo, con breves interrupciones,
jiasó por él cuanto de notable llegaba al país.
Tan consecuentes fueron sus comensales, que
todavía en esta última fecha concurrían, treinta
años ha. algunos de la juventud elegante de 1837.
Va el año de la reconquista se reunían en torno
a la mesa de malilla las bellezas de su tiempo,
rodeando al virrey de la victoria, general \a-
niers. y codeándose Pueyrredón. Sáenz Valiente.
Sarratea, l.ezica. líscalada y Almagro con líe-
rresford y sus ayudantes, (pie hallaban en tan
amable sociedad lenitivo a sus breves horas <le
¡írisión.
Xt> fueron meras sonrisas de trivialidad, efi-
niera galanteria o crítica <le modas lo (pie en
csf ambiente de tolerancia y cultura .se desarro-
llaba.
lüitre dos amables cortesías. San Martín com-
binaba con el mayor Alvear el color del uni-
íítrme y el ecpiipo del " reiíimieiito de granade-
ros ". que anil)os organizaban, entrando allí al
i»asar para el cuartel del Ketiro ( 1812) : como
IxivadaCia. en otro ángulo del salón, daba los
últimos t(K|ues al "Reglamento de la Socieda<l
de beneficencia" (1822). y en 1826. el almi-
rante P>ro\vn ofrecía al general Ualcarce bautizar
con su Uimibrc el hnque más velero de la es-
cuadra, en recuerdo de! (pie firmó el parte de
nuestra primera victoria. Mientras señoritas y
cabañeros flirteaban en la danza, la- amalVe
dueña de casa dábase tiempo para secuestrarse
breves momentos en el aposento de sus secretos
y trazar con la velocidad de su pensamiento pá-
innas (pie han (piedado hasta nuestros días pal-
pitantes de sentimiento patrio.
*»*
Delgada, de baia estatura, no llegó a ser una
belleza, al par de la de sus hijas y nietas, re-
marcables tipos de esbeltez, sobresaliendo, sí. por
.Miuélla otra más durable belleza de la inteligen-
cia. C(mio lo comprueba su atracción, rodeada
de todo In más distinguido, y por .su gran cora-
zón y obra'í de beneficencia, que en pos de si
ha deiado. Sn fina educación, desde los primi-
tivos tiempos de la patria vieja, le hacía descollar,
así en su fácil expresión en diversos idiomas,
cual por sn habilidad en el clave, el arpa y el
eanto. De sn i'uslraci(>n como escritora dejan
muestra numerosos ílocnmentos en el archivo de
la Sociedad de Beneficencia. Kl general Cuido la
eoiTii)ara en sus cartas a ^fadamc Récamier. y el
poeta Kcheverria, oyéndola canrar al arpa sus
jioesías. en música de F.snaola. la denominaba
la Corina del Píata.
Kn una de esas tertulias, desunes de encar-
gada la sociedad del Colegio de TTuérfanas. tuvo
ocasión íle escapar a sn saloncito para escribir,
entre dos rigodones, la siguiente plegaria: "Ora-
ción que se enseñará a los niños expósitos. —
Padre nuestro que estás en los cielos, tú eres
nuestro sólo Padre. ; porque los que nos dieron
el ser nos han abandonado y arrojado al mundo
sin guía ni amparo ! Ko los castigues. Señor, por
esta culpa ; pero dadnos resignación para sopor-
tar nuestra orfandad. No permitas que cuando
nuestra razón se desarrolle, sintamos odio y
rencor contra los autores de nuestra desgracia :
(Uie ella nos sirva de eiemplo para no imitarlos:
dadnos. Señor, entendimiento para aprender, a
fin de que podamos adquirir con nuestro trabajo
nuestra subsistencia. Haznos humildes, pues ten-
dremos tantos motivos para que nuestro amor
propio sea irritado; dadnos un juicio recto para
sabernos conducir; no nos abandone jamás tu
misericordia; inspira caridad a los corazones (pie
nos protejan para que no se cansen de nasotros,
y ¡ haznos. Señor, dignos de tu gloria ! '*.
La sociedad elegante de entonces, como al pre-
sente y en todo tiempo, siempre ha sido dispen-
diosa. Aunque en los tiempos que tradicionamos,
al chocolate de la tertulia no seguía la mesa car-
gada de flores y frutas, ni la muda actual del
nuevo traje por noche, ya bahía empezadti a
venderse en solares la gran manzana de esta he-
redera que limitaban las calles Cangallo, San
Martín. Cuyo y Florida, por sólo catorce mil. la
Quinta con lagares y esclavos, y posteriormente
en diversos lotes, h)s terrenos de San Isidro,
excepto el contiguo al que habitara (lioy pro-
piedad de la sucesión Gramajo), que regalo a
una de sus íntimas p^ra tenerla más vecina.
La casa que describimos a continuación, de
tres altas ventanas con rejas (aparecÍen<lo como
en alto), abría su ancha puerta bajo el núm,eni (>8
de la calle Florida (hoy -73). y subiendo sus
cinco escalones de mármol, daba enlrad:i al patio.
Por la primera puerta de la derecha inlrodncíase
al gran saUín, tapizados sus muros de ri( piísimo
damasco de seda- l'.n medio del techo de eS] te-
jos, enmarcados en espléndido maderaje. iK-ndia
mía riíiuísima araña de plata. \ l.'i gr.iu ebinuiua
francesa en el centro había ya sustituirlo las an-
tiguas copas de bronce con fuego. Muebles de
brocado amarillo, bajo cortinaje de lo misnic». com-
pletaban su mobiliario: hacia el testero ojuiotí»
al alto estrado, el ama y el clavicordio, donde
ensayó el maestro Parera la música del Himno
Xacional. h'loreros y zahnmadi>res en las es-
(piinas. y sobre mesilas o consolas de pie de
cabra, a'tos espejos venecianos con plateados mar-
cos de lo iTiismo.
Suntuoso era el aspecto de aquel salón donde
baila!>aii la contrarlanza. el minué, la polka de va-
riadas fiíruras. en que se lucia el i)iececito sobre
medias finísimas caladas, o bordadas de oro o
acero, zapatitos de raso negro can atacados, el
traie .sobre el tobillo, muy tirante la pollera, el
talle corto lo mismo, de dos mangas anchas,
peinetones y nei?iado de bucles.
Kn medio de aquel ondulante jardín de bellezas,
destacábase en su salón color de oro. elegante y
coquetona, la señora de la casa con sn es])léndido
collar de perlas, pero de menos reflejos <pie sus
pequeños ojos vivísimos; sumamente graciosa y
atrayente. derramando sprit y gracia su ingenio
lan movible como su nersonita. teniendo una
pa'abra amable para cada uno.
*♦+
Hace más de treinta años, una de las últimas
veces fpie tuvimos el gusto de verla, la encon-
tramos, limitando por l'Vancia e Inglaterra, es
decir, entre sus representantes. .\c<nn])añando
nuestro buen padre a felicitarla en el arribo de
su hijo, don Juan Thompson, referíamos al ilustre
poeta cómo un año antes instalamos en la capital
de Corrientes la Redacción de " F.l Xacionaüsta ".
en la misma casa de las señores Berón de As-
trada, donde veinte años atrás había él fundartií
otro periódico liberal, órgano de la cruzada li-
bertadora del ejército de LavaÜe. La animación
que resurgía en el patriota tales recuerdos fué
interrumpida, al interrogar el contraalmirante
francés :
— Madama ,;cómo usted, tan amante de todo
!o que es francés, y esposa de uno de sus repre-
sentantes, no ha llegado en sus viajes a l'rancia?
— Por el canto de esta uña — contestó con
gracia.
— N'ü comprendo, señora. Tan distante de ésta
mi tierra, y tan cortas que usan aquí las uñas...
— Ahí verá uste<l, señor contraalmirante. Cuando
en vísperas del ^bloqueo francés empezó a ser mal
visto mi esposo, cónsul general, tuvo (pie salir
para Francia, Acreciendo sus dolencias, menos
por obligación que por cariño, creí deber ir a
cuidarle. Mis hijas estaban ya casadas, mi Juan
no podía volver al país, declarado salvaje unitario.
ITh^Ujíe-i^'Z^á^
;OiK- li- iiari'Cf, scfior conlraalmiraincr N<i sii-nclu
francés idioma |iam]ia ,;lc pronuncia miiy mal
cstv salvaje de ella?
— ;()li. -Madama! Salvajes con la ilustraciiin
de Mr. Thompson, tan merecidamciUe reputado
hombre de letras, coiliciáriamos nuichos en
l'rancia.
— Bien ; en ese más prolongado eclipse de mis
amibos. aun<pie mi-drosa para el mar. decidj em-
barcarme.. Hasta Montevideo fui bien, pero al lle-
,^'ar a Río Janeiro, tan deshecha painperada azoto
la barca <le ve!a que me conducta. <)ue no olis-
tante llamarse "La ICsperanza". sin ésta que<lé de
ver más a mis hijos. Pero al fin la espléiulida
bahía de Kio Janeiri> tranipiilizó mi espíritu y el
mar. Allí no iba tan mal. rodeada de la i)rimera
s.>ciedad. en corte que damas y caballeros son tau
;\mables y obsequiosos. Jóvenes como Uie^o .\1-
vear. Posadas. Costa, la familia Kernet. Daniel.
Carlos y Eduardo Cuido, me hicieron con sus
aienciou'es y cuidados olvidar los sufrimientos de
la tormenta. \\ día sitiuiente de uu baile de corte
( todavía mi nieta hMoreucia guarda el vestido
Clin el cual, del brazo del ministro arjíentino, jje-
neral Gniílo. hice vís-avis al joven eni]>erador ),
me invitarou para una merienda bajo la casca-
diña en Tijuca. donde el marqués <le Caxías me
ofreció una manzana, (|ue si no fué ja de l'.va.
casi, casi fué la de uti perdición. Notando en
sus rubicundos colores pi^iueña picadurita. rasgué
un poco la corteza. ; (Juiéu le dice a ustedes i|ue
amanecí con todo el ¡.ledo hiuchado. hinchazón
(pie al se.iiuudo día avanzaba a la niano. y al ter-
cero iior todo el brazo. , con agudos dolores!
l'.ste secundo susto lue liízo reflexionar, y me
dije: "¿Dónde vas, Marítpiita? ; \'uélvete ! ". Bien
pudiera recaer o sor]irenílerme jírave enferme-
dad, y en viaie tan !arj;o, acompañada sólo de
tnia sirvienta de confianza, ito nic decidí a cru-
zar el Océano. Recibí mejores noticias de lui
marido, y el temor de un hogar que todavía po-
día reliacer para mis nietas, me retornó a la
jdaya natal. Xo recuerdo día de mayor satisfac-
ción cmuo el (pie vídví a entrar en esta mi casita
de la calle l'lorida. donde naci, he pagado ochenta
años y espero acabar en ella, .^un para inorir.
en parte alguna hállase uno mejor i|ue en el
rinconcito de su propia casa,,.
***
Nació con 'a aurora de este siglo íantiei|)án-
dose a su siglo), en la casa que el señor Sán-
chez Wlazco eilificó cieiuo veinticinco años ha.
Iji el último invierno de la vida, al través de
los cristales de su aposento, a los que le ajiroxi-
maha su cariitosa l'lorencita, divisaba melanc<')li-
cameute caer las hojas del decrépito naranjo,
jdantaflo en el centro del ancho patio el <lía de
sn nacimiento. .-\' tra\és de las rejas de esa ven-
tana interior, era su postrera recreación su ver-
dor y sus flores. Recordaba cómo le había dad< >
sombra i>or toda la vida, y también los azahares
de su velo de <lesposada. l'.Uas blaiupieaban ahora
al pie del tronco (pie se curvaba ya hacia la
tierra, semejando pálida mortaja iiróxima a cu-
brir sus restos. Refería (|ue ni el sabio Bon-
pland, ni Holemberg, ¡o.graran extirpar el hor-
miguero criado en su tronco, sin olvidar las
amenas pláticas que bajo el follaje coronado de
doradas frutas distrajeron sus horas en distinias
é]»ocas, con el mariscal Sa'Ua Cruz, el conde Ka-
lenki. Mackau. el manpiés de Caxias y otras
muchas celebridades, pues honrada había sido
con la amistad de lodos !os notables \- hombre^
de letras ¡pie concurrieron a centro tan cu!to
y agradable.
L'na imaginación viva y abierta a tixlas las
impresi(nies de lo bueno >■ de lo bidlo, indul.geii-
cia notable y urbanidad exquisita daban a sn
trato, a sus confidencias >■ a sus cartas cierto
encanto que constituía el amable imperio vencido
sobre su virtud. Por esto, el reloj que desde la
chimenea de su alcoba marcó la hora de su
muerte, había señalado muchas veces a Saave-
dra, Belgrano, Rivadavia y Pueyrredón, a pre-
sidentes, ministros y diplomáticos, la hora de sus
tareas, rletenidos por su atrayente conversación.
.\(piel reloj sigue parado en su i'tltima hora, y
I doble coincidencia!, decrépito y carcomido, se-
cándose el árlKjl plantado a su nacimiento, murió
con sn dueña.
P. Oblifido.
' SCLCW I A '
tL PÑsmo
mp/?tjmrt
El distinguido caballero, don Alberto
(■■i')niez Ruano, ha tenido la g^entileza de
facilitarnos unas curiosas fotografías,
las que forman parte de una historia
gráfica — digámoslo así — de la edifica-
ción en nuestro ¡¡ais.
En esas fotografías han (|uedado fijadas
las características de las puertas de las
casas de la época del virreinato y de la
Independencia.
Puerta de construcción colonial, pero más decorada
25 de Hayo, 229
Puerta primitiva, calle Colón I42I
En la parte superior: Puerta de la casa Piedras 562.
Abajo: Puerta en la calle Piedras y Cerrito mostrando los
primeros ventanillos
En esa colección, adquirida paciente-
mente por el señor (ii'miez Ruano, se
])uede observar jjaso a i)aso la evolucii'm
que las jiuertas de las casas de Montevi-
ileo siguieron desde la época ])riinitiva
liasta el momento actual, de refinamiento,
de boato y de arte.
En los interesantes apuntes con ipie el
ilustrado caballero, don .Alberto (ii'nnez
Ruano, acompaña esas fotografías, se re-
cuerda el sistema de ])rinu'ra habitaciim
utilizada por los que f^indaron la ciudad
de Montevideo, sistema <|ue después fué
usado en canii)aña hasta una época re-
ciente,
Xos referimos al " rancho '', levantado
con ])¡edras sin argamasa y recubierto
de cueros para evitar las filtraciones de la
lluvia.
En esas ])rimitivas habitaciones oficiaba
de puerta, un cuero de vacuno, secado al
sol y tendido ante la entrada del tugu-
rio, sujetándolo de uno (le los extremos
inferiores en ima estaca que se fijaba en
el suelo. El otro extremo quedaba libre
para dar paso.
La;s |)rimeras ])uertas de madera fueron
construidas toscamente por los españoles
con talilones (lue se unían por medio de
grandes remaches. Puertas sin tableros y
sin más concesiones a la estética que tm
ventanillo. Estas puertas se cerraban con
])esadas trancas cruzadas de pared a pa-
red en la Darte interior.
Los tableros, los rudimentarios ador-
nos, el medio punto y otros " lujos " apa-
recieron después.
En las fotografías que ])ublicanios, inie-
den verse algunos ejemplares muy carac-
terísticos y muy hermosos.
La " rejilla " que se usó primero apa-
rece en una de esas puertas, abarcando
un esi)acio reducido. Era im ventañüio de
grandes i)ro])ürciones construido en hie-
rro forjado.
El buen gusto fué imponiéndose len-
tamente, a medida que la industria podía'
desarrollar sus actividades y perfeccionar
sus obras.
Los remaches fueron disimulándose.
Se comenzó a usar el encastre y en la
época de la Independencia va existían en
Montevideo casas que ostentaban puer-
tas muy hermosas.
J loy la edificacii'm ha progresado en
nuestra capital de una manera asombrosa.
Existen mansiones señoriales que mues-
tran i)uertas calificadas como verdaderas
obras de arte. La escultura en madera
tiene en algunos ejemplares verdaderas
maravillas, como tal [juede verse en la
])uerta de la casa que pertenecii! al doctor
Carlos de Castro y cuya fotografía publi-
camos.
En esta ))uert;i la ornamentacii'>n apa-
rece severa, artística, ])rofusa y es una
de las más bonitas ; modelo representa-
tivo lie una época en que todavía el mo-
dernismo no iiabia comenzado a hacer
estragos.
En la colección del señor Oinnez Ruano
figuran también algunos modelos de ven-
tanas coloniales.
rublicamos dos que tienen verdadero
carácter.
En una de ellas se podrá notar una es-
jiecie de corte en " chanfle " hecho en la
pared y a los costados de la abertura. Ese
corte tenía por objeto el poder tener, una
íL
^03:^
Puerta de la'casa en que vivió el g:e ne ral, Lav alie Jai^Z abala 1469
— SELECTA —
Casa de '^uíz Huidobro
25 de Mayo y Cámaras
]iíTS(in.'i qiK' fstal);i en t-l interior de l:i
erisa, nn mayor eani])ü visual.
Era útil ese " vicliadero ", pues no eran
épocas aquéllas muy buenas como para
facilitar una salida a la ventana en cuanto
se oyera que llaniaban <tc fuera.
El corte del canto de la pared servia
en e;' caso no sólo para ver. sino tam-
bién para dis])arar un " trabucazo " contra
un posible enemigo que se apostara junto
al muro, esperando que el incauto habi-
tante de la casa asomara la cabeza tras
los hierros de la ventana
En los modelos c|ue se pueden ver en
las fotografías, hay uno que está hecho
por barras simples y t)tro que es de hie-
rro forjado, con más preti'iisiones orna-
mentales.
i Oué diferencia enorme, qué rápido y
magnífico avance ha realizado la edifi-
cacii'in en nuestro ¡lais. desde a(piellos dias
del coloniaje y ai'm de los comienzos de
r.uestra era constitucional, hasta el dia
de h<jy, en que -Montevideo ])uede enva-
necerse de tener palacios de positivo mé-
rito arquitectónico!
Dos ejemjjlares de casas coloniales <la-
mos también en esta información. Una de
ellas fué famosa ])ürque a la altura de la
cornisa tenia una imagen puesta en un
nicho. .\ esa esquina le llamaban, la " es-
quina del ánima " y en " Montevideo An-
tiguo ". de don Isidoro De-.Maria. se habla
Ventana con reja de hierro forjado,
uno de los primeros lujos durante el coloniaje.
ik' este detalle característico d.d -Monte\ i-
deo de ayer, con alguna extensii'm.
La otra casa perteneció a familias ¡¡rin-
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Macícl Í4Í2 - La esquina del ánima, como ía denominaban nue tros abuelos
Ventana de la casa Cerrito 636 ( Época del coloniaje )
cipales. Se hallaba ubicada en la esquina
de lo que hoy son calles Juan Carlos d')-
mcz y 25 de Mayo. La habití'i el (k)ber-
nador Ruiz Huidobro, ba-
jo cuya gobernaci<')n em-
])ezi) a construirse el Ca-
bildo, hoy transformado
en Palacio Legislativo v
Jefatura de Policía, otro
verdadero monumento
que nos legó la domina-
ción española. El Cabildo
tiene muros de un espe-
sor que sorprende y te-
chos abovedados ; una
verdadera audacia de ar-
quitectura para aquellos
tiem])os. Está construido
de piedra sillería, y llama
aún hoy la atención por
su estilo y la corrección
de sus líneas, tan esbel-
tas como vigorosas.
La imprcsiiin <|ue deja
el examen fie todas estas
construcciones antiguas, es de que en
aquellos tiempos todo era macizo, fuerte,
levantado con la intencii'm de que perdu-
rara a través de los siglos, cosas estas
de las cuales hoy desgraciadamente no
nos ocupamos mucho.
El " ntorniamo all antico " tiene tam-
bién aplicacicui en la forma de construir
las puertas.
Después de agotar todas las inventivas
y de llegar a lo churrigueresco en la or-
nanientacii'm de las puertas, hoy se ini-
cia en lUienos Aires una tendencia a vol-
ver a la sencillez colonial, al sistema de
los tableros superpuestos, algunos de cu-
yos ejem¡)lares damos en estas páginas.
Xaturalmente que esa imitación uio-
derna de las puertas antiguas, se ])resen-
ta con refinamientos en la mano de obra
y en la distribución arnuniíca de los sen-
cillos y severos adornos.
Pero el hecho es evidente: se vuelve .'i
l(j antiguo y es precisamente en la vecina^
unlla en donde hau aparecido esos pri-
meros ejemplares de ])uertas imitando a
las usadas en tiem¡)o del coloniaje.
Por nuestra parte hemos de declarar
que nos place la vuelta de la moda a los
modelos antiguos. V nos j)lace porque
desjiués de llegar a todas las estorsiones
del Inien gusto, poniendo en los edificios
creaciones absurdas y antiestéticas, el
volver a la solidez y severidad de aipiellos
tableros coloniales, es una demostración
de que lo no fundamentado en considera-
ciones de razón y de arte, es efímero.
De todos modos, en esta nuestra crí-
tica suavísima, no ])retendemos involu-
crar a las puertas modernas, construidas
con un recto e inteligente criterio ar-
tístico.
También en las ventanas se inicia en
Pílenos Aires una tendencia a la sencillez.
V esta evolución es It'igica si nos detene-
mos a contemplar hasta dí')nde se ha lle-
gado en la presentaci<'in de hierros retor-
cidos y afiligranados en esas ventanas úl-
timo modelo ipie se exhil)en por ahí. dando
])atente de suntuosidad. ])ero no de buen
gusto a los edificios.
El. Ckonisia.
Hermosa puerta moderna, de la casa que perteneció
al doctor Carlos de Castro
— SELECTA —
LOS poetas (le este hemisferio no pueden
hablar de la ya establecida melancolía del
otoño, (le la tristeza (le los ambientes gri-
ses, del splin que emana de los paisajes
indecisos, <le los horizontes nebulosos, de la infi-
nita tristeza que lo envuelve todo, como si lo dilu-
yera, lo esfumara, lo preparara a morir.
No i)ue(len los poetas de este hemisferio y en
nuestra latitud, suspirar en tono otoñal, porque el
otoño es aquí una deliciosa estación y aunque
])arezca una paradoja o un disparate, nucstr;)
otoño es nuestra ])rim.ivcra.
Cielos azules, profunda y limpiídamcnte azules :
crepúsculos en (pie la luz realiza mcreibles mara-
villas de arrebol ; ambientes amables, con tem])e-
ratura deliciosa, (|ue diríase artificial y cuidadosa-
mente graduada para hacerla uniforme...
V también flores, las últimas flores, las últi-
mas maravillas de los jardines, las postreras co-
rolas, cuya frescura y coloraci(')n no marchita el
sol ardiente.
En un alarde de vida, hasta las hojas siguen en-
galanando a lus árl)olcs, y siMo allá por los co-
mienzos del invierno, se marchitan y caen arran-
cadas por las primeras ráfagas heladas.
Nuestro otoño no fuera o no pareciera tal, si
las mujeres - — fijándose más en el calendario que
en una necesidad de abrigo — no lucieran las pri-
meras pieles, los primeros niíjdelos de ta])ados.
los paños de los trajes que forman pesados plie-
gues, ocultando esbelteces y dando a las siluetas
rigidez de figurines.
De esta suerte, el otoño nos quita un recreo
])ara nuestros ojos ávidos <le 1)elleza. de belleza
siempre renovada, que bien |)ue<len nuestras mu-
jeres i)ro|)orcionar una infinita sucesi(')n de emo-
ciones estéticas, a cual más intensa, a cual más
grata.
Con la llegada de la estaci<')n amable e! mundo
elegante vuelve a la ciudad, y todos se ])reparan
a gustar de los delicadas encantos de las reunio-
nes íntimas, de los saraos y de las grandes fiesta.-.
Los tfatros acUpiieren nueva vida. Suenan los
nombres de los artistas más famosos, promisores
de magnificas veladas de arte y de distinción, y
hay en todas las actividades sociales un como
afán (le renovación, y también un sentimiento
de unidad, de selección, (|uizá como consecuencia
(le la libre pluralidad que caracteriza la vida bal-
nearia, la vida al aire libre, en amplios esi)acios
que exigen mayor cantidad de gente, ante el mar,
ante los horizontes inmensos, bajo la bóveda del
cielo (|ue a todo empequeñece.
Sea l)ien venido el otoño, la estaci(ín que pre-
viene dulcemente contra las inclemencias del in-
vierno.
En los hogares se inician actividades, se forjan
])royectos, se vuelve a ellos con un anhelo de
intimidad, de caricia, de amor a lo muy querido
que en ellos se ha dejado, y (pie nos acoge con
un afecto que no es i\iás cpie el reflejo del nues-
tro, muy hondo y muy intenso puesto en ellos.
Nos aguarda el salón con sus suntuosidades, con
sus muebles amplios y prí'xligos en incitacione.i
al reposo, a la meditación o al ocio ; nos aguarda
el comedor con sus coiTiü(li<lades, más de una vez
echadas de menos en los comedores de estableci-
mientos balnearios : nos aguarda la alcoba, rinc(')n
de íntimo halago, donde todos los objetos cobran
fuerza de expresión tan viva que los saludamos
como a seres queridos y fieles ; nos aguarda la es-
tufa, el piano, el cuadro hermoso, la estatua, el
hiscuit. y como una matrona severa, de consejo, de
experiencia y de verdad, también nos aguarda la
biblioteca. . .
¡Otoño amable, bien venido seas!
Es.MO.Ml,
SELECTA —
Sí\
MANUEL SALVAT
Director de la compañía que actúa en Solis.
Teatros
y
lin fsla nuestra primera páj^iiia. (icdicada a lus
especláculos, no podronios decir nuiclio, i)orque
mucho no hay, poro lo poco que diromos sorá
para elogiar lo que de bueno actúa en nuestru>
escenarios.
La nota más intensa de arle, en lo que va de
la temporada teatral, la ha dado !a c<>ni])añia dra-
mática española de Manuel Salvat.
Con un criterio artístico i;erfectameute <lel i-
nido, con una sana orientación en lo que a la mi-
sión del teatro dramático se refiere y contando con
elementos excelentes. Salvat ha realiza<lü un es-
fuerzo a que no estábamos Jiabituados en este
país.
Vale decir: Salvat ha ctmseguido mantener
una larga tem])ürada de dramas y comedias, pro-
'ongación de actividades ésta (lue hasta ahora
no habían podido alcanzar sino las compañías de
génerii chico y alguna que otra de las compañia>
nacionales que de cuando en cuando actúan at|ui.
ROGELIO JU\REZ
Que debutó con cxito en el Urquiza
I
l-".n la temporada de Sal-
val hemos ])oc!ido ver cs-
peclácidos muy buenos, al-
gunos soiiresalientes y he-
mos constatado esfuerzos
tan dignos de elogio como
liis (|ue significan volver
al cartel jnyas de la cate-
goría de '' La \'iila es sue-
ño '* y '' l'.l castigo sin
venganza
Tuvo sin emijargo Sal-
vat algunas eqn. vocaciones,
tales 4:omo ' ' \'.] verdugo
de Sevilla ' \' ' ' La seño-
rita Tre\"elez , pero estos
errores nt) pueden ser nuiy
>ena!ad()s puesto (¡ue en
.general sus esijcctáculos
t nerón acertados.
Juntí) a Salvat. que es
además de un concienzudo
director de escena, tni ac-
tor eorrecnsnno y sevcrt).
figura en primera línea
la actriz Concepción Olo-
na, gran tem])eramenlo de
inlérprete, inteligencia su-
perior manifestada en
obras como "La Malcpie-
rida ". de Henavente, con
una pujanza exlraordina-
ria. La señora Ülona es sin
<lisputa. una de las actrice--
españ<)ías más completas
(pie actúan hoy y esta afir-
maíción podemos hacerla
bien a conciencia dado que
por los e>ccnanos monte\ i-
deanos han desfilatlo tí)das
las artistas que ho\ domi-
nan en el teatro draTuatien
es])ai)o!.
Del elenco (pie pre>en-
ta SaKat se disíingue tam-
bién la señorita Joseínia
Meliá, una actriz <U' una
(builidad apreciablo. siem-
pre justa en sus caracteri-
zaciones, muy estudii'sa. de
amplio criterit). inleligenle
y com]>rensiva.
La señorita Clona tam-
l)ién es otro de los elemen-
tos que en 'a compañía
hri'lan con luz jiropia. ^' en
e-ta oportunidad tvc< -rt-la-
remos con \*er(ladera eom-
])lacLMicia su actuacióp. eu
■ ' Marianela ' * interjjretan-
<Io el rol de Celipin.
\\. actor \'ehil es (piien
W -^ J^
;OSEFINA MELIÁ
Aplaudida actriz de SoIís
i
con más talento secunda a Salvat en su nobilí-
sinia labor de ofrecernos espectáculos artísticos
y ya hemos podido leer en la prensa diaria rejie-
ti<los elogios a sus intL'ri)rclacioues. elogios tpie
comp'acidísimos hacemos nuestros.
Terminamos este apunte incitando a Salvat a
(jue continúe en su empeño, para liien de -a cid-
Irra general.
***
Se anuncia para el I." de Junio el ílehut en
Solís de la compañía argentina dirigida ])or An-
gelina Pagano, la gentil artista cpie en Buenos
.\ires mantiene Iiien a!to el pabellón del teatrií na-
cional, sin conceder nada a la chabacanería puesta
en el escenario y cultivando un género elevado y
noble.
Con la Pagan(t viene el j>rimer actor Ducasse y
el también ]>nmer actor José Gómez, un conocido
y apreciado del ])úhlico nuestro, pues realizó aquí
una temporada de gran éxito artístico.
Esta compañía ha de actuar durante un mes en
nuestro i)rimor coliseo y nos dará a conocer un
repertorio escogido, en el que figurarán quizá al-
gunas obras uruguayas.
.*"♦.,.
l^l 2 del)utó en el Urquiza con buen éxito la
coiTipañía de Juárez, del popular Rogelio Juárez,
que viene a reanudar los triunfos del año pasado.
Trac Juárez en su troupe a la tonadillera Pa-
quita Escribano, a la bailarina Kerrcr y a una
"cantaora" que entusiasma con sus '*gipios".
Xada más digno de mención actúa o actuará
l)or ahora en los escenarios montevideanos,
VORICK.
S^
JOSÉ GÓMEZ
De la compañía de 'Angelina Pagano
^!S
$
SELECTA —
IJubetiKjs (los palabras — <|U(.- nu por
scT (los serán menos sinceras y apasiona-
<las — a todos los que directa o indirecta-
mente han contribuido con buena volun-
tad a formar el basamento sólido en que
se asienta esta obra nuestra. (|ue presen-
tamos hoy a la elevada consideración de
nuestra sociedad.
Son dos palabras de agradecimiento a
las ])ersonas que forman nuestras exten-
sas listas de suscriptores, en las que fi-
gura todo lo más distinguido de nuestra
sociedad.
Nuestra gratitud es también para el
alto comercio montevideano que ha con-
tribuido a dar solidez a nuestro propósito
de hacer una gran revista, no escatimando
sus anuncios, los cuales podrán ver nues-
tros lectores en estas páginas, presen-
Fernanda Vallarino, la novelista de moda
tados en una forma gráfica moderna y
atrayente.
Otros elementos han contribuido tam-
bién a que Ski.Kcta a])arezca en la forma
(pie aparece, como mío de los esfuerzos
más serios (y ])erniitasenos esta inmodes-
tia) que se han llevado a cabo aquí en
empresas de esta índole.
.\ todos nuestra gratitud y con todos un
re])arto de intimas v hondas satisfaccio-
nes, si el éxito (como lo esperamos) pre-
mia nuestro esfuerzo. ■ ;
En mi casa hay una inglesita que, tiene
(1 ))eIo de cáñamo v sus ojos de esmalte.
Todas las mañanas entra en mi cuarto:
— Cood iiioniinfi. sir. Good inoniiiig. iii¡ss.
V en seguida, comienza a hablar. ¿Qué
dirá? Las inglesas 'hablan siem])re, aiui-
ipie sepan cjue no se las entiende una
palabra.
Yo ya me he acostumbrado a ver a la
inglesita de mi casa y no aspiro a enten-
derle : me conformo con la música. Luego,
ya solo, me abismo en hondas reflexiones.
Esta inglesita — me digo — tiene el pelo
de cáñamo y lc« ojos de esmalte, pero, sin
embargo, parece de verdad ; por lo me-
nos está muy bien-imitada.
— Diga usted, señorita — le pregunté yo
el otro día — ¿es cierto que ustedes las
inglesas no son de carne y hueso?
— ¿Y de qué somos, entonces?
\ o no lo sé. No tengo bastante espíritu
poéticíj para suponer a las inglesas hechas
de nardos, azucenas y rosas, pero tam-
l)üco descubro en ellas humanidad sufi-'
cíente. Un amigo que vive hace muohos
año.s en Londres, me ha dado su palabra
de honor de que las inglesas tienen co-
lazón. Puede ser, pero falta averiguar
si el corazfSn de las inglesas es legítimo
o falsificado.
r or mi parte, yo he ensayado en Lon-
dres con cierto éxito las miradas apa-
sionadas, pero no me hago ilusiones. Yo
sé que una inglesa no matará ni morirá
nunca de amor.
Uno se enamora a la inglesa y en se-
guida se desarrolla en él una bondad sen-
cilla y apacible (pie le hace sonreír a todo
el mundo y enternecerse ])or cualquier
cosa de una manera completamente estú-
l)ida. Le dan a uno ganas de comer dulces,
de hacer versos y de beber agua azucarada
y se va uno a pasear por los ])arques a las
mañanas, temprano. Por las noches se
acuesta uno a primera hora y se duerme
con un sueño puro, feliz.
Y es que la inglesa es mía mujer ino-
cente. ; Tan inocente que no ve picardía
en ninguna cosa ! La inocencia, como estas
muchachas inglesas, debe tener los ca-
bellos rubios. las mejillas de rosa, la gar-
ganta blan(|uísima y una mirada muy
didce en los ojos azules. L'na inglesa suele
ir más lejos que una francesa, pero esto
no quiere decir que las inglesas tenjfan
más coraz(')n. Hay algo de idílico en estas
mujeres: un no sé qué. gracias a lo cual
todas las cosas resultan con ellas algo así
como una candida escena buc(ílica. La
francesa es tina mujer que sabe darle una
importancia casi capital a ima simple mi-
rada o a un ajiretón de manos. La cosa
más sencilla resulta en ella excitante y
terrible. En cambio, la inglesa lo ei)iloga
todo con esa tranquila mirada de sus ojos
azules que nos desconcierta.
— Esta mujer — se dice — ¿es muy
engañadora o muy perversa?
— Es muy inglesa.
-.1 *
**
Fernanda Vallarino es una novelista
qiif hov está de moda en Enrona.
Muv elegante Fernanda Vallarincj,
siempre en el gran mundo, entre discre-
teos de sal(Sn, dueña de palacios, de caba-
llos, de automóviles v de \acht. trae la
verdad auténtica, elegante y grácil de una
sociedad distinguida, con sus delicadas li-
bertades francesas, que quizás den a al-
guna de sus obras un marcado sabor pi-
caresco.
La vida que hay en sus obras y que a
veces reúne a la literatura sobrepasán-
dola, se debe evidentemente al sj^orl. Ella
ilice qué es su maestro poderoso y así
en sus retratos se la ve vistiendo los
trajes raros del sport: de amazona con su
traj« intachalile y varonil, junto a sus
caballos favoritos, un irlandés soberbio y
dos argentinos de una figura exquisita ; o
de marinero, un marinero que ama con
volu])tuosidad el pequeño yacht que'lia-
bautizado con el nombre de ".Mfonso
XIII" y en el que aprende, en el. mar;
a reposar, a i)oner en orden y a refinár su
pensamiento. ^
Es extraño que una mujer tan moderna,
tan representativa, escriba dramas v co-
medias : pero eso es. precisamente, lo
que hace que sus obras tengan un valor
de documento, sean como una confiden-
cia de, la mundanidad que ella ha vivido,
recogiendo todas las flores para dar ese
fuerte sabor de naturalidad, de srracia v
de distinción sin fingimiento a sus obras.
Una (le las figuras femeninas más in-
teresantes de Francia es. sin duda, la.de
madanie Faquín, esa mujer tan bella y
tan distinguida (|ue es el Xajjoleón de la
moda. Madanie Paquin es ¡¡arisién y tiene
toda esa gracia airosa que la mujer
l)arisiéu sabe comunicar a los chiffoiis:
parece (pie los anima con su misma vida
de un modo es|)ecial. ^luy culta, muy ar-
tista, dotada de una sensibilidad extra-
Madame Paquin, la lamosa modista
ordinaria, madanie Paquin ha sabido ele-
var e! arte de la Ci<stura hasta el nivel
de un verdadero ai te ; tanto, que el tlo-
bieruo francés ha premiado la labor pa-
triótica de hacer conocer en el extran-
jero el buen gusto y la elegancia de su
|)aís, condecorándola con la Cruz de la
Legión de Honor, distinción que no al-
canzó jamás ninguna modista ni mujer
de negocios.
2^^° La riqueza en laMuz no
consiste en la cantidad, sino
en la calidad de la misma.
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* semestral ■ 6.00
» anuaf » 11.00
En el Interior y Exterior: Semestral ... > 6.50
Anual » It.50
SELECTA
DIRECTOR: JUAN CARLOS GARZÓN
••■•'•'^l^r^
V,- - '.•■ i - •'; ■ íí - ■ >;"i■>■M^'■■
RODO
Hombre - Cumbre que se abatió cuando más íinposítivaniente hendía las
anguslas serenidades del pensamiento; Conquistador del alma europea, indi-
ferente y hermética, rendida por el en admiración ante la intelectualidad
americana, tan pictórica, tan noble, tan sana, tan honda; orgullo nuestro;
gloría representativa d*^ la Rata; Maestro de la juventud de América, en
cuyos destinos está el porvenir del Continente y con esos destinos la más
alta glorificación del que en ''Ariel" nos señaló la ruta luminosa y^ triunfal.
— SELECTA —
GRDoy a todof
Las i'lugiusas manifestaciones de la prensa me-
Iropolitana y las muchas misivas y parabienes <iue
lie recibido no bien el primer número de Selkcta
fué puerto en manos de los suscriptorcs, han
colmado mi aspiración y mi contento constitu-
yendo elocuente premio al esfuerzo realizado y
dándome la exacta medida de 'a aceptación que
mi revista ha tenido en la sociedad uruguaya.
Mi gratitud es inmensa. He deseado ofrecer
una publicación digna de la cultura y de la dis-
tinción de la sociedad y aun cuando tenía con-
ciencia de la obra cpie ejecutaba, confieso, sin
embargo, que las demostraciones de aplauso han
rebosado mucho el límite de lo que esperaba.
Esas felicitaciones (entre las cuales figuran
!as de las personas más encumbradas y más pres-
tigiosas de nuestro mundo social) son una fuerza
extraordinaria puesta gentilmente a la vera de
mi voluntad y de mis propósitos.
La labor iniciada ha de continuar con más
l)ujanza y más fe, para hacerme cada vez más
digno de los elogios que se me han tributado y
de la alta consideración en (pit- se me ha tenido.
A todos, mi más viva gratitud.
y»(iíí Carliis Garzón.
V'na gran revistn iiftfional. - Kl primer nú-
mero de "'Selecta"'. — Tenemos ante los ojos, recién
salido de la prensa, el primer número de "Selecta" y
(lespnés de recorrer sus pájrinaá. doi exclamaciones acu-
den, espontáneas á nuestros labios. La primera de ellas
c.-* "¡Bravo!"; la aeirunda "¡Al ñn!".
¡Bravo! si, porque se trata de una publicación Mne
respondo en uu todo h su simpático y elegante titulo:
'•S lecta"'.
'•Al fin", porque ya era lit-mpo dt; que el L'ruguay con-
tara con una revista ijue, como lo es ésta (|ue acaba de
nácar bajo tan buenos auspicios, fuera diurno exponente
del grado de proirreso que hemos alcanzado.
La i>rescntación de "Selecta ' no pu de ser más rica
ni más cliic. Impresa en papel satinado, finísimo, acusa
en los talleresdonde se le confecciona > los muy acredi-
tados de A.Barreiroy Ramos) elementos de " primísimí»
oartello", que al honrarse así mismos con trabajos tan
tíámerados. honran á la industria nacional.
Todo el material que este primer número de "Selecta"
cuntiene, es escogidísimo, tanto en la parte gráfica como
LMi el texto. En la carátula, luce, en tricromía un retrato
(ie doña líosalía Artigas de Ferreira. dama que "vivió
intensamente para su casa, modelando en .sns hijos ejem-
plos de ciudadano.s ".
En el interior del número, figuran fotografías hernio-
sísimas, de damas que fueron orgullo de nuestra socie-
dad y de otias que lo son actualmente. Contiene, además,
notas de actualidad, de arte, de modas, etc. En resumen,
un número de primer orden, que augura á "Selecta "la
mejor de l.is acoiridas. — Díakio ih-:l IM.aia.
Apareció "Selecta" - ¡ t^ué hemosa, la nueva
revista de Juan Carlos Garzón! Hermosa ¡lor donde
quiera que se le mire, la presentación, la parte gráfica,
la literaria... La eaiátula es inia estupenda tricronn'a :
el retrato de doña liosalía Artigas de Ferreira. Esfuer-
zos como este, honran la prensa ilustrada de un país,
(¡arzón encontró dlliujantes notables, cuya existencia
iiTiiorábamos. Es una revelación. Todo lo más chic y
soeial está en "Selecta". Por algo se llama como se llama.
— La Razón.
'■ Selecta"- ('rgullo del progreso de las artes grá-
ficas en el país, y elegantísimo exponente de gusto ar-
tístico que preside esta nueva imblicaci«'in, "Selecta" se
ha presentado reclamando el puesto de primera fila que
en su cai'ácter le corresponde, y el arlauso que mo ha de
serle escatimado ante la exhibición de tan vigoroso es-
fuerzo. Se trata de una re\¡sta que nada tiene que apren-
der, en cnanto á belleza de jiresentaeión, á las más
lujosas del extranjero, y esta manifestación justisí^ima
sirva de estímulo ñ los iniciadores de esa obra de cul-
tura, y de ípoyo para cpie la indiferencia no resjionda
- como se acostumbi'a aquí — á una Iniciativa de taiitn
tuelo.
\o extrañaril á nadie el resultado niajrnifico del costoso
entpeño a! saber (jue la dirección de ''Selecta" está en-
comendada ;i un espíritu tan distinguido como el de
■Inan Carlos fiarzón. cuyo nombre ea sólida garantía de
('■xito en la simpática y abrumadora empresa que nos
oculta. — La-Tuiiíu.na Poimi.ak.
Melecta Una nueva rc\isla ilustrada ha venido á
aumentar el número de las que existen en el país, .'se
trata sin embargo, de una gian re\ ista, (pie sólo puede
comparársele con "Plus Ultra" de Buenos Aires. Y así
quedaría hecho su mejor elogio. ICs menester, á pesar
de esto ponderar como se merece el criterio verdade-
rantente artístico <jue domina en toda la revista.- di-
rigida por el señor Juan Carlos Garzón, de l)uen nombre
en el periodismo — desde la presentación tipográfica
á la selección y ordenación de materiale.«, desde el sim-
ple dibujo de adorno á la exactísima reproducción de
cuadros, fotografías, objetos, etc. Es. en este sentido,
una demosti-ación de lo (jue jniede liacerse entre nosotros
en materia de revistas ilustradas. El material literario
es tambicn selecto é interesante, de acuerdo con el
proj»Ó8Íto del señor Garzí'ui de hacer ol)ra de cultura.
<te distinción, de arte y patriotismo. Al saludar la apa-
rición de "Selecta"' nos complacemos en auirnrailc la
larga vida á que tiene dei'eehn por los iiresiigios
con que viene al invmdo de la ai.-tiviilad y de la Ineha.
- El. S:(!i.n.
'* Selecta'*. — Una sraii revista uruguaya.
— Acaba de aparecer el primer número de la revista
"Selecta", notable i)ul>lieación que hace honor a su
nombre y que rerircsenta un valioso expouente del arte
gráfico nacional.
La nueva revista, (pie apaiecerá inensualmenle. está
destinada a obtener el más lisonjero y brillante de los
triunfos.
Admiiablemente ini|Mesa y mejor escrita, con inofu-
sión de notas interesantes (|ne han de causai' \ crdadera
sensación entre sus lectores. "Selecta" importa la cris-
talización de un anhelo de tiempo atrás acariciado por
todos lo.-í cine aman la cultura de lutestro [lueblo y descini
hacer destacar, con rasgos elocuentes y amables las ea-
' racterístlcas de nuestra sociabilidad y el ¡trestigio de
sus figuras más caracterizadas.
No creemos incurrir en ini pecado de \ulLraridad. al
afirmar que realmente "Selecta"' viene a llenar un vacio
en nuestio medio social. La expresión asume, en el caso
Iiresente, la honda significación de un hecho indiscutible
y traduce la lealidad del fenómeno que todos perci
liíamos desde iiace tiempo; la ausencia de una revista
culta, y elegante en un ambiente como el nuestro donilc
la cultura y la distinción nos ofrecen a diario, mani-
festaciones tan palmarias c inetpiívocas.
La presentación de "Selecta" no puede ser más rica
ni más chic. Impresa eu papel satinado, finísimo acusa
e;i los talleres donde se le confecciona (los muy acre-
ditados de A. Barrtiro y liamos ) elementos de "priiní-
sstino cartello", que al honrarte a sí mismos con trabajos
tan esmerados honran a la industria nacional.
Todo el material que este primer número de " Selecta "
contiene, es escogidísimo, tanto en la parte gráfica como
en el texto. En la carátula, luce, en tricromía un retrato
de doña Rosalía Artigas de Ferreira. dama que "vivió
intensamente para su casa, modelando en 3U8 hijos ejem-
plos de ciudadanos".
Kn el interior del
númei-o. figuran fo-
tografías hermosí-
simas, de díiniHS
<ine fueron orgullo
de nuestra socle-
fiad y de otras (|ne
lo son actualmente.
(.ontiene, además. iiota.s'
de actualidad, de arte, de
nu)das. etc. Fn resumen,
un númeio de primer or-
den, (pie augura a "Selec-
ta" la mejor de las acogi-
das.- El. Bien.
•Selecta".- El pri-
mer iiriniero. — Hemos
recibido
I)rimer número de la re-
\ista "Selecta"', cuya di-
rección asume el señor
Juan Carlos (¡arzón.
El mejor elogio iiue
demos decir deellaes que
sn presentación artística
y su texto armonizan por-
f< ctamente con el título
(iue ostenta. En efecto
'"Selecta " aparece a din i -
rablementeimi)resay llena
de trabajos de po-
sitivo mérito lite-
rario, social e ilus-
tratho, cuyo con-
junto nada tiene
(liie envidiar a 1
'pie presentan 1
mejores re-
vistas ex-
tranjeras.
Porlo tan-
to, augu-
ramos a
"Selecta" u
Pl.ATA.
éxito tan brillante como merecido.
■• Selecta '"• — l'iia ffran revii-la. ~ Acaba de
aj)arecer una rc\¡sta nacional ipie honra al país. Se ti-
tula ".Selecta" y es dirigida por el conocido periodista
señor Juan C. Garzón.
Presenta en su primer número, aparecido ayer, un es-
cogido y \ariado material de lectura, como así mismo
bellas tricromías y otros grabados, todo lo cual sahriín
apreciar los que gustan del arte y la belleza.
Por lo soberldo del trabajo, no dudamos <iue se im-
pondrá de inmediato, ya que su valer asi lo permite
asegurar sin timideces.
W retribuir el saludo que tributa, aiigurámoslc larga
y próspera vida. - L\ DiiMocitACiA.
•• Nelecta ". — Hasta noaonos acaba de llegar el nú-
mero primero de esta [niblIcaciiHi. cuya dirección asume
el señor .luán Carlos Garzón.
Su presentación artislica y su texto armonizan perfec-
tamente con el título que ostenta.
"Selecta" aparece admirablemente impresa y llena de
admirables trabajos de positivo nn-rito literaria e infor-
inati\o, cuyo conjunto tindi tiene «ine envidiar a sus
similares las extranjeras.
Augurárnosle vida y obra próspera, agradeciendo su
en\ ío. - El, PlJEltLc
Selecta. — Elegantemente ¡m]>resa. con grabados y
colal)oraciones escogidas, lia llegado a nuestra redacción
la revista " Selecta ". Es realmente
una ¡)ublieaclón artística digna
de los de buen gusto.
En nuestra sociedad ha sido
recibida con verdadero Interés la
mencionada revista, superando su
])resentac¡ón a todas las publica-
das hasta la fecha.— Er. Día.
e^y^g/^,<T<ryjfneyyy^<i!y>^<qK^.^igiay:^t^^^^
De..
DAMA que ocupa uno de los purstos más brillantes en nuestro
mundo social. Altamente culta* sus salones atraen a todo lo que
se impone en el país por su talento, por su posición política, por
su distinción. Sus magníficas soirées son verdaderas fulguraciones de
arte y de gentileza. Su espíritu pleno de bondad la ha llevado a ocupar
puestos principalísimos en las instituciones benéficas de que podemos
enorgullecemos. Su presidencia al frente de la Liga Uruguaya contra
la Tubercolosis, fué una triunfal cxteriorización de su exquisita menta-
lidad y de su actividad fructífera. — La tradición de su apellido
acrece y se impone al unirse al del caballero Dr. Doa Germán Rooscn*
Co$ artistas que triunfan
ESTIML'LAR la obra que en el cam])o
del arte realicen nuestros coaipatrio-
tas y dar a conocer el producto de esos
esfuerzos loables, es uno de los más firmes
propósitos de nuestra revista y una de las
cosas que hemos de cuiílar con más dedi-
cación y celo.
Combatir el indiferentismo que para las
manifestaciones de la belleza creada por ce-
rebros urugtiayos. se suele aplicar con la-
n^entable frecuencia aquí, es tarea que abra-
zamos con verdadera devoción, convenci-
dos, plenamente convencidos, de que en
nuestro país puede hacerse en ese sentido
todo lo que se hace en los países más cultos
del mundo.
Hemos cometido muchas injusticias, he-
mos desconocido más de una vez el mérito
de la labor artística realizada por urugua-
yos de gran talento, hemos olvidado a los
compatriotas ilustres que han soñado, f[ue
se han atrevido a soñar con una aureola
"Estudio", perteneciente al
señor Eduardo Castel Castellanos
mérito, que lucha tesoneramente en la con-
quista de la belleza y se forma un nombre
en los centros más cultos de Europa. Ese
compatriota es el escultor Pablo Mané.
€1 escultor Pablo IDañé
de las obras más famosas y en la influencia
de un ambiente propicio para tod?s las sen-
.saciones artísticas, una e.nulacion invalo-
rable.
Mané ha orientado su i)roduc;ión artística
en un sentido de gran firmeza perceptiva.
Xo lo han seducido los modernismos más
o menos efímeros. La grandeza infinita de
Buonarotti ha llenado sus pupilas de verdad,
y en el mármol y en el bronce el cincel ha
creado figuras llenas de sana energía, de
robustez valerosa y triunfal, de torsos mus-
culo.sos y de rostros donde hay un soplo
(le vida.
Conocemos varias obras de Mané.
El grupo titulado: " El Frío ' es de una
belleza de concepción extraordinaria. En
la figura femenina, ntábil y tierna, el ar-
tista ha puesto todas las delicadezas de su
espíritu traducidas en suavidades exquisi-
tas de líneas. Diríase una flor humana que
se marchita en la atmósfera inclemente,
Magnifico bajorelieve para un friso, existente en la Escuela Nacional de Industrias
(le gloria, conquistada por el esfuerzo más Joven, dotado de las más envidiables con-
noble y más respetable t(ue es el de la inte- diciones para dedicarse plenamente a luia
ligencia. y sólo cuando las glorificaciones actividad artisti:a sin limitaciones, enamo-
han venido del exterior, só'o cuando los ex- rado del ideal Mané trabaja desde hace diez
traños saludaron con alborozo el triunfo años en Paris. buscando en la pro.xímidad
de un artista uruguayo, sólo entonces nos de los grandes artistas, en la contemplación
hemos detenido con un poco de
asombro y no menos ouriosidad
a examinar el " fenómeno " reco-
nociendo valimento y uniendo al
coro de alabanzas nuestras voces
quizá un poco destempladas por
llegar tarde.
lín una simple enu'.iieración de
no:rbres que hoy tenemos en gran
respeto y cjue ya hemos colocado
en el pináculo de nuestra admira-
ción, encontramos una dolorosa
demostración de esto que decimos,
pues todos esos nombres los hemos
desconocido hasta que en el ex-
tranjero nos los " descubrieron ".
Felizmente ya se ha iniciado una
evolución justiciera en el sentido
de darle a los artistas nacionales
el lugar que les corresponde en
nuestra consideración, reconocien-
do esfuerzos y premiando dedica-
ciones nobilísimas y encaminadas a
reflejar gloria sobre el país, que de
la gloria de los ciudadanos se for-
ma la gloria de las naciones.
Con tales propósitos, hoy dedica-
mos esta página a la ])ersonalidad
de un artista compatriota de gran
sacudida por el cierzo y en la nieve mortal.
En la figura masculina, el vigor de la
concepción presta realidad impositiva al
abrazo ])rotector, que tiende a salvar a la
niña del ¡Jeligro letal del viento cruel. Tie-
ne esa figura una bellísima exi^resión de
honda pena, de agobio inmenso y
al ¡iropio tiempo de infinito ar.or,
manifestado elocuentemente en el
gesto que protege, que abriga, que
da generosamente calor al cuerpe-
cillo que se e.xtremece. Este grupo
ha sido altamente celebrado en Pa-
ris, donde figuró al lado de las
obras de los maestros.
En esta [¡agina rej^roducimos
también las fotografías del bajo
relieve que existe en la Es.mela
Xacíonal de Industrias y para el
cual la crítica montevideana ha
tenido grandes elogios.
Completa esta información de
arte una cabeza, fundida en bronce,
y donde la modalidad enérgica de
Mané se manifiesta también.
Mané afirma cada vez más su
personalidad artística y el porve-
nir le reserva todas las satisfaccio-
nes que son ijatrimonio de los
grandes triunfadores.
"El Frío" soberbio grupo exhibido con gran éxito en París
CSCLCW I /\
">-00>0
Silla del Fundador de Montevideo Don Bruno
Mauricio de Zabala
STAS reliíjuias se- hallan en el .Mu-
sco Histórico.
M<ás ck* un visUantc habrá pasado
i|uizá ante ellas con un ¡)oc(j de indiferen-
cia. " ¡ L'n sillón viejo I. . . ¡ Bah ! " y la ir.i-
rada. atraída ])or un cuadro o j.or una co-
lección de armas, se habrá apartado de esos
muebles venerables, sin pensar que en ellos
descansaron hombres ilustres, y que fueron
esas sillas y esos sillones objetos familiares
¡)ara quienes hov tienen toda nuestra ad r.i-
ración y todo nuestro respeto.
Jin esos sillones descansaron o trabajaron
proceres ilustres. Y a través de los años,
su inex])rcsión de " cosas ", diriase (|ue des-
;il)arece para rodearse de una como aureola
de vida, (¡ue no es más (jue lo que imagina
nuestro espíritu, al remontarse a aquellas
é])ocas tan gloriosas v tan aleccionailoras.
i'arece ([ue estos objetos, que fueroa de
uso diario para aquellos hombres que la his-
toria magnifica, tuvieran la virtud de con-
centrar luego toda la admiración de los (|ue
veneramos ,-i (¡uienes se llamaron sus ])o-
seedores. ¿ -\caso este respeto por
las reliquias históricas no será por-
que en ellas o en derredor de ellas
vagan los espíritus buenos de sus
dueños ;
lin una mentalidad reflexiva esK-
sentimiento casi inexplicable de cu-
riosidad, de te i:or v de res])eto áme-
los objetos (jue le fueron familia-
res a los hombres ilustres, es algo
sui)er;or a toda convic.'ión más o
iiunos excéptica. ^' es por eso i|ue.
ami cuando no lo queramos, nues-
tra mano llega al sombrero y nos
descubrimos, mezclando respetuo-
sidad para el recuerdo del palriot.i.
del sabio, del artista o del héroe
(pie evoca¡nos \ honda simpatía
hacia el objeto que ha llegado has-
¡a no.-otros como la e.xpresión de
una modalidad del ¡)ersonaje glo-
:"i(jso (|ue lo pose\ó.
¡V cuánto más intenso este sen-
imiento de simpatía, cuando nos
d.etenemos ante esos nuiebles donde
|)atríotas v héroes descansaron,
bien para rejiarar fuerzas, o bien
¡)ara presidir reuniones trascenden-
tales en el futuro de nueslia vida
institucional !
^/í^^ss-/^
Silla del Constituyente Don Alejandro Chucarro
3
hiJtori(A5
lisos sillones y sillas que llamos
hov a nuestros lectores como una
nota de gran interés, pertenecieron
a lio ubres de alta ím]Kirtancia re-
presentativa en la historia de nues-
tro ])aís.
iMgura en esa valiosísima colec-
ción, la silla que habitualmente usa-
ba el fundador de la ciudad de
.Montevideo don Bruno .Mauricio
de Zabala, personalidad la más re-
l)resentatíva en los lejanos tiem]ios
de la colonización, mariscal de
cam])o del Rey- de ]vs])aña, gober-
ruulor de Buenos -\ires v hombre
de una energía v de una iniciativa
excepcional. Zabala estuvo por pri-
mera vez en lo (|ue luego fué Mon-
tevideo, con el objeto de batir a
los portugueses, ordenando enton-
ces la construcción del Fuerte San
José, primera obra que se hizo
aquí.
Uno de los sillones cuya foto-
grafía ofrecemos perteneció al ilus-
tre general argentino don José Ron-
deau, cuya personalidad está tan
estrecha y tan gloriosamente vin-
culada a nuestra historia patria.
Comenzó aqui su carrera militar.
Sillón del Patricio Don Joaquín Suáre:
junto con .\rtigas, en el Regimiento de Blan-
dengues. Su nombre está grabado en el li-
bro de las grandes victorias americanas -on
la jornada gloriosa de 1812 tn el Cerrito.
.V Lavalleja pertenece otro de los >¡ilones
que reprodu.dmos. l'",l jefe de los Treinta \
Tres rejiosó en él sus fatigas inmensas de
soldado valiente y ejemplar. Y en este punto
no resistimos a la tentación de transcribir
unos ])árrafos del historiador Bauza sobre
esta figura patricia.
" Lavalleja no fue un estadista ni un tác-
tico : fué sencillamente un héroe, en la acep-
ción de la ]>alabra. Como todos los hért)cs.
tenía el aturdimiento genial (jue excluye la
reflexión, y que .sólo es grande cuando toma
consejo de si mismo en el peligro. ( )ficial
obscuro en las ])ostrímerías de la guerra de
.\rtigas, llama repentinamente la atención
(leí país al caer ])risionero de los ]>ortugite-
ses. luchando el solo contra un escuadrón.
Su figura varonil se destaca por ese hecho
entre la multitud guerrera de su tiempo, v
todos |)resienten ipie a(|iiel brazo formidable
será capaz ele esgrimir la esjiada de la Ke-
Sillón del jurisconsulto Dr. Joaquín Requena
Sillón del General Juan A. Lavalleja
])i'ibliai ciKiiu'ui suene la hora de las reivin-
dicaciones. "
A la l'ii^nra nubleniente patriarcal de |oa-
(|nin Snarez la conté ii|)la;nos ocupando
nno (le esos sillones ([ue hov cotistititven
una de las notas más interesantes de las
colecciones del Museo llistórico Nacional.
Joa(|iiin Siiárez es una de las personalida-
<les más grandes de la época de la Indepen-
dencia. Fué guerrero, fué estadista, fue
el alma del gobierno de la Defen-
-sa, acompañó a Artigas en el fa-
ngoso Kxodo. secundó con todos sus
medios la empresa de los Treinta y
Tres, fué mieiibro de la gloriosa
-A.samblea de la Florida v presidente
(le la República.
.\1 ilustre codificador Joaquín
Kef|iiena |)erteneció otro de esos
sillones. [,a rectitud, la probidad, el
tale.ito V la ilustración de este com-
¡)atriota fueron elementos inai)re-
ciables puestos al servicio de la Pa-
tria en la época difícil de su orga-
nización institucional.
Del ilustre ])atriota don .\lejan-
(1ro Chucarro. fué una de las sillas,
nunca mejor calificadas (|ue de re-
liquias. Con justa expresión un
historiador ha dicho de este ¡irócer :
" Dificilmente se encontrará ima
existencia más larga, eiipleada toda
ella, desde la adolescencia en el
servicio de la Patria. F.n sus últi-
U'os tieu-])os. o nqjando una banca
en el Senado, afm hizo oir su voz
debilitada por la edad, siendo su
palabra escuchada con el respeto re-
ligioso con (|ue se escuchan las no-
tas solemnes de nuestro ilinmo Xa-
cioiíal. "
Tienen e.sos sillones y esas sillas un algo
(le aquella solemnidad ])atricia, que tanto
añoramos cuando nos llaman la atención
esas futilezas que ha creado la niuebleria
moderna |)ara halago de un sentimiento (|ue
no sabríamos calificar si de inestable o de
ligero y (|ue domina en iniestro es])iritu dado
a tollas las veleidades, a todos los -aprichos.
a todos los exotismos.
( )tros hombres, otras épocas, otras pre-
ocupaciones, y con ello
otros objetos de uso fa-
miliar, mas en conso-
nancia con la manera
de a:juellas gentes, con
sus pasiones, con sus
¿inhelos. con su vivir.
Como (le 'ia i.os al
co.nienzo de esta nota,
nunca como ante mue-
bles de esta severidad,
se siente irás honda-
mente la influencia ve-
nerable del pasado, de
ese pasado (|Ue tanto
desconocemos o hemos
olvidado v i|ue tan
profundas enseñanzas
guarda.
I",n niu'stra visita al
-Museo llistórico, don-
de la gentileza de su
Director, señor Luis
Carve. pu.so a nuestra
dis])osición estas reli-
i|uias, tuvimos o])ortu-
nidad de experimentar
ese profundo senti-
mientíj de respeto [jor
esos objetos que per-
ieiiecieron :i nuestros ilustres abuelos.
.\d es (|Ue nos lleve a ello una exagerada
veneración por to.lo lo antiguo. |)or todo
lo (pie tenga la ])átina del tienqx) eviden-
ciando su actuación en é])o:as pasadas. Xo
es un afán de encontrar todo lo viejo me-
jor ¡pie lo nuevo, todo lo del pa.sado mejor
i|Ue todo lo del presente.
.\';id;i de eso.
r3..,-:,j3^™,¡f-;>_^;23>=<'
j^~)«í^;5)»íg.__3>«4^;^_3¡^«(5^j^
Sillón del General José Rondeau
Sabemos valorar lo que de meritorio, ar-
tístico, cómodo V i'itil nos ofrecen estos
tiempos nuestros : ])ero nadie negará que
en las é])ocas idas ir.uchas. muchisruas co-
^as, desde las alhajas v las obras de arte,
hasta los objetos de uso coiiiin, tenían
no sólo un aspecto de majestad, de señorío,
de amijlitud, sino (|ue todo estaba construido
en forma .sólida, para resistir a los embates
del tiempo, sin dobleces, sin complicacio-
nes (|ue le (piitaban resisteu'.-ia y (|ue hoy
Silla de Don Felipe Alvárez Bengochea
Secretario de la Asamblea de la Florida.
tan frecuentemente encontrair.os en los ob-
jetos de uso corriente.
I'.n estos sillones v sillas (jue han pasado
a la veneración de nuestros días por virtud
(le los (|ue fueron sus dueños (personajes
altamente representativos en las distintas
épocas del coloniaje v de la independen-
cia, ese aspecto de solidez, de fortaleza,
de aiqi'.itud y de señorío, está periecta-
nieiile evidenciado.
.\o hay más (pie conté ni)lar con
un jioco de detención esos ejempla-
res. Todas las distintas partes de
esos .uuebles tienen siempre un
detalle, un rasgo, al.go, en fin. (pie
dice bien claramente eso (|ue antes
hemos afirmado.
.Muebles propios de aquellos
hombres ijue conocían la exacta
medida de todas las pasiones y las
necesidades de su época. (|ue lleva-
dos por los dictámenes de su vo-
luntad iiKpiebrantab'e llevaron a
cabo sus ensueños v sus ideales,
creando ciudades, formando i)tie-
blos. libertando multitudes, guian-
do sentí;r.ientos colectivos v siem-
pre con noble inspiración, equivo-
cados o no. |>ero sin doblez v con
r.dmirab'e fe.
\' cn.indo va nos retirábamos,
en la penumbra ipie invadía el
gran salón del ^^I1seo. contempla-
mos de nuevo los majestuosos si-
llones V jxir un esfuerzo de nues-
tra i uaginación. los vimos ocupa-
dos por sus gloriosos dueños, fi-
guras austeras, de una dignidad
soberana, altivos, solemnes, radian-
tes de ))atriotismo. de nobleza, de
c:'.ergia. caracteres de hierro. ])roj)ios de
una é])0-"a de lucha, de pasiones violentas
v (le formación de nuestra nacionalidad.
0/ Ui>c
t3-¿a.
ítiestras
íC]
.^
LA (lama ■fcmilisiina (|11l- ila l>rillo a csla iiás^ina
es una (le nufstras co.iipatriolas más distin-
Líiiidas V más bellas (|ne en el extranjero y
en las altas esferas de la <li])l() nacia imponen los
])rcstigios de la mujer unia:na\a, eono verdad dj
elegancia y de cultura.
Doña Isabel Rodríjjuez Marcenal es una de nues-
tras damas jcnenes (|ne han lucido más en el extran-
jero. Hija de la res))etable dama doña Amelia .Mar-
cenal V del ^sjeneral don ( )svaIdo Rodríguez, de bri-
llante figuración en nuestra so':iedail. contrajo enlace
con el distinguido caballero argentino doctor Kómulo
Xaón. inu) de los ele'.rentos más representativos de
la Nación .\rgentina. c|ue cuenta dentro y fuera de
su ]5ais con una aureola de hidalguía v de alta ilus-
tración. l.¿i ])ersonalidad del doctor Xa.ón habla
mucho en favor de la d¡|)lo-n;i da de la República
hermana. ])or cuya gr.'indeza v ])restigio.^. labora
con in(|ucl)rantable energía, elevando en el criterio
del Gobierno de la l'uiíni. el concejjto i)rincí])alísínio
en (|iie allí se tiene a la Nación de allende el l'iata.
I".l doctor Naón se inició brillantemente en la
carrera ] olítica. en la cual dejó en lo:lo momento
rastros luminosos de su vasto talento, de su ilus-
tración, de sus sanas ideas.
Des])ués de ocujiar con todo acierto altos cargos
en el (^lobíerno de la Kepi'iblic.a hernnma. v dejar
Excmo. Señor Embajador de la República Argentina
en Washington, Dr, Rómulo Naón
Señora Isabel Rodríguez Marcenal de Naón
profunda huella en el .Ministerio de instrucción l'ii-
lilica. ingresó en la dii>lciniacía. ocni:andi) desde hace
\ario^ años la Ivmbajada .\rgentina acreditada ante
el (íobierno de los l-'.stados L'nidos de X<ine-
.\'rerica.
lunto a una i)ersonalidad tan elevada, nuestra co n-
patrioia ha brillado con todos los fulgores de s;i tde-
gar.cia \ de su belleza. Dama de tanto relieve ha
"Si contribuido a que en el gran mtindo de la cai)ita! de
la l'nión -.-onozcan las gentilezas de iitiestra sociedad.
la exiunsita modalidad de las damas uruguayas, ile
todo lo iiue de efectivo tiene nuestra sociabilidad
en las acti\-idades culturales.
Por eso. ])uede decirse. (|ue si el d<«.'tor Naon
li.ice (jue la di|)lo'uacía argentina sea una ftu-rza
res])etable v (devadamente juzgada en las esfera^
oficia'es noiteameri -anas, la gracia excpusita. la se-
ñori.il distinción de la señora Isabel Rodríguez Mar-
cenad, hace (|ue uuestnx prestigios sociales alcancen
en medio de la arístocr;ici-i de la gran na-dón ame-
ricana, un conceiito verdatleramente envidiable y
])or el cual b'en ])odemos enorgnllecemo-^.
b'n Washington es \a oroverbial la h()si)itali<lad
(iue se dispensa en la sede (|ue ocupa la Embajada
Argentina v son de gran resonancia social las fiesta<
\ ban(iuetev i|ue en esos magnili.-os salones se han
efectuado.
l'"sa< fiesl.i--. esa-- soberbias recepciones, han dado
a l.i señora Rodrisruez Marcenal ocasícSn hrillantisiiiia
liara poner en evidencia su selectisinia siK-iaI)ilida<l.
■;u claro esoírítn. su elevada distinción, v es oon
'■sta noble jiareja (|Ue las dos Rein'iblicas del Plata.
liernian.is en as])-r,i:iones y sentimientos, se <les-
t.'.can \' trimif.an en los andiientes más ilustnidos
de Norte - .Xmérica.
• ^t^I^I^W I /\
I EL A\A1E
' ¿Jrva. coleccbn
La sencillez ])atriarcal de las casas de
antaño, admitía el uso del mate como ele-
mento de ol)se(inio durante las reuniones
más o menos íntimas.
Es indudable que .sólo a personas princi-
l)ales se servia la infusión en esos mates
tan valiosos. Era un ho:nenaje v una satis-
facción (le vanidad que se i)ermitían las
familias patriarcales.
de
V.n el mate se hacian combinaciones e.x-
traordinarias de gustos. Xo era sólo la verba
la que cedía .sabor a la infusión. Con la
yerba se mezclaban otros elementos (|ue
daban sabrosísicno gusto al mate, transfor-
mándolo en luia bebida agradable y delicada.
Cuando el cosniopolitisnio comenzó a ba-
rrer con las tradicionales costumbres, el
mate fué condenado por la moda y deste-
rrado primero de las casas principales, fué
batiéndose en retirada hasta quedar atrin-
cherado en las casas modestas, en las casas
del ¡jueblo, que .salvó de un absoluto des-
tierro esta costu!nbre tan nuestra.
De esta costumbre patriarcal han (|Uedado
vestigios dignos de ser admirados.
Una distinguidísima ci)leccionista. la se-
ñora .\nialia Muñoz de Bonilla, jiosee una
admirable colección de mates, de las épocas
del virreinato y de la independencia. Los
hay que son verdaderas obras de arte v
todos ofrecen motivo de elogio.
Son de plata, trabajos delicadísimos de
cincel, verdaderas filigranas. Los hay que
unen a su mérito artístico, su quizá mejor
mérito histórico, pues los usaron los hom-
bres de m;iyor significación de a(|uellas épo-
cas, los que actuaron en los días gloriosos
de nuestra organización nacional.
La rif|Ueza de estos ejemplares dice bien
a las claras de qué casas proceden v cómo
cifraban las familias de antaño en esos ad-
minículos buena parte de su orgullo.
Contem])lando estos her-
mosos mates comprende uno
los cuidados, las atenciones, * ;j^^ «
la an:able hos])italídad de
nuestros abuelos : ¡¡ues eran
los artísticos adminículos una
c.xteriorización obligada de
tanta fineza, de la fineza pa-
triarcal, sencilla, sin co!n]il¡-
.■aciones, pero efectiva.
El trabajo de cincelado que esas verd.i-
deras joyas ostentan, es una maravilla. l",n
los diversos ejemplares se encuentran de-
talles de alto mérito en el arte de la plate-
ría. Los gustos más exquisitos y más ex-
traños dan hermo.sa variedad a esta colec-
ción, una de las más notables que existen
en el Rio de la Plata.
X'iendo estos mates nos e.xpl¡:amos la
La magnifica colección de mates
la señora Amalia Muñoz de Bonilla
trascendencia (|ue ])ara nuestros ascendien-
tes tenía la ceremonia fairíliar de servir un
mate a un visitante de categoría.
.\ü hay más (|ue ver los ejemplares ((Ue
el buen gusto, la exquisitez de la señora
Muñoz (le Bonilla ha coleccionado, para
darse acabada cuenta de que .sólo en manos
distinguidas i)udieron lu.'ir. durante los días
tan característicos del virreinato y de la
Independencia.
.\nte esa colección se evo:an aquellas
épocas tan llenas de encantos, tan amables,
tan de " mía linea " y se imagina lo cu-
riosos que debieran resultar a(iuellos salo-
nes, si pudieran ser vistos hoy por nosotros.
|ior nuestras pupilas acostumbradas a todos
los refinamientos y a todos los boatos.
Hidalgos o patricios formando tertulia
en las severas salas. Familiaridad delicadí-
sima, gentileza, y como un lazo de mayor
unión el hermoso mate circulan<lo entre los
concurrentes.
llov resultarla tan rara esta costumbre;
rara \' ¡jeligrosa. máxime cuando contra ella
tanto predican v anatematizan los higie-
nistas.
Es aquéllo algo (|Ue pasó 'para siempre. . .
La colección de la señora Muñoz de Bo-
nilla es por todos conce])tos admirable. Por
la variedad de los ejemplares, por la riqueza
de todos ellos, por la inqjortancia histórica
de algunos y por la originalidad de la
misma : originalidad v r¡(|ueza (|Ue habla
muy alto de la cultura de su distinguida
poseedora.
Los ejemplares mas hermosos y más artísticos de la colección
'*i^;' -"
CON verdadera, con íntima, con grande sa-
tisfacción vamos a llevar al pajíel las in-
tensas \- agradaltilisimas emociones ex-
perimentadas en la hermosisima fiesta (|ue la
distingnida señora doña Sofía Platero de Idiarte
Horda ofreció a sus relaciones. \' esa intima \
grande satisfacción reside no sólo en el placer
\ el Honor que entraña el liaber asistido a tan
suntuoso recibo, sino en la constatación de fiue
en nuestro gran mundo perdura y perdurará el
noble afán de cultivar el tnás alto espíritu de so-
ciabilidad, no dejando, asimismo, (¡ue los presíi-
KÍos sociales montevideanos se debiliten al no
mantenerlos con manife>taciones tan caracteri-
zadas y tan magnificas como lo fué la fiesta (|n.'
nos ocujja.
Recepciones de esta índole, no solamente ha-
blan elocuentemente de la distinción y cn'tura
de nuestra sociedad, sino que a los ecos de su
éxito y a los fulgores de su aureola, crece y se
impone siempre más la fama de nuestros salones.
y la demostración de alta cultura de que nos pn-
dcmos preciar ante los otros países del comi-
nenie y aun de Europa.
Por eso decíamos antes, que a! recordar ío~
detalles más salientes de la fiesta ofrecida por la
scñt)ra Platero de Idiarte Borda, experimentába-
mos grande e íntima satisfacción, \'a en este sen-
timiento un fondo de bien entendido amor a lo
que es miestro. a lo que nos honra, a lo que nos
enaltece.
\' por todo ello, declaramos que la pluma se
desliza rái>idamente sobre las carillas y a la mente
acuden las gratísimas visiones y halagos que nos
deleitaron durante la solierhia recepción que tuvo
coiTio sede la simtuosa residencia de la calle
Colón.
K] fino sentido artístico de la dueña de casa, sti
i'ustración ejemplar, su principesco vivir en i)i-
náculo de prestigios y de reverenciaciones, han
acumulado en maiisión tan selectísima riquezas
de arte y de belleza, que no tienen nada que
envidiar a los palacios más severamente alhaja-
dos de las casas señoriales del Viejo Mundo.
Cuando l'egamos a sitio de tal belleza, brilla-
ban las salas en totalidad de luz y tle encanto de
fiesta.
Penetramos. \- desde ese instante nuestra vo-
luntad, ntiestro ])ensamiento, todo nuestro sen-
sorio quedó catuivado en la magnificencia, en el
esplendor, en la suntitosidad que nos rodeaba.
I.as maravillas que las épocas idas nos han le-
gado y que el espíritu selectivo de una ainateur
tan exquisita como es la sei'iora Platero de Idiar-
te Borda ha acumulado en sus salones, recla-
maba nuestra atención con imperio a cada ins-
tante renovado. lín las vitrinas, en los pedesta-
les, en los chiffoniers lucían los objetos de gran
valor que dan intenso relieve de suntuosidad a
una sala.
Colgaduras riciuisimas dando majestad a las
puertas : cuadros valorados por firmas célebres
cubriendo las paredes: encajes de Inglaterra y
de Brujas exornando las vitrinas y sobre los
sutiles dibujos de estos tejidos que parecen la-
borados por manos de hadas, la esplendidez de
los <lelicadísiinos camafeos, caprichosos, mos-
trando el admirable cincelado ; iriiniaturas ma-
ravillosas, donde el dibi^'o y el colorido rivali-
zan en perfección; abanicos deliciosos: piezas
magníficas de Savres, del Sevres de otras épocas
que extraía de sus hornos porcelanas que eran
ez Platero
Idiarte Borda
casi iinpalpables de tan finas ; adornos de oro, de
plata, de bronce, y todo ello colocado con so-
berano gusto, con exacta composición de lugar y
de armonización, formando como una soberana
armonía de tonalidades, de brillos, de forma.
Deteniéndonos en los detalles, acude a nuestra
memoria una estupenda mesa de época, toda cons-
truida en bronce repujado, y sobre la cual se
erguían dos magníficos candelabros también de
bronce, esmaltados en negro y rematados por dos
fanales de cristal, los cuales eran como una evo-
cación de aquellos días luiuinosos de la Inde-
pendencia. " íin pendant " " coii la riquísima mesa,
llama la atención un "chiffonier" en el cual
luce con la majestad de su tiempo y de su ri-
queza un centro y dos jarrones de ¿evres.
'\' la mirada continúa en conteinplación de
magnificencias: mármoles, bronces, telas, anti-
güedades y delicadísimas manifestaciones del arte
moderno.
El piano ocupa sitio princii)al del salón y sobre
él. cubriéndolo, un estupendo manto de encaje
de Inglaterra desliza sus armoniosos pliegues re-
cogidos por suntuosos calabrotes de oro...
Junto al piano, una .silueta femeni:ia destaca su
línea elegante : es la señorita Luisa Valdez. \'a a
cantar. Los concurrentes, diseminados por toda la
casa han acudido al anuncio de que la distingui-
dísiina dilettante va a hacer oír su voz y como
si todos obedecieran a un conjuro se reúnen en
el gran salón y se hace un silencio, un silencio
de es|>era en ansia de algo su|)er¡or. V surge de
ese silencio la voz admirable de la seiiorita \ al-
clez como una clarinada de triunfo, como una
imposición heroica, dando toila su esplendidez a
las notas de un canto guerrero de Wagner.
Una ovación, una gran ovación, saluda a la
notable cantante, orgul.o de nuestros salones, y
los ai)lausos perduran tanto, los homenajes ad-
quieren tal expresión admirativa, que la admi-
rable voz de soprano se oye de nuevo, deleitán-
donos entonces con las delicadezas de una ro-
inanza de Duparc. Otra ovación despertó todos
los ecos de la casa y el triunfo de la señorita
Valdez fué una vez más definitivo, absoluto,
arrollador.
Calló el piano >■ los asistentes tuvieron en-
tonces un nuevo deleite : la señorita Margarita
Idiarte Borda recitó "L'eternelle chanson " de
Mme. Rostand. y a los aplausos con que se pre-
mió a la distinguida señorita, se unieron los
aplausos que sa.ufiaron a la señora \"ioleta Su-
pervielle de Lasala y los que obtuvo tan ruidosos
como los anteriores la señorita Julia Villegas
Shaw.
Hl selecto momento de arinoiiía y lirismo ter-
minó, aún cuando la concurrencia toda hubiera
deseado que se prolongara, y poco después se
y.
pasó al amplio comedor de honor. Allí, como en
las salas, el buen gusto, la justa orientación ar-
tística, han distribuido muebles, cuadros, már-
moles y bronces. Una estatua de Moisés, de ta-
maño natural, llama })odero>amenic la atencitin
de todos y tal obra de arte presta al severo re-
cinto una nota de verdadera realeza.
Sobre la gran mesa se tendia, deta.lando la sun-
tuosidad del recinto, un mantel donde se mez-
claba el encaje filet con el encaje de \'enecia.
F.n floreros y ceñiros desbordaban las florea, una
policroma variedad de corolas que perfumaban
deliciosamente el ambiente. Amortitruadas. lle-
gaban hasta el comedor las melodias de una
orquesta ubicada en la planta baja del edificio
V en esa planta baja se rindió cuto a la danza.
Las encantadoras parejas se entregaron a las deli-
cias del baile y al pasar en giros raudos, fueron
como un triunfo de juventud y de elegancia.
Nuestra impejiitenle ansia de descubrir mara-
villas de mueblaje y decorado, pudo extasiarse
en la contemplación <U' un salón rojo, donde se
admiraron magnificos muebles de caoba v ja-
caranda, algunos con valiosísimas incrustaciones
de bronce.
V siempre impulsados por nuestra manía, la
curiosa mirada penetró hasta un .--oberbio salón -
escritorio, cuyas jiaredes están cubiertas de gran-
des j>ant)])'.ias íle armas antigua>. de mil formas.
de distintas épocas, aceros valiosos y de leyenda.
l{n marco tan admirable, tan majestuoso, en
medio de tantas riquezas, la concurrencia realzó
su brillo. ^ nunca las damas concurrentes fueron
mejor admiradas, nunca mejor puestas ante la
exultación de nuestra más refinada galantería.
ijue en esos salones colmados de riquezas.
Las recuerda nuestra mente en deliciosa evo-
cación y volvemos a ver a la distmguida dueña de
casa, doña Sofía Platero de idiarte Borda, avan-
zando en triunfo de realeza, ataviada con un ele-
gantísimo traje negro y realzado su porte se-
ñorial con joya-- tiesiumbranies. de las que se
destaca un hilo de perlas maravilloso.
La señora María Angélica Platero de Wiison
acompaña a su distingiuda hermana en las Imas
atenciones para todos los invitados, y luce una
riquísima toilette blanca y negra, magnificada
por adornos de encajes y joyas rutilantes.
V en delicioso grupo, con brii.o de constela-
ción, surgen en nuestra memoria las siluetas de
las señoras \alentina Butier de Fyn. Juüa X'ílle-
gas de Shaw, Cami.a Mané de Hughes, Josefina
Gómez de Pastori. Carmen Lámala de Peixoto y
Clotilde Lussich de Hughes.
Rodeando a la gentilísima señorita Margarita
Idiarte Borda Platero, y formando un grupo deh-
cioso donde la belleza y la gracia se disputan so-
beranía, vimos a las señoritas : Adelaifla Cran*
well. Ernestina Muñoz Oribe. \'alentina Fyn.
Lsther Alvarez Mouliá. María Luisa Díaz Four-
nier, Ju-ia Shaw Villegas. Silvia Viciorica, Mar-
garita Bcnzano. Corina Morales Berro y CU>-
tilde Santayana. V en este punto de nuestra
crónica, entornamos los párpados, reconcentra-
mos el pensamiento, y " ' vientlo " ' de nuevo todo
lo visto en la suntuosísima recepción, otra vez
se sumerge nuestro esjjíritu en la delicia de los
momentos gustados, que fueron muchos y rany
intensos.
4
;aVí
HOMF.XAJK a la sran
nación británi -a, que
cumple sus destinos y
nfirnia su ¡joderío. es esta
página, que tledicamos al Mo-
narca inglés. S. M. Jorge V,
Rey de Inglaterra y Empera-
dor de las Indias.
Para celebrar el natalicio
de este soberano ninguna nota
más interesante que esta que
engalana la página. Kn esa
fotografía aparece la familia
real e imperial en los repre-
sentantes de cuatro genera-
ciones : la Reina \'ictoria.
lirimera soberana inglesa que
ciñó la corona ini])erial de las
Indias; el Rey Eduardo VII,
el actual monarca y el prin-
cipe de Gales. Cuatro genera-
ciones, en sus personalidades
más representativas v para
quienes el pueblo inglés guar-
da tanto cariño, tanto respeto.
V rinde tanta pleitesía.
.'\1 Rey Jorge V le ha to-
cado goljernar al gran reino
V al gran imperio en una épo-
ca terrible, como no la pasara
nunca ni Inglaterra, ni Eu-
ro|)a.
Su ciencia política se ha
manifestado plenamente, y
con ella pudo realizar el alto
ideal de unificar pareceres,
de reunir actividades y de
acallar casi por co:npleto las
divergencias que en el reino,
como en toda nación moder-
na, agitan pasiones y dividen a los hombres.
En este sentido no cabe más que admira-
ción para este monarca, el cual, por otra
parte, ha procurado en todo momento man-
tener incólumes las buenas relaciones que
unen al gobierno inglés con nuestro pais.
V en este sentido el soberano no hace más
t[ue coadyuvar a los deseos de la laboriosa
y honestísima colonia inglesa en el Uruguay.
Todos los coni])onentes de esta colonia son
hombres que nos han traído su energía de
acción, sus iniciativas altamente ])rogresis-
tas, su espíritu de empresa, fecundo en re-
sultados beneficiosos para nuestro país.
De modo que ])or un elemental deber no
ya de cortesía, sino de aspiraciones comu-
nes, puesto que ellos contribuyen al engran-
decimiento de nuestra |)atría, nosotros coino
ellos sentimos regocijo al celebrar el nata-
licio del Soberano de Inglaterra.
Desde los tiempos lejanos del coloniaje,
cuando estas tierras estaban en el momento
álgido de las floraciones nacionales, la san-
gre inglesa se mezcló a la sangre nativa y
siem|)re dando resultados indiscutibles <le
nobleza, de honestidad y de rectitud.
No im]5orta que en ciertos instantes de
turbulencia y de error, patriotas e ingleses
se hayan encontrado frente a frente, -Aque-
llo no fué más ([ue ima ráfaga, una nube
tempestuosa en un cielo sereno.
Después las actividades de los hijos de
-Mbión han hecho (¡ne en nuestro ])ais se
llevaran a rabo grandes v beneficiosas em-
])resas.
En el mes del natalicio de S. M. Jorge V
formulamos los más fervientes votos para
que la ])a2 reine pronto en Europa y ]jara
que el pueblo inglés pueda desarrollar sus
enormes actividades, en beneficio del pro-
greso y del bienestar de la humanidad.
El Patronato
Hli.MOS prometido ocu-
parnos, con la dedica-
ción (|ue merecen, de las
instituciones benéficas que, di-
risjidas inteligentemente ])ür se-
ñoras, dan a nuestro país, pres-
tigios envidiables y alta consi-
deración en el extranjero.
Consecuentes con e.sa jiromesa
damos cabida en estas páginas
a una nota referente al Patro-
nato (le Da:iias que tiene su])er-
intendencia en la Cárcel de Mu-
jeres.
Llevados de jniestro decidido
afán en ofrecer a nuestros dis-
tinguidos lectores una informa-
ción interesante, realizamos una
visita al mencionado estableci-
miento ]ienal.
^' como consecuencia de esa
visita no tenemos más que elo-
gios para su organización, para
sus métodos de trabajo. ])ara su
excelente sistema de redención
aplicado a los espíritus contur-
bados de las reclusas. jíobres al-
mas en las (pie el delito ha pues-
to una sombra.
La Cárcel de Mujeres se halla
ubicada en la calle Fe. mirando
su frente hacia la amplia exten-
sión del barrio denominado "La
Comercial".
El Patronato de Damas des- ^"~'
arrolla en el austero edificio su
acción benefactora. misión no-
ble y desinteresada, que habla elocuente-
mente de la nobleza de sentimientos de la
mujer lu-ugnaya. tan dada a las obras bue-
nas, tan plena de amor para los humildes,
para los desdichados, para los cjue necesitan
pan y necesitan de la piedad que todo lo
perdona, que lodo lo suaviza, que todo lo
redime.
Las damas que comiJonen este Patronato
sólo tienen la recompensa (|ue da el ejer-
cicio de la abnegación al ser-
vicio de una obra de amor,
obra que ."^e practica ;on todo
desprendimiento, obra de re-
dención para las desdichadas
reclusas que caicuentran en
estas damas junto a una pa-
labra que invoca al deber y
al arrepentimiento, una so.i-
risa que les demuestra todo
lo que puede y todo lo que
vale ser bueno, no dejarse
llevar por arrebatos y malas
])asiones. amar a nuestro pró-
jimo y no guardar maléficos
rencores.
En la Cárcel de Mujeres
se alojan sesenta encausadas,
todas las cuales a las exhor-
taciones, a la dulzura con-
vincente de las hermanas que
tienen a su cargo la vigilan-
cia y orden interno de la casa
de corrección, realizan tra-
bajos útiles, aiJrenden oficios,
emplean sus energías en la-
de Damas
Señora Doña Elvira Abella de Hordeñana
Presidenta del Patronato de Damas
bores diversos. Mientras recorremos la
Cárcel las vimos bordando a unas, cosiendo
a otras, planchando a aquéllas y lavando a
las de más allá.
En nuestra visita \iot el establecimiento
tuvimos el honor y la satisfacción de ser
acompañados por la .superiora de la Cár-
cel, Sor María Filomena de Jesi'is, espíritu
su|)erior, inteligencia cultivadisima. bondad
infinita, exacta orientación cristiana en el
Sor María Filomena de Jesús
Directora de la Cárcel de Mujeres
d('semi)eño de su nobilisinia mi-
sión. S.ibe Sor -María I-üoinciw
(le Ies^í^ la inmensa resi)on,sai)i-
lidad que lleva sobre si al re-
gentar, vigilar V dar exacto
cum])li:!iieiUo a la tarea (lUc le
está eiicc^mendada.
La distinguida beniiana e>
oriunda de la ciudad de CónliAa
V descendiente de una de las fa-
milias más i)rin';i])ales. (iracia-
a ella conocimos el régimen in-
terior de l;i Cárcel, la forma en
(|ue son tratadas las reclusíis.
cuál es el sistema de correcci«>n
(|Ue allí se em])lea y los Tiilii-
bueiios i|ue ese sistema rciKirta.
( )bra i)aciente v hcr;nosa de le-
generación. de cura c>i)iritual.
de repara 'ion ])ara las desdicha-
das (pie allí envía le ley. inexo-
rable \' severa.
De las reclusas no inidinios
obtener fotografías iMjniiie ello
está prohibido i^or el Consejo
Penitenciario. ¡íero en cambio a
la amabilidad de Sor Maria Fi-
lomena de lesi'is del>en'os el ha-
ber conocido en todas sus de-
liendencias esta casa triste a la
(|ue conduce el delito y en donde
la piedad lleva rectamente al
arrepentimiento.
F,l sistema todo bondad, de se-
' rena energía que allí se practi-
c;i. realiza milagros. Los esjñ-
ritus conturbados encuentran
un lenitivo en la dulzura de las hermanas.
en su ])ersuasión. en su ejem])lo de bondad
V de sumisión.
En nuestra visita las vimos, como deci-
mos antes, ocujiadas en diversos lalH)re-.
Todo nos dejó asombrados ])or el orden y
la liiniíieza (pie se observa dociuier. Hn los
lavaderos, en las cocinas, en los am])lios
dormitorios, en los comedores, en todos la-
dos encontramos reclu.sas. cuyos ojos llenos
de melancolía nos contenpla-
ban con curiosidad. En una
de las galerías internas tuvi-
mos ocasión de admirar un
magnifico Corazón de Je-ii>
(|ue ha sido regalado al c>-
tablecimiento por la señora
Margarita Uriarte de He-
rrera.
.Al frente de la Comisión
de Damas, que constituyen el
Patronato de la Cárcel, se ha-
lla la distinguidísima señora
doña Elvira Al>clla de Hor-
deñana. \"incula(la esta dama.
a esa obra desde que ella fue-
ra fundada, ejerce hace ya
algunos años la ])resídencia
lie esa autoridad fiscaüzadora
en la organización interna de
la Cárcel.
Muchos desvelos y gran-
des preocupaciones cuesta a
las (lamas de esta dignísima
Comisión el cargo (|ue en ella
desempeñan Pero a la vo-
luntad, a la bonJadosa influencia, a la inte-
ligente y oportuna intervención de la dama
que o;una el i)Uesto más representativo y
(le más responsabilidad en esa Comisión, se
debe el perfecto funcionamiento de esa
Casa Correccional. Y por ello y porque su
bondad es infinita y su (le<licación a todo
lo que sea una obra de misericordia llega
a los limites del sacrificio, el nombre de
doña Elvira Abella de Hordeñana está
desde ya escrito en el honrosísimo libro de
las que cumplen el pre:e])to evangélico de
socorrer al desvalido.
Aconi])añan a tan noble dama en la Co-
misión del Patronato las distinguidas seño-
ras : Amalia Castellanos de
CarvíTlho. Elvira Horne de
Romero. Isabel Harrozo de
Saavedra. Antonia (larzón,
Margarita Uriarte de Herre-
ra. Carmen Martínez de \\ i-
llinian, Isabel Reyes de Ro-
dríguez. Ana Vázquez Sa-
gastume de Fiera. Fanny
Jaureguiberry de Castro,
C.regoria Alvarez de Díaz,
Isolina Eastman de Vidal He-
lo. Bernardina Illa de Sarda,
más bello y más completo de los resultados.
Año tras año. cuando la Alta Corte de
Justi'.'ia realiza la visita reglamentaria a
los establecimientos penales, se pueden cons-
tatar los i)rogresos que dia a día se realizan
en la Cárcel de Mujeres, los buenos efec-
tos (jue se obtienen al encaminar a las re-
clusas en ima via de arrepentimiento y de
bondad.
Xo es sólo a base de perseverante con-
vencimiento y de suave disciplina que las
buenas religiosas realizan su obra. También
hay un factor importantisinio complemen-
tando la labor (|Ue se obtiene con la prédica,
y ese factor es el trabajo.
Xuestro país se distingue indudablemente
en el continente v acaso fuera del conti-
nente por su avanzado y excelente sistema
de reclusión penal y también por los edi-
ficios que se destinan a ese fin. Aun cuando
en el ultimo ])unto la Cárcel de Mujeres no
puede ser mencionada, en cambio en lo que
al sistema y organización se refiere, debe
ser colocado este establecimiento en primera
linea.
Con verdadera satisfacción asi lo hace-
mos constar, dando en la realización de
obra tan buena gran parte al Patronato de
Damas.
Decimos (|ue como edificio este estableci-
miento penal no tiene nada
de moderno.
.Aprovechado un local (|ue
ni remotamente fué construí-
do ])ara ese objeto, se intro-
dujeron en él reformas (jUe
lo habilitaron en todo lo po-
sible para dar alojamiento a
las detenidas.
lisas reformas han dado
ini poco de comodidad para
todas las dei>enden:ias de la
Cárcel, pero sin embargo no
Los amplios comedores de las reclusas
Solana Reyes de González y
.\ngela Cuestas de Grunwald.
La obra (|tie realizan las
Damas del Patronato en co-
laboración inteligentísima con
las Hermanas (|ue tienen a
su cargo el orden y el siste-
ma correccional que en el in-
terior de la Cárcel se pone
en vigencia, (iroduce resulta-
dos verdaderamente asom-
bro.sos.
Es imludable (|ue el alma
femenina es siempre más ma-
leable, más accesible a los dic-
tados de la bondad y a las
imposiciones del arrepentimiento. Una mu-
jer que ha cometido un delito está más
cerca de la regeneración (|ue im hombre.
Para ello influyen, el fondo de ternura que
siem])re existe aún en los espíritus feme-
ninos más cerrados al sentimiento, y tam-
bién el factor im])ortantc, esa condición de
hmiiildad (|ue tanto embellece a la mujer
y ((Ue obra en primera linea cuando, como
en el caso de las recluidas en la Cárcel de
Mujeres, necesitan ser accesibles a la ac-
ción de un régimen que es más regenera-
tivo que penal.
En este terreno, fecumlo a las imposi-
ciones del deber, del consejo v de la refle-
xión, la acción de las Hermanas obtiene el
V^^
I
■
m
M
mm
1
Los dormitorios
Hemos di'-"ho antes que en nuestra visita
a la Cárcel observamos (|ue todas las pe-
nadas se dedicaban a una tarea. En esa con-
tracción obligada al trabajo, las rebeldías se
acallan, la calma vuelve a las almas presas
de encontradas pasiones; en la satisfacción
de la labor realizada hay una intima alegría
y ima noble emulación (|ue des])ierta ansias
de mejoramiento, y así. lentamente, con
lentitud pero con seguridad, como gota de
agua (jue va horadando la piedra, así la
regeneración germina en las delincuentes y
al cabo del tiempo, la prisión devuelve al
nnmdü una nnijer útil, buena, con todos
los nobles sentimientos en vibración con-
tinua; ser útil a la sociedad y a si misma.
es eso ni con mucho lo (|Ue
se necesita.
'reniendo un establecimien-
to construido de exprofeso,
los talleres (|ue fimcionan en
su interior tendrían amplitud,
y se podrían llevar a cabo en
ellos tareas complementarias,
(¡restando no sólo beneficio a
la casa sino que también de
aplicación a los estableci-
mientos de caridad.
En los talleres de lavado y
lilanchado se podrían enton-
ces instalar máquinas perfec-
cionadas, que simplificarían
el trabajo, lo harían más intenso y sería
n iicho más educativo para las reclusas.
El Consejo Penitenciario realizaría obra
buena bus;ando el medio de ¡.oder construir
mía Cárcel de Mujeres dotada de todas las
comodidades y exigencias (lue se establecen
en el moderno concepto de la penalidad.
De esta suerte la obra del Patronato
l)odría ser más extensa, y en ella se aplica-
rían ampliamente las nobles iniciativas y
las desinteresadas actividades de las dis-
tinguidas señoras (|ue componen esa cor-
poración.
Pero si lo de mañana ]X)dria ser meriti-
tisimo. lo de hoy es digno de los mayores
elogios.
Algunas condecoracio-
nes del ilustre marino^
entre las que figura la de
su campaña en nuestro
país.
Basroír^ de Amas^raas
SKLKCTA tiene en su programa de
acción. ])erfectamentc definido
y que cumplirá sin vacilaciones
ni desmayos, un capítulo destinado a
rendir culto a los Héroes de América.
Intensificar el culto de los grandes
luchadores americanos, demostrar a las
generaciones de hoy todo lo que aque-
llos hombres valían y todo lo que signi-
ficaron para la época en que les tocó
actuar y aún para ejemplo de las épo-
cas presentes, es obra de bien enten-
dido americanismo, la cual no hemos
de trepidar nunca en llevar a cabo y
en la medida de nuestras fuerzas.
Glorificar a los héroes es honrarnos
y honrar a! continente que los cuenta
entre sus hijos. Xada, pues, más encua-
drado en una norma de propaganda
patriótica y nada que pueda despertar
más hondamente las simpatías de los
{[ue tienen para el pasado y sus hom-
bres el respeto que merecen.
Xo sólo debemos gloriar a nuestros
luchadores. También cabe nuestro res-
peto, nuestra admiración y nuestro re-
cuerdo para los héroes de las demás na-
ciones de América. Kn ello va una re-
tribución de homenajes a que nos lleva
nuestro igual origen, nuestras aspira-
ciones y nuestras comunes ideas.
Per eso en esta página dedicamos
un recuerdo al Almirante Barrozo. Tía-
rón de Amazonas, héroe brasileño, ilus-
tre marino. vaHente guerrero, grande
entre los grandes de América.
Xo vamos a recordar todas las pá-
ginas brillantes que forman la vida del
gran marino y del abnegado patriota.
Recordaremos tan sólo y como para
poner en estas líneas un broche de oro.
que el Almirante Barrozo es el ven-
cedor en el combate naval del Ria-
chuelo, realizado el 1 1 de Junio de
18Ó5. Bastaría este so'o hecho de armas
l)ara dar gloria al nombre de un militar.
Por esa victoria rutilante, por esa
demostración estupenda de arrojo y de
bravura, por esa comprobación de una
I)ericia táctica extraordinaria, el go-
bierno im])crial del Brasil confirió al
marino ilustre, el título de Barón de
Amazonas.
Fué el .almirante un gran amigo de
nuestro país. Cuando las incidencias de
las luchas poliiicas lo trajeron a Mon-
tevideo, aquí permaneció hasta que lo
sorprendió la muerte.
\ en tierra uruguaya descansó el
liéroe durante algunos años, hasta que
el recto sentido patriótico de sus con-
ciudadanos decretó la rei»atriación de
sus restos.
lüi aquella oportunidad glorificaron
al Aimiran.te. uruguayos y brasileños.
V.n la página que ofrecemos figuran
la> condecoraciones que ostentara el
gran marino. También se reproduce la
espada de honor que le regalara la co-
lonia brasileña dei Uruguay.
Todas estas g'oriosas condecoracio-
nes se hallan en poder de la hija del
ilustre guerrero, que es la señora Isabel
Barrozo de Saavedra. dama cuyas vir-
tudes son un ejemplo, y cuya distinción
y cultura !e otorgan un sitio principalí-
simo en nuestra sociedad.
Otras condccoracíotics
del héroe brasileño, la fna-
yoría de ellas obtenidas
en las acciones del Pa-
raguay.
Espada del Almirante
regalada por la Colonia Brasileña de Montevideo
JÍ^-.
S\
frL LMÍN
Eii rl primer rundro : Srñoriínf^: íTlnrqnrirn H
Señorees: lulio Rrícnqn y '^'^í"^^'' P
En el sequnóü runóro: Señoritas: n;arín Inc
Señorerj : HTliquel Hebei y lunn
fiu;- .¡'.;i* i,;):íi'i-¡;-.[)H ^.irü .\uv ítí-g í-^-I.- '.-.n ;l;"¡j::rl.- ■•;]1:) k (iltiUiuí::
¡i ¡M- : . i- :■ ■ ■ ( V ui í ! ;! I ■ • I ¡ ru] l; i cí o '' y í" i ; 1 1 ci B .
i\' ii'.ii' r:i I;)-. luiriiOo'i ;í',ií'íÍ,mi i-il.T'JiTiir [Vttii.!'- y ^ «liikiIliTii-^, t"i;í-i.i
.■■■I,! i;;k' !;• ¡íTi,'--!.! ;¡n :■ i.t.--, f> l;-.;í;r;;j:Tnr-¡:;.
II!-- ; f.'U!', - v)ij¡nlc]-i en (innt!.- -a; (!i;¿-m:-
í.i;-- [Íi:h nnins 1i;Icu;rtii ic ci-- .1. '' i'íirní^- ;•■
'iii'i --i:!!' olMt'nidníi fi in ctinili 1 l-¡ki".c!.i c-:
Y ''..■■•■.:•■- :íi- ntí'jiTTir l:-í ;ii;'^-ti:; p:;* i:l!: :ui*
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'ñoritnñ: marcjnritn Hcbcr Urinrtc y Bimba Bclicrcnñ
ulio Rrtrngn y 1o5t'' Peúro Segundo
Señoritas: n-arin Inrs de Rrtcnqn y Elisa Tnranro
miqurl Hrbri y Tunn lasó úe Rrtenga
. LEPORTE
l',ji:itn-> iTi tiíiri;!.' --i;
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Carlos F* Sáez en su estudio de Roma
HAX pa^a(io ya muchos años desde que
aquel cerebro privilegiado cesara de per-
cibir las sensaciones infinitas de la natu-
raleza, para trasladarlas luego con una brillantez
admirable de coloritlo a las telas que despertaron
siempre la admiración y el aplauso.
Pero ni el tiempo, ni el surgimiento de muchos
pintores uruguayos de verdadero mérito, ni la
imjKJsición de nomlires ante la consideración pú-
blica por méritos verdaderos y condiciones sobre-
salientes, han amortiguado el recuerdo que para
Carlos F. Sáez guardan todos los que tenemo?
para las manifestaciones de la belleza en el arte
im verdadero cidto.
Kn plena floración de obra robusta, origina-
lisima. vivirla. Sáez murió. Capricho desesiic-
rantc del destino que tren challa una vida ju-
venil y arrebataba al arte a uno de sus hijos
privilegiados.
Pero aún cuando eí tránsito de Sáez fué fugaz
(pasó como una estreKa errante que rasga con sus
haces luminosos ia negrura del infinito) , lian
quedado magnificas exteriorizaciones de su ta-
lento, de su clara visión del arte, de la brillantez
meridional de su i)aleta y de la firme:ía asom-
brosa de su técnica.
Cuando se conocieron en Montevideo las pri-
meras obras de Sáez. el distinguido critico de
arte, señor Etluardo Ferreira. escribió ini juicio
muy conceptuoso del que no resistimos a trans-
cribir algunos párrafos, dado que es hoy nuestro
propósito rendir un homenaje al ta'entoso artista
muerto.
"La columna en que se apoya todo el porvenir
de este pintor de raza se compone de tíos mate-
riales que son al hombre lo que la cal y la pie<lra
al edificio: talento original y estudio serio. Hay
quien cree — y no va descaminado — (|ue es
uno de los temperamentos más artísticos que ac-
tualmente existen en el país, y de los que pueden,
si persiste en su amor al trabajo, llegar tan
pronto como lo quiera a la perfección. Su curso
de aprendizaje no está, sin embargo, terminado.
Hay mucha vida por delante y muchas cosas
que sólo se aprenden con la experiencia. Por na-
tural inclinación del espíritu, Sáez es dado a lu-
char con las mayores dificultades, como olírero
que vencido un obstáculo, se empeña en buscar
otro para vigorizar sus músculos y hacerse resis-
tente a todo esfuerzo. Uno de los rasgos más pro-
nunciados de su carácter es el afán que le mueve
a perseguir siempre, para asunto de sus telas.
aquello (|ue no siendo belleza en un sentido ge-
neral, lo es. en cambio, para los que saben extraer
de su fondo el alma que los transforma al inun-
darlos en sus claridades. ¿Recordáis aquella ca-
beza de mujer flaca, huesosa, exangüe, con una
nube densa de melancolía en la mirada, y un ma-
nojo de flores enredado en la reluciente cabe-
llera?... Ese es el sujeto general de las mujeres
que ha estudiado. Pudo, como muchos, caer
desde el principio en la tentación de los primores
de un semblante hermoso, aterciopelado, que en-
tra decididamente por los ojos de los espectado-
res: pero ha preferido hasta ahora el contraste
de la belleza surgiendo de luia fuente de ai)a-
riencia mezquina, la dificultad de una impresión
agradable provocada con la misma imagen o
asunto que en el original nos llevaría al disgusto,
a la seguridad de un efecto inmediato conseguido
con niodelns <le buen ver. Kn el arte no hay
Xarcisos ni Quasimodos : todo es materia de
talento: pero supone mayor dificultad deleitar
con temas rebeldes a toda siiupatía espontánea.
(|ue con asuntos que seducen desde luego por la
iíelleza tiue traen en si mismo>. independiante.
LQiAm/TA/
A¿JtRT9X
muchas veces, de la belleza que sobre ellos es-
parce el artista... ¿Defectos?... Los tiene Sáez.
si, como todo principiante. Se resiste a concluir
la mayoría de sus trabajos, enamorado más de la
mancha vigorosa, del golpe de pincel espontáneo,
que de toda labor paciente y definitiva. El tiempo
corregirá esta debilidad, que no es contorsión or-
gánica, sino pasajero vicio adquirido, probable-
mente, en el roce con los colosos del arte. La di-
visa ¡Too late! con que Barbey d Wurevilly cerró
sn vida, no ha sido hecha para espíritus como
el de Sáez. que en cada aspecto nuevo de la na-
turaleza encuentran mi motivo de regocijo, y en
cada irradiación de alegría un estímu'.o constante
para avanzar confiadamente en la senda que
conduce a mi por\ellir brillante!..."*
oc;l^[^v i f\ •
cu tiempos de Lui.s XV. Lleva la letra A. vale decir
cjue es de las primeras porcelanas hechas en esos
reputados estab.ecimientos, entre los años 1753 a
1755-
Fué adquirido en Francia por el señor Julio C.
Pereira el año 1848 v hoy lo posee el caballero don
Alejo Rosell y Rius.
El reloj es una pieza de bronce cincelado, de alto
mérito artistico. antiguo, del más puro estilo gótico,
y reproduce la entrada principal de la célebre basí-
lica de Santa Teresa de Jesús, en Alba de Tormes.
Los detalles de cincel, maravillosamente conser-
vados en el oro del bronce que ¡jarece flamante a
pesar de su antigüedad, y la armonía de líneas de la
pieza, dentro de aquel difícil estilo, lo hacen, una
muy preciada joya. Aquilata su mérito el haber
pertenecido a don Jaime Illa, el hidalgo español que
fundó en el Plata la difundida familia de su ape-
hdo. y a quien se <lebió, según nuestro historiador
De - Mana, el encender en el espíritu de las ciuda-
des coloniales, la reacción libertaria contra las in-
\asioncs ingle-as. y fué luego, como se sabe, el jefe
de la artillería realista que en contra de nuestro
gran Artigas, luchó en la heroica batalla de Las
Piedras.
Hoy. después de ciento cincuenta años a través de
la descendencia de aquel procer, el precioso reloj
obra entre las reliquias de familia, que guarda el
señor .Agustín Lia Castro, nieto de don Jaime Il'a.
El seKo es una magnifica pieza formada por un
to]>acio recubierto en un extremo por un aro de
oro, maravillosamente cincelado. Perteneció al Conde
de Lizan y fué regalado por éste a la señora doi"ia
Sixta Lenguas de Joanicó. Actualmente se halla en
¡loder de la distinguida señora d(.tña Celia Joanicó de
Folie.
— SELECTA —
TIERRA privilegiada, tierra
(le proaiisióii es la nuestra,
que tanto ha dado, (jue
tanto da y que tanto guarda en
SU seno esperando la iniciativa
(le la industria, el esfuerzo inte-
ligente del hombre laborioso que
sepa desentrañar sus riquezas,
inmensas, incalculables tesoros,
cuya n"iofnitud ni aun podemos
imaginar.
Riqueza efectiva. ri(|ueza (jue
se oculta en las entrañas de la
tierra, riqueza que codician mu-
chos y que ya habrían fru:ti-
ficado. ya estarían en ]3lena ex-
plotación si la ini nativa pública
Muestras de pórfidos y marmoles
de las canteras de los señores
Bonilla, Fabini y Cía.
y privada fuera más efectiva en
el pais.
I'.s a eso ])recisamente que
tienden los propósitos de hom-
bres de eni[)resa. que miran des-
de muy alto hacia el porvenir
y que a despecho de esa fatal
indiferencia (pie suele ahogar
entre nosotros tantas obras bue-
nas, marchan serenamente hacia
el triunfo, sin cuidarse de los
que. i)or falta de fe o de inteli-
gencia, (piedan rezagados en el
camino.
Xos referiiros a dos conq)a-
triotas distinguidísimos, a dos
hombres de labor <|ue con absoluta concien-
cia (le lo (|ue imjjorta en nuestro ambiente
tomar una iniciativa y llevarla tesonera-
mente a cabo, han revelado al país una
nueva y extraordinaria riqueza natural. Son
estos hombres meritisimos. los señores Án-
gel líonilla y Fabini y Cia., y la obra por
ellos iniciada, obra de proyecciones enor-
UK'S, la explotación de las canteras de pór-
fidos y mármoles (|ue existen en Maldonado.
Los pórfidos ((ue ])osee en sus canteras
el señor Bonilla .son de una belleza excep-
cional. con:o no los han hallado en los me-
jores yacimientos de líuropa.
Los hemos examinado en la ex])os!ción
(|uc se halla abierta al público en la calle
Rincón y Treinta y Tres y nos hemos encon-
trado con verdaderas maravillas.
De la bondad de estas piedras ha dado
elogiosisima opinión el ingeniero Moretti.
director de las obras <lel Palacio Legislativo.
Las famosas ruínas_^de Palestina donde se encuentran enormes columnatas de pórfido, mármol y granito.
Kste notable técnico se mostró asombrado
cuando le mostraron los productos obtenidos
en las canteras del señor Bonilla, v al califi-
carlos dijo que eran estupiendos.
Dada la opinión del ingeniero señor Mo-
retti. los revestimientos del monumental edi-
ficio serán hechos con esos pórtido?.
Todos son de una gran belleza de colo-
ración ; el veteado tiene tonalidades e.xípú-
sitas ; cuando el pulimentado le ha dado
todo US valor ornamental, apeare ;en como
verdaderas joyas.
En la ex])()sición (|ue antes citamos he-
mos admirado algunos trozos de ])órfidos.
de las canteras del señor Bonilla, ya ])uli-
nientados, y en verdad que nuestro asom-
bro no fué menor que nuestra satisfacción
al constatar que nuestro pais encierra tales
riquezas, tales magnificencias, ya extingui-
das casi en otras partes del mundo.
Nada más puesto en razón.
El granito de las canteras del señor Bo-
nilla (ubicadas en los mismos terrenos de
donde se extraen los jjórfidos), es también
de una belleza exce])cional. Los hay de va-
rias coloraciones y accesibles a los más
finos pulimentos.
Los n^árnioles de las canteras Burgueño.
jn-opiedad de los señores Fabini y Cia., ya
son famosos dentro y fuera del país, de
n'odo (|ue todo lo (pie digéramos sería una
repetición de las opiniones autorizadísiaias
(|uc ya se han vertido respecto de ellos.
Si:i.i:cT.\, consecuente con su programa,
se complace en señalar estas ricpiezas del
snelí] ])r¡vilegiado de nuestra jxitria )• elo-
giarlas con el calor y la justicia (pie ellas
merecen. ])oniendo de relieve la importancia
de las iniciativas llevadas a cabo por distin-
guidos compatriotas, que han sabido hallar
esas maravillas y utilizarlas en todo su gran
valor.
Joan A. Gómez Brown
César Cardoso Guaní
' ¿3iz.t-.i::,^> I ¿^ ■
Tiple Stefi Scillag dr la compañía que actúa
en el Urquiza
LA opereta es como una carcajada de mu-
jer bonita. Una brillazón de perlinos dien-
tes, tras un arrebol de aurora en dos la-
bios que se entreabren, y una delicia de oyuelos
en las mejillas frescas, magnificas.
Opereta necesitábamos en medio de la adusta
actualidad que atravesamos, y opereta tenemos
desde hace unos dias, jxira delicia de los que
buscan en el teatro : color, mujeres, música ama-
ble y luces en derroche polícromo.
La compañia Sconamig',io - Caramba ha de-
butado con éxito ruidoso en el teatro Urquiza.
Llegan en esta compañia figuras de gran re-
lieve en los escenarios de opereta.
Tal la soprano Stefi Scillag, graciosísima ar-
tista, cautivadora, hermosa, que es en la escena
un triunfo de sonrisas y de gentileza.
Julia Cesti es otra de las tiples que nos trae
este conjunto y sus prestigios los fundamenta
en su v(íz armoniosa, en su delicadísima escuela
de canto y en su elegancia para presentarse en
escena.
Herminia Gómez forma la trilogía de las pri-
meras figuras femeninas de la compailia y como
las \-a noml)radas tiene en su haber sonados
triunfos.
En los espectáculos ya realizados pudo el pii-
blico admirar la estupen<la presentación escénica
y la verdadera perfección de la organización ge-
neral, incluso todo: artistas, coros, orquesta y
decorado.
Debutará en estos dias en Sit'.ís la compañía
cómica española dirigida por el notable actor
Simó - Raso.
Forma parte de esa compañía la primera actriz
Julia Delgado - Caro, una de las más inteligentes
actrices de la escena dramática española.
De Simó - Raso opinan los hermanos Quintero:
' ' Simó - Raso es el actor de la verdad en sus
más varios y contrapuestos matices.
''Tal vez en el arte del comediante puede lo-
grarse con relativa facilidad la representación de
eciia y
un tipo dramático o cómico, de una fieca. En
cambio, son muy difíciles de expresar esos tan
humanos y complejos afectos, que participan del
do'or y la gracia, del llanto y de la risa. Simó -
Raso es maestro insuperable en este sentido.
' 'Hasta a la caricatura más exagerada como
El notable artista español Simó -Raso
Julia Delgado -Caro, que actuará en Solis
con Simó -Raso
se funde en la verdad, le da él ca'or humano y la
hace verosímil. Únicamente en ese teatro pala-
brero, sermonario, todo falsa literatura para en-
gañar al vulgo letrado e iletrado : sólo en ese
teatro sin sangre y sin vida se ha'la el gran actor
como fuera de sns dominios.
"lín buen hora. Es un motivo más para feli-
citarle cordialmente. "
(/at^'c/i.
Sii.cET.v BREVE. — Para hacer un rápido bosquejo
de la gentil figura de Carolina Beltri, puede en-
cerrarse todo un poema en este tríptico verbal :
Arte, Belleza, Elegancia.
La infatigable, la mimada primera tiple cómica
de la compañía que actúa en el teatro i8 de Julio,
constituye un caso único en los anales de la vida
artística. Ha cumplido recién diez y ocho años,
edad a que muchas actrices que llegaron a cele-
bridades, en surgente precoz de condiciones, die-
ron los primeros pasos de su carrera. Carola
Beltri, en temprano despliegue de facultades ad-
mirables, antes de los quince abriles — que tanto
zarandean los poetas en sus elucubraciones —
figuraba ya como parte principal en muchos elen-
cos de notoria importancia, sobresaliendo, por su
irradiación de simpatías y por la selección de su
trabajo, en las hermosas temporadas de opereta
españo'a que nos ofrecieron Esperanza Iris y
Aída Arce.
Es lógico manifestar que Carola Beltri no ha
llegado aún a la plenitud de su arte especial en la
escena. Pero, si en la actua'idad de sus pocos
años ha logrado alcanzar el aplauso unánime, mal
que pese a cierta crítica que desprecia el argu-
mento de la edad para no perdonarle a la artista
casi niña sus explosiones de infantilidad en cier-
tos números de interpretación, justo nos parece
establecer que la Beltri no tardará en definir su
personalidad, conquistando todo lo que el estu-
dio y el tiempo ponen en manos de quien tiene
sobradas fuerzas para triunfar.
Carola Beltri, tiple cómica de la compañía Ferrer
tl/LcKia/c,
Bl fuego sagrado
^ Alta comedía en 3 actos o
ACTO I - ESCENA X
Don Jaime y Amelia.
Amki.ia. — ¡ AI fin! ¡Qué tarde; no te figuras!
Xo sabes, papá, no sabrás nunca, lo quL-
es estar sola con una preocupación, en-
tre cuatro ¡¡aredes... Xadie oye. nadie
escucha.
Dox Jaimk. — ; X'amos ! No exageres. Todo el
mundo tiene motivos de impaciencia y
de fastidio. ¿ Qué te ocurra ? ¿ Has te-
nido alguna diferencia con Próspero?
Vmicma. — Xo ; eso no ocurre jamás. Diez y
siete años juntos, sin que nunca haya ha-
bido una discusión. ¿Para qué? Él es
como es y yo... soy como soy. Sería
inúti! empeñarse en lo contrario. Con-
formémonos con... !ü de todos los días.
D( .\ Jaime. — Hah... no seas cruel contigo y...
conmigo, recordándome lo que no quiero
recordar. ¡Qué hemos de hacerle! Tú lo
has dicho : ¡lo de todos los días ! ¿ Xo
es eso, acaso, la vida?
Amklia. — Papá, por favor... no me atormen-
tes.
D(..\ Jaimk. — ¿ Pero, qué tienes? Me parece
que hoy los nervios le han jugado una
ma'a ]>artida.
A.MKi.iA. — Si : 'o confieso: me tral)aja una idea,
una preocupación y me domina, me opri-
me, es más fuerte que yo.
Don Jaimk. — ¿Te ha pasado a'go?
A.Mi-xTA. — Xo se traía de mí. no es eso. Mi
vida, buena o mala, feliz o estúpida
ya está definida y no hay que pensar en
modificarla. Sería inútil; no habría s:)-
lución. Pero es que se trata de mi hija.
de Catita. Hoy se iuef>a su destino y
toda la tranquilidad (pie he tenido sobre
ella, hasta ahora, se ha convertido de
pronto en una angustia, en una zozobra
¡qué se yo! algo que presiento, que adi-
vino y que no puedí) soportar. Tú sah:-s
(jue a las seis, vendrá...
Do.\ Jaimk. — Si; me lo lia dicho el propio Al-
berto: quiere visitarla y después ¡claro
está! casarse. Me parece que está com-
l)letamente enamorado.
Amelia. — ;Tú crees?
Do\ Jaimk. — ¡Al menos, habla de mi nieta con
un entusiasmo ! Figúrate que hoy me
trazó su silueta... ; Qué se yo! Me dijo
que tenía un perfil griego, una frente
digna de Leonardo y una mirada será-
fica como las vírgenes de Boticce'li.
Amelia. — ;V nada más?
Oo.\- Jai.mk. — ¿Te ])arece poco?
Amelia. — (Dcspucs de una pausa). Sí: papá.
Dox Jaimk. — -' Qné dices? Precisamente, traía
])ara ti un mensaje, pero jamás creí que
fuera necesario.
Amelia. — ¿De quién?
Dox Jaimi:. — De Alberto. Fué a visitarme esta
larde, para que yo viniera antes de 'as
seis a hablar contigo... contigo... si...
porque ha notado o jiresume que opo-
nes alguna resistencia a sus pretensiones
y deseaba que yo le persuadiera de su
sinceridad antes de hacer la demanda
formal. Yo traté de convencerlo que es-
taba en un error. Pero ahora... la ver-
dad.
.\.MELL\. — ¿Quér Habla.
Dox Jai.mE. — Pues... ci>mÍenzo a creer que si
bien no te ojjones, por lo menos dudas
y vaci'as... ¿Esa era toda tu preocupa-
ción, toda tu angustia?
.A.MKLIA. — Si. francamente, sí. ( Pausa K
Dox Jaime. — Y... ¿por qué?
.A.MELIA. — Por que... no sé... es algo raro...
instintivo quizás... pero...
Dn.v J.\iME. — Habla, Amelia... tú ocultas algo.
Xo tengas secreto para mí. Dime toda
la verdad, sin reservas, sin temores.
.Amelia. — Yo no se mentir, bien lo sabes.
Dox Jaime. — ¿Qué piensas, qué jiresumes. qué
temes?
Amelia. — Esa es la palabra: temo si. temo i)or
los dos. ¡ Si no fuesen felices ! Si a'gún
día se reprodujese el espectáculo de dos
vidas... como las nuestras.
Dox Jaimk. — ¡Como las vuestras!
Amelia. — Sí, papá... es horrible. Estar junto
a la persona elegida por compañera y
sentir que hay un abismo entre los dos.
La \"ida resulta absurda. uK^nótona y
nada más que por deber se continúa una
simu'acíón de dicha que... só'.o engaña
a los demás.
Dox J.MMK. — ¿De manera que nada han podido
los años sobre tí? \'uelvc a resurgir la
Amelia, aquella Mely de los primeros
tiempos... ¡.Ah... esa cabeciía !
A.MELIA. — Xo. es el alma. papá. ínúti'mente
tratamo'i de (lue se adormezcan las fi-
bras íntimas, imponiéndonos el sacrificio
de nuestros gustos, de nuestras preferen-
cias, de nuestros anhelos, de nuestros
sueños, en linminaje a la... vida en co-
mún, a... la iranquilidad. a... lo de
todos los días. Llega un momento en
que todo renace, todo vibra, todo se es-
tremece }■ entonces. . . só'o el sacrificio
es capaz de evitar el desastre. Y es(»
temo.
Dox Jaime. — ¿Dudas de ti?
.Amelia. — Xo. de ellos, de él, a q-uien veo sur-
gir como un fantasma, para acusarme,
para atormentarme.
Dox Jaime. — Amelia... Alberto... ¿Qué mis-
terio es este .'
.Amelia. — ¡Por Dios, papá! ¿Qué piensa^?
Dox Jaime. — Xo, no; pero hablas de fantas-
mas.
.Amell\. — Sí, si. porque es e>o... es una ven-
ganza, un castigo, he sido cobarde, co-
barde, cobarde!
D(>N Jaime. — Pero hija, no com])rendo. Sién-
tate, hablemos con tranqui'idad, per.í
claramente, >!n esas reticencias que...
me confunden y me sorprenden. Ten
confianza en mi... dimelo todo.
.Amelia. — Tienes razón. Me exa'to y pierdo la
calma. ( Sentándose ) . ¡Si tú supieras!
Dox Jaime. — Bueno, asi. tranquila. Confíale,
no tengas temor ninguno, dime toda la
verdad.
Amelia. — (l^cspucs de mirar con recelo hacia
el salón). Escucha... (Pausal. Tú no
sabes, papá, lo que han sido estos largos
años de matrimonio. Al principio ¿re-
cuerdas? cuando nació Catíta y tu te
— SELECTA —
fuiste de nuevo a viajar, yo misma es-
taba convencida de que podía ser feliz.
Próspero no era, ciertamente, el hombre
que yo hubiera preferido y bien sabes
que renuncié a un sueño que parecía iir,-
posib'e porque estábamos los dos solos
en la vida y era indispensable asegurar
el porvenir con una boda seria, correcta,
ventajosa ¿no es eso? que me pusiera
a cubierto de toda inccrtidumbre.
Don Jaimk. — ¿Es un reproche?
Amki.ia. — Xo : no hubo egoísmo de tu i>arte y
me explico que en tu situación, prefi-
rieras para mí un matrimonio tranquilo
gué a convencerme, que hasta me aver-
gonzaba de haber tenido otras veleida-
des, llegando hasta pensar que ciertas
selecciones del alma sólo sirven para
conspirar contra la verdadera felicidad...
si la felicidad es esto que nos rodea.
Do.\ J.MMK. — ¡.\h,.. siempre la misma!
.\.Miai.\. — Escucha: te lo diré todo. Catita si-
guió creciendo y constituyó toda mi pre-
ocupación. ¡Ah... sí; (pie no fuera lo
que había siílo yo : que no despertaran
en eKa aspiraciones y ensueños que luego
no habrían tle rea'izarse! ^' emprendí
entonces una obra lenta, tenaz, paciente :
obra... que hoy me asusta y hasta me
Amei.I-\. — Xo, no es eso. Él ve la vida de otro
modo. Es un alma de lucha y de com-
bate.
Don J-Mmk. — ¡Amelia!
Amei.i-v. — (ll,valtáíidost') . Es un sincero, es un
sensitivo, que no se conforma con la
vulgaridad de esta vida monótona y es-
ttipida . . ,
Don J.mmk. — ¡Pero Amelia!
A.MKLi.v. — (Con cutiisiasnifl) . Si, yo lo adivino:
Alberto será un triunfador. Sus senti-
mientos son hermosos y elevados, su
corazón late junto a la vida intensa y
necesita a su lado un alma como la suya.
antes (pie una luiion puramente senti-
mental... ¡Pero es inútil, papá, preten-
der engañarnos! Somos, lo que somos...
y tarde o temprano pagamos el error. Al
día siguiente de casada, me di cuenta de
lo que había hecho. Próspero es bueno,
es leal, es generoso... pero es así... es
Próspero y yo soy .Amelia, la misma
Melv de los primeros años que tú edu-
caste con tanto mimo, con tanto amor,
preparando su alma para la vida afee
íiva. para comprender, para admirar,
para (¡uerer. para soñar... l'.il realidad
yo no tenía derecho a quejarme, jiorque
todo, todo aquello de que fuera capaz
Próspero yo no hubiera tenido más que
jjedirlo : todo, menos lo que yo quería...
Pasó el tiempo y casi llegué a conven-
cerme (le que la vida era eso : una a'ianza
traiKinila, buena mesa, lecho blando, pla-
yas en verano, teatro en invierno, leer
los diarios, camliiar de trajes, en una
lialalira : ; matar el tiemiio ! V tanto lle-
avergüenza. Lo cierto, [lapá — y te lo
digo sin rubor — que yo misma he ido
matando en ella, lentamente, todo ger-
men de originalidad, de independencia,
de vida interior, para que fuera la mu-
ñequita más seductora, la que había de
enamorar a un hombre fuerte y normal,
a un buen iiartido, a otro Próspero, ca-
paz de ser y sobre todo, de hacerla feliz.
¿Comprendes, ahora, toda la amargura
<pie habrá en mi alma, cuando la veo
frente a .\ll>LTto : un artista, un ensi-
mismado, un sentimental que só'.o ha
visto en ella ¡os perfiles y la frente de
que te hablaba con tanto entusiasmo?
¿Comprendes mis vacilaciones, mis du-
das, mis temores?
D(i.\ J.vi.ME. — Sí. pero... no es para preocu-
])arse tanto. Alberto, a pesar de sus cua-
dros, es un hombre como cu:il(iuier (Uro.
.\mi:i.i.\. — Xo. no: yo lo presiento.
Don .I.mmk. — ICs un caballero correcto, genii!
V será un correctísimo niarido.
porque en éi, por encima de todo, hay
vehemencia, hay temperamento, hay vi-
sión de gloria. . .
Don J.m.me. — Amelia... .Amelia. Tú... tú...
.\meui.\. — ¿Qué? ¿qué? ¿Qué piensas? No.
mentira. Te engañas. ¿Qué he dicho?
¡ Oh . . . papá . . . también tú ! . . .
Don J.mme. — Xo, no es eso. Tal vez he sido
injusto í mimándola). Pero no te exal-
tes. Ten cuidado con lo que dices. Mira
que el mundo es malo y egoísta. .Amelia,
cálmate y no pierdas la serenidad. ¡ Por
favor !
.\.\nci,i.\. — (Después de una pausa). Si. tienes
razón. Ya he vuelto a ser la de antes.
Te aseguro que no tendrás queja de mí.
(Voz interior). — Mamá, mamá.
Don J.mme. — ¡Catita!
.Amki.i.s. — Schsst... Xí una palabra más.
../tmae/^ (So-vft
l/KtA-.
Sierras de Córdoba. 1516.
— SELECTA —
(¡yirsif^**'""
üf-
Para. "SELECTA"
X fSpirilu delicadísimo, un alma que vibra
a todos los más sutiles impulsos del arte.
tal es este joven que inicia su labor de bc-
eza en una forma b¡i.*n auspiciosa y bien
definida.
Juan F. de Soria es un enamorado del ideal.
Su cüm])rensividad exquisita lo coloca en ]*;)>.'-
sión de esas joyas inapreciables que nos da el
estudio bien encaminado : sentido recto, energía
fie convicciones, verdadera orientación para la
conquista de la be.leza.
De ahi que hayan sido tan celebrados sus pri-
meros pasos en e! difícil arte de la composición
musical, estilización armónica de .sentimientos y
de sensaciones, alta manifestación de idean:iad.
I, a moderna tendencia que Soria ha adoptado
y sigue en sus trabajos musicales, no obsta jiara
que, llevando esa tendencia a un personalismo
que se define con lineas bien enérgicas, la haga
accesible a todas las p.Tcepciones. porque sus
trabajos tienen a:nplia inspiración y un senti-
mentalismo que llega al que sabe apreciar y al
que juzga.
El vals que Soria ha tenido la gentileza de
dedicar a Ski.i'.CTa. es una hermo-a prueba de
esto que <Iecin;os y al engalanar con él una de
nuestras páginas, lo recomendamos a nuestros
lectores.
NQHCnALANC^
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t' ■
1
— SELECTA —
Tarde de Mayo, serenamente azul. ¿Quién nos
llevó aquella tarde a Pocitos? El azar. ¿Quién
me 1 evo a tu lado aquella tarde? El azar.
¿ \o buscará, nuestro corazón, sin que nos-
otros lo sospechemos, al azar como cómplice,
para rimar un verso, tejer una flor o hilar un
sueño? ¿No será el azar, quien hilvana glorias
en nuestra vida y pone músicas a las palabras y
un encantamiento de poesía a nuestra emocio-
nada soedad? LazariLo que oye las palabras de
nuestro corazón y que nos lleva allí, donde nos
Human.
Tarde de Mayo, serenamente azul.... Nuestra
conversación, fué en su comienzo, palabrería de
madrigal, gota de agua que perturba por un ins-
tante el pensar de una fuente, y que no l.eva
ni más diafanidad ni más sonoridad al cristal
de sus aguas.
— ¿Qué piensas tú. le decía yo, mintiendo indi-
ferencia, de la inconstancia femenina? Tus la-
bios sonrieron y tus ojos sonrieron, y eras toda
tú, como una vibración de primavera. Porque la
risa es juego de sol, rosa de Abril, canción de
amanecer, agua que corre entre peñas, trino de
surtidor, romance, idilio y verso en labios de
m FLIRT
mujer. \ en lugar de contestarme con palabras,
tu alegría me dio la respuesta. Si... la leí en
tus lindos ojos castaños. Nuestra inconstancia,
me decían ellos, durará hasta el día que a'guien
nos enseñe a creer.
— Luego, ¿ tú dudas ?
— Sí. Dudar es prevenirse contra el dolor. Si
alguna vez hemos de creer, prefiero que ese
instante me tome de sorpresa. Hay una tristeza
muy grande en nuestra vida, muy honda. Tris-
teza silenciosa, sin lágrimas. Cansarse de es-
1 erar !. . .
— ¿ Pero cómo es posible que tú, a tu edad,
cuando toda la vida debiera ser para tí. como
una oración de fe ; cuando tus íntimas interro-
gaciones debieran hallar una sola respuesta en
el recogimiento de tus meditaciones románticas ;
cómo es posible que tú. a los diez y ocho años. . .
Si piensas ahora así, cómo pensarás tú cuando. . .
— i Chist ! . . . No nos avepturemos en saber
cómo hemos de pensar, ni cómo hemos de sentir
mañana. Nuestra felicidad consiste en vivir la
hora que pasa. Vivirla, sentirse en ella. Si la
mañana es alegre y los pájaros cantan, miremos
el azul del cielo y oigamos el cantar de los pá-
jaros. Si el paisaje es gris, y lloran las campanas
con el crepúsculo, que sientan nuestros ojos el
rocío de una lágrima secreta por el paisaje gris
y que nuestra alma se vista de me'ancolía, si
¡'oran las campanas con el crepúsculo.
— ¿Quiere decir que tú entiendes por felici-
dad?...
— Eso : Armonizar.
— ¿En todo ?
— En todo; sí. Pero... ; Qué difícil es armo-
nizar en el amor !
— ¡No!... Creencias de mujer. Por distintas
-* r«s I i w uw tf im m m í '
He triunfado, superado mis esperanzas ; sin
embargo. . .
Calló el Maestro : hizo una pau.sa. como in-
vocando el pasado, y dijo así :
— Era yo un niño melancólico, con esa me-
lancolía que se apodera de los corazones dema-
siado sensibles al destino de las cosas...
Siendo mi natural dulce y delicado, poco ex-
pansivo, más bien inclinado a la contemplación
que a la vida activa, mi familia, honrados labra-
dores, gente humilde y sencilla, ignoraron siem-
pre lo que pasaba por mi espíritu.
No me parecía a mis hermanos, dos mocetones
robustos, que con el alba íbanse a trabajar la
tierra, canturreando canciones de la aldea.
Érame extraña la conducta de mis padres para
conmigo : no me permitían que labrara la tierra.
" Tu cuerpo — decíanme, — no es para esa
labor tan ruda ; se necesitan fuerzas, y tú no las
tienes ".
E, invariablemente, acababa en esto :
— " Entretiénete en tus juegos ".
Más tarde lo comprendí todo ; los solícitos cui-
dados maternales, las miradas silenciosas de mis
padres, y aquel ' ' i pobrecito ! " en los labios de
los vecinos.
El médico del pueblo había declarado que con
el desarrollo no traspasaría los umbrales de la
adolescencia.
Todo tendía por aquel entonces a la paz y
tranquilidad de mi existencia: el ocio favorecía
la forma de vida a la cual sentíame inclinado, y
ensanchaba mí espíritu en conjunción deleitosa
con la naturaleza.
Fué así como admirando el paisaje de los cam-
pos y los cielos, mi infancia transcurrió en un
ensueño de be'leza. y como radiante Apolo en
una mañana de primavera sale en el horizonte,
surgió el Ideal.
Hacía figurillas en madera y dibujaba también,
tratando siempre de reflejar las impresiones que
recogía en mis paseos cotidianos.
Cumplí los diez y siete años.
En poco tiempo habíame transformado ; mis
genitores no ocultaban su alegría, ¡ se sentían
tan felices !
Sin embargo, cierto nubarrón ensombrecía sus
semblantes.
Por otro motivo había yo sembrado la inquie-
tud de nuevo en sus ánimos. Una noche, por
fin, junto al hogar, dolorosamente accedieron a
un pedido que varias veces les hiciera : como
que sean nuestras a. mas. una constante y cre-
yente, la otra íncrédua y diversa; apasionada
aquella que nos habla, prudente aquella que nos
escucha, siempre, sí quien dicta las palabras es
.\mor, la misma música oirá nuestro corazón,
aunque distintos sean los acordes exteriores.
¡Rosa blanca, rosa bermeja!... Si aspiramos su
fragancia y cerramos los ojos, no sabríamos de-
cir cuál es la rosa blanca, ni cuál es la bermeja.
Amor es una oración toda diversidad.
— ¿Crees tú en el amor?
— Sí. El amor es el único sentimiento que
compendia en una sola verdad, todas las menti-
ras de la vida. Y sí tú no dudaras...
Hubo un largo, un expresivo silencio. Miré
sus lindos ojos castaños, y lila me pareció la
tarde de Mayo. Alguien dijo : Un flirt.
Un flirt... Y como sí nuestras almas hubie-
ran sido sorprendidas en el instante mismo de
pecar, sonrieron a la sutil exclamación. Y cuando
los labios sonríen, sin querer sonreír, es que el
corazón quiere mentirnos o nosotros queremos
engañar a nuestro corazón.
^/¿¿íju^eí^ CJÍe/yel.
.cy
Icaro quería yo volar con las alas del Ideal y
una mañana abandoné la casa paterna. Brazos
amados y temblorosos besos de mi madre die-
ron un adiós al niño querido.
Distinguí, por última vez, en una revuelta del
camino, a mis padres, mi madre lloraba...
.■\gite los brazos y con algo de remordimiento
apresuré mis pasos y ascendí por la montaña.
Una fuerza poderosa me empujaba más allá
de aquella frontera gigantesca, límite de mi al-
dea, principio de lo desconocido.
Llegué a Milán, consagré al arte mi vida en-
tera; todo lo sacrifiqué a él con amor, con sa-
grada unción. Una vez al año descendía por la
montaña y caía entre los brazos de mí familia.
En mí corazón revivía entonces el recuerdo,
caminando junto al arroyuelo que suspendía su
curso en el confín de la floresta. ¡Breves y di-
chosos días !
Después subía otra vez a la montaña a la
busca de mis ansias y de mis glorías.
Mí nombre sonaba ya, según las crónicas era
un artista de garra, de mucho porvenir.
Mis obras se imponían al ambiente, reacio al
principio, y paso a paso fui escalando altas cum-
bres en el mundo de las artes.
Un día, día terrible, sentí una enorme sacu-
dida en las profundidades de mí alma...
¡ Mi madre había muerto !
Sus ojos cerráronse y sus labios invocaron al
hiji) ausente, al que la fatal montaña separaba
(k* sus brazos amorosos.
Llena el alma de amargura regresé a la
aldea.
Mi padre me abrazó en silencio, luego pasea-
mos juntos por la huerta, recordando a la au-
sente, hablando del pasado.
De esa época datan mis mejores obras.
.Mlí, entre aquellas paredes queridas que me
vieran nacer, surgió !a modalidad artística que
me reservó la fama.
En el recuerdo y el presente hallé la veta por
la que brotan los sentimientos más profundos
del alma humana.
En cuanto a mi obra anterior es una cosa
muerta para mí ; la obra que yo quiero ¿ sabéis
cual es? la obra del dolor y la desesperación. Es
en esa donde el alma de la humanidad ha bebido
más verdad y más belleza.
¿.\caso vivimos del do^or?
¿ El destino de los hombres será cruzar eter-
namente la montaña?
Cé<;av f.^. CXiníana-,
©08
interesantes
fcfiestas
ocíales
Té ofrecido por el
señor Carlos Garfao
Márqttez á tin grupo
de sus relaciones.
De izquierda a derecha: señora Gladys Cooper de Btick, señorita Esther Pons Martínez, señora Esther Boíííl de Lasala, señorita Elvira Mcnyo»
señoras Violeta Supervielle de L.asala, Carmen Lasala de Pcizoto y señorita Zulema Giuffra
Comida que un núcleo de sus relaciones ofreció a la señorita Sara Blanco Acevedo
La señorita Sara Bianco Acevedo, una de
nuestras más bellas y distinguidas niñas, ha par-
tido para Europa, separándose asi de nuestros
más aristocráticos centros sociales.
Para exteriorizarle ¡as graiídes simpatías que la
señorita de Blanco Acevedo tiene en nuestra so-
ciedad, un núcleo selectísimo de sus relaciones
le ofreció una comida, la que resultó una de las
notas mundanas interesantes realzadas en el
mes de Mayo.
La señorita Blanco Acevedo por sus bellísi-
mas prendas de carácter, por su bondad, por su
distinción y cu'tura se ha hecho bien acreedora a
esta demostración.
Después del banquete, se improvisó un baile, el
que resultó animadísimo y brillante.
La obsequiada pasará una temporada en París
en compañía de su hermano el distinguido diplo-
mático doctor Juan Carlos Blanco .\cevedo. que
representa a nuestro ¡jais ante el gobierno francés.
Nuestros votos para que la estadía de la seño-
rita de Blanco Acevedo en la capital francesa sea
felicísima.
TF W W P"'' í-^ F"'
mmwm.wñ
MlLtC I A —
Pasan
ollas
o o
SlLUlvTAS (|iic ])asan. que alegran la calle, que clan
amable a.s])ecto al desfile, que surgen como una
nota armoniosa, en el conjunto uniforme, febril,
unicolor de la nniltitud (jue avanza, impulsatla por mil
encontrados deseos, por inverosímiles pasiones, por pe-
rentorias necesidades, por un dolor, ])or una alegría, por
una duda, por un delito, por una esperanza. . .
Siluetas femeninas ; lineas gentiles ; estelas perfumadas ;
jjelo.^ las (jue tienen una honda interrogación en el sem-
blante aniñado y candido, las que muestran una palidez
de fatiga o de hastio, las que se envuelven en una como
indefinible sombra de tristeza, las qu^^ien hasta sin reir
])orque se dijera que guardan sonoras carcajadas en los
deliciosos hoyuelos de las mejillas. . .
l'asan, pasan en interminable y maravilolsa caravana.
Pasan ctiando esplende el sol y la intensidad de la luz
pone en los rostros tenuidades de alabastro : pasan cuan<lo
la lluvia cae monótona y triste, semiocultas en el para-
guas, cono bellas figulinas que enfunda un ca])ote o un
abrigo : pa.san orondas tras los cristales de los automó-
miradas que dicen muchas cusas ; ondular de telas mar-
cando esbelteces . . .
Pa.san ellas y llenan l;i calle con el encaiUu siempre re-
novado de sus andares, con las divinas futilezas de sus
" toilettes '. con el triunfo de sus caritas que ex])resan
tan distintos sentimiL-nlos. con la atra 'ción ])icante de
sus co(|ueterías.
.\lgunas avanzan con magestuosidades de reinas, otras
se deslizan con elásticos impulsos de gatitas. i)as;ui las
(pie son desdeñosas, las que tienen en los ojos penetrantes
fulgores de desprecio, las (jue acarician con luia mirada
que produce la sensación física del tacto .sobre el tercio-
viles : pasan como tm fulgor priniaveral en im triunfo (k-
telas ligeras y de vivos ct)lores ; ]>asan emergiendo de ima
boa de plumas o de la caricia tibia de mía ¡jíel. v ¡¡asan
siempre triunfantes, siempre bellas. siem|)re en ritmo de
poema de vida, siempre promisoras de encantos: alegría
y caricia reconfortadora en el dolor. triviali(la<l seductora
en las horas de trascendencia árida v letal, canción, co-
rola, rayito de luz. tintineo de cascabeles, aturdimiento,
ensueño. . .
Pasan ellas, y las estelas de sus perfumes, parecen lazos
que ai)risionan nuestros corazones.
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L'RI"! ct f;K'tu. De 1k-c1i(i \' ilc dc-rc-cho. De he-
cho, porque el valor- el heroisniu. el sacrifi-
cio :nil veces re¡)etiilo de los ])atriütas ([iie
lucharüii por la verdad republicana y por la defini-
tiva imposición del derecho jjolitico de la nación,
habían consolidado a go¡])es rudos de lanza la tan-
i^ibilidad de la Patria. De derecho, porijue no en
vano se sfuerrea durante más de media centuria en
la coniiuisla de un solar ])roi)io. reparto glorioso
y tra.scendental a (|Ue'se dedicaron los pueblos li-
Edcfo.
Medalla de Plata
conmemorativa de la Jura
pTestigios de heroísmo y de valor al concierto civi-
lizado.
l^a Constitución jurada el año iS^o. era la sn-
l)rema razón dada a los i)rinci])¡os dictados por Ar-
tigas en el Congreso del año Xlll ; era una conse-
cuencia triunfal de aquel germinar de rebeliones,
enunciadas como lui palpitar del corazón jnipular
en el Cabildo Abierto de 1808; fué una am])lia re-
])aración a la dura prueba ¡niijuesta a la fanu'lia
oriental en las jornadas tristisimas del Éxodo; \-
Boceto de Juan M. Blancs para un cuadro que evoca fielmente el acto de la Jura de la Constitución en 1830
bres de América des])ués de la jornachi victoriosa
de Mayo de 1810.
Fueron jalones sucesivos de victoria. Desde el
atardecer ])roniisor y augural en Las Piedras cuando
el general Posadas rendía sus ar;ras a Artigas, hasta
la jornada grandiosa de Jtuzaingó. los orientales
fueron laljorando la consolidación defii)itiv:i .le la
Patria con mi invariable es|)íritu de renunciamiento
y con ima fe inquebrantable en el triunfo final.
Dia fué. pues, de alegría inmensa, de regocijo ex-
traordinario, aquel en que se juró el Có ligo Funda-
mental. iVili.na conquista del patriotismo y de la
noble aspiración de los ipie habían anhelado la or-
ganización del país. ])ostrer eslabón de mía cadena
de opresiones v de tutelajes (lue se rompía para
siemiire v (pie la .\mérica y el mundo saludaban
con honda simpatía, puesto que desde aquel instante
en la libre América existia otra democracia altiva
V fuerte, otro pueblo que se incorporaba con sólidos
Medalla conmemoraliva
del acto solemne celebrado
en la Plaza Constitución
fué el proemio augusto a la constancia, a la fatiga
heroica, al inmenso batallar <le año tras año en ]io>
de un ideal de libertad ([ue sumó todos los jieiisa-
mientos y todos los esfuerzos de un pueblo.
Ya somos un ])ueb!o que tiene saneada su carta
de incorporación en el conciL-rto internacional ile las
naciones más adelantadas. Ya somos una fuerza mo-
ral, que es nieior (pie SL-r una fuerza mecánica, re-
conocida ])0r todos y ])uesta sienqire al servicio de
los principios v de los ideales más caros al es|)iritii
del honbre moderno. \:\ somos un factor inijiiir-
lante en el avance de la Humanidad jior los sen-
deros de la lusticia. del Derecho, del 1-iien. de la
\"erdad y de la Democracia.
N' todo ello- todo, por obra tenaz, consciente, viril
del ¡uieblo.
("doria a él. (pie heroicanente existe y n^archa de-
cidido V seguro a la sui)rema culminación de sus
destinos.
— SELECTA —
.olor ntiev
A si.-nsi1)ili(la(l hiitii;ii>;i para el dolor
es ilimitada. La infinita complejidad
de la vida, nos ofrece en las compli-
caciones (|iie realiza, infinitos motivos de
sufrir. Y no nos contentamos con el dolor
en si (|nc nos da la realidad ás])era y fiera,
como la leclie de una madre sin entrañas:
sino i|ue lo aj^uzamos. lo afinamos, lo inte-
lectualizan^os. lo aristocratizamos. Nuestros
nervios adijuieren mía ex-
traordinaria riqueza emoti-
va, como las cuerdas de esos
viejos stradivarius (|ue han
vibrado si<flos bajo la ])re-
sión del arco má<¡;ico.
; Pero ante esta becatombc
limuana de la ^nt-Tra (|Ueilará
aiin cajjacidad i)ara sufrir?
l''ste sentir doloroso de las
cosas ¿no llejjará a estallar
como lui instnunento frágil v
divino? ¿ I labra si(|uiera ima
nueva sensibilidad. ca])az de
])erci!)ir de mi modo especial
y tínico este dolor nuevo, des-
jjarrador e inaudito (jue lia
de atravesar el dolor de los
si<;los como una voz perenne
de la humanidad, que ana-
tematice la barbarie de la
i;uerra ?
l'.n ese fondo obscuro de
la conciencia colectiva han
quedado iniíiresas de la voz
ancestral, el clamor lejano
de catástrofes terribles, las
jialabras ob.scuras.
Kl ])rinier dolor del hom-
bre fué la noche. Los him-
nos sagrados de los ])ueblos
lirim'itivos cantan la luz v
."glorifican al sol. celeste ar-
(|Uero vencedor. La obscuri-
dad era también la an<;ustia
de Caín, en la noche del pri-
mer crimen inexpiable, en
(Ule las estrellas vacilantes
parecian i)ui)ilas asombradas,
fijas en su conciencia. F,n va-
no los flecheros del desierto,
á.sjiles como las cabras salva-
jes, arrojaban sus flechas a
los cielos. Rn vano Tubalcain
construia la ciudad de bron-
ce y ])iedra. cuyos muros
enormes impedían el pa.so de
tin ejército. Kn la noche te-
mible, un inmenso dolor ob-
sesionante se concentraba en
el ojo livido (|ue parecía mirar aiui.
líse inexplicable temor de los niños a las
sombras, bien puede ser acaso la revelación
timida en (|Ue nuestra intuición ])udiera sor-
])render vafjameute en el umbral de la con-
ciencia la dormida luz del ])rinier dolor hu-
mano.
Cuando e.xpiró Jesús .sobre la colina del
Calvario a la vista de la ciudad tendida en-
tre sus huertos de olivos y de higueras, con
sus bandadas de ¡lalomas y sus torres de
oro; la muerte injusta del crucificado de-
bió de ensombrecer el alma torva de sus
verdugos v sus perseguidores. ^' cuando di-
fundida su palabra por los valles y aldeas,
hecho el verbo luz en las almas ¡ (|ué renior-
(IÍFÍento infinito, (jué angustia de (|uerer
rehacer el mal imposible, de darse en amor
v redimir la cul])a iire.xpiable ! Y el alma
de la humanidad que .se ha vaciado durante
veinte siglos en el manantial del lívan-
gelio. ha creado en el misterio de la
Pasión, un símbolo humano, en (|ue bus-
ca todavía purificarse, imaginando la umerte
y la resurrección, a fin de complacerse
en el sacrificio lustral ])ara purificarse
la huella liárbara y tenaz del dolor irre-
l)a rabie.
¿Oué símbolo creará la humanidad para
llevar este dolor? ¿Qué nueva Pasión ha
(le imaginar en (|ue se revele a las genera-
ciones, tras el artificio de la imagen, la rea-
lidad ensangrentada v doliente?
Xo hay fantasía capaz de imaginar la no-
che angustiosa de tantas almas segadas en
flor como las gavillas de un trigal maduro :
ni el amargo de tantas lágrimas vertidas por
ojos que se han cerrado impiadosos, angus-
tiados con un desesperado relánqiago de
muerte, de odio y de venganza : ni el bos-
(jue espinoso de cruces que ha brotado so-
bre las tumbas desconocidas. La ciudad
blanca de la muerte ha de haber tendido
sus tapias, enormemente bajo la noche
glacial.
J^a humanidad ha de sobrevivir al nau-
fragio, límpujada i)or las voluntades tena-
ces y heroicas, los elementos sociales se han
de arraigar indestructiblemente. Las fuerzas
ciegas que la ciencia y el arte han puesto
en las manos de los hombres ¡¡ara destruir,
han de concertarse en la armonía de un
nuevo amor, en armas de for-
jar. l'",n una avasalladora \'
nueva palpitación han de sen-
tirse nuevas cosas.
^' la humanidad futura en-
sangrentada y doliente h.-i de
buscar v crear en sus entra-
ñas el dolor nuevo, que se
forma en sus carnes flagela-
das por la muerte. l'".l <lolor
(|ue macera nuestros senti-
dos para la \'ida y tem])la el
alma, como el hierro de mía
espada en la corriente fría.
El dolor nuevo, señor del
universo, acicate del progre-
so, lábaro de ftUuras buta-
llas. el dolor nuevo (jue está
en i)otencia en nuestras en-
trañas, alma de vida, señor
del porvenir!
Abramos a esa iní|uielud
desconocida un nuevo cauce
en nuestra conciencia, prepa-
rémonos a recibirle como el
Mesías anlici|)ado de la nue-
va edad. Su cuna es miserable
como nuestro corazón ensan-
grentado. Pero él templará
las armas v las má(|uinas nue-
vas, juntará las manos peni-
tentes ])ara una nueva ple,ga-
ria. jiara una ¡lalabra nueva
de amor v de esiieranza c|Ue
la I Imiianiílad no ha ])ronun-
ciado nunca, -\bramos las
ventanas de la Vida para (|Ue
entre la luz de los campos.
Junto al ara desierta de los
antiguos dioses (|Ue _\ a han
muerto, arrodillémonos estoi-
camente. Seamos ca]>aces de
alcanzar y sentir el nuevo
doUn- !
, /VllCílO.
si;li:ci A —
®Sí
.■'-'=§bs>-
baAHAALCORTA
Jt/AAlIt.
I J or su lio n rosa tradición di lamÜia. por mi elevada distinción
r^ personal, por su bondad ^in Imiitfs y por su nobilísima e Jníati-
gablc actividad en ol ejercicio del bien, en el socorro de los me-
nesterr)sos y de los desvalidos. Doña Ana Algorta á-: Mañc es una de
nuestras matronas mas respetables y merecedoras de la estimación y la
gratitud de todos los que saben valorar en toda su grandeva las prác-
ticas sin ostentaciones de la Caridad. De sus innúmeras obras cari-
tativas ve destaca con brillo deslumbrante su actuación en la presi-
dencia de la Sociedad de San Vicente de Paul de la Aguada, tn esc
puesto y fuera de el, la señora Algorta de Marie, ha sido el ¿íma de
muchas nobles iniciativas, Y en su aian p<ir la practica de la benefi-
cencia ha llegado hasta transformar el patio de su palacete en esce-
nario de actos caritativos, repartiendo a infinidad de menesterosos
alimentos y ropas. La bíllera de espíritu de la señora Algorta de
Mane debe servir de emulación para todos los que rinden a la Candad
acendrado culto.
SKLEC TA —
TAXTO habian adelantado los pueblos más anti-
guos, numerosos y cultos, c|ue habían dado a sus
espíritus el mayor brillo intelectual y moral que
haya tenido revelación en todas las formas de
las ciencias, las artes y las letras. Todos, bajo la más in-
tensa luz producida por el saber y la experiencia, habían
llegado a poseer la noción de que por la naturaleza esta-
ban destinados a la paz i)ara la labor por la felicidad inde-
finidamente progresiva ; de que para mutuo bienestar les
incun bia el deber de la justicia; de que el común interés
necesitaba la lealtad de todos con el derecho.
Entonces, erigieron un templo para que desde él fuera
distribuida al universo. ])or sobre los egoísmos nacionales
y la mala fe de los fuertes, la augusta majestad imper-
sonal de la Ley : a la vez sabia y moral reguladora de la
vida sin arbitrariedad entre los ho ubres y las sociedades.
Tero contra la más misericordiosa verdad que pudiera
abrigar la conciencia universal, un día amanecieron las
civilizaciones atrincheradas en torno de sus diferentes
banderas, y poniendo a servicio de los odios por los cuales
jirocuraban hacerse mayor daño, su ciencia, su arte, su
industria y su riqueza, coincidieron en la cooperación de
todas contra la humanidad.
Fué la guerra más sangrienta y más ruinosa ; no hubo
otra con tanta muerte y tanto duelo; no se había pade-
cido alguna con igual crueldad y mayor destrucción. V
todavía es así.
Cuando en el transcurso del tiempo vuelva una vez más
a su existencia alternativa la paz reconstructora : como
siempre no podrá ser otra que la que surja de los peores
efectos de la catástrofe. ¿I'or el agotamiento de los re-
cursos? ¿Por la cantidad de muertos que disminuya el
número de .soldados? ¿Por la imposibilidad de que al-
guno (le los enemigos triunfe? ¿Por cansancio y pobreza?
¿Por una de esas causas? ¿Por varias? ¿Por todas?
¿ Por otras?
Sólo interesaría averiguarlo si el motivo del fin de la
actual lucha pudiera traer la supresión de las guerras:
la más poética quimera de la filosofía política hecha
para con.solar del dolor del desastre. Mas cuando llegue :
como todas las veces que sucedió una conflagración
cruenta en la humanidad, apenas habrá sido pactada
la necesaria ])acificación posible entre pueblos combatien-
tes, empobrecidos y mutilados, y sólo sobre la solidez
que pueda ofrecer ese cimiento de rencor y de estrago
ella perdurará en el tiempo.
"¿Pero, envejecerá más (|ue otras?". ])arece que se
oyera preguntar a madres, espo.sas. amantes, hermanas
y huérfanos, angu.stiados por el dolor de sus muertos.
Y mientras el espíritu recoge esa interrogación de la an-
siedad de las almas afligidas, el desengaiio responde en
cada conciencia ; el destino que la espere será el mismo
que tantas veces como lo registra la historia tuvo la
paz entre los gol' ernos <|ue llevaron las naciones a la
guerra.
Y. como siempre, sólo será u'ero juguete del egoísmo
que renueva incesantemente el conflicto de los intereses
y las pasiones entre los . ídivíduos y entre las sociedades,
hasta transformarle — transcurridos años o siglos — en
lucha por una arbitrariedad que un día hace nuevamente
caer sobre los pueblos, como un castigo, la guerra a que
]>arecen condenados : cada vez más sangrienta y destruc-
tiva, más antagónica con la civilización por su mayor
exterminio de la vida, v de la obra de su labor creadora.
^líu/i- tjztn^c
Dibijo de Saniana.
— SELECTA
Fiesta del Invierno
^% ^¿^ (^»
I'^ELlCJSl.MA la idea que ha tenido la
"^ Comisión de Damas, organizadora de
la Fiesta del Invierno.
Xada más amable, nada más lleno de encan-
tos y de atractivos que una fiesta al aire li-
bre en unos días en que el invierno nos dio
una tregua.
L'na reunión selectísima bajo los árboles
(jiie van despojándose de hojas, en medio a
los jardines que el írio ha dejado sin corolas,
ante lo gris del cielo — ofrece un contraste (|ue
es novedoso y bello.
No importa que las ramas estén desnudas,
que no haya flores en los parterres y que en
el cielo no resi)landezca el sol. En el paseo
tradicional las damas y las niñas, con .sus ros-
tros encantadores, con su gentileza, con su ele-
gancia, con sus perfumes ; suplen y hacen que
Señoras
Dolores Souge
de Wllllains
Plácida Suárcz
de Villegas
Isolina Eastman
de Vial Bello
Enriqueta Wlllians
de Arteaga
Señoritas
Gómez Larravidc,
Villegas Suárez y
Williams Bocage.
CHÜ
.se olvide los colores y las fragancias de las
flores, el brillar del .sol (¿para qué el sol
si los ojos femeninos fulgen como luceros ?)
a alegría luminosa y estallante de la pri-
mavera.
Hermosa la iniciativa y admirable el re-
sultado, puesto que la Comisión de señoras
(lo más granado de nuestra sociedad) y ([ue
¡reside la señora Dolores Bocage de W'illianis
Larriera. no escatimó actividad para (|ue fuera
festival una nota verdaderamente elegante.
Esta original fiesta en el Prado tuvo por
objeto arbitrar recur.sos ])ara el sostenimiento
de los establecimientos ]3rivados de enseñanza.
todo lo cual contribuyó al éxito magnífico (|tK'
obtuvo.
En el amplio paseo y en los alrededores del
Hotel se hablan instalado kio.skos para la
venta de flores. ^" en esta tarea ocuparon toíla
su gentileza, todo su desinterés, gnq)os de ni-
ñas de alta figuración social, que fueron atrae"
tivo eficiente ])ara que afluyeran comprado-
res y el fe.stival diera el resultado apetecido.
Todo Montevideo distinguido (si hemos de
emplear una frase hecha), hizo acto de presen-
cia en la Fiesta del Invierno, v de ese éxito
brillantísimo puede reclamar todos los lauros
la Comisión de Damjis que preside la señora
Bocage de Williams Larriera, Comisión que
componen las señoras : Plácida Suárez de Vi-
llegas, ^largarita Uriarte de Herrera, Isabel
Barrozo de Saavedra, Elena Heber de Galli-
na!, Valentina Butler de Finn, Sofía Blixen de
Suárez, Isabel R. de Irureta Ooyena, Maria
Herminia C.arzón de Mané, Josefina (lómez
de Pastori, María lísther Echegarav de So.sa
Díaz, Isolina Eastman de Vial Bello, Delfina
-Aguiar de .\Ivarez. Coriua Rücker de Seré.
Elvira Serratosa de Vidiella, María Zorrilla de
Montero Bustamante. Clotilde Ltissich de
Hughes, Inah .\ceve(k) de Mané, Blanca Usher
de Heber Uriarte.
Señoras
Josefina Gómez
de Pastori
Enriqueta Williams
de Arteaga
Señoritas
Shaw Villegas,
Acevedo Aivarez y
Gómez larravide.
— SELECTA —
— SELECTA —
En el gran salón: señoritas Julieta Gallinal. — Margarita Idíarte Borda. — Marieta Morquio. — M. Amelia Márquez Vaeza.— María Carolina Pérez. — M. Elena Serrato.
Sofía Suárez Blixen. — Teresa Sanguínetti. — María Teresa Vclazco Piñeyrúa. — Blanca Gorlero. -■ Señores: Miguel Petít. — Luis Eduardo Larriera. — Juan Carlos Figari.
PL'EDE enorgullecerse Montevideo de
poseer algunas mansiones verdade-
ramente señoriales. Pero indudable-
mente una de las que con más esplendor,
con más severidad y con más aspecto iniede
reclamar ese título es la que en la calle ¿5
de Mayo ])Osee el caballero don Félix (^rtiz
de Taranco.
Magestiiosü palacio, que es copia e.xacta
de una histórica y famosa residencia en
París, se halla ubicado en un sitio por el
(jue el extranjero (|ue llega a nuestro país
tiene casi invariablemente que pasar. Xada.
pues, que honre más a la ciudad que esa
soberbia mansión, la que, diriase, sale al
encuentro del forastero i)ara decirle, con
la armoniosa combinación de sus líneas ar-
quitectónicas y con la soberanía de su ex-
terior, que en nuestra urbe hay una cultura
superior, una distinción mundana que nada
tiene que envidiar a las más rancias de l\u-
ropa, y también personas opulentas que
saben orientar inteligentemente sus vidas
en una ruta luminosa de alta sociabilidad y
de exquisito gusto artístico.
El exterior del palacio Taranco no puede
.ser más hernioso y de más puro estilo. Y
en el interior, todo lo más suntuoso que
puede imaginar la mente más refinada, se
halla colocado, pero no en aglomeración
confusa sino con tan exacto sentido artís-
tico y decorativo, (jue el visitante tiene
a cada momento un motivo de admiración.
El hall es de una sencillez acentuadamente
aristocrática. Primera afirmación de buen
gusto, que predispone el ánimo a todas las
más hondas satisfacciones artísticas.
Sobre las dos fachadas ])rincipales del edi-
ficio, se hallan los salones más bellos de
EN LO PE
ORTIZ PeTÁRANCO
todo el palacio. El uno está destinado a
recibos, el otro es la gran sala de baile.
La luz irradia de las arañas y de los bra-
zos. V se quiebra y multiplica sus reflejos
y su brillo en los esi)ejos, en los bronces,
en los cristales. Es una ola de luz que todo
lo invade, que todo lo exhibe y a todo da
su justo y elevadísimo valor.
Salón de reyes es el principal, magnifico
complemento del palacio suntuoso.
En el gran comedor, las paredes están
recubiertas de gobelinos. Xada que dé la
más ¡jrofunda sensación de la prodigalidad
([ue tenían y aun hoy tienen los castillos no-
biliarios de Europa, que este soberbio co-
medor.
L'na fiesta en tan admirable escenario,
tiene por fuerza que resultar una reunión
.soberbia, brillante afirmación de la distin-
ción de nuestro gran mundo y oportunidad
magnifica para que nuestras damas más
•principales puedan ostentar su elegancia y
su belleza.
Tal fué la fiesta que se realizó días pa-
sados, fiesta de la que, en estas líneas y en
la nota gráfica que publicamos, hallarán
nuestros lectores un débil reflejo.
A su obsequiosidad imponderable la dueña
de casa, doña lílisa García de Zúñiga de
Taranco, unía una irreprochable elegancia.
Su tránsito por los salones deslumbrantes
fué un triunfo de gentileza y de distinción,
y en ese triunfo de majestad y de cultura
fueron principalísimas partícipes las seño-
ras: doña Pilar de Herrera de Arteaga, do-
ña Sofía l'latero de Idíarte Borda, doña Jo-
sefina Pérez de Serrato, doña Julia X'illegas
de Shaw y otras aún que dieron carácter
versallesco a la reunión y (jue magnificaron
el ramillete primaveral, el alegre triunfo de
juventud y de belleza de las niñas que asis-
tieron a la fiesta, y fueron como una flora-
ción de aristocratismo en la deslumbrante
majestad de los .salones.
En ese grujH) gentilísimo brillaron con
toda la imposición de su hermosura y de su
amabilidad, las señoritas Elisa, Isabel y
María Elena Ortiz de Taranco.
Y junto a estas encantadoras niñas, vi-
mos las resplandecientes bellezas de Mari-
cucha Bustos de X'aeza. de ^largot Idiarte
Borda Platero, de Amelia .Márquez Vaeza,
de María Elena Serrato, de María Inés de
Arteaga, de Plácida Villegas, de Clarita
Müller, de .Margarita Saavedra. de Corina
Seré Rücker, de Margarita Heber L'riarte
v de Corina Morales Berro.
El baile atrajo vivamente a todo el mundo
joven, y en el raudo girar de la danza em-
briagadora, las horas se deslizaron tan ve-
loces que cuando terminó la selecta reunión,
todos creíamos, en el primer instante, que
apenas se iniciaba.
•acucv I A —
Los Pendones
L
( )S escudos de anuas
de las ciudades donde
dominaban los españo-
les les eran concedidos por el
rey _v en las reales cédulas
respectivas se describían con
minuciosidad, acompañándo-
las, además, en la mayor par-
te de los casos, los dibujos co-
loridos ; y les estaba expre-
samente prohibido a los vi-
rreyes, gobernadores y ayun-
tamientos, hacer en ellos mo-
ilificación. agregación o su-
presión que no fuera previa-
mente autorizada por nueva
provisión real.
üe estas disposiciones le-
gales resulta : que los cabil-
dos, (jue tenían el uso de los
escudos de armas de las ciu-
dades de que eran represen-
tantes, estaban obligados a
usarlos y a mantenerlos es-
trictamente ajustados a los
términos de la concesión real,
careciendo, en absoluto, de toda facultad
]iara hacer en ellos ninguna innovación, ni
aiin en los mínimos detalles.
En las grandes festividades de las colo-
nias, que eran las del advenimiento de los
reyes, los escudos de armas que se colocaban
en las decoraciones de las
|)lazas y de los edificios pii-
blicos solían estar surmonta-
dos por divisas o inscripcio-
nes mudables como las cir-
cunstancias, como el senti-
miento, como la inspiración
o el gusto dominante en la
época o en la ocasión : y esas
mismas inscripciones se veían
en los estandartes o guiones,
que también se consideraban
(iecorativos, que se lucían en
el acompañamiento del Pen-
dón Real o del Pendón del
Cabildo, no pudicndo tener
entrada en estos pendones
oficiales las tales in.scripcio-
nes, como no la tendrían en
el Pabellón Nacional ni en el
Escudo de .\rmas que en la
moneda representa la sobe-
ranía que la emite.
En los escudos de las ciu-
dades suelen encontrarse,
aunque raramente, motes o
divisas, como las tenían las
armas de la antigua nobleza
v de los Ordenes de Caballe-
ría, y como la tienen diversos
escudos nacionales : el de In-
glaterra, por ejemplo, en cu-
vas armas, contorneadas ])or
la divi.sa de la Orden de la
larretera : " Honni soit qui
mal V pense ". está colocada
debajo del escudo en una cin-
ta, la divisa real : " Dieu et
mon droit " : en el de los
Estados Unidos de América,
cuya águila sostiene en su
diestra una banderola en que
Antíg:uos pendones del Cabildo de Montevideo
está escrita la conocida divi.sa : " In ¡¡luri-
bus unum. "
J'ero estas divi.sas que son la expresión
concentrada de mi sentimiento, de un de-
signio, de una cualidad característica o de
una tradición o suceso histórico, tiene toda
de Montevideo
la permanencia del escudo de
que hacen ¡¡arte integrante,
del cual no pueden ser se-
paradas y dentro del cual no
son alterables sino en la for-
ma en que puede serlo el es-
cudo mismo, esto es, por un
acto de soberanía.
Nuestro Montevideo colo-
nial tuvo sus pendones. Y
fueron hermosos y de gran
valor. Sobre tisii, los símbo-
los y las leyendas están bor-
dados en oro de alto precio.
Doiiiina en su campo el
I l'endón Real, que en so-
1 tuer con la Palma y la Espa-
da, quedan ceñidos en la par-
te superior por la Corona de
C)Iivos que corta o divide la
puerta del castillo, descan-
sando en la parte inferior so-
bre cuatro banderas inglesas
.-.---.-- 1 abatidas.
Este iJendón, que usó el
Cabildo de Montevideo, fué
otorgado en real cédula el año 1807, docu-
mento que llegó a Montevideo el 23 de
Enero de 1809, a bordo del bergantín "Buen
Jesús ".
lisa rea! cédula dice textual nente :
"Por ([uanto: atendiendo a las circuns-
tancias (|ue concurren en el
Cavildo V Ayuntamiento de
la Ciudad tle San Felipe y
Santiago de Montevideo, y
a la constancia y amor que
ha acreditado a mi Real Ser-
vicio en la reconquista de
Buenos Aires, he venido por
mi Real decreto de doce del
i:)resente mes de .\bril en
concederle título de muy Fiel
y Reconquistadora : Facul-
tad para <|ue u.se de la distin-
ción de maceros : y que al
Escudo de sus armas pueda
añadir las banderas Inglesas
abatidas (|tu' ajjre.só en dicha
reconquista con una corona
de olivo sobre el cerro, atra-
besada con otra de mis Rea-
les Armas, Palma v Es-
leída. "
Hoy e.sas verdaderas reli-
quias de la é])oca del colo-
niaje, nos parecen extrañas
v tan ajenas a nuestra moda-
lidad actual, que las consi-
deramos casi exóticas y nos
jjarece extraordinario que
ellas hayan sido paseadas por
las calles de Montevideo en
los dias de gran ceremonial.
Estas reliquias, de alto va-
lor histórico, signos de la
tradición nobilísima de nues-
tra ciudad, han .servido de
base para el proyecto de es-
cudo de .Montevideo, usado
liov por la Corporación Mu-
nicipal.
Lytxia.
El pendón real del Cabildo de nuestra ciudad.
— SbLttTA —
/AV.
Gentilísima, con relevantes prendas de
bondad, de distinción y de belleza, es
la señora Guaní de Cardoso una verdad
representativa de todo lo que vale y de todo
lo que sigiiifíca la mujer, en la expresión del
carácter y en la cultura de nuestra sociedad.
yéMíVáWí
vrí^yífrí iy
EL Maestro, el hunibre que domina en
nuestro ambiente con todos los más
elevados prestigios del talento, espí-
ritu superior (lue ha llegado a culminar por
el esfuerzo propio, fué objeto de un justi-
ciero homenaje, al que nosotros queremos
(lar nuestra modesta contribución.
X'ada que nos halague más que recono-
cer y elogiar los méritos de los conciuda-
danos ilustres que se imponen a la consi-
deración del país por sus obras meritísimas.
Y comprendemos que debe exaltarse en
(1 espíritu pi'iblico este sentitniento de res-
peto hacia los uruguayos que. triunfando
en cualquier expresión de la actividad, glo-
rifican a la República y la hacen cada vez
más respetada ante el concepto de las de-
más naciones.
\o hemos de cejar en esta propaganda
que conceptuamos inspirada en im alto in-
terés iKitriólicü. CJuizá en nuestro ])ais no
sentimos todo lo ampliamente que fuera me-
nester este sano orgullo por los hombres
(|ue reflejan gloria sobre la nacionalidad.
Quizá aplicamos mucho indiferentismo en
el reconocimiento de estas afirmaciones de
las inteligencias uruguayas que sobresalen,
ya no del nivel de la mentalidad nacional,
sino que se imponen a las mentalidades ex-
tranjeras, aiin a las de los países que más
alto puesto ocupan en la cultura del mundo.
La orientación de nuestras buenas inten-
ciones en ese sentido procurarán, en la me-
dida de su acción, intensificar el culto ])or
los ciudadanos eminentes que reclaman toda
la consideración pública.
El doctor Francisco Soca es ima de las
personalidades científicas sudamericanas
más distinguidas, más eminentes, que ma-
yores títulos puede ostentar para ocupar el
sitial preeminente que tiene conquistado.
-Autoridad indiscutible en la familia ga-
lénica, su fama ha tras])uesto glorio.samente
las fronteras de la ¡¡atria y se le resi>eta en
todos los centros científicos de .América y
de KuroiKi.
Kl doctor Soca es un ejemplo achnirable
de voluntad al servicio de una mente pri-
vilegiada.
Hoy puede ostentar el titulo de Maestro
de .Maestros, porque la distinción que le ha
hecho la .Academia de Medicina de París
lo coloca en el pináculo del triunfo. Fué,
])Ues. oportuno v justiciero el homenaje que
le rindieron Médicos y Estudiantes, home-
naje que noticia estas líneas modestísimas,
expresión de nuestro respeto y de nuestra
admiración ]ior el compatriota ilustre.
Ciudadanos como el doctor Soca honran
la mentalidad de un pueblo.
SE^UCV 1 J\ ■
tn LA HORA
V^OLEnNE
DE LA JURA^
Coronel Eugenio Garzón
EX la tarde del 18 de Julio de 1830 el
pueblo reunido en la (|ue hoy es
Plaza Constitución aguardaba emo-
cionado que la .Vsamblea Legislativa ju-
rara el Código l'undamental. base primera
de la definitiva organización ])olitica del
país.
Cumplido ese solenme requisito, entra-
ron a la sala de sesiones los miembros del
("lobierno: el brigadier general don Juan
Antonio Lavalleja y sus ministros, quienes
juraron ante el Presidente de la Asamblea
que lo era don Silvestre Blanco.
Frente al Cabildo se hallaba formado el
batallón i." de Cazadores co randado por el
entonces coronel don Eugenio (larzón. Esta
unidad, del ejército de la .Vación que sur-
gía en tan fausta jornada a la vida institu-
cional de los pueblos, rendía guardia de ho-
nor ante la Asamblea Legislativa, en cuyo
local se celebraba el acto más trascendental
que en el país se contemplara.
Prestó juramento el coronel (íarzón ante
el Gobernador Lavalleja y volviendo luego
al frente del batallón (|ue comandaba, re-
IH DK JULIO DE 1830
cibió el juramento del segundo jefe. Mayor
Andrés Gómez, y de todos los oficiales de
su batallón, que lo eran: el teniente coro-
nel don Cipriano Miró ; los capitanes don
Hermenegildo Lafuente, don José Rodrí-
guez, don Francisco Lasala, don Miguel
.Alegre y don Joaquín Idoyaga ; los ayu-
dantes mayores don Indalecio Larraya. don
Ramón Visillac ; tenientes primeros don
[uan Pío Gurgel, don Saturnino Revuelta,
don José María Ordóñez. don Pedro Caza-
riego, don Marcos Rincón y don Ildefonso
Correa ; tenientes segundos don Juan Ma-
ría González, don Miguel Delahanty, don
Joaquín Viejobueno, don Joaquín José
Xascimiento y don Pedro Rivero ; subte-
nientes don Juan Quincoces. don Remigio
González, y abanderado don Manuel Ger-
mán Fleitas.
Acto seguido el Mayor Gó nez ocupó la
derecha de la linea y apoyando su esjiada
sobre un fusil, figurando una cruz, ordenó
que todos los individuos de tropa pasaran
frente al sagrado símbolo besándolo como
señal de acatamiento a la nueva ley (|ue
Sargento Mayor Andrés A. Gómez
regiría desde entonces los destinos de la
nacionalidad uruguaya.
Después de este acto tan sentido y elo-
cuente, tal co;no cuadraba a los hombres
de acero de aquella época, el batallón con
la bandera nacional flameando orgidlosa a
los vientos de la ])atria consolidada y glo-
riosa, ílesfiló en marcha a su cuartel.
El jíueblo. delirante de entusiasmo, tributó
a los jefes y soldados que desde aquel mo-
mento eran depositarios de la inviolabili-
dad de la ley fundamenta!, vítores y pal-
mas, acompañándolos en luia verdadera
procesión cívica, elocuente forma de exte-
riorizar su ardor i)atriótico y su agrade-
cimiento a los (|ue habían luchado con he-
roísmo y sacrificio inmenso ])or la Inde-
pendencia del país.
Casi todos aquellos bravos hombres de
armas habían participado en las campañas
por la libertad y algunos habían sentido en
sus rostros el álito quemante y triunfal de
Ituzaingó. la última etapa de l;i gran jor-
nada ¡jatricía.
i
UJ.J-
U.
¿3«FV«««< í5:«*,l*^ íf<^,&r-a. — -^¿-»i-^
^is*4£><¿>^^
Reproducción fotográfica del acta del Juramento de la Constitución prestado por la clase militar
— SttLtCI A —
L.\ recepción que días pasados se rea-
lizó en la residencia del doctor Juan
José de Aniézaga, fué en honor de la
señorita Josefina ücanipo V'edoya, de la
más selecta sociedad porteña. que se halla
de paso por Montevideo.
La señorita Ocamix) X'edoya, bella, ele-
gante y de preclaro linaje, tuvo en la fiesta
a que nos referimos una hermosa demostra-
ción de la amabilidad patriarcal que es ca-
racterística en nuestras familias principa-
les. Fué una fiesta amable, encantadora.
Un núcleo numerosísimo de nuestras más
bellas señoritas hicieron acto de presencia
en tan elegante reunión, formando un deli-
cadísimo ramillete. Y do-
minando con su soberana
belleza la señora dueña de
casa, elegantísima, ama-
ble. .\1 verla en sus salo-
nes pasar como una ver-
dadera reina de hermosu-
ra, recordamos el juicio
c|ue mereció a los cronis-
tas ])orteños, durante su
estadía en la vecina orilla
acompañando a su esposo,
que desempeñaba el ele-
vado cargo de Embajador
de nuestro país ante el
Oobierno argentino.
I.a señora Cilia .^Ivarcz
Recepción en lo
de
Amézaga « A 1 var ez
Mouliá, en Honor
de la señorita ^ ^
Josefina Ocampo
Vedoya ^ ^ ^
Moulíá de .\m¿zaga fué el
centro de la admiración en
los salones de la capital
vecina y todos ios cronis-
tas sociales al elogiar su
chic y su belleza, desgra-
naron i)erlas de dialéctica
en su loor y uno, con mu-
cho acierto, dijo que pa-
recía una imagen arranca-
da a una tela del inmortal
Ducet.
Su tránsito fué, pues,
triunfal a través de los sa-
lones i)orteños y con ello
.se acrecentaron aún más
los prestigios que de her-
mosa y elegante ostenta la
mujer uruguaya.
En la recepción que se
realizó en su elegante re-
sidencia, la señora Alvarez
de Amézaga fué una vez más la gentilísima
dama de trato exquisito y de extrema ama-
bilidad.
y sí merece ella el más caluroso comen-
tario por el brillante éxito que alcanzó, debe
también ser señalada como una nota alta-
mente simpática por haber sido organi-
zada en homenaje a una niña porteña.
De esta suerte .se estrechan cada vez más
los vínculos con la sociedad argentina,
vínculos que no deben por ningún concepto
aminorarse, ni debilitarse, dado que argen-
tinos y uruguayos han convivido siempre
tanto en los momentos de grandes satisfac-
ciones como en las horas de duras pruebas.
La sociedad argentina, muy distinguida,
con prestigiosa nobleza patricia, tiene sus
orígenes en casi las mismas familias que la
sociedad uruguaya.
¿Cómo, pues, no aten-
der con preferencia este
canje de afectuosidades y
atenciones sí con ello se
afirman relaciones y se
da consistencia a vínculos
tradicionales?
Por otra parte es de de-
sear que fiestas como esta
se repitan durante el in-
vierno.
Con tan magnificas re-
uniones se despiertan ac-
tividades sociales que no
deben en ningún momen-
to decaer.
Señoras: Celia Alvarcz Mouliá de Am¿zaga. - Josefina Vedoya de Ocampo. — Celia Mouhá de Alvafez.
María Angélica P. de Wilson. — Julia Villegas de Shaw.— Sofía Platero de Idiarte Borda.
Isolina B. de Vial Bello. — Señores: Dr. Juan José Amézaga. — Ministro de España y Manuel Ocampo.
Señora Luisa C. de Pascual. — Señoritas Zclmira Iglesias Castellanos. — Margarita Saavedra Barroso.
Emma Picra Muñoz. — Josefina Ocampo Vedoya. — Ester Alvarcz Moulíá. ^ María A. Márquez Baeza.
Silvia Accvcdo Braga. — Olga Bchcrcns Hoffman y Señor Carlos Gar^ao Márquez.
Hoffmann. Alartha Iglesias Castellanos,
Esther y Elena Alvarez Mouliá. María l'',ie-
na Gómez Larravíde, Silvia .Acevedo Bra-
Todos sus invitados encontraron en ella ga, Eloísa Gómez Harley, María Teresa
a sonrisa de grata delicadeza, una pala- Braga, Nene Díaz Fournier. M
pala
bra de .suma galantería.
Con ello hizo digna compañía a su es-
poso, el doctor Amézaga, caballero cultí-
simo, de brillante figuración política y di-
plomática.
El hall de entrada y el gran salón res-
plandecían con sus mejores galas, y en el
ambiente aristocrático imponían su belleza
y su elegancia las señoritas Olga Beherens
Marieta Mor-
quio Márquez, Elisa Blanco Wilson y otras
aún ; armoniosa guirnalda de juventud, de
distinción y de belleza que prestaba a la
reunión toda la deslumbrante imposición de
su gracia.
La recepción en lo del doctor .Vmézaga
fué una de las notas sociales más brillan-
tes de las realizadas en la última quincena
social.
Esas recepciones dan a
nuestro mundo social el
brillo que de derecho le
corresponde y están de
acuerdo con el pasado de
nuestros salones, honroso
pasado que nunca debe
echarse en olvido
Y si insistimos, a pro-
pósito de la bella reunión
en lo del doctor Améza-
ga, respecto de lo grande-
mente beneficiosa (|ue se-
ria la repetición de esas
fiestas, es ])orque sabe-
mos existen en proyecto
algunas, las que deben rea-
lizarse sin ninguna vacila-
ción, para (|ue nuestros sa-
lones sean todo lo admi-
rados que merecen.
En e.sos salones existen
iimúineras ri(|uczas, pruebas soberbias de
buen gusto y de exquisito arte. Las hay que
podrían conijietir con los mejor alhajados
de Europa.
La .sociedad porteña evidencia más acti-
vidad que la nuestra.
Tome nos ejemi)lo de ella. De esa suerte
se conservan y aumentan las buenas reso-
nancias.
Podemos hacerlo. Debemos hacerlo.
Terminamos estas líneas mal pergeñadas,
tributando un nuevo elogio a la fiesta rea-
lizada en lo de .Amézaga - Alvarez. de la
que guardamos gratísimos recuerdos.
- SELECTA —
uras
consulares
®0\ Silvestri.- Blanco, ilustre i)a-
tricio, nació en Montevideo, se-
gún lo comprueba la partida de naci-
miento que dice así :
"Don Juan Joset Ortiz. Cura y Vi-
cario de ia ciudad de San Felipe y
Santiago de Montevideo, certifico en
cuanto pueda y lia lugar que en el li-
bro Cuarto de bautismo de la referida
ciudad que está a mi cargo y empieza
en siete de Diciembre de mil setecien-
tos setenta y nueve y acaba en vein-
ticinco de Junio de mil setecientos
ochenta y cinco al folio 274, se halla
la partida siguiente:
En treinta y uno de Diciembre de
mil setecientos ochenta y tres, yo don
Juan Joset Ortiz, Cura y vicario de esta
ciudad de Montevideo, bautiza a un
niño que nació ajer a las once y me-
dia de la noche y se !e puso por nom-
bre Silvestre Euscbio Ramón, hijo le-
gitimo de don Juan Blanco y de doña
María del Pilar Pérez y Valdez, ve-
cino de esta ciudad. El Padre natural
de la villa de Pineda en el obispado
de Perona y la madre de Buenos Ai-
res: abuelos paternos don Francisco
Blanco y doña Mariana Flaquer, veci-
nos y naturales de dicha villa. Ma-
ternos don Bernardo Pérez y Valdez y
doña Cayetana Delgado. Fué padrino
don Eusebio Vidal Teniente de Ma-
gones de .Mmanza a quien advertí; la
congnación espiritual que había con-
traído y sus obligaciones siendo testi-
go don Francisco Mont y don Nico-
lás Zamora vecino de esta ciudad y
por verdad lo firmé Juan José Ortiz."
Los padres de Blanco tuvieron otro*,
liiios :
Doña María Eusebia, doña Concepción, doña
Xicolasa (ca.sada con un señor Camusso), y don
Prudencio que, lo mismo que doña María Eu-
sebia, murió soltero.
Doña María del Pilar Pérez y \'aldez contrajo
segundas nupcias con el Coronel de Ingenieros
don Bernardo Eecoq y de este matrimonio tuvo
a don Francisco y a don Gregorio Lecoq. casa-
dos, respectivamente, con doña Pascuala Camus-
so y doña Margarita Ximénez.
Don Silvestre Blanco inició su carrera militar
según los documentos que copiamos a continua-
ción :
"Señor Subinspector General: Dun Silvestre
Blanco natural de esta ciudad, hijo legitimo de!
Capitán de Milicias don Juan Blaiicn y Flaquer
y doña María del Pilar Pérez Valdez, ac-
tual consorte del Coronel de Ingenieros en
Jefe don Bernardo Lecoq ante V. S. con ei
mayor respeto dice : que hallándose con
las circunstancias que se requieren para
servir a S. Majestatl en la ilustre carrera
de las armas, según lo acreditan los do-
cumentos que en debida forma presenta,
desea emprenderla en la clase de Cadete;
para cuyo efecto,
A V. S. rendidamente sup'ica se sirva
expedir su decreto para que se le admita
en e! Regimiento de Infantería de esta
provincia: a cuyo favor quedará recono-
cido. — Montevideo, 22 de Diciembre fl..*
1798. — Silvestre Rlattco.''
Don Silvestre
Blanco
este (lecreto, entendiénilose que su
pase debe contarse desde esta fecha. —
Bl Marqués de Sobrcmoulc.''
vestre Blanco, Presidente de la Asamblea Constituyente
vestre Blanco, Cadete del Regimiento de Infan-
tería de Buenos .\ires ante V. S. con el mayor
respeto dice: se halla con la determinación de
continuar su mérito en el Regimiento de Dra-
.gones de esta provincia y para poderlo verifi-
car, a \^ S. rendidamente suplica: se sirva ex-
pedir su providencia para que se le admita en
el expresado Regimiento de Dragones en la
clase de Cadete, a cuyo favor quedará recorp-
rido. — Montevideo. 21 de Julio de 1801. —
Sili'cstrc Blanco."
Queriendo ampliar sus esludios, don
Silvestre Blanco pidió licencia para pa-
sar a Barcelona y a ese fin se le ex-
pidió el siguiente :
''Por cuanto por Decreto de esta
fecha he concedido Ucencia a don Sil-
vestre Blanco, Cadete del Regimiento
de Dragones de esta Provincia para
que. como ha solicitado pueda pasar a
España por el término de dos años con
el fin de continuar >■ concluir el curso
de Matemáticas en el Colegio de Bar-
celona: por tanto: ordeno y mando a
los Comisarios de los Puestos y Bage-
les sujetos a mi jurisdicción \" a los
que no lo son ruego y encargo no le
pongan impedimento alguno en su viaje,
antes bien se lo auxilien. Para todo lo
cual le hice expedir este pasaporte, fir-
mado de mi mano, sellarlo con el selle-
de mis armas y refrendado del Secre-
tario por S. M. (le este \'irreynato. —
Dado en Buenos .\ires. a dos de Julio
de mil ochocientos y tres. — Joaquín
(it'I l'ino. — Manuel Gallego."
Reunida, en San José la .\saniblea
General Constituyente y Legislativa del
Estado y habiéndose resuelto la elec-
ción de un Presidente permanente, re-
sultó electo por 14 votos don Silvestre
Blanco. — habiendo obtenido 7 votos
don Joaquín Suárez >■ otros 7 don Ga-
briel h. Percira.
En Canelones, en la .aguada, en Mon-
tevideo, lo mismo que en San José, don
Silvestre Blanco desempeñó sus eleva-
funciones con una contracción verdadera-
" Montevideo. 24 de Julio de 1801. — Con-
cédese a ese interesado su pase como .solicita
en la misma clase al Regimiento de Dragones
cuyo conforme conveniente al cumplimiento de
"Señor Subinspector (General: Concu-
rren en el suplicante las circunstancias que
S. M. manda tengan los que sirvan en la
clase de cadetes. — Montevideo, 23 de Di-
ciembre de irgS. — Mifiuel de Texada."
'"Montevideo. 4 de Diciembre de I70(;.
— Habiendo hecho constar el suplicante
que concurren en su persona todas las
circunstancias que previene Su Majestad
I)ara la admisión de Cadetes en esta ca-
lidad debe tomar su asiento en el Regi-
miento de Infantería de esta provincia,
cuyo Coronel dará las órdenes correspon-
dientes al cumplimiento de este Decreto.
— /:/ Marqués de Sobreinoutc."
Después de año y medio pasó a conti-
nuar sus servicios en el Regimiento de
Dragones. He aquí su solicitud;
"Señor Subinspector General: Don Sil-
das
mente ejemplar.
A él le tocó, en 2J de Diciembre del año 1828.
tomar el juramento al Brigailier don José Ron-
deau que entraba a ejercer el cargo de Goberna-
dor y Capitán General Provisorio.
Fué el primero en suscribir la Constitución de!
Estado, en 10 de Septiembre de l82(}. lo mismo
que el "Manifiesto de la Asamblea General
Constituyente y Legislativa de la República Orien-
tal del i'ruguay a los Pueblos que re/^resenta",
de 30 de Junio de 1830.
Don Silvestre Blanco fué casado con doña
María del Pilar Ruiz, a la que trató por presen-
tación que, en un palco del teatro San Felipe,
le hizo la señorita Juanita Zudañez. De ese ma-
trimonio tuvieron a María del Pilar Blan-
co, nacida el 11 de Noviembre de 1835 y
casada el 12 de Octubre de 1855. con e!
autor de ' ' La .^rgentiada ' '. don Manuel
Rogelio Tristany, quienes han dejado una
larga sucesión, abrazando cuatro de los
hijos varones la carrera militar en la Re-
pública .\rgentina.
El retrato del señor Blanco, cuya co-
I)¡a publicamos, fué tomado del natura!,
poco después de jurada la Constitución, y
se halla en el .-\rchivo y Museo Histórico
Xacional. inerced a la solicitud de su Di-
rector, don Luis Carve. y a la generosidad
de la nieta del procer, la señorita María
Estela Tristany Blanco.
Ofrecemos también a nuestros lectores
los retratos. — que tomamos de un da-
.gucrrotipo. — de la esposa y de la hija
de don Silvestre Blanco : doña María de!
Pilar Ruiz y doña María del Pilar Blanco.
Don Silvestre Blanco falleció el año
1841.
El carácter enérgico, la severidad de
Iirincipios. la religiosidad del deber, hi-
cieron que don Silvestre Blanco fuera una
de las más altas personalidades en los ins-
tantes decisivos de la unidad del espíritu
nacional y en los más trascendentales aún
de la organización legal de la Repi'iblica.
Un detalle que prueba elocueiuemente
esta característica ejemplar ile Blanco, es
el de que no faltó a ninguna de las se-
siones que celebró la .-\samblea Constitu-
yente, y en donde quiera que se reunió tan
soberana autoridad, su digno presidente
hizo acto de pre^encia. ocupand(. su sitio.
Doña María del Pilar Ruiz y su hija
(r
Josefa Muñoz Quírós de Pérez
Manuela Maturana de Acevedo
Ante nuestro
Joaquina Vá;
Abanico conmemorativo de la Jura de la Constitución
He aquí dos páginas que honran en sumo
grado a "Selecta".
No son tan sólo la comprobación de una
delicadeza artística que hoy apenas tiene una
que otra manifestación^ sino que todas esas
miniaturas reproducen, — bellamente, un
grupo de damas de elevadisima alcurnia; —
brillante afirmación de un distinguidísimo
pasado social, tan pródigo en ejemplos.
Las delicadas láminas de marfil, donde el
artista ha concentrado todos sus afanes, apa- '
recen, a través del tiempo con tanta exacti-
tud de dibujo, con tanta brillantez de colorido
que se diría ajecutadas ayer.
Dos fueron los miniaturistas que en las
épocas del virreinato y de la independencia
(L
María Inés Furríol de Lasala
Inés Pérez de Herrera
asado social
quez de Acebedo
realizaron todas las pequeñas y hermosas obras
de arte. La tradición ha conservado sus nom-
bres: Furríol y Odojerti, autores de las mi-
niaturas que ofrecemos hoy a nuestros lec-
tores como una verdadera joya.
Estos medallones, ejecutados con una mi-
nuciosidad ejemplar, recuerdan la majestad
de aquellas damas, venerables matronas qt^e
concentraron en si todas las características dr
una ¿poca y cuyos apellidos son hoy base
inconmovible de grandes prestigios sociales.
En la cariñosa intimidad de muy respeta-
bles hogores se guardan hoy estas reliquias;
y hasta ellas hemos llegado para ofrecerlas
como una magnifica nota de homenaje, de
evocación y de arte.
Otro ejemplar de los abanicos repartidos el día de la Jora
— SELECTA —
El pintor
Parpa^noli
HE aquí un notable cultor
del arte de Apeles.
Miradlo. Su figura es
altamente simpática y
arrogante. Hay en él un rasgo
agradable de la bohemia soña-
dora y briosa que tantos genios
ha dado al mundo, y un claro
aristocratismo que eleva su trato
a la categoría de un verdadero
placer.
Tal nos ocurrió a nosotros en
la visita que le hicimos en su
lujosa residencia de la ca'.le La-
rrañaga, donde nos encontramos
con el más delicioso ' '^ome ' '
que hubiéramos podido imagi-
narnos.
A nuestro encuentro salió la
esposa del celebrado pintor, y
su gracia, la armonía excepcional
de su trato, su distinción, fué
un encanto más unido a los en-
cantos que ya nos habían cauti-
vado.
Envuelto en una amplia bata
de seda y terciopelo, elegante,
sencillo y cultísimo, se nos pre-
senta el pintor Parpagnoli.
.Antes de llegar hasta el ta-
ller donde el artista labora y
crea sus hermosas obras, los
gentiles dueños de ca.^^a nos rin-
dieron todos los agasajos de la
hospitalidad.
El estudio es un rincón admi-
rable. Ya conocíamos al pintor
por la excelente impresión que
nos causaran algunas de sus
obras: sobre todo el magnifico
retrato de Samuel Blixen. que
se halla en el Circulo de la
Prensa, colocado en el salón
principal de recepciones.
Esc retrato, una de las pri-
meras obras que ejecutó Par-
pagnoli en nuestro país, mues-
tra con más vigor y con más
acierto la modalidad de este
El pintor G. M. Parpagnoli
artista, cuya escuela (puesta de
manifiesto en esa y en otras
obras de la misma época), tiene
todas las más bellas condiciones
(le los maestros italianos del
Renacimiento.
Parpagnoli ha evolucionado.
I. a escuela italiana clásica yia
no tiene aplicación en sus cua-
dros de hoy. Su evolución se de-
fine hacia los métodos moder-
nos : pintura divisionaria, inter-
pretativa cu los valores del co-
lor, que refleja a la naturaleza
después de tamizarla en la im-
l>resionabilidad de un tempera-
mento. Sus retratos actuales y
sus paisajes tienen la atracción
del colorido vibrante, quizá a
veces demasiado violento, pero
siempre atraycnto, con tonalida-
des Cjue si no son en todos los
casos el reflejo de la verdad, en
cambio tienen el encanto de los
tonos luminosos, de los contras-
tes, de las medias tintas extra-
ñas, casi exóticas, pero siempre
inspiradas en un refinado sen-
timiento de belleza.
Hoy, Parpagnoli nos agrá. la
tanto como paisajista que como
retratista, aun cuando su espe-
cialidad sea el retrato. Los de
lioy como los de ayer son de una
gran fuerza de parecido, con
esa verdad psicológica, rasgo ca-
racterístico que da el carácter
intimo de la persona retratada,
efluvio de alma que sólo con-
siguen dar a los retratos los que
conocen a fondo esta difícil ra-
ma de la pintura.
Tiene el estimado artista infi-
nidad de proyectos de obras de
gran aliento, a todas las cuales
dará , feliz culminación, porque
Parpagnoli es un artista que co-
noce todas las ventajas que en el
trabajo da el nietodo y el ejerci-
cio de la voluntad.
De nuestra visita a la residen-
cia del artista conservamos una
agradabilísima impresión, que
aún perdura en el instante de es-
cribir estas lineas.
El Cronista.
Un ángulo del magnifico estudio del sKñor Parpagnoli
— StLbClA —
(^nTemplanpo
UNAS
LAS fotografías <le antaño tienen un
encanto especial Ellas nos atraen
con la severidad de su presentación,
tan sencillas, tan simples, que puestas al
lado de una fotografía de hoy, de esas ver-
daderamente siuituosas. con doble cubierta,
papel de seda, rebordes dorados y colora-
ciones caprichosas, ¡¡arecen humildes copias,
tan humildes ((Uc ni como prueba las pre-
sentaría uno de los fotógrafos de la actua-
lidad.
Y sin embargo estas fotografías tienen to-
das, en la casi humildad de su presentación,
una poderosa fuerza subyugante, atractivo
poderoso ([ue reside en la majestad que de
ellas emana, no .sabríamos si ¡¡or la suges-
tión que todo lo de antaño ejerce sobre
nuestros espíritus impresionables, o por la
indiscutible realeza que de los trajes se
desprende.
Y así es.
Posiblemente la moda de 1830 y 1840 no
estaría encuadrada en los más severos pre-
ceptos de la estética, (piizá habría mucho
(jue discutir y mucho (|ue analizar, respecto
de aquellos talles de " avispa ", formados
a fuerza de una exagerada opresión, (pie si
ofrecían contraste más o menos agradable
con la amplitud y abullonauíiento de las fal-
das, torturaba las cinturas y provocaba las
protestas airadas de los médicos.
Pero de todas maneras la majestad de
aquellas damas se impone a nuestra frivo-
lidad de hoy y nos da ejemplo de cómo puede
.ser la verdadera altivez en la más grande
simplicidad.
Tenemos ante nuestros ojos tres fotogra-
fías de antaño. Reproducen ellas a tres
damas muy distinguidas de las épocas glo-
riosas y siempre aleccionantes, y no cabe
más que examinarlas rápidamente para que
de inmediato, aun ignorando los nombres,
comprendamos que son tres damas repre-
sentativas de aquel pasado social que tanto
debe siempre enorgullecemos.
Fueron tres señoras que llamaron la aten-
Mademoiselle Condesa Matilde de Brayer
Doña Carlota Sustacha de Cbiriffe
Doña Corina Oromí de Villegas
Viejas
Fotografías
Clon ])or su l)elleza. por su (hstmcion. por
su elegancia.
Las fotografías nos las muestran vis-
tiendo el clásico traje de cotilla, (¡ue tanto
se usó entonces y tan esjiirítuales hacía los
cuerpos femeninos, para encanto de los
hombres de la época y para envidia nues-
tra, que hov nos tenemos que conformar
con verlas a través de esas pequeñas foto-
.grafías amarillentas v semiborradas.
Las joyas que completaban la toilette de
aquellos días, tenían también su originali-
dad y su belleza.
Los grandes peinetones. afiligranados, ri-
([uisímos. que eran verdaderas, magníficas
obras de arte, daban a las cabezas una ma-
jestad única.
Las grandes cadenas de oro o de piedras
jírecio.sas rodeaban los cuellos esbeltos y
caían elegantemente hasta el talle. Las ca-
rabanas. o aros largos, formaban como un
marco muy bello a las deliciosas caritas.
Y las " pulseras " exornaban los brazos con
el brillo de su bruñido oro. oro cincelado,
macizo y fuerte.
De verdad que eran interesantes y gen-
tiles aquellas personitas delicadas que fue-
ron, la delicia de nuestros abuelos.
En los saraos, en los paseos a! aire li-
bre, en todos los sitios donde se presenta-
ban, reinaban ellas con la soberanía que
también reúnen hoy las que son sus biz-
nietas.
Las amplias polleras, donde los pliegues
caían en forma armoniosa, daban a las si-
luetas femeninas un " aplomo ", una rea-
leza que por cierto era más sugestiva que
las de las siluetas creadas por la moda de
la pollera - funda, tan de estilo hasta hace
poco.
I^as tres damas que nos han sugerido es-
tas evocaciones de los tiempos idos, fueron
altamente reiire.sentativas en la sociedad de
aquellos días y hoy sus descendientes man-
tienen aquellos prestigios con toda ejempla-
ridad.
— SCUCWI A
La ¿ran
MARtA BARRIENTOS
LA temporada lírica ofi-
cial (le Agosto se anun-
cia este aíio con los
prestigios de nombres archi -
famosos en el mundo del arte.
Caruso, la Barrieiitos, la
Della Riza. Journet. Lafuente.
la Vallin Pardo. Giraldoni.
Crabhe. Nombres que la fama
trae y lleva de uno a otro
confín del mundo y que son
una só'.ida garantía de la im-
portancia artística de la tour-
iiée máxima.
No hemos de detenernos en
un examen detenido de las fi-
guras más representativas del
elenco. Sería superfluo. To-
dos conocen las admirables
condiciones de los cantantes
que forman cabeza en la gran
. compañía lírica.
En las diez funciones de
abono se pondrán en escena
las óperas que más atraen !a
atención del púb-ico y se es-
trenarán : "Lodeletta" de
Mascagni, "L'Etranger" de
D'Indy, "La Rondine" de
Puccini.
En las seis funciones res-
tantes se han combinado pro-
gramas excelentes, en uno de
los cuales figura "Pagliacci"
cantado por Caruso, detalle
este más que suficiente pata
despertar el mayor interés,
pues aún recordamos con pro-
funda emoción la estupenda
noche en que el gran tenor
cantó esa ópera en el Ur-
quiza.
El éxito del abono ha sido
comp'.eto. No podía esperarse
otra cosa dado el elenco y e!
repertorio. Completamos esta
nota dando una parte de la
lista de los abonados :
Presidente de la Repúbli-
ca, Pablo Mané, Augusto Mo-
rales, Manuel Lessa, Pedro
Etchegaray, Baltasar Brum,
.'\rturo Heber Jackson. Fran-
cisco A. Lanza, Mora Maga-
riños. Eduardo Brito del Pi-
no, Claudio Wílliman, Juan
Campisteguy, José Shaw, San-
tiago Bordaberry. Adolfo Ar-
tagaveytia, César Schiaffino,
Manuel Quíntela, Alfredo Et-
chegaray, Pedro Mir. Hora-
cio González, José Saavedra,
Manuel Vaeza Ocampo, Gi'-
berto Lasnier, Flora Wells de
Shaw, Guillermo Wilson, Ma-
nuel Acosta y Lara, Juan Lo-
renzo Etcheverry, Agustín
Cardozo, Alex Sundberg, Se-
cundino Balparda, Germán
Larión, Román Freiré, Emi-
lio San Juan, Vicente Pablo.
Joaquín Requena y García,
Carlos Bellini Carsoglio, José
M. Rodríguez Sosa, Pedro
Lena, E. Dellazoppa, Miguel
Lapeyre, .'Mberto Rodríguez,
Juan C. Roselló, José Colaso
Gómez, .'\gustin Sanguinetti.
Matías Alonso Criado, Juan
Domingo Lanza, Agustín Es-
trada Gauland, Federico Vi-
diella. Ricardo Shaw, Eduar-
do Hoffmann, José Joaquín
Cañaba'. Juan Pedro Etche-
garay, Sayagués Laso, Walter
Fraling, Juan Pons, Enrique
Geille, José Deluchi, Berta
iíubillaga, Elvira Grase, Anto-
nio Rodríguez, Guillermo Pe-
rino, Federico Escalada, Ma-
niiel González Villar, Alejo
Rosell y Rius, Alberto Puig,
Lauro Brum, Aníbal Chacón,
María Dellaca, Juan Canale,
Carolina Favaro, José Infan-
tozzi, Juan D. da Silva, José
Macció. Pedro Díaz, Odicini
Dante R. Peirano, Luis Olli-
vier Montero, Serapio del
Castillo, Pilar Muñoz Silva,
José B. Etchegaray, Pedro E.
Casaríno, Arturo Gaye, Joa-
quín Oribe, Bernardo Riet
Correa, Juan José Sosa Díaz,
Luciano Lacerre, señor Gal-
fctti. Tomás Grilfo, María
Teresa Pittaluga, J. Carlos
Vallarino, Juan José Salvag-
no, Santiago Rivas, José Gó-
mez Ferreira, Francisco Cos-
ta, Raymundo Janssen, Blas
Vidal, .Arturo Wilson, Ma-
ría R de Chiarino, Antonio
Marexiano, Ricardo Sánchez,
Beltrán Hardoy, Juan Gron-
dona, Fidel CavaMieri, Julio
Poitevin, Alberto Cappone
Brusco, Ricardo Serventi.
Francisco Arena. .íMejandro
Dematteís, Umberto Pérsico.
Farriols, Carlos Pernin, Ma-
nuel F'. Da Silva, José V.
CarvaUido, Alejandro Shaw,
José A. Ferreira, ■ Enrique
Risso, José Tálice. Juan Rani-
pón, Teresa B. de Basso, Juan
Ve!troni, Alfredo Giriba'i'i.
Cuocco, Miguel Deque, Juan
Zamora. Honorio Federici, se-
ñoritas de Nin, Tomasa B.
de Rodríguez, Alberto Mi-
guel Lecour, Pedro Turcatti,
Francisco Helguera, Andrés
de Badet, Silvio Cassarino,
Francisco Hidalgo, J. M.
García y García, Juan Buela,
Horacio Acosta y Lara, J. P.
Santayana, Juan P. Beisso.
Fernando Gíribaldo, Francis-
co Campantico, Edelmira de
la Bandera, Juan Dighiero.
Marcelina Montero, Enrique
Anthelo, Luis Barbagelata,
Orfilia Solari, Alfonso Seré,
Alberto Heber Uriarte, Do-
lores P. de Caprile, Pablo
De María, Mario Etchegaray.
Quinto Bonomi, Leonor Hor-
ticout, Juan Cánepa, señoritas
de De León, Eduardo Saez,
Carlos Abal, Alberto Seguez,
Domingo Cuyaba, Carlos Cas-
tro, Julio Bazardo, Pedro
Díaz Lemón, Teresa Saave-
dra, señoritas de Etcheverri-
to, Pedro Ceriani, Zipitría
Montero, B. Introzzi, Juan
Aschieri, Francisco Campo-
dónico, José Piaggio, Gonzalo
Vázquez Barriere, Pedro Mu-
ñoz, Julio M. Mangino, Igna-
cio Porta, Federico Battagli-
no, Juan Puy Natino, Do-
mingo Cuadra Díaz, Severo
Rodríguez, Pedro Aramendia,
Alfredo Fernández, Blas Con-
de, Pedro A. Staricco, Eduar-
do Roubaud, González Dan-
rée, Pedro Marqúese, Anto-
nio María Rodríguez, Rodol-
fo Mezzera, Arístides Muñoz
Ramos, Benigno Dell, José
Juega, .\ugusto Guerra Ro-
mero, María E. Fernández
Samuel Rossi, Luis E. La-
rriera, Villegas Suárez, Pedro
Negri, R. Sosa Díaz, Juan
CarvaUido. Pablo Varzi (hi-
jo), Perfecto González, Pedro
Otonello, José Puppo, Ale-
jandro Mautone, etc., etc.
LAFUENTE
VALLIN PARDO
— SELECTA —
•&■ <K}'
Giga uruguaya
Cu ni r y Preserva r.
Lo segundo antes que lo primero.
Más aun que lo primero, porque su
acción es más eficaz, más amplia, más
efectiva.
Estas son las dos orientaciones que
tiene la acción de la Liga contra la
Tuberculosis.
Curar es noblemente piadoso ; es de
un alto espíritu evangélico, es ir di-
rectamente contra el dolor, contra la
desventura, es detenerse amorosamente
en la marcha p<ira recoger al vencido
que cae a la vera del camino, quizá
de otra suerte condenado a morir sin
socorro, sin que una mano piadosa le
acercara a los labios una gota de agua.
Preservar es obra profundamente
científica, es combatir al morbo antes
de que desarrolle su acción es vencer
antes de que se inicie la acción, terrible
acción, en la que, generalmente, el hom-
bre sale derrotado. Preservar es velar
por la fortaleza de la raza, por sus
energías efectivas, pues evitando que
el organismo se dañe, se le conserva
en toda la plenitud de sus energías
y en toda la fecunda actividad de su
esfuerzo.
Por eso es altamente noble, grande-
mente patriótica, honrosa para el país,
la obra de la Liga contra la Tuber-
culosis.
Los nombres de los que la han ini-
ciado y de los de aquellas personas que
hoy continúan tesoneramente y sin des-
mayos la acción meritísima, deben ser
tenidos en el concepto de benefactores
del país, porque es tarea inmensa, ta-
rea que no admite tregua, tarea sin
descanso, la que exige ¡a detención del
avance devastador de esa plaga de la
Humanidad, cuyos estragos son más
grandes que los de la más tremenda
de las guerras.
Obra buena, obra de reparaciones sociales,
obra de higiene, de salud y de vida, obra que
es como la esencia purísima de todas las mejores
inspiraciones del alma colectiva.
Por más que se escriba, por más que se hable,
por más que se glorie, nunca podrá decirse bas-
tante en homenaje merecido de la Liga Uru-
guaya contra la Tubercu'osis. la institución que.
coníra la TuSerculosis
Doña Bernardina Muñoz de De María
no vacilamos en afirmarlo, más distingue al
Uruguay, aun cuando nuestro país, por el es-
fuerzo de sus buenos hijos, tenga tantas cosas
de que enorgullecerse.
V esta obra es, en mucho, en gran parte, re-
sultado de la actividad de las Comisiones <le
señoras, obra sagrada en que la piedad fe-
menina tiene parte principalísima, de la bondad
sin limitaciones de las que saben ser esposas y
madres, de toda esa concentración de
exteriorizaciones scntimentale'; y afec-
tivas que forma el espíritu de la mu-
jer, y es como un 1)0110 comraste de
luz. en las tinieblas horrendas, que
son los odios, las ambiciones, las lu-
chas y los egoísmos de los -lombres.
cuyas explosiones ele rencores y de
insanias, empajian de sangre las pá-
ginas de la historia.
No es posibV' elogiar la acción de la
institución referida, sin tributar a !h>
señoras en cuyo florecimiento coadyu-
van, grande loa; porque la Liga Uru-
guaya es el fruto hermoso del senli-
mentalismo femenino puesto ante el
dolor y la miseria.
Ln las Comisiones de señoras que se
han sucedido desde la fundación de \'\
Liga hasta el presente, han figurado
damas de alta representación social,
espíritus am])'ís¡mtis en !os que la ini-
ciativa fecunda y la segura dirección
fueron ccíudiciones sobresalientes y ele-
mentos priiicipalisimos en el brÜiante
éxito de toda labor em])rendida.
Las presidentas de esas Comisiones
de damas fueron hasta el presente :
doña Ema Ruano de Capnrro. dttñíi
Bernardina Muñoz de De María, doña
Guma del Campo de Muñíz. doña Ma-
tilde Regalía de Roosen y actualnient
ha vuelto la señora Muñoz de De
María a ocui)ar ese elevado cargn, p'tra
volver de nuevo a imprimir a la ins-
titución benefaclora el grande impulso
(|ue le diera en su primera presidencia.
Doña Hernardina Muñoz de De Ma-
ría es una de las damas más represen-
lativas de nuestra sociedad. Kn ella se
aunan delicadezas invalorables de es-
píritu, con sólidas riquezas de cultura.
\'.\\ su característica modestia guarda
e.\((uisitamente toda la belleza tle su cs])írilu :
ílándonos. en nuestros días un tanto banales, la
exacta representación de una dama de otros tiem-
pos, de aquellas matronas de ayer, que aun las
obras más extraordinarias, los esfuerzos más
brillantes y hasta heroicos, los llevaban a cabo
con una sencillez, con una serenitlad. con una tal
ausencia de bulla y de envanecimiento, que ello
prestaba mayor grandeza a la grande realización
Grupo de señoras concurrentes: Bernardina Muñoz de De María. — Carmen Martínez de Wtlliman. — Margarita Sierra de Sánchez. — Angela P¿rcz Cantera de Mainginou-
Lucila Narbondo de Guillot. -Celia Alvarez de Am¿zaga. -Josefina V. de Ocampo.- Fortuna Oddo de Giribaldi. —Cata Castro de Quíntela. — Emilia B. G. de (^anotich.
María P. de Sabat. —Dolores Ramos Suarez de Rodríguez. —Julia G. de Ramos Suarer. — Elina E. de Castellanos. — Carmen I. B. de Muñoz Xímenez. — Eusebia Pebet.
Carmen M. de Muñoz. — Amelia Navarro de Burmester. — Paulina D. de Llovet. — Julia Calamet de Capurro. — Ema Marexiano de Garabclli. — Elena Marcziano de Ramasso.
Flora G. de Granotich. — Dolores Estrazulas de Piñeynia. — María Elena R. de Fischer. — Berta De María de Pratt- '
— SELECTA
(le sus actividades, de sus iniciativas, fueran de
carácter fi'antrópico o patriótico.
I-a presidencia de doña Bernardina Muñoz de
i)e Maria. es una fíarantia real, efectiva para
la liuena marcha de la Liga. A sus iniciativas
inteligentes, responderá el más halagüeño de los
resultados.
Kn la vicepresidencia figura otra dama íle
grandes vinculaciones sociales. Xos referim()s i
a señora Carmen M. de Williman. a cuya no-
bilísima dedicación debe la Kiga verdaderas con-
cpiislas y muchos prestigios. Con tan distingui-
ocupa. comprueban por otra parte de una manera
elocuente infinidad de casos de curación radi-
cal, vale decir, la reintegración a la vida de mu-
chos pobres seres que se hallaban conílenados a
nniertc y con esa reintegración a la vida la
vuelta a la alegría, al trabajo, a la paz del ho-
gar, verdadera aurora de bonanza después de
ima noche cruel de tempestad, de incertidumbre.
de vagar desatentado en medio de las t'uieblas.
KI doctor Constancio Castells, al ser enviado
a Kspaña como delegado de! Uruguay ante el
Congreso Antituberculoso de San Sebastián, en
El Dr. Luis Píera, el Dr. Manginon y el leñor Juan L. Pascualini ante un grupo de niños internos
das colaboradoras, la I,iga Uruguaya tiene for-
zosamente que imponer su acción benéfica \
culminar v\^ la ruta que sigue, para bien de la
población <le la República.
Kn la presidencia de la Comisión de caballe-
ros Sf halla el doctor Luis Piera. personalidad
de alto relieve en la magistratura nacional, que
dedica a la humanitaria obra todo el caudal de
sus conocimientos y todas las ventajas de sus
prestigios sociales.
La i»ub!Ícación de esta nota, además de res-
ponder a Tuiestro propósito de hacer conocer a
las instituciones Í)enéficas. la motiva además la
realización de una visita (pie al Sanatorio que
[losee !a Liga en la calle Larrañaga, realizaron
dias pasados algunas señoras y caballeros.
h'se Sanatorio y líscuela al Aire Libre es una
de las dependencias de ia Liga (pie más her-
mosos resultados da. Kn el sanatorio se hallan
ochenta niños en calidad de internos. Y en la
Escuela .son cien los niños que siendo discípu-
los de la-' escuelas del Kstado. por su estado de
debilidad, son enviados a!lí por los facultativos
del Cuerpo Médico Kscolar.
La nobilísima institución tiene, por otra parte.
otras dependencias donde con tanta eficacia como
vu esta, se atiende a los enfermos y se da ali-
mento y ropa a los necesitados.
La casa central, donde se halla el gran con-
>ul torio médico, las oficinas, el horno de desin-
fección y los baños para obreros, se halla ubi-
cada en la calle Magallanes y es un magnifico
edificio.
Además, la Ijga tiene disi)ensar¡os diseminados
t-n todos los radios de la ciudad, especialmente
donde se hallan aglomeraciones de imblación
«)brera.
Kn esos dispensarios se reparten diariamente,
a los enfermos que se hallan inscriptos en la Liga,
raciones de pan, leche y carne. De esta suerte
la instituci(>n no sólo da medicamentos y asis-
tencia médica, sino que también, el sustento abun-
dante y de primera calidad, base quizá la princi-
l>al para combatir a la tremenda dolencia.
Contribuye además la Liga al sostenimiento
de la institución denominada "Copa de Leche".
que funciona en varias escue'as del listado. Con-
siste en el reparto diario a los discípulos de una
copa de leche y un panecillo.
Los cuadros estadísticos, hechos por la Liga y
los del Consejo Nacional de Higiene, dan la
comprobación más halagüeña de una disminu-
ción de atacados por el bacilus de Kock y los
cuadros particulares de la institución <pie nos
La más grata impresión recogimos en nuestra
visita, donde la gentileza de las señora;, de la
Comisión nos puso en conocimiento de los de-
talles más interesantes del funcionamientt) de
ese Sanatorio.
A la pericia inteligente del Administrador Ge-
neral, señor Juan L. Pasqualini, debemos tam-
bién un elogio y a su caballerosidad un agra-
decimiento.
Y lo repetimos una vez más: la Liga Uru-
guaya contra la Tuberculosis honra al país.
Xo hemos de cerrar esta nota, en la que con-
tenemos elogios a la presidenta de la Comisión
de Damas, sin aprovechar la feliz circunstancia
para dedicar algunas líneas a otra actividad be-
néfica de la señora Hernardina Muñoz de De -
María.
Xos reft'rimos a su puesto principalísimo en
la Liga Antialcohólica, concurrente en otro es-
fera de acción, a ia obra antituberculosa.
En el último Congreso de la Asociación Mun-
dial de Templanza de Señoras, celebrado en
Brooklyn (Xueva York), en Diciembre de 1913,
la señorita Hardynia K. Xorville fué nombrada
delegada para visitar las Repúblicas de Sud -
América, a fin de invitar a las damas de esos
países para unirse a las señoras de las 55 nacio-
nes que constituyen acjuella organización.
La delegada se dirigió en primer término al
Uruguay, en vista de la reputación de cultura
e inteligencia de las señoras de esta República.
Preparó con toda dedicación una magnifica
conferencia en la que demostró las proporcio-
nes alarmantes que el a'coho'ismo había adqui-
rido en nuestro país. En esta conferencia titulada
"El alcoholismo en el Uruguay y medios de
combatirlo'', el doctor Salterain probó acabada-
mente i)or medio de las estadísticas, la urgencia
que había en combatir el mal y la forma en que
podría lucharse con seguridades de éxito. Termi-
nada la conferencia se inscribieron más de 300
nombres en la lista de adherentes a la "Liga
Los alumnos de la Escuela al Aire Libre en el momento del reposo
un discurso pronunciado en la sesión inaugural,
dijo que la obra de la Liga Uruguaya contra la
Tuberculosis se debía en mucha ¡larte a la con-
tribución generosa del pueblo.
Y explicó la forma en que se realizaban las
colectas y a las sumas respetables que esas co-
lectas ascendían.
Ante los médicos españoles estas declaracio-
nes produjeron hondo efecto. Les llamó podero-
samente la atención ese medio tan simpático de
sostener el funcionamiento de una institución be-
néfica y el Ministro de Kstado al hacer el elogio
de la iniciativa uruguaya (debida a la inteli-
gencia, a la ilustración y a la bondad del doctor
Joaípiín de Salterain), declaró que en Kspaña se
haría algo semejante para sostener a las institu-
ciones antituberculosas del reino.
Desde aquel día quedó instituido en la penín-
sula el llamado "Día de la flor".
Terminamos :
contra el Alcoholismo", resolviéndose constituirla
de inmediato. AI efecto, la señora Manuela de
Herrera de Salterain. colaboradora incansable y
entusiasta de la obra, tomó con todo empeño la
tarea y consiguió la adhesión de .un grupo de
distinguidas damas.
En una reunión, que tuvo lugar ^1 10 de Junio
íle i<íi5. se designó a la señora Bernardina
Muñoz ' de De María para ocupar el cargo de
Presidenta de la Liga Uruguaya contra el Alcoho-
lismo, aceptando dicha dama el cargo en vista de
la insistencia con que le fué ofrecido por sus
amigas.
Hoy la Liga contra el alcoholismo es una ins-
titución que tiene ya adquiridos legítimos pres-
tigios.
La señora Bernardina Muñoz de De María,
es también presidenta del Consejo Nacional de
Mujeres del Uruguay, alta manifestación de la
intelectualidad femenina en nuestro país.
— StLhCIA —
£.1 dia de
LA Kepúljlica francesa conmemora en
este mes su más gloriosa efeméride.
Día de celebraciones triunfales para
la gran democracia, y de intensificaciones
republicanas para los pueblos todos del
mundo y especialmente para los de Amé-
rica, cuyas instituciones libres surgieron de
Francia.
Pasa Europa actualmente por un terrible
periodo de desorganización y de violencia.
Francia paga tributo a este momento de
crisis horrenda. Pero de en medio a ese tor-
bellino espantoso de pasiones desencadena-
das, la fecha gloriosa para el mundo surge
como un relámj)agü de faro, y recuerda
con intensidad siempre vigorosa que a la
Revolución de 1773 se debe el surgitiiiento
de una nueva era.
Fueron aquellos, momentos de gran so-
lemnidad para el patriotismo francés. Causa
asombro, un asombro abrumador, la lec-
tura de las crónicas de la época, donde con
más vigor y más descarnada verdad se halla
el reflejo de aquellos días gestatorios.
De entre esas crónicas nos parece opor-
tuno el tomar algunos párrafos de un ser-
món que en la iglesia de San Jaime y los
Santos Inocentes pronunciara el sacerdote
Fauchet. glorificando el recuerdo de los
caídos en la jornada estupenda del 14 de
Julio. Habla de ese acto solenme y del fa-
moso sermón un escritor de la época.
Y dice:
" 'J'odo fué notable e imponente en aquella
.solenniidad, (|ue tuvo lugar en la iglesia
parroquial de San Jaime y los Santos Ino-
centes. Pero lo que era nuevo enteramente
es que el orador también había contribuido
en cierto modo a la cotiquista que se cele-
braba ; se había encontrado en medio de
aquellos cuva memoria se honraba, y ainique
revestido del carácter de sacerdote, había
desplegado el mi.smo valor y demostrado
la misma intrepidez al correr el mismo ])e-
ligro.
" El tono de su di.scurso fué nuevo, como
el asunto y la ocasión : era el grito de ale-
gría de la triunfante libertad ; era la ])romul-
gación de sus má.xinias en nombre de la
religión v en el pulpito de la verdad ; era
la historia de los crímenes del despotismo
admirado al verse atacado por un sacerdote,
más admirado todavía al ver convertirse
contra la tiranía las armas que hasta en-
tonces había osado buscar en el cristianismo
rancia
E,l s^i^o Capeto
lhii|o de María Airntos^áeta
s^ue la
ola revolucioEi^aria arro
ei£ su vofi°aginec
El grabado reproduce
una preciosa miniatura propiedad de la
señora Matilde Rincón de Piñeyro
y los libros sagrados. Ya se sabe el ]);ir-
tido que .sacaba de las palabras. Dad al Cé-
sar lo que es del César. " Sí — exclamaba
el orador ; — pero lo que no es suyo ¿ hav
que dárselo también? Pues bien: la li-
bertad no es del César, es de la naturaleza
humana, líl derecho de opresión tampoco
es del César, y el derecho de defensa per-
tenece a todos los hombres. Los tributos
sólo son del príncipe cuando los pueblos los
consienten ; los reyes sólo tienen derecho
en la sociedad a lo cpie les conceden las le-
yes, y nada tienen si no es por voluntad
pública, que es la voz de Dios ". El orador
acusa de impiedad a los falsos doctores que
han pervertido el sentido de muchos pa-
.sajes de las Sagradas Escrituras. "¡ Cuánto
mal han hecho al mundo los falsos intér-
pretes de los orácidos cuando han querido,
en nombre del cielo, hacer arrastrar a los
pueblos bajo la voluntad arljítraria de sus
jefes! Jlan con.sagrado el despotismo, han
hecho a Dios cómplice de los tiranos: este
es el mayor de los crímenes ". Combate a
estos falsos doctores con otros pasajf-s de
la escritura más convenientes y victorio-
.sos. Afirma que la Revolución francesa,
atribuida a la filosofía, no por eso deja de
estar relacionada con la religión v los ])la-
nes (le la Providencia. Se atreve a rendir
a ia filosofía, tan cahnnniada hasta enton-
ces, el homenaje que se le debe. ";liav
(jue decirlo, y muy alio, y hasta en los t'jm-
])los : la filosofía ha resucitado a la Natu-
raleza 1 I'",lla ha recreado el csjiiritu humano
y devuelto e! toraz-óu a ia .sociedad. 1.a ser-
vidumbre había muerto la humanidad, el
pensamiento la ha reanimado. Ha buscado
en sí misma y ha encontrado la libertad.
\'(jsolros. filósofcjs. habéis pensado: os da-
mos gracias ¡lor ello. Reiiresentantes de la
patria, habéis animado nuestro valor; os
bendecin.ios. Ciudadanos de l'aris. genero-
sos hermanos míos, vosotros habéis levan-
tado la bandera de la libertad: ¡gloria a
vosotros! ¡\ vosotros, victimas intré])i(lus
que os habéis sacrificad(j por la felicidad
de la [íatria, recoged en el cielo, con nues-
tras lágrimas de agradecimiento, la alegría
de nuestra victoria ! ".
Xo es este el tínico pasaje del discurso
en (pie el orador, inflamado de entusiasmo
de la libertad. ])arece envi<liar a las vícti-
m:is que en.sulza. Se ve que estalla Untado
de decir, como Pericles, en ocasión algo
semejante, a las viudas e hijos de los muer-
los : " (Jueria consolaros, pero no puedo
compadeceros ". Sublimes ¡jalabras (pie es-
taban en el alma del ¡iredicador francés
sin que las modulara su boca. .K él se le
l)uede aplicar más i)articularmente el her-
moso y feliz te.xto de su sermón: " Nosotros
estáis llamados a la libertad ".
Figuraos el efecto de tal discurso en un
auditorio dominado por las mismas pasio-
nes, el mismo estado de ánimo cjue el ora-
dor. Una corona cívica. f(jnnada rápida-
mente por el entusiasmo de sus oventes. cu-
brió su cabeza en medio de aplausos; un
heraldo la llevó delante de él hasta el Ho-
tel \'ille. hacia donde se dirigía, rodeado
de todos los oficiales del distrito, entre dos
co.npañías. (pie iban tambor batiente y c(jn
las banderas desplegadas. Imagen de l:i
pompa y el cortejo (jue. más de una vez.
en los antiguos jnieblos libres, exteriori-
zaban o recompensaban el triunfo o la uti-
lidad de la elocuencia.
Cientos de años han pasado desde aquel
(lía de definiciones radicales para la exis-
tencia política de los pueblos.
Hoy Francia ha olvidado por un momento
el culto de la Gracia, de la Belleza, del
.\rte y de la Ciencia ¡¡ara entregarse con
estoicidad a la solución de un problema
guerrero.
Hagamos votos para que la Francia cul-
tural y gentil. rea])arezca ai)enas se disipe
el humo trágico del iiltimo cañonazo.
— acucv I A —
El libro
y sus
enemigos
>irHiMeg Durmt.b '•.-:S^'^^
Enfermo grave
DENTRO (le unos días se publicará un in-
teresante libro original del señor Arturo
Scarone. Conservador de la Biblioteca
Xacional de Montevideo, joven estudioso y lleno
de méritos, y de cuyas dotes es buen reflejo
este curioso volumen.
Se titula ' ' El libro y sus enemigos " y es en
substancia un estudio sobre los insectos que in-
vaden las bibliotecas, museos y archivos, des-
truyendo en muchas ocasiones verdaderas reli-
quias.
La obra del señor Scarone consta de cinco
partes. En la primera presenta en forma sintética
un estudio histórico sobre los procedimientos usa-
dos de unos siglos a esta i>arte para combatir
esas epidemias que azotan bibliotecas, museos y
archivos, causando perjuicios enormes, en la
mayoría de las veces irreparables. Hace notar
que los hombres de ciencia se han preocupado
siempre en buscar los remedios contra tan terri-
ble flagelo, habiéndolo conseguido recién hace
unos pocos años, después de pacientes estudios,
discusiones en congresos y haberse reaHzado im-
portantes concursos de obras sobre este parti-
cular. En la segunda parte hace una descripción
sintomática de todos los insectos que invaden
esos templos del saber humano, esos monumen-
tos que el hombre civilizado erige a las ciencias,
a las artes y a las letras.
El autor contiene estas interesantes explica-
ciones en el preámbulo de su estudio :
"El libro, el monumento más graníle que ha
erigido la humanidad para perpetrar su obra
civilizadora a través de los siglos y de las razas :
cincel que graba en las generaciones el germen
de todas las ideas y de todos ios
sentimientos ; onda magnífica de pro-
greso que fluye a todas las p'.ayas :
savia redentora que lleva la vida a
raudales a todos los ámbitos del
Universo ; el libro — repito — tiene
múltiples enemigíjs que lo atacan y
destruyen.
Son enemigos pequeños, apenas
perceptibles, — muchas veces a sim-
ple vista, en su primera edad, pero
no por eso menos temibles y des-
tructores.
Desde que el libro existe los hom-
bres de ciencia — naturalistas, bi-
bliotecarios y químicos — se han
preocupado constantemente en bus-
car los medios para combatir con
éxito a esos enemigos, que, forma-
dos en legiones, multiplicanse en
forma alarmante y extraordinaria,
invaden los anaqueles de las bi-
bliotecas, de los museos, de los ar-
chivos y de los propios hogares,
atacando y pulverizando cuanto en-
cuentran para saciar su voraz ape-
tito, causando perjuicios de consi-
deración, la mayoría de las veces
pérdidas vcrda<leramente irrepara-
bles.
Múltiples son los estudios realizados para lo-
grar el remedio contra ese mal: verdaderas epi-
demias que se desarrollan en esos monumentos
levantados en homenaje a las ciencias, a las ar-
tes y a las letras, en esos templos en que las so-
ciedades civilizadas buscan en el estudio, en las
lecturas y en las investigaciones, los medios para
dignificarse, para engrandecerse cada vez más.
La lucha ha sido casi siempre desigual y es-
téril para el hombre, pero hoy tras pacientes es-
tudios y experiencias, concursos y congresos, se
han logrado los medios para vencer en este com-
bate mil veces plausible, salvando así a los libros,
cuadros y manuscritos de la destrucción de los
enemigos que, al menor descuido de sus celosos
N'igilantes, los invaden, atacan y corroen sin de-
tenerse sino cuando se les ataca en forma resuelta
y constante.
Xo hace aún cuatro lustros, en 1900, a raíz
del Congreso de Bibliotecarios realizado en Pa-
rís en .\gosto de ese año, se resolvió convocar
a los hombres de ciencia para un concurso de
obras en las que se describiesen las costumbres
y medios de propagación de los insectos que de-
N'oran los libros.
Se instituyeron para ese torneo tres premios :
uno de mil francos para el mejor trabajo a juicio
del Jurado ; otro por igual suma — donativo anó-
nimo — para el que le siguiese en méritos, y
un tercero de quinientos francos."
Titula la tercera parte — una de las más
interesantes de esta obra — la primera en su
género que se publica en el pais — "La tuber-
culosis del libro", en la que hace una relación
sumamente interesante sobre el iparalelo que
Otro enfermo de cuidado
existe entre el más grande mal que es azote de
la humanidad y el que ataca a los libros, a los
herbarios y a las colecciones de historia natural
de los museos. En un lenguaje fácil, sin falsas
ampulosidades, describe tas características de
la enfermedad de los libros, presentando — a
igual de lo que hace un médico al comimicar su
descubrimiento a la sociedad científica de que
forma parte — los casos que ha observado y
tratado, representados por interesantes foto-
grafías.
En la cuarta parte indica los medios de que
todos pueden valerse para evitar la invasión del
mal, constituyendo esos consejos algo así como
la higiene y la profilaxis de la enfermedad. Es-
ludia los elementos que deben entrar en la
confección de los muebles para una biblioteca,
los cuidados previsores que deben adoptarse en
las encuademaciones de los libros y demás me-
didas para hacer de cada volumen un individuo
capaz de resistir con éxito cualquier ataque de
los muchos enemigos que a contnuio los asedia.
Termina esta interesante obra con la que po-
dríamos llamar la "terapéutica del mal", parte
en la que su autor presenta todos cuantos me-
dios se disponen para combatir la epidemia de
los libros, en la seguridad de que siendo ap.i-
cados con conciencia pueden salvarse los ricos
caudales bibliográficos y las colecciones de los
museos de los desastres a que contiiuiamente los
exponen los flagelos descriptos anteriormente.
Ha puesto prólogo a este trabajo el señor Juan
.■\Mtonio Zubillaga, ex Director de la Biblioteca
Xacional de Montevideo.
Un libro como el del señor Scarone, tiene que
causar en nuestro ambiente una
impresión de sorpresa y de curio-
sidad.
Xo estamos acostumbrados a que
se nos presenten trabajos de esta
índole, que se diría reclaman ])ai-
ses donde las bibliotecas públicas
y privadas son la expresión de mu-
chos cientos de años de labor y de
investigación.
Para tales circunstancias seria de
resonancia un estudio como el del
señor Scarone. Pero eso no obsta
para que tenga este libro verdade-
ros méritos y nosotros se los reco-
nozcamos i)rimero que nadie.
En nuestra Biblioteca Xacional
se hace necesario la aplicación de
los preceptos que el joven autor
contiene en su libro, puesto que las
condiciones del local donde se ha-
lla ubicada y las condiciones de
las estanterías no son precisamente
las más recomendables para evi-
tar el asalto de esos pequeños pero
terribles enemigos de los libros.
De modo que el estudio del se-
ñor Scarone trae una garantía para
la conservación de las colecciones
que se guardan en la Biblioteca.
Caaos perdldoi
M^UtCI A —
Tradiciones
Peruanas
AMOR DE MADRE
Juzgamos conveniente alterar los nombres de
los principales personajes de esta tradición.
Poco significan los nombres si se cuida de
no falsear la verdad histórica ; y bien barruntará
el lector que razón, y muy poderosa, habremos te-
nido para desbautizar prójimos.
I
En Agosto de i6qo hizo su entrada en Lima
el Excmo- señor don Me'cbor Portocarrero Lazo
de la Vega, conde de la Monclova, comendador
de Larza. en !a orden de Alcántara y vigésimo
terco virrey de! Perú por Su Majestad don Car-
los IL Además de su hija doña Josefa y de sn
familia y servidumbre, acompañábanlo desde Mé-
jico, de cuyo gobierno fué trasladado al de lo.i
reinos, a'gunos soldados españoles. Distinguíase
entre ellos, por su bizarro y marcial aspecto,
don Fernando de V'ergara, hijodalgo extremeño,
capitán de gentilhombres lanzas; y reputación
austera de monje benedictino. Pendenciero, juga-
dor y amante de dar guerra a las mujeres, era
más que difícil hacera sentar la cabeza, y el
virrey, que le profesaba paternal afecto, se pro-
puso en Lima sacarlo de su mano por ver si
resultaba ser vedad aquello de '* estado muda cos-
tumbres". Evangelina Zamora, amén de su ju-
ventud y belleza tenía prendas que la hacian el
partido más codiciable de la ciudad de los revés.
Su bisabue'o habia sido después de Jerónimo de
Aliaga, del Alcalde de Ribera, de Martin de
-alcántara y de Diego Maldonado el Rico, uno
de los conquistadores más favorecidos por Pi-
zarro con repartimiento en el valle del Rimac.
El Emperador le acordó el uso de Don. y al-
gunos años después los valiosos presentes que cn-
\--aba a la corona le alcanzaron la merced de un
hábito de Santiago- Con un siglo a cuestas, rico
y ennoblecido pensó nuestro conquistador que
no tenia ya misión sobre este valle de lágrimas,
y en 1604 lió el petate, legando al mayorazgo
en propiedades rústicas y urbanas, un caudal
que se estimó entonces en im quinto de millón.
Kl abuelo y e! padre de Evangelina acrecieron
la herencia y la joven se halló huérfana a la
edad de veinte años, bajo el amparo de un tu-
tor y envidiada por su inmensa riqueza.
Entre !a modesta hija del conde de la Mon-
clova y la opulenta limeña se estableció en breve
la más cordial amistad. Evangelina tuvo asi
motivo para encontrarse frecuentemente en pa-
lacio en sociedad con el capitán gentilhombre
que a fuerza de galante no desperdició coyuntura
para hacer la corte a la doncella, la que al fin,
sin confesar la inclinación amorosa que el hi-
dalgo extremeño habia sabido hacer brotar en su
pecho, escuchó con secreta complacencia la pro-
puesta de matrimonio con don Fernando-
El intermediario era el virrey nada menos,
y una joven bien adoctrinada no podía inferir
desaire a tan encumbrado padrino.
Durante los cinco primeros años de matri-
monio el capitán Vcrgara olvidó su antigua
vida de disipación. Su esposa y sus hijos cons-
tituían toda su felicidad : era, digámoslo asi,
un marido ejemplar.
Pero un día fatal hizo el diablo que don Fer-
nado acompañase a su mujer a una fiesta de
familia y que en ella hubiera una sala donde no
sólo se jugaba la clásica malilla abarrotada, sino
que alrededor de una mesa con tapete verde se
hallaban congregados muchos devotos de los cu-
bilicos-
La pasión del juego estaba sólo adormecida
en el alma del capitán y no es extraño que a la
vista de los dados se desi)ertase con mayor
fuerza. Jugó y con tan aviesa fortuna, que per-
dió en esa noche veinte mil pesos.
Desde esa hora el esptjso m.odelo cambió por
completo su manera de ser y volvió a la febri-
ciente existencia del jugador. Mostrándosele la
suerte cada día más rebelde, tuvo que mermar
la hacienda de su mujer y de sus hijos para
hacer frente a las pérdidas, y lanzarse en ese
abismo sin fondo que se llama el desquite-
Entre sus compañeros de vicios habia un jo-
ven marqués a quien los dados favorecían con
tenacidad y don Fernando tomó a capricho lu-
char contra tan loca fortuna. Muchas noches lo
llevaba a cenar a la casa de Evangeüna. y termi-
nada la cena los dos amigos se encerraban en una
habitación a descamisarse. palabra que en el tec-
nicismo de los jugadores tiene una repugnante
exactitud.
Decididamente el jugador y el loco son una
misma entidad.
Si algo empequeñece, a mi juicio, la figura
histórica del Emperador .\ugusto es que. según
Leutonio, después de cenar jugaba a pares y
nones. ,
En vano Evangelina se esforzaba para apartar
del precipicio al desenfrenado jugador. Lágrimas
y ternezas, enojos y reconciliaciones fueron in-
útiles. La mujer honrada no tiene otras armas
que emplear sobre el corazón del hombre amado.
Una noche la infeliz esposa se encontraba ya
recogida en su lecho, cuando la despertó don
Fernando pidiéndole el anillo nupcial- Era éste
un brillante de crecidísimo valor. Evangelina se
sobresaltó ; pero su marido calmó su zozobra,
diciéndole que trataba de satisfacer la curio-
sidad de unos amigos que duílaban del mérito
de la preciosa alhaja.
,:Qué había pasado en la habitación donde
se encontraban los rivales de tai)ete? Don Fer-
nando perdía una gran suma. >■ no teniendo \a
prenda cjue jugar, se acordó tlel espléndido anillo
de su esposa.
La desgracia es inexorable- La valiosa alhaja
lucia pocos minutos más tarde en el dedo anular
del ganancioso marqués.
Don Fernando se estremeció de \ergüenza >■
remordimiento. Despidióse el marqués y X'ergara
lo acompañaba a la sala ; pero al llegar a ésta,
volvió la cabeza hacia la mampara que comu-
nicaba al dormitorio de Evange'.ina. y al través
lie los cristales viola sollozando de rodillas ante
una imagen de María.
Un vértigo horrible se a]>oderó del espíritu de
don Fernandcj. y rápido como el tigre, se aba-
lanzó sobre el niartiués y le dio tre.-- jíuñaladas
en la espalila.
El desventuradii iiu\o hacia el dormitorio, y
cayó exánime delante del lecho de l'^vangelina.
II
"^0 conde de la .Monclova. mu_\ jt)ven a la
sazón, mandaba una compañía en la batalla de
Arras, dada en 1654. Su denuedo lo arrastró
a lo luás reñido de la pelea, y fué retirado del
campo medio moribundo- Restablecióse al fin.
liero con pérdida del brazo derecho, que hubií
necesidad de amputarle. El lo sustituyó con otríj
jilateado. y de aquí vino el a])odo con que en
Méjico y en Lima lo bautizaron.
Hl virrey '' Brazo de Plata " ". en cuyo escudo
de armas se leía esta nota; * ' Ave María gratia
plena*', sucedió en el gobierno del Perú al ilus-
tre don Melchor de Navarra y RocafuH. " Co'i
igual prestigio que su antecesor, aunque con
menos dotes administrativas — dice Lorente, -
de costumbres puras, religioso, conciliador y mo-
derado, el conde de la Monciova edificaba en
Lima magnificas casas. \\*rdad tpie el test»ro pú-
blico no anduvo muy floreciente, pero fué por
causas extrañas a la política. Las procesiones }■
— SELECTA
fiestas religiosas de entonces recordaban por su
magnicencia y '.ujo. los tiempos del conde Le-
mos. Los porta'es, con sus ochenta y cinco ar-
cos, cuya fábrica se hizo con gasto de veinticinco
mil pesos, el Cabildo y la ga'eria de palacio fue-
ron obra de esa época.
En 1694 nació en Lima un monstruo con dos
cabezas y rostros hermosos, dos corazones, cua-
tro brazos y dos pechos, unidos por un cartí-
lago. De la cintura a los pies poco tenía de fe-
nomenal, y el enciclopédico limeño don Pedro
de Peralta escribió con el titulo de ' ' Desvíos de
la naturaleza ' '. un curioso libro, en que. a la
vez que hace una minuciosa descripción anató-
mica del monstruo, se empeña en probar que es-
taba dotado de dos almas.
Muerto Carlos el Hechizado en 1700. Felipe
\', que lo sucedió, recompensó al conde de la
Monclova haciéndolo grande <le España.
Enfermo, octogenario y cansado del mando, el
virrey ' ' Brazo de Plata ' ' instaba a la corte para
que se le reemplazase. Sin ver logrado este de-
seo, falleció el conde de la Monclova el 22 de
Septiembre de 1702. siendo sepultado en la Ca-
tedral y su sucesor, el marqués de Castel —dos -
Rius. no llegó a Lima sino en Ju'.io de I707-
Doña Josefa, la hija del conde de la Monclo-
va. siguió habitando en [.alacio después de la
muerte del virrey ; mas una noche concertada ya
con su confesor, el padre .Monso Mesía, se des-
colgó por una ventana y tomó asilo en las monjas
de Santa Catalina, profesando con el hábito_ de
Santa Rosa, cuyo monasterio se hallaba en fá-
brica. En Mayo de 1710 se trasladó doña Josefa
Portocarrero Lazo de la Vega al nuevo con-
vento, del que fué la primera abadesa.
III
Cuatro meses después de su prisión, la real
.Audiencia condenaba a muerte a don Fernando
de V'ergara. Kste desde el primer momento ha-
■■■35 ■-"■;.
bia declarado que mató a! marcpiés con alevosía,
en un arranque de desesperación de jugador arrui-
nado. .\nte tan franca confesión no cpiedaba al
tribunal más que aplicar la pena.
Evangelina puso en juego todo resorte para
libertar a su marido de una muerte infamante;
y en tal desconsuelo, llegó el día designado para
el suplicio del criminal. Entonces la abnegada y
valerosa Evangelina resolvió hacer, por amor al
nombre de sus hijos, un sacrificio sin ejemplo.
Vestida de duelo se presentó en el salón de pa-
lacio en momentos de hallarse el virrey, conde
de la Monclova. en acuerdo con los oidores y
e.xpuso : que don Fernando había asesinado al
marqués, amparado por la ley : que ella era adúl-
tera, y que, sorprendida por el esposo, huyó de
sus iras, recibiendo su cómplice justa muerte del
ultrajado marido. La frecuencia de las visitas
del marqués a la casa de Evangelina, el anillo d?
ésta como gaje de amor en la mano del cadá-
ver, las heridas por la espalda, la circunstancia
de haberse hallado el muerto al pie del lecho de
la señora y otros pequeños detalles eran motivos
bastantes para que el virrey, dando crédito a la
revelación, mandase suspender la sentencia.
El juez de la causa se constituyó en la cárcel
para que don Fernando ratificara la declaración
de su esposa. Mas apenas terminó el escribano la
lectura, cuando Vergara. presa de mi! encontra-
dos sentimientos, lanzó una espantosa carcajada.
; El infeliz se había vuelto loco!
Pocos años después, la muerte cernía sus alas
sobre el casto lecho de la noble esposa y un aus-
tero sacerdote prodigaba a la moribunda lo-^
consuelos de la religión.
Los cuatro hijos de Evangelina esperaban arro-
dillados la postrera bendición maternal. Enton
CCS la abnegatla victima, forzada por su confe-
sor, les reveló el tremendo secreto : " El mundo
olvidará — les dijo — el nombre de la mujer
que os dio la vida ; pero habría sido implacable
con vosotros si vuestro padre hubiese subido los
escalones del cadalso. Dios que lee en el cristal
de mi conciencia, sabe que ante la sociedad perdí
mi honra, porque no os llamasen un día los hijos
del ajusticiado."
ILA FIESTA DE SAN SIMÓN GARABATILLO
Faustino Guerra habíase encontrado en ia ba-
talla (le Ayacucho en condición de so'dado raso.
Afianzada la independencia, obtuvo licencia fi-
nal y retiróse a la provincia de su nacimiento,
donde consiguió ser nombrado maestro de es-
encia de la villa de Lampa.
El buen Faustino no era ciertamente hombre de
letras ; mas para el desempeño de su cargo y
tener contentos a los padres de familia, bastá-
bale con leer medianamente, hacer regulares pa-
lotes y enseñar de coro a los muchachos la doc-
trina cristiana. La escuela estaba situada en la
calle Ancha, en una casa que entonces era pro-
piedad del Estado y que hoy pertenece a la fa-
milia Montesinos. Contra la costumbre general
de !os dómines de aquellos tiempos, don Faus-
tino hacía poco uso del látigo, al que había él
bautizado con el nombre de San Simón Gara-
batillo. Teníalo más bien como signo de auto-
ridad que como instrumento de castigo, y era pre-
ciso que fuese muy grave la falta cometida por
un escolar para que el maestro le aplicase un par
de azoticos. de esos que ni sacan sangre ni le-
vantan roncha.
El 28 de Octubre de 182Ó, día de San Simón
y Judas por más señas, celebróse con grandes
festejos en las principales ciudades del Perú. Las
autoridades habían andado empeñosas y manda-
ron oficialmente que e! pueblo se alegrase. Bo-
iívar estaba entonces en todo su apogeo, aunque
sus planes de vitalicia empezaban ya a eliminarle
el afecto de los buenos peruanos.
Sólo en Lampa no se hizo manifestación al-
guna de regocijo. Fué ese para los lampeños dia
de trabajo, como otro cualquiera del año, y los
muchachos asistieron, como de costumbre, a la
escuela.
F.ra ya más de mediodia cuando don Faustino
mandó cerrar la puerta de la calle, dirigióse con
los aUminos al curral de la casa. los hizo poner
en línea, y llamando a dos robustos indios que
para su servicio tenia, les mandó qtie cargasen a
los niños. Desde el primero hasta el último, tudos
sufrieron una docena de latigazos, a calzón qui-
tado, aplicados por mano de maestro.
La gritería fué como para ensordecer y hubo
llanto general para una hora.
Cuando llegó el instante de cerrar la escuela
y de enviar los chicos a casa de sus padres, les
dijo don P'austino :
— ¡ Cuenta, picaros godos, con que vayan a con-
tar lo que ha pasado ! Al primero que descubra
yo que ha ido con el chisme lo tundo vivo.
' * ¿ Si se habrá vuelto loco su merced ? ' '. se
preguntaban los muchachos; peni no contaron a
sus familias lo sucedido, si bien e! escozor de
los ramalazos los traía aliquebrados.
,:Qué mala mosca había picado al magister.
(¡ue de suyo era manso de genio, para repartir
tan furiosa azotaina? \-d lo sabremos.
Al siguiente dia presentáronse los chicos en
la escuela, no sin recelar que se repitiese la fun-
ción. Pt)r fin (ion l'anstino hizo señal de que
iba a hablar.
— Hijo.s mios — les dijo. — estoy seguro de
<{ue todavía se acuerdan del rigor con que los
traté ayer, contra mi costumbre. Tranquilícense,
que estas cosas sólo las hago una vez al año. ¿V
saben ustedes por qué? Con franqueza, hijos, di-
gan si lo saben.
— Xo. señor maestro — contestaron en coro lo>
muchachos.
— Pues han de saber ustedes que ayer fué el
santo riel libertador de la patria, y no teniendo
yo otra manera de festejar'o y de que lo feste-
jasen ustedes, ya que los lampeños han sido tan
desagradecidos con el que los hizo gentes, he re-
currido al chicote. Así. mientras u.stedes vivan,
tendrán grabado en la memoria el recuerdo del
día de San Simón, .\hora a estudiar su lección
y ¡ viva la patria !
\' la \ erdad es que los pocos ciue aún existen
de aquel centenar de muchachos, se reúnen en
Lampa el 28 de Uctubre y celebran una comilona.
en la cual se brinda por Bohvar. por tlon Faus-
tino Guerra y por San Simón Garabatillo. el
más niilagrosn de los santos en achaques de re-
frescar la memoria y calentar partes pósteras.
RicArdo Palma..
— ShLbClA —
Peineta hecha
en una sola
pieza de co-
ral, qoe osó
D." Eusebia
de Zabala.
^^ ©TR®S ©lAS
1
Pendientes de diamantes y plata antig-ua qoe perte-
necieron a Doña Juana Caravaca de Rincón
LLEVADOS de nuestro afán
de exhibir las innúmeras
preciosidades que se guar-
dan celosamente en la cariñosa in-
timidad de los hogares, damos hoy
a nuestros lectores la reproducción
de tres admirables ejemplares del
exquisito gusto de nuestros ante-
pasados.
Se trata de dos joyas y de una
soberbia mantilla de encaje de In-
glaterra, ante cuya fotografía no
cabe mas que extasiarse e ima-
ginarse la realeza de un talle de
mujer cubierta por tan hermoso
encaje.
La peineta es una joya de alto
precio. La constituye una pieza
sola de coral trabajada con una
suprema maestría y con verdadero
espíritu artístico. La usó doña Eu-
sebia Zabala. perteneció a la mag-
nifica colección de antigüedades
que poseyó non .Adolfo i'uieyro
y hoy se halla en poder de la se-
ñora Matilde Rincón de Piñeyro.
Los pendientes de diaiuantes, de
gran tamaño y de soberbio engar-
ce de plata, son una hermosa de-
mostración del arte de la joyería
en el pasado. Los usó la señora
doña Juana Caravaca de Rincón y
figuran hoy en la colección de la
señora Rincón de Piñeyro.
La mantilla es de reina. En la
época de las elegancias sencillas,
carentes de los refinamientos mu-
chas veces antiestéticos de hoy,
fué manto hermosísimo que lleva-
ron sobre su cabeza y sobre sus
hombros las damas pertenecientes
a la familia patricia de los Pérez -
Salvañach.
Es una verdadera filigrana de
seda, de alto valor, de una delica-
deza tal que dirlase tegída por ma-
nos de hadas.
Hoy se halla en poder de la dis-
tinguida señora doña Josefa Pé-
rez de Salvañach.
Mantilla de encaje de Inglaterra, de gran taoiaño, perteneciente
a la familia Pérez de Salvañach.
SELECTA —
Para 125 Niños
Ji^L
■'-'^^F
t
1
Anreliano Rodríguez
Larreta
LL BAIIE
Sf adniitf i|ik- t-l luiiU- es una iiistiuu'ión so-
cial cuya autijíücílail se rcmuiilo a las primeras
edades, aun cuando su orijícn escape a la inves-
lijíación más paciento. l'"l Immbre. — cuanilo se
alcjíró la ])rimcra vez. seRÚn la ex])resión de un
iscritor festivo — saltó y brincó sin liem])n ni
medida. Xo hay mayor inconveniente en atimitir
este aserto, ponjue habréis observado mis que-
ridas lectoras, ((ue cuando recibimos una im]ire-
sióii. (jue nos es jipata, nuestros músculos se pt»-
nen en movimiento y saltamos. ])almnteamos y
^esticnlauíos desordenadamente, poniendo asi de
relieve el contento (|ue sentimos. I'^s má.s : hrista
el niño (le ]iecbo. cuando es elevado por las ma-
nos de su madre «pie le iimia por !a cintura, ile-
mneslra su ale^^ria en el movimiento desordenado
de sus tiernas piernecitas. Lo que sucede en e'
hombre y en el niño, se produce en la colecti-
vidad de iiíual manera, y esto que no podia pas;ir
de-a;)ercibT(Ío al esi)iritu de observación de se-
sudos pensa(U)res. sugiri") en ellos la idea de or-
Lianizar la danza acomi)asada. Conjuntamente con
la idea del baile debió llejiar la de !a música ])ara
or,L;anÍ7.ar los gritos. (|ue la música es — sejíún la
(h f inición de Plutarco — una danza parlante, y el
baile una música muda-
.Mas sean cuales fueren los orii;enes del baile
y >ea cual sea la historia de sus primeros ru-
dimenios. el hecho positivo es (pie no tenemos
el menor indicio de sociedades salvaje^ it civi-
lizatlas <pie no hayan sidti bailadoras. !.(»> et;^p-
cios han bailado siempre delante del buey .\i)is ;
.Moisés bailó después del paso del mar Rojo ;
las jóvenes ríe Silos bailaron en la fiesta de
los Tabernáculos: los hebreos bailaban alrede-
dor del Becerro de Oro; David bailó en torno
del .\rca Santa : en la Iglesia Cristiana han
bailado desde los Obispos de los i)ri meros sí-
talos hasta los seis de la Catedral de SeviKa;
los nu'embros del Areópago griego se acercaban
bailando a emitir su voto después de las deli-
beraciones : los padres del Ciricibo di Tren t o
cerraron sus sesiones cou mi baile como digno
I i nal de atpiella santa }■ memorable asamblea,
l-'.l baile, ¡mes. expresión natural primero de
humanas alegrías y expresión artística desjniés
de humanas armonías ha sido en sus origei'es
una cosa seria y sagrada y además un arte.
I'.n nuestra época todo se baila ; la guerra \-
1;'. ]>az: la caída y la elevación de los Imperios:
los aniversarios ])úblÍcos : las dichas ])artictda-
res : e! nacimienlo, el matrimonio, la fecundi-
dad; las alianzas; las victorias po]ndares ; las
constituciones políticas; la erección de lU'.a igle-
sia: el establecimiento de un asilo; las dotes
de las doncellas honradas; Kis jiremios a la vír-
lu<l. 'l' puede decirse (pie todas las manifesta-
ciones del festín público como ];i< luchas de
t'ieras, las lides de guerreros, cañas y lauras se
han refundido en el baile.
l'.s cierto que no siempre se mantuvo el baile
en el circulo del arte, ni de lo honesto, ni mucho
menos de lo santo. I.a moral del baile sufrió
tremendas intermitencias y terribles desviacio-
nes. Mesaliua (lió un baile de máscaras en (pie
lo.-, asistentes no tenían lapada más que la cara;
. ])ero C'audit) mandó degollar a cuantos concu-
rrieron a la fiesta, b'stalla en b'rancia el cata-
clisniít social del (J3 y la revolución de la filo-
sofía y (le la i)olitica influye inmediatameiile en
las artes y en la vida privada. Se desnuda la
diosa Kazíjii y convida a un baile igual en iodo al
célebre de Mesalina. Después de la decadencia
del bajo imi)erio y antes de (pie el cataclismo
social se produjese ya se había confundido en
el baile lo sagrado con lo profauít, lo culto con
lo grosero y a.sí llega al último tercio del siglo
W'III en (pie el baile se convierte en alto y
bajo : el artístico o de salón y el caracterí-licu
o de aldea. Entonces nace la caballeresca pa-
vana que es española: el delirante wals que es
alemán : la gra\e contradanza (|ue e.s inglesa, y
el aturdido cotillón que es francés- Bailase en
este renacimiento con mesura y decoro, }■ el
baile vuelve a ser arte. l,a malicia estaba au-
sente y si bien puede decirse (pie siempre exis-
tió motivo de atrevimiento, nadie ¡)uede asegurar
(pie hubo motivo de desvergüenza.
Hay un hermoso puebit) en ]'"spaña — el \ as-
congado — (|ue conserva en su tradicional Zor-
cico, su tradicional moralidad. V.n el zorcizo no
baila la mujer, que es baüada- I. os mancebos
la colocan a la vista del público en el centríi de
acción de sus flexiones coreográt icas. Allí de
pie la hermosa, en actitud de estatua viva, bajo-^
los ojos por la modestia y conturbado el ánimo
|)t)r el hoiKtr de (pie es objeto, se deja bailar
como la diosa primitiva, adornada ele cintas y de
f'ores. aplaudida por la multitud, victoreada e
incensada ])or el alegre re(¡uiebro de los baila-
(bíres. l".n el zorcico ci^nio en la casi totalidad
de los bailes de la edad media se reserva sieinjire
a! lunnbre la parte de iniciativa y de res])eto :
dejando ])ara la mujer la ])arte de adoraci(^n
y de condescendencia. Kl wals de los alemanes.
encantador torbellino de la danza más carnal si
se quiere y de mayores enlaces entre el cnerin'
"^S^
del honibrí' \ v\ de la nnijer ipjc en .iiro> baile>
obscenos, es con lodo un iile:il de ia tusiiMí de los
sexos en la alegría- b'l fandango de .\ndaliicia, I;'.
jota de Aragón, la manchega de Castilla >on el
bai'e del hombre hacia la mujer. Si el mancebo
se acerca demasiado, huye la moza como asus
tada ; si él insiste y pretende arrinc» Miarla, ella
da media vuelta y aparece a la espalda del hom-
bre: si él la mira con ))rocac¡dad, ella baja los
ojos con ])udor ; si él la re(piiebra y .grita y la
arroja el sombrer( i, e'.la enmudece, se rul>oriza
y le baila al sombrero, ])ero no al hombre.
Dos pueblos ])riniitivo> creían, mirando al
cielo, (pie las estrellas bailaban alrededor del sol,
V de ahi que sus ])rimiiivas damas fuesen sa-
gradas bailando alrededor de los ídolos para
imitar los bailes del firmamento. Cuando la
mujer ascendió al rango que le correspondia ocu-
])ar en sociedad, fué considerada como sol y lo-
liomlires la ijailarun. como bailaron al ídolo y
como las estrellas bailaron al sol. Da mujer no
lomó liarte activa en el baile hasta (]ue éste se
hizo popular y de regocijo. Kntonces fué cuando
la mujer bajando de su pedestal de diosa, dejó de
ser bailada como se bailaba a la divinidad.
\\\ baile llegó a su ai>ogeo en el siglo de Au-
gusto: era noble y seductor en las tablas y noble
y seductor en los palacios. Con la decadencia y
ruina del Imperio de Roma, decae la danza como
arte y viene a .ser en los siglos medios inia cx-^
])resióii religiosa a veces y otras ])rofana: noble
V villana a un tiemi)o, ])údica y grosera, ordenada
y rei>ugnanie: en los templos ayudaba a la ora-
ción y en las cal'.es producía escándalo. Tiberio
arrojó de Roma a los bailarines por indecentes,
y Cicerón deci.. ;ue los que bailaban de cierta
manera estaban locos- Hoy no tenemos Claudios
ni Tiberios que degüellen y ])roscnban a los bai-
larines indecorosos. Da cultura debe acabar con
ellos, para quedarnos únicamente con la ver-
dadera danza que por si sola constituye un arte
noble, generador de humanas alegrías.
— SELECTA —
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ANO I NUMERO 4
MONTEVIDEO, AGOSTO DE 1917
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En momentos, quiza lo- ma-. diti:¡.-'- r^ra ¡a n.uif r.aNd.id uru);ud>a. -c reunía cr, ur. iii;scrí
rancho, en el Departamento de la Fíorida, la A^anib'ca de K cpi e^eniantct de U Prcvini.-ia Orienta
y declaraba la Independencia de U tierra uruguava en ur. dociitpento memorable por su energía, po'
su altivez, por su -.crcnidad > por vu videncia. Fn c-a -olcmne npor1ur,idad íiic elegido prcsidcnli
ic Id Asamble-i el honorable prevbiie-o Juan Frjncí-., o Larrobla. painoia ilustre v ciudadano clcm
piar. Sobre la Piedra Alta. >-e lev>' e! iocumci.i n, I ..n detinit.v,^ -ara la conM:b da, ,nn de ] r .n . v po
cll,> bien puede ,ons,d.t-.- e e- . .rtiir., .-.■an.t :.. ,on-.o,; Pede-'..' de 'a P.Hr,a
SELECTA ~
- Á Con tjué coinjioiier la pri^Ina
destinada al HiinuoV
— Saco, del Cartapacio de mi obni
Los Emblemas Nacionales, lan co-
{>iaB, tomada» u la letra, del Himno
Xaclonal de Figiieroa y del elogio ((ue
le hizo Don Andrés Lamas Con ellas
y con los mejores retratos de Fifrue-
rua. Lamas y Dan Fernando (¿uljano.
<ine también le facilitaré, el e.xperto
Director de Selecta, podrá ofrecer
u sus lectores la página más Intere-
sante que se haya publicado sohre el
tema.
Al menos, asi lo cree su affnio.
Pptfni Xiitienfz /•orco/*»
L.\ pocsia ha sido siemiirt' el lenguaje co-
lectivo lie! puehlii y es por medio (le él
<|ue se ha expresado en lo.i monu-nt"-- su-
premos de su existencia. .Mientras qne la prosa
solo ha ejercido su influencia sobre circuios ais-
lados por v'. convencimiento y la razón, la poesia
levantándose sobre las masas las ha confortado
en el peligro con ec<ís varoniles, las ha entusias-
mado en la prosperidad con la rememoración de
las hazañas <le los héroes, ha ensalzado la gloria
ile¡ venceilor y derramado flores sobre la tumba
del mártir. Por <lí>quiera se encuentran en la
historia los vestig'us de las formas democráti-
cas. Cuando un pueblo libre se ve reunido en
el templo, en las plazas o en el campo de bata-
lla, siente el deseo de levantar su voz en coro,
y entonces se presenta el poeta a ser c. intér-
prete del sentimiento intimo de la mu'titud en el
hermoso idioma de la poesía, que no puede reem-
plazarse |!or otro en tales circunstancias : porque
balas;an<lo cimio ninguno los sentidos y hablando
a la vez a la cabeza y al corazón, se presta ma-
ravillosamente a informar por el entusiasmo el
sentimiento de todo un pueblo, transmitiéndolo,
como una descarga eléctrica, de hombre en hom-
bre. De acpii el origen, de aqui la necesidad de
los hinnios nacionales. V el presente siglo, en
ípie los intereses materiales dominan y ahogan
tanto los vuelos del espíritu, el himno nacional
es como mi resto del espleuílor pasado de la
poesia, como una jjrotesta elocuente contra el
sentimiento egoísta que preside a las transac-
ciones de !a vida ordinaria. Cuando él levanta
-u voz omnipotente -;qué sois vosotros fríos cal-
culadores, potentados, capíta'ístas. ambiciosos?
Postrados ante el sop'o del fuego de la masa
]M)pular, admirandí) el entusiasmo nacional que
alza sus palmas a los cielos, arrastrados por la
magia de ideas generosas, os eleváis también
a las más altas regiones del espíritu dejando en
el suelo la mezquindad ficticia que os prestó la
corrupción.
Mientras un pueblo canta el himno nacional,
no están muertos los sentimientos de patria
y libertad.
Un himno nacional debe delinear con grandes
rasgos la exposición poética y animada de los
e'ementos sociales de' pueblo a que pertenece;
bo.squejar rápida y valientemente los hechos pro-
minentes de su historia, dar altos consejos de
virtud y patriotismo, inculcando sohre los prin-
cipios vitales de la sociedad. Kl himno de que
vamos a ocuparnos corresponde en buena parte
a esas exigencias. Ks el mismo antiguo Himno
Xacional de la Repiiblica reformadf) por su autor,
el distinguid(^ poeta oriental don Francisco .\cuña
de Kigxieroa. el cual ha ganado inmensamente
en la reforma, como puede verse por un simp'e
cotejo. Ksto i)rneba que el señor l*'igueroa a
modo de cierti>s árbo'es robustos, mitre más su
cabeza con la savia de la poesía a medida que
más avanza en edad.
KI coro no ha sido retocado y en esto ha pro-
badii su autor el tino y el buen gusto que ha
presidido a su reforma. Un coro sancionado por
la costumbre vale siemjire inás (pie otro mejor,
pero desconocido. Por otra parte el de la an-
tigua canción tenia todo el vigor y fluidez (pie
se necesitaba. I^s un solemne juramento que hace
el pueblo, de bajar a la tumba antes que perder
la patria y la libertad, y este es un pensamiento
muy digno del coro del Himno de la República,
l'.u la primer estrofa el iiueblo invoca a la
libertad como el grito (pie inflamó a sus bravos
en las bata'las, y con la conciencia de que su
sacrificio lo hace digno de sus goces, la cierra
con esta imprecación :
Tiranos temblad!
Libertad en la lid clamaremos
V muriendo también libertad.
I'.l pensamiento primitivo ha sido enteramente
conservado por el autor, pero con la felicisinia
variación de algunas ¡lalabras '.o ha rejuvenecido
y dado nuevo vigor, y parece de propósito una
estrofa escrita para infundir al corazón los sen-
timiento.s viriles del republicano y el fuego sa-
grado de la libertad.
En la segunda estrofa présenla la iloelie tene-
brosa de la patria, cuando dominado ])or la ICs-
l'aña :
A sus plantas cauti\(j yacía
K! Oriente sin nombre ni ser.
Los cuatro últimos versos se consagran a la
emancipación del pueblo, ins|)irada por el dogma
de Mayo, y nada le pediríamos sin la imagen
débilísima con que los termina, la (pie produce
una impresión de frialdad al ver un hecho tan
grande cual la división de libres y tiranos ope-
rada por la revolución de Mayo, representado
por un abisino sin puente entre unos y otros.
I'ji la tercera estrofa empieza a desarrorarse
el cuadro inmenso de la historia, el (pie como
os natural se abre por la lucha de la indepen-
dencia, en (pie el Oriente, liberto audaz, desciende
a la palestra a combatir con
Su trozada cadena por armas
Por escudo su pecho en la lid.
Los cuatro últimos son una muestra de la ar-
monía musical que distingiic a los versos del se-
ñor Kigueroa. el cual, como en otros iiuntos, tin
tiene rival en lo que algunos lian llainado la
¡jarte mecánica del arte.
La cuarta estrofa en que su idea es debida
a! Himno .argentino excede en fuerza a la de
éste, y la ha presentadí» de un modo completa-
mente nuevo. Ofrecemos aqui ambas estrotas.
\ creemos que los coiiíJcedores inifiarciales opi-
narán del mismo modo.
F.l Himno .\rgentino dice:
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar :
-La .grandeza se anida en sus pechos;
--\ su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tmnbas.
^ en sus huesos revive el ardor.
1 o (fue ve. renovando a sus hijos.
De la patria el antiguo esp'endor.
Ivi el Himno Oriental la imagen está presen-
tada de este modo :
Al estruendo ipie en torno resuena
De .-\taliiialpa la tumba se abrió,
\' batiendo sañudo las ijalmas
Su esqueleto... ¡Venganza! gritó.
Los patriotas, al eco grandioso.
Se electrizan en fuego marcial,
\' en su enseña más vivo relumbra
De los Incas el Dios inmortal.
,Si el señor Figueroa reuniese al tale1lt^^ de la
poesia el de la pintura, podría hacer de los cuatro
primeros el asunto de un magnífico cuadro.
\'o!viendo ahora a la fuente de donde el se-
ñor I'igueroa ha bebido esta imagen, diremos
de paso, que ella es una imagen patrimonial de
todos los Himnos del Rio de la Plata, ya in-
vocando la sombre del Inca o la de los guerreros
de Mayo. Don Juan Cruz Várela la empleó ccm
mucho acierto en su marcha del Ejército Republi-
cano. En el'a, como en la del señor Figueroa se
nota la diferencia que hay entre el copista que
roba y se atavía con un pensamiento ajeno y el
imitador que lo explota, le da nueva forma y lo
embellece. Después de estos merecidos elogios
sólo una improbación haremos a esa estrofa.
N'osotros no podemos invocar con propiedad ni
las cosas ni los hombres anteriores a la con-
(liiista. Nuestros píidres los españoles derrama-
ron en estas regiones a la luz del cristianismo
las semillas de la civilización ; destruido el anti-
guo orden de cosas y reeniiilazado por otro, esas
semillas han ido germinando. Cuando Tupac -
-Amaro levantó el estandarte de la rebelión, su
objeto fué reconstruir el gran Imperio de los
Incas, pero cuando nosotros nos declaramos in-
dependientes, forzosos herederos de la España,
abrimos una nueva era de libertad en la his-
toria moderna, que empieza en los Estados Uni-
dos y terminará probablemente por dar la vuelta
al mundo. \o podemos, pues, sin mengua de las
'uces del siglo, de los dogmas que hemos pro-
clamado y (le las creencias profundas que nos
asisten, evocar los recuerdos de la esclavitud y
del atraso social de aquellos tiempos a propósito
de la reconstrucción de nuestro edificio social.
En la estrofa siguiente no se nota el mismo
calor que en las anteriores, pero e' hermoso con-
sejo con que se termina debe grabarse en el
corazón de todo buen ciudadano : el sostén de
los fueros civiles, la veneración, a las leyes como
el .\rca sagrada de la Patria.
La historia de este país presentaba un escollo
al poeta : — su dominación sucesiva por tres na-
ciones, — pero él ha sabido salvarlo con rara
felicidad. He aqui como la presenta en la sexta
estrofa :
Por(pie fuese más alta tu gloria.
^■ brillasen tu precio y poder
Tres diademas ; (5I1 Patria I se vieron
Tu dominio gozar y perder.
Los cuatro versos siguientes son bellisiinos.
.\llí la fe inmutable del patriota, el santo amor
de la libertad v la férrea entereza del repub'i-
Libertad. libertad adorada.
; Mucho cuestas tesoro sin par!
Pero valen tus goces divinos
Esa sancrre qne riega tu altar,
puede dar mv> contestaciiin
Xo
cuente a esos hombres débiles (pie descsneran del
porvenir de 'a patria i>or la inmensid-nl d.' los
sacrificios qne cuesta. En la énoca actual esos
versos son dignos de ser repetidos en coro por
los defensores de esta heroica ciudad.
En los días que nos esperan cuando la paz
derrame sus dones sobre nosotros v «ozfímos
en el ho.gar doméstico de los bienes de la lib-r-
tad. que a tanto precio hemos conquistado, de-
bemos repetir a nuestros hiios los ver.sos de la
octava estrofa que deben ser como nuestro cate-
cismo iio'ítico si (lucremos ser felices, merecer
algún aprecio y fundar algo digno de pasar a
ly posteridad.
Si a los imeblos un bárbaro agita
Removiendo su extinto furor.
Fratricida discíirdia evitemos
Di,': mil liimlnis recuerdan su horror.
Tempestades el cíelo fulmine.
\raldicio»if's desciendan sobre él
>' los libres adoren triunfante
De las lexes el rico joyel.
La estrofa siguiente es digna en todo sentido
de la Repúb'ica. representada en ella. T,a maics-
tad de esta gran fi.gura corresponde perfeela-
mente al original.
De laureles ornada brillando
La .\mazona soberbia del Sud.
F.n su escudo de bronce reflejan
Fortaleza, justicia y virtud.
\i enemigos le humillan la frente
.\i opresores le imponen el pie;
Que en angustias selló su constancia,
^" en bautismo de sangre su fe.
La décima estrofa es una reminiscencia de
los antiguos colores del Himno y el autor la
ha colocado probablemente en él para C(mser-
varle algo de su sabor primitivo.
La última estrofa 110 ha sufrido más que una
Kvisima alteración ; el pueblo hi ha hecho suya
\ el poeta ha debido respetarla.
.■\nte esa aprobación en una composiciílm de
.- - , -■,■■■, ■ . : . , I.-.. , . .;
— SELECTA —
Don Francisco Acuña de Figueroa
este yéiKTo. todo otro criterio e¿ ineonipeteiite
poríine ella podría resistirlo...
Sólo ai'iadiretnos a esc juicio, algunas lineas
que serán como una continuación de las que
hemos escrito con motivo de la estrofa octava.
En todo país donde por limitada que sea la
acción puede ejercitarse legítimamente, en que
puede combatirse en la tribuna, en la prensa,
en las elecciones: recurrir a la oposición armada,
atacar a la autoridad constituida, por la violen-
cia, herirla con el hierro de la insurrección, es
el mayor <le los crímenes que i>uede cometer un
ciudadano.
''Mientras haya en la Constitución, dice un
"gran orador de nuestros tiempos, un punto de
"apoyo en el que pueda colocar mi. pie como
' ' el punto de apoyo de .Arquímedes, coinbatiré
por la libertad violada de mi país. — Se habla
"de guerra civil, pero mientras yo esté vivo no
'habrá guerra civil... Nosotros no hemos de
principiar la guerra ; nos hemos de atrincherar
' ' en la legalidad, y si nos invaden, entonces ya
"no será inia guerra civil... Xo violaremos
"ninguna ley divina ni humana; queremos per-
" manecer en el terreno constitucional mientras
n(js lo permitan : pero si nos rechazan — I ac
" victis! — Pero es iiwiie.sler que iws obliguen
"a ello, esto es que Violentadas todas las leyes.
'^totltts los dereehos. nos presenten la espada
"de saojire de Cromwell que barrió el país des-
" parramando el terror y la muerte." (i)
lúitonces cuando pesa sobre el pueblo una ti-
r;inia inflexible y absoluta, cuando es preciso re-
chazar el hierro con el hierro, cuando la razón es
impotente y la ley es la fuerza. !a violencia, sólo
así, en ])resencia de un poder como el de Ro-
sas... i'ur vielis! — y este nos parece el pensa-
miento del último verso del himno, que quisié-
ramos se comprendiese bien. Toda equivocación
sobre esto sería grave y funestísima.
\\\ Gobierno, pues, ha ai>robado en nuestra
o])inión con mucliísiiua razón las reformas (pie
h:i recibido de su autor el Himno .Nacional.
Sólo desearíamos (pie el Gobierno mandase
componer la miisica con (.pie (lel>e cantarse : sin
una nn'isica digna del objeto, y sobre todo i'iniea
el Himno Nacional no existirá para el pueblo.
]■'.! señor Figueroa (pie ocupa dignamente el
primer lugar entre los poetas nacionales, no
necesita nuestros pobres auiuiue sinceros home-
najes. Nos i)crmitirá sin embargo que volvamos
sobre un mérito suyo (pie hemos indicado en
otra parte de este escrito. La revídnción litera-
ria que se ha i')pera(lo en los últimos tiempos lo
ha encontrado al señor h'igueroa en aquel pe-
ríodo de la vida en que el hombre se apega, ge-
neralmente, de tal manera a sus ideas, a las for-
mas en que las ha vaciado, (lue es inaccesible a
toda variación y permanece inmóvil como la
roca en medio del mar cuando todo se agita y
se mueve en torno suyo. Sólo es dado a inteli-
gencias privilegiadas quebrar esta regla común.
El señor Figueroa ha seguido el movimiento de
nuestros días, adoptando con tino y discreción
las innovaciones que ha juzgado acertadas y con-
venientes, y no será éste el menos lozano de los
laureles de su clarísimo ingenio.
HIMNO N.\CIO.\AI.
IiK l.\
KEPUlil,IC.\ OKIENT.M, DEL L'KL"Gü.\"i'
KKFOKM.MKl V Ili;cI.,\R.\llO T.M. KN 12 111
DE 1845
CORO
/Orientales, la Patria o lo tumba!
; Libertad, o eon (gloria morir!
lis el voto que el alma pronuneio
y que heroicos sabremos cumplir.
I
; Libertad. Libertad ! Orientales
Este grito a la Patria salvó
Que a sus bravos en fieras haialhi
De entusiasmo sublime inflaniíj.
De este don sacrosanto la gloria
.Merecimos... ¡Tiranos, temblad 1
¡ Libertad en la lid clamaremos.
^■ muriendo, también libertad !
II
Dominando la Iberia dos mundos
Ostentaba su altivo poder,
V a sus plantas cautivo yacía
1*^1 Oriente sin nombre ni ser.
Mas repente, sus hierros trozando
.■\nte el dogma que Mayo inspiró...
Entre libres y déspotas fieros
L'n abismo sin puente se vio.
VI
; Orientales! mirad la bandera
De Iu-r.,i>;iio íiil;;eiitc eri>td :
.Vuestras lanzas defienden su brüln;
; .Vadie insulte la imagen del Si^l!
De los fueros civiles el goce
Sostengamos; y el código fiel
X'eneremos inmune >■ glorioso
t'c.nio al .'Vrca Sagrada. Urael,
\'1I
Ponjue filete más alta tu gloria.
\' brillasen ui precio y poder
Tres diademas ; oh Patria I se vieron
Tn dominio gozar y perder... i ,? I
Libertad, libertad adorada.
; Mucho cuestas tesoro sin jiar!
Pero valen tus goces divinos
E.sa sangre que riega tu altar.
vrri
Si a los pnel)lo^ nn liárbaro agita
l<emo\iendo su extinto furor,
b'ratricida discordia e\itemos;
l^iez mil tumbas recuerdan su horror. ■
Tem])estades el cielo fulmine.
Makliciones desciendan sobre él
\' los libres adoren trinnfanle
De las leyes el rico joyel.
IX
De laureles oriuida brillando
La .amazona soberbia del Snd.
En su escudo de bronce reflejan
Fortaleza, justicia y virtud.
Xi enemigos Iv huniillan la frente
Xi ojiresores le impongan el pie ;
Que en angustias selló su constancia.
^' en bautismo de sangre su fe.
X
l'estejaiKlo la ghtria. \ el (lia
De la nue\a República el Sol.
Con vislumbres de púrpura > oro
Engalana su hermoso arrebol.
Del Olimiio la bó\eda angusia
Resplandece \ un ser dí\ina]
Con estrellas escribe en los cieh")S.
¡Dulce Patria, tu nombre inmortal!
XI
De las Le\es el numen juremos
Igualdad, patriotismo y uniéjii
Inmolando en sus aras divinas
Ciegos odios > negra ambicii'm.
^' hallarán los (pie fieros insulten
La grandeza del pueblo Oriental.
Si enemigos, la lanza de .Marte
Si tiranos, de Hruto el iniñal.
;> - i 3 I Kápafia. IiiLdaterra y el Mrasil. (jiif doniinaroii
la primera (iesde el deseiibriiiiieiito (iel país hasta iwi.1.
la setriiiida se's nitíses íiel año IwtT. y la tercera destte
1SI7 basta 18:!8. en (pie el país después de una tarara
íTuerra. sacudió la dominacióíi. y <iued(^ independii-nte
eonstítüy('ndose en Repúldica.
í 1 ) Areinras de (i'Connel. 184:!
Don Fernando Quijano
■: , líi -^ ,
Su trozada cadena por armas.
Por escudo su pecho en la lid ;
De su arrojo soberbio temblaron
Los feudales campeones del Cid.
I'Hn los valles, montañas y selvas.
Se acometen c(m ruda altivez.
Retumbando con fiero estampido
Las cavernas y el ciclo a l:i \ez.
IV
Al estruendo que en torno resuena
De .\talnialpa la tumba se abrió.
\' batiendo sañudo las palmas
Su es(pieleto. . . ¡Venganza! grit().
Los i)atriotas. al eco grandioso.
Se electrizan en fuego marcial.
\' en su enseña más \'i\-o relumbra
De los Incas el Dios inmortal.
V
Largo tiempo, con varia fortuna.
Batallaron Liberto y Señor,
Disputando la tierra sangrienta
Palmo a palmo con ciego furor.
La justicia por último vence
Domeñando las iras de un Rey :
^' ante el mundo la Patria indomable
Inaugura su enseña y su Ley.
~{i) Alusión al :!íi de Mayo de 1810. en que se diú
en Buenos Aires el irrito de libertad
Don Andrés Lamas
— SELECTA —
Da.'l/abeJ Ki^^
D< una magestad impositiva, con todas las más elevadas
características de bondad y distinción, ejemplarmente culta, tal
es la síntesis de este privilegiado espíritu (emenino. Sus más
grandes actividades las dedica al ejercicio de la filantropía,
rindiendo tributo al más noble y hermoso sentimiento cristiano.
Desde la época de su fundación, integra el Consejo Directivo
del Patronato de Damas y la acción de bondad y de socorro
de esta institución, encuentra siempre en ella la voluntad más
decidida. La nobilísima dama, reina en el hogar del caballero
Doctor Don Gregorio Rodríguez, como ejemplo de virtud y
verdad afectiva.
— SELECTA
Santa Teresa
Berníní : Santa Teresa de Jesús
LA entrada <le' Otoño es como el cre])úsculo
del año con toda la dulce melancolía del
anoche cer. Ritmo invariable del tiem])o. el
Otoño, tiene la pálida hermoí^iira del pélalo de
rosa c|ue al desprenderse semeja una ilusión
<|ue languidece para renovarse de inmediato en
el renacimiento incesante de la cs])eranza. Hay
un sitio en el mundo ; habrá muchos ! para mi
uno solo, en el que la entrada del Otoño no c:i-
sondirece los corazones ct)n las nostalgias que
suspiran por un firmamento claro, sino que es
lelón que se entreabre sobre el fondo de la ale-
gría, del placer y de la belleza: París...
Allí, los primeros fríos otoña'es y las palideces
del sol que desmaya entre los celajes del tra-
monto no marchitan la ilusión ni desmedran la
exuberancia de una sugestiva idealidad, porque el
refinamiento parisino, a cada nota, le da su justo
diapasón de optimismo, de gracia y <le armonía.
Kn la marchitez precoz de las hojas, el estro de
sus literatos, la paleta de sus pintores. \- la sin-
gular modalidad de aquel temperamento sorpren-
den las fuentes de una nueva emoción y asi
cuando los arbo'ados de Chami)s Klisees. los
macizos del Bois de Honlogne, o las umbrías de
\'inceniK*s se arropan con el color mutilado (pie
torna en ocre y en amarillo el verdor estival,
ellos descubren allí, todas las tonalidades de un
decorado pródigo, los secretos de una inspiración
innovadora y la gama enriípiecida con todos los
matices del oro.
Xi aún las primeras tintas del frío atardecer
obscurecen la ak'gría de París, en el tpie ajtena^
se percibe el leve aleteo de las sombras que
huyen arrolladas por el río de luz del " houle-
vard ". Rueda fugaz la entrada de la noche en
la soberbia encrucijada de la rué Roya! que es
cnmo la arteria que recoje. la primera, la sangre
generosa ¡ gencro-^a es 'a a'egría ! del cercano co-
razón de la Concordia. Sobre el tapiz del as-
falto lujosas "limoussines" cruzan ligeras, cual
si sonrientes, si ufanas con sn preciosa carga de
deliciosos rostros feíneninos hasta los cuales sube
la caricia de las costosas zibelínas y de la chin-
chillada.
Asoma con el Otoño !a dorada "rentree"'. la
cita del "tourbillon '*. el esparcimiento de la> ho-
ras que se deshilvanarán en el placer, h's el ' " h'au-
bourg" codiciado íjue entreabre los brazos vo-
luptuosos a la intriga estimulante y al amor;
Montmartre, entraña liviana ípie palpita en la
dichosa despreocupación del porvenir, mohín de
unos labios rojos c(ue ofrecen ,;(|nién sabe? ;la
aventura ? ; el sueño de un vals ? . . .
¡Oh París!, apacible remanso a todas las fatigas
rudas. Hl prtidiga con el oro, con el arte, con su
originalidad diabólica, la sangre y el calor <|ue el
desgaste roban a la vida, como esos carbones acu-
mulados de mágica energía alimentan la libia
caricia que atesora el bienestar. París es el in-
vento ijrodigiosíi y jierverso de la tentación, y
con todo el rincitn má-i amable de la tierra.
El Otoño parisino comienza enhebrando las
fiestas del gran mundo, el pretexto elegante de la
caridad, las conferencias, los espectácnlns ipie
seducen como el chisporroteo multicolor de los
fuegos fatuos, la encantada frivolidaíl de los
*' reiidez - vons ' ' socia'es. las artistas y los teatros.
Ante un teatro me detengo. ,; La fecha? Xo
lo sé : tal vez una docena <le años atrás, que
se confiesan no .^ín rubor cuando otro otoño,
el de la existencia, nos va encariñando a la ida-
dosa teoría de (pie no hay más que una sola
edad : la del esiíiritu. La ¡¡laza de Chatelet y ini
nombre familiar, señoras, a vuestros ()idos : Sirab
Hernhard. I'*s el teatro coquetón y primoroso de
la comedíanla de los ojits verdes, iluminados por
la llama testaruda de una inagotable juventud
interior que no se rinde. La ''reclame'^ y la cn'»-
nica han hecho por anticipado la apoloeia a^ so-
nado éxito de Sarah en su ' ' reprise ' " y para
hacerlo inviolable ha dicho ya su palabra olímpica
la consagrada representación inicial, esa " pre-
miére'' <tue se ofrece a los privilegiados, a los
exquisitos, al terrible tribunal de los críticos, de
cuyo gesto displicente o de su aprobación mag-
nánima depende la reputación, el ensueño, el
amargo escozor de los autores. Ksta noche el
batir de las palmas ha sido de antemano im-
nuesto por el rígido tribunal. ;Hab'ar de la jus-
ticia ciega ?. brava ocurrencia. ¿ Ceguera ?. de
ningún modo. ¡ Si es Catulle Mendes quien es-
trena ! Ahora corresponde el turno a los mor-
tales vulgares para aplaudir.
I/a " \'ierge D 'Avila", he ahí el romance
cuidadosamente escrito para Sarah iinr un amieo
del alma, por aquel rimador inimitable v exi'i-
lico (jue se llamó Catulle Mendes, ; Quién no
conoce a través del libro al Mendes enervante y
soberbio, cuya esjiléndida cabeza como la ríe un
semi - dios del paganismo aureolar'»]] las visiones
de un raro numen: el a'ma atormentada y cau-
tiva en las espirales nacaradas del ' ' absintbe ?
Tembloroso como las alas de una mariposa, bate
el rumor picante de un idiüo inlelectual. li-
gando los nombres del autor y de !a artista. . .
Pero no penetremos en las almas \- corramos el
■ ' velarium ' " sobre el secreto recinU) de la iiasión
que es el acicate del bello vivir.
La sala toda del teatro repujada de gasas >■
de sedas, constelados de piedras preciosas los
desiíudos hombros de las damas, siguió con (U-
leile. cristalinas como el agua al deslizarse entre
las guijas, las tiernas escenas de ''La \'ierge
I)'.-\vila'". trasunto encantador y magnético de
la vida de la santa: el misticismo tan puro, la
ingenuidad sonriente del ensueño en el sublime
deliquio : ora en el éxtasis en que la dulce j)a-
labra de Jesús anima el alma de la santa con
el incienso perfumado de la pasión, ya en Ins
jíasajes de arrebatadora inspiración en los (pie la
musa sagrada de la virgen canta la delicio-^a ])oe-
sía de su evocacii'm cele>lial.
¡ Cuan generoso y mundano reveíanse en la
idea, el artista, el literato y el hombre (pie tejie-
ron para Sarah liernhardt esta regia ofrenda del
arte en que la voz argentina, el fulgir de unos
ojos y la toca de la orden de las Carinelitas I
¡ ellos solos ! animando el pensamiento eximio
realizan aquí abajo el milagro artístic*) en una
fresca evocación de alegría, de sencillez y de
juventud. Kl rencor implacable de los años ha
ido esfumando en la comediaiita las ondas y las
líneas im])ecab!es de otrora, la lozanía de su cutis
de raso; ya se dibujan bajo el " matpnllage " " la<
imperceptibles arrugas traidoras, pero nó. ípie-
dan aún el fuego interior y la vibrante intensidad
de la trágica, (juedan aún los ojos, los insondables
dios, en los que tiemblan repentinas llamaradas
encendidas por la aspiración inextinguible del
arte y del triunfo. La música de la voz. !a toca
y el abismo de los ojos dan a Sarah el resonante
ajdauso.
La jn'eza ha corrido como sobre un lamí/ ile
seda y las escenas se han desdobhuKi con li
flexible ligereza c<ni que se desciñe una tren? i
de aromados cabellos a los (|ue libertan de su
prisión los broches y la-- joyas. Ls un cuento de
amor y de fe sentido a la luz y a la cálida
armonía por la vidente DWvila: es un trozo ele
iri> más sobre la leyeiula tan bella de Jesús: u\^
grito de unción y de ardorosa fe: es toda la exal-
tación relampagueante de Santa Tert-sa de Je>ns.
El perlado poema da fin en la alcoba misma de
la santa, en su muerte angélica, el éxtasis fina!
i-M (pie la virgen rompe las lomeas vestidura-- dr
hl carne, arrobaila por los c-^ros del enqiireu.
Berníní: Hermoso grupo de Apolo y Dafne
llevada de hipnótica dulzura al corazón di.' jesús
(]ue brilla como una encendida ro.sa. .Xhi termina
el literati» su página exquisita. Ahora corres-
lH)nde a Sarah el to<|ue final. 101a ha combi-
nado como una hechicera el jin'mor de los de-
talles y la hermosura del conjunto. Sarah ha
cuidado j)ara tpie en el supremo momento en que
]a> frases se rl esgranan con <.-l tintineo de las
])erlas go'i>eando en el fondo de un cáliz aúreo
\- cuando ella arl()])ie la plástica actitud en el
éxtasis, la estancia toda y el modesttt lecho se
iluminen >■ se transformen como un astro ipie
difunde sns fulgores en la cambiante i)olicromí:i
del bronce, de la luz y de las fhires. Mientra--
la santa, en el adiós, en sn arrebato de purisimí^
amor a Jesús, disponiendo.se i>ara la a>censión
triunfal alumbra su rostro de una sonrisa inefa-
!)le. el proscenio se inunda de luminosas azaleas.
(le lirios diáfanos y perfumada^ lila'- que derra-
man su lluvia sobre el lecho en tanto que las no-
tas tenues, seráficas, del órgano lejano, desgranan
hts ari)egios de Palestrina subiendo hacia lo alto
como un cántico. Entonces domina aún como una
gloria en el lecho, que es ya nn ani])o de luz. I:^
plástica belleza de una actitud; la cabeza echad. t
hacia atrás con sonriente gracia, el bu-to ]>udo-
ro^amente turgente b:ijo las tenues vestidnra>
y en el rostro, diáfano como un rayo platead.! de
luna, la caricia suprema de la visión celestial.
; De qué clásico modelo ha traducido S;^rah
el ]>rodigio? ; Dónde ha sorprendido la f.>rnvi
ideal? ¿d('>nde? La idea alborea y se i)erfila en
los recuerdos, como una estancia oliscara -i
aerara con la vibración voltaica, que re¡»entina ]>■ -r
los cristales filtra.
¡ La Santa Teresa de líernini !
Es allá en la ciudad eterna, bajo el capital de
pórfido y de bronce, bajo la> cúpulas marm''>r(.■a^
de Santa María del'a X'ittoria (pie gnania 'o-
trofeos arrancad' ^s ¡lor Marco .-Xulonio Colonni
en la célebre jornada de Le])anto. ¡Roma eterna
en la gloria! De un gru]io impecable ha hecho
Sarah su divina copia, y ha lomado su divina
*'pose". De im trofeo más glorioso, del iriuTifo
del arte inmortal : chispa centellante del Bernini
(¡ne ])lasmó en la ])iedra inerte, pero animándola
con el soplo genial de la belleza, el grupo nisu-
])erable de "Santa Teresa con .Xngelo".
Musa soñadora del teatro lrancé>. Sarah I'xr-
nhardt en ''su otoño** coiiíjuisti') el laurel de re-
novar a través de las edadc" el aletazo genial del
líernini. Aladino del cincel maravilloso.
Para <¡ue la creencia ferviente se arrodille anu-
la perfección que baja de! cielo, envuelta en la--
formas sagradas de la estatuaria helénica, il
líernini reanim(S a la ^anta en la tierra. Bendito
sea el artista, bendito -ea el Hernini que escri-
bi(') la delicada poesía del mármol y (pie arrane»'»
a la muerte devidviéndo'a a la vída imperecedera
del arte, la seductora v angélica figura de Santa
Teresa ríe le-ú<.
J ll/i'lll f llliutlll!:!.
— SI lie I A
.ele.
I).- 1111.1 iii.ií;.-st.id iiii|:,...itiv.i. JOTI ludas l.is ni.is .-Icv.idas
J.ir.ijl.-ri-li.-.is de fanndad v di vliii ji,,ii. vi^-iiif-l.i i incii; .■ .:ull.i. tal
c í.i snitcM-; d..- .-vt^- L-iiviii-ijia i.i i-sj-nilii I.- iiu-niíu). iius mas
..'.and.-s a.-ln idad.-. i is d.'di.a ai .-iorcijín d.- la liLuilrnpia.
nndu-lidi. iribulc) al :Mas ,,..bl>- y l-..-,ino.., ~.-nlinu.-nl.i cri.liailo.
Desdo la .-riLM d.- MI Íuiida.-M,i. i,,l,-ora c] Cons.-io Dirc-tivo
d,-I Halmnat,. dv- l)a;i;a~ \ la ac>:io,i de bondad y d.- socorro
de ,-sla i.:-l luen.n. i-n,iiei:lra -leinpie en eíla la voluntad mas
decidida, i .1 iiobrliMui.i d.uii.i. rein.l en el l!os;ar del eaballero
l'oelor iJo-i üieoorii) kodnoue;. eonio eieiiiflo de virtud y
eerd.íd .itew'liv.i.
— SELECTA
esü la Piedra Alto
D. Carlos Anaya
No pudo tener esC£nario mas humilde U reunión solemne de la
Asamblea de 1í Provincia Oriental, que el 25 de Agosto de 1825 de-
claró la Independencia de la Patria. — En un rancho-de reducidísi-
mas proporciones, cubierto de paja se reunieron los representantes por
los departamentos, denominados entonces de : Guadalupe, de San
Josc. de Florida, de San Salvador, de Nuesiya Señora de los Reme-
dios Rocha . de San Pedro Durazno , de Maidonado, de San Juan
Bautista, de Las Piedras, del Rosario, de las Vacas y de ias Vibo-
D. Manuel Calleros
D, Juan Tomás Nuñer
ras y proclam.iron, en documento vigoroso, que la Provincia era libre
e independiente de todo poder extraño. Si no hubiéramos í.ido tan
d^jspreocup.idos con los sitios y las cesas que sirvieron para las luchas
de nuestra independencia, aquel humilde rancho se conservaría hoy
conio una reliquia patriótica. En esta pagina damos los retratos de
algunos de los componentes de aquella asamblea y una reconstrucción
de la escena tan decisiva para nuestra vida institucional.
Primera lectura del Acta de la Independencia, en un rancho de la Florida, De un apunte de la época.
D. Gabriel A. Pcreíra
D. Felipe A. Bencochea
D. Luis E. Peres
D. Santiago Sierra
SlíLl.Cl .\ —
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j/íimi á' ///jm
I jE principesca sociabilid.id, con un elevado espíritu
comprensivo y una amplia ilustración, tiene la se-
ñora Garlón de Mane las mas brillantes afirmaciones
de cultura y distinción. Es una de las damas que presti
giosamcnte ocupan alto ransjo en nuestra sociedad. Como
presidenta de "Entre Nous" realizó labor exquisitamente
inspirada, aplicando a ella las bellcras de su carácter y
todas las delicadezas y pur.is sensibilidades de su espi
ritu.
C;
— SELECTA —
ñjm
B LAXES es la más alta personalidad
artística de Sud - América. Su gloria
es gloria nacional y su genio una de-
mostración co'ncluyente de que no debemos
envidiar a nadie cuando se trate de con-
trilniir a la dignificación más indiscutible
de la raza americana.
Plétora de hombres de talento ha contado
y cuenta nuestro país. Nada tiene que dar
sitio a nadie. Hay que proclamarlo esto
una y otra vez y nunca en mejor oportuni-
dad (|ue esta, cuando hemos de hablar de
im uruguayo ilustre como Juan M. Blanes.
Xo es nuestra intención hacer un detenido
estudio critico de la enorme labor realizada
por e! gran pintor. Xuestro propósito es
ofrecer una ñola explicativa de esta nota-
ble figura artística uruguaya, cuya fama
abarca todo el continente y .se impone a la
consideración de la posteridad con sus soli-
disimos prestigios y con una obra ([uc no ha
sido hasta hoy superada.
V a e.ste respecto nos llegan a los puntos
de la ]>luma ciertos amargos re])roches (|ue
merecen los <|Uc. sin conocer la labor de
Hlanes. o conociéndola, la niegan impulsados
por sentimientos subalternos (jue no de-
bemos calificar.
Defecto gravísimo nuestro, es este de no
rendirnos sin reparos a la glorificación de
los co;r patriotas que han merecido bien de
la gloria.
I*or<|ue son nuestros, los negamos y so-
lemos extasiarnos ante otros (|ue. sin valer
lo (|ue valen los coterráneos, tienen para mu-
chos el inapreciable mérito de su extranje-
rismo V a veces el prestigio arrebatador de
un ai>ellido raro, difícil de ])ronunciar y aun
más difícil de escribir.
Blanes. como otros uruguayos ilustres,
aun después de ser personalidades indiscu-
tibles en el nnnido artístico, han encon-
trado detractores y pseudo - críticos que los
han negado. Y hoy todavía, después de mu-
chos años lie consagración, cuando ya la
fama ha dicho su palabra definitiva, se
encuentran espíritus cavilosos, en exceso ca-
vilosos. (|ue en análisis de ])e<|ueñeces. sin
tener amplitud de mirada como para abar-
car la grandiosidad del conjunto, encuen-
tran, con alborozo, defectillos que se pier-
den en la belleza del todo, del todo armó-
nico, grandioso, concepción genial (jue sub-
yuga.
I'or<(ue esa es la característica sobresa-
liente de Blanes: la concepción, la fuerza
sugestiva de sus composiciones originales,
teatrales quizás. ])ero alta.nente artísticas,
|>rofundamente e:rotivas. viriles y huma-
nas a pesar de todo.
Dejando libertad a su imaginación crea-
dora : seguro de su técnica y convencido
de su am])litud en todos los estudios com-
pleiuentarios de su arte ; Blanes hacía sur-
gir en sus telas dificultades tras dificul-
tades. i)ara luego vencerlas triunfal'uente
y demostrar {|ne su lápiz y sus ])inceles no
titubeaban un punto cuando delineaban o
ilejaban el color sobre la tela.
Todos sus cuailros. prínci])al.neute a([ue-
llo> (|ue corresixinden a la época del
apogeo de su genio,
ofrecen a la miraila
del estudioso y del
ecuániíre. dificulta-
des enormes, salva-
das con arte y con
verdadera y cons-
ciente iraestria.
Kn la tela (|iie ri'-
¡)roduce los últimos
ir.omentos del gene-
ral Carreras, el co-
lor ofrece dificnlti-
des tan extraordina-
rias que otro pintiir
hubiera renunciaiio
ultimar tan grande
obra.
Rsa penumbra en
(|ue están envueltas
personas y caras
dentro del higtilire
calabozo, es un es.ci-
11o puesto al ])incel
en cada centínu-lro
de la tela. Y los esco-
llos han sido venci-
dos con gran maes-
tría y el efecto estu-
pendo de luz peiie-
En l.i culminación de su talento artisticOf Blanes, pintó el cuadro titulado:
Episodio de la fiebre Amarilla. £s ura soberbia tela de composición, que
obtuvo un éxito extraordinario.
trando por la l>ortczuela. luz de iradrugada
triste, es (k- una lielleza indiscutible y no su-
perada en ninguna tela de pintor arericano.
listando Rlaiics en Florencia cono pen-
sionado envió a .Mo:Uevi(ko dds telas. de-
Obra de arte y de cariño, este retrato de la
madre del pintor es una verdadera gran obra.
Admirable por el dibujo y el colorido, ha que-
dado como una demostración del talento de
nuestro gran artista.
■■ ostrativas de sus progresos de estu-
diante. Son ellas: "La casta Sii.sana" y un
"San Juan"' ( (|ue se conservan en el .Mu-
seo Xacional de Bellas Artes).
¿Habéis e.xaminado detenidamente estos
cuadros, ejecutados por Blanes en 1S63,
ciuiiido hacia ajjcnas cinco años (|ue estii-
di;d)a en la bella ciudad italiana, asediado
|:or dificultades de todo orden, principal-
luente económicas?
Sin (|ue sea desconocer méritos de nadie,
sin que con ello (jucranios empequeñecer
la obra de los pintores que han surgido des-
|niés, ])ero si co.iio una comprobación jus-
ticiera del genio de Blanes. digamos <jue esos
envíos de pensionado son obras de alto, de
Ijositivo mérito, las cuales no desdeñarían
fir.rar ac|uellos (|ue at'm niegan al gran pin-
liir en no;rbre de absurdos y a veces ridicu-
l(js i)riuc¡])ios de modernismo artístico, que
no convencen, ni han de ])erdiirar. . .
MI " San Juan " que es toda una obra
concluida. líl colorido revela una seguri-
dad admirable, y el dibujo tiene ya toda la
fuerza, toda la energía ¡(ue nos sorprende
en las obras definitivas.
I 'or(|iie eso fué Blanes a des])echo de los
i|iK- tienen la candida convicción de (|ue se
))Uide hacer obra iJÍctórica que ])erdure,
a|ilicando úiodalidades transitorias y gus-
tos del momento, sin cuidarse del dibujo y
.-.in rendir ])leitesía a las exigencias del co-
lor. (|ue en ello manda la naturaleza y manda
la realidad, no admitiendo rebeldías, exage-
raciones, o caprichos.
^" decir que son estos méritos invalora-
bles, firmes, verdaderos, los que señalan
algunos como defectos, teniendo ]>ara la es-
cni])ulosi(lad realista del gran pintor ima
mirada torpemente des])reciatíva.
Blanes no necesitó de " cosas raras " para
— SELECTA —
triunfar v i|iH'(lar sobrí- su iK-dcstal, incuu-
movible a todos los cuibates. Llevó a sus
tilas caudales de realidad y aplicó a su
labor ei método razonado y sieni])re fnic-
tifero.
Xo fué bohemio. Xo aguardó a c|iie la
5íloria viniera a ofrecérsele con liuniildades
de U'endiífa. Fué a su encuentro con una
suma siempre renovada de trabajo, dj ac-
tividad, de impulso creador.
Desde cuando el ¡lintor estudiaba en Ita-
lia, ya señalaba .^u maestro la ejemplar con-
ducta nioral y asiduidad de Klanes en el
estudio, medios sin los cuales, además de
la aptitud natural i)ara el arte, no st' ob-
tienen en tan corto tiempo los antedichos
l)rogresos y rcsiíltados.
¿Son muchos los jóvenes artistas ipie hoy
|)ueden invocar en defensa propia condicio-
nes tan altas de laboriosidad y noble anlielo
de triunfar?
Desgraciadamente no.
ICn genera! hoy se desea la fama. ])ersi-
gniéndola de otra manera. Las mesas del
café, las rarezas en la intimidad de la vida
de cada uno. un antii)ático es])íritu de ne-
sración hacia lo va .
bresalienle. adnnfal)le. la más alta e.x))re-
sión del arle ])icté)rico en Snd - .\mérica.
]\l método, la ordenación del trabajo, la
labor diaria, ultimada puntualmente, sin
consultar fatigas físicas, desganos de origen
uioral. o inclinaciones momentáneas a otras
actividades, rinilieron a Blanes la suma más
grande ele (iroducción y (pie stii)era a todo
lo (pie han realizado los demás ])intores de
.Vmérica. algunos por no seguir un sistema
de labor con norma fija y otros por haber
caído antes de la Víiitad de la jornada.
]'.u esta caracteristica de Blanes en lo que
al método de trabajo se refiere, deben to-
mar ejem])lo los artistas de hoy. los (pie
entienden u'alamente una bohemia (pie es
molicie, a veces i;n]iotencia y a veci's aban-
doiKj.
.\(piella voluntad férrea del maeslr(] se
defendió hasta el último momento.
Batido l)or un doloroso drama de fa-
milia, con hondas preocu])aciones morales
absorbiéndole toda la vibración de su ])en-
s.'imiento. desesperado en la búsípieda in-
fructuosa de- su hijo Xicanor. lejos de la
patria, de la tierra donde se le admiraba.
consagrado y que se
utiliza con el elás-
tico nombre de re-
volucionaris;iio. todo
esto y algo más. sir-
ve para interesar a
la opinión pública.
]>ara mover la plu-
ma de algún jiseudo
critico y de esa
suerte dar coloca-
ción a las obras (pie
. se cansan de aguar-
dar la terminación
en el caballete o las
(pie a])arecen a la
curiosidad de l;is
gentes en estrambó-
ticas estorsiones del
color, del dibujo, de
la verdad y del arle.
Blanes fué un
triunfador a fuerza
de constancia, de la-
bor, de intensa por-
fía en el i)erfL'ccio-
namiento de su arte,
(le nobilisin;a ambi-
ción de nombre y de
honores.
Por esas grandes
condiciones de trabajador y de metodista,
obtuvo valio.sas recompensas. .\o fué tan
sólo el irejor pintor de Snd - .\mérica. fué
también el artista reposado, serio, con ([uien
las instituciones ])úbltcas y privadas y los
])articulares. ¡íodian tratar, en la absoluta
confianza de (pie el trabajo (pie le enco-
mendaran seria ejecutado bien y en su
tiempo oportuno.
.\lgunos de los (|iie h(jy anhelan ])opiila-
ridad v ])rovecho ¿pueden decir lo mismo,
¡)ue(len ])reseiitar las mismas recomenthibles
cualidades?
Siendo Blanes ])ensionado en Italia ( jieii-
sión misérri.ra). cumijlió puntualmente con
sus envios al listado (pie le facilitab.a la
l>rosecnción de sus estudios. \',n el .Museo
de Bellas .\rtes hay demo.straciones hon-
rosas de esta labor de estudiante, lejos de
la patria.
Y con esa misma decisión. C(jn esa misma
fe en sus propias fuerzas, continuó toda su
vida y acumulcí una jjroducción enorme, so-
Este cuadro es de una impresionable verdad trágica. Los últimos momentos del general chileno
Carrera, ha llevado el pintor a la tela venciendo enormes dificultades de color, por el sitio en
que están colocadas las figuras y por la iluminación de las mismas* Es otra de sus obras maestras.
se le resi)etaba y .--e le (pieria. a(piel luchador
fuerte. e.\i)re.saba en un grito de lo intimo,
del fondo de su corazón, ¡pie al dedicarse al
trabajo hacía cnanto ¡lodía por la .separa-
ción del hombre con el artista.
lie alii cuatro ])alabras escritas por Bla-
nes en un desahogo de amistad, c^ne cons-
tituyen una invalorable' máxima ])ara los
.pie tienen aspiraciones de triunfo, de glo-
ria, de imposición al respeto de sus seme-
jantes. Hay que separar al hombre del ar-
tista, hay que separarlo en. cuanto se puede,
si se desea realizar obra definitiva, (;bra (jue
despierte admiración y sea valorada en alto
jirecio.
/ola. des])ués de emi)eñar su único traje,
continuaba animo.so en sus estudios v en su
l)roducción. y recibía a sus Íntimos en su
buhardilla, envuelto en una frazada v sen-
tado en el suelo, rinlorescamente eí gran
escritor. llamaba a su estrechez: "hacer el
turco ". ^ no por eso lo arredró la vida,
ni .se abatió su voluntad, ni su noble ani-
bici('>n de triunfo .sufrió troj)iezo alguno.
Blanes. otra voluntad (pie no conocía los
desmayos, (pie no sui)o debilitarse en medio
a las más encontradas y n\iii amargas lu-
chas intimas, buscó perennemente la se-
])aración del hombre con el artista, modo
sabio y eficaz de poder vivir con arreglo a
las exigencias prosaicas y fastidiosas (pie
cada (lia nuevo nos proporciona invariable-
mente, y de ejecutar, como por se]jara<io.
en una soledad beneficiosa e im])rcscindi-
ble. la obra de arte destinada a producir ad-
miración en las multitudes y gloria a su
autor.
-No es. l)Ues. Blanes. tan .sólo digno de
admiración ])or sus trabajos, creador de
telas (pie nadie ha sujierado. sino también
un ejenijilo de orden, de regularidad en la
])roducción y de grande energía i)ara la
])rosecución de ttxla labor iniciada, a des-
])echo de toda clase de tro]JÍezos. de todo
obstáculo, fuera de carácter ¡K'r.sonal o téc-
nico.
Kn el ocaso de su vida, cuando va había
entra'io en la éi)oca de la decadencia, aún
l)erduraba en él su afán de metodización.
■ ■■■■■. .......g 'I'anKj se había he-
cho a la lucha, a la
pro<lncción sin des-
canso, que. a pesar
de ser sacudido por
mil encontradas v
dolorosas ])reociipa-
ciones. piensa en el
trabajo, desea con-
tinuar ocupamlo la
admiración de sus
conciudadanos v su
manfi va temblorosa,
traza el boceto de la
Batalla de Sarandí
( de una gran fuerza
(le co'orido y de au-
daz composición ).
¡lara Iilego iniciar el
gran cuadro defini-
tivo, (pie no pudo
terminar, sorprendi-
do ñor la nincrte.
En todas las eta-
])as (le su vida hay
iin ejemplo.
Se le tilda de
egoísta y <le hermé-
tico, de (pie no (pie-
ria disciiüilos. <le
(pie su taller estaba
cerrado ¡¡ara todo el
le su. carácter ikj
mundo. l\sa condición
])ue<le ser censurada: Blanes era un solita-
rio. Deseaba la .sole<la<l y el silencio ])ara
[iroducir. ¿Ks esto aca.so un defecto? Xiin-
ca. l-"n el peor de los casos es una caracte-
ristica.
¿Acaso es necesario siendo un gran ar-
tista, ser a la vez un maestro, un educador
un conductor de actividades nuevas ?
De ninguna manera.
Xo hay tal obligación, ni para completar
una ¡¡ersonalidad se necesita ese aditamento.
Blanes fué grande, fué enorme, tanto que
aún h(5y su pers(5nalidad escapa a la nó-
mina de los artistas (pie ha tenido .\merica
del Sur.
( )tros se ¡irescmaron a la lid. cierta-
mente con arrestos inmensos, extraordina-
rios, y de ellos ¡nido aguardarse grandezas
])aralelas a las de Blanes, ¡¡ero estas men-
talidades de privilegio no llegaron a dar
todo su fruto, segadas ])rematuramente ])or
la nuierte.
•2»t;Lt;ci A —
Por eso, Blanes
ha (|iie(lado en el pi-
náculo, a despecho
del tiempo y sus
obras son ya el or-
.<;iillo de una nación.
^' sin embargo to-
da via queda una
sombra (jue desva-
necer. Un distingui-
dísimo artista nacio-
nal, admirador del
viejo piíltor y (|U¡zá
uno de los i)ocos i|ue
no le resta méritos,
enterado de que en
estas columnas nos
ocuparíamos del in-
signe maestro, nos
decía que, a su jui-
cio. Blanes no tenia
originalidad en lo
t|Ue a técnica se re-
fería, agregando que
iii todos sus cuadros
do riñan los ])r¡nci-
])ios creadores de la
escuela toscana.
Y bien : no ])uede
Iialnrr desmérito, aim
admitiendo la exac-
titud de la observación. Blanes realizó sus
¡¡rimeros estudios en una época de confu-
sión ])ara el arte italiano. Las luchas artís-
ticas en a(|uel!a é])oca tenían dos tenden-
cias; la que defendía los ])receptos de la
pintura al aire libre (lo más avanzado y lo
más revolucionario para entonces) y los
(|ue se apegaban a la escuela clásica, acep-
tando en muy limitada proporción algunas
innovaciones.
Blanes actuó en a(|Uel en-
tonces junto a maestros como
Ciseri y Ussi los cuales no
participaban de los entusias-
mos reformadores de otros
artistas y se atenían a los
preceptos de la antigua es-
cuela toscana.
; Podía el joven ])intor en
medio a la desorientación del
momento adoptar con mejor
juicio otra escuela que la de-
fendida y ])racticada por sus
maestros '
Ks indudable que como
procedió Blanes. procedió
bien.
l'asó el tiem|)o. Transfor-
ma<lo el estudiante en maes-
tro, siguió las normas artís-
ticas de su juventud, v no
pudiendo aceptar como evo-
lución de su modalidad sus
estudios res])ecto a la aplica-
ción de tintas combinadas, de
ingredientes más o ]iieuos ex-
]>eriiueutados con el afán de
hallar coloraciones Uiás exac-
tas o uiás firmes. Blanes ter-
niinó:SU gran labor sin cam-
biar las orientaciones técnicas
(¡ue le habían señalado sus
maestros.
V en esto demostró tam-
bién sabiduría.
Un artista no canibia a ca-
])richo las características de
sus obras. .\sí como un escri-
tor no pueile variar a volun-
tad .su estilo, sin anidar su
Cuadro de género. En él el maestro pone en brillante evidencia sus conocimientos e investiga-
ciones en el pasado de nuestro pueblo» evocando tres épocas de la vida de nuestro campesino,
con una gran riqueza de dibujo y de colorido.
personalidad y (|ui-
tar fluidez al ])ensa-
miento, un pintor no
debe cambiar su téc-
nica, porque si lo ha-
ce ya no será espon-
táneo, ni el pincel ha
de correr firme .so-
bre la tela, y en la
coloración se han de
notar lamentables
indecisiones, errores
y falsedades.
De modo que en
el e.xamen crítico
quedan estas consi-
deraciones. ¿ Pudo
Blanes razonable-
mente seguir otra
escuela que la ado])-
tada i)or él en la ini-
ciación de su carre-
ra ? Xo. ; Y una vez
adüi^tada esa escue-
la, aca.so no procedió
con toda cordura al
continuar ¡practicán-
dola ?
Fue. indiscutible-
mente, mi pintor a
la manera to.scana.
pintor.
••■
El viejo y respetado dibujante y calígrafo Besnes Irigoyen aparece en esta
tela de Blanes como una demostración más de las estupendas condiciones de
retratista que poseía el gran pintor uruguayo, gloria americana.
ero fué mi gran
'Pal debieran ser muchos artistas desor-
litados (jue. en una loca carrera tras una
originalidad (|iie no existe, quiebran ener-
gías y llegan al fin del vértigo, vencidos,
anulados, improductivos v lamentables.
Xo es sólo la originalidad lo que da va-
lor en arte. Más aún : con sólo originalidad
no se hace arte ])erdurab!e v digna de dos-
^ [jertar la atención de contem-
poráneos. (|ue(lan<lo luego co-
mo ejemplo del mérito de un
artista.
I{n literatura no es .sólo el
innovador el que se destaca.
el (|iie brilla, el (|ue reclama
la glorificación, 'rambién de-
ben ser colocados en jjrimera
línea los que. utilizando los
])rincipios de una determi-
nada escuela, realizan obra
grande. \ no puede causar
a.sombro a nadie el (|ue un
discípulo llegue a valer más
i|iie el iraestro.
Blanes utilizó invariable-
irente los dogmas de la es-
cuela toscana. v sus cuadros
tienen srrandes méritos de
co'iiposición. de colorido, de
dibujo y de reconstrucción
histórica.
; Puede i':ulic- negar estas
iifibles cualidades, algunas de
las cuales bastarían para for-
ipar la reputación de un pin-
tor? 'S' ¡lor i'ilti-ro: para la
I)intura que prefirió Blanes.
dificil'rente hubiesen encua-
drado otros cánones (|ue los
por él segiiiiios. Pintura de
historia, exigía una escuela
severa, sobria en el color y
perfecta en el dibujo.
Xo di.scutan:os nunca a es-
ta gran figura del arte ame-
ricano. V enorgullezcámonos
de (|Ue haya nacido en tierra
iini!'u;iva.
Siiiiihi lie Máiilua.
SELECTA —
aja 9 8 9^9 »g 9 o W O OOOBg^OyOO 0^0 QQ^ooooo o o o QOo o o 3^'
— SELECTA —
DI'".I, núcleo (le institu-
ciones caritativas que
desarrollan su acción en
nuestro país, se destaca con
caracteres pro])ios y fuertes
])royecciones benefactoras. de
lina eficacia indiscutible, la
Sociedad de San Vicente de
Panl.
La base de su fuerza, el
nervio que la sostiene y la
ha transformado en ima ins-
titución altamente filantró-
¡lica. está, indiscutiblemente,
en las ])ersonas que han coni-
jíuesto V componen sus Con-
sejos Directivos, en la verdad
meridiana de su acción cari-
tativa V en la garantía (jue la
misma distinción de sus au-
toridades dirigentes ofrece a
las personas de buenos sen-
timientos que contri1)uyen
con donaciones de toda Ín-
dole al sostenimiento de esa
institución benéfica.
La Sociedad de San \"¡-
cente de Paul es de ramifi-
cación universal. En todo el
mundo tiene sus fundaciones
perfectamente organizadas y
en todo el mundo su nombre
es bendecido por los (|ue nun-
ca en vano llaman a su jiuer-
ta en demanda de socorro.
I''n nuestro país, tan bene-
mérita sociedad tiene estable-
cidas corresiHmsalias en los
diez y nueve Departamentos,
y todas ellas, atendidas por
distinguidas v virtuosas da-
mas, contribuyen de una ma-
nera eficacisinia al socorro
de los necesitados, de los que
en la desdicha )• el dolor se
debaten y los que en la in-
tervención de la Sociedad de
San Xicente de Paul, hallan ^^<
un auxilio de la providencia. ^>I?i
una demostración de que, en
el sentimiento de los buenos hay siem-
pre un refugio ])ara los que en mi ins-
tante triste pueden creerse abandonados
de todos en medio de una vía desierta
v fría.
lüi los Deparlamentos del interior, la
■ociedad tiene una delegación en cada
ca])ital y en Montevideo las tiene en cada
])arrO(|UÍa. Hn esta forma la institución
sostiene en toda la República a miles
de ])ersonas. a las cuales se las socorre
con alimentos, con habitación, medici-
nas, médico y ropas. Socorro completo,
uniforme. (|ue lo abarca todo, que :\
todo atiende y que es de una eficacia
indiscutible v ])or ello hondamente agra-
decido.
Fué fundadora de la Sociedad de
San \"icente de Paul en .Montevideo la
nol)le matrona que se llamó doña .\n-
touia \"áz(iuez de Márquez, cuyo sen-
sible fallecimiento se realizó en i i de
.\g()Sto de 1900.
.\1 espíritu luminoso de esta dama, a
sus arraigados sentimientos de bondad,
a su amor ])or los humildes y los nece-
sitados, debe el país la fundación tan in-
mensamente caritativa, cuyo progreso y
extensión es hoy un orgullo nacional.
Doña Antonia Vázquez de .Már(|uez dio
a la Sociedad todo lo más preciado de
Doña Antonia Vázquez de Márquez, fundadora de la Conferencia
de la Metropolitana.
^ocie
Doña Antonia Veiga de Lenguas, Presidenta
del Consejo Superior.
sus actividades, de sus ini-
ciativas, de su bondad sin li-
mites, de su energía de orga-
nizadora y de su sentimenta-
lísn^o noblemente hermoso.
l'",n princii)io la distinguida
matrona fundó la Sociedad
de la Metropolitana y de es-
te niicleo poderoso, manteni-
do con admirable te.són, e
im])ulsado siem])re a un ])ro-
greso n;ultii)licativo. surgie-
ron las demás fundaciones,
todas las numerosísimas ra-
mificaciones de la Sociedad
(|ue hoy derraman la sombra
del bien, de la fraternidad, de
la com])asión en todos los
ámbitos de la Reiniblica.
l'"s en la actnalitlad Presi-
denta del Consejo Superior
de la Sociedad, la distinguida
matrona doña .Antonia Vei-
ga de Lenguas, dama de una
bondad tan ]irobada. tan ín-
tegramente puesta al servi-
cio de la caridad, que desde
hace treinta años integra ima
de las Co;nisiones de la So-
ciedad, alcanzando luego, en
mérito a sus virtudes, a su
constancia, a sus invalorables
n^éritos personales y al amor
inmenso que siem])re puso a
dis])osición de la obra de |)ie-
dad. el elevado cargo (|ue hov
desem])eña con el más gran-
de beneplácito y con la más
eficaz dedicación.
Doña .\ntonia \'eiga de
Lenguas se halla hoy abatida
por ima dolencia (|ue cpie-
branta un tanto su activiiiad
incansable en pro de la ins-
titución y ])or ese motivo se
verá privada, con todo su in-
menso pesar, de presidir las
sesiones e.xíraordinarias del
Honorable Consejo; pero
aun así no dejará indudable-
mente de recordar cariñosamente a los
menesterosos.
-Muchas son las damas (|iie han puesto
al servicio de la Sociedad de San Vi-
cente de Paul todo el concurso de su
desinterés. .\Igunas con donaciones en
iretálico y otras contribuyendo con su
esfuerzo personal.
Confiando a nuestra memoria su enu-
meración, recordaremos a las señoras:
Doña Sofía Jackson de Buxareo. doña
Catalina O'Xeil de Fernández, doña Es-
tanislada .Márc|uez de Lessa. doña Elena
Cho]jitea. doña .Mercedes de Yéreguy,
doña .\ntonia Ciarzón, doña Rosa Pé-
rez de Butler. doña Julia Lavandera,
doña -Ana Algorta de Mané, doña Caro-
lina de Soria, doña Isabel de L'rioste.
doña Zoa Fernández y doña María .\yer-
za. esposa esta del caballero don Féli.x
Buxareo. que no hace mucho tiempo,
tuvo el magnífico desprendimiento de
donar a la Conferencia de Señoras de la
L'nión cuatro casas, las cuales sencilla.
])ero cómodamente alhajadas sirven de
asilo a los menesterosos de la localidad.
Las casas ilonadas llevan los nombres
de San F'élix. San José, Santa Mónica y
San Juan de la Cruz.
Señalamos a la admiración v gratitud
públicas esta institución.
— SELECTA
Por los Salones
...La vida de salón es como una caricia
para el espíritu y para los ojos. Ks como un
sedante puesto a la aridez de la normalidad
de todos los días en el maremágnum de lo que
a la calle nos atrae y en la calle nos roza.
Entrar en un salón, sumergirse en la ola de
luz y de perfume que un salón ofrece, equi-
vale a una amable excursión por las regio-
nes de la belleza y de la armonía.
Así divagando llegué a la residencia del se-
ñor ingeniero don José Serrato y de su esposa
doña Josefina Perey. atraído gentilmente por
una amabilísima invitación. l\\ señor Serrato
y su esposa gozan en nuestros círculos socia-
les de merccidísimas simpatías, todas las cua-
les coadyuvaron para que la fiesta que ofre-
ciera la señorita María Helena Serrato adqui-
riera inusitado brillo.
La señorita de Serrato es una delicadísiiua
flor que irradia galanura en su torno y para
quien le están reservadas las más triunfales
imposiciones en nuestro mundo elegante.
Con verdadero deleite liube de rendir ante
niña tan gentil, toda la es]>ontaneidad do mi
admiración y por ella, por la distinción y
cultura de los dueños de casa y por lo selecto
de la concurrencia. la recepción cbez Serrato -
Perey fué una encantadora realidad a todo lo
qite divagara j'o mientras a ella me dirigía.
En la retina conservo y conservaré para
siempre el cuadro admirable que formaba un
grupo de niñas, para las cuales nunca he de
lamentar más profundamente no poder ofron-
diirles la flor de un madrigal. V,n ese grupo
delicioso estaban : Estber Alvarez Mouliá.
María Elisa Wilson, María Helena Serrato
Perey. Margarita ídiarte Borda Platero. Ma-
ría Teresa Salvañacli. \'alentina Fyn Butler.
Sara Torres Calirera. Julia Sliaw Villegas.
María Amelia ALlrquez \^aeza v Alda Brum.
De un salón a otro salón, y los ojos se em-
briagan en luz y en magnificencia.
Fué en bonor del Almirante Caperton la
estupenda rece])ción qtie ofreció el caballero
don Adolfo Pastor i y su distinguida esposa
doña Josefina Gómez de Pastori. en su pala-
cio de maravilla.
Armónico y riquísimo, el mobiliario es como
una sinfonía en maestoso, donde la unidad
de los tonos rinden al gusto más exigente,
donde los estilos se conservan en impecabili-
dad de líneas y donde por so]»re todo se pro-
clama y triunfa ol Inicn gusto de los dueños
de casa.
Riquísimas telas penden 3* cubren las pare-
des envolviéndolas en tina caricia de seda y
envolviéndonos en la aún más delicada cari-
cia de su color azul -záfiro; las luces estallan
en multiplicidad de reflejos dando a cada cosa
todo el valor de su colorido; las vitrinas de-
tienen tanto al indiferente como al amateur:
al uno porque su riqueza desborda de sus es-
tantes en una grandiosidad de oros, de pla-
tas, de esmaltes, de marfiles y de porcelanas;
al otro porque en ellas se contienen sobresa-
lientes maravillas de colección, tan valioso y
tan elegido todo que parecería tarea imposible
volverlo a reunir.
Y si la suntuosidad de la mansión bubo de
admirarme, más me deleitó aún la suntuosidad
(b' la concurrencia. Las damas soberbiamente
ataviadas eran como joyas preciadas en tan
riquísimo estucbe. Sobre las esculturas palni-
tantes de sus cuerpos, las toilettes, rornnl.'-
mentadas con las joyas de valor incalculable,
t'orriipban como tma brillazón de astros, como
TU triunfo en anoteosis de la gracia, de la
ri-'.Tancia y de la belleza.
"N' de aquel luminar, oue atraía con fuerza
iiicontrastaljle. surgía, imponiendo una maies-
'■'d (le orieen iiidalgamente castellano, la s<--
rora Tosefina Oómez de Pastori. gentilísinvi
entre las gentilísimas, amable, culta. lucieuíh^
sobre el coral de su hermosísimo traje un co-
llar de grandes perlas. Tan distinguida dama,
en compañía de su esposo, recibieron a sus
invitados con esa fineza sencilla y enaltece-
dora que diríase fué característica de las
épocas idas.
Me coloco en un ángulo del gran salón y
desde él. subyugado por aquella decoración
feéri'-a de riqueza y de aristocratismo. con-
templo.
La señora ufaría Mercedes Cibils Larravidc
de Castellanos avanza iriunfalmenie. en me-
(\'\o de mía aureola de adniiracituí y sobre la
alfombra florid;! <le inijos los homenajes.
Josefina Gómez de Pastori, Sofía Gómez Cibils de Martinelli, Dolores Estrázulas de Piñeyrúa,
Plácida Cibils de Pérez Butlcr, Mana Ana Gómez Cibils d; Pena, Carmen Lasaia de Peixoto,
Haydéc Busafcrri de Cranwcll, Eloísa Scrratosa de Vidiclla, María Aurelia B. de Pastori, Erna Lerena de Ycrcgu^
Clementina Pastori de Martirio, Esthcr Boffil de Lasala. Elena Díaz Fournie. Nene Díaz y Almirante Caperton.
luí seguida otra dama llena nuestra visual
con el esplendor de su elegancia. F.s la señora
Plácida Cibils de Pérez Butler. Llega con
triunfo de azucenas y de jazmines; en un
marco purísimo de blanco que lo forman el
traje y el sombrero y ambas soberbias pren-
das obscurecidas aún i)or la albura de su ros-
tro y por la nitidez exquisita de su espíritu.
Para formar divino contraste avanza la se-
ñora Matilde Testaseca de Sierra Romero,
envtielta en una magnífica toilette de tercio-
jielo negro, no tan negro, ni tan suave, ni tan
lireciado. que el negro de sus ojos, que la dul-
zura de su mirada \' "la sedosidad de su cabe-
llera de ébano.
\' desde mi ángulo de observación, di \- i so
av'm el óvalo perfecto del rostro de la señora
Sofía Gómez Cibils de Martinelli. óvalo en el
(lue como dos luceros admirables brillan los
ojos, ojos que cautivan, que suljyugan. tpie
embelesan.
Y luego pasan otras y otras damas, todas
elegantísimas, todas espléndidamente atavia-
das, como en un halo de suntuosidad y de
belleza.
Cierro los ojos, deslumhrado ante el solo
recuerdo, y. . .
Me encuentro en la mansión de los esi)OSOs.
señor Rodolfo de Arteaga y doña Pilar de He-
rrera, los cuales unen a la nobleza de sus
abolengos el prestigio de su personal distin-
ción.
La fiesta realizada en tan selecta residen-
cia, fué dada también en bonor del Almirante
Caperton y de un núcleo de su oficialidad.
b'ueron invitadas al aristocrático sarao las
relaciones de la señorita María Inés de Ar-
teaga' Herrera.
l-'n un ambiente de alta espiritualidad, se
desarrolló la fiesta. Se bailó con entusiasmo,
iniciando la danza el señor Almirante y la
señorita María Inés de Arteaga.
Como tma visión de éxtasis pasó ante mí
la señorita de Arteaga. bella, elegantísima, lu-
ciendo con encantadora sencillez una regia
toilette.
'\' a su alrede'Ior. ct)mo en un triunfo de
estrellas, rodeando un astro, contemplé arro-
!>ado a las señoritas Martba Iglesias Caste-
llanos, Elena Gómez Larravide, Dominga Car-
valho Alvarez. Ernestina Muñoz Oribe. Mar-
Erarita Saavedra, Margarita Renzano. Silvia
\'ictorica y María Carolina Pérez.
Evoco la fiesta verdaderamente imperial y
al sonar aún en mis oídos las armonías de la
fiesta, en mi imaginación pasan randas mu-
chas encanla<'.oras siluetas.
Llego (y no sin i>ena. i)orqae en la evoca-
ción de tan soberbias fiestas vuelvo a expe-
rimentar las gratas, las hondas, las dulces
emociones que durante ellas experimentara).
llego, repito al salón que puede ser calificado
sin esfuerzo como uno de los más bellos de
los que existen en nuestra ca]3Ítal, al salón de
doña Sofía Platero de ídiarte Borda, y en este
]>unto todas mis admiraciones desbordan y ía
pluma se detiene a cada instante porque mi
imaginación vuela, desordenadamente atraída
por el fantasmagórico recuerdo de un baile
<le cuento de badas.
Xada de extraño tiene que las proporciones
de esa fiesta hayan sido tan maravillosas, si
consideramos que ella sirvió de presentación,
en la vida de sociedad, a la bellísima y dis-
tinguida niña Margot ídiarte Borda Platero.
Presidía aquel admirable conjunto de da-
mas y caballeros, la señora dtieña de casa,
sol que no sabe de ocasos, reina de salones,
espléndida realidad de cultura que es orgu-
llo de nuestra sociedad. Majestuosa, triun-
fante, dominadora, de una amabilidad ex-
quisita, era una reina legendaria, una sobe-
rana cuya corona la formaba la aureola de
su distinción y de su hermosura.
Junto a doña Sofía Platero de Ídiarte
Piorda admiramos a su hija Margot. flor que
entreabre todas sus delicadezas a la \"ida so-
cial, que triunfa subyugando, que encanta con
la armonía dulcísima de su mirada y rinde con
la música de su voz.
"i' también pasó por los radiantes salones,
como una tierna, como una conmovedora vi-
sión del pasado, encantadora en su anciani-
dad jovial y fuerte, doña Matilde Escardó de
Platero, abuela de la distinguidísima niña
que tuvo en noche tan memorable todos los
homenajes, realidad triunfal de un pasado
que tanto nos alecciona, siempre...
El hall — riquísimamente alhajado y los
salones del piso alto — otras maravillas de
ornameníación y lujo — se vieron concurri-
dísimos con t.odo lo que de más elevado y
más chic tiene nuestra sociedad.
Para mis pupilas fué una visión de ensueño
aquel desfile encantador de niñas, deliciosas
en la elegancia de sus toilettes de coloracio-
nes tenuísimas, en el brillo alucinador de sus
ojos, en la fulgurante belleza de sus ros-
Se detiene la ])luma. obligada por la falta
(ie espacio. Muy a mi pesar vuelvo a la rea-
lidad, una realidad ásjiera ])or inás amable
(;ue sea. si he de compararla con aquellos
instanics de gloria.
AUX no hemos traspuesto la
centuria en la marcha de
nuestra vida institucional,
y se justifica un reproche para los
que, olvidando un deber de grati-
tud, han dejado que los héroes,
los que poniendo a prueba valor,
virtud, ilustración y patriotismo,
arrancaron a la dominación de tres
naciones esta patria nuestra, ra-
diante, altiva, para la cual ha ha-
bido grandes halagos en todos los
ámbitos del mundo civilizado y cu-
yos prestigios son hoy tan sólidos
como envidiados.
Tenemos un poco de ingratitud
en nuestra alma, un poco de incon-
fesable ingratitud y de ella bien
pueden irradiar todas esas luchas
y discordias que de cuando en cuan-
do suelen convulsionarnos o que
nos mantienen en una morbosa ner-
viosidad.
Intensificar el sentimiento de la
nacionalidad en el culto de los hé-
roes, es algo que necesitamos tanto
como toda iniciativa progresista,
como todo lo que implique un avan-
ce en el terreno de todas las con-
quistas de la industria, del comer-
cio y del bienestar.
Los pueblos que viven en forma
intensiva para su presente, es por-
que no han dejado de mirar a su
pasado, estudiándolo, analizándolo
y sacando de él ])rovechosas ense-
ñanzas o muy razonables consejos
de experiencia.
Pueblos que no miran un poco
hacia atrás, corren el riesgo de
perder su personalidad, su caracte-
rística y esto es como la pérdida
de un estado civil para un ciuda-
dano.
La historia es el orgullo de las
naciones, es la ascendencia que hon-
ra, que da carácter. (|ue reclama
res])etos y consideraciones, es la
base fundamental de la personali-
dad nacional.
Xo analicemos. X'o busquemos
pequeños defectos, en las persona-
lidades f|ue decoran nuestro pasado.
La tradición popular, la glorifica-
ción que ha perdurado y acrecen-
tado a través de los años, ha nim-
bado los nombres de los héroes y
los ha hecho intangibles.
Respeto para ellos, re.s])eto sin
limitaciones, sin sombras, sin du-
das ; respeto amplio y educador ;
respeto que nos dignifica, que nos
ennoblece, que nos eleva.
Meditemos un punto en todos los
iruiiensos sacrificios que aquellos
hombres se impusieron ])ara dar
Oleo de gran tamaño del pintor Valetizzani y en el que apa
recen; Artigas, Lavalleíd, Rivera, Oribe, Joaquín Suárez, Garzi'
Pacheco y Obes, Santiago Vázquez, Flores y Lucas Obes.
unidad y personalidad política a
nuestro ])aís. Midamos la fuerza de
que necesitaron a(juellos caracteres
para ¡wnerse en lucha desigual con-
tr;i un estado político que había
desarrollado todas sus raices en
casi tres sisólos de existencia. Com-
prendamos (|ne ¡)ara aquellos dias
de turbulencia, fué necesario el ini-
inilso de un verdadero, de un s™""
de esiiiritu de sacrit'icio en aipiellos
hombres, puesto que en la aventura
¡ugaban la estabilidad de sus vidas
V de sus intereses. Lleguemos tam-
bién a establecer un leve jiarangón
entre diversas épocas : y reconozca-
mos noblemente que quizá no todos
nosotros seriamos cajiaces de aque-
llos renunciamientos v de aquellos
esfuerzos.
Muchas veces nuestra irreflexiva
admiración acoja sin análisis la fa-
ma de per.sonalidades extrañas a
nuestro ambiente. Hemos exulta-
do a héroes de otras patrias sin
examinar a fondo sus actuaciones,
sin valorar con ecuanimidrul las
consecuencias buenas o malas de
.sus actividades rruerreras o jiolíti-
cas. Y con una cruel v desalentado-
ra severidad nos hemos complacido,
en cambio, en la búsqueda de deta-
lles ignorados en las rudas y dolo-
rosas vidas de nuestros héroes, para
lanzárnoslos como acu.saciones. re-
bajando asi la .glorificación de e.sos
ho'Tibrcs de sacrificio v de idea-
lidad.
l'"s absurdo suponer que una vo-
luntad, que una mentalidad. pu;'da
atravesar la turbulencia de una é]io-
ca de gestación sin tener nunca, en
ningtjn inomcnto un desfallecimien-
to que incline a])enas la rectitud de
sus procederes. Xonnalizada insti-
tucionalmente nuestra vida, lejos
todos los temores sobre la inviolabi-
lidad del suelo nativo, no escapan
los hombres de ho\ . los (pie ocupan
puestos directivos, a las rudezas del
ataque jirovocado por las vacilacio-
nes de sus caracteres.
¿Cómo. ])ues. exigirle a los del
l)asado. a los que actuaron en mi
pasado tormentoso, obscuro, impre-
ciso, cuando los ])ropósitos no te-
nían fija orientación, una impeca-
bilidad, absurda aún en momentos
(le propicia normalidad ?
Por otra ])arte nuestros proceres
no han sido todos sometidos a la
rigurosidad de la critica. Los hay
que han ])asado radiantes a través
de todas las más porfiadas inves-
tigaciones históricas.
'N' por ellos y por todos, en fin.
debemos enorgullecemos : debemos
mantener en ellos nnty alto el sen-
timiento de la nacionalidad, el or-
gullo <le lo nniv nuestro, que de
e.sa suerte aprenderemos a valorar-
nos por lo mucho que somos, sin
envidiar a nadie y sin pensar (|ue
nadie vale más que nosotros.
Glorifiquemos a los héroes ])ara
aprender definitivamente a glorifi-
car a la Patria.
— SELECTA —
ENVÍO:
Pan el álbum de la Sta. María Emilia Bonilla,
Hacia esta blanca foja me encamino
Y entro en su niveo campo, todo albura ....
Mi letra es como un rastro peregrino
Que traza el pensamiento hecho escritura.
Prisionero del cálamo, se mueve
Sujeto a un tierno afán que lo encadena,
Y aunque se va de mi, no se conmueve ....
Bien sabe a donde va, y va sin pena.
i Hogar noble y feliz le dará abrigo,
Y en el te hallará a ti, como a una hermana.
Por ser dulce, y piadosa y bendecida !
Este huésped que llega es, pues, tu amigo,
Y le brinda a su amable castellana
Un perpetuo reir en plena vida !
Joaquín Secco Illa,
Julio 8 de Í9I7.
£ j€
Y sin dueño;
¡ Qué rara expresión tenéis
Cuando la vida miráis !
¡ De que misterio rodeáis
Lo que veis!
Reemplazad esa amargura
Que se embosca en las ojeras.
Con fecundas primaveras
De ventura !
De modo que al dar la vida
A la noche que os rodea
La Esperanza no se crea
Vencida !
Transformad las horas crueles
De penas innecesarias.
En verbenas, pasionarias
Y claveles ;
Y tórnense las traidoras
Sombras de las horas frias
En luces, en alegrias,
En auroras !
Ricardo Garzón.
Dibujos d^ Sjníjn^,
OJOS VERDES
Para " Selecta"
Ojos de eterno soñar.
Mansos, extraños y buenos.
Ojos verdes y serenos
Como el mar !
Hondos, frígidos y graves
Como una noche de invierno;
Ojos que ignoran lo tierno
De esas aves
Que cuidan á sus pichones
En el calor de los nidos;
Donde acuden los heridos
Corazones,
Para aumentar su dolor
En la noche de los días ;
Muertos á las alegrias
Del amor !
Mensajeros del ensueño
Com'o el aromo silvestre
Que vive en la selva agreste
SELECTA
UANLX) se puede hermanar el ejercicio de la caridad
con una manifestación de arte, el ideal está llenado en
absoluto.
Y nunca en más halagadoras condiciones que esas puede ser
recaudado el dinero (¡ue se destine al socorro del menesteroso.
al alivio del enfermo, o al alimento del que carece de él.
Con el acicate de una venta o de un premio, o con el atrac-
tivo de una fiesta ¡juede también, indudablemente, obtenerse
e! dinero qtie aguardan los humildes con ansias infinitas. Pero
ningún socorro ha de llevar más noble sello de procedencia, que
el que del arte surja, por el arte se consiga y al arte se deba.
Tal el festival realizado en el teatro Solis con fines carita-
tivos, y el cual, poniendo a contribución todas las delicadezas
de su elevada v exquisita mentalidad, organizó y llevó al más
ileslumbrante tériuino la distinguida señora Cata Castro d?
Ouintela.
Fué una felicisiiua idea. Remeniorando a(|uellas representa-
ciones teatrales que en otro tiempo se organizaron con la in-
tervención de damas y caballeros de la más alta sociedad, se
combinó un festival en el c[ue el " clou " lo constituía la inter-
pretación de la bellísiiua comedia de Gregorio Martínez Sierra,
titulada ; " Canción de cuna ".
La empresa no era fácil. De ninguna tuanera. " Canción de
cuna " es una obra que. por el ambiente en que se desarrolla,
restringido y necesariamente monótono, y por la ausencia de
grandes choques pasionales, exige una interpretación absoluta-
mente esmerada
Hay en el fondo de aquella placidez conventual, en la tran-
(itiilidad solenme de los claustros, en la metódica y callada vida
dedicada a la oración y a la contemplación, un hondo, un des-
garrante dra.ra ; pero los dolores cruentos de ese drama apenas
si agitan un jjoco la blanca toca de una monja, apenas si hacen
resbalar unas lágrin'as temerosas. Xo hav más signos exteriores
Señora Cata Castro de Quíntela organizadora del herm
Señorita María Angélica Scoseria,
inteligentísima intérprete de uno de los roles principales de
'Canción de Cuna'
<ie desgarramiento. To(1(j lo denlas <|ueda ence-
rrado, ahogado por las severas prácticas.
^' bien, el gru])o de señoritas y jóvenes que i)U-
sieron en escena " Canción de cuna ", realizaron tma
labor sencillamente adminible. a l.i altura de ver-
daderos artistas.
Fueron intérpretes de la ser.limental comedia, las
señoritas Anita Piñeyro Chain. Sara ELsa y .\ I aria
Angélica Scoseria. Maruja yuintela Castro, l'nra
.\guiar Orliz. Cora Masanez Blanco. Anita ( )rtiz
rriarle. María Angélica Canale, lívangelina Muñoz
.Montero y los jóvenes Francisco Zorrilla de San
.Martín y José María Martínez Correa.
La interpretación de la comedía causó asombro
a todos los que la presenciaron.
Del conjunto se destacó con excepcionales condi-
ciones la señorita .Maria .angélica Scoseria. V.\ rol a
su cargo ad(|UÍri(') un relieve tan grande (|ue el
piiblico le dedicó verdaderas ovaciones. Los versos
hermosísimos con (jue se inicia el segundo acto.
fueron dichos por la distinguida niña con tal fuerza
de expresión, con tan i)erfecta dicción, que a la
hermosura de su ritmo y a la delicadeza de sus
imágenes jjrestó mavor encanto aún la forma con
íiue fueron recitados. Fué la nota sobresaliente de
la artística velada y por ello unimos nuestros plá-
cemes a los infinitos que ya la han saludado, cele-
brando su ad uirable acierto inteq)retativo,
lüi resumen, una fiesta como la (pie motiva esta
crónica, puede enorgullecer a quien la organizó
y a (luienes contribuyeron tan eficazmente a su
éxito. Fl resultado de ella se destinó a la institución
" Pro Matre ".
l-'.stas páginas se honran insertando las fologra-
tías de la señora Cata Castro de Ouintela v se-
ñorita María Angélica Scoseria. en sus caracteres
de organizadora de la fiesta, la primera, y de la
más culminante intéqirete de " Canción de cuna ''.
la segunda.
)'(>rick.
SELECTA —
EX la oportunidad de
su funcionamiento,
hemos vis'tado la Ex-
posición de Labores, organi-
zada i)or el Patronato de la
Aguja en uno de los salones
principales de la Mueblería
Caviglia. salón que fué cedi-
do con fina gentileza por su
propietario, en contribución
n'.uy encomiable. muy digna
de ser elogiada, a la obra me-
ritoria de esta magnánima
institución.
Xo tenemos más que elo-
gios, pero elogios muy calu-
rosos y muy firmemente fun-
dados para los trabajos e.x-
puestos, soberbios esfuerzos
llevados a cabo, generalmen-
te, en hogares humildes, don-
de sin embargo existen ma-
nos femeninas tan hábiles y
tan delicadas como para lle-
var a la realidad más per-
fecta encajes, puntillas y bor-
dados de elevado valor y
perfecta belleza.
La decoración ( digámoslo
asi) puesta por la Casa Cavi-
glia a esta exhibición, no pu-
do ser más elegante y más
apropiada. En dos salitas y
en un comedor, amueblados
con el gusto modernísimo ([uc
caracteriza todo lo que fa-
brica o importa la renombra-
da casa, las piezas delicadí-
simas que constituían la ex-
])0sición. obtenían un gran
realce, se valoraban justa-
mente y causaban la más
agradabilísima de las impresiones.
Xo hemos de detenernos en el elogio de
las labores expuestas. Allí había de todo,
de todo lo que puede constituir un atracti-
vo, una delicia para un ama de casa, deseosa
de poseer esos tan delicados complementos
que tanto adornan, que tanto visten a los
U'uebles. que tan chic resultan, dando una
sensación de confort, de claridad, de fres-
cura.
Muchas veces no nos detenemos a i)ensar
en el por qué de una agradable impresión
recibida en una sala, en un comedor o en
cualquier otra habitación de una casa. Pero
si analizáramos esa grata sen.sación de bien-
estar y buscáramos lo que la (¡reduce, in-
dudablemente (pie nos fijaríamos en esas
po(|Ueñas cosas que complementan un mue-
blaje y Ilegariamos hasta los encajes, ¡os
almohadones y bordados, caquetás y toda
una infinita variedad de otros detalles de
este género, donde bien puede tener cabida
la mantelería de un co'.nedor, elemento ya
más esencial en el alhajamiento de una casa.
En la Exposición realizada por el Patro-
nato de la .Aguja figuraron piezas verdade-
Señora Delía Castellanos de Etchepare
Presidenta de la benefactora institución
ramente valiosas. Cortinados, manteles, car-
petas, bordados en una variedad de apli-
caciones inmensas, visillos de alio valor. En
este sentido no pudo exigirse nada más coni-
])leto y nada (|Ue despertara más la admi-
ración de todos los que visitaron las salas
instaladas en la Casa Caviglia.
Sin detenernos mayormente en conside-
rar la riqueza y la perfección de todo lo
expuesto, vamos a formular algunas justas
y absolutamente necesarias consi:!eraciones
respecto de la bondad de la obra (|ue cumple
el Patronato de la Aguja con una encomia-
ble dedicación por parte de todas las seño-
ras que lo com])onen. y que preside la ilus-
trada señora Dclia Castellanos de lítche-
pare, mentalidad hondamente cultivada, (jue
brilla deslumbrante en nuestro mundo so-
cial. La .señora Castellanos de Etchepare uti-
liza sus elevadisimas dotes intelectuales en
la acertadísima dirección de una página fe-
menina que inserta semanalmente nuestro
colega " El Bien ". Con el pseudónimo de
" Madre " la ilustrada dama realiza en el
diario citado una labor educativa de sana
orientación, dando a su consejo dulzura y
* energías. Al frente del Pa-
tronato de la .\guja la señora
Castellanos de lítchepare po-
ne en evidencia su valiosísi-
ma cooperación.
De tal suerte la obra del
Patronato se realiza con una
eficacia halagadora.
X'o re(|uiere esa labor ma-
yores complicaciones, no exi-
ge ni grandes y cómodas se-
des, ni personal técnico y
numeroso.
L'na idea absolutamente
práctica preside la obra del
Patronato.
Y he aquí en qué forma :
En la intimidad de algunos
hogares humildes se trabaja
durante meses en líi confec-
ción de delicadísimas labores.
En esos trabajos se cifran
muchas esperanzas ; sobre
bases tan sutiles se labran
¡iroyectos de ordenación eco-
nómica, satisfacción de sen-
cillos gustos. Y todo ello por-
(|ue saben las obscuras bor-
dadoras que. terminados sus
trabajos, el Patronato los
acogerá, los prestigiará y du-
rante la exijosición podrán
ser vendidos a buen precio.
Es herniosa la contribución
indirectamente caritativa que
el Patronato lleva a cientos
de hogares necesitados, don-
de laboriosas manos femeni-
nas realizan verdaderas obras
de arte con el hilo y la seda.
Con la imaginación nos
trasladamos hasta esas casas humildes y
contemplamos a las n^odestas cultoras del
arte de la aguja, tan lleno de dificultades,
tan difícil como cualípiier otro arte, y de
esa suerte también muy digno de ser te-
nido en cuenta, de ser elogiado y de ser
admirado.
Cf)n la ¡lacieute labor en el empleo de la
aguja .se realizan todas esas jiequeñas ma-
ravillas que tan amablemente nos sorpren-
den ; combinaciones delicadísimas de he-
bras de algodón o de seda, cuyos dibujos.
re:redan e.xtrañas, fantásticas formas, di-
ríase de ensueño.
Y fueron muchas de esas delicadísimas
labores las que exhibió el Patronato de la
-\guja. vendiéndolos todos a muy buenos
precios.
La inauguración de la Exposición de La-
bores dio lugar a una hermosísima fiesta
social. Todo Montevideo elegante desfiló
por las salas y las ventas se realizaron rá-
pidamente, con el más halagüeño de los
resultados. _
— SELECTA —
I
V.\ alma iK- Jnlm López su asomaba a los la-
!)i(>s (le John López, y como era im alma en-
ferma, los labios í-e contraían en una mueca de
fastidio. . .
También fastidian a los laÍ)ios rojtjs de sa-
tisfacción, las almas enfermas...
John López era arcliimillünario. Sus monedas
de oro liuhieran ])udid() competir en número con
las estrellas. \'aciadas sus talcf^as en el espa-
cio, se formara fáci'mente con su contenido ima
via áurea... Además de su oro al)ruma(lor. po-
seía John Lói)ez otro caudal quizá aun más
deslumbrante : su juventud. . . Los jóvenes po-
bres se reirán di- esta j)aradoja. ^' por úhimo,
era John Ló])ez un hombre sano y hermoso...
Tenía todo lo (|ue se necesita para ser feliz...
^ no era feliz. . .
;Por qué no era feliz John López?...
Porque su alma había cometido el feo de-
liro de homicidio en la ]>ersona de una buena
señora llamada Ilusión, y en castíjío de crimen
tan h'irrendo arrastraba ])or la erg^ástula de co-
das las opulencias el pesado ííríUete del hastío...
Un día en que la desesperante disciplina de
lo vulpar. más odiosa le presentaba la cárcel
de su vida, decidió evadirse...
— Jnpar el todo por el todo — murmuraron
sus labios rebeldes de jiereza — o encuentro la
verdadera dicha o...
L'n secundo de perplejidad y después. ¡Resuel-
tamente :
— ; Xo. matarme no!... Kl suiciilio es estú-
pidamente vultrar... ^'a ni suicidarse es i)OSÍ-
ble en esta horrible vul}¿arización de todo...
>' John López — que era descendiente de uu
fidalgo y nacido en tierra sajona — se lanzó con
ansias de hand>riento o de enamorado en busca
de la Absoluta Felicidad...
ir
John López empezó por comprar un esi>léndido
\aclu y so lanzó a los mares. Sobre el ])uente
de su buque, a la caricia de las brisas marinas,
su rostro varonil : perennemente hundida en
el más allá, la mirada de sus ojos nejaros; sur-
cada la piel de la frente por la huella profunda
de la meditación infatij^able : ansiosas las fosas
nasales en una asj)iración peri)etua de ])erfnmes
desconocidos; avizor el oídt) a los rumores incla-
sificados. John López ciñó al mundo con el lazo
anhelante de su investigación extraña.
La Civilización europea le hizo probar todos
sus refinamientos. Al brillo encandilante de su
oro, acudie-ron en París todas las mujeres glorio-
samente hermosas... Infinitos labios femeninos
dejaron en sus labios poemas de emociones...
Pulsaron sus manos las arpas divinas de admi-
rables cuerpos de mujer... Todas las audacias
de Tenorio las realizó él y las superó... V al
fin el vicio de París no tuvo nada nuevo (jue
ofrendarle y la hoiiestidad de París nada ocultó
tpie desj>ertara su tentación...
Dejó Euro])a.
Llegó a Turquía y puso su planta infiel en
el serrallo más guardado. Deslumhró con vicios
de europeo, los vicios bárbaros de las odaliscas.
Provocó temi)estades de celos en las almas de
muchos señores turcos. Llevó a su yacht la be-
lleza admirable de la favorita de! Sultán, y dejó
la tierra de la media luna con el alma aún más
cansada.
Por aquellos días sus pupilas se fijaron en un
volumen de Dostoyewsky y tuvo el cai)nchu de
las emociones del juego... ; Xo eran acaso do-
loro.^aniente felices his jugadores?... I-'né a
Monte Cario... Ganó, perdió. Sopló vendavales
de oro sobre todas las mesas... Puso pánico
en los banqueros. . . Arruinó a potentados. . .
Provocó, ejerciendo de Destino, el suicidio de
tres hombres... A uno de ellos le vio morir y
recordó asqueado como mueren los cerdi>s...
L'n día el Príncipe temió por la esiabilida<l de
su Casino, solicitó de John López una entrevista
y recibiéndolo como a un soberano, le rogó dejara
de jugar. John López tuvo piedad de aquel,
¡irincipe - empresario y dejó Monte Cario...
^'olvió a Occidente, pasó por Italia; entró en
lodas las pinacotecas: el Papa lo recibió con loíla
la pompa de sus cardenales, de sus obispos y de
]-ara
V le
í'ro-
dejó
sus suizos... Llegó a Kspaña. organizó una sac"i-
lega orgía en un convento, do'idc estaban reclus:i>
descendientes de reyes... Puso su planta en
África: no guardaron las moras secretos
él: el sultán le besó sus zapatos ingleses
ofrendó la inviolabilidad de su serrallo-..
dújole pena aquel stiberano mendigo; le
unos montones de monedas y partió...
l'".ntró su yacht en la inmensidad amenazailo^'i
del Atlántico y una noche de insomnio. mn>
Iejt)s de la costa y en i)leno temporal, tuvo un'i
loca idea; fué a la cámara del timonel y des-
truyó la !)rújula. . . La temiiestad duró varios
días \ el hu(jue navegó al azar arrastrado ]>or
todas las borrascas... Cuando las estrellas ilu-
dieron ])roporcionar una ruta, John Ló])ez rtnn-
])¡ó las cadenas del timón... Los tripulantes ate-
rrados quisieron rebelarse, pero John López
mató a uno de un balazo y los domint» en se-
guida. . . .Aquella carrera <le<atenlada en busca
de la muerte se i)rolongó durante muchos días...
John López casi no dormía. Sus ojos, acicalcadn^,
]ior las ansias y por las esperanzas de encontrar
lo ignoto, miraban constantemente al horizonte,
l-ll botalón se le antojaba un dedo rígido seña-
lándole lo desconocido. Un día divisaron tierra.
— ; Dónde e-^taremos. señor? — se atrevii'i a
interrogarle temeroso mi marinero.
V John López le res]>ondió fastidiado:
— Xo tema-, imbécil, que no hemos salido dul
mundo. . .
Kmbicaron en una co>ta ilesierta. árida, in-
hospitalaria. ]\\ yacht se estrelló contra el acan-
tilado. Se salvaron nadando... ]*enosamenle a
pie se internaron en la tierra desconocida...
Pasaron dos días... Xi un hombre, ni nn animal.
ni un ave. ni un insecto... ¿Qué tierra maldita
era aquella?. . . L-1 hambre y el cansancio jni-
sieron en los ojos de los marinos una sombra
de Terror y de angustia. . . .\I tercer dia Jobn l.ó
])ez tuvo iKunbre. . .' La> ]iiernas se negaron a
r^ustenerlü. . . Se >entó en una ¡leña, Sn>
bcmibres lo roflearou esiieramlo lo iuvsperadu . . .
.\1 atardecer, un dolor agudo contrajo el estó-
mago de John López... bjitonces sac'ó lenta-
mente su revólver y miró a tt)d(js .sus hombre-
uno a uno. detenidamente, con pericia de mata-
rife... Su-- ojos se fijaron en un muchacho
blanco, rubii i. roliusto . . . Rái)idamenle le señaló
Con el caño de su re\ólver >' le partí* i el crá-
neo. . . ]'.] espanto paralizó a los -itros... John
López dejó desangrar el cadáver, mandó iles¡niés
(|iie se hiciera una hviena hoguera, 'irdenó al co-
cinero de a bordo (|ue cortara del muerto la>>
■' iire-as "" mejores, él ayudó luego a cocerlas
y cuando Lsiu\"ierou asaiias fué el i>rimero (|ue
comió... h'.u aquel momenlít tuvo la convicción
de (jue lo-- canibalo no posern nada de gastró-
nomos . . .
Continuó la marcha \ al lin diiron tu nn po-
blado: estaban en .-Xsia. Joim López decidió en-
tonces recorrer el connnenie de todos los orí-
genes.
\'ivió en las costumbres y en la historia de
puebhts exóticos. Se desesi)eró en las soledailes
sil)eriana--. experimentó todas las rarezas de la
(iran Mogidia. ICstuvo entre los Osetas del valle
del Cáucaso. Convivió con las grandes fami-
lias semíticas: en el Líbano, en el Kurdistán. en
la Siria, en la .Arabía v en las horribles soleda-
des del Kt-Thy.
Hurg(') en las tradiciones jajKinesas. en el amor
de las *' shinzos " y de las " .sambú ' ". en los
misterios de las costumbres... Kecorrió las cos-
tas del Mar Rojo, del Mar Xegro. <lel Océano
Indico... Los Dardanelos le ofrecieron la ra-
reza de sus fortificaciones. ICl Bosforo lo aga-
saió con las magnificencias de sus palacio-.
Pernoctó una noche en el Tsernigan y al fin. con
un paso más hacia Occidente, se halló (k nuevo
t-n F.uropa.
Otra vez en Pari^. niiilii'i la ¡nunlidad de su
inmenso \ iajt.', \ rebeliU- su alma al tedio, rr-
quirió de las religiones u\ si.creto de la dicha...
SELECTA —
iii
liii.-có li's lilints sa^nidos; los W-ihis. i-I Tri-
pitaka. (.1 Aiuijíuii y ul Xiicvo Tcstanu-iilu. Pasó
vc'atlas febriles de investijíacióii ansiosa. Hojeó
la historia de la Humanidad en la historia de
MIS creencia-. . . ilrahnia, el dios de los indüs
exilia lo imposible de una \ida ejemplar, para
dar después de la muerte, el premio del **Svar-
,i¿a " — Budha "reivindicaba i)ara los hom-
bres el invariable destino de su común mise-
ria" y daba como recompensa a una lari;a jor-
nada lie sacrificios la annlacii'm del "Xirvana"'.
Ka Mitolojíia ofrecía tan so!o a los hombres la
Meta ultralerrena de! Olimpo. Moisés hablaba
de un Dios omnipotente, rencoroso, amo y se-
ñor de las acciones de tos hombres. fj:uardaditr de
un "Cie'o'" en el (jue moraba la Suprema Di-
cha, pero al cual no podía ile^arse sino despu<''>
«le una vida de renunciamientos. V por último,
el Cristo evocaba en su Sermón de la Montaña
Iodos los fundamentos de las creencias primi-
tivas, les d:;ba una forma al jju^to de la época,
llamaba a los humildes, a los limidos y a lo-,
riéhdes ; dábale al hombre' una existencia sin
alejarías, pedíale en cambio el anuíamiento total
de la personalidad y al fin prometía para los jus-
tos, para los buenos, para lo-^ miserables, para
los incapaces \ ]>ara los niñix. el Sumo Esparci-
miento de! Paraíso. . .
Las reliiíiones no ofrecen la b'elicidad sino
para después de la Muerte.
I*,n consecuencia nc valia la pena ser bueno...
I\'
b>Íi;t López abandonó deSe>perado el e->ludi<.'
lie la-* reliííioTies. en 'as cua'e^ bu>có en vano
el ansiadii secreto y jioniendo en tensión las
ultima-i energías de su voluntad investi.iíadora.
se lanzó i)()r la árida y 'artia pendiente de la
-ocioloííía.
; .-\caso los >!steina6 sociales modernos no da-
'■ian la fórmula de la completa felicidad?... Si-
,i:uió a través de la historia las evoluciones li-
Í)ertarias de lo> pueblos... Tuvo la sensación de
todas las rebeldía-... Contempló imaecina;i\ a-
mente las extorsiones epilépticas de la humani-
dad, perennemente condenada a buscar una diclia
inaccesible... Fué avanzando en todos Itis con-
ceptos audaces de diversos estados S(.)ciales. . .
l.o deslumbó un in-lante la visión trágicamente
>ul>]ime de la " C'>muna "... Meditó solire el
estupendo sistema de Carlo> Marx... Lleiji') a las
fantasías deslund>rantes de Hakounine. . . Cayi'i
su mente cansada .--obre los esludios de Rechis...
>' en la cúspide altísima de muchos sijílos de
tliscusión. de reforma y iie anhelo humanos in-
satisfechos, conteniólo muy abajo e! hormiiíuero
humano, y >intetizó:
— ['ara llegar a la t-jecuciim de estos hermosos
-ueñ" •>. se necesita la realidad de un hombre
nuevo. Kl actual es nioralnienle deforme: no
>irve. . .
; Kntonces:
^ al ^o pe de e>la deliniti\a interro,i;acÍón. ca>Í
se muere de angustia...
Su alma tuvo un s()lilo(iuio supremo: — , .\o es
digno ni capaz el hombre actual de alcanzar la
realización del aforismo : ' ' l'.l individuo libre
en la -ociedad libre"? — ;Xo!...
;P'Mlrá modelarse de nuevo la conu'ni arcilla
humana a las presiones evolutivas." — ¡ Xo!. ..
; Poilrán ser radicalmente eficaces las revo-
luciones? — ¡Xo!... ¿La vida llegará a no
.'riginar-^e del dolor y del dolor no sustentarse?
— ¡Xo!... ; X'ale la vida la pena de vivirla? —
¡X"!... ; I'uede ser una (Lfinitiva obra de libe-
!aci<')n suprimir to-Ui vitalidad sobre la tierra?...
¡Si!... ¡Si!...
^' Ji'lin López, cegado por el relám])ag!' de
;n|uel colo>al exlerminio. lanzi') un grito de
triunfo.
L'n perrillo ipie >iem]ire estaba a lo- i»ies :1 !
millonario. >e azoró a! grito de ^u ame y ladr-'»
con furia a un in\ isible peligro .. .
Para externunar de un golpe a la I linnauidail.
lolm Lóiiez v>tuvo (iiscurriendo más de un
año... Lstudió indo^ los medios ile destrucción
más eficaces, y ante la magnitud de la mortifer'i
obra en i)royecto le resultaron juegos infanti-
les. . . Pen-ó envenenar las aguas, y calculó (pie
no había en el mundo suficientes veneno-... Ls-
tudió iodo> hís explosivos, y las bomba- má-
tMriiiiclable- le parecieron insignificantes i)etar-
div-... Keimii'> a 1"S más temibles fabricante- de
cañones, y le,- pidió uno (|ue pudiera destruir ciu-
tlade< enteras en ¡meos miinito-... Ij's indu-lria-
le- de la guerra -e tleclararon \encÍdo.-...
; I\to es que aca-o e-a iiiíleslruclible la Hu-
manidad .'.. . ¡ N pensar tpie >«.■ pone tanhi cui-
dado en prolongar la vida a li>s enfermos, a lo-
débiles y a 1" •- ancianos ! . . .
Casi per-nailiílo al fin de que no enconiraria
el modo de ejecutar su acto de nihilismo defi-
nitivo. John Lójiez estaba un dia en su biblio-
teca, tendido en un amplio sillón, la cabeza ave-
jentada caída hacia atrás, vaga y triste la mi-
rada... De pronto en un grui>o de libros del es-
tante más alto, se produjo un extraño movimien-
to... hlran libros insignificatites. . . Parecía (pie
una mano invisib'e empujaba un tomo... ^' efec-
tivamente, un libro elemental de física, resbaló de
a estantería y ca\-o a los ¡>ies de John I,(')pez...
Lo recogió John López y lo abrió al azar, ma-
ipiinalmente . . . Xo se daba cuenta acabada de lo
(|ue Iiacia... Le\ó después cuabpúer párrafo
y ) or último una pa'abra técnica despert('> su
interés ... La pa aiira era : electrólisis. . . lís-
ludió de una ojeada el sencillo efecto químico
de !a pila eléctrica, cuyas corrientes de diferentf,s
polos descomponen el agua volviéndola a -us
elenietilos di origen, y súbitamente, con viileiicia
de Dios, cnni]ir.-ndió tpie al fin tenía en sus nn-
n(.s el ined o suficientemente poderoso ]»ara oca-
sionar la última catástrofe... La fórmula er.i
se'ici' a :
" Disconijioner con íorniÍda!)!es corrientes elec-
tro! |utmit:as las a;.: ñas de! .-X'.lántico y cuando la
aimi'isfera terrestre estuviera saturada de hi-
drógeno, con una núnúseula chi-pa proví tcar el
incendio de las enormes masas del inflamable
gas y calcinar en un minuto con la espantable
llama, lodo lo (¡ue sobre la tierra existía "...
John López balda nacido en tierra sajona, y
los sajones no sacrifican una iiúciativa impor-
tante, al desaliento ele millones de incoineniente-.
Tres años, des])ués del dia en (pie John López
concibió su estupendo proyecto nihilista, a lo
largo de las co-tas de la América del Sur y de
-■\ frica se ele\'aban enormes usinas, dondj mi-
llones de poderosas pilas, sistema Buiísen. espe-
raban descargar en las aguas del océano a lo
largo de múltiples cables hundidos en las ]iro-
!' un di dad es insonrlables. una ci'rriente eléctrica
capaz de fundir una montaña... John López
habia dispue-to la- comunicaciones, de manera
<pie desde -ii despacho, en Bahía Blanca, ¡lodia
]>oner en actividad atpiella ciclópea balería...
Durante tres años, millares de obreros traba-
jaron en a(piellas obras (pie todos creían una
soberbia locura, pues nadie imaginó su espantable
finalidad; cientos de ingenieros electricistas des-
entrañaron lo- intrincados problemas de las con-
miit;iciones : y todos los diarios (\v\ mundo li:i-
blaron de :i(piel gran demente (pie no (|ueiía
explicar el objeto (11 t;ui fenomenal laborato-
rio . . .
Al fin. mi dia. J(»hn Li'>pez recii)i<') de lodos
-US ingeiuero- eorres]ionsales. el telegrama úl-
timo; "To(b) está pronl(t".
Afpiel dia John Ló]iez tenni') haiier ex|»eri-
n un I a do la -ensaci'''n de la absoluta íelici(íad , . .
.Tener bajo su mano la vida de t(.idos los hom-
bres, de Iodos los anímales y de todas las plan-
la-!... Su alma rnferma reaccionó ai sentirse
alma de uu Dios ... ^" John López se rió de
I' ios y di- sus profetas, portpie a su \oI-nil;ul
de hombre — miserable criatura atenaceada a to-
das las debilidades orgánicas y morales — es-
taba supeditada la vida creada po - Dios. , . L
igualámlo^;- a Dios, podía a Dios lanzarle su
postrera burla, convirtiendo en obra 'imnana la
profetizarla obra divina del .\itocal:p-i^* ' . . .
John López cre\ó eiilonces morir le orguP.o...
VH
l'ijí) un dia domingo para la gran Purifica-
ción de la Tierra. \' como el calendario marcaba
ui; martes, arribó a la conclusión de tpic aun
tenia cinco días jior í'elante...
Kl martes de noche desahogó un tanto >u or-
gullo, al meditar ^i existía en el mund i mi ser
digno de sobrevivir a! destructor ii^cemíio.
Pensó en un sabio, en un artista, en un filó-
sofo, en la mujer niá? hermosa, en c! hombre
más fuerte, en los animales más grandes, en los
seres más chicos, y al fin sólo consideró digno
de (piedar con vida a su perrillo fiel...
Mandó entonces construir a toda prisa i::i
gran foso, lo hizo revestir de acero, elevó soI)re
é! a manera de tai)a una enorme cúpula ii;fun-
dih!e. dispuso en el interior de la camiiar.a ajia-
ratos de apro\ isionamíento de aire atm(ísféric),
ideó un mecanismo de relojería <pij cr plazo de
iliez días abriría automáticamente la blindada
tumba, y al estar todo listo cogió a su perro.
bajó con él al foso, le indicó como pudo al
anima i t() las cajas llenas de abundante comida,
le ató después al cuello una de sus tarjetas de
visita, le (lió un beso y !o dejó encerrado...
J'.so ocurría un sábado, al dia siguiente era
domingo, el postrer domingo del calendarii» cris-
tiano.
\'H
.\ la salida del sol. John López ¡uiso en ac-
tividad su máquina de muerte, lanzando a lo-
misterios del mar su rayo electro'itico. . .
La aurora era extraordinariamente bella. Ha-
bia inusitada alegría en lodo lo creado...
John López, munid'i de un poderoso anteojo.
ob-ervaba a la distancia. Creyó notar s(d)re la
su.perficie lran(|uila del c-céano un gran extre-
nu'cimiento . . .
Pero fué un instante: la calma volvió a rei-
nar soberana. . .
Sin embargo, a la hora comenzaron a no-
tarse los primeros feninneiujs extraordinarÍ(ts : las
aguas se reliraban rápidamente y la p"aya avan-
zaba a medida (pie el mar se alejaba. . . La
diafanidad de la atmósfera se enturbió... (iran-
d.es masas de vapores surgieron del horizonte y
-e arremolinaron amenazarloras. . . Una extraña
sensación de ligereza, causada por el exceso de
oxigeno, hacia reír a los hombres y brincar a
los ainmales... Desiniés. la luz solar perdió -n
brillo y una sombra gris envolvió a la tierra...
A medio día. casi todo el fondo del mar es-
taba descubierto, TCxt ranos y jama- imaginados
monstruos se deb;ilian en medio a los bos(|ues
submarinos en horribles y agónicas convulsio-
nes... Las aves morían de pavor...
Los luimanos, locos de insana alegría, habían
]ierdido el instinto de conservación. .
A las tres de la tarde, en la atmósfera se
libraban espantosas luchas de gases... L'na es-
jiecie de humo negro había borrado las leja-
nías... Todos los seres agonizaban en un ex-
ceso de vida. . .
Mnlonces John Ló])ez ( ipie estaba protegido
lior una escalandra jjara poder gozar ílel aire
almosférico puro), decidió terminar de una vez...
.Avanzó en medio de las furias de los e!emeu-
los enloquecidos, dispuesto a producir, con la
minúscula llama de un fósforo, el cataclismo
más inconcebible. . ,
Miró hacia lo a'to ; sus ojos tuvieron una
mirada de desprecio hacia todas las fuerzas ex-
trahumanas: plegó sus lahi(ts con una sonrisa
de sarcasmo i)ropia del Destino, y buscó en sus
bolsillos la caja de cerillas...
Primero fué una leve extrañeza. despué- un
sobresalto, al fin un alarido de rabia... ¡Maldi-
ción ! ¡John L"')pez no tenia fósforos !. . .
Quizo correr para buscar una cajilla, pero en
'upiel instante el vendaval lo arrojó contra el
suelo. Después retumbó un trueno espant(PSo y
en seguida cayó en cataratas una lluvia vivifi-
cante. . .
MI novelista en agraz. Paco Pérez, despertó...
Habia -oñado '"su" novela fantástica, dur-
miendo de bruces so!»re el escritorio...
.\1 re-balar de la silla se dio un fenomenal po-
rrazo, al tiempo (pie. volcando una jarra llena de
agua, se puso heclu) una lástima...
iinriíjuc Ci'i'Sü.
SELECTA —
Tl';i.\'I'..\ (le la vi-ndiniia.
Alegría ruidosa <|ue da la laliür ciin-
cliiida, la caricia ardiente del sol sen-
tida dnraiue toda la jumada en rl rostro,
en el ciier|:'0 : el jii.i;o de ki vid «generosa ab-
sorbido de los tiranos sonrosados y crista-
linos V de la ¡jroxiniidad (L- las vendimiado-
ras, (jiie parecen bacantes al correr y saltar
etitre las villas lujuriantes de verdor.
b'.l an'or premie en los canii)esiiios sus
cascabeles de locura. 1^1 amor en plena na-
turaleza, fuera de las lineas (¡ne limitan las
]>rácticas severas, más allá del bien y del
mal : amor ijue surge de la naturaleza co;r.o
una flor más, como mi avecilla, co ro una
niarijiosa. como un reverdecer de praileras.
Cantan los mozos v rien las ntozas.
L II artista rt^istico suena el acordeón, qu,'
en el atardecer lier;iiciso y en la i>az infi-
nita de los cam])os v del cielo, tiene modu-
laciones solenmes de órgano.
Cuadro de égloga : conjunto amable (|U.-
liroclania ima irresistible aleg.ia ile vivir:
rebullir de ])asió:i i|ue atraviesa los cam|;()s
en eclosión infinita : ola de a.iior (jue ])a-
euenlran una acoj^iil.i amable. ]iori|ue en
t(i(',o> lado,- 1;, vid.a i->lalla en flcn-es. ti; fru-
to>. en gc-uia-. en beso-, en amor: .amor in-
iinilo. inconmc■n^nrabl(■. (pie llega de lo ig-
noto del esp.acio con la lla)na .ardiente del
>(jI. (|ue brilla en las inm'i. lleras estrellas,
ipie alravie-,i el esjjaniable v;ici(j cabal-
g;ind(] en un r;i\(( de luz \ ]ior el rayo de
luz se e-tablece comunión triunfal entre un
mundo \- (itro mmido. ¡lorípie en todos ello-
el a idr e- una soberbi.a verdad ejecutiva.
Carcajad.a- de aiKjr. tan divinas en '..a
b(jca de un;i niar(pie^a cono en la boca de
una ca:i'pesina. realidad ab-olutamente i.gua-
iit.iria. la i'nu'ea (|ue no ad-^ite discusión:
carc:ii.adas ijue ennoblecen a todas las niu-
iere-. (|.ie ,l t(((l,as eleva. (|Ue a todas lier-
nio>ea : nás dulc (|Ue un;, n física divina de
vidlines. u á- arrnllador.a rpie el susurro de
la bris.i en el fo'laje. má.- tierna (pie una
canci('in de niadre. má- seductora (pie un
triunfo de cel.aj;- e:i lui atardecer d.' ])ri-
n-avera . . .
.M.arelia el grupo ]>or la caiujíiña de es;ne-
raida. i:(^'.ii,' en c.ad.a in-ecto )(alpit:i un an-
rece surgir de la tierra. por:pte llev.a luia
iKJuda intenci('i:i de fecundidad en su rui-
doso .avance.
Los brazos establecen C()mii:ii(')n pcrfecl;i
en el gru])o: lazo de unión tpie rematan las
manos. ])ali)itantes de caricias, ardientes,
con ini])nls(js de coiKpiista, casi de r(]b(i, con
ansias de violencia, de asalto.
Las manos dicen lo ipie gritan los ojos.
(l(jnde las miradas centellean : dicen lo (pie
la boca calla. ])or(pie los labios se estreme-
cen al batir de las carcajadas o se contraen
nerviosamente ensayando la inmens.i. la
grandiosa, la triunfal ex])losión de un beso.
l""n la calma ma.gestuosa del cre])úsculo,
marcha el .grupo despertando con su est;i-
llar de risas los ecos dormidos en el fondo
de los barrancos, en los huecos de las cis-
ternas, en, las lejanías imprecisas, brumo.sas
con el vaho que se des])rende de la tierra,
enardecida por la larga mirada ardiente del
sol.
Las lleva el eco de una a otra loni.a. de
una a (jtr:t llanura. \ en todos lados eii-
N'armol d,?I cscul'or Garclla
propiedad del Dr. Caries A. Fcin
-;:i intinil:i de vid.i. do:ide tnd(j e- .afir.i.a-
eii]:i. donde t()d(j canta \' ríe.
Lo- talles cimbreante- de las cam])esinas
in\ii;in al .abrazo do:iun;idor de los labrie-
go-. Lo- cu, líos torneados, .anhelantes, se
oireceti libres v tersos en l,'i inconsciencia,
en la locura ,i (pie ¡;is lleva la carcajada (pie
provoca 1.1 tr;i<e |)icaresc;i.
^ un -enti,i ieiito de \ id.i, de ])asión. do-
mina ])oderosamente en el grupo, dando ca-
lideces extrañas al blanco mármol...
La farándula se aleja, se pierde en lon-
t.ar.anz.a. se confunde con el lujuriante fo-
llaje de las cepas. ^' aun de cuando en
cuando el céfiro trae el nur.or de una car-
cajada, o el nel;inc(Vico \' solemne sonido
del ;icorde(')n.
Se ocult.a el sol. Temeros;! la noche avan-
za y en el silencio de l;i caiiiiiña restallante
de \ida llegan de no se sabe dónde su])re-
iiias y raras armonias. (pie parecen est.allar
de besos. . .
. Ili'iirv F.siiuiiid.
— SELECTA —
— SELECTA —
N' O fué por la casualidad, esa hada ma-
drina de reyezuelos, un tanto ciega
V asaz veleidosa, que arrastra a sus
proteííidos hasta las cumbres para dejarlos
luego, en la mayoría de las veces, desplo-
marse desde las alturas. Xo fué en el en-
sueño de felices niccimientos ; ni bajo la
enfermiza e.\altación de la neurosis; ni en
el engaño corrector del fiero Segismundo ;
ni bajo la presión de poética fantasía ; ni
tam])Oco en la rueda afanosa que se es-
trecha en torno del tapete, donde, provo-
cando íntimos martirios, caen los naipes
de las manos cautas, o donde, persiguiendo
el jaque - mate, juegan las piezas de marfil.
Xi fué en el imi)erio de las bambalinas
donde el autor esgrime el arma de la cri-
tica para destronar, con la farsa feliz, el
defecto de arraigo entre tos hombres, o
el (k-fectillo de circunstancias; ni en la otra
comedia más ruda, y hasta soez, en la que.
tras el escudo de la careta, con el acero de
la risa o la contundencia de la fresca, se
suelen sanear, atmque más a menudo enve-
nenar, las vidas.
l^arecerá utópico, pero a despecho de mi
repiiblica y de mi credo ciudadano, yo fui
rey. y mi reinado, real y legitimo, dilatado
v magnífico, firme y lleno de amor, y ])or
ende sin intrigas, zozobras ni conplicacio-
nes. Ks que es el caso de que la vida guarda
sor])re.sas inauditas de dulzura ])ara entre-
mezclarlas a la mucha acerbitud que hay
en su curso.
Tara legitimar mi reinado no hay que re-
currir a Za])icán ni a .-Xbayubá. (|ue el do-
minador hisp'ano los arrolló en su ola, y
luego, no .se transfusionó jamás su raza en
la sangre de los míos. Tampoco en el abuelo
hidalgo que dejara en el solar de su patri-
u'onio arruinado, el pergamino v los es-
cudos de su nobiliaria pro.sopopeva, pues
que. en el nuevo asiento de su conquista
aventurera, dio primacía, en su afán, al lus-
tre del proficuo ca<lucco de .Mercurio; v
menos en la rehabilitación que de aijuéllos
pudiera haber hecho el hijo nativo, que se
hizo ])rócer en dcfen.sa de un credo anta-
gónico a la reyecía.
Ajeno al traginar de la política que, al
decir de Hugo, hace de un canto una bala
como un general de un arenero, estuve siem-
pre a cubierto de sus sorpresas e improvi-
.saciones. Despectivo, por temperamento, de
espectaciones y de honores: cursador d,-
una vida casi cenobita, fué. sin embargo,
nii reinado el más suntuo.so de los reinados.
y desde su origen, fué tan dilatado como el
■más amplio de los actuales, pues tres re-
gias coronas orientales se coujuncionaron
para formar la mía. y tres vastos dominios.
l)ara formar el de mi ])ertenencia.
Estábamos en visjieras del 6 de Enero,
líntre mis brazos, inquieta, se a.gitaba mi
traviesa muchachita que acababa de cum-
plir dos primavenis. Rehacia a mis caricias,
pugnaba por abandonar sus dulces rehenes,
afanada por un muñeco que yacía en el
suelo de la estancia. Vo trataba de retenerla,
pero ella insistía en su abandono, agotando
todos nu's recur.sos afectuo.sos. hasta que.
t'avorecido por las circunstancias, tuve la
feliz ocurrencia de narrarle la levenda ele
los Reyes ]\lagos : y con ella con.segui de
inmediato seducir a su almita que recién
des];ertaba al mundo legendario. La aten-
ción la dominó por completo : y en la quie-
tud de sus pupilas se fué leyendo el des-
lunibranu'ento. como luego, la intermitencia
tanlía de su par|)adeo dejó adivinar el no-
vedoso desfile de las visiones C|ue brotaban
de su fantasía en ciernes.
;,Y a mi. papito. me pondrán juguetes \-
caramelos los Reyes en mis zapatos? — me
interrogó con su media lengua.
^' a esa consabida i)regunta .secular, con-
téstele con la no menos consabida respuesta
de todas las edades: Si. si eres buena.
Con un afán (|ue acusab.i el (¡uerer reunir
tdd.i la bondad imaginable, ;ifirmó resuelta-
mente: \o soy buena. V ])ara más conven-
cer, soy muy buena, agregó.
Entonces, la dije, esta noche vendrán los
Reyes a dejarte nmcb.as de bis cos;is que más
le gustan.
Ea noche llegó, v con ella, la hora de
acostarse mi pe(|ueña soñadora. Obediente,
co:no nunca, .se sometió a los cariño.sos man-
datos. ])erü no sin antes colocar, en la puerta
de la alcoba, sus moninos za])atitos que ])a-
recian. en su (|uieta esi)ectativa, dos bocas
lie pichones ])i(liendo juguetes y golosinas.
¡Oh! (|neridas ilusiones de la infancia,
ilii'inas inocencias, prodigiosas en fue/za
perenne e indestructible, que vais flotando
a través de las edades, como la es¡)uma so-
bre las aguas encenegadas del torrente :
o.-isis floridos de la vida, que guardáis el
secreto más ])rodigioso que la fuente de
Tuvencio. i>ucs f|u;'. irradiando, no dejáis
nunca extinguirse al niño sublime en el alma
il'-' hombre !. . .
En el fondo de mi ser sonó, por pri-
niera vez. la hora singular del jwdre rey.
(|ue suena hace veinte siglos en el reloj de
lo eterno, pero que yo no había .sentido.
])orque no había sido posible que la sin-
tiera hasta entonces.
Tamas conquistador satisfecho, ni em])e-
rador poderoso, sintió más honda su satis-
facción V su ]XKler. ni jamás lo conmovió
n^ás ternura en sus efemérides que la cpie
envolvía todo mi ser en aquel momento en
(Ule los bíblicos revés de Tharsis. de .Ara-
bia v de Sabá fusionaban sus coronas, .sus
cetros V sus mantos para investir mi feliz
paternidad. Ea muñeca de ))orccdana. la
caja de tacos, el arca de Xoé. los chocolates
v los caramelos, eran, por el amor que los
depositaba en los pequeños zanatitos, dones
del soberano de Ormuz. de Ríznagar o de
Colquide.
Pero lo glorioso de mi imiíerio no estaba
en el acto de mis dádivas, sino que me es-
peraba en la felicidad de mi muchachita
rubia, cuando al siguiente día. apenas dcs-
jíierta. fué a recoger la re?ia ob'ación de los
generosos Magos. Sus gritos, su júbilo, su
za])ateo. su general alborozo, fueron him-
nos de mi coronación, fueron a mi alma
.sabros. campanas y victores. Es (|ue en
aquel corazoncito residía el porqué de mi
soberanía y en af|uella caliecita se reflejaba.
a(|UÍlatándose. el prodigio de mi poder.
Ea hora de aquélla um exaltación pasó,
pero mi investidura ha seguido en su do-
minio V su ])restigio. ¿Pues (iué. será im-
perecedero mi reinado, como fué. v es. real
V legítin-o. dilatado y masrnifico. firme v
lleno de amor? Xo se divisa en su torncí
ninguna anienaza. oero. es humano, v allá,
en la leiam'a de su horizonte. ;iso:iia un;i
nube informe. . .
;E1 muñeco que yacía en el suelo de la
estancia, sobre el riue triunfó mi relato de
la levenda cristiana, encarnará algún día
la deslumbrante y humana levenda del prín-
cipe azul. y. vengador, vendrá a la recon-
(|uista de lo f|Ue su))0 mi cariño arrebatarle :
V. con su triunfadora presencia, vendrá a
burlarse de mis nuevos intentos de seduc-
toras narraciones?...
Mi imaginación vaga ávida v peri)leja ¡kii
lo indescifrable de la vida: y suspiro: si no
es imperecedera en mí esta solx'ranía. es
eterna en sí misma, como eterna es la risa
de la divina Eulalia de que nos hnbia Darío.
J. J . Ylla Moreno.
— SELECTA
(cr
Sñn
El abraco de 1
os
Es altamente iioiiroso para los puoblu.s del N'ucvo
Continenle. i)ara nosotros, el contrasto que se
ofrece a la consideración del reflexivo.
Mientras en Europa, en el centro, en la fuente de la ci-
vilización y de cultura, las colectividades se entregan a una
obra espantable de muerte y destrucción, ahondando in-
mensos surcos de furia y de venganza, de odio y de di-
visión, cuanto más grande es el derramamiento de sangre,
cuanto más se empeñan del otro lado del Atlántico en
derrumbar todo el costosi» edificio elevado por la Ciencia,
por la Razón y por la Justicia: aquí, en esta América nueva.
fecunda y generosa, los pueblos se estrechan cada vez más
en un abrazo leal de fraternidad, comprendiendo, ante la
horrible experiencia ajena, que sólo el desvario puede en-
genílrar el cb()que fratricida, que es la guerra.
1.a visita (¡ue los marinos de la Unión realizan i)or las
naciones del continente Sud. es como la materialización de
un abrazo entre las dos Américas. hasta hoy demasiado
alejadas, desconocida la una para la otra, sin intercambio
intelectual y comercial, como si la América del Xorte
estuviese a una cuádruple distancia de nosotros de lo que
está Europa.
Para beneficio de todos {y este es el anhelo ferviente de
los quv han recibido cariñosa y espontáneamente a los ma-
rinos), la unión pan - americana ha de ser ima realidad no
socamente dijílotnática sino que también sellada y mantenida
por el afecto de los pueblos y por la realidad de una alianza,
((ue nt> -ea temible para una guerra. <iue jamás debe produ-
El banquete oficial realizado en el magnifico salón del Parque Hotel
en honor del Almirante Caperton.
cirse, sino que fructifera, inmensamente fructífera, en la
paz, en el orden, en el progreso y en la elevación cada vez
mayor de la mentalidad general.
Hemos agasajado a los huéspedes norteamericanos con
toda la fran(jueza, con toda la espontaneidad, que surge na-
turalmente de nuestra nobleza de raza.
A nosotros no nos resta más que hacernos eco de esos
agasajos publicando alguna- notas gráficas y desear ar-
dientemente que la unión de los pueblos de América pueda
ser un estímulo ])oderoso para la pacificación de Europa.
Señoras: Ernestina Rodríguez de Riet Correa, Carmen
Caumont Lenzi de Perrería, Regina T. de Rodríguez Sosa,
Señoritas: María Blia y María Noel Riet Correa, Rosa Pe-
rrería Correa, Clotilde Santayana y Manuela Sánchez Solari.
Señoras: de Kadich y Uriarte de Costa Bri
Señoritas de Kadich.
— SELECTA —
^
Soprano : Fanny Anítúa
emporaoa linca
ESTAMOS a pocos días de la iniciación de
la breve s^an temporada lírica oficial que
en el teatro Soüs. nuestro viejo y glo-
rioso coliseo, realizará la compai-iia que los ein-
presarios Da Rosa y Mocclii han traído este año
— año nefasto ¡>ara las tournees — al Rio de
la P:ata.
Con una intuición que habla inuy bien del
público montevideano, el abono para la tempo-
rada lírica ha tenido el más grande de los éxi-
tos. \' elogiamos esa intuición porque es nece-
sario considerar las enormes dificultades que se
presentan para traer compañías de Kuropa a
.América, sí se desea apreciar en toda su imi)or-
tancia el esfuerzo realizado por los em|>resarios
Da Rosa y Mocchí.
Xo tenemos por qué hablar de estas jiarticu-
laridades de organización siguiendo un propósito
de elogio. I,o hacemos, libres de toda intención
secundaría, pues es justo, de alta justicia, se-
ñalar a la consideración del público las circuns-
tancias difíciles, casi insalvables en que deben
formarse los elencos y embarcar luego a -os ele-
mentos que los componen.
En líem])os normales es enorme el trabajo que
significa la formación de una compañía <le la
importancia artística y numérica de la que nos
ha (le visitar en breve. Juzgúese cuánto han de
centuiilicarse esos esfuerzos, y se hará justicia a
los activos y milagrosos empresarios Da Rosa
y Mocchí sí se les reconoce lo que puede cali-
ficarse de verdadera hazaña, irrealizable (no
vacilamos en afirmarlo), si hubiera sido inten-
tada por otros.
A veces, con un poco de ligereza y con otro
poco de incompetencia, no nos detenemos a
considerar todos los inacabables requisitos y di-
ficultades que hay que vencerse |iara reunir en
el cartel unos cuantos nombres, famo.sos en el
mundo del arte.
Veamos im poco el elenco y detengámonos ante
estos nombres : Caruso. Dalla Rízza. Vallin Par-
do, Anítúa, Lafucnte, Journct, Crabbé. Hackett,
Giraldoni y .Marínuzzi ; pensemos en lo que sig-
r.ifica embarcar sesenta coristas, casi otros tan-
tos ])rüfesores de orquesta, veinticuatro bailarí-
nas, personal tle escena, y e'ementos complemen-
tarios del e'enco en su parte principal, y compe-
netrándonos bien de todo eso, confeseinos que
la obra realizada es grande y que por ello me-
recen la más alta consideración los empresarios
que, en reconocimiento al favor <lel público, se
lanzan a una aventura que antes de realizarla
iodt)s creíamos descabellada e imposible.
; ICs o no justo el elogio en im caso tan ex-
cepcional, cuando el elogio se imi)ondria, por la
bondad del elenco, en é]Hicas de i)erfecta nor-
nialidad ?
Por otra parte, el repertorio que se cantará
en Solís y que com|)rende los diez espectáculos
de abono, evidencia el lino artístico de los que
lian inter\enído en esa composición y el cono-
cimiento de los gustos y preferencias de nuestro
iniblico.
Tenilremos cuatro estrenos; cuatro obras que
han ocupado en Europa la atención de la más
alta crítica. Son ellas "La Rondine ' ' de Pucci-
in. " LEtranger"' de D'Indy. "Marouff" de
Rabaud \ " Lodoletta " de Nlascagni.
liemos leído las im])resit)nes criticas que los
estrenos de estas obras han sugerido a los prin-
cipales diarios i>orteños y en verdad que con
esas novedades tendremos cuatro noches <le e.x-
ipiisito arte, por la im])ortancia musical de las
obras, por los artistas que han de intervenir en
su ejecución y ]>or la magnificencia del decorado
con que serán llevadas a escena.
I, as siete óperas que han de completar los pro-
.¡¿ramas de las diez funciones, reúnen en sí toda
una completa variedad en las distintas manifesta-
ciones artísticas más aceptadas por el público:
"'Tristán e Isolda" de \\'agner. "II cavallíere
della Rosa" de Strauss, "Siberia" de Giordano.
l-"lixir d'.Amore" de Donizetti. "Paglíaccí" de
l.eoncaxallo. " Dinorah " de Me\erbeer. y
"Werther" de Massenet.
Xo cabe reparo alguno en este conjunto de
ó])eras. seleccionadas con exquisita orientación
moderna de arte musical y confiadas a íntér-
jiretes tan notables como los que hemos enun-
ciado.
Olvidemos por un instante que Europa está
convulsionada, que navegar es hoy tan peligroso
como entrar en batalla, pensemos serenamente
en la importancia indiscutible de los progranras
cjue se nos ofrecerán en las diez funciones v
arribemos a la conclusión de que estamos ante un
verdarlero milagro, que los i)úblicos <lel Río de
la Plata deben al geTn<j mágico de Da Rosa y
-Mocchí.
Colaborador eficaz en lo que al éxito indiscu-
tible del abono se refiere, ha sido el señor J.
Tuffanelli. hombre de una actividad extraordi-
naria y de una reconocida caballerosidad.
Tenor! Carlos Hackett
— SELECTA —
OOO 3 DC OOOOOOC OCVC OOOOOOOO OOOOOOOOODOOOC oooooooooocoooooooo
oo- jOOoooocxíoooooo oo:;aoQQOcooooGooooooGooooooocoooocccoc cocol
(BARIAS
Femeninas
L-na enseñanza racional de la confección.
El verdadero feminismo.
Nuestras jóvenes madres.
Trajes y sombreros, mantillas y tocados, en-
cajes y joyas, concurren artísticamente al ata-
vío de la escultura humana en el cuerpo feme-
nino, y son en nuestros tiempos preocupación
continua de la sociedad que se precia de ele-
gante. Pero de esta general adoración a la dio-
sa Moda se han aprovechado sus sacerdotes y
sacerdotisas, o sean los modistos y costureras,
para encarecer las labores de tal suerte y mul-
tiplicar los modelos y novedades con tan des-
mesurada profusión, que en las casas de fami-
lia resulta el vestir más espinoso problema que
el comer, no obstante la carestía de las subsis-
tencias. La cuenta de la modista es acaso la
partida más cuantiosa del presupuesto domés-
tico. La costura ha llegado a ser por sucesivos
refinamientos un arte difícil, cuya profesión mo-
nopolizan manos adiestradas pacientemente en
la e'aboración y hechura de esas maravillas de
indumentaria cuyo coste supera, en los casos de
mayor riqueza suntuaria, al de dilatadas fincas
rústicas. Con lo que hoy lleva puesto una actriz
de renombre al salir a escena en noche de es-
treno cuando la obra es de circunstancias, ha-
bría para costear la educación de diez niños
abandonados, o para meter en redil a otras tantas
ovejas descarriadas.
No por esto hemos de arremeter inconsidera-
damente contra el lujo femenino, que a multitud
de industrias alimenta y pone pan en muchas
bocas, pero sí conviene aconsejar a las madres de
familia que al educar a sus hijas no pospongan
la enseñanzan de la costura y el manejo de la
tijera a otros conocimientos más bien superfluos
que necesarios y no tan útiles en la vida. Se acerca
el día en que toda mujer bien educada elaborará
con sus propias manos las prendas de sus tra-
jes, sin tener a desdoro la costura, como en los
tiempos heroicos no se avergonzaban las prince-
sas, las reinas y aun las mismas semidiosas de
hilar y tejer con sus delicados dedos los finísimos
lienzos que habían de subrayar los contornos de
su gallardo cuerpo. A la divulgación del arte
de la costura han contribuido poderosamente en
estos últimos tiempos los diversos sistemas de
corte, que relegaron al olvido el i)atrón de nues-
tras antepasadas y dieron fundamento científico,
entre geométrico y anatómico, al manejo de la
tijera modisteril. Pero no bastaban estos mejo-
ras para domiciliar. ¡)or decirlo asi. el arte de la
costura y arrancarlo <le manos de sus actuales
monopohzadores, sino que era preciso metodizar
su enseñanza, con el necesario acierto para que
todas las jóvenes pudieran igualmente recibirla.
Kn Bel lín. a ejemplo de las escuelas de dibujo
y pintura, en (jue los modelos de carne viva han
substituido ventajosamente a las antiguas lámi-
nas, se ha fmidado una escuela de corte y he-
chura de vestidos femeninos, con la curiosa nove-
dad de que las alumnas tienen a la vista un mo-
delo vivo para practicarse en la disposición y
caída de los trajes, de suerte que, sin necesidad de
patn>nes ni figurities pueden inventar por si mis-
mas nuevas modas, adaptadas con fundamento
científico a las líneas del cuerpo femenino. Se-
guramente que con tan racional procedimiento ga-
nará la verdadera elegancia todo cuanto pierda
la fantasía extravagante, y las alumnas de la
nueva escuela no neee>itarán recurrir a la ha-
bilidad ajena para engalanarse honestamente con
atavíos cuyo buen gusto en nada desmerezca del
parisiense.
Kste es el sano y provechoso femiiii>mo que
proporciona a la mujer más poderosos medios
de asegurar y embellecer la vida apacib'e del
hogar, en donde se asienta su inconmovible
trono de esposa y madre, aunque no todas las
mujeres tienen vocación ni oportunidad de entre-
garse exclu'^ivamente a la vida de familia que,
por otra parte, no es incompatible con el ejer-
cicio de las profesiones sociales. Pero cuando
se exagera el noble propósito de mejorar la con-
dición femenina y se extravía hasta convertirse
en lucha, desaparecen el encanto, la simpatía y el
respeto que en modo alguno puede inspirar la
mujer adustamente masculinizada a quienes con
ella conviven.
Poco a poco va oonquistantbí nia\'or número de
entendimientos \- voluntatles aí|uel sano femi-
nismo que, sin confundir las naturales atribu-
ciones de sexos en que está desdoblada la espe-
cie humana, anhela para la mujer un más anchu-
roso campo de actividad en donde pueda des-
plegar sus hasta ahora latentes energías.
Porcpie si por una liarte pecan de utopistas
(;uicnes. con injusto mtnosi)reciü de las leyes
iiaiurales, abogan por ¡a igualdad abso.uta de
la mujer y el hombre en los órdenes político,
social y económico, por otra parte conic-cen
un verdadero delito de lesa hunianidad los que
niegan a la nuijer toda aptitud para la vida
colectiva de pueblos y naciones, y la recluyen
casi monásticamente eii el hogar uoniéstico.
Sin duda que la primera y más augusta fun-
ción de la mujer es la de madre de familia y ama
y alma de casa, pues sin mujer hacendosa y
diligente no es posdile familia armónica ni ho-
gar feliz ; pero antes de ceñirse la corona de la
maternidad y de empuñar el cetro de la mo-
narquía doméstica, necesita la mujer soltera nu-
trirse de cuantos elementos sociales puedan con-
currir a la formación de su carácter, el desper-
tamiento de su inteligencia y el afianzado de
su voluntad, entregándose a tieportes convenien-
tes al desarrollo físico, a estudios adecuados a
su educación intelectual y a experiencias prove-
chosas para su progreso moral. La vida de so-
ciedad ha de alternarse durante el período edu-
cativo con la vida doméstica, de suerte que la
nnsma habilidad y destreza adquiera la mujer en
el manejo de la aguja y la tijera que en el de
la pluma y la vilorta. Kl famoso aforismo de
Juvenal: Mcns sana iu córporc sano, ha de tener
más cumplica aplicación en la mujer que en el
hombre, pues, al fin y al cabo, troquel y tur-
quesa del hombre es la mujer su madre.
En las clases acomodadas de la sociedad que
no han de preocuparse ni ocuparse en subvenir
al mantenimiento de la vida física, ya de suyo
asegurada ptjr bienes de fortuna, ei mucho más
fácil dar a la mujer educación de conformidad
con su naturaleza psíquica y sti destino social,
siempre que la materia primera, es decir, las
condiciones éticas, se presten a la pedagógica
labor que sobre ella se ejerza, pu.s de lo con-
trarío, cuando la índole psicológica rechaza toda
modificación constructiva del carácter, tanto
monta nacer en dorada cuna como en misera-
ble regazo.
Admirable ejemplo de esta rara coincidencia
de la virtud congénita con la fortuna heredada,
nos ofrece en su vida intima la reina de España,
doña Victoria Eugenia, por cuyas arterías circula
la sangre de los sajones mezclada a la de los
austeros anglos. La augusta esposa de don Al-
fonso XIII pone todas sus complacencias en la
educación y crianza de los tres hijos con que el
cielo ha bendecido su enlace, sin dar a esta
meritoria obra mayor alcance que el del estricto
cumplimiento de los deberes de la maternidad,
más sagrados y difíciles, si no tan ostentosos y
brillantes como los de la realeza.
La majestad real ha de aparecer fastuosa y
niagnificiente a los ojos del ¡nieblo. que cegado
por el brillo de la corte y el esplendor de las
fiestas palatinas, imagina que la individual ac-
tividad de los reyes r.o alcanza más allá del
salón del trono o del comedor de gala. Pero
cuando desfilan los cortesanos y se recoge la
servidumbre y se apaga el último rumor pala-
ciego, se desciñen los reyes la corítua y se trans-
mutan en apacibles ciudadanos que también tie-
nen corazón y nervios, sangre y alma, sentimien-
tos y afecciones, alegrías y penas domésticas.
En las horas de serena quietud y recóndita in-
timidad, la reina Victoria Eugenia es ama de
casa, alma de su hogar, madre amantísima de
sus hijos, y en el cumplimiento de tan elevados
deberes no admite colaboradores ni tolera des-
mayos. La reina de España es subdita de sus
obligaciones familiares, y en recompensa de la
solicitud con que al cuidado de su hogar atiende
incesantemente, ve gozosa crecer a sus tres hijos
como venturosas esperanzas, que cada día dan un
nuevo paso en el camino por donde se dirigen
a la realización de sus personales destinos.
Kn la intima reunión, como en el i)aseo o el
entreacto, se comenta con un criterio anticuado,
la actividad social de nuestras señoras jóvenes.
Opiniones equívocas — más que mal inten-
cionadas — sostienen, que descuidan sus hoga-
res, las jóvenes madres que se distraen.
Xo conciben que las noveles dueñas de casa
cultiven el espíritu sin descuidar las atenciones
domésticas :. ni ]>erdonan que rindan culto a la
elegancia sin tacharlas de coquetas...
Este comentario rutinario e inconscientemente
ofensivo, es como una telaraña- que va envol-
viendo dignisimos apellidos y que va toman<lo el
carácter de lacra social. En nuestro ambiente
abundan las madrecitas ejemplares, que saben
tanto de arte como de cuestiones domésticas e
infantiles.
Es injustamente afrentoso ensañarse en la
critica a las señoras activas, que buscan en un
rato de solaz, nuevos bríos liara afrontar las di-
versas dificultades que trae consigo el manejo
de un hogar.
Nadie gana, con más derecho, un rato de es-
parcimiento espiritual que las jóvenes madres,
(pie se pasan la mayor parte del día oyendo llo-
rar a un hijito o viendo caer a otro!
Seguramente mientras en rueda de espíritus
ociosos, las censuran, ellas están con el sentido
al alimento de uno o a la hora del colegio de
oiro-
,:Qué tiene, pues, de criticable, que una labo-
riosa dueña de casa alterne sus quehaceres do-
mésticos con el teatro, el cine o la reunión?
Esa tensión nerviosa de su múltiple tarea dia-
ria, reclama el sedante de una distracción dis-
tinta y confortadora.
No es menos madre la que matiza sus horas
con diversiones, que la que por temor al "qué
dirán" descuida su elegancia, suprime sus sali-
das y pasa — hasta con detrimento de su salud
— en el ma\or aislamiento, los mejores años de
su vida.
Las madres modernas no pierden en celo mater-
nal lo que ganan en espiritualidad y sociabilidad,
al distraerse moderadamente en fiestas y paseos,
-actualmente, cuenta nuestra sociedad con un
grupo encantador de jóvenes señoras, que sin
l)erder en lo más mínimo la exquisita espiritua-
lidad — que fuera encanto de los salones, al
pre.sentarse en sociedad — son competentísimas
educadoras de sus pequeñuelos, que ostentan con
legítimo orgullo por las playas y paseos.
En su triple tarea de esposas meritísimas, de
celosísimas madres y de cultoras de la sociabi-
lidad, merecen que la anticuada censura a sus
frecuentes diversiones, se torne en panegírico
ferviente a su compleja y exquisita modalidad de
mujeres, bien femenina.
— SELECTA —
CUMPLIENDO mieslro
]>ro])ósito de recordar
las efemérides más
culminantes y los natalicios
de los jefes de Kstado con los
cuales nuestro ]jais se halla
en buenas relaciones, damos
en este número una nota del
I'.mperador Carlos 1 <le Aus-
tria.
Tal hctros hecho, en la
misma oportunidad, con el
Rey de Inglaterra Jorge \'.
con el Rey de Kspaña Al-
fonso Xlll, con la efeniéridc
del 25 de Mayo. etc.. fechas
todas estas establecidas en
las fiestas oficiales de nues-
tra cancillería.
l'".n bien abrumadoras cir-
cmistancias le cu])o a Carlos
i sentarse en el trono dual.
IJificilmente se ha de encon-
trar en la historia, el nom-
bre de im princii)e elevado a
la categoría de Kniperador v
Rey en momentos tan bo-
rrascosos, ante un problema
tan intrincado, como el que
ha tenido ipie afroitar el
nuevo soberano.
Sean cuales fueren los ín-
timos sentires del joven em-
perador, es leal reconocer que
ante la horrenda hecatombe
en (|iie .■-.■ debate su pueblo, su
ahua ha de .sentirse honda-
mente afectada. ])orque. aún
!ioy con una actitud bélica, fué ajena su
personalidad a la iniciaciéjn <le la guerra.
FJ pueblo austro - húngaro es laborioso,
es enii)ren(ledor. suma ima enorm.- can-
lidpíl de energías bien fructificantes en el
terreno de la civilización.
; Cómo no es dable anhelar fervientemente
solidarizado
situación tan es])anto.sa cese lo antes |)()si-
ble. en bien del numdo. en bien del onlcn.
de las ciencias, de las artes, de los |)rinci-
jiios democráticos, de la educación de los
es])iritus. jiuestos en inminente jieligro de
naufragar, en una desviación de los senti-
mientos, batidos por todos los vientos de
las malas jiasiones. habituados a una cruel-
la terminación de la espanto.sa lucha, si ñor- dad v a una dureza de alma que jiuede .ser
malizada la vida en
esas naciones ])uede
nuevamente la Hu-
uianidad aguardar
los magníficos resul-
tados del esfuerzo v
del estudio de colec-
tividades tan acti-
vas, tan admirable-
mente aptas ])ara en-
caminar a las socie-
dades humanas en
nn sendero de paz
armoniosa e ideal ?
^'a lo hemos dicho
aiUes v lo repetimos
ahora : llagamos los
votos más fervien-
tes, más sinceros,
más de lo íntimo de
nuestra buena vo-
intad, para que una
El Parlamento de Viena
f.ilal i>ara todas las conquis-
tas hechas jxir la ¡jíedad.
La fatalidad, la más tre-
menda fatalidad, ha provoca-
do este cataclismo horrible, la
más enornre lucha (pie han
|)resenciado los siglos. Que
sean las mismas fuerzas cie-
gas las (jue se tornen en fa-
vor <le la ]iaz. del encauce de
las actividades todas en los
órdenes del jirogreso y de la
civilización.
Es esa una nueva aurora
ipie aguardan anhelantes los
pueblos todos de la tierra. Es
una vuelta al desarrollo nor-
mal de las relaciones hu-ua-
iias. l-> la salud desiniés de
la tremenda locura en que se
ha debatido y se debate aún
el espíritu humano, en un mo-
mento de la historia (pie ha
de (juedar. a través de los si-
glos, como una imlxirrable.
inmensa mancha de sangre.
Del optiniisnio de la ju-
ventu.l en los jefes de las
colectividades hoy eu lucha
espantosa, cabe esiierar esa
aurora de bonanza a que an-
tes nos heñios referido.
^" entre esos iKjmbres jó-
venes bien puede estar el
nuevo ICmiJerador.
No es ])osible (pie pueblos
tan viriles, que tanto han
honrado a la Humanidad con la imposición
de sus altas mentalidades y con las con(piis-
tas inmensas en el terreno de las artes, de
la ciencia v de la industria, no es posible,
repetimos, (¡ue ])er(lure este vértigo de des-
trucción (jue horroriza a todos los que. con
dolor infinito, presenciamos la cruenta
lucha.
l'n punto de reflexión ha de volver todo
a su cauce ; un pun-
to de ¡liedad ha de
llevar hasta el fondo
de todos los corazo-
nes el repudio ]>or
I(js actos de violencia
(jue nos parecen fan-
tásticas invenciones
de un espíritu inor-
bo.so. V entonces, en
el su])remo momento
del arrepentimiento,
en el instante solem-
ne en que se inicie
la aur(jra de la ])az.
(juizá en el alma hu-
mana l)enetre un ra-
vo de alta sabídurííi.
y decrete, en pacto
de tniívers.'i! amor.
(|U0 esta guerra será
la última guerra !
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n
He aquí una de las más altas personificaciones
femeninas de aquello época mil ueces gloriosa,
que nuestros patriotas iluminaron con los des-
tellos de su hidalguia y de su fortaleza de carácter.
La señora Obes de ñluarez reunió todas las más
bellas uirtudes, que son aureolo en la mujer. Y 6i
reinó en bu hogar y en los salones, tuuo también
la honro de desempeñar una misión ante el go-
bierno del Emperador Pedro I, misión que le con-
fiara nuestro gobierno sabiéndola dotada de una
preclara Inteligencia y una exquisita sociabilidad.
Del éxito de su gestión ante la corte de Río Janeiro,
dieron fe las solemnidades brillantes con que fuera
recibida. Fué esposa del Ilustre ciudadano Don Julián
ñluarez.
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EL BAZARCITO y BAZAR COLÓN
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BAZAR COLÓN
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BAZAR COLÓN
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SECCIÓN ESTUCHES (Planta Baja)
A A
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DIRECTOR: JUAN CARLOS GARZÓN
MONTEVIDEO, SETIEMBRE DE 1917.
ANO I - NÚM. 5
tosas aulas
primera Universidad que tuvo el país
Pino que fué plantado en el local de la calle Sarandí y Maciel
por los primeros universitarios.
LCJS rL-cit)s niuriis. vt-rdaduras íorlaitv.as ispañolas. ilc
cuya resistencia pueden dar fe algunos edificios que
aún se conservan en pie y entre los cuales delie ci-
tarse primero el antiguo Cabildo, lioy Cuerpo Legislativo: ios
recios muros, decimos, que se elevan en la esquina de Sa-
randí y Maciel. cobijaron en sus orígenes a un convento.
l''ueron los coloniales " Kjercicios ".
.\un hoy se pueden observar, cu las casi ruinas, la distri-
bución de los cuerpos principales del edificio dedicado al
culto y a residencia de los monjes,
l.a nave de la que fué iglesia no tiene el techo de bó\eda
que ostentó en aquellos felices tiempos. ])ero se nota ])erfec-
tamente el sitio donde se asentó el altar mayor. los lienzos
de pared donde tuvieron ubicaci<')n los altares sui>lemeuta-
rios. el coro, sobre la jiuerta de entrada que daba a la calle
(que hoy se denomina Sarandí), la puerta lateral del baptis-
terio, etc. Hl piso de la iglesia es de legítimo mosaico, y a
pesar de las injurias del tiempo y del abandono absoluto
en que ese local se encontró durante muchos años, los bal-
dosines, que forman bonitos diinijos, se conser\'an en muy
buen estado.
Cuando el edificio dej(') íle pertenecer a la comunidad reli-
giosa que lo ocui)ai)a. se destinó a Universidad. Kn un salón
lateral a la iglesia se estableció una especie de anfiteatro,
donde han obtenido sus títulos de médicos y de abogados
los compatriotas más ilustres, todos los que han pertenecido
a la generaciini gloriosa i)osterior a la Independencia,
ICse salón, que debiera considerarse como tina verdadera
reliquia histórica, se conser\a ai'm tal com(j en aquellos días
de trabajo intenso.
l'',l anfiteatro lo constituye una serie de escaños de madera
en forma de semicírculo. \\n el centro principal se halla
la tarima sobre la cual se
encontraba la mesa y los si-
llones que se destinaban a
las autoridades universita-
rias. VA abandono en que
se halló todo el edificio du-
rante mucho tiempo ha car-
comido las tablas y abierto
grietas en el piso. Pero aun
es tiempo de dedicarle a
esas reliquias un poco de
atención y ponerlas en con-
diciones de que se conser-
ven tal como están ante
las generaciones venideras,
que las han de contemplar
con verdadero amor y res-
))eto, por lo que ellas sig-
nifican en la historia inte-
lectual y científica del país,
lín el patio, que pertene-
ció entonces a la i)rimera
Universidad de la Kepiibli-
ca. se eleva un enorme ])in(j.
Fué plantado por aquellos
universitarios y salvado en
sus primeros años de cre-
cimiento, durante un furio-
so temporal que amenazo
arrancarlo de raíz, por el in-
signe periodista, ilustre re-
presentante de aquellas
épocas admirables, señor
Dermidio De María.
Todas estas venerables
cosas se hallaban ¡joco menos que sepultadas en una ver-
dadera montaña de tierra y residuos. Hubiera desaparecido
todo comido por el tiempo.
VA qtie se salvaran y hoy se hallen colocadas en su sitio
bist<')rico ofreciendo a las generaciones ji'tvenes im ejemi)lo
hermoso, se debe al esfuerzo generoso e inteligente del dis-
tinguido escultor compatriota, don Luis Cantil.
Cuando el señor Cantil, por encargo del (iobierno. instab'i
en ese liistórico edificio su F.scuela de ICscultura. salvó de
una segura y absoluta destruccii'ui a esos objetos, muy dig-
nos por cierto de que se les hubiera cuidado con más dedi-
cación.
Merece el señor Cantú el reconocimiento de todos y el
I'.stado haría obra buena dedicando a la conservación de
todo eso la mayor atención, con el complemento de destinar
el local que ocupa el Instituto de Higiene a un Museo
Colonial, nara el cual tanto material sumamente valioso
existe en Montevideo.
— SELECTA —
.MITREyLAMM
ANECDftTA
Moiitcvidcu. I'ebrLTíi j8 lic n>i/.
Scfi-'T <K>ct"r (it>n Ricardo Giiiilo KavuKe.
HiR-iios Aires.
Miichisinio ík- aiíradcciilo d cjt.':iii)lar <k- su
interesante libro sobre el jíeiieral Guido, a pro-
musito de! Paso de los .\ndes. La obra (U- usted
es la más ojiortuna contril)ución ([ue un nieto
de tan ilustre procer podia ofrecer a la solem-
nización del glorioso centenario de la épica em-
presa. (|ue. con la liberación de Chile y (hd Peni,
ase.iiiiró el triunfo de la inde]>cndencia ameri-
cana.
\o ni» telt.uo ahora condiciones i)ara escribir;
— ni tieiniH}. ni salud.
.•\lgiiiias (le las páginas de su libro lian desper-
tado niá-s de un pensamiento relacionado con mi
aiiligna amistad con los Guido, ((ue usted ha
evocado amablemente al enviármelo.
Otras cosas son resultado de una edad <juc \a
va alcanzando lejanias de ver<la:lera .senectud.
Sus referencias a im]iresiones del genera! Mi-
tre y de don .Andrés Lamas sobre el general
(lUÍdo. han tenido la curiosa virtud tle devolverme
a alguna escena <!e hace más de medio siglo. —
cuantío, es verdad, casi un niño, cabíame el ho-
nor de estar incorporado a la misión diplomática
ipie con carácter de .Agente Confidencial <lesem-
pei'iaba el sei'ior Lamas en Buenos .Aires.
l-as relaciones de Lamas y Mitre, casi frater-
nales en su juventud y en el sitio de Montevideo,
> algunos de sus accidentes ulteriores, como ex-
1 uestüs en forma cáustica por -Alberdi ("Bel-
grano y sus historiadores"), pueden decirse no-
tonas. — y tal vez siempre estuvieron accidenta-
das por alternativas de sincero afecto, y do as-
tutas duplicidades, tan fina como in;|ncbrantable-
meiite sostenidas de parte a parte.
Creo |M)der decir que en la ocasión a ipte aludo,
lanías acababa de ser victima de un singular
ardid de Mitre.
Se habia jugado mía partida verdiideramente
trascendental, en la (|ne las miras de la política
interna de Mitre. (|uedaroii satisfechas en sus
proyecciones internacionales con la conquista de
la deferencia del límperador del Brasil. (|ue jiasó
integramente de la cordialidad de -Montevideo.
a la intimidad con Buenos .\ires. — de donde e!
origen \ la base de las inteligencia^ (|ue habiaii
de culminar oportunamente en la consiiniación
de la obra cmiireudida con l-'lores en el listado
Orienta!, y la triple alianza y la destrucción del
Paraguay.
Lamas no había (¡iierido. ni pensado ir al'á, v,
cimio es natural, su mal humor era profundo.
Xo obstante su gran talento, a Lamas le habia
tocado, pues, la desventaja.
Mitre era dueño de su juego, teniendo en su
mano ¡os resortes de su autoridad absoluta en lo
<|ue a él toca!)a al tratar de conquistar, para si,
o para sus jilanes. las gracias del Emperador.
Lamas las quería para el Gobierno de Berro, bien
&^Jkmi((MMm
({Ut.'. en vt-rdad. esto luibÍLTa si^nilicadn u! so-
metiiiiÍL'nto di- Ilcrro al l-jiipcradcr (¡cuánto va-
lor para llamas!), cosa (|iu' lícrro ii;i (|uiso. co¡i
lo (lUf, cii resumen. i|UL'dó p.-rdido el csfuerz.» del
que no tenia niás autoridad (|ue la tiue su (mí-
hierno !e diera.
Su mal iunnor t ué profundo.
l'jitre tanto, el representante brasilero ipie en
aquel lio habia intervenidí». y (pie. jior su parte,
era el \ erdadero \encedur. el señor l.oureiro,
Ministro (pie debia regresar a Montevideo, no
podia dejar de dar el scTo propio de una cam-
paña diplomática de afpu'l gt-nero. con el inevi-
table complemento de su bauípiete de despedida
al partir de Btieiios Aires.
General Don Tomás Guido
l'".l señor l.oureiro brinih'». como era ile rigor.
a la saluil de Su I\xcelencia el señor líeneral don
llarlolomé Mitre. Presidente de la República
.Xrnentina.
\'\ .general Mi'.re brindó en se.n'uiíla por Su
Maje-'lad el lüuperador del llra>il... extendién-
dose lue^n) en una be'Ia apología de la influen-
cia europea sobre la civilización y la.s prosperi-
dades americanas.
b'.ra decano <le! cuerpo diplomático el Ministro
(k l'Vancia. Monsieur J.,efé'vre tic Becour. y locó
a éste corresponíler a aquella oficiosa galantería
con el viejo mundo, lo tpie verificó baciendo notar
que sólo ])(ir circunstancias ineludibles podia ex-
cepcionabuente sentirse en otra forma que la de
la benevolencia la acción europea en las rcpú-
blica> de América (por aqucdlos momentos los
ejércitos franceses nos atronaban con su es-
truendo en la tierra mejicana, lín la Catedral de
Huenos- Aires se bacía el funeral por la caida
de Puebla), don Andrés Lamas bal)ía enfundado
el discurso que como un Himno a la paz Tevara
preparado para el banquete -- cuyo ambiente no
le pareció propicio para lo (pie habría tpierido (pie
fuese un desquite de la derrota (|ue en todo
atpiello había sufrido.
.Al ilia siguiente se desípiilaba en diálogo con
su Secretario.
ICl señor Lamas no habia dejado impune aque-
lla actitud del Presidente argentino (|ne. en tales
monieníos de dolor e indignación de los i)ueblos
de América. prt)])orcionaba a! rei)resentante tle
N'apoleón III la oportunidad de justificar -la
lección infligida a Méjico.
Sabiendo lo que podia mortificar al autor de
la Historia de Belgrano. y ai)rovecliando la cir-
cunstancia del parentesco politico (pie unía al
Ministro francés con el autor de la Meuujria
-obre e! Paso de los .Xndes. habia ahuecado la
\()/:. para que, dada la inmediación de los asien-
tos ((ue los tres personajes oen]>aÍ)an. el general
Mitre no pudiese dejar de oír. C(ínio oyó, las
-iguieutes palabras dirigidas a Monsieur Lefé-
vre de Becour: * ' ,; Qué noticias puede usted darme
del señor general Guido. t7 hombre más ilisHit-
(luido de la Kepiiblica Argentina? ' '.
^' Lamas estaba seguro de haberle amargado
aíjuel momento del ban(iuele al general Mitre.
Otra vez gracias intr su interesante obsequio.
\ i)erdóneme nii imposibilidad de escribir, (i)
Con la vieja amistad.
José Siíitru Carrauza.
' I ) .\l liUrar a la piihlicidad c.itu [láiriiia du itli-
leiicia epistolar, juhlu t-s ipie f^u ctmni.LiiR' \u ipie >'\\i
pei'jiKÜear a su olijcto aiiecclúlit-n. puLMir .-^urvir a li»»iiiio-
el carácter de las altaa pcrsonalidailes de eiiyu iceiieniu
trata.
Arii. es de notar la iioblev-a C'Hi (pie el ilusliadu
anior del libro suhre el general <niido, deHiim-s de se-
Ñalar la Injusticia con que variod escrilorts, entre l'ts
(pie figura el (¡eneral Mitre, prelendleroii oseurceer el
nn;r¡to del ilustre procer colaborador de San Marlin
y (le líel.iírano, se cvpresa en los términos aiiriiienle.s :
« El creneral Mitre, no ohstiinte, eon su reconoeidu ecnií-
niniiíiad en sus úlriniori años, tuvo |)or el ¡loeta (¡uidu
spanu una sintrular amistad, visitándole o escrihiéndule
cartas o eaquela.s del nuis vivo afecto. El poeta rusiieiü
tainlfién al irrande liomijre y a su difína memoria, y e
día del faDeciniiento de don Bartolo, cuiíieideiUe con
el (Hiomástieo de aipiél, se cerraron las iniertas de sn
lio;.'ar para (pie todas las flores de los jardines de Itue-
nos .-Vires fueran a la tumba del muerto ilustre, a ta.-'
cuates a^re^ara el bardo, profundaniente eunmovidu.
una simbólica palma».
I'ara terminar esta anotación creemos jioder a.irrcírar.
apoyando el esiiírltii que insiiira las prceedentes pala-
liras, ((ue. se;i:ijn nuestros recuerdos, cuando se solem-
nizó en Buenos Aires el centenario del general Alvuar.
la forma con que < La Nación > se asoció al homenaje
consistió en la reproducción del clásico discui'so pro-
nunciado por el fTeneral (ínido en 1854 al transbordaise
en Montevideo los restos del venced()r de Ituzain^^ó
venidos de los Estados Tnidos en viaje para Itueims
Aires.— V fué en realidad un doble bomenaje, siendo i-l
diario del .ireneral Mitre el (pie enaltecía la memoria
(iel autor al i)r(>hijar su ol>ra bajo el epígrafe de • l*A-
OINA UE niioNcp; ».
Nada de eso disminuye la .L'raeia del alfilerazo diplu-
niatico de don Andrés Lamas: comprobando sólo qui-
llay rasgos de cortesía (pie en su hidalga espontaneidad
valen más (|ue una reparación por la armas.
Sicnru Carranca.
SELECTA
l^on su porte magestuoso, con la noble sencillez de sus actos,
^** con la elevada cultura de su espíritu, magnificó - doquier
la llevara la carrera diplomática de su esposo, el eminente com-
patriota don Daniel Muñoz — los prestigios de nuestras damas
y la distinción de nuestra sociedad. En las cortes de Europa y
ante los gobiernos continentales, su figura gentilísima fué siem-
pre un triunfo de elegancia. Actualmente ocupa en el gran
mundo argentino un puesto de honor.
— SELECTA —
»
DE: L_A rQAheE-
^ PACL
ti
n./r\icbei AhntbAutL
MIcliel Ainiebault, es uu pseiuUSnlmo que
};uard« en sus mantillas a un eximio escritor
francés, que no quiere que su modestia sea
tocada por la luz det día. Es un ori^cinal:
todo ParÍ3 lo sabe y hay que respetar su
determinación de vivir contento en la bruma.
El artículo que insertamos sobre la perso-
nalidad de Eufienlo üarzún. debe aparecer
en « Les Xouvelles ■. publicación quo se edita
bajo los auspicios del Ministerio de Relacio-
nes Exteriores de Franela. Al a;rradecer muy
íntimamente al señor Micltel Annebault su
concurso, esperamos que su preciosa colabo-
ración seiruirá favoreciéndonos.
Lti Hi'dacción.
1h y a quatre siécles passés, Christophe Co-
lomb (iécotivrait l'Amérique — et encoré
celte (lécouverte lui est-eHe contestée. I! y
a vingt ans, 1 'Atnérique (lu Siid, en tant que
nation. socialemeiit. inte'Jectuellenient, écononii-
quement, nous était á peu pres inconnue, á naus
latins et peuple propagateur de toutes les initi'a-
tivc.í et de tous les progrés. Phénoménc inouí
de paresse et d 'inconsciente indifférence! Nous
avions laíssé fuir quatre siécles, et niéme un peu
plus, sans nous inquiéter d 'une terre merveilleuse,
neuve. á I'aubc de- la vie. qu 'aucun de nos poetes
n 'avait cliantée. qu "aucun de nos économistes. —
fait plus grave, — n "avait tenté de rapprocher
de nous, pour qu "elle réponde á nos besoins. 11
tallut que. devant 1 'emprise allemande, un homme
politique de cette Amérique. un littérateur et un
artiste. un i>olémiste et un gentilhomme, mit sa
gráce énergique et fiére á faire cesser notre in-
concevabie ignorance á son égard. Kt celui-lá
qui est notre hóte, qui compte parmi les p'.us
I)récieux et les plus dévoués amís de la France,
c est M. Kugenio Garzón. \'.t \\ y a peut-étrc
une saveur ¡)lus intense a se que ce soit justc-
ment hii. citoyen libre de la libre Amérique la-
tine, qui vienne á nous, nous offrir d 'ainier et de
servir cette P'rance si attirante. simplement, pour
le plaisir de l'ainier et de la servir.
Comment cette idee cbevaleresque et d 'un si
grand intérOt i>our 1 'avenir, vint-elle au propa-
gandiste uruguayen ? Les diverses et fécondes nia-
nifestations de sa tenace action journalistique au
h'itiaro. nous 1 'apprendront.
11 y a vingt ans. TAmérique du Su<l se pcrdait
dans les nuages d un Hldorado fantastiquc, plus
pres de celui que découvrit Candide. íiue de la
stricte réalité, lorsque Kugenio Garzón débatqua
en France. II vint a Paris. avcc un i)agage im-
niense. qu'on ne voulut d 'abor<l pas recoainaítre.
Deux années entiéres. il batailla pour luie idee
qiii lui était chére, mais (pii apparaissait á tous
si étrange. si dénuée d 'immédiat retentissement...
Rapprocher d'F.urope. par des liens de commerce,
de culture, (rintcllectualité, d'art. cette lointainc
Amérique?... Oui, éviilemment. í^'idée était cha-
toyante comnie un beau bijou exotique. Mais de
combicn de difficuliés allait-on s'enconibrer, par
ipielles déconvenues serait-on arrété. de (luolles
rmbuches ne sénierait-on pa sa route. avant le
biit? Kt pour (|ucl résuUat final, en somme?...
Ka résistance a ees piisillanimités routiniéres exi-
geait autant de viilonté (pie de tacl. iuigenio Gar-
zón, seul. (lisposait d "assez d'autonté et de cette
science morale qu 'on appelle tour á toar ])sycho-
!ogie et connaissance des honrmes. i>our les vain-
cre. Un jour, cnfin, il mit sur pied le projet long-
lenips caressé. elaboré fiévreuscment et avec
amour : l'Amérique latine, par ses soins. allait
vivre sa belle vie iiulépendante attachée á la
vieille civilisation d'KurojKí. niéritant d 'avance
ce mot de Leroy-Bcaulieu : " Ke futur foyer
ouvert aux classes déshéritées de l'Kurope". Le
l-igaro serait 1 organe, la tribune, d 'oñ partirait
son essor.
Depuis. jusqu'en 1914 oíi un inci<lent faillit
casser la tram« de l'teuvre entreprise. Garzón n 'a
pas cessé une heure de remplir !e mandat qu'il
s 'était imposé. Au fígaro, il poursuit ses cam-
pagiies. Ses articles. parus a Paris, consacrés par
la renommée de la premiére ville du monde, sont
reproduits en Amérique du Sud, dans l'Argen-
tine. au Brésil, dans 1 'Uruguay, au Chili. Ses
correspondances de journaux sud-américains se-
couent l'apatbie. iiouent des relations économi-
ques. financiéres. artistiques. intellectue'.les. Ses
Üvres sur l'Amérique latine, — Argentine, Brésil,
Chili, l'Uruguay. — ouvrent des borizons insoup-
goiniés a toutes les branches de l'activité euro-
péenne. }*rofondément documenté, écrivant avec
la forcé convaincante de l'apótre. Garzón parvint
lentement a son but. Kn i(jo8, il a la joie de ré-
diger une brochure sur le voyage en Amérique
du Sud de M. Bénard, président de l'Administra-
tion du Cheniin de fer métropolitain. Minee in-
cident social, dira-t-il lui-méme mais dont le base
méme fait présager a plus heureuse et la plus
utile des manifestations financiéres franco-amé-
ricaines. Kt ce voyage sera un triomphe.
Ami de la France, Garzón combat, a Paris.
dans tous les centres intellectuels et mondains oii
sa hautc courtoisie lui a fait trouver inmmédia-
tement la plus enviée fies places, par la parole,
par sa présence. par ses écrits. Sa vie est míe
lutte perpétuelle avec toutes les forces adminis-
tratives attardées en des lenteurs tatillonnes, —
lutte qu'il sait admirablement voi'er d'élégance
et d'un sens affiné de l'art. L'Ecouomisíe sud-
íitnéricain écrira á son proi>os':
"Garzón eut á lutter, comme on lutte pour
imposer une idee nouvelle, quelque chose de pas
encoré fait. II travailla. comme il le dit lui-méme.
contre vents et marees, et de ce dicton populaire,
il fit sa fiére devise, qui couronne maintenant les
dix gros volinnes d'informations, d'études, de
rapports, (pii fornient son ícuvre sud-américaine !
"Gráce a lui, Le Pujara a recueille les suffrages
et les abonnemcnts de uiiKiers d'Américains du
Sud, heureux de trouver une feuille parisienne.
leiir donnant chaqué jour des nouvelles precises,
politiques. sociales, financiéres, de leur pays.
"Gráce á lui, a la rubrique créée au Figaro, les
banquiers, les économistes, les capitalistes ou les
simples curicux de savoir, savent chaqué jour ce
qui peut les intéresses, leur étre utile.
"Gráce au l'igaro. Kugenio Garzón a nu. de son
cote, établir, en faveur de toute l'Amérique du
Sud, en particulier du Brésil. de l'Uruguay et
de 1 'Argentine. une tribune mondiale. d '011 ra-
yonne la pltis féconde et plus puissante publicité
qui soit. pour le plus grand bien general et pour
1 'épanouissiement économicpie du nouveau con-
tinent.
"Avocat sans rival de 'a jeune Amériípie au-
prés <le sa vieille sieur. iTuirope, et de sa non
moins vieille cousine germaine, la France, Gar-
zón est devenu m)tre comiíatriole d'adoption, de
cieur, de vie, de pensée. "
Action d'avant-guerre, (pie celle-lá. mais dont
le Gouvernement fran(;ais mesure déjá la portee
puisípi 'en i(>i3. il recompense radmirable effort
amical de Garzón par la croix de la Kégion dlion"
neur. Comment 1 'eut-il recompensé un an plus
lard et depuis? l.es servicos de pareils hommes
ne se peuvent payer en honneurs. lis se i)aycnt
avec le canir. 1/éminent directeur du l'igaro,
Gastón Calmettc. 1 'avait bien compris, lorsqu 'en
i(j09. il reincrciait en ees termes Garzón (le sa
réussite :
''... Xotre collaborateur méríte tous nos re-
merciements et tous vos applaudissenients. Son
íeuvre patriotique est splendide, presque f éeriquc :
il a rai)proché deux continents! II a uni les Ré-
publiques sud-américaines á la Réi)ubli(iue fran-
caise, avec une méme capitale : Paris. dont vous
avez fait votre ville d'adoption, en méme tenips
que vous faisiez du l'igaro votre journal de predi"
lection. . .
''... Je vous demande de féter ce diplómate
prodigieux et de lever nos verres á la santé de
Garzón."
Des mois se passérent encoré. Cet ami de la
France. précieux a plus d *un titre et apprécié de
tous venait de quitter Le Figaro. forcé par des
incidents pénibles, qu'on eút dü épargner a ce
gentilhomme et a cet artiste. Rentré dans son
pays á Ixjrd de /(/ Princif^essa Mafnlda. son vo-
yage fut un triomphe et 1 'affirmation de la réali-
sation de ses projets, i^es amis du ¡¡ropagandiste
se pressaient sur sa route. heureux de le féliciter.
comparant leur grand compatriote á Don Quijote
et á Paul-Louis Courier. Alors. Garzón ])ut réelle-
ment se réclamer de S()n grand a'ieul de la Manclie
es])agnole : la guerre venait d 'éclater. Garzón, se
souvenant de son effort et de la fatcon dont la
l'Vance. sa patrie d'élection, avait compris et salué
ses campagnes courageuses. dit un seul mot: "Je
rentre!'. Parole lapidaire digne de son ])ére. le
general Garzón, un des chefs de l'índépeiul'.ince.
II rentre. en effet. au mépris du danger mari-
time. II rentrait pour recommencer de nouvelles
et i)lus fécondes teuvres ([ui nous íirL-nl niíeiix
a]>précier encoré l'immense et inconiniensiiraiilf
précédent qu'il avait creé.
í.e lendemain méme de sa rentrée a Paris. Gar-
zón réoccupait sa place au ¡-igarii.
Cette place, il n 'a pas cessé de la lenir avec
esprit, science et tact. 11 a comhattu á l.yon, lors
de la semaine latine de l'Kxposition; combat
commercial, mais <pii n 'en est ¡)a.s nioin-; pri-
mordial á gagner.
Son 'euvre morale est incalculable, .\vanl d 'en-
trer dans le détail des amitiés sud-américaines.
j 'ai temí á la sahier ici. pt>ur la solídité (pi "el'e
a su dninier á un grou])ement social, pour rini-
IMirtance qu'elle a fait acquérir á un lien d'amitié.
amitié éeonomique. intellectuelle. financiére, ar-
tistique. amitié (pii. gráce á lui. le précnr-seur, ne
se dénouera plus. K'Améri(pie latine, groupemenl
de penples, est définitivement sondee á l'l''u-
rope. I/épreuvc de la guerre et la genérense atli-
tude prise par la jeune Amérique nous en sont la
plus grande preuve. K'océan Atlantiíjue n 'existe
plus que comme un trait d'union (pii i)araohéve
1 'accord in(íral, non comme une mer qui separe
deux races.
Garzón, celui que Rubén Dario, !e grand poete,
appcla le Mousijiietairr de la Fíala, unissant ain-'i.
dans une formu'e heureusement roniantíque, ses
qualités de fongue retenue et d'élégancc spiritue-
lle de bautes et purés races, incarnera désormais
l'Amérique latine elle-méine. Son (euvre est in-
separable de 1 'homme tres fin, tres bou et tres
profondément psychologue que tant de Parisiens
ont appris á connaitre et á admirer. Une fois
de plus et publiquement, au seuil <le mes études
sur les Amitiés sud-américaines, je suis fier et
joyenx de lui diré au nom de tous: " Merci ! ".
Miehel .íiiiicltiinll.
— SELECTA —
Todos los dones de la belleza cedió Natura^
para distribuirlos armónicamente en su rostro
y en las líneas de su cuerpo» donde los ca-
prichos de la moda prenden siempre nuevos encan-
tos. Su carácter complementa los atractivos de su
físico admirado. — Esposa del distinguido político
y jurisconsulto doctor Juan José de Amézaga, su
gracia de diosa y su exquisitez mundana, le valie-
ron en la sociedad argentina el homenaje de todas
las simpatías y el agasajo de todas las admiracio-
nes. Nuestra sociedad valora tan elevadas cualida-
des, rindiéndole todas sus más altas consideraciones.
SELECTA —
GaDifan Ceneml
en tbrlvoal
pi
()X MigiR'l XiméiK'z, (If hi casa del mis-
nii) apellido (lue hoy tiene cii lURSlrn i)aís
tan distiníiuida y honorable descendencia.
fué uno de los Generales inás ilustres del Reino
de Portugal.
Una nota sobre esta i)ersona!i(hi(l i|ue en el ex
reino ostentó el titulo de \'izconde de IMidieiro.
tiene un gran interés.
Paia darnos acabada idea de la carrera triun-
fal que el general Xiniénez cumplió en 78 años
de su vida, nada mejor (pie estos apuntes hechos
en 1884 i>or el venerable tr;ulicionalista don Isi-
doro De María.
He a(|uí esos apuntes :
A la edad de 78 añi-s ha íallecid"> en Ijsboa
ese personaje, oriundo de Montevideo, y ligado
por vínculos de parenleíco a distinguidas fami-
lias de nuestra sociedad.
Kra hijo de don Manuel Xiniénez Gómez, an-
tiguo vecino de Montevideo, y de tloña Margarita
Rodríguez, y hermano <le la señora doña Juana
y del señor don Salvador Xiniénez. por i)arte
de ])adre y madre. Su fallecimiento tuvo lugar
el 21 de Mayo último, después de una enferme-
dad peno-^a, rodeado de su amante hija doña Ma-
riana, manpiesa de Castellos Meilhor, de sus nie-
tos y amigos. Murió como creyente, recii)ien lo
los auxilios de la re'igión (pie ])rofesaha.
Fué su última voluntad ipie en su entierr:i se
excusasen las honras militares.
Tres días antes de entregar su e-piritu a^
C-eador. recibió casualmente en su lecho de dolor
la ben(h'ción del Santo Padre Pió Xono, (pie en
vida de ese Pontífice le había disiicnsado en oca-
sión de hallarse gravemente enfermo, y ipie a
consecuencia de halierse traspapelado, nn \v había
^ido remitida antes ])or su hermano don Salva-
dor, en cuyo ikhUt se encontraba.
Oriental ])or el nacimiento, el general Xíménez
y miembro honorable de la estimable familia que
lk>'a su apellido, nos merece xut sentidii recuerdo
al desaparecer de entre los vivientes,
l'*l rango ¡lue ocupó en Portugal, su patria adop-
•Jva desile joven, y donde vivió 60 años, y las dis-
linciones de que fué (dijeto en su larga y brillante
carrera, ileben ser un motivo de sincera satisfac-
ción para nosotros, recordanrlo (pie tuvo su cuna
en nuestra (pierida Monteviileo. donde reciliió
-u ¡)rimera educación, pasó sus primeros años,
se distmguió en la vida social por su cultura y
heÜ!» carácter, y ciñó por primera vez la espada
en clase de oficial de los civict^s.
Trece condecoraciones adornaba:i el pecho del
bizarro general Xiniénez. I'*ra X'izconde del Pin-
heiro, del Consejo de S. M. la Reina. Comendador
de la muy nob'e Onlen de la Torre y l-lspada.
del \'al<ír. Lealtad y Mérito: Comendador de la
Orden Militar de Xuestro Señor Jesucristo y de
.Vuestra Señora de la Concepción de \'illa \'i-
coza : Comendador por S. M. Católica en las dis-
tintas Ordenes de Carlos III de primera y segunda
clase, y de Isabel la Católica, también en las mis-
mas órdenes de primera y segiuida clase; Caha-
Kero de primera clase de Orden de Mérito Militar
de San Kernando de España, condecorado con la
Cruz de honra por las campai*ias de Montevideo.
Brigadier de los Reales Ejércitos, ex Gobernador
de la Provincia de Angola, etc.
Como tuvo lugar su ida a i'orlugal y su ca-
rrera en el ejército de atpiel reino, vamos a de-
cirlo.
l'ji la época de hi dominación lusitana en Mon-
tevideo, se liosi)edó el general Saldaña en casa
de don Manuel Xiniénez Gómez una de las prin-
cipales enli)nces de esta ciudad. Habitó en ella
dos años y contrajo con ese niotÍ\ o relaciones
iiuimas de amistad con la familia Ximénez.
Gustó mucho de! joven Migue', mancebo de ]ire-
seiicia arrogante >■ de bello carácter. >■ le i>ro-
fesó verdadero cariño, (¡ne le conservó en la vida
con ]iredilección_ Distinguido por Saldaña. el
año 2^í cuando surgió la lucha entre lusitan,>s c
imperiales, se formó el cuerjio cívici^ al niand',) cU!
])alrioIa Murgiondo. y el joven Miguel Ximénez
fué nombrado su ayudante. En esa clase hizo su
estreno en la milicia, sosteniendo simpática causa
de la libertad, iiroclamada por el Cabildo Re-
presentante de Montevideo, bajo la protección de
la división de voluntarios Reales, a cuyo frente
se hallaba el brigadier dcm AIvan> da Costa de
Souza Macedo, gohernador de la i)!a/a. Sabiilo
es (lue entonces el dulce nombre de Patria estaba
en los labios de los orienta'es, (pie creían llegada
la o]iorlunida(l de recon(|ni-^tarla. cuamlo por la
voz entusiasta del Cabildo Representante de Mon-
tevideo se les decía :
"Orientales! I, a guerra está ]>rineipiaila. l,a
í^'\ isi<')u de \'ol uní arios Reales (pie tan genero-
samente nos ha íranipieado armas y niuiiicioius.
está líTÓxinia a embarcarse de regre-^o para l'.u-
ropa. después (¡ue haga desaparecer las liues" .-
del barón de la Laguna (pie asedian esta p'aza.
Todo nos anuncia (pie este es el tiempo de rcco-
l>rar nuestra dulce y adorada libertad.
Con esa esperanza y pariótico propósito sc ttr-
ganizaron los cívicos en ocho cmupañías. teniemio
pi^r capitanes a los {¡atriotas don Antonio Clio-
liitea. don Román Aclia. don Gabriel Pereira.
don José ^[aría Platero, don Manuel \'idal. (h<n
Juan Benito Blanco, don José Xeira. y ilon Be-
nito Pombo. siendo Ayudante Mayor de! cuer])o
don M ignel Ximénez.
Se orga:Mzaron también las milicia^ (U- caba-
llería al mando de! Mayor Comandtinte d;in Ma-
nuel Oribe, y en las tpte tuvieron su puesto de
honor los b'igueredo, los Burgueño. los Casavalle.
los Lapido. los .\!eman, los Irureta. los Aria,
los \ ida! y otr(íS orientales, cam peones después
del añr. 23.
A esa campaña del _'3 se refiere una de h.s
cruces de honra (pie figuran en la- condecora-
ciones del X'izeonde del Pinheiro.
A principios del año J4 la divisii'-u de \'o-
. untar ios Reales se em!)arcó jiara l.i-bi «a, \ di.u
Miguel Ximénez i)artió para el mismo destino
en com])añia del general don .\Karo da Costa, (pu-
lo distinguía.
l'.l ol)jeto principal de su viaje fué el de rea
üzar un cobro de su señor padre.
Protegido alíi por el geiu-ral Saldaña ipie lu
Ir^spedó, contrajo las mejores re'acioue-, deci-
diéndolo a seguir la carrera miliiar en aquel
reino. Desde entonces formó la resolución de
cpiedarse en Portugal, díuide con el andar del
tiempo se creó una buena posición, tomo estado
y fué jefe de familia distinguida, permaneciendo
Don Miguel Xímenez
alli por el espacio ile fio años hasta su falleci-
nuento.
Sucedió la guerra contra el reinado absoluto
de don Miguel, cuando el famoso don Pedro 1,
duipie lie Bragauza. abdicando el trono del Im-
perio del Brasil en su noble hijo don Pedr(» 11.
ünstre emperador de esa naci<'>n amiga. ]»arlÍo
¡lara (Jpoiti a dar la liberiail a Portugal y cidocar
>u corona sobre las síene- de su hija la excei-d
doña Maria II.
bji esa lucha el general Ximén,z militando oon
el rluque de Saldaña bajo las han: leras del ii;-
trépido Ximénez. k' dice :
- -' ' .Miguel. ju.Liabas tu cabeza t'U este lance.
extralimiía-ulo nii> órílenes. !■>-■■- un liéroe ! ' '.
En el siii,, de Lisboa hace ¡irodigios de valor
loman lio una de sus I<iriinilali'es baterías, p )r
cuya heroicidad jiersonalniente don i*edro I co-
loco Si ibi'e su cundió el collar de la Orden d-j
Torre y i'lsiiada. que osu-nlaba entre sus conde-
coraciones.
'lauto ¡o distinguía el duque de B:";igan/a. que
11:1 dia i-a-a:nIo eon el de Saldaña uor freuie de
la casa de la dama pretendida ])or Ximénez. en
que aparecía, le dice a don Pedro I: " .\<piel!a
es la pretendida <lel general Ximénez'". ' " \' ])or
ípié no .'-e casar, le coiuesia el dnipie de Bragauza.
\o nii-nio voy a pedir su mano, y st ré su 'pa-
drino. ' '
Dicho y hecho. La pidió, _\ fué padrino iK- su
eii'ace con la X'izeondesa de Pi.1'1 .-'ro.
Cuando emign'i don Carlos de b'.spaña a Por-
tugal, íuc comisionado a reciliirlo en la t lon-
tera el general Xiniénez, coiuo c:l. e' ano e.i
cuya ocasión le ngaló don Carlos, grato a su
caliarero-idad. un lu-rnioso caba"o bla:;eo y ini
par de ricas pistolas, coniti recuerdo.
— SKI.KCI A —
— SELECTA —
NVE/TR0~CRAN~MVNDO"DE"ANTAÑO
/NldiVldad -
A ¡a amabilidad — íntimamente agrade-
cida por nosotros — de una distinguida
dama, debemos hoy la transcripción de la
interesante nota social que ha de leerse en
seguida. Data de iS6j v el cronista describe
una espléndida fiesta realizada en la resi-
dencia veraniega de doña Pascuala Caniusso
de Lecocq.
..." Volviendo. ])ues. a la Noche Buena,
qite bien jHidiera llamarse de amor y de ado-
ración ¿habréis, acaso, asistido, lectoras
mias, a nuestra suntuo.sa iglesia Matriz, en
la que, con pompa solemne .se celebraba el
nacimiento del Divino niño Dios? F,l templo
vestido de gala, los cánticos sagrados, las
luces de miles de bujías, y todo un pueblo
prosterna<lo. reverente, adorando al Re-
dentor es, en verdad, un espectáculo (|ue
impone, (fue impresiona al corazón . . .
Fuera de la iglesia, la hermosísima plaza
iluminada a gas. llena de árboles y misterio-
sas frondosidades. Los solierbios acordes de
la música sagrada con que concluye la misa
de gallo, hacen abrir las puertas del templo
de par en par, y se derrama por las pinto-
rescas avenidas de la plaza una multitud
animada y multicolor, de damas elegantes
v niñas encantadoras. ¡ Qué mágico .gol])e
de vista, y ((uién hubiera podido escuchar
los tiernos coloquios que se confundían co:i
el murmullo de los árboles agitados (¡or la
brisa ! A las dos y media empezaron a (|Ue-
dar .solos los paraísos, las acacias, los o:n-
búes ; como ellos, abandonado, suspiró, a su
vez el cronista, constatando la triste soledad
en que volvió a quedar la plaza, hasta (jue
volvió a animarla «1 bullicio de e.sas gentes
sencillas que, hasta el amanecer, festejan al
son de panderetas y castañuelas el naci-
miento del Redentor. ¿Y qué decir de vues-
tros miriñaques, tan habituados a mecerse
suavemente y con holgura ?, que para ellos
la Noche Buena fué de apreturas y destruc-
ción, en la estrechez de las naves del tem-
plo, primero, y en las avenidas de la plaza,
desjíués. Quedaron maltrechos hasta los de
más sólida armazón !
— Día 25. — Sale el sol a iluminar un
magnífico día de Navklad. esperado ansio-
samente para la realización de las diversio-
nes proyectadas, casi todas ellas en el
campo, en las quintas de los alrededores, a
orillas del Miguelete y del Pantanoso. —
Desde temprano corren en esta dirección in-
finidad de carruajes que hacen estremecer
las calles, quitando el sueño a más de un
cronista. En tanto que vosotras discurrís
sobre la brillantez y las alegrías de aquel
día. yo solo podré describiros la fiesta que
se celebraba en la chacra del caballero don
Francisco Lecocq.
Después de atravesar el | mente del .Mi-
guelete. en el Paso del Molino, asciéndese la
elevada cuchilla desde la (|ue se domina el
])anorama completo de la ciudad, continua-
mos tras]X)niendo colinas pintorescas, hasta
que. de re])ente. casi a nuestros pies. a])arece
ima casa blanca, rodeada de paraísos y oni-
búes — y se adelanta a recibirnos la ama-
ble y simpática dueña de casa, señora Pas-
cuala Camusso de I^ecocq. — Su sonrisa
y amabilidad no son convencionales, no nos
reribe por v.inidad ni por ostentación, sino
(pie goza y es feliz con la alegría nuestra.
.Vdelántan'se, con ella, tres señoritas que
son lílisa y \'ictoria Lecoc(| y Juana Ca-
musso. Las primeras se caracterizan por su
gracia y espiritualidad, lín la tercera, todo
es bellez.-i v juventud. ¿Veis ahora ai)arecer
por entre los arboles a ese respetable señor
que se apresura a saludaros? l",s don l'Van-
Doña Pascuala Camusso de Lecocq
cisco Lecocíj. No estrañéis (|uc os estreche
demasiado la mano, o (pie os la retenga un
u'omento en la suya : es muy broniista. y
hov se siente teliz ])on|ue os brinda hos])!-
talidad. — Llegan dos elegantes carruajes.
De uno de ellos baja doña Isabel Torn(|UÍst
(le koosen, de fina y delicada belleza, con
el trato sencillo (jue es buen tono. — Lleva
(le la mano a su i)e(|ueña hija Tuly. Comple-
tan el grupo la señorita Ro.sa Torntiuist.
tan lind;i como modesta. Celedonia Salva-
ñach, la de los negros, chispeantes ojos, la
espiritual señora de Diehl, Flora Parker,
elegantísima, v María língracia, su her-
mana, dulce y simpática a la vez. — Llega
otro coche en el que viene la amable .señora
doña Felicia r,arcía Zúñiga de X'illegas. —
¿Cuál es la más linda de sus tres hijas Fer-
nanda. Clara v Dolores? V,\ cronista no ])0-
dría resiionder. y junto a él |)asan las tres,
como adorable, hechicera visií'in. — Detié-
nese. luego, un tílburv. conducido ])(ir un
caballero (pie, joven aún. es padre, sin em-
bargo, (le la preciosa niña (|iie se apea : es
ésta .Manuelita Ouevedo. Su semblante re-
fleja el candor de su abra, y en sus ojos
brilla la alegría. — Sigue el carruaje ipie
trae a la resiK'tahle señora María Ouevedo
de Lafoiie v a sus hijas. -Marta, la de la
bella, esbelta silueta. .\na v Julia, niñitas
aún. — ICn a(|Uella volanta de la que bajan
varios caballeros, viene la señorita Petrona
Luna. F,l tupido velo que le cae sobre la
cara me impide verla. — Juzgadla vosotras.
— Cierra la comitiva femenina el coche de
la .señora doña Coya C.óniez de Oliveira, a
la (jue acomi)aña la joven y elegaiitisinia
señora .Angela Salvañacb de Nery. l'",u el
gnuí corredor de la casa aparece ahora la
joven y bella señora Casilda ( ). de Camus-
so ; a su lado dos niñitas llenas de gracia 'y
dulzura llamadas Pascuala y Carmen.
Pero, cronista — diréis vosotras — ¿cuán-
do i)iensas hablarnos de los caballeros? .\lio-
ra mismo. Son mnchísimos y llegan, ca-
balgando en briosos corceles, algunos, en sus
volantas los demás. — Los nombraré, jia-
sando ])or alto la individualidad de cada
cual, a fin de que juzguéis vosotros sobre
sus res|)ectivos méritos; Francisco de F'.li-
zalde. Sariiel F. Lafone. Juan José de He-
rrera, llermann Roosen. Francisco (i(')mez.
Tiian Ouevedo. .Vdán .Mtgell, Cuilleriun
Hoh;n. doctor d'Oliveira, .Vnlonio .M. Pé-
rez, .Ministro de Hacienda; .Mfredo de Hr.i-
ver. Tose d'Oliveira Nery. l'',uri(|ue .\lsina.
Thomas y John Best. Francisco Villegas.
Bernabé Demaría, Rafael Fragiuiro, Ri-
cardo Roosen. Rafael Ca;nusso. lúigeiiio
Arana, Manuel Carcía de Zúñiga, 'Pomas
'l"o;iikinson, Cil Alfaro.
l'ero volvadnos a la descripción de la lies-
la. — Concluida la cordial rece]ición inicióse
un |)ase() por los sitios más amenos de la
(|iiinta, en cuya calle jjrinciiial, de grandes
árboles, habíase i)reparado el juego de la
sortija. Los aíorlunados vencedores reci-
bieron coronas de manos de las más hermo-
sas niñas de la reunión. — Llegaba, entre
tanto, la hora del banf|uete. y cada caballero
debió ofrecer el brazo a una (kr.iia. — La
gran mesa, de setenta cubiertos, lujosa-
mente adornada, y provista de los más deli-
cados manjares, había sido puesta en una
magnífica avenida de añosos álamos. f|Ue le
prestaban la sombra de sus elevadísimas
co])as. — La [¡residían las señoras de I,ecoc(|
y de Lafone. .\sí, reunida toda a(|uella ele-
gante sociedad, con el césped ])or alfombra,
v el cielo por dosel, festejóse allí <ligiia-
iiiente el gran día, entre conversación aiii-
irada. tan ani rada que se hacía difícil oir
algunos de los brindis que se líronunciaron
])or las ¡lersonas más cons])icuas de la mesa.
FU señor Lecoc(| brindó por el Presidente de
la Rei)úb!¡ca y por el Ministro de Hacien-
da, allí ])resente. — Llegaba el sol a su
ocaso, cuando finalizaba el banf|iiete. y s,'
¡Jasó a to;iiar el café en el corredor de l;i
casa, iiiqjrovisáiidose en la .sala un baile,
en el que circularon dulces.. té y un enorme
bol de refresco ex(|UÍsito pre])arado por el
señor .\ltgelt.
.\ las once, previo agradecimiento a los
dueños (le ca.sa, inició.se el regreso a la ciu-
dad. — V.n la noche magnifica. ])ero sin
más luz (pie la de las estrellas, ofrecía cu-
rioso es])ectácuIo el de aquella fantástica
comitiva de C(jches con faroles encendidos,
corriendo iior las cuchillas, con escolta de
numeroso grupo de jinetes. — l'"l cronista,
en su volanta. jiensaba en las e nociones del
(lía. en la suntuosa hos])italida(l de los seño-
res de Lecocíp en el baile, la sortija, el bol
monstruo... y. al levantar los ojos para
cerciorarse de que no soñaba, vio que mar-
caba las doce v cuarto el transparente reloj
de la Matriz.
— SELECTA —
— SELECTA —
dpZojizdbnúiiQ
Para "Selecta".
...Ocho (lías en Buenos Aires... Muchas emo-
ciones en esos días. . . mucha gentileza : flo-
res, muchas flores, flores fragantes, flores de ros-
tros, flores de espíritu; templos de arte, veladas
amenísimas, elegancias, sonrisas, todo ' ' tourbi-
Ilonne dans l'extase ". no de una luna de Verlai-
ne. pero si de un rayo de sol de mi tierra, que
es como libar el recuerdo en copa de oro... V
de entre esos recuerdos, todos gratísimos, el
taller de Zonza Briano ha sido para mí la nota
más sonora de la gama de mis impresiones.
Grande es la emoción de quien, con ojos azo-
rados, contempla ese mundo blanco, esos már-
moles que no hay que tocar, pues al contacto de
ese frío de eternidad la sangre se helaría en nues-
tras venas... ; Pues, qné.^ ;esas figuras no vi-
ven?... y esa mujer que sonríe a un niño con
alegría y ternura exquisita ¿no abriga en su pe-
cho un corazón materno?... V aquella otra, lán-
guida y temblorosa, que alarga sus manos en
ademán de aprisionar el bien querido que en
violento arranque acaban de robarle ¿no siente
que la angustia lacera su alma?
Kl artista esculi>e con mano maestra la expre-
sión del sentimiento, que es la nota predomi-
nante de su obra. Todas sus estatuas son fuente
de emociones,,. Va el surco del dolor que per-
cibimos en unos ojos secos y desolados nos
oprime el corazón, como !o serena v endulza el
£1 escultor Zonza Briano ejecutando en el armonium
♦ •
San Francisco de Asis^
notable escultura de Zonza Briano
beso de una madre, la sonrisa candorosa de un
niño... Xos sentimos subyugados ante una mi-
rada soñadora: nos embelesan las languideces
ideales y melancólicas, y nos regocija y encanta
la gracia picaresca de una sirena... Todas esas
figuras de esbelta linea y en dichoso consorcio,
parecen aladas visiones que en busca de paz y
reposo se han detenido en su vuelo y congregado
en cenáculo divino.
Xo sé si el cincel i)rodigiüso del escultor anima
y da intensa vida al mármol o es que tiene la
mágica mirada de Medusa para convertir en
piedra la humana criatura en el fugaz instante
de supremo sentimiento. P(>r(|ue parece (|ue mer-
ced a algiin divino aliento fuérale tlado rete-
ner ese culminante estremecimiento de vida, ha-
ciéndolo eterno, perdurable, para extasiar a los
hombres en su contemplación.
Como en Andrés Chénier. se ha in fundido en
sus venas la herencia preciosa de dos razas de
artistas. Grecia y Francia; y es i)or eso que su
aptitud estética es tan am])lia (pie aún para buscar
el reposo reclamado por la sobrexcitación de la
labnr estatuaria, su es])íritu se sumerge, como
en lecho de plumas, en los acordes graves y me-
Iodiosí)s de un armonio.
Su mirada de artista ha liebido con deleite
en el vasto y bello espect;u:ulo de la naturaleza
toda, deteniéndose con vivo centelleo en la nota
que más hondo ha vibrado en su temperamento,
para elaborar en las profundidades de su espí-
ritu, obra armoniosa, palpitante de sentimiento
y de vida.
Esa intensidarl de su visión amaestrada ]iara
sorprender y desentrañar los más ricos tesoros
de las cosas, ha despertado la idea que floreció
en forma divina y es así como en la urdimbre de
vibraciones de su alma, su "San Francisco de
Asís", se hizo obra. Embelesada pf)r su contem-
plación, me acude el pensamiento de que, en
Zonza Briano se haya producido, al realizar
esa obra, un caso de compenetración de almas
que es don de los temperamentos elegidos. No
dudo de que su espíritu haya acariciado con
fruición la sublime figura, y en el fulgor divino
de su imagen haya vivido el artista la vida del
santo, llegando a ser como él lleno de amor y
misticismo, el hermano del lobo y de la alondra
y de la selva toda. V siento aún que al apare-
cérsele en ensueño esa ráfaga insólita de arte
que aleteara en la mente del monje — cuando por
feliz inspiración cincelaron sus manos aípiella
copa primorosa, — fundido en común arilor y
creyendo suya aquella presea del espíritu, la con-
tem]>la con deleite, con arrobamiento. . . ; pero
siento también que al llegar el instante atpie] en
que el religioso, en su cc'o de i>ureza. consideró
la oÍ)ra signo de vanidad mundana, y la arrojó,
destruyéndola, como cuerpo del mal. el escultor,
instintivamente cierra sus manos con desesi)erad;i
avaricia para retenerla y salvarla ; un estreme-
cimiento de angustia invade todo su ser y sus
fibras de artista lanzan un grito <le protesta,
y ante e-^e acto de inconsciente sacrilegio se in-
dependiza horrorizado para enseñorearse en sn
personalidad. Pero.... no hay ya rencor. Va la
obra está ci>nsumada; ya a esa figura. Íns])Íra-
dora del arte, vejada en un momento de exalta-
ción, se le ha entregado su cetro de soberanía
suprema.
Como aparición hierática, velados i)or sus do-
lientes ])árpados los ojos, (jue miran i)ara aden-
tro en completa abstracción del mundo, lo sen-
íiniiis deificado, entre los ])liegues armoniosos
de su vestidura mística.
FJ éxtasis c|ue me produce esa creación gran-
diosa, me evoca otras, y otras de lejanas regio-
nes... y con tal c'aridad las veo, que me siento
presa de la misma emoción <|ue cuando las con-
temidaba en los gloriosos tronos que el arte ha
erigido para las obras consa.iíradas. . . V pienso
en los mil elementos que concurren a formar
una obra magna: en la pesadumbre y regocijo
con que se amasa la imagen ; en el amor y la
fe (|ue han temblado en un alma!... V <|ue en
ese retraimiento de la vida interior, en el callar
de las múltiples sonoridades de fuera que nt>
adf)rmecc en la sombra a los cerebros activos,
es cuando más se acrecienta el bullicio de los
dominios internos. ¡Cuántos debates de ideas no
se han librado en el análisis de la obra! Unas
apuntan con frialdad severa la imperfección ;
menos sinceras las otras, pero más madres, de-
fienden con amor la hija de su sentimiento; y
cuando por común acuerdo se aplacan las voces
de contienda para dar ])aso al grito de victoria,
la sanción interior no es menos triunfal y cla-
morosa que las palmas, los lauros y clarines con
que el mundo honra y enaltece a los elegidos.
Manila Urca.
— SELECTA —
A/ DO/ CATARAT/
9o. el 1^ LviyA. de Herrera.
t'rHiio sorprcmliilas auto la cxislcncia iiu-s-
pcrada de esc foso gigantesco, las aguas pa-
recen erguirse para retroceder cual si las
aguijoneara el instinto de las liunianas deses-
peraciones, pero el abismo no perdona y en-
tonces se descuelgan, frenéticas, por aquel
trampolín, desafiando, con la temeridad del
ataque, la temeridad de la resistencia. l%sc
es el momento clásico de la lucha, cuando el
espíritu, sacudido por borrascas, se rinde para
admirar, postrado, tanta maravilla. El vellón
blanquísimo, tegido en las rápidas por los
dientes incisivos y crueles de un mecanismo
cuya maestría artística no admite paralelo;
ese manto de espumas inmaculadas, más puro
todavía que el armiño, que envidiaría el más
grande de los reyes, se desmenuza, queda re-
ducido a polvo, cuando el turl)ión se desploma,
rehaciéndose de nuevo allá abajo, en la lla-
nura de las aguas dominadas, mientras sobre
las neblinas que la caída engendra y que
sciTiejan un aliento, escribe el sol im arco
iris perfecto, que también la creación tiene
su signo hermoso de paz y de misericordia.
He hablado sólo del blanco cuando en aquella
paleta del mundo todos los colores fundamen-
tales tienen espacio y todas las combinacio-
nes complementarias están representadas, por-
que, contemplando al Niágara, se asiste a la
coronación gloriosísima e infinita de la luz.
.■\llí ha puesto ella con su cetro, el genio de
la pintura; allí su capricho hilvana juegos de
efectos prismáticos admirables: allí, sobre los
encajes con que adorna orgullosa su cresta,
cada onda llamada por el vértigo, traza, al
pasar, pinceladas que no pertenecen a es-
cuela alguna porque son inimitables. Nada en-
tiendo de arte y, sin embargo, en ciertos mo-
mentos influencias extrañas enardecían a mi
pobre imaginación estéril.
Mirad como se colora de un precioso rojo
ese haz de aguas al arquearse, con las per-
fecciones de una ceja, sobre la roca viva :
ved, a la izquierda, un tono distinto que
cualquiera jugaría se ha obtenido fundiendo
millones de esmeraldas ; sorprended, a la de-
recha, un chorro azul, espléndido, de agua
marina, que, atado con lazos de espuina a
otros chorros azules, evoca la memoria de una
bandera querida; buscad, que la encontraréis,
en aquel joyel inagotable, satisfacción a la
codicia de príncipes y de artífices, que no
hay ensueño de la mente humana que no
tenga engarce sobrenatural allí, en esos ríos
de pedrería, que se precipitan abrazados, como
si quisieran ablandar el corazón del gigante
atando a su cuello collares infinitos de perlas,
de diamantes, de topacios y de turquesas
montadas sobre rubíes. ¿No habrá sido ese
el asiento elegido por Satanás para tentar,
con escaparate de argumentos feéricos, la
virtud de la mujer? Hasta la leyenda má-
gica de los tesoros del Conde de Monte Cristo
huye avergonzada ante esta rivalidad. Todos
los talentos del pincel se encontrarían sin ori-
ginalidad si interrogaran al Niágara, pues
desde las bizarrías geniales de Rubens, que
están reproducidas en proporciones inmensas,
allá, en aquel caudal de aguas bermejas, que
posee sombras de rostro humano, hasta las
tintas vivísimas de l'"ortuny y de \ilU(;a<,
cuya alegre confusión de claveles rcijos y tiuil-
licolores mL'.ntos sevillanos, ¡¡arece calcada en
(Stas irisacictnes magnificas del frente. IcmIos
los secretos de la más audaz inspiración b.-;
descubre, los derrocha, la su;íesli\a c.nar.iia.
^' en lo hondo del precipicio, cnamlo la ccj-
rricnte. después de iiilerrar:.e in nu.i jini-
fundidad de doscientos a trescientos pie-..
vu.ehe a la su])erficie. todavía rinnorosa. pi-ru
ya quebrada — porque se creería que también
al liquidí) una tan enorme caída lo con\icrle
en paralitico — asistimos a tina serie de nue-
vas alquimias luminosas. Aquella pulpa, (|ue se
dijera dolorida una vez estrellada contra el
suelo, se desliza, sin elastici<lad, casi jadeanlt.-,
cubierta de manchas obscuras con ribetes e-.-
pumosos, que parecen imitar cuajarones san-
guinolentos. ICstrías, ora negras, ora \'ioláceas.
ora grana<linas, caracterizan variadísimos as-
pectos que encuentran nutrido ijarentesco en
la familia de las ágatas, líse espectáculo per-
tenece a las horas del día. Durante la noche
el tehni no se corre por coinjíleto y, faví^reci-
dos por el contraste de las sombras, destacan
como una corola, los altos penachos que en-
vuelven cu sus cendales el sitio de la eterna
querella. Entonces el oído gana en atención
lo que pierde el sentido de la vista e inclinados
sobre la ribera se escucha, en el mayor silen-
cio, la voz silbadora y nunca enronquecida del
eleinento. Como alaridos de júbilo salvaje, de
incitación a la pelea, ruedan aquellos relinchos
de volcán. Extraño concierto, presidido por,
todas las majestades de la tierra; endemonia-
das sinfonías, sólo obedientes al compás infi-
nito de la madre naturaleza. ¿Cómo no sen-
tirse subj'ugado por tanta exuberancia de no-
tas, arrancadas a las entrañas del misterio,
cuando en la vida ordinaria las músicas de una
mediocre banda militar nos llama y nos se-
duce? ¿Puede sorprender, entonces, que el
Niágara haga esclavos de sus visitantes, no-
che y día. lo mismo cuando dialoga con el sol.
vistiendo de oro y púrpura sus rayos mensa-
jeros, que al poner en derrota al espíritu de
las tienieblas? I, a atracción magnética que
ejerce alcanza intensidades irresistibles y, tai-
vez pagando tributo a esa dominación férrea.
es que uno llega hasta el último escalón de
la plataforma y, todavía no satisfecho, se
inclina, casi con peligro, sobre la baranda,
movido por un anhelo raro, que, como las
glorias mortales, las glorias inmortales tam-
bién poseen fascinaciones que invitan al fa-
natismo.
Si la oratoria tribunicia rompe voluntades,
al punto de convertir en aplausos apasio-
nados los apostrofes iracundos de la víspera ;
si la palabra irreprochable de Lamartine
amansa y conquista al populacho revoluciona-
rio de París, ebrio de cólera y orientado por
odios de barricada-; si. al influjo arrastrador
de Castelar, caen instituciones podridas y
surje, cual una alborada aunque efímera, el
ideal de una república, ¿cómo suponer que
esta otra elocuencia, engendrada por el hu-
racán al desplomarse sobre el abisnui. mucho
más potente, más trágica, más próxima al
ensueño, inultiplicada millones de veces en
la fuerza de sus bajos, de sus agudos }• de
sus' inflexiones épicas, arrojada al oído de
una muchedumbre, por la garganta atrona-
dora de otra muchedumbre. c<)mo suponer,
digo, que esa elocuencia, digna de titanes,
no arrebate corazones y no rompa la caja del
pecho con preces de admiraci(')n? \'encitlos
por esos atractivos perversos, reproduciendo
la escena del débil pajarillo y de la víbora,
muchos neuróticos se han adelantado a la
cita inevitable, arrojándose al torbellino que.
htego de macerar sus cuerpos y de arrancar-
les girones de carne ensangrentada, apenas
se ha dignado escupirlos, como una resaca,
informes y deshechos, en las estribaciones in-
feriores. Días antes de mi llegada, una ]>obre
muchacha, dominada por esa singular pasión
romántica, buscó, con éxito, el suicidio en la
sima fragorosa. Pocas horas después, sus res-
tos mutilados señalaron el rastro de otro fú-
nebre naufragio. Leí en los diarios de la lo-
calidad que su familia manifestó a la policía.
como j)osible origen ile aquella tragedia, el
hecho de (|ue la desgraciada, desde tiem]>fi
atrás, venia diciendo que el Niágara la llamaba
a sí. Pero no es de ahora tpie la catarata en-
gulle a infelices qtu' voluntariamente se oíre-
rvu de ])asto a stis apetitos caníbales. Cuenta
la tradición fjm- cu:indo los indios eran sr-
ñf>re-. d<- la comarca, ellos inmcdaban todos
los años l;i \ írgrn más linda de la tribu arro-
jándola, como la más \;i]iosa ofrenda, entre
ios tentáculos del m'''ns;ruo. para aplac.ir
asi sus Cideras despiadadas. ¡ Horrible des]io-
sorio cnn la nada ! .-\grega la Ux'enda. cjue
cierta vez la elección sacrilega recayí en la
hija única <lel jefe. i)ues su belleza n<í admitía
debate, l-'.l padre }' el novio bajaron la cabv;a
ante la inmensidad de su infortunio; ])ero al
día siguiente, cuando la \íctima, prisionera
de una canoa, por ella sola guiada, emprendió
el derrotero de su martirií), impelida C(m la
velocidad de una fleciía hacia la enorme qui-
jada, vieron los in<lios, aterrados, que otra
barca se de.sprenília de la orilla ]le\ando a un
hombre anciano, en rumbo a la irremisible
])erdici('m ; era el padre de la infeliz que aca-
taba y extendía hasta él el fallo inexorable I
Desde entonces la superstición suprimió ese
homenaje al "Dios de las aguas".
No han faltado audaces que han querido
gustar el placer mitológico de lanzarse al
peligro, de rebotar luego sobre las rompientes
y de referir más tarde, ilesos, las impresiones
recibidas en el seno de la vorágine. Todos han
citmplido las dos primeras partes del arries-
gado programa pero, hasta la fecha, ninguno
pudo llegar a la tercera. L'n célebre nadador
inglés hizo la prueba, veinte años atrás, y
s(')lo consiguió atimentar la siniestra esta<lis-
tica.
Quienes han visto una y otra cascada alir-
inan que la del Iguazú posee aun mayores
encantos que la del Niágara. Todo puede ser.
Por lo demás, poco nos cuesta aceptar que
aquélla exceda a ésta, al presente, en sus ata-
víos, en la inmensidad rustica de los panora-
mas y boscajes que le sirven de marco. A
pesar de que el prodigio jamás perderá su
carácter monumental, porque el timbre de su
arquitectura imponderable está por encima de
la crítica de los hombres, pienso que el Niá-
gara que dejó cxtasiado al explorador La
Salle en 1678, debió ser aún mas impresio-
nante que el Niágara que nosotros hemos po-
dido conocer. Los detalles dan o quitan y así
cotno las águilas domesticadas no valen tanto
como las águilas salvajes, predilectas de la
intemperie y favoritas en los festines carni-
ceros, casi me atrevo a decir que los puentes
de hierro que cruza el ferrocarril, y los pue-
blos vecinos, cada día con más aspecto de
ciudades, y ios parques improvisados en las
riberas, y las calzadas, a retaguardia, de ma-
terial, y el humo de las chimeneas industriales,
y el pasaje de los trenvias eléctricos: en una
palabra, que la actitud nerviosa de los en-
jambres nacidos, como custodios, en la inme-
diación, ha arrancado al coloso matas enteras
de su melena leonada. No atino a explicarme
bien, pero vosotros entendéis mi pensamiento
¿verdad? La civilización, se dirá; mas no ol-
vidéis qtte el Niágara, en su cabal y clásico
concepto, está reñido con la civilización; que
aquél encarna el señorío bárbaro de las sole-
dades y qtie ésta tiene su símbolo en la col-
mena ; que mientras una vive al calor de todos
los refinamientos el otro ofrece la expresi<'>n
de todos los desórdenes y de todas las in-
clemencias, en reino de selvas, de pájaros y de
fieras. Pues precisamente, ese capital de pres-
tigios indefinibles, que ya se despide de aquí,
existe pictórico y todavía intacto en las cos-
tas, hasta hoy misteriosas, del .^Ito Paraná y
por eso creo que la catarata del Iguazú
ofrezca espectáculo de más silvestre poderío,
abrazada por montes inexplorables de palme-
ras y presidiendo soberana, desde su lecho de
Cleopatra. sin sentirse molestada por un s()lo
lamento de locomotora, las elaboraciones ma-
ra\'illosas de un mundo siniestro y tropical
de indios bravos, de tigres y de venenos mor-
tales.
HA pasado la clásica temporada lírica
que año tras año se desarrolla en nues-
tro viejo y glorioso teatro Solís. Du-
rante esas noches de intensa sociabilidad he
ido anotando en mi cartera las impresiones
rápidas y deslumbrantes que herían mi re-
tina al girar la vista por la sala, y ahora,
ante las cuartillas que esperan el desarrollo
fie la crónica, me resulta abrumadora la tarea.
¿ Por qué ?
Porque en ninguna otra oportunidad como
en esta, he notado torpe mi i)luma y pesada
mi fantasía, pues es tan hermoso, tan ruti-
lante, tan soberbio lo que he visto en la sala
de Solis las noches de ópera, que sólo una
mente privilegiada pudiera trasladar fielmente
al papel una tan inmensa sucesión de hondas
emociones.
Todas nuestras damas más elegantes, más
•listinguidas. de más alto rango en nuestro
ambiente sftcial, hicieron acto de presencia
en las veladas de la lírica y en verdad que sólo
con frase rimada, con vocablos forjados en
oro y piedras preciosas pudiera yo rememorar
tanta majestad y tanta belleza.
Un espectáculo fascinador-que se repitió una
y otra noche, y una y otra noche se renovó en
intensidad subyugante, al extremo que los
ojos llegaban fatigados de tanta hermosura
al final de la jornada.
Rostros de perfecta linea, de armoniosos
contornos : idealidad de artista exquisito ma-
terializada en facciones femeninas. Trajes des-
Ipmbradores. derroches de buen gusto y de
EN NOCHE DE GRAN ÓPERA
riqíteza. Joyas exornando las joyas palpitan-
tes (le los cuerpos de sus dueñas y llenando
Ha sala de titilaciones de estrellas, al ser re-
flejada la intensa luz en las facetas de las pie-
dras preciosas, . .
Espectáculo feérico, inolvidable, que no im-
porta se repita año tras año. De él queda
siempre un ansia perenne, un ansia que nn
se apaga nunca y que no bien teriuina una
temporada, ya desea el espíritu volver a gus-
tar de tan delicadas sensaciones...
Dejo un momento de divagar y mis ojos se
tornan al carnet de apuntes. Los caracteres
trazados apresuradamente, bajo el dominio
de una impresión, cobran reflejos de pedre-
ría. Nombres y detalles son Cf)nio una cua-
derna.
^' no sé cómo tocar, c/uno llegar a tanta
belleza, evocándola, con los rebeldes puntos
de mi pluma.
Cierro entonces los ojos y...
En un alo fulgurante, como una visión de
oriente, llega María Amelia Márquez Vaeza,
envuelta en el incendio de un traje rojo-rubí.
I\s una silueta fantástica. ]'"s como si de una
admirable amapola surgiera un rostro de sin-
gular perfección; un copo de nieve escultura!,
sobre la perfecta ondulación de una llama...
Margarita Idiarte Horda Platero aparece cu
la tela de mis recuerdos con la suavidad pu-
rísima de una perla. Una delicadeza admira-
ble de lirio, un triiuifo de juventud y de ele-
gancia.
Té org^aaUado por la Sociedad Entre Nous a beneficio de los Premios a la Virtud
Dos Iiermosos záfiros, los mejores, los más
valiosos del mundo, como no se atreviera a
soñarlos rey alguno i)ara su corona, se me
antojaron, envueltas en sus trajes azules,
lilanca Saavedra y Amelia í^úrmester.
Cíui un soberbio traje esmeralda se pre-
sentí» en clásica noche .A.na Mané .-\lgorta,
brillando en el i)alco de sus mayores con los
(U-slellos de su belleza y de su distinción.
Detengo un instante el vuelo de la imagina-
cii'in para volver luego al magnífico cuadro
evocado.
\' se imponen a lui recuerdo: María Helena
Serrato. Julia Helena Shaw X'Ülcgas y María
Luisa Díaz Eournier, que lucieron en las no-
ches líricas sus delicadísimas siluetas, en-
vueltas en elegantes toilettes y como si fue-
ran, en su esbeltez, tres flores de Eys.
Margarita Heber L'riarte pasó ante la ad-
miraeíón de todos, exhalando el perfume <le
su bondad, * imponiendo la realeza de su
distinción.
Micha Villegas Márquez y Olga Beherens
Hoffmann, como dos rosas de Francia, or-
gullo de jardines, dejaron a su paso una es-
tela de homenajes.
María .Angélica Requena Cordero, deslum-
hró con la pureza de líneas de su rostro y el
brillo de sus ojos negros como dos diaman-
tes -íantásticos.
V así ix)dría continuar señalando y can-
tando a todas las flores de juventud y de ele-
gancia que hicieron de la sala de Solís un
sitio de ensueño.
Pero al volver las páginas de mi libro de
apuntes encuentro los nombres de las señoras
que dieron a las noches de ópera todo el pres-
tigio, todo el iinpositivo relieve <!e su distin-
ción.
Más reinas que las reinas verdaderas; rei-
nas por su belleza, por su cultura, por su
chic; disputaron las loas de toda la concurren-
cia y fueron, al igual que las señoritas, las que
mantuvieron y elevaron quizá aun más el con-
cepto envidiable en que se halla la sociabilidad
uruguaya.
.-M verlas, una y otra noche, en sus palcos o
en sus plateas, luciendo toda la majestad
altiva y serena de sus prendas físicas y mo-
rales, he pensado que en nuestras democracias
no necesitamos de la depuración de un largo
abolengo para tener damas que nada tienen
que envidiar a las duquesas, y si a mucho me
obligan, diré que nuestras mujeres tienen más
espíritu nobiliario, más arrogante apostura
que una infinidad de marquesas y princesas,
de las que ocupan puesto principal en la clá-
sica nómina de Gotha...
V en este estado de ánimo, bien justiciero
por cierto, contemplé con verdadera admira-
ción a las señoras Rene Usher de .A.rtagaveytÍa
y Blanca Usher de Heber Uriarte.
A la señora Sara Guani de Cardoso, a quien
evoqué interpretando en el escenario de Solís
N
ADA más encantador que tina fiesta
de niños. En ella el espíritu de los
" grandes " encuentra un delicioso
n''otivo de esparcimiento. Diría.se que en el
a:rbiente propicio, todas las dulces iiii])re-
siones (le los tie:nj)Os que ya no han de vol-
ver, resurgen con fuerza impositiva, y vuel-
ve uno a sentirse niño y jior ende coni])le-
laniente feliz.
Ksto en lo que se refi;-re a nuestras im-
presiones.
Los niños tienen otros ¡¡ensamientos on
los instantes de amable reunión. I 'ara ellos
la vida no ha teñid
lÍ
IEr/"TA-r
NFAMTILE:/^
pequeños han de guardar hondo recuerdo.
De.spués de la notable sección de bic'i-
graío, los niños — imitando en esto a los
mayores — se entregaron a las delicias del
liaile. \' se bailó con entusiasmo, con gran
entusiasmo, sin desmavos. Tuvo la danza
tantos atractivos como los habiau teniíhi
las cintas cinematográficas.
— SELECTA —
resultó de la comicidad de las obras in-
ter])retadas.
Tan-bién en esta reunión se bailó des-
])ués de la función v luego .se jia.só a! co-
medor donde el buffet obtuvo los más cimi-
])lidos homenajes de la mint'iscula concu-
rrencia.
]\ qué triunfo de cabecitas rubias v mo-
renas en ambas r;-unioiies!
Diríamos un jardín, mi esplendoroso jar-
dín. (Ifjuile mar;;villosas flores de inocen-
cia, de candor, de vida palijilante surgían
ante nuestros ojcis embelesados. IL-vandn
aun rudezas v amar-
guras y esos minutos
de holgorio los apro-
vechan con toda la
vehemencia de sus
candorosos entusias-
mos.
Las fiestas infan-
tiles son deliciosas y
son taml)ién educati-
vas. Son una escuela
amena de sociabili-
dad. Si con motivo
de la celebraci('>n de
un natalicio o de un
ononiástico. un niño
reúne a su alred.'dor
a sus amiguitos v
auiiguitas. es un me-
dio muy hermoso de
des])ertar en ellos
])rincipios de cultu-
ra V de distinción.
De esta suerte, los
niños van preparan- Un d«iLíoso grupo d
(lose jiara la vida d.- salón y cuando lleguen
a verse obligados a las ])rácticas sociales,
conslatarán la utilidad de las reuniones in-
faiuiles, ([ue sirvieron para darles las ])ri-
nieras nociones de correccii')n mundana...
Dos fie.stas infan-
tiles se realizaron en
los iiltimos días. L'na
en casa de los es-
¡iosos ,\mézaga-.\l-
varez y otra en la
morada de los espo-
sos Lasala-.Mvarez.
Ivi el ])ri;rero de
los hogares citados
la reunión fué en
honor del pequeño
Juan José de .\mé-
zaga - .Alvarez. quien
celebraba su ono-
•■nástico. — La se-
gunda fiesta se dio
en homenaje a los
niños María Inés
I'eixoío La.sala y
Panchito Lasala
Bof fil, los cuales ce-
lebraban en un mis-
mo día la fecha de
sus nacimientos.
Fueron — y esto
se sobreentiende —
dos herniosísimas reuniones. En la primera
el número sensacional de la tarde lo cons-
tituyó una sección de biógrafo que obtuvo
el más cumplido éxito. Las escenas diver-
tidas que se reprodujeron nítidamente en
la tela jjrovocaron en el bullicioso cónclave
el más grande de los regocijos. Se aplau-
dió y se ovacionó. Fueron momentos in-
tensamente sentidos v de los cuales los
#«xSxíxS>^«><$>^x»<$«8xSh$xSk$>^k$><$k$x5><J>^><$^>,$^
; concurrentes a la fiesta realizada en honor del niño Juan José Amézaga Alvarez
^' al fin un soberbio lunch coiiqilett) el
progra'.ia del, festival, v en él los ])e(|Ueños
re])Usieron energias.
b"n la otra fiesta — c|ue fué ta:iibié:i liri-
llantisima v reunié) a un gran miiiiero de
a l(j mas lioiulo de
mu-tro semiiiiiento
ima emocit'm dulcisi-
ma. Con los niños \
;-niie los niños, se
olvidan Jas aspere-
ziis de los liom))res.
La ingemiidad <le
cs.as ;[lm;is en em-
brión, a las cuales
aún la \id,i no ha
miiculado con sus
trazos (le am;irgn-
r;is y de e.goismos.
lleg.i a nuestro co-
razón como un rocío
\¡\i ficante, que aca-
lla luegos ])asion;i-
les. oditjs. <les.-s])e-
ranz.'is. iras y lu.alos
anhelos.
L;i inocencia (!,■
unos ojos de niño
descorre como por
encanto todas 1;ls
niebl.-is (|Uc l;i luLiía
de todos l<js días ¡loiie en mi.-stras ])upil;is.
y iliriase (|iu- I:i sonris.a de unos labios
infantiles es ciuiio una aurora, a la cual
des¡)ierta más de una vez nuestra obceca-
Grupo encantador de los que participaron en la reunión con que se festeíó el
de los niños Inés Peixoto Lasala 7 Panchito Lasala Boftil
])e([ueños — la sección de biógrafo fué sus-
tituida ])or una función de teatro de ma-
rionetas.
i Con qué profundo interés se siguieron las
incidencias del e.s]>ectáculo, conducido con
.suma habilidad por los encargados de co-
municarles vida escénica a los muñecos 1
Las escenas guignolescas fueron larga-
mente aplaudidas y la más grande alegría
le ción para encontrar bueno lo (|ue creíamos
n\alo y .soliiciéin a u;\
[iroblema que se pre-
sentaba ante nues-
tros ojos con ;is])ecto
.aterrador.
l'n día. unas ho-
ras tan .sólo, entre
los niños ejercen so-
bre nuestra mentali-
dad un efecto piiri-
licador, regenera-
dor. Xos vincula co;i
nuestro ])ropio ¡ja-
sad o. recordamos
nuestra niñez. ])en-
samos que entonces
fuimos I genero.sos.
altruistas y sencillos,
y bajo la influencia
de aquella vida (pie
para todos es jiia-
centera, nos senti-
nos capaces de ser
irás buenos, menos
egoístas, más sensi-
tivos.
De ahí que nos
sintamos tan íntimamente gratos a las dos
fiestas infantiles de tiue da:r.os cuenta en
esta ])ágina.
Tanto Juan José Amézaga .Mvarez como
María Inés l^eixoto La.sala y Panchito La-
sala Boffil. fueron obsequiados con muchos
v muv ricos regalos.
mpleaños
Toin,
— SELECTA —
riTERílAaOflAL
CAHADERIA
No pin'dc pcrnianacer Ski.kcta indiferente ante las
KramUs. las verdaderamente gloriosas manifes-
taciones de la riqueza nacional, exteriorizada
en torneos como el que se realizó en el Prado y al cual
liií'» l>rillo inusitado la concnrrencia de familias mny
principales.
Constatar, elogiar deliidamente, Iiacer que todo ello
se cnnf>zca profusamente en el extranjero, cuando de
manifestaciones de progreso se refiera, es coadyuvar a
la gloria del país, porque si nuestros guerreros y nues-
tros patricios han puesto el nombre de la nacionalidad
como una afirmación de arrogancia, de virilidad y de
heroísmo; hoy nuestros hombres de trabajo y de ini-
ciativa son los encargados de hacer conocer las ca-
racterísticas actuales de nuestro pueblo, vale decir,
todo lo que ha podido avanzar en menos de una cen-
turia eu la senda luminosa del progreso, senda que
guarda para nuestras actividades nuevas, una riqueza
en cada palmo, una facilidad de producción en cada
recodo y en una meta no muy lejana una potencialidad
económica, que ha de ser en el Continente Sud como
nn faro radiante que atraerá irresistiblemente a todas
las voluntades, a todas las iniciativas que, en los ám-
bitos más remotos del mundo anhelen un ambiente
propicio para su fecunda aplicación.
La Exposición Internacional de Ganadería fué un
admirable triunfo del país y fué una demostración bien
concluyente de que ya nuestro solar no es más una
extensión semisalvaje de tierra, donde el contraste de
un abandono que fué resaltaba aun más lamentable-
mente con los progresos de la capital.
Va las " cuchíltas " no están deshabitadas, ni las lla-
nuras se ofrecen al viajero como una desolación. Ahora
tenemos inmensas praderas, praderas que remedan las
famosas norteamericanas, donde los ganados de san-
gre, de alto refinamiento, desarrollan una riqueza que
es ya asombrosa en relación al tamaño de nuestro te-
rritorio.
Hl afán y la dirección inteligente de los hombres
progresistas, de los uruguayos que honran al país, ha
amplificado la producción ganadera en una forma ad-
mirable. }• de la bondad de los productos que se ad-
quieren dan fe las magníficas cotizaciones que las car-
nes del país disfrutan en los mercados del mundo.
Kn nuestros establecimientos rurales ya no hay ga-
nado "criollo". Un rodeo de cinco o seis mil cabe-
zas Durham o Hereford no es cosa asombrosa, y de
uno a otro confín de la Reptiblica se alienta un espí-
ritu nobilísimo de emulación que dará al país grandes,
envidiables satisfacciones.
I.a antigua "estancia", que no era más que una
gran extensión de tierra donde los ganados crecían en
estado salvaje, sin que el hombre le proporcionara nin-
gún recurso para defenderse de las inclemencias de la
naturaleza — ya no existe casi en nuestro territorio,
y si aun queda algún ejemplar, como verdadera curio-
sidad lo contemplamos.
V es que el progreso sacude todos las voluntades,
aun las más reacias, y lo remueve todo sin detenerse
en sensiblerías inútiles, para obtener un mayor ren-
dimiento de riqueza y de felicidad.
El Presidente de la Reptiblica
acompañado de los miembros de la Asociación Rural,
entrando al local de la Exposición.
£1 brillante concurso de familias presenciando el desfile
de los valiosos productos exhibidos
El señor Vídiella (hijo) y familia visitando las dependencias de la Exposición
— SELECTA —
sQLTLÁmOMJyhÁ tmve/ Je c/o histonm
Q o Q Q Q QQQQ OQQ 9 9 Q Q Q g 99 QQQ
MAS (le medio siglo tiene ya nuestro pri-
mer coliseo. Hs casi un monumento na-
cional, no sólo ■■ >r los hombres í|ue inter-
vinieron en las «íestion^'s jiara su construcción,
•^ino tairii)ié;; ]ior los artistas líloriosos (|ue ma.ü-
nificaron su e-^cenario.
l''s ya venerable ese ambiente cíe alta inte-
lectualidad (|ue forma como una aureola al coliseo
principal, aureola en la (lue se mezclan los re-
cnerdos de muchos i^enialcs cantantes, artistas,
oradores, concertistas y i)oelas. que han dejado
en la amplitud armónica de la sala como un eco
de -^u-. voces, de sus concepciones admirables.
Teatro de tradición, teatro que surj^ió de entre
los fragores de una lucha terrible, come un iris
de bonanza, como la materialización de un fér-
\ido anhelo de orden, de cultura, de civilización.
\ que bien nos dice, con las lineas severas de su
:tr(|uitectura. cjue Irs hombres de acjuella época
\
Gíuscppína Medorí,
ilustre cantante que actuó en 1857
!i"i--le. en qui.' América toda se estri.'meeia (\v liu-
rror, no se rendían a las iniíxi-iciones bárbaras
del inomeTUo. \- mientras condiatian. pensaban
(|ue !iay ali^o superior a todas los conibates de las
pasiones y a tuilos los impulsos de la ambición:
el arte.
-Nsi stirgió el Teatro Solí.-., asi se cnnsuíidó al
.ser "apadrinado"* por los más esclarecidos ciu-
thulantts de entonces, y al atraer mny luego a su
escenario infinidad de glorias artísticas. ad(]uiriú
rápidamente w) prestigio (jue no se lo disptua
ningún otro coliseo sudamericano,
.Antes decimos (pie es un monumento nacional
_\ tal repetimos a! examinar ahora todas las ca-
r:icteri>ticas (pie precedieron a su construcción y
ai recorrer las ¡inginas de su historia radiante.
J-'.l J4 de Junio de 1840 surgió la idea de cons-
truir lUi teatro, que reuniese las condiciones exi-
gidas por la importancia de nuestra capital y la
cultura de la población.
l.a primera Comisión nombrada para estudiar
Francisco Javier Garmendía,
Arquitecto, autor de los planos que sirvieron
para la construcción del Teatro Solís
un plan jior el t|ue se ¡tudiera degar a e>ie fin.
la ccmponian los señores; Juan l''ranci>co CjM'o.
como I*resi(K'nle : Juan Miguel Martínez. Conta-
■.!or : Kamón Arlagaveytía. Tesorero; y \'Íce-nL
\"áz(pH 7. S^":reiar!o
Como se V-', eran todas pi-rsoiialiclaíle^ Ki- que
acogieron con entusiasmo !a idea de ctnistruir
un eolis^'o y los (|ue din sus nond)res conienza-
1 on a pre^tigia^ tan noble ]iropósilo.
¡■',e lífes'.igio se acrecentó al nombrar^e al dia
siguiente de la feciía indicada, la Comi-ión :pu
debía formar !a sociedad por !a cual se llevaría
a la ¡tráctica la idea de construir un teatro.
Componían esa Comisión los señores: Antonio
kius. \'iccnte \'áz(¡uez, Luis Tamas. Juan Ilenitu
Pdanco, Kamón Artagaveytia. Manuel ilerrera y
í)i)L>. Juan Miguel Martínez, l'rancisco iñuTÍo!
\ i-'lorenti'io Caslellanos.
I
l'-sta Comisión tuvo a >u cargo todo lo relativo
.. la organizacií'm de la nueva sociedad y el ló
de Jidio del mismo año se noinbró la prinuTa
(."omisión Directiva, elegida con arreglo a los Ts-
'.atulos redactados y en la <|ue formaron UíS se-
ñores: l.ms Lamas. Juan Miguel Martínez, Juan
Ilenilo Illanco, l'rancisco S. Antuña. Juan I-". Giró.
iíamón Artagaveytia y \'icente X'ázquez.
Cnainb) se contó con el capital necesario ])ara
iniciar los trabajos de construcción del teatro, se
encargaran los planos. Kl arquitecto señor Fran-
cisco Javier Garmendia presentó unos, los que
fueron apnibados el 10 de Agosto de 1841, co-
menzándose tle inmediato los tral)ajos.
Sin embargo la obra quedó paralizada durante
la Guerra Grande — vale decir, durante nueve
años -- reanudándose en el año 1852.
l-'.l -'5 de .Agosto de 1856 se inau.gnró solcmne-
'i;ente e! nuevo coliseo., realizándose una funci(')n
El barítono José Cima
que actuó en el «^Hernaní» cantando en la noche
de la inauguración del teatro
Ana Lagrange,
que actuó en 1859. Fue también una artista
excepcional
de gala a la qm,' a-isiieron los Tmleres l'ubiici's
\ Idda !a más distinguida sociedad de la época.
L'na conqi:iñia lírica ]mso en t.scena esa noche
n.einorable la ó]iera "llernam". eslau'io el re-
liarlo hecho en esta fi-rina:
Primera dama aiisoluta, señtu-a Sofia \'era I^o-
rini : primer tener absoluU). señor Juan Comoli ;
¡■rinier barílonn. >eñor José Cima; segunda dama.
señera Josefina l'ati ; bajo profundo, señor l'"e
lipe i-"ati; bajo ])rofundo, señor Sardón; segumUj
i.nor. señor J. Chiodini ; director de onpiesta. se-
ñMr Pretty.
¡■.M e^a noclie se rejiartieron en el lealri • unas
lioias sueltas conteniendo unos \i'rsos i.pie e! poeta
hranci-co Xavier de Aclia dedicaba a la Comisión
i|ue habia llevado a cabo, tesoneramente y sin
desmayo- la construcción del (pie <k'bía ser pri-
mer teatro del iKiis. y uno de los importantes de
Snd - América.
b.sos versos los insertamos a cemtinuación. Mu\
])ocos conocen esas estrofas, las que constituyeron
un galano saludo y amable felicitación a los ciu-
dadanos que habían contribuido tan eficazmente a
una obra de cultura nacional.
— SELECTA —
líe aiiní L<i>i vcr-íos:
A I. A IXAL'OL'KAC'IOX
ti:atrü soi.is
Tributo de veneración
Utl )'r. .;;r!,-sn las artos y la industria
* )¡u- -m:í (leí sijílf» la inmortal Cíiroiía
f:in:a mi voz la <;loria (|uo hoy ]>rt'i;onti
Tcril.. un pueblo L'u ilidiosa animación.
^ íic L-ntusiasmo el alma arrebatada,
in-jiirailo por altti patriotismo.
C>r] 1:1 vi-ta elevada hasta Dios mismo
ivind.. un cult.. a Solis de admiración!
A^in. bajo >u bóveda e>]drn!Knte
f. .n b.s colores de la patria oriuula.
b.'-unic" yo tijii la mirada
^ al iíL-ní'- y al trabají) envió - >alnd !
Salud a la concpiista i)orleuto>a
(Jue e! arte iiob'e en L'ruyuay alcanza!
Keaniniese <kd puelílo la esperanza
De! proiíre-^o al brillar la excelsa luz.
I'renda salvada del naufra.üio liurrih'e.
I*adr<'.n de .y'oria entre la ruina alzado.
Te o-*tentas lii. Solis en.i;alanado
K.<<\} el priuur bla-ón monumental.
N el pueblo ipie te admira all)or!)zado.
C""nIuro acierta a pre-^untarse apcna>
>i en nudio de >ns horas inserenas
1- ne i:i!-ible e>te ti-n!¡)!u levantar I
£1 teatro Solis en la época de su inauguración.
Como se vé en la (otografia
los cuerpos laterales no existían
Don Juan Míg'uel Martínez,
el alma mater> de todos los trabajos realizados
para poder llegar a ver erigido nuestro
primer coliseo
Dile que sí. Solis! dile que admiro
De la Cüiistaiicia y el trabajo el fruto;
Dile que mire en tí el bello tributo
Del esi)íritu audaz de asociación !
Dile (pie te contemple y te lamente
Las horas ¡ ay ! de su infeliz pasado;
Dile {pie si a éd la guerra lo ha postrado
Tú debes a la in'l'T^tria tu erección!
Gloria a la industria y a las artes ¡gloria!
Gloria al trabaio que ennoblece a! mundo
Glorias al jíenio. creador, fecundo.
(Jue boy res])landeCL' en Uruguay h\-!iz !
Glorias al juieblo <pie sus palmas bate
Celebrando dignísima victoria !
Para más señalada hacer su historia
1 'ii ('í:i inmnrfal n('r('>;it('i SdIÍ-; '
inmortal, necesitó Solí;
También tu nombre es inmorUil S;ili>
V rememora el del audaz piloto
Oue el primero burlándose del Xoto
ICn miestras playas enclavó la cruz.
l,a cruz (pie es signo de progreso y viila,
Kn cuyo nombre al porvenir marchamos
^ templos y santuarios elevaní»»-;
.-\ las artes, al genio, a !a virtud!
tiioria lambié;;. iionc)r y lauro etvrnn
A los hiios del pueblo ipie esforzado--
lúi (.."i):nisión nuKlelo congregarlos
Dieron cima a esta obra co!<.)s.i'. !
Gloria a la abnegación, al patriotismo
Que los señala como honroso ejemplo:
Sus nombres inscribir en este templo
Debes tú en galarclón. ))ueb!o Orienta!!
.\rrebatada de entusiasmo el alma
Deja mudo mi labio al ciintemi)!arte ;
Gloria monun;enta\ ¡)uedes mo>lrarle
Siendo el orgullo de la ¡lalria. si!
.Xdmiración de propios y de extraño>
Galardón nos darás y nombradía.
Como gloria y remtmbre nos dió el día
l*.;i (pie or^ttiita su gaia el Gran S;.)tis!
raniaso' X. de .íflui.
.\1 >nle\ ideo. Ago>to ^^ de !H5().
Don Pedro Etchegaray,
Presidente
lA ACTUAL COMISIÓN
pelTeatro5olís
Don Román Freiré,
Vícc-prcsídcntc
Dr. Alfredo Etchegaray
Secretario
Luís Ollívíer Montero
Contador
Juan Lorenzo Etcheverry
Vocal
Juan Benbow
Gerente Administrador
— SELECTA —
==t
Ví^^^'5^'5^-,^
"
Arturo Durante Barbot
Martha Deluchí Turenne
— SELECTA —
-Wj OXOR a la hermana transandina! ¡Honor
^ 1 a sus virtudes cívicas en el mes de su
¿ M efeméride más gloriosa! Rindiendo cul-
to a nuestro americanismo sin vacilaciones, hoy
saludamos a Chile. la República de la estre-
lla rutilante, que detrás de los bastiones andi-
i:<»s iíuanla celosa la inlejíridad contím-ntal trente
a la inmensidad del Pacifico.
I*:ira t-lla. para . la hermana que enaltece ciui
■'U pniiiTe-c raiestra América ubre, el salndn tra-
urnal del L'ruK"3y-
\ para comp.etar esta nota nunca mejor (pie
]inl>Iica!id«> estas páiíinas notables del ilustre es-
criii.r chileno don Marcial Martínez.
■"Xinjíuno de los tactores de la llamada im-
propiamente revolución de iSio. fué considerad,»
inilivi(hia!nieme. iiombre extranrdinario ; pero,
contemplados todos, en cimjnnto. en el líran-
dittso cuadro de la epopeya sudamericana, mere-
cen, a muy ju--to titulo, el nombre (pie el mundo
les reconoce de * ' F'adres de la Patria' y de
PnWeres de la Indepemleiicia americana.
\o hay (pn'en ii^nore cuál era e! sistema colo-
nial de la i%spaña en esta parte del nnmdo : y.
Conociéndolo, no es de extrañar ((ue lo> c; don os
indijíenas aspirasen a la libertad y. .; >nio medio
dr adipiiriria. ai gobierno proi)io.
Por más difícil tpte era. en aípiel entonces, la
imroducción de libros, principalmente de los í|ue
lio<lian excitar las aspiraciones a la independen-
cia, no dejaban de circular, entre algunos hom-
bre^, nacidos casi todos en el país, pero de san-
•.,:re española, cierras obras de las más apropiadas
para exaltar el .sentimiento innato de la dií^nidad
l.nmaita y íle la lüiertad en el manejo de los ne-
■;<icios públicos, (pie se denomina política. l*".s
hecho perfectamente averii^uailo que circulaban al-
-C!-11I£;
£N-EL ANÍIVER/ARIQ
DE JV INDEPENDEWCIA
jiañoles han calificado de ,mierra de la indepen-
dencia, en la cual lueen como estrellas de primera
nia.yin'tnd el 2 de Mayo de iSnS. fecha del i)rimer
si.i,'no de resistencia al ínwasor y ia eapilulaci<'>n
de P.ailén, de Junio di- ese misino año, firmada
por el iíeiieral francés Duponl. en manos del ,ne-
neral español C'astaños. h'.se desastre produjo
honda tristeza, iiarecida a la desepcración. en
el ánimo de Xapolec'm. (piien, al recibir la noti-
cia, exclamó: — "'¡Cuánta razón tuvo Corneilie
al ajírej^ar a su famoso "(Jií'i! innunií .' ' ', <■!
otro verso que le han criticado: " (hi iju'uii hcmi
(h'scst'oir alors le srcouruf f ".
l'.s abrumadora la serie de iira\isinios acon-
tecimientos que forman la historia de la con-
ipiista de i^si>aña. Cien libr(»s han visto la Inz
publica sobre esa. para b'spaña. heroica .yuerra :
pero, si alsíuien de<e:ise conocer la última ]>alai)r;i
(pie se puede oir en la materia, me atrevo a re-
comendar (le paso la obra (pie acaba de publicar
M. Geoffroy de Granthnaison. titulada " f,a Ivs-
paña y XapoU-iMi ". con más la corres])ondeneia
cidad, porque no hay medio de medir con fijeza,
ni el talento ni la ilustración, y porque al lado de
esos personajes figuraron otros que han dejado
rastros de superioridad intelectual, como <lon
Juan K<íaña. don José Gregorio Argomedo. don
Juan Martínez de Rozas, don Camilo Henriípiez.
don José Miguel Infante y algunos otros. I. o <pie
jjuede decirse, a la par, de todos ellos, es (pie
fueron hombres probos, de carácter entero, enér-
iíicos, leales y patriotas, de Ci>stumbres ccure^nas
y de sentimientos elevados.
I, a liistoria universal registra infinidad de ex-
presiones, de conceptos, de sentencias, de fórmu-
las, emanados de escritores, de oradores, de man-
ílataríos. de lu)ml)res más o menos representati-
vos de la época en (pie lian vivido, ípie por si
so'os retratan una situacitín o dan la clave de
un ]>roI>!ema social, o revelan la psicología de
un iinel)!o i». en ocasiones, la de un i)ersonaje so-
bresaliente o bien sirven de programa a graves
acontecimientos fnturos : una de esas expresio-
nes es la mny conocida, (pie Na])oIe(>n ninrmurai)a
desde iHo8 y que no se cansaba de repetir du-
rante su cautiverio: "l,a guerra de i-España ha
sido una verdadera Haga y la cansa jtrimera de
las desgracias de ia bVancia. I'Ula es la que me
ha perdido". I. os pueblos s^m siempre eminente-
mente egoístas. Los americanos hemos dicho mn-
chas veces (pie. deplorando muy sinceramente las
desgracias que acarreó a la í'Vaneia la guerra
de ivspaña. agradecemos vivamente a Xa])ole<'in
(pie cometiera la más fenomenal de las fallas.
al emprender la conípiista de sn vecino, ])or(pie
anticipó, f|nizá en medio siglo, l:i independencia
de esta parte del mundo.
A{|uí. en este país, y como prolegónu-níi de la
guerra contra l'ls]>aña, se pr(nnincii') también una
D. Bernardo O'Híggins D. Manuel de Salas
Lord Tomás A. Cochrane
Conde de Dundonald
Don José M. Infante D. Juan M. de Rozas D. Manuel Blanco Encalada
gimas obras de Raynal. de dHolbach. de Con-
dorcet. de \'o'lney. de X'oltaire y de otros filóso-
fos del sigJo 18. Los nombres de los oradores y
jiensadores. que demolían las viejas preocupacio-
nes de lo-^ siglos anteriores, eran familiares a
muchos chilenos: y es natural admitir que esíis
hombres de alta talla, en el mundo de las ideas,
habrían liecho escuela en esta remota C(donia es-
I tañóla.
I.a historia de la revolución francesa, que trajo
al suelo el edificio carcomido de las instituciones
y crtrencias medioevales, era. si no perfectament j.
bastante conitcida de 40 o 50 chilenos de los más
tíhicados. y había muchos otros que tenían tin-
turas de ese colosal trastorno social y politic(í
europeo.
.A ese antecedente, de suyo muy poderoso, se
unió la emancipación de la Nueva Inglaterra y la
consiguiente formación de la nación denominada
l-'.-iados Cuidos de Xorte América. Hse ejemplo
no podía menos (pie ser contagioso para la Amé-
rica española, cuya condición colonial era nota-
blemente peor ([ne la de a(piel ])uel>'o de tirigen
inglés.
Por fin. ocurrió la invasií'm de J'^spaña por el
conquistador Xapoleón. Xada seria para mi más
interesante que detenerme en referir algunos,
sino todos. los incidentes del colosa! drama que
se representó en la i)enínsula española, de 1801 a
l8oy: pero esa obra me absorbería todo el espa-
cio de (pie dispongo. .Xpcnas me será dado de
dicar unas cuantas pinceladas a ese ejiisodio de la
tragedia napoleónica.
La Corte española, bajo CarU)S ]\\ estaba ago
nizante : la familia real se encontraba anarqui
zada por el odio que dividía al i)ríncipe de .Asín
rías Fernando, y el favorito Manuel Godoy. Xa
peleón se ajirovechó de ese deplorable estadc
de cpsas, para engañar al viejo Rey, pidiéndole
}>ermiso para atravesar la Kspaña con un ejército,
falsamente dirigido contra el Portugal, cuando
en realidad tenía por misión avasallar la penín-
sula. De aquí la guerra legendaria que los cs-
del conde de la Korest, i**mi)ajador francés en la
transitoria Corle de don José Napoleón.
i^a abdicación del anciano Carlos IV, en favor
de sn hijo I'ernando : la revocación de ese acto;
la humillaciiSn de hernando \'1I en ir a pedir a
Xapoieón. (lue se eiiconlraba en Bayona, el re-
conocimiento de su carácter real; la nueva abdi-
cación (pie el César francés Í!ni)nso a Carlos IV'
y a su hijo; la detención de estos en 1-" rancia ;
la formación de la Junta Xacional de Defensa
en Sevilla y del Consejo de Regencia en Cádiz; la
guerra a muerte, (pne decretó la Junta de Sevilla;
el levantamiento (le toda I{spaña contra el usur-
pador; los numerosos encuentros con las parti-
das de guerrilleros y con los ejércitos me(liana-
mente organizados de los ])atriotas españoles; el
fcrvct Dpíis general en todo el territorio ; la
ayuda prestada a los peninsulares jx^r la Ingla-
terra, representada por nn ejército a las órdenes
de Sir Arihur Wellesley, más tarde duque de
Welliugton; éstos y cien otros incidentes for-
maron la gloriosa guerra española contra el as-
tuto, valiente y genial conquistador francés.
I\sos acontecimientos tuvieron su contragolpe
en América; y de ahí el levantamiento de la colo-
nia chilena en contra de su inetrói)oli.
La lectura que he hecho de las diversas histo-
rias que sobre este particular han venido a mis
manos, me ha producido el convencimiento de
(pie no todos los que se pusieron en acción en
1810 tuvieron ia firme voluntad de llegar a la in-
dependencia ; pero (pie. una vez colocados en el
I>lano inclinado de la revuelta, entraron de lleno
en el objetivo de la emancipación y fueron tan
entusiastas como el tpie más.
Se ha repetido con mucha generalidad (pie los
hombres de más ilustración (pie eiieal)ezar(ín el
m(iví miento emancipador fueron don Bernardo
O'Higgins. don Manuel Salas y don José Antonio
Rojas. No niego que estos tres caballeros fueron
personas de talento y de notable ilustración para
su época. Pero, no podría yo asentir a que fue-
ren Ins superiores en esos dos órdenes de capa-
expresión, que. no por salir de boca de personas
relativamente humildes, dejó de ser una fórmula
preciosa" y enérgicra del movimiento liberatorio.
l'^I prior del Hospital de San Juan de Dios de
Chillan, fray Rosauro Acuña, y el Regidor don
Pedro Ramón Arriagada. de la misma ciudad.
l»ropusieron y sostuvieron a principios de i8oíj.
desembozadamente. el tema de (pie *'así como es-
to-í pueblos se habían sometido al Gobierno es-
pañol, también tenían pleno derecho para sepa-
rarse de él y vivir libres de tantas pensiones y
j)echos ' '. l-lsos héroes en ciernes fueron traídos
a Santiago y procesados como reos de traición.
Kn cuatro de las repúblicas americanas se ha
fíretendido que cada una de ellas fué la primera
en donde prendió la idea de la lil>ertad ; pero,
esa controversia quedará tan obscura como el lu-
gar en donde nació Homero o como el genuiíui
autor -de las obras que llevan el nombre de Sha-
kesi>eare. Por lo que a mi toca, dudo que haya
alguien proclamado en alta voz el principio de
derecho público de la independencia y del Sclf
Ciovcruciucnt antes (pie los chillanejos Acuña y
Arriagada.
Pero, sea de esto lo (pie fuere, no i)nede du-
darse que la aspiración a tener una patria pro-
]tia bullía en el alma de muchos americanos; y
(¡ue la guerra fué el glorioso estallido de ese no-
ble sentimiento.
Contemplando, al través de un sig'.o, el gran-
dioso drama, vé el historiador destacarse tres
caracteres predominantes de esa memorable gue-
rra: que ella fué provocada por el elemento
civil; f[ue la iniciaron los hombres que forma-
lían la más alta capa social, por la posición, la
inteligencia, la instrucción y la fortuna; y que
a pesar de la extremada ])obreza del país, no se
apeló al presente griego del papel moneda, que
era un recurso entonces bien conocido, sino que
se pidió a la misma miseria lo que ella pudo
obrar en aras de la i>atria naciente. La obra de
los proceres de la independenc'a fué, en la ex-
tensión de la palabra, milagrosa."'
SELECTA
l^P(9ChÜ
QL']'", "sabe intfrprt-tar ol alma (k-1 ]ii-csionamc. St- elevan en la diafanidad de
paisaje" dice nn apimle i)eri()dis- los cields seneralniente serenos, anii)liiis, Ín-
tico (|Ue tenso ante mí. finitos, de ;m azul de poeira. como expre-
"\' asi es efectivamente. siones hiei'áticas de im estado de alma, de
ICrne.sto Laroche no es un paisajista a la i'-na insondable melancolia. inmovilidad v,-
mancra de tantos jiaisajistas (|Ue andan por 1 lesiva y contemplativa,
ahi. .\ la atilda i)enetración de su mirada. 1'"^ i-'i-ii" si Xatnra se contcm])lara a -i
a la fuerza e.xjiresiva de su ima.ifinación. la misma y de esa contemplación extrayvra
naturaleza coijra una fisono ria es])ecial.
vive. adi|uiere una modaliilad. diriase que
evidencia un pensamiento, nn estado de es-
piritu.
^' e.- i|ue l.arocbe desenlraña de la cam-
piña un sentimiento tan bondo. tan ex.aclo. j
tan admirablemente exjiresivo. (¡iie ;liri.ise •
surge de sus cuadros tnia '" psico')<i"ía " del
Jiaisaie. ];()ri|Ue es eso lo (|Ue sugieren sus
telas.
.Xiinca mejor (|Ue en los lienzos de ba-
roclie .-e ])iiede co:nprob,ir la influeneia i|Ue
en toda nanifestación de arte ])nede ejercer
el temperamento (|;ie las crea.
l.os pai.sajes del notable i>intor compa- '
trióla tienen, al ])ropio tiempo (|ue una e.x- )
traonlinaria luminosidad, que una a.midiiiKl » __,
asombrosa tle espacio. <|ue una lejanía in- Paisaje Otoñal" galería particular
mensa de borizontc. una profinida melan-
'^■'^'ba. i;ii caudal enorme de serenidad, de paz. de
l.os arboles adquieren iiiajestuosida:! im- armonía silenciosa v aleccionadora.
! r
j
" La Canción del Silencio " Museo Nacional de Bellas Artes
^1 una oijra o.' arle uo es mas (pie la na.-
tnralexa visla a través de nn leiiperamemo.
e- iuilu lali'e (pie lo^ cuadro.^ de l.;¡r(jciie.
-(^u lu'a ac.ab ida. una her.rosisira mate-
ri.niz.ici('in de e.-ie axiora. (|Ue tiene gran
¡Ci-e d.' exacliiuil v ba servido iiara !:i orieii-
t:ici(')ii de ((¡(los lo.- ru idios !¡lerarÉO>. ¡i:c-
'.('iri^ds \- e-euUi'irícos iniciados en nuestra
época.
Xo v(iv a .señalar coi-o alto mérito del
]iiiitor. >ii dorinio grande del (lib\ij(]. su
lécuica impecable eii la (li>tribncí(V.i de 1.a-
limas. -',1 cuidadosa exactitud en la wrdad
de las lona.lidades. sus grande- conociuien-
tcs de |:ers¡)ecli\a. i'or -obre lodo eso. (pie
es irucbo. muchisi ro. 1((S cuadros de l,ar(j-
cbe tienen lo (pie antes digo: una taz seii-
límcmal. un aspecto i;oetico. algo (pie no
está ni en li.is temas, ni en l(js matices _\ esta
•■n ellos \- en todo el conjinuo: tor:na la
esencia preciada. la más preciada de la com-
posición, da carácter a la ]iintiira \ suliMiga
no S('ilo ,1 la mirada sino también a la inia-
ginacií'in.
Sleiiqire deinr(] de una admirable sereni-
dad de exi)rcsi<')n. en una cabn.i irajcstatica.
los cuadros de nuestro eslimado com])alriota
tienen v.ariedad de '■ seiiti;inent(( " (y lier-
UMlasemc- el uxi de e.-te \-()Calilo (pie (pii/.a
]>arezca iuajiropia^lo a -primera \a-ta).
b".n " l.,a canción del silencio", por ejem- .
|)lo (id cuadro se li.alla en el .Museo de He-
lias .\rtesi. esos arbole- (|iie -e ele\an ree-
U)s. ci;rt:iiit.-s, co.i'o ma-lile-. (pierieiido uló-
])icaiiieii'.e llegar b.-i-ia la abura azu!. diá-
fan;i. infinila d.- la lj('reed,-i del cielo a mi
me lian cau-aiUj una i:i'¡Ji-e-i('in (|Ue dirino
,-isi : la -oberb'ia se encarna en esos arbole.-,
(piiereii llevarse a la- nube- y ante la i ':p' -
nenie grandiosidad del e.-p.-icio, (p.iedan
,i:i'arr,-|d.-. is por -n- raices .'il suelo carceie'o.
xtremecidos, diriase. de tenor, cnand i la
l-bil brisa los bace o.-cilar su.-ive uer.te. b'.l
andiieiilv- en il cual esos e.rboles se ele\an
es un trozo del infinilo llevado a la tel'i.
]',u el lierniosisiro lienzo lindado: "Los
buenos amigos del rincón del busijuc " el
— SELECTA —
" La Picada ', galería particular.
011 las ¡irincipak'S f^ak-rias v ci)k-L'i.'i()iics |iar-
ticularcs del ¡)ais. .Miiclius de sus cuaihos
han si(li) (ÜÍuuiÜiIds ])i)r el iír;il)a(l(j \- la
cstani])a.
Xiicslid Musccj lie Helias Arles e'iiiserva
(li)S (le sus irejiires óleds : " Ka eaiieióii ilel
silencio " y " Cumbre del CeiTd Ariscn ".
]{1 Museo lie Helias Artes de la Asuiieióu
del l'arajíuay, un óleo liluladcj " Tierra uru-
jjuaya ". La Uiblioti'ea l'úhliea de l'orio
Ale<¡;re un óleo ijue lleva el lilulo de: " l'',l
cerro de las ánimas " y cuadros suyos exis-
ten laudiicn en las ])riuci¡iales ,i;alerias de
Buenos Aires.
]'',s niieudiro honorario ilel Circulo Imj-
menlo de líellas Artes de .Montevideo; so-
cio correspondiente de varias ajjrnpacioiies
aríislicas v desde 1911 desempeña el cari^d
de Secretario del Museo Nacional de Helias
Arles.
Acluaimente. por resolución del Ciobie!'-
no. ha pasado al Archivo y .Museo Histó-
rico .\aci(.>nal. a fin de cooperar en la orga-
nización definitiva de la sección .Museo de
dicha institución.
Simón (Ir Mantua.
]iintor <la a los dos cor]inlentos v viejos ár-
boles una encantadora e.\])resión de amistad,
de coni])añerisnM) secular en medio a la so-
ledad embriasíadora de a(|uel rincón del bos- ¡
que. <ionde la huella humana no profana la
calma, donde las aves armonizan con sus
trinos. (|tiebrando el silencio imponente. Kn
este cuadro son los árboles tan sólo los (|ue
dan fuerza expresiva a la obra, b'l cielo,
las lejanías. ])a.san a una figuración secun-
daria V son los copudos y fuertes "amigos "
los (|ue encierran todo el pensamiento ([ue
<lió origen a la co:ii])osic¡ón.
l'",n otros cuadros I.aroche i^one toda la
ri(|ueza de su paleta, toda la brillantez de lui
colorido magnifico, llenando (esta es la ])a-
labra, llenando de sol todo el i)erimetro de
la tela encerrado en el marco. Tal ocurre
en un lienzo de gran tamaño, donde unas
parvas reflejan, en el oro de las esi)igas, la
intensa luz solar.
Sentimental, hondamente emotivo, con
una irrefrenable intuición ])oética. Líiroche
tiene una firme personalidad a cuva influen-
cia sus cuadros evidencian un extraordina-
rio persíjnalismo.
-\ mi juicio, es el primer [¡aisajista de
Sud - .\mérica.
E
Segiin unos datos biográficos que tengo
a mano, la labor de lírnesto Laroche es miiv
vasta, estando representado con sus obras
La más reciente obra de Laroche
SELECTA —
Prendedor perteneciente a
Doña Mariana Cibíls de Gómez
Pulsera que usó
Doña Dolores Buxareo
de Percira
()^.\S liistóric'is y algunas de inapi"ecial)le
valor, son las que exornan esta ])ápna.
De valor ])or su antisíüe<la<l v por los ele-
mentos preciosos ipie en su coni])osición entran v
lie valor también ])or su tradición h¡s!órii'-i.
Se destaca del conjtniio. con verdadero realce de
mérito, el liermosisitno ¡¡retal de oro v plata, l'.eclio
i'n la é])oca de ¡a lnde])eiidencia y usado por uno
de a(|nelli)s caudillos que llenan con su valen- v su
arrogancia muchas páginas de nuestra historia.
I'",s un magnifico trabajo, en el (|ue el cincel ha
iraz.ailo dibujos de una delicadeza extrema, orna-
mentaciiui admirable.
b'.ste i)retal. ([ue reúne tantos méritos, figura en
ia coleccic'in del doctor .Martin Suárez.
l'".l mate, de gran tamaño, fué usa<lo por el do-
bernador del I'araguay, -Mariscal v'-íolano López.
Ivs una .soberbia pieza de plata en la (jue aparecen
engarzadas grandes y legítimas esmeraldas.
]'A cincelado en este mate presenta también ca-
racteres verdaderamente notables, lis un trabajo de
gran mérito que adorna admirablemente la colección
de la distinguida señora Sofia Hlixen de Su.árez.
Colla
Mate que usó el gobernador del Paraguay
Solano López
)e esta misma colección hemos obtenido l.'i fo-
tografía de un es])léndido collar de ¡ierlas, amatistas
y diamantes i|Ue ))ertenecieron a la matrona doñ.a
.Maria Claret de ülixeu. lis esta un;i jo\a de iuesli-
mable \'alor. herirosisima ptn" el conjunto de ])ie-
(Iras ipH- la componen \- ¡lor la originali'd.ad de los
engarces.
Ivl ])reniledi)r y aros (pie tand)¡en adornan esla
])ágina tienen un gran carácter. Son bien representa-
tivos de una éjwca y [Jor eso y ])or su riipieza intrin-
sec;i figuran entre las de más mérito en la colecciém
de la distinguida señora doña Mariana ('i('i:uez Ci-
bils de Pena. Fueron u.sados el preniUdor v los .iros
¡)or doña .Mariana Cibils de (lóniez.
La pulsera que también pertenece a la coleccii'm
de la señora Cibils de (iónez fué usada ])i)r doña
Dolores Buxareo de l'ereira y es asimi-uio una pieza
original y de mérito.
Como se ve esta ¡¡á.gina queda complenientada con
objetos (le simia importancia histórica y artística
y al publicarla llenamos, altamente salisfeclios. una
de l-'.s cláusulas de nuestro ])rograma.
que adornó el cuello de la matrona
Doña Maria Claret de Blixen
Valioso cretal de olata v nrn míe oert^necíó a uno d« 1n« stT^t•4•#ri^o /4« 1^ T«4.*A««/4.>M.-f.i
— SELECTA —
I A actii;i]ii!ail no n^v oxisix- ya
nada. N" en verdad que esa
-í señora e> muy absolutista y
muy antipática. Gusta de un eclec-
ticismo que desba'-ata todas las con-
vicciones, que anula la voluntad, re*
clama con imiierio irritante una ra-
piíU'z de cniícepció;: tpte destroza
Inflas las tiKri;ia.> y a la postre ntt
da más que precarias -alisfacciones,
nno que otrn aplausu ciue se apai^a
lan pruiuo cu-uo -t- arroja el diario.
\:i inserviliV".
|-".seri!iir " ionr au jnur" es di-
fieil y es fácil. Diíicil poripie el jui-
cio y la redacción del juicio deben
l:acer-e con una rapidez de vérti.yo.
í-'áeil ponpte esa mi>nia precipita-
ción disculja. no solamente errores
<\v concepto y de ai)reciación sino
(¡iK- también i-rrores de juicio, nada
i-xt ranos si se considera que ante
la sii'.a representación de una obra.
dci)en medir-^e los méritos de la mis-
ma y pesarlos para Ke^ar a la con-
clusióu de si esos méritos son ma-
yores <pie los (U'fectos.
Si- escribe ¡ ya lo creo !. pero al
b-iT t'riamente lo escrito cuátUas ve-
ce-, a solas con la conciencia, se
avi-ruiienza uno de lo e-crito.
lie a(|ui una de las fases más im-
I ortantes del periodismo moderno.
^' pensando cu estf), puede conside-
rarsL' cuá! puede ser. en muchos ca-
(is. '.II consistencia de una propa-
Lcanda. la exactitud de una o))Ínióu.
máxime si de cuestiones de arte >e
refiere.
í*"n ca:nbio. escribir para una re-
vista y si esa revista es como Sk-
i.i.CTA. cuya Dirección me honra a'
encomendarme esta página, entonces
la tarea cambia ratlicalniente de as-
pecto y al hacerse amable se tor-
na más ecuánime, más serena, uia^
digna.
-l'na impresión ile arte, si de in-
mediato se traslada al papel, l'eva
consigo una inevitable ofuscación.
l-'.n cambio si esa impresión tiene el
suficiente tiempo cíuuo para ser ma-
durada; si con esa impresión se
consu'ta varias noches con la al-
mohada (declaro (pie soy un fér-
vidti creyente de los consejos de la
almohada), entípuces i)uede llegarse
a estanijiarla en el papel con nuiclm
menos riesgo <le Cíinieler una ton-
leria.
L'na larga experiencia abona e-las
reflexiones. Por eso las formn'o. ^
que de ellas saque el lector el jirov,--
clio i[ue pueila o quiera.
Diclio esto, a manera de sinfo-
nía, hablemos de los teatros.
Los bailes ruso.-, apasionaron a
loijo el Montevideo que tiene incli-
naciones a los temas artísticos. Se
amtnciaron como a'go casi extrale-
rreno. como lo más (|nintaesenciado
(|ne la mente humana hahria creado
hasta ahora para llevarlo al teatro.
t'on verdadera unción, con un te-
mor casi .supersticioso, tal que si
fuera a presenciar un milagro, asi
llegue a Solís la noche del primer
esi)ectácu!o coreivgráfico.
V vi,,. Me encantó,., Pero no
me a-ombró. Es indudable que en
la comiiosición de estos bailes co-
laboran artistas de gran fama. Para
llevar, a escena un esnectáculo de
esa índole, aunan sus esfuerzos, el
escenógrafo, el director de las dan-
zas, el músico, el sastre, el electri-
cista, etc. V con tantos elementos,
todos de primera fila, se i)resentan
al púl)lico cuadros muy hermosos.
Pero, si desglosamos todos esos
métitus. si examinamos la urdimbre
de esas combinaciones de eleinentos
diversos, nos encontramos con un
espectáculo que no sólo no es lo
más extraordinario que se ha visto,
sino (|ue todo ello se reduce a la mo-
desta proporción de mías danzas
bordadas en el i)atrón de un argu-
mento más o meno-; interesante v
l)ara el cual la mú-ica subraya un
comentario amab'e y alrayente.
.\'o s." necesita llegar a sutiliza-
ciones casi jeroglíficas para seguir
el dcsarrol'o de las patomimas dan-
zantes, í|ue eso son en sustancia los
bailes rusos.
Alrededor de un argumento, gene-
ra mente sensual las bailarinas y los
l)ailarines realizan una serie de habi-
lidades coreográficas, 'as (pie. indu-
dablemente, pueden calificarse de
estupendas. Kntiéndase tpie me re-
fiero a la parte mecánica del baile.
Kl argumento tiene variantes, al-
gunas constituyendo verdaderas no-
tas de arte y demostrando en el di-
rector de la troupe un gusto muy
elevado: {¡ero ese argumento gira,
invariablemente, sobre un mismo
tema fundamental y ¡lor este lado,
hay (pie reconocerlo, no e- esa ma-
nifestación de arte co-a tan supe-
rior, lan asombrosa, tan indigna de
ser contemplada y juzgada por atpie-
llos que no nos consideramos ungi-
dos por las más refinadas exípiisi-
teces.
De todos moiU>s, el *' snobismo"
ambiente tuvo amplia oportunidad
|)ara poner en juego todos sus en-
cantadores asombros, todos sus cua-
si misteriosos, cal»a.isticos conciliá-
bulos, en lus cuales no estábamos
admitidos los profanos, y como todtt
esto es perfectamente inocente, los
bailes rusos pasaron, se esfumaron y
el mundo ccnitento. . .. el empresario
más. y yo con el emi)resario. (pie al
fin y al cabo las bases de la b.-lleza
son inconmovibles y no ha de ser
la agradable pirueta de un liailarln.
ni la deliciosa y evocadora actitml de
una bailarina gentil, las fuerzas (jue
];odrán solventar la estabilidad de lo
(|ue constituye el ]>rincijiio fiinda-
nuiítal del arte.
r,I estreno de ' " I.a Sulamita".
obra teatral del poeta argentino se-
ñor Capdevilla y a la que puso ''aco-
taciones' musicales, el señor César
Cortinas, fué la nota (pie despertó
mayor interés en nuestro ambiente
intelectual durante el mes (|ue ha
fenecido.
De esta labor del joven composi-
tor uruguayo se ha escrito en una
forma harto irregular. Unos (la ma-
yoría), han censurado acerbamente
y otros han elogiado empleando para
ello una conocida serie de frases
hechas, que no pueden considerarse
como expresión de verdaderos jui-
cios críticos.
Para que nos guiara, para que
ofreciera la pauta, para í[ue fuera
algo asi como un diapasón al que
debiera someterse toda la crítica na-
cional, fué traído de Bue^.os Aires
un crítico.
Ksíe honor, el de importar por
unas lloras a un critico para juzgar
una obra crióla, no se le había di--
pensado aún a ninguna manifesia-
cii')n artística de autor compatriota.
N' el juez (pie mandó uno de los
más import antes diarios argentinos
falló no muy favorablemente i>ara el
señor Cortinas. Sin i mhargo. yo \í:j
j)ermito estar en cliscrepancia con la
opinión del distinguido crítico ex-
traniero, y sin meterme a urgar en
las "apoyaturas de segunda", para
encontrarlas más o menos espantosa-
mente audaces, diré pura y simi»le-
meiite (pie en estos comentarivis mu
sicales. Cortinas evidencia un inmen-
so progreso si esta labor musical se
compara con la expuesta en " I,a úl-
tima gavota ' "
Los lemas quizá no estén des-
arrollados con la amplitud que fue-
ra menester, pero lo indudable es
(pie los sonidos or(piestales subra-
yan acertadamente los niomeníos psi-
coií'igicos (le los personajes del poe-
ma dramático, y a mi sentir eso
hasta y sobra en una obra de esta
naturaleza. .
Podrá el joven Cortinas ado'ecer
de irregularidades técnicas en la rea-
lizaci(>n de sus inspiraciones, y esas
irregularidades i)odrán acentuarse
cuando los temas fundamentales ])a-
saron a la distribución orípiestal.
pero todos los i)r(d'anos. todos los
que vamos al teatro o a un salón
(le conciertos para gustar de una
emoción de arte, sin escrutar en la
trabazón intima de la obra, pode-
mos decir (pie algunos de los comen-
tarios musicales del señor Cortinas
nos hicieron gustar una Intnda sen-
sación de belleza.
Pero los profanos, (pie siuuos lo<
más, al pensar esto y a! aplaudir con
arreglo a la emoción sentida. (|uizá
no signifi(|uemos nada ante la oiii-
nión de alguien, portpie no somos
ilómines y sobre todo porcpie no fui-
mos importados,
C(Hi todo esto (piiero decir (pie a
mi me ba gustado la música del se-
ñor Cortinas, que ella pone en evi-
dencia progresos muy sensibles y
(|ue es ya indudable en él la pre-
sencia de un comi)ositor que reali-
zará brillante carrera.
Y no terminaré estas lineas sin
reprocharle lo que a mi juicio ha
sido el error fundamental : la elec-
ción de la obra dramática.
Pese a la opinión del maestro Lu-
gones. a mí me ha parecido * ' l,a
Sulamita"' del señor Cai)devila, una
pretensiosa ingenuidad teatral, don-
de si el vocablo tiene a veces belle-
zas, en cambio e! desarrollo escénico
es siemjire pesado, iU'jgico. lan vul-
gar en los procedimientos, que las
grandes figuras, magnificadas por
la tradición de siglos en una perpe-
tuación de infinitas formas de ma-
nifestaciones artísticas, quedan em-
pequeñecidas, sin redieve. tan sim-
ples como i>udieran serlo los más co-
munes mortales.
Msa lucha amorosa del gran Sa-
lomón con un pastor, es de lo más
infantil que pueda concebirse, y e>a
figura de la dulce, de la divinal
Suiamita a quien el rey - poeta exul-
tó pretendiendo ser para ella "como
una sello sobre su corazón" y por
íiuien proclamó al amor "'fuerte
como la muerte", (pieda reducida
a una ingenua de comedia románti-
ca, con todas las nerviosidades, las
indecisiones y los atolon<lramientos
(le una chica (|ue haya leído niucbo a
\'argas A'ila.
Comentar musicalmente una o!u-a
así. sgnifica 'anzarse en un terreno
inseguro, y en la amalgama de la
obra escénica >■ !a obra musical, -e
corre el riesgo" de ipu- el público u,*
baga en su juicio separación de
esfuerzos y al aburrirse con lo ha-
blado no liare mientes en b' (pie
el músico ha hecho de efectivamente
bui'no.
í'ji este desequilibrio de realizacio-
nes fueron arrastrados también los
intérpretes, los jóvenes artistas diri-
gidos por SupiJaro. y para tpiienes se
proceíiió con ligereza injusta al no
reconocerles toda la suma de con-
diciones sobresalientes y de buena
voluntad (pie pusieron sin reati» al
servicio de una obra que se des-
membraba, (pie no ofrecía a la in-
terpretación ningún i)nnto de ajioyo.
(lue no píidía ser dicha con la gran-
(lilocuencia (pie exige el teatro grie-
go (pt)r ejeuq)Ío). dada la pe(pieñez
de los momentos i)asiünales y las pa-
siones mismas puestas en juego; y
tami)oco pudo ser hablada en la for-
ma intensa que puede serlo una
obra de alia psicología, porípie en
ella no se -abe (pie cuidar más: si
la simplicidad pastoril de un Salo-
món de calcomanía o la ier(|ucdad
varonil de un ])astor (]ue es digno
casi de llamarse Salomón.
Que le sirva de experiencia esto
al joven com])ositor uruguayo, y
tenga muy presente en el futuro ipie
no es i>osible edificar castillos sobre
médano-.
La Asociación Lírica del Uruguay
(pie dirige con indisculii>le compe-
tencia el maestre) Mruesto Kniz. dio
una re¡)resentacíón de la ópera de
Puccini : " P(dieme "
Na en otra oportunidail he dado
mi opÍni(Sn favorable respecto <Ie
esta sociedad de cultura musical y
de la bímdad de los espectácub'S
(pie jieriódicamcnte ofrece. ocui>án-
dome iirccisamente de la primera re-
l)resentación de "Róbeme" en el es-
cenario de Solís.
Tendría (pie repetir boy aípullos
elogios puesto (pie casi todos los in-
térpretes de ahora fueron los (|ue
entonces tomaron parte.
Sólo una figura nueva se señaló
en el elenco. Me refiero a la seño
rita Judith C. Acosta y Lara. (pie
interj>retó con bastante corrección el
rol de Musetta.
Merece una frase de caluroso es-
tímulo el maL'stro Ruiz. (piien en
una obra tan ártUia pone la contri-
bución de sus conocimiento- y de
su entusiasmo.
A esta altura de mis apuntes, noto
(pie ya me he extralimitado. Kn con-
secuencia lo (pie debo decir aún lo
haré cu forma le'egráfica.
Para el número próximo prometo
ocuparme de la compañía Kossich-
Ballerini. (pie con gran éxito actú:i
en el Po'iteama.
Se trata de una compañía dramá-
tica argentina con manifestaciones
fie toda índole.
Se anuncia para estos días el debut
en Solís (te la compañía del Lara de
Madrid y en la que figuran la no-
table actriz María Palau y el actor
Emilio Tbuiller.
Tendremos una temporada de ex-
quisito teatro español.
Ls un buen final de temporada.
n,>ii .1/, ■.'■/.;,/.
SELECTA —
5CARABEIL0
Pl"", arlf foliigráficd suelen dcsiifnar-
so las ili\'c'rsas (i])craciunes cunsis-
U'iitfs fii fijar una imagen en la su-
];erf¡cie sensibl.' (|Ul' f(jr;na la enuilsión de
nitrato de ])lala y a la re!)r(HhK'ciún en pa-
peles albnniiiKisdS o brcinnu-adus de la ima-
gen (ihtenida.
l'ero aun cuando generalizada está esa
designaeióu, en la n'av<iria de \i>> casos el
arte no se ve por ningt'in lado, y verdad.eros
adelesios son los (|ue presentan muchos que
andan p.or alii, con el usnr])ado titulo <le
íul<'igral'(is.
Ivsia reldexicV; i|Ue parecerá imrporluna.
]jero i|Ue no lo i'S, se nos ocurre no bien
nos disponemos a escribir alguiujs párrafos
refereiUes a un vcrdailero artista (éste si
i|iie lo i'S V a sólida basel. que pudiendo
brillar e im])onerse con los S(;los recursos de
su lápiz, l'.a ])edido a la fotografía una co-
operciou suple:renlaria. habiendo llegado a
culminar en im proceili riento i|Ue el llana
foto -óleo. \ (|ue es una verdadera u^ara-
villa.
l'',l artista a (jU^' nos referimos es Scara-
ln'lio. altamente conocido en nuestra más
aristocrática sociedad y justau'enle celebra-
do por la critica, a raiz de las exposicioir.-s
lUH' ha realiz.ado en nuestra ca])ilal.
Scaraliello lia llevado el arle del retrato,
utilizando en ])riiicipio el recur.so de la foto-
,L;rafia. a una ])erfeeción ipie es imposible
superar.
I".s una forma personalisima ile tratar los
pa])eles sensibilizados \ aim más ])ersonali-
siu'a \' más ailmirable el buen gustíj v e.K-
i|iiisitez i|Ue e\ideiicia en la pose de las per-
sonas ])or él fotografiadas.
Ivvidentemente. v^carabello ames de llcNar
a una dama o un caballero frente al objetivo.
realiza un verdadero estudio.
l'ara él. la personalida<l miu'al y el tí-
sico son dos lineas. (|ue. ¡lartienilo de ])un-
tos distintos van a reunirse en uno, (|Ue es
el retrato. De esta suerte sus trabajos ir-i
so:i tan sólo de una estitpeiida exactitud fi-
süuómica, sino (¡ue para cumplenieiilar esa
^iS
exactitn I tienen siem|)re im.a caraclerisliea dar al absoliUo resultado de sus trab.ajos.
(|ue dest.aea la idiosincrasia del modelo: en .\cf.ial rente este celebrado artista ]ire-
ima j.al.abra. en sus lotogralias hay vida. para mía nueva exposición, a realizarse en
\iila intensa, coro pudiera haberla en el lo de Moretti. Catelli. l'",n ella han de figu-
i'ileo más notable. rar retratos ile las dani.as y caballeros ([Ue
l'.stas sobresalientes condiciones son las más ])restigios tienen en nuestra sociedad,
iiue <lan a los tr.ibajos el gran mérito (pie como asimi.smo las ¡lersonalidades más cs-
t(jdos. miánimemeute. le han utorgadu y (|Ue ]ieclables en el n lindo político e intelectual.
los er ticos han reconocido sin discrepancia lista nota referente a un artista de tanto
alguna. mérito, es justa y i'itil. iioniue Scarabello ha
Scarabello ha obteimlo. graniles éxitos en llevado su n;aestria hasta un e.xtre no (¡ue
Italia, en Taris y en la .\rgenliiia. nadie ha su]ierado ai'in. no sólo en el pais
I lablando con este artista sobre nuestro sino en el extranjero.
.Montevaleo. nos dijo que aqui le encantaba 'rr.ansformar la frialdad inherente al ])ro-
el cliiina. la pureza del cielo, la brillantez del ct'dimiento fotográfico, en la palpitante ver-
sol y la her.iiosura y la elegancia de las d,id (|Ue tienen todos sus retratos, es obra
ivujeres. casi mágica, y de ahi el triunfo alcanzado
Con ello Scarabello demuestra i|ue. lie- ])(jr este joven artista, cuva incorporación
vado (le su arte, ha hecho un estudio gene- a nuestro medio delx' ser saludada con al-
ral de todos los factores que deben concor- bricias.
»SH55S252i-HSESZSaSHSSS2SHSHSSSasa52SaSHSÍ5HS2SHSES2SHSHSaS!
¿irlou'^a
jtjt
UN poccj más V vt'rciiios l-ii
fl tcatru L n|iiiza a hi más
faii'osa bailarina rusa con-
k'm])oráiK-a : Anua l'avluwa.
Dará una serie rcilnciila de es-
])ectáciKüS a los cuales, sin iluda al-
Síuna. nuestra sociedad le [¡restará
su invalurable concurso.
La l'avlowa ocuirá el más alto
ranino en el teatro I ii])erial de Pe-
t rostrado y fué la primera ijue con-
siguió autorización (k' los Zares
para salir al extranjero: Suecia ha
sido el |)ais (|ue ella visitó prime-
ramente. Ues|)ués bailó en Dina-'
marca, en Herlin y en \'iena.
Cuantío en lyil Dia.arliilew for-
u'ó su ballet ruso. (|ue nunca actuó
cu Rusia, la l'avlowa era con Fo-
kin. la fi.síura (lescollante (|ue asom-
bró a l'aris.
l'ero ella estaba en desacuerdo
con las ideas <le arte ile Diaghilew.
y fué e.sa disparidad de ideales ar-
tísticos i[ne decidieron a la l'avlo-
wa a fundar en Londres mía escue-
la de baile y formarse su ¡¡ropia
troupe ([ue desde hace seis años
recorre el nnmdo cu una .ífira triun-
tal. Ivstán a la cabeza con la l'av-
lowa. X'ülinine. ])ri:ner bailarín del
teatro Iniperial de .Moscou e Iván
Chistine. maestro de baile del mis-
mo teatro y de la ()])era de París.
en
'oiitcridco
jtjt
ieSHSHSHSHSESH525HSHSH5H5ESHS2SESHSHS2S5SHS12SHSESHS25H5ÍSaS«
Anna Pavlowa
y es el director de or(|uesla el señor
Smallen, de la Hoston ()])era.
lüi lyi I. bailó la Pavlowa en Lon-
dres en ca.sa de J<a(ly Landsbroujíh
(|ne daba un festival en honor de
Ivduardo \'ll ; desde entonces elli
se ha convertido en el ídolo del
público de Londres.
VA Kaiser, en un gran festival
con motivo de! bautizo del ¡irimer
hijo de su hija predilecta, (|ue re-
unió cuarent.'i princi])es con sus
fastuosas cortes, hizo invitar a la
l'avlowa, que lomaba parte en el
festival, por su .Ministro de la
Corte y delante de todos los ¡Vd¡í-
iiates le presentó sus plácemes, Iia-
blándole de los ,i:;randcs ballets (pie
lialiia visto en Rusia, en la fantás-
tica residencia de los Zares en l'e-
heroff.
La Pavlowa conoció a los revés
de Ivsjíaña en el Palace Tlieatre
de Londres ; pasó con ellos lary;o
rato en su palco y .Mfonso XI 11 la
comprometió a que fuera ;i l'.spa-
ña ; sólo alli. le dijo, sabría ella lo
(jue es éxito.
^' son sus grandes admiradores
Saint Saens. Richard Strauss. Xi-
kish. Sarali Hcrnhard y otros, ])rín-
cipes de! genio, ipie se inclinan res-
l>etuosos ante esta reina de la
danza.
■
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El instrumento predilecto de los más célebres artistas del mundo
Es cosa natural que en el arte lírico haya cantantes y concertistas que estén considerados como los primeros en la
profesión a que se dedican. Estas notabilidades han logrado la posición envidiable que ocupan debido a su prodigioso
talento y portentosas facultades artísticas, y por lo tanto, no puede conceptuarse como mera coincidencia el hecho
de que todos ellos hayan escogido la Víctor y la Victrola como las únicas máquinas parlantes capaces de
reproducir, con absoluta exactitud y naturalidad, el encanto sublime de las soberbias y mágicas ^
notas que brotan de sus gargantas privilegiadas, y las dulces melodías arrancadas de los más .'^-f'.
delicados instrumentos al ser pulsados con arte divino por los más eminentes viriuosos. , i.'íT
La \'ictor y la Victrola son los más perfectos de todos los instrumentos de
música, poniendo a su alcance inmediato las sublimes creaciones de los colosos
del arte lírico. Sus admirables cualidades y el favor universal que les dispensan
millones de amantes de la buena música, constituyen los motivos que han inducido
a estas celebridades a escoger la Víctor y la Victrola para perpetuar el arte que
tantos triunfos les ha valido en los grandts teatros del mundo.
Todo comerciante en el ramo \'ictor tendrá la mayor satisfacción en enseñarle
los varios modelos de la Víctor y la \'ictrola, así como en hacerle oír cualquier
disco del gran catálogo \'íctor.
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remitimos gratis y franco de porte. Estos catálogos contienen grabados de los dieciseis
modelos de la Víctor y la Victrola, una lista completa de los Discos Victor, y los retratos
de los artistas más renombrados del mundo que impresionan discos exclusivamente para la
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Doña moría Rntonio ñgell áe Hocquoró
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I H E aquí una matrona, cuyos prestigios aún se imponen hoy a la
' ' consideración óe nuestra sociedad, en razón de haber queóodo
su nombre uinculaóo a las organizaciones carifotiuas más impor-
tantes del país. - Fue fundadora de la Sociedad de Damas de Bene-
ficencia Pública, institución que realizó tan inmensos beneficios; y
falleció tan distinguida señora siendo presidenta de esc institución.—
multiplicando sus tareas benéficas, fundó el Bsilo de Huérfanos y
Expósitos, cosa de refugio para todo&los inocentes seres que el ego-
ísmo y la peruersión óe¡an abandonados a su destino, sin afectos y
sin ternuras. — De refinodo distinción e ilustración excepcional, no
siendo aún casado, la señorita de Rgell realizó con sus tios : don
Lucas Obes y doiiO Ignacio Blanco, un uia|e a Rio 'Janeiro, donde
la corte de Pedro I. estaba en su apogeo. En reuniones de palacio
y en saraos aristocráticos, nuestra compatrioto brilló por su ele-
lVíhíi 'TliM'iíi Hnl'jnio Hqt'ü d'C Hc:i.\iul;:"Cj
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Más de una vez, indiferente lector, habrás pasado ante el altar mayor existente en la Iglesia de San
Antonio (Capuchinos) y al inclinar con reverencia la frente no habrás pensado, sin duda, que estabas ¡unto
a una admirable obra, de edad cinco veces secular Posiblemente no te habrán llamado la atención, iniimi-
dado pof el ambiente austero y sagrado, las maravillas que en el alabastro y en e! marmol ha hecho un
cincel, con seguridad y exquisitez admirables.
Dala esa obra del siglo XV y en consecuencia es ya varias veces secular.
i Como es que ha llegado a Montevideo ? — Pues de una manera curiosa.
Estaba primitivamente ese altar en la Iglesia de San Sebastián en Genova
lo dedicaban a Santa Teresa de Jesús.
Por una resolución municipal, según la Cual se resolvía abrir una calle denominada
sia fué condenada a la demolición. — Y fue demolida.
El maravilloso altar se quitó de su sitio, y adquirido por los Padres Capuchinos de nuestra ciudad,
fué traído a la tisrra americana, hospitalaria y ansiosa de cosas bellas, para engalanar, para dar mayor be-
lleza a la nave principal de la Iglesia de San Antomo. Hl mármol y el alabastro están tratados con una
extraordinaria delicadeza. Las columnas laterales que forman marco a una tela (también antiquísima) de San
Antonio son de una riqueza y de una hermosura extraordinarias.
Ha la parte superior del altar, el mármol forma verdaderas filigranas.
Puede considerarse este altar como la obra de arte más antigua que existe en el país.
En aquel tiempo el altar
Roma", la iglc-
— SELECTA —
Conferencia
Literaria
La robusta mentalidad y la
g:rande ilustración del Doc-
tor José Pedro Segundo, tuvie-
ron ocasión de exteriorizarse
afnplíamente en la conferencia
que bajo el patrocinio de
"Entre Nous" se realizó días
pasados.
El talentoso disertante habló
a la selectísima concurrencia
que asintió al acto, de la g'enial
personalidad de Chateubriand,
el gran literato francés, expre-
sión la más alta de una genera-
ción de escritores que dejaron
tan honda huella en el espíritu
humano, que aún hoy, a tra-
vés de los años hay mucho
que admirar en sus obras, mu-
chas orientaciones dignas de
seguirse en su escuela y mucha
expresión de sentimientos en la
urdimbre de sus trabajos, senti-
miento educador y suavizador
de las malas pasiones, forma la
más bella y la más noble de
elevarse en el nivel mA-al.
El doctor Segundo desarolló
el tema tan amplío y tan suges-
tivo como el que ofrece induda-
blemente la personalidad del
gran escritor francés, en una for-
ma interesantísima y original.
No fué una conferencia en
tono grandilocuente. Fué una
delicada y oportunista diserta-
ción fa la que la palabra galana,
el concepto firme y la exactitud
del juicio que caracterizan al
doctor Segundo, tuvieron am-
plia expan son y pudieron ser
apreciados en toda su brillantez.
La distinguida concurrencia
que llenó el local donde se efec-
tuó la disertación aplaudió ca-
lurosamente al disertante, pre-
miando así su labor meritisima.
Fué, pues, una agrad.ibilisima
é ilustrativa causeríe, como Iís
que hicieron famosas en París
los más t.i'entoscs intcicciuales
franceses.
Disertaciones plcnis de gala-
nura, en las que el absoluto co-
nocimiento de una personalidad
hace que la vida y las obras de
la mentalidad en estudio, al pa-
sar por el tamiz de un juicio se-
reno y por la exquisitez de una
fraseología galana, llegue al
oyente con todos los caricteres
de una preciada esencia de arte,
para ser gustada por los verda-
deramente refinados.
Lamentamos muy de veras
no poder ofrecer una síntesis de
la magnifica conferencia del
doctor Segundo, pero, en cam-
bio ofrecemos a continuación
unos bellísimos versos del que
ocupa tan elevado rango en la
^j5H5ESHSE5HSHSESHSHS2SH52SE525HSa5HSESHSHS2SHSESH5HSH5HSSSESE5a5HS?K literatura uruguaya.
Doctor JOSÉ PEDRO SEGUNDO
Querellas Rosmánticas
L
LA MANSIÓN FAMILIAR
Hoy he vuelto a la vieja posesión olvidada,
Después de tantos años de ausencia y abandono,
Y el albergue de aquellos señores de otro tono
Ya no guarda una huella de su vida pasada.
Yo no la reconozco, tras los árboles fuertes
Que plantó un jardinero cuando el dueño vivía ;
Que eran leves y frágiles como la infancia mía
No tocada a esas horas del dolor de otras muertes.
Pero el tiempo inclemente la pared agrietó
Y el paisaje se ha vuelto ora tosco y antiguo ;
El contomo ha cobrado no sé que aspecto ambiguo
De algo que no se sabe si el propio Dios creó ;
Y en las ramas frondosas ya no están los violines ;
La arboleda ha vestido de rugosa corteza ;
La casa agreste yace sepulta en la maleza
Que ha borrado la senda de los viejos jardines
Por donde en otro tiempo paseé en compañía,
Bajo el amor de un cielo azul y tutelar:
Yo, entonces, no sabía aún lo que era amar
Y no había enfermado de esta melancolía ! . . .
Hoy que, he hallado de pronto todo el ámbito esbelto
Y la casa arruinada que el invierno deslustra, —
Sin poder remediarlo, — vuestro encanto se frustra
Y yo hubiera querido esta vez no haber vuelto.
Arboles victoriosos, vieja casa querida,
Porque junto al sendero y en la planta sin nombre.
Recordando el pasado, aquel niño, hecho hombre.
Ha llorado su infancia con la dicha perdida!
II.
ODA LIGERA
Si yo he mirado
Alguna vez
Fueron tus ojos de Anadiomena ;
Si yo he mirado
Algunos ojos.
Fueron los tuyos ;
Porque ellos solos valen la pena !
Si he contemplado
Figura humana.
Fué la divina forma del talle
Tuyo, ¡ inhumana
Flor prodigiosa !
Por la elegancia de su detalle.
Si yo he soñado,
Para mi cumbre.
Con la corona de tus cabellos, - -
Es porque ha tiempo
Busco la lumbre.
Toda la lumbre que he visto en ellos!
m.
CONTRAPOSICIÓN
Yo envidiaba a los niños — cuando era pequeño
Que no tienen hogar y que están en la calle :
Precisaba la holgura desenvuelta del valle.
Aun violando la férrea prohibición de mi dueño.
Yo necesitaba del sol, el campo abierto.
La amistad de los hombres y el espacio tendido ;
Mi corazón saltaba en un inmenso latido
De total desvinculación, mal encubierto. . . .
Y hoy que seres y cosas los encuentro cambiados.
Como en una inversión radical de los polos.
La libertad que alcanzan los altivos y solos
Es precaria y nos cuesta demasiados cuidados !
José Pedro Segando.
— SELECTA —
Qju Ám-
EL encanto que se desprende de la fotografía hermosisítra
que exorna esta página nos eximiría de agregar una sola
linea de comentario, si impulsados por el encanto mismo no
fluyeran a los puntos de nuestra pluma palabras galantes, que
lamentamos, de veras, no poderlas transformar en madrigal. —
Todos los dones de belleza, de elegancia y de distinción se
hallan reunidos en esta dama, que impone en todas las mani-
festaciones de nuestra sociabilidad su gentileza y su cultura. —
Como una encantadora floración surge junto a la señora Usher
de Heber, su hermosa hija; complemento, se diría, de tanta
gracia y de tanta perfección femenina.
— SELECTA —
Dh entre la ])létora de artistas que hon-
ran a miestro país con sus obras y
con su perseverancia en la creación
lU- la belleza, se <le>taca. con méritos indis-
cutibles, el escultor José L. Belloni.
Brillante en todo sentido ha sido la ca-
rrera de este cultor talentoso de la esta-
tuaria.
-Nació en Montevideo el u de S'iitieni-
bre de 1S7J y muy joven aiin fué becado,
con beca extraordinaria, ¡«ara estudiar en
Lugano I Suiza), en el taller del escultor
I.iiis \asselli.
lín e.sta primera eta¡)a de su vida. Belloni
ya se distinguió por su gran amor al tra-
bajo, su entusiasmo iior el arte que concen-
traliít todos stis afanes y su es])iritu vivaz.
da<lo a la originalidad y a la lógica en las
obras <|ue abocetaba.
\"olvió a nuestro pais unos años des])ués
y en 1899 obtiene i)or concurso otra beca,
trasladándose entonces a .Mtuiich (Alema-
nia), en cuya .\cademia ingresó para per-
feccionar sus conocimientos.
En esta época su ansia creadora produjo
n'uchas obras. Pjivió trabajos a las exposi-
ciones que se realizaron en .Mimich, en
Roma, en Budai)est. en Laussane. en Xeu-
chatel. etc.
Kn el concurso de interpretación celebrado
en la Real Academia de Bellas .\rtes de la
ciudad donde se habia radicado, obtuvo una
n-ención por su boceto titulado "Hl Pecado".
obra esta (|ue se conserva en nuestro Mu-
seo de Bellas .\rtes.
Comj)artiendo sus estudios. siem])re apa-
sionados y constantes, con el trabajo, ocupó
la cátedra de Dibujo Profesional en Tesino
(Suiza), donde fué siempre sumamente
apreciado por los demás profesores y es-
pecialmente ])or sus discípulos.
Terminada la beca, regresó a Montevi-
deo, siendo designado, no bien se instaló en
su ciudad natal, Catedrático de Dibujo Or-
namental en el Círculo Fomento de Bellas
.\rtes.
Este cargo que con general beneplácito
desempeñó hasta 1914. lo dejó tan sólo cuan-
do, por el lamentado fallecimiento del i)in-
tor Carlos M. Herrera, fué nombrado Di-
rector del mencionado Circulo.
Belloni ha producido con intensidad y con
verdadera maestría. Muchas de sus obras
han obtenido e! calificativo de notables y
otras tienen ai'in el más elevado mérito de
.ser consideradas como definitivas para la
valorización de la brillantísima mentalidad
del escultor comijatriota.
Su es])iritu creador prefiere siem])re los
temas arrancados a la realidad, temas enér-
gicos, fuertes, como sus figuras, en las (pie
el estudio anatc')mico está magnificado por
la exacta .sensación de vida que le da el cin-
cel habilísimo.
De sus obras más celebradas, puede se-
ñalarse a la admiración piiblica. el busto de
.Artigas, ejecutado en mármol por encargo
del Ministerio de Relaciones E-xteriores y
destinado al gran salón de recepciones en
el Palacio de las Repiiblicas Sudamericanas
existente en los Estados l'nidos.
En su carrera triunfal, cada manifesta-
ción de su talento marca un jalón ascen-
dente.
I".n la Ivxposición Internacional celebrada
en Buenos .\ires con motivo del Centena-
rio de Mayo. Belloni obtuvo medalla de
l)lata. distinción bien alta y que habla mu-
cho en favor del escultor uruguayo, desde
el momento (|ue en e.se certamen figuraron
obras de los ¡irincipales artistas del mundo.
Xo hace ai!in dos meses. Belloni realizó
en el salón de Moretti Catelli una e.xi)osi-
ción de sus obras más recientes.
Fué esa exhibición un gran éxito, no sólo
considerado artísticamente sino (|ue también
por su magnifico resultado económico.
En esa exposición Belloni afirmó defi-
nitivamente su personalidad artística. V
ante esas obras no cabía otra exclamación
que esta : " Es un gran escultor ! ".
Lo más notable que ex])uso fué, sin
duda alffima, el bronce titulado : " El espí-
ritu de la raza ". En esta obra la vigorosi-
dad, (|ue es la característica de Belloni. tuvo
am])lio motivo como para manifestarse. K\
tipo aborigen fué interpretado admirable-
mente, con todos sus rasgos de energía, de
fiereza, de altivez, de rebeldía y de valor.
La consagración de Belloni como uno
de los primeros escultores del contincníc
es indiscutible.
El porvenir le reserva grandes triunfos
])ara nueva gloria del arte nacional, (|ue
cerebros robustos como el de Belloni. lo
iiii])onen a la admiración del mtmdo.
Simón de Mántiici.
''*''-*°^'-^
i
^"ív^"" ^¿M
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Mita.
■AifTnnriiifiir inh:... — - "' -. -^ -^ ■—;
^"^^^ :----=======^
PROYECTO DE MONUMENTO A ARTIGAS
— SELECTA
En la exteriorízación de su cultura, la
señora de Ríet Correa evidencia una
alta distinción. Eleg-ante, su paso es siem-
pre saludado con la más rendida admi-
ración. En su lujosa residencia, las fiestas
que se realizan, tienen el sello de una
exquisita sociabilidad. Su bondad paga
ejemplar tributo a los sentimientos cari-
tativos, y son sus prendas morales las
que realzan más aún sus prendas físicas.
SELECTA —
Del pasado
tX t'sla ])ágina. que (leclicanius a
la exhumación de objetos anti-
ííuos. valiosos en grado siiperla-
ti\"'>, incluimos hoy, cuatro magnifi-
cas comprobaciones de lo que en otro
tiempo produjo el ingenio humano, y
que son hoy verdaderas maravillas en
las colecciones valiosísimas (iiie exis-
ten en el !>ais.
En primer lugar hemos de dedicarle
unas lineas a las dos miniaturas <ine
figuran en esta nota. Como todos los
trabajos de esa índole, asombra en ellas,
el vigor del coloridtt. la frescura que
ccinservan las tintas sobre el marfil,
la habilidad siiina en el dibujo, cir-
cunstancias todas estas que peinen de
manifiesto la exquisitez y preparación
Magnífico cofre de boís de fer
perteneciente a la señora
Camila Estrázulas de Berro
einpleados en él. síik) también por su
procedencia, que data de cientos de
años.
Pertenece a la ])rimitiva manufac-
tura de Sevres. y por esta circunstan-
cia ya puede colegirse cuánto es su mé-
rito. Luego, perteneció al l-jupcrador
Luis Feiii>e de Francia, y el mono-
grama que acredita su histórica fi.gnra-
ción en la vajilla del citado stiberanu.
es de oro.
Se halla esta verdadera joya y la
miiiiatm"a de la señora Latorre de Du-
plessis en la magnifica colección per-
teneciente a la señora Julia Duplessis
de Bouvet.
KI cofre es no solamente luui \erda-
dera obra de arte, sino también un ob-
jeto histórico.
Miniatura de la Señora
Carmen Sartori de Dellazoppa
de los artistas que a esos trabajos se
dedicaban.
Keproditceu las dos miniaturas a las
distinguidas señoras, doña Catalina La-
tour de Duplessis y doña Carmen Sar-
tori de Dellazoppa. ambas de brillante
figuración en los salones de antaño.
Posiblemente al ver la reproducción
fotográfica de esas miniaturas no se
tiene por cierto la sensación de sn to-
tal belleza.
La señora Latonr de Dui)lessis apa-
rece caracterizada con el traje de Dia-
na Cazadora, imitando artísticamente
las más famosas pinturas <iue reprodu-
cen a la diosa mitológica.
El de Ja señora Sartori de DelIazopi)a
tiene toda la majestad de las damas
(pie figuraron en las épocas de la co-
lonización y la independencia.
Esta última miniatura se hal'.a ac-
tualmente en poder del señor Enrique
Dellazoppa.
El plato que figura en esta informa-
ción es toda una gran pieza de museo.
No sólo vale mucho por los materiales
Plato que perteneció al Rey Luis Felipe
Miniatura de la Señora
Catalina Latour de Duplessis
Dala del siglo XIV _\' perteneció al
Conde .Alberto de Lucerna de Campi-
glioui.
Figuró siempre en el magnifico .Mu-
seo (pie puede admirarse en el Cas-
tillo de Moiufleury. cuya majestatl se
eleva en las deliciosas cercanías de
Xiza.
La Condesa de Lucerna, nuestra com-
patriota, la señora Ventura Estrázu-
las. regaló este hermoso objeto a su
sobriiui la señ(»ra Camila l'.slrázu as
de fierro.
l'.I cofre está conslruidt) en bois de
fer >■ tiene hermosos bajorrelieves de
marfil.
Todas las disliiUas i)iezas de mar-
fil \- (le labrado, asi conu> la linea
i^eneral del mismo, no solamente de-
notan un de'.icado gusto artístico, sino
que tienen un gran carácter de época.
Cofres semejantes a éste, que es una
nota admirable en la colección más va-
licjsa. existen tan sólo tres, los cua-
les se guardan en el Museo de Cluny
(París).
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— SELECTA —
El pintor urugfuayo Joan Peluffo en su estudio
HE aquí un artista cuya proverbial
modestia lo mantiene alejado de
ese medio ruidoso y muchas veces
falso, en que se forman las reputaciones
¡jopulares y suelen también brillar los
que no tienen méritos para ello.
No es, desde luego, a base de bullan-
gueria callejera que se fundamentan los
verdaderos, los sólidos valimientos in-
telectuales. Artistas hay que tienen pa-
siini por estas manifestaciones de baladí
renombre; pero en cambio (y quizá los
de más ilustración), rechazan estas con-
sagraciones im])resionistas, algunas de ellas
con mucho carácter de teatralidad.
Peluffo es enemigo declarado de estas
exteriorizaciones en las que tan sólo la
vanidad es la que encuentra satisfacción.
En el silencio de su taller, trabaja el ar-
tista infatigal)lemente, buscando sin des-
mayo la creaciini de la belleza, coi)iando
a Natura la infinita variedad de sus for-
mas, de sus matices y de sus colores.
De cuando en cuando realiza una ex-
posición y en ella pone de manifiesto la
lalx)r de algunos meses, en el recogi-
miento de su hermosa residencia de la
calle Larrañaga.
La critica, o la pseudo crítica de arte,
no es sieiTipre justa con este pintor com-
patriota. Como en su ]jaleta no hay ca-
]5richos raros, ni ridicidas invenciones
efectistas, ni absurdas combinaciones de to-
nos, ni ]3retendidos estudios de luces ar-
tificiales, la crítica lo califica de ])intor
anticuado, sin parar mientes en los gran-
des méritos del diljujo correctísimo, ni
en el dominio extraordinario ciue tiene
Peluffo para la coloración de sus telas,
donde el i)rocediniiento racional, el que se
ajusta a la verdad y al sentido connin.
no da entrada a ninguna ridicula teoría
modernista.
Tiene Peluffo admirable justeza ¡lara el
retrato. Es antes que nada im gran retra-
tista. .Algunos de los trabajos de esta ín-
dole i)udiera firmarlos Islanes, el viejo,
¡mes la escuela y la ])erfecci('in del dibujo
así lo acreditan.
En todos los procedimientos la técnica
no tiene secretos jjara este artista, de mé-
ritos indiscutibles, obtenidos a base de es-
tudio perseverante y de sana orientaci('in.
No es sólo el óleo el que le ofrece am-
plio campo para fijar las seguridades de
su pincel. La acuarela y el pastel tam-
liién tienen en Peluffo un cidtor distingui-
dísimo.
Consciente de su valer y de la bondad
indiscutible de su escuela, no ha intentado
este ])intor un cambio. (|ue siem])rc tiene
que ser perjudicial. Las estrepitosas y
fugaces imposiciones de escuelas nuevas
no consiguieron nunca arrancarlo de su
modalidad y de ahí que, dejando jM.sar ])or
su lado la vorágine de ciertos caprichos
voceados por la moda, ha continuado i)ro-
duciendo obras de gran mérito v que lo
])onen en ])rimera fila entre los ])int<)res
nacionales.
En estos i'iltimos tiemixis, Peluff(j ha
dedicado algunas horas a la ejecucii'm de
esculturas. La escuela verista y lógica
que guía sus jiinceles, se manifiesta tam-
bién en sus ensayos escidtóricos, felices
ensayos (|ue han llamado justamente la
atencicni en la última exposiciiui que rea-
lizara en los salones de Maveroff.
En la visita que hemos realizado al ta-
ller del señor Peluffo pudimos constatar
con verdadera satisfacción todos los gran-
des méritos de este artista uruguayo, cu-
yas condiciones de trabajador y de estu-
dioso son ¡¡roverbiales.
Peluffo es un ejemijlo |)ara los jc'ivenes
artistas cpie em])iezan su carrera y que
equivocadamente pierden el tiempo 'bus-
cando modalidades nuevas, sin realizar
más (pie obras inconclusas, y eso cuando
las realizan.
El arte es belleza y la belleza es la
sencillez. .Si no se olvidara esto, no se ma-
lograrían nniclias liuenas iledicaciones.
— SELECTA —
SELECTA
La CjMdbá Cddn
/.)/ ci>¡ii,''tisi('>u . t'iifi\'iilt' al tnforíiíiúd.
(■.V fli'r l'rivih'iiiaciíi de las almas (fcn-
liles.
--/,(/ niaiiit que se I ¡ende a los hi:-
inildes reenje. al lavaiilarlos. litnlo de
nablcza.
— .S"('/íí st'ii f^erfitmadas los laureles,
eiiaudn se afreee anipayü al derraiado.
— I.a l^rotiedad que dignifiea al ero
es la de mitiíjar el llanto ajeuu.
Dr. El. ¡as Kkgii.ks.
llf .•i(|ui otra (le las institiK-iones <le
iiL-fifí-ncia, (¡Uf r;-aliza, v-n un vastu
rculo (If accii'm, una ;>lira altanuMite nu--
;oria.
Dice el artii'ulii prinu-ru lU- sus ostatu-
s: "La Sciciedail Filantri'i])¡ca Cristóbal
>li^n, tiene i)or (ibjetu ]iro])en(ler, jjor
t(i(is los medios a su alcance, al soco-
o lie los ])ol)res virtuosos, sin distinción
■ nacionalidad, raza, creencia rclig-iosa
ojiiniíui iiolitica. Xunca se ])odrá in-
stig-ar niní^una de estas circunstancias,
:ndo la única condici(')n jirecisa, la cons-
tacii'm de la indirrencia y de la buena
iuducta."
lie aqui en breves lineas es])ecificados
s fines nobilísimos de esta institucii'm
i}(] arraiffo es ya inmenso, v cuva obra
L-ne actualmente iiropcjrciones vastisi-
as.
I),' la .Memoria corres|.'ondiente al añc
timo s,-icamos estas lincas:
"La distribuci/in de los socorros C|Ue
s Estatutos y Resjlamentos establecen
se acuerdan a los solicitantes que han
■reditado en fornia su estado d? i)ü-
eza. se han continuadla efectuando en
s mismas Cíjndiciones de tiempo atrás
tablecidas. es ilecir. diariamente en ve-
no V cada dos dias en invierno, benefi-
andose asi en lo ])osible a los meneste-
isos. evitándoles, en la épcjca en que no
;'st ■ el temor <\í- cpie ])roduzca altera-
i'in 1,1 carne, las molestias de una concu-
eneia diaria .•il local.
^ las cilras de esos donativcjs scjn mu\'
■andes. Demuestra ello en ))rimer lu.yar
nobilisimo sentimiento ile un i>uel)lo.
lestro jiueblo, cpie no olvida en ninjíún
omento ;i los desliered.ados ile la ior-
n;i : y lucido los prestigios de la Crisló-
i\ Coli'in, <|ne concentr.i en si a un vasto
icleo de benefactores, cuvo i'ibolo está
empre ]ironto ])ara contribuir al soccj-
o. al alivio de miseri.as \- de ilolores.
L.i Cristi'bal C'oli'm no se concreta tan
do al re]iarto de comestibles. .\ esta ac-
ón eficacisim.a se unen otras conqde-
ent.'irias y no nn'iios eficaces.
1 ie ;u|ui una :
Las cincuenta má(|uinas donadas ]>uv el
■ñor Francisco l'iria, se entreg;an. ])revia
scalizaci('in e informe de una Subcomi-
i'in especial, en préstamo i)or tiem])ü de-
rminadü a las familias que las solicitan
p;ira usufrnctuarl.is y (|ue ])or ese medio
atienden a su subsistencia.
.Actualmente se h.dlan en ])réslaniü todas
esas niá(|uinas v vencido el i)lazo de con-
cesic'in se les |)rorro!.;a si la necesidad ])er-
sisle v cuidan convenientemente el útil.
Tiene t.ambién la Cristi')bal Coh'm mi
servicio de médicos. Cientos y cientos de
visitas ffratuitas cuenta el cueri)ü de fa-
cultativos en su honroso haber caritativo.
Las recetas son despachadas i)or la
.Asistencia Pública.
Componen este cuerpo médico, que tan
benéfico v desinteresado concurso ¡¡restan
a los lunnanitarios fines de la institución,
los doctores: Juan Francisco Canessa.
Ivlias Regules. José .Martircné. .\tilio -Xa-
Doctor ELÍAS REGULES,
Presidente de la Sociedad Cristóbal Colón
rancio. Luis Demicheri. .\lberto .Marroelie.
1",. l'ernández l",s|iir(], Joa(|uin Canabal,
|(jsé l\odrii;iU'Z .\nido. Iviriipie .Méndez,
luán C. Demaria, .\ntonio l'runés, M. I'..-
cerro de üeng'oa, Joa([UÍn de Salterain.
.\n!íel (".amin.ara. Jíjsé Re)>peto, .\ndrés L
Tuxiil, José lnf:intozzi, l'austo \';'ij;-,i. I'e-
lix .\nyel ()livera, líiluardo Ilir.abén. .\1-
berto .\nselmi, .M.artin M:irtinez l'uet.i,
l'raneisco K. Uuvertoni, .Xsoeiacii'm d-
Practicantes, Doniinsicj d. Santos, l)i-n-
tista: .Xbelardo F'iol. Ojitica : Cámlido
.Mass.', llors.
Otro de los beneficios t|Ue la Sociedad
])resta es el de tener establecido en la
sede |)rincipal una oficina también i^ríi-
tuita lie trabajo.
lie ;i(pi¡ los (l.atos eslailistici >s de esta
dependencia ilurante el año .anterior:
Pedidos de Cíjlocacii'in, L04(i. Colocados,
(I7S.
^' en resumen, la may-nitiiil de los ser-
vicios benéficos f|u;' prest.a esta Sociedad
])uede medirse ]i(]r la simple estadística
de los artículos donados en un mes, un
mes elegido al azar en las pái.;inas de
una Memoria.
lie aqui \u entre,t;,ido :i los meneste-
rosos en .\bril del año p:is:id(i: las lei;um-
bres se ciicnlan \>ov miles de kilos v luego
véase im,-i lista de ro])as v demás efectos:
1.4SII piezas de ropa. -{Sd metros de gé-
nero, ISO trazadas, 54 trajecitijs de niño.
'i'2 colchones, '42 almohadas, •~)4ll ])ares de
calzado, .'¡(I camas de hierro.
-Ndemás im.a gran cintidail de sábanas,
finidas, toallas, sombreros, gorros, trico-
tas, menaje doméstico, etc., etc.
Se ha atendido especialmente el sumi-
nistro de calzado a los niños en edad de
Cíjiiciirrir a la escuela.
Las familias a cpiienes se ha concedido
esos subsidios forman un conjunto de
•5.241) C(jn l.~).S:)S ])ersonas. de l.as (pie
i>.-i'.)'¿ son mavores \ 11.4 !■(> menores.
lie .aqui. a gi'aniles r.asgos, la labor tan
noble \ tan elicaz (pie realiza la Cristóbal
C(jl('in. |»jr lo (|U,' en muchos años de em-
peño tiene va coiKpiistadas las sim])atias
de todo el ])ais.
El 12 de este mes ceUdjn'i l;i C(jlépn sus
bodas de plata, y con ese motivo se rea-
liz.'i un re]>;irt(j extraordinario.
.Xctualmente componen la .autoridad di-
rectiv.a de l.a instituciim .altamente bené-
fica, los señ(jres :
Presidente, doctor b'.li.as Regules: \'ic -
presidente, doctor Carlos .\ns"lmi : Con-
t.ador, doctor Domingo liarbeito; 'I eso-
rero, doctor l.:iuro .Méndez: Secretario,
don Pi'dro C". l\o Irígtiez : Secr.'tario. doc-
t(ir .\lfreilo 1. P.-rnin: X'ocales: d.oct(ir
l'.duardi) R;iv.-mi:i. .\rtur(] Puig. S;iiili;igo
l'.arabino. Ingeniero Peilro II. M.aguon.
Ingeniero Pablo l'erranib]. doctijr J. .\me-
r!C(] Peisso, don b'r.incisco l'iria, don Ju.an
l'i. Morix e. don Luis M. I.aurito. don M.i-
ti.as l'.:inzá. don Tei'ifilo .M. Oxirio. (Ujii
Antonio C.alíetti. don Mati:is .\. I'..auzá,
don l\a:i'(')n .M. Miiiños. Conisiiin l"isc:il :
señores Juan .Xicardi y Justo KodrigU'-z.
Cnent:i :ideniás la Crist(')h:Ll Col('in con un
her'i'oso V ani]>lio local, ubicadii en l;i calle
.Magallanes entre L'rnguay y Mercedes, y
la Siibcomisi(')n del Paso del .Molino ]n'(]-
vecta también la creación de otríj edificio
en a(|uelhi localidad.
La C"rist(')bal Colón tiene bien C(in(|uis-
lada el titulo de benemérita.
ir
1
i
— SELECTA —
La tumi
ie L;
AjAXUü (le Macüii por el camiiiu que bor-
dea el curso ondulante del Saoua. no lejos
de las ruinas del castillo de aquel conde de
Montrevel, decapitado durante la época del terror
y que en 1789, !a vísi)era de la revolución, poseía
Cooooü libras de renta, una cuadra de cien caba-
llos de caza, un teatro donde las damiselas del
contorno representaban tragedias de Racine. y
una orquesta a sueldo que rivalizaba con la or-
questa de los Conde en Chantilly ; siguiendo el
sendero que entre las viñas más famosas del
Franco - Condado, las viñas de Beaujolais, con-
duce directamente a la primer estribación de los
Alpes francos; en el fondo de un valle verdine-
ííro que se espejea en los
anchos remansos del rio. *——*"-——■■■—■*■*•
se alza la aldea de Saint-
Point. la aldea humildísi-
ma que ennobleció el genio
(le un poeta.
Alfonso-María - Luis de
Prat de Lamartine yace
allí, en un panteón labra-
do en el rincón de un par-
que sombrío plantado de
jiinos, alerces y cedros del
Líbano, sobre cuyo fron-
tispicio bizantino se lee en
letras góticas una divisa de
supremo anhelo :
Spci'üz'il a II i ni a nica.
Kstc hombre, que estuvo
a punto de ser el dueño de
Francia, que hizo una re-
volución, que soñó con
eclip.sar la tiranía de Ro-
bespierre, que se vio en-
cumbrado jjor la fuerza de
una popularidad enorme,
avasalladora, y que luego
sucumbió miserablemente
a su debilidad de poeta,
vencido por las intrigas de
un ambicioso sin talento
jíero más osado (jue él, re-
])osa en una tierra que
cantó con los acentos más
nobles de su lira y de la
cual apenas pudieron nun-
ca separarle los aconteci-
mientos de una vida aza-
rosa y desgraciada.
Antes de 1848, Lamarti-
ne era el prestigio más
grande de su país, el ar-
bitro de los destinos fran-
ceses. Su gloria literaria y
su gloria política resplan-
decían como una doble es-
trella, irradiando en el cé-
nit de uiia vida. Diez años t4
liastaron para que el impla-
cable Rochefort, comen-
tando los apuros económicos del autor de la
Historia de los Girondinos, pudiera escribir es-
tas palabras crueles: " V.\ poeta no os pide glo-
ria. Al tender su mano hacia vosotros, ¡ oh in-
mortales ! parece deciros : — ; Dadme mi parte
en dinero!"" Xo fueron los de Rochefort, el fu-
turo commiinard de 1871, los peores insultos que
amargaron la vejez de este recio campeón del ro-
manticismo literario. Otros, al recibir sus últimos
libros, escritos bajo la presión de los editores
que explotaban su miseria, le flagelaron acusán-
dole de convertir en monedas los recuerdos ín-
timos de su alma.
Tal vez esta acusación no estuvo desprovista de
fundamento. Un poeta que parecía haber agotado
los sonidos de su lira; un historiador cuya pluma
había recorrido el ciclo entero de la humanidad,
desde los clasicismos heroicos hasta las tragedias
(le su época; un viajero infatigable que había de-
rrochado una fortuna en visitar, con la pompa
de un nabab, los Santos Lugares de la Pales-
tina, no supo contener su pluma cuando ésta
había dado ya a la literatura francesa un es-
])léndido lote de obras maestras, y no vaciló en
sobrevivirsc, entregando a la maledicencia de una
generación que ya no era suya, los tesoros pre-
ciosos de sus recuerdos y sensaciones más ín-
timos. Ni siquiera logró con ello salir de sus tris-
tes apuros de dinero. Fué preciso que sus ene-
había derrocado su re-
concediera una limosna
migos, el gobierno que
pública aristocrática, le
de 500000 francos.
Xo era mucho para un hombre que. atnio .\1-
fonsu Lamartine, había derribado el trono (|ne
se oponía a las reivindicaciones de los b(ma))ar-
tistas triunfantes.
1^1 pueblecillo de vSaint - P^int >e compone de
unas cuarenta casas agrupadas en torno de una
iglesia romántica; una de estas vetustas iglesias
francesas, de puntiaguch^' campanario, enmohe-
cidas por el orín de los siglos. .■\! extremo norte
del i)ueblo. en los ejidos, está el castillo de La-
La primera duda
Acuarela de O. Baroffío
martine, un poco más suntuoso pero bastante más
pequeño que aquel de Milly. cerca de Hacon. donde
nació el poeta y donde escribió sus primeros
versos.
El castillo y su parque dan frente a las monta-
ñas del Jura, blanco por la nieve.
El poeta ha trazado en el capitulo ])rimero de
su novela U¡ Picapedrero de Saint - Point. el pa-
norama que a través de los vidrios de la ventana
de su cuarto contemplaron tantas veces sus ojos...
"Tras la ribera y los prados, la mirada empieza
a ascender por escalones, los flancos hinchados y
robustos de la alta cadena de colinas que separa
el valle de Saint - Point del horizonte del Ma-
connais, de la Bresse. del Jura y de los Alpes.
En primer término, las grandes y profundas tie-
rras rojizas opulentas de vegetación'"...
Este cuarto de Lamartine que parece el sencillo
despacho de un rentista rural, conserva el as-
pecto que tenía cuaiido su dueño pasaba, como
otro Don Quijote, las noches en claro y los días
en turbio, afanándose por satisfacer las demandas
apremiantes de sus editores. Sobre aquella mesa
sencilla de roble, con aquella insignificante escri-
banía de peltre dorado, sobre aquellas cuartillas
azuladas de papel del Marais, se escribieron Ra-
fael y las Confidencias: la Historia de la Re-
volución de Febrero, Tres meses cu el poder.
Toussaitif Louveríure, Genoveva y los pobres li-
bros de la vejez del poeta, entre ellos aquel Pica-
pedrero que conserva todo el perfume de las es-
tancias que visitamos con la curiosidad banal, un
poco avarienta, del viajero que quiere sacar todo
t-'l jugo i)ü5Íb!e a! dinero gastado en su viaje.
HeuTis entrado en el castillo un poco antes de
mediodía, jtor el soberbio jxírche gótico que re-
tuerce sus columnas de piedra estriada sobre la
yedra (|ue tapiza el muro y entre dos espesas ba-
rreras de rosales y madreselvas. Delante del por-
che, una nube de pajaritos picotea descaradamente
entre la grava de la explanada.
Son aquellos mismos pájaros tan amados del
poeta, que escribió en su eUjgio estos poéticos ren-
glones : "Les oiseaux sont
•—*—' —— '"""*"— ~~ * la poesie des chants. l'hím-
ne de Lair. Si on les tue.
qui done chantera dans la
creation ? " '.
En el fondo del ])orche
se abre la vidriera que da
acceso al vestíbulo, de don-
de arranca la escalera.
Toda la casa es un mu-
seo laniartinesco- Los ami-
gos del poeta, los mismos
(|ue trajeron su cuerpo des-
de Passy. doiide le tenía
recluido la caridad de la
villa de París, han hecho
del viejo castillo un sagra-
rio de amor hacia el poeta.
Allí está, en el eslrechü
dormitorio, la cama en que
murió, alta como un cata-
falco, traída con los demás
muebles del chalet de Pas-
sy. Allí el armario de luna
que guarda, junto a los res-
tos de la vajilla que usó
el poeta, dos de sus viejos
sombreros, su bastón, su
tai)abocas, sus chanclos...
En un lugar del .salón
está su retrato: una vieja
y amarillenta litografía de
1850. Sobre la mesita de
lectura sn libro favorito:
Childe Harohi. Los dos
poetas, el inglés y el fran-
cés habían pactado la en-
tente cordial e mucho an-
tes de que llegara a ser
Ministro Monsieur Del-
cassé.
La chimenea del salón
está encuadrada por un
alegre festón de tela, so-
bre el cual las manos pri-
morosas de Madama La-
martine, aquella hermosa
inglesa que se llamó Elisa
Birch antes de unir su
suerte a la del poeta. \ñ\\-
taron delicados medallo-
nes con retratos de hombres famosos. Desde la
galería se <livisa el parque, la campiña y la cor-
dillera. En un rincón del jardín un viejo es-
carba la tierra de los rosales. Diriase que era el
propio papá Liiaud, acechando la llegada de Clau-
dio el de las Chozas, aquel extraño picapedr-ero
(|ue encomendaba a Dios la redacción <Íe sus
facturas.
Todo el paisaje recuerda fuertemente la poe-
sía de ¡os cuadros trazados en las Confidencias :
' ' Allí están los nombres familiares al oído, de
estos encantadores j)ueblos que bordean el curso
del Saona, mi rio natal ; las islas cubiertas <le
bosques de sauces y de mimbreras; los grandes
rebaños de vacas que las abordan a nado, para
pacer sus altas hierbas, y dejan flotar sobre el
agua sus hocicos blancos y sus cuernos negros ;
las bellas montañas del Beaujolais y del Macon-
nais. que se tornan azules, como las olas, a los
rayos del sol poniente, y parecen flotar como \\n
mar cuyos confines oculta el vaivén de las ondas;
a la derecha, estas inmensas praderas verdes de
la Bresse. sembradas aquí y allá de ¡luntos blan-
cos que son los rebaños de vacas, y que anegan
sus confines en una bruma que las hace parecerse
a los paisajes de Holanda o a los horizontes de
la China, sin otros limites que el ]íensamiento
eterno *". . .
F. Marliiicc YayUes.
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Vi rt >, t. •- rt
— SELECTA —
La Estampa Japonesa
Es de origen relativamente moderno v
dimana de los libros ilustrados. Los
más antiguos que se conocen, datan
del siglo XVI ; ])ero la estamjja no comienza
hasta las iiostrinierias del XV'II. Torii Ki-
yonobu ( 1664 - 1729). fundador de la rama
de los Tori - i. fué el jirimero (¡ue hizo el
tipo artístico de la estampa, que no era otra
cosa en el fondo más que una ¡xigina suelta
de un libro ilustrado, policromando a pincel
los grabados. Fué hacia la mitad del siglo
XV'II r cuando aparecieron los ])rimeros tra-
bajos que pueden calificarse, con toda pro-
])iedad. de estampas coloridas, si bien su
unión a un texto literario perduró durante
la Oiikiyo - ve o escuela po]n)lar. de la que
hablaremos más adelante.
La verdadera estampa jajjonesa es un gra-
bado xilográfico en colores. El artista hace
un dibujo sobre i)a])el tran.siíarente, pegado
sobre ■ una plancha de madera de cerezo :
luego se hace el grabado en forma muy pa-
recida a la occidental, tallando la madera
en el .sentido de sus vetas. Esa talla se rea-
liza después de haber calcado el dibujo so-
bre la plancha en forma de incisión, me-
diante un cuchillo. Este trabajo se repite
tantas veces como tonos cromáticos ha de
tener la estampa, al modo como hoy se
procede en Occidente ])ara los tirajes cin-
cográficos. mediante la rejietición de tantas
planchas como colores haya de tener la es-
tamiia o ilustración del libro.
Grabadas las piezas de madera de cerezo
(comijnniente de Sakura), se extiende el
color en seco sobre cada ])lancha. y luego
se ])one una ligera caoa de engrudo de
arroz. La hoja de papel (muy esponjoso)
se áulica sobre el grabado en niadera y con
un disco se hace la impresión. El procedi-
miento es de una gran sencillez mecánica;
[¡ero exige nnicha habilidad v un senti-
miento artístico muy delicado. Por eso las
estampas iajjonesas no tienen la semiedad
n^ecánica de que adolecen las de Occidente.
Con frecuencia, cada artista tenia su gra-
bador predilecto : ])ero el tiraje cronático se
hacia baio la dirección del autor de la es-
tamjia. El dibuio original (luedaba destruido
después de hechos los grabados de las )ilan-
chas de cerezo.
.*.
A 1-1 Oiikiyo - ye se debe el maravilloso
arte de la estampa japonesa. Esta constituvó
una derivación regeneradora de la pintura
nipona, llabia ésta decaído en mi insii)ido
academisnio en los sucesores de la escuela
de Kano. La rama de los Korin ( fundada
por el gran ¡lintor de lacas) i)udo salvarse
de esa decadencia, pero confinándose su
arte a la decoración de lacas v cerámica con
flores y pájaros, arte muv diferente al li-
terario y tradicional de los continuadores
de Tosa y Kano. Pero en n^odo alguno la
tendencia de los Korin hubiera salvado la
])intura japonesa de una decadencia mor-
tal, si un grupo fie artistas no htd)iese bus-
cado una orientación nueva, acudiendo di-
rectamente a la vida jajíonesa. a los hechos
sencillos y corrientes : pero con un espíritu
de observación ] ¡sicológica (|ue lo apartó de
todo realismo vulgar. -\ pe.sar de ello, e.sos
artistas y su tendencia fueron ai^ellidados
de vulgares. i)or el piiblico artístico del
Jaiíón ; y esta fué la Oukixo - ve. en o¡)Osi-
ción a las escuelas aristocráticas.
La Oiikiyo - ye se toma como sinónimo
de escuela vulgar o popular ; esto no es
exacto; su significación es más amplía. Ed-
nnmdo de (roncourt dio a conocer en Occi-
dente su verdadero significado. Oitki, quiere
decir lo que flota o está en movimiento ;
yo, mundo : ye. dibujo ; así. puede tradu-
cirse por expresión gráfica de todo lo (|ue
vive o existe en el Mundo. Y este es líreci-
samente el contenido de la inmensa labor
de los artistas de la Oitkiyo - ye. Para ellos.
nada fué improjjío del arte ; todos los he-
chos, todos los seres y todas las cosas son
susce])tibles de convertirse en tenas grá-
ficos o pictóricos.
Fueron las obras y los artistas de la Oii-
kiyo - ye. los ((ue abrieron en el mundo oc-
cidental la verdadera admiración ])or el
arte japonés ; y cosa rara, a los europeos
y americanos, y no a los jaijoneses. se debe
la exaltación artística de los grandes méri-
tos de esa escuela y de sus maestros. Con
tal entusiasmo se tomaron sus obras. (|ue
durante nnichos años se llegó a creer one el
gran arte nijión y su desarrollo esplendo-
roso estaba sólo en esta escuela. Concepto
éste, muy falso, y que el conociniento de
los trabajos antiguos puso de manifiesto,
])ues con ser de tm gran valor las obras de
mi L'tamaro, un Hokusai. Tovokuní. Kuni-
yosi. Hiroshighc. etc.. las obras antiguas
son de una belleza insuperable.
Edmundo Goncourt. Gonse. Bing. Duret.
.\ry Renán y Barbouteau. en Francia: Os-
ear Münsterbere. Hans Sporrv. entre los
germanos ; y W. -\nderson. Fenollosa v
Strange, entre los anglosajones ; son los (|ue
han dado a conocer el admirable arte nipón
en los i^aises de Occidente. Las colecciones
de Goncourt. Hayashi. Gillot. Burtv. Du-
ret. Guimet y .-\nvers. un buen número de
exposiciones (hace pocos ailos una en Lon-
dres y otra en París), y últimamente las
publicaciones estupendas del Nipp'm Sliimbi
Kvokaicai. SJiinihi Sliiiin. y Koka. en To-
kio, han ido ]50])ularizando entre los euro-
peos el arte maravilloso de la estampa v de
la ]Mntura japonesa.
L'n estudio un tanto deteJiido de la i)r¡-
n'era. no cabe aquí. ]3ues su extensión seria
excesiva i)ara los límites prudenciales que
ha de tener todo trabajo de esta Revista.
Rafael Domencch.
El Encaje de Bruselas
H\\ a])ren(lido esta labor en la misma
ciudad de Bruselas. Fui con el deci-
dido pro])ósito de trabajar en alguna
de las imjiortautes fábricas allí estableci-
das, para ¡lerfeccionar este arte v conse-
guir que mis dibujos resultaran ejecutables.
Pero en nniy poco estuvo (|ue mi viaje fuese
inútil, ])orque las trabas (|ue en las esferas
oficiales jjonen. son insu])erables. v las po-
bres obreras belgas, con \\n patriotis'iio
digno de la ma\or admiración, se resisten
a enseñar su arte a los extranjeros, sa-
biendo (|ue él constituye una de ¡as indus-
trias más im])ortantes v florecientes de su
país.
Gracias al valioso a])Ovo del Ministro de
b'siiaña. señor Merry del \'al. <|ue con todo
interés me facilitó los medios nece.sarios,
procurándome una jjersona que me ense-
ñara, ])uedo ahora, también cx])lícar a mis
lectoras la manera de hacer ese artístico en-
caje, disjiuesta a desvanecer toda duda v
aclarar cualquier concepto.
Lo primero (|ue hay oue procurar ]>ara
hacer bien el encaje de Brti.selas. es que el
dibujo se tmeda dividir en pequeñas par-
tes, de modo que al unirlas luego, se disi-
n^ule la unión ; por ejemido : en un tallo, en
el perfil de una flor o en el de un adorno.
Esto es suma'T'ente necesario, siendo como
es una labor larga : pues de otro modo, ade-
más de ser muy incóniodo liara trabaiar, se
arruga v desluce por mucho cuidado (|Ue se
tenga. '^' hecha esta advertencia ]5revia-
mente, ])aso a explicar la eiecución de las
labores, torando ])or modelo un provecto
de abanico.
Dividido en trozos el dibujo inicial, se
toma la jiarte que .se c|uiera confeccionar \-
se observan en su ejecución las siguientes
instrucciones :
L'na vez terminados estos trozos, sin ha-
cerles el festón del contorno, se deshilva-
nan V en un dibujo comi)leto del abanico.
también hecho en jiapel neero. se van colo-
cando, cuidando de poner bien el encaje so-
bre el dibujo, sujetándolo a él con ijuntadi-
tas muv pequeñas co'no las oue se emplearon
para colocar las mechitas en los perfiles de
los trozos. Este dibuio final ha de estar ta-n-
bién puesto sobre las dos franelas. Se lle-
nan del iiunto que les corresponda los hue-
cos (|uc ouedan. se festonean los perfiles v.
últimamente, se termina haciendo el festón
del contorno total del abanico, que jjodrá
ser un ])oco más grueso que el de los per-
files interiores.
Hav riue recomendar con insistencia el
planchado antes de cpiitar el trabajo del jia-
pel. lo niismo en los trozos peipieños (|ue
cuando está terminado por co'iipleto. Para
hacer el sombreado de las alas se empiezan
a trabajar ¡lor el sitio f|ue figura estar en
sonibra, con puntos claros c|uc .se irán espe-
sando a medida que se llega al borde. l".l
dibuio se i)ica con un alfiler fino sobre lui
papel negro satinado y flexible. Este papel
se coloca hilvanado encima de dos telas <\?
franela de algodón fina, v hecho esto, con
una mechita de cuatro hilos se perfila el
dibujo, sujetando esta nH'chita por medio
de )5untos oue se irán metiendo por el ]ii-
cado del dibujo. En seguida se llena de
punto de tul más o menos tupido, a gusto
de cada ejecutante. ]iara (|ue el dibujo tenga
claroscuro y medias tintas ; luego se festo-
nean los ])erfiles y se ¡ilancha por el revés
antes de quitarlo del papel. Esta operación
se hace muy fácilmente, separando con
fuerza, pero con ciu'dado. las dos franelas.
Aurora Gutiérrez Larrava.
,»iS2S2S2S2SílS2SasaSHSasa55SHS2SHS252S2S2SHS2SHS2SE5HSHS5S2SH52S2SHSHSHS2SHS"e»
El Círculo c
fiUiisiastas. (lan!a« v caballeros (listinguidisiinos. ¡lUe. eli-
LMt'iido la primera Comisión Directiva, nombraron Pre-
sidente al señor Real de Azúa.
l'"n el segundo ])eriodo jiresidencial. ocupó ese alto cargo
el caballero Rodolfo Sarda, y actualmente lo desem])eña
con ¡¡ericia suma y absoluto benejdácito el señor Joaquín
Serratosa. a c|uien acompañan en el cargo de \'ice])re-
«£5H525íSHSHSHSHSHSíSHSaSHSHSHSHSHSHSiSHSHSH5HSHSBSHSE5aSESZSHSESaSZSZSZ5HSíSHSE52£
El g'ran árbol que adorna la entrada
K aqiii una entidad (|ue, aun siendo de reciente
fundación, tiene ya todos los prestigios más sa-
neados y <iue i>udiera exhibirlos la sociedad más re])re-
sentativa.
Ks un núcleo seU-ctisiuio. donde figuran niñas de alta
figuración social y caballeros de arraigo en los más sa-
neados circuios iinuulanos.
N'o.sotros no conoci.amos el magnifico local (|Ue el
C'ircido de Tennis iiosee en los l'ocitos. e invitados geii-
tibrente ¡¡ara visitarlo, concurri ros y nos be;iios quedado
maravillados.
üe abi esta nota, interi-s.-nuísim.-i. i\\\c engalana dos de
nuestras ])áginas.
Coincidió nuestra \isila cou la realización de un gran
torneo en el (jue tomaron p.irte tod(js los más bábiles
jugadores perl;-necientes al Círculo.
Llegamos. l'"I ¡lortalón de entrada se abre sobre la calle
l'ereira. en los l'ocitos. Tbicación inmejorable, en l;i
amplitud delicio.sa de la benro.sa barriada balnearia.
\'imos maravillas. .\llí no se reúnen ya aficionailos : .son
maestros los que evidencian pericia siuna en el manejo
de la raf|Uela. I. os encuentros son interesantísimos, no
sólo para el amateur, sino taudiiéii jiara el sím])le ]iro-
fano. l'U aristocrático deporte se impone allí en toda su
gallardía.
¿Cóiiio surgió este selecto centro de tennis?
I'ues a im])nlsos del entusiasmo no acallado en ningún
nmmcnto de sus fundadores, que lo fueron : el caballero
l*,nric|ue Real de .\zúa y su cs])0sa. la señora María An-
toniet.a Platero.
Surgió la idea inicial de la constitución del Círcido y
de inuH-diato se obtuvo !,i colaboración cb' un grupo de
«aSE5aSSSíS25HSH5HSH525H5HSBSH5a52S2SHS2S2SH5asaSE5HS25HSa5ES25HSSSH5HSHS55'i¿
5í-¿5HSHSH52SH5ESE5HS2SESH5ESESH5SSESE5E5ESE5HSESESHS2SHSHSESESSS55ÍL5HSHSHSH52S25ESES
COMPONENTES DEL TORNEO DE PRIMAVERA Jt Señoras : Sara Fuentes d
Señoritas : Margarita Heber Uriarte, María Inés de Arteaga, Estber Sufferi
Nebcl Panelo> Julieta Puig Spangemberg, Dora, Fulvia y María Antonia Will
Morales. Señores: Alberto Castells Caraií, Quinto Bonomi (hijo), Joaquín Serrat
Castellanos, Alien O. Crocker, Alberto de Armas, Carlos Gar^ao Márquez, Sidí
Segundo, Julio Arteaga, Gerardo Zorrilla de San Martín, C. Dawson, Horacio
sidente el doctcn- José Pedro Segundo, en el de Secretario
el señor Rodolfo Sarda, en el de Tesorero el ingeniero Juan
José de .\rteaga v como Vocales los señores: .Alien (I.
Crocker, Julio .\rteaga y (Juinto Honomi.
A la Comisión Directiva aco;ii])aña y jjresta aún más
brillo una Comisión de Honor cominiesta por las dis-
tinguidas señoras: Sofía Stajano de .Serratosa, ,Sara Fuen-
tes de Sarda, Celia Crosa de Peixoto. Plácid;\ Cibils de
Pérez Butler, María Ingouville de Davie, María A. \'i-
llegas de Pérez Butler y señoritas: Pulvia WíUinian. Ma-
ría Trií^c /Ip Arf-faorp IVÍaroraritQ Tlplipr TTrinrtp v \1:irflT.n
I óe Tennis
^JH5SSaSc5ESHSH5HS?SBSZ5HSBSZSZSESBS25H52S2S25SSB5E5?SH5HSESHSZSHSHS?.TESZ5í«
.\nuibleim-nlL' f^uiadcjs rccurriiuds Imlo d Miiiplisiiiio
(.■,imi)o (le dcpoi'tfs ocupado por c\ Circulo. I'",u esc sran
pcrinu-tro de terreno se han hecho cinco canchas, dola-
das (le todos los requisitos necesarios co ro para <|Uí' en
ollas las gentil i simas justadoras v los expertos jugadores
¡luedan lucir ani])liauiente sus habilidades.
Desde (iue se entra en el local ya se experi;ueiUa un;i
El gran salón de te
lüi la iirjfanización del " Circulo de 'l'ennis " se esta-
blece en forma rigurosa (|Ue el inrnero de socios no jiuede
exceder de J^o. 1.a aibnisión de los mismos está librada,
sin a])elación. a la Co:uisión Directiva. (|uien decide hi
-oücitud por sorteo.
De esta suerte la selección i'S llevada a extremos riyir
rosos. ^ ])or ello ad'uira la armonía (|Ue alli i:n])era. la
distinción v cultura (|ue son las características de tíKlas
las reuuiíiues. \' el cuidado (|iie ¡lor la dignidad del Círculo
pone cada asoriadi). solidarizando la pro])ia estimación
con la estimación i|Ue merece 1 i i-ntidad ante los extraño^
a ella.
Xo vacilamos en atinrar. en cou.-.i'Cuencia. i|ue el
Círctilo (le 'l'ennis es uno de los CL'Ulro^ más ciillos de l;i
Re])úblic:i ; ejeii])l() de sociabilidad. e!e;;"aiUemente en-
tendida, al ])ar (|iie elevada \ el'icaz realidad ])resti.y"iosa
de ttna sana tendencia a la cultura l'isica. cuya ímpcjsicioii
es necesaria en todas l:is esferas de la sociedad.
Ivl ambiente es en absoluto encantador. ( )ra ju.^aiKlo al
tennis, ora en amable caitsserie. o tomando mía laza de
te. las damas \ caballeros (|ue iircstif^ian este Circulo, afir-
man día a (lia v hora ])or hora la inii)orlaucia cultural de
uria asociación (|ue nada tiene (|ue eiividi.ar a las niej(jr
crsíanizadas del extranjero.
May enuilación y reciprocidad enlre los asociados. 1*"1
ansia de realizar obra útil desoierta el estímulo y todos
])or ])rop¡a v valedera estimación buscan el res])eto ajeno
para la institución de (|ue forman parle.
1""1 Circulo de Tennis tiene la aureola más brillante que
IMidiera desear el centro más aristocrático v culto v su
imposición en nuestro ambÍLUite es va abíolutan^enle de-
finitiva.
iS5HSESESHSHSESSSHS2SE5HSHS2SHS2SHEanS?5E5BS^S25ES2525¿SZSZ£:2SÍSt iSZSÍL52S?«
/
¡BSSS25SSE5H5HSHSÍ5HSHSESZSZSESHSH5HSE5ESH5H5E5HSE5E5E5ZSHSHSHSE5S5H5ZSHSH5íi'a5ÍS5!«
a Fuentes de Sarda, Mana Antoníeta Platero de Real de Aztia, Señora de Crocker,
Iher Suffern, Florentina y Blanca Butler, María M. Villegas Márquez, María
tttonia \7illiman, Sofía Suareí Blizen, Raquel Dufort y Alvarez, María M. González
iquín Serratosa Cibiis, A. Beherens Hoffman, Gildo Parada Taranco, Carlos Stewart
arquez, Sidney R. Buck, Enrique Real de Azúa, Alberto Heber Uri%rte, Jos¿ Pedro
n, Horacio González Capurro, Arturo Williman, Enrique Lasala Alvarcz.
amable impresión. L'n frondoso, un Mia,i;nífico " ,U("i-
vern " os saluda y os atrae con una invilacióii a re]]osai
bajo su follaje, en sombra amable.
.\ la derecha del árbol se eleva el kiosUo de.>tinado a
loilet de señoras v a la iz(|uierda una sala de espera.
Cuando habíaiiKjs va visitado esas dependenci.as y nos
había encantado el confort (|iie en ellas reina, nos (|ue-
daba todavía la sorjíresa del gran .sakSn de te. alhajado
con refinado buen gusto, am¡)lio. confortable, y donde
con galantería exquisita se nos sirvió una taza de te, más
sabroso y más preciado puesto que nos lo alcanzaron unas
itaS2SHSH5cSHSH5cSHSHSdSHS2SBS?SBSH5HS2SH55S2S25HSHSHS5SH55SESHSa52S2SHS2idSi<
£1 salón de espera
— SELECTA —
Un brasileño ilustre
Hl{ aqui otro amcricaiu) iUistri'. üiierrero.
político, |)ensad()r, el ¡{t'iieral Manuel Luis
O.sorio llena con su extraordinaria ¡jerso-
nali lad toda una larga época de la historia del
Brasil.
I'\ié uro (le aquellos varones ^in tacha, que
C"niril)uyeri)n con todo lo más puro, lo mp.s no-
ble, lo más elevadf» de sus individualidades a
formar el carácter americano, a darnos una fi-
sonomía jtropia. desentrañando elementos de ]jro-
líreso \ (íe ci\ilización del estado caótico en que
«luecló el continente después tlel añti 1810.
líl general Osorio "sustancia el alma riogran-
dense y la ct)Ticiencia poi>ular y militar (le su
liemiio" — dice con mucha ]>ropiedad uno de
sus biógrafos.
Perteneció a la aiiti.gua y gloriosa generación
brasileña.
l-'.l 10 de Mayo de 180S nació el (pie fué des-
pués una de las primeras personalidades del
Brasil, en Concepción de los .-\rroyos. villa de
\\\.> Grande del Sur. siendo su padre el teniente
ccironel Manuel Luiz y su madre doña .\na
loa(piina Osorio, descendiente de la antigua no-
bleza española de los Osorios.
"1.a familia de los Osorios — dice el vizconde
Sánchez de Baena — es una de las más antiguas
e ilustres de ICspaña. Tiene su origen en el
Conde don Gutierre Osorio. del tiempo del Rev
de Oviedo Maure.gato. cuyo hijo el Conde LJ.
Osorio. fué a residir en Portugal y se supone
(|ue sus descendientes dejaron esc apellido por
otro, como se observa en el Conde D, Pedro
hermano del Conde Gutierre."
I-"l autor Antonio de \'illas - Boas e Sampayo
a.iírega ;
"Proceden los Osorios. del Conde ü. Osorio
de Campos en el reinado de Alfonso VI. Kn el
escudo figuran (los lobos de color púri)ura en
campf» (le 1 tro.
I,a vida del .general O^irio es de esas (pie no
pueden sintetizarse sin verdadera extorsión para
el deseo y el entusiasmo del (pie escribe.
Sólo con fechas. ])ara él gloriosas, se llena-
ría un vfdnmen De modo (pie no tenemos más
remedio (pie ir directamente a los puntos calílla-
les de esa e.xistencia.
10 .general O-orio tomó parte en las campa-
ña~ militares de la Independencia del Brasil, en
61 ecmralin. cosorio
Mariscal Manuel Luis Osorio
Márquez de Herval
Vd Cisplatiiia, en la (k* Kio GraiHlo del Sj.ir en
lH^^ hasta el 4S. ditiule se le otorgó la eonde-
coración de del Cruzeiro, en la Provincias Uni-
das del Plata contra Rosas en 1852, en la de
nuestro país en 1864 y finalmente en la del Pa-
raguay contra Lói)ez.
l'ji todas estas campañas tan llenas de jor-
nadas gloriosas con(|uistó el general Osorio gran-
des merecimientos y honores, condecoraciones y
ascensos, jior su bravura, por su pericia pur su
heroísmo.
I{n la gran campaña del Paragua\- tomó i>arti-
(.-•pación activísima como general en jefe del Ejér-
cito Hrasileño. al cual organizó, dio una completa
di^ciidina y condujo a la victoria.
hji Julio de 1865 fué elevado por su admirable
cimducta a \íariscal de Campo, y a Teniente Oe-
neral el 1." de Julio de 1867.
\ sin embargo, el guerrero indoiuable, el hom-
bre que crecía en la acción, que se agigantaba
a impulsos de su arrojo, dijo en cierta memo-
rable ocasión, que su "mayor disgusto era ver
a su patria en lucha, y encontrarse en el cam]¡o
(le batalla, y que sería su más feliz jornada a(|uc-
11a en (|ne le dieran la noticia de tjue los ]>uebl(»s
— por lo menos los civilizados — festejaban >u
confraternidad, quemando sus arsenales.
¡ Admirables (¡alabras de concordia, de juicio
\ de humanidad en un hombre (|ue se había
batido como un león en cien combates !
Todos los grandes americanos de su tiempo
tuvieron admiración y lionda estima ])or el gene-
ral Osorio.
Kl general Mitre tiene estas frases concluyen-
tes para elogiar su actuación en la guerra del
Paraguay :
"La figura del general Osorio en la campaña
del Paraguay, es una de las más grandes y más
simpáticas de los tres Ejércitos Aliados; y poi
in que a mí respecta, debo declarar que tuve en
él, al mejor compañero de trabajos, y al más
eficaz cooperador, desde que atravesó el Uru-
guay en el Juqueri. hasta que se retiró por en-
fermedad, y entregó el mando del Ejército Bra-
silero al general Polidoro.
"La comi-ort ación del general Osorio en el
Paso del Paraná, fué heroica y hábil. cum])lien(lo
las instrucciones act>rdadas por mí en la Junta
de Guerra que lo precedió, a la cabeza de diez
mil soldados del Imperio, diciéudole al tíemi)o
de embarcarse con sus tropas, (|ue le coufial)a
la más importante y decisiva operación de la
campaña, en la seguridad íle (|ue la desemjjeña-
ria con la audacia y la prudencia (pie caracterí-
::aban su genio militar.
"'I'ji las batallas del 2 y del 24 de Mayo, su
comportación como general y como soldado, fué
brillante, especialmente en la segunda, donde
acreditó dotes de mando en el momento de la
acción, con verdaderas inspiraciones de! nio-
mento. reparando con admirable presencia de
es))íritu, los contrastes ([ue sufrieron los de la
primera linea, y completando la victoria del ilía.
con un golpe decisivo, en que él valerosamente
pagó con su persona, infundiendo en los solda-
dos su ardor, que desde entonces lo constituyó
en ídolo de ellos.
"Desde ese día, el general Osorio. fué un ver-
dadero numen guerrero para los soldados hrasi-
En los campos de
batalla, en «I Para-
guay se abrió una
suscripción, al con-
cluirse la (guerra, con
objeto de comprar
una csoada de honor
al general Osorio. La
colecta se h;zo en su
totalidad en monedas
de oro y el encarga-
do de esa tarea y de
hacer confeccionar la
espada, ordenó que
esas monedas fuesen
fundidas y con ellas
s< hiciese la empu-
ñadura, aplicaciones
de la banda, hebilla
del cinturór., etc. La
espada es una verda-
dera obra de arte rea-
lizada por el reputa-
do artífice Manuel
Joaquín Valentín.
Fué avaluada, en
el momento de ser
terminada, en veinte
contos. El pomo tie-
ne en un extremo una
cabeza de león; en
«1 centro, (trabajo de
esmalte) la siguiente
leyenda "El ejercito
al bravo Osorio". En
la cruz que está cua-
jada de brillanteii tie-
ne un dragón. En
una placa de esmalte
puesta en la empu-
ñadura parece el hé-
roe dirigiendo una
batalla, en el otro la-
do otra placa con esta
inscripción: ''Campa-
ña del Paraguay"
La vaina, que es una
gran obra de cince-
lado, está llena de
ornamentos y figu-
ras, y nombres de las
batallas donde actuó
el ilustre general.
— SELECTA —
Icros, cuya sola vista les infundía entusiasmo
y confianza: y esta gloriosa aureola de popu-
laridad militar, lo acompañó hasta que fué he-
rido en Avahy. donde decidió igualmente la
victoria, por una hábil maniobra, concebida por él.
"'A estas grandes dotes militares, el general
Osorio unía un nobilísimo y franco carácter que
lo hacia amar de sus compañeros de armas, tanto
cuanto era querido de sus soldados.
"'El Imperio no ha tenido jamás un general
que haya sabido inspirar a sus trüi)as un espí-
ritu más heroico. Con él a su cabeza los soldados
eran invencibles.
''Era un verdadero héroe en toda la extensión
de la palabra, y poseía, además, cualidades de
mando en jefe que lo colocan en ])rimera linea
entre sus contemporáneos.
"Poseía, además, otra cualidad simpática, y
era la modestia. \'o se enorgullecía con sus triun-
fos, y más bien, eclipsal)a en ella su proi>io mé-
rito, para hacer resaltar el de sus compañeros
de glorias y fatigas."
En el combate de Avahy el general Osorio
fué Jierido de iiala en la cara. Por su arrojo, ])ür
su bravura pagó este cruel tributo de sangre. Por
un tiempo abandonó ei ejército, para curarse, pero
reclamados sus servicios en el campo de acción.
el Emperador le pidió que fuera — aún sufriente
— a ponerse al frente de las tropas. Era el ídolo
del ejército brasileño y sin él parecía que faltaba
el espíritu de las valerosas legiones.
Volvió al Paraguay por via del Plata y en
Buenos Aires se le rindieron entonces imponentes
lionienajes. En un gran banquete que la colonia
brasileña le ofreció, asistieron todos los miem-
bros de! Gobierno y elevados jefes y oficiales del
ICjército Aliado. 1^1 pueblo participó en el gran-
dioso homenaje ovacionando al general O.-orio.
Después que habló el Ministro del Brasil, se-
ñor Paranhos, habló el Presidente argentino Sar-
miento. V dijo :
' ' Señores : Os agradezco el alto honor que me
habéis hecho. El general Osorio, el valiente ofi-
cial que está a mi lado, no es un desconocido en
esta República: su nombre figura en algunas de
las más memorables batallas libradas en pro de
la libertad de este país; él luchó con nosotros
por echar abajo la tiranía que por tan largo
tiempo afligió esta Xación, y con él fuimos vic-
toriosos. Si reyes y emperadores pueden conde-
corar a este héroe con títulos y distinciones, yo,
como el representante del pueblo argentino, le
doy el único título que está a nuestra disposición,
!a única señal de distinción que la Xación puede
conferir: le ofrezco la ciudadanía de la Rejiú-
blica Argentina : ' '
Estas ])alabras de Sarmiento snn una venladera
consagración.
En otro gran banquete que en aquella oportu-
nidad le ofrecieron los generales Mitre y Gelly
y Obes. el jefe de los Ejércitos Aliados pronun-
ció estas palabras:
Señores ; En el aniversario de la grande v
memorable batalla de la
guerra del Paraguay, en
que el ejército del enemi-
go fué vencido, colocando
los Aliados, sobre sus ca-
bezas, la tripla corona de
ia victoria, unos cuantos
amigos. intérj)retes de los
-•sentimientos de todo ar-
gentino, i)ensaron ofrecer
ai general Osorio un tri-
buto de ai)rec¡o y lo hacen
en el momento en que este
valiente soldado, nuestro
ilustre huésped de esta no-
clie. vuelve con sus heri-
das todavía sin sanar, al
campo de sus glorías ante-
riores, en busca de nuevas
fatigas y peligros, dando
asi una prueba fehaciente
de ]>atrÍolismo, abnegación
y fuerza de ánimo. Estoy
seguro que ustedes profe-
san los mismos sentimien-
tos que yo, y que se ad-
hieren a esta manifesta-
ción todos los argentinos a
quienes su nombre es po-
pular en todos los vastos
territorios de nuestra Re-
pública. Todos sus comiia-
triotas aquí ])resentes se
adhieren desde el fondo de
su alma, representando, co-
mo lo hacen al pueblo bra-
silero que tanto quiere y
tanto admira el nombre de
Osorio. Sus compañeros
de armas de la campaña
paraguaya, presentes aquí,
harán lo mismo, pues ha-
biendo sido testigos de sus
acciones y de su constan-
cia en medio del peligro
V de las dificultades, pue-
den juzgar mejor que na-
die sus méritos trascen-
dentales y estimarlos do-
blemente hoy. cuando lo
ven levantar en sus manos
embebidas en la sangre que
todavía sale de sus heridas, las ])almas inmortales
de la victoria. Invito a cada uno de los presentes
a beber a la salud en primer lugar del comandante
Osorio. del noble y generoso amigo de los argen-
tinos que ahora están por retribuirle su hospita-
lidad: a beber a la salud del coronel Osorio. del
valiente jinete de Monte Caseros, que. a la jiar
de los argentinos, ayudó a romper con su espada
las cadenas de veinte años de tiranía, y entró
triunfante por las calles de Buenos Aires como
un libertador y como un hermano; a brindar i>or
Estatua ecue
Placa puesta al pie de la estatua del general por una delegación del gobierno de nuestro país
stre del Mariscal Osario, en Río Janeiro
el general O.sorio, el general del tratado que
sello con su sangre generosa esos documentos en
los campos de batalla, consolidantl-o la amistad de
tres pueblos y la hermandad dt- tre> ejércitos y
finalmente a brindar por nuestro ilustre huésped,
nuestro amigo y compañero que está por empren-
der, con sus heridas todavía abiertas, con su he-
roica espada en la mano, su ke[)í coronado con
laureles imperecederos y con su corazón magná-
nimo que bate como un tambor contra su pecho,
"o forte peiífí ' ", " siii ])avor ". como dice el in-
mortal poeta lusitano. ¡Salud al gran Osorio!".
Ea actuación del general Osorio en la campaña
contra Rosas, que terminó con la victoria de Ca-
seros para el ejército del general Urquiza. fué
tan lucida, tan generosa, tan admirable como
todas las que antes y después cumpliera.
Xada mejor a este respecto que transcribir una
comunicación del ilustre general argentino La
Madrid, que dice:
"Cábeme asimismo la satisfacción de haber en
!a última carga que di con la División o Regi-
miento Brasileiro del Teniente Coronel Osorio
sobre los últimos restos de la infantería del ti-
rano, haberles obligado al abandono de dos obu-
ses y tres o cuatro cañones, con que .se dirigían
haciéndonos fuego más allá de Morón, etc., etc.
En fin, la divisa del general Osorio era exac-
tamente la misma que usara el famoso general
Hoche. de la Revolución Erancesa : ' ' Acta non
verba"'. Hechos y no palabras.
Su fuerza de voluntad, sus actividades múlti-
ples han dejado rasgos memorables, tanto en
la carrera civil como en la militar.
La vida de este ilustre general, guerrero in-
trépido y sin desmayos, pohtico. estadista y ciu-
dadano integérrimo es una inmensa sucesión de
episodios brillantes, de jornadas épicas.
A una edad avanzada, el 4 de Octubre de 1879
siendo Ministro de la Guerra el mariscal Oso-
rio falleció en Rio de Janeiro, causando su muerte
un duelo general.
Grandes homenajes fueron tributados a! ex-
tinto.
La señora doña Manuela Osorio Mascarenhas.
hija del general, es hoy la depositaría de las re-
liquias del héroe: y a la gentileza del caballero
señor C. Osorio Mascarenhas de!>emos la publi-
cación de estas páginas de gran valor histórico,
en momentos en que Sud - America se entrega a
los más francos y más hermosos actos de con-
fraternidad.
— SELECTA -
La Señora que no tenía perro
y llevaba perro . . .
Hace unos días un hecho semejante
al que se relata a continuación* ocurrió
en la calle Sarandí, siendo la prota-
gonista una distinguida dama.
UXA mañana de sol, a las doce, y
cuando está en todo su esplendor el
l)aseo que los elegantes han organi-
za<lo durante el invierno por la Castellana,
descendió de su lujoso automóvil una dama
ilistinguiíiisima. y el lacayo, después de ce-
rrar la portezuela y de llevarse la mano
hasta el ala del so.r^brero de copa, en uno
de esos .saludos iniciados y no concluidos
en f)ue son maestros los lacayos, echó a
.indar tras de la señora y a respetuosa dis-
tancia.
La señora, (jue representaba tener unos
sesenta años, aun traslucía los restos de una
.¡,ran belleza, y su figura esbelta y airosa
llamaba la atención. Era una de esas mu-
leres (jue. vistas de espalda, hacen a los
¡lumbres apresurar el ])aso ])ara verla de
frente... y luego lo hacen ajjresurar más
inda vía para alejarse.
Iba tocada con im gorrito de nutria \'
iodo su cuer|)0 se cenia en un gran abrigo,
lie nutria también. (|ue le llegaba hasta ios.
pies. .M pasar ])or su lado, los hombres
ad.riraban su figura y las mujeres le envi-
diaban e! abrigo, pero ella seguia su paso
indiferente, con la mirada en lo lejano, se-
gi'in costumbre de todas las señoras (pie van
>()las. (|iie (|uieren ir solas y que. ademas,
-e .-¡aben acomi)añar ])or (|uien les evitará
cual(|uier menuda im])ertinencia. aunque ese
quien sea de tan ínfima condición co.iio im
lacayo.
C laro es (pie ese desprecio ])or los laca-
\cis. jóvenes v buenos n;ozos, tiene sus
exce])CÍones. . . pero atpií hablamos de la
regla general.
^ dichas estas palabras, a guisa de ante-
cedente, vayamos ya a la verídica historia
(|ue me ])ropongo referir, y que no es me-
nos trascenilental (|ue las dos columnas del
periódico con la lista de los regalos y la
descri])ción de la canastilla de I'ejiita .Me-
rrivolis. (pie se va a casar con el joven .\n-
dresito N'olismeri. hijo segundo del mar-
qués de l'atatier. y aprovechado alumno del
preparatori(j de Derecho. . . y en la cual
lista aparecen no sé cuántos encajes de
Chantilly y unas cuantas cajas de marrons
V otras dulcísimas menudencias por el es-
tilo, todas igualmente dignas de ser refcri-
(la> con ])rolijo detalle.
Coniii decíamos, iba la distinguida dama
|>aseando por la Castellana, a las doce de
un (lia de sol en invierno, cuando tuvo (pie
detenerse un instante para dejar que atrave-
saran unos coches (pie bajaban de las boca-
calles laterales hacía el centro del jiaseo.
.\(piel momento de ¡¡arada fué fatal para
l;i (lama. ]>ues lo aprovechó incorrectamente
un i)errito callejero, (pie ya hacía rato ve-
nia fascinado por el magnifico abrigo de
nutria, para alzar la patita y con toda la
indelicadeza posible dejar en el borde del
abrigo señales ine(piívocas del objeto e in-
tención con (pie el susodicho |)erro había
alzado la susodicha pata. . .
Como el des:rán se realizó a espaldas de
la dama, no jpudo ella enterarse y continuó
impertérrita su camino, con la natural nia-
jt^tad ipie su arrogante figura le ])restaba.
I*"l lacavo vio el lance com|>leto. i)ero te-
meroso de (pie le rejiredieran por no haber
acudido a tiempo para evitarlo, optó por ca-
llarse, dejando al tiempo y al aire (pie disi-
]>aran las pruebas de la canina felonía.
Buena idea era . . . pero, desgraciadamente.
l>or el paseo andaban otros canes, y pronto
íes llegaron a sus finas narices los efluvios
^ Cuenfos propios ^
ajenos
de aquella emanación, ajena a la nutria \>y\-
mitiva, pero (pie la nutria actual exhalaba
persistentemente. . .
lis lev fisiolt)gíca e imperativa, a cada ob-
jeto que les llama la atención, que el gato
saque las uñas, (pie la liebre aguce las ore-
jas y que el ¡)erro vaya a olerlo. Cumpliendo,
pues, su ley de naturaleza, los canes del
paseo em|)ezaron la ronda en torno de aquel
abrigo (pie indudablei'ente llevaba un ])erro
dentro. . .
.Mientras se trataba de enterarse i)erruna-
mente. es decir, de oler nada más, no iba
iral el asunto. . . Pero los perros tienen la
cortesía ... — supongo yo (pie será corte-
sía. . . — (le alzar la patita en donde otro
coiH])añero la alzó también con anteriori-
dad... V con fruto. ^' jicrsiguiendo su no-
ble fin de realizar el acostumbrado home-
naje, los |)erros. . . — tres nada más. . . —
rodeaban insistentemente a la buena señora,
¡pie. al principio, se conformaba con decir-
les: ¡Marcha, chucho!, ¡¡ero con voz tan
baja y ade.ranes tan quedos (pie el chucho
no se enteraba de la orden, y al fin ya, mo-
lestada por la insistencia, se paró en firme
y llamó con una seña al lacayo.
Los ¡¡crros. al verla ¡¡arada, creyeron (pie
era una amabilidad de la señora paia (juc
realizaran cómodamente sus ¡¡ro¡)ósitos. y ;i
ello .se ¡ire¡¡araron alzando a la vez sus
tres patitas resjjectivas. Pero la señora, ho-
.rrorizada. dio entonces unos cuantos chilli-
Idos de verdad. . . de verismo, como se dice
ahora, y los perros se ajiartaron un ¡i. co.
— ¡ Kche usted a esos perros. To;;iás!...
Pero cuando Tomás corría tras de uno.
los otros dos se a¡¡roxÍ!iiabaii. La gente ¡la-
rábase ])ara contem¡)Iar la escena y la se-
ñora, avergonzada del es¡)ectáciilo, decidió
refugiarse y huir en el automóvil. Defen-
dida ]ior el lacayo, ¡¡udo ¡lor fin librarse
del asedio ¡¡crruno.
Subió el lacavo al auto v dio la orden
(le dirección al mecánico.
Los ¡lerros com¡-)ren(lieron rpie se (pu-'a-
ban ya sin realizar su cortesía en donde
deseaban : ¡lero ¡¡ara que no se malograra
todo, ¡lor tácito acuerdo levantaron sus tres
¡latitas res¡5ectivas sobre un neumático. . .
Lo (|ue dice el refrán : del lobo un ¡¡elo. . .
O sea. del automóvil un neumático.
Kl lacayo, al contarlo en la cocina, ladraba
de risa v de gozo. . .
Manuel IJiiarcs Rii'cí.
Mis pascuas
"\ JO estaba sol(¡, soñando. Sie npre sueño.
Y Mi vida es hecha de (¡uimeras. Un
rayo de luna traz('¡ un ¡¡uente brillante,
entre mi cuarto y el cielo, l'or ese ¡¡tiente
de luz viniste tú a hacerme la visita de No-
che Buena. Vo alfombré de flores el cuarto
y se llenó de aromas ca¡¡itosos. Pulsé la lira
y mis versos, des¡¡legando sus alas armo-
niosas, ¡¡oblaron el es¡iacio de mtisicas di-
vinas.
Rl ángel de mi guarda .se alejó al verte.
Dios le reprendió, porque asi descuida a sus
elegidos. Y el ángel le repu.so :
suaves ¡¡or mi frente
el corazón enrojecido
— Señor, si yo le he abandonado, otro
ángel de amor le acom¡)aña.
Cuando tus pies hollaron mis rosas, no
su¡¡e distinguir los unos de las otras. Tan
iguales eran.
— Aquí estoy.
— Te esperaba.
— ¿ Dormías ?
— Pen.saba en tí.
— Poeta. . .
— ¿Qué me traes?
— Ilusiones.
Y pasastes tus mano
ardorosa.
— .\mores.
^' nx' enseñastes
de ¡¡asiones.
— (^dorias.
Y me ¡¡rometistes el laurel simbólico que
convierte en héroes a los hombres.
— Placeres.
"S' me envolviste en tu juventud.
— Deseos.
^ me ofrecistes tus labios lujuriosos.
— ¡ La vida, mi ¡"¡oeta !
— ¡Oh! sí; dame la vida, esa vida (pie
¡¡rodigan tus manos, que ¡5al¡¡ita en tu co-
razéüi, (¡ue hierve en tus venas, que es-
¡¡leiide en tu juventud y estalla en tus besos !
¡ (^h ! sí, muda, reina y mujer, (¡ue es de-
cirlo todo, por(¡ue en tí está la ¡¡oesía, la
gloria y la vida !
h'.ntonces nuestras bocas se encontraron
y Dios quitó el ¡¡líente de luz lunar, ¡¡ara
(¡ue n(¡ volviera el ángel de mi guarda v
til ¡lasaras conmigo la Xoche Buena.
* * *
L.\ muñeca me esperaba. Lo comprendí
en la incontenida alegría (¡ue decoró
su carita de rosa y azucena. ¡ yué
iiermosa es mi muñeca cuando .sonríe! Pa-
rece que en el cielo de sus ¡5u¡5Ílas brillaran
todas las estrellas del ensueño y en la grana
de su boi¡uita florecieran todos los clave-
les del deseo. Xo sé qué ¡ponderar más : si
la fulgencia misteriosa de sus ojos o la
¡)ur¡¡iirea eclosión de sus labios. Una y otra
me cautivan. Ella lo sabe, pero finge des-
conocerlo ¡¡ara obligarme a re¡¡etírselo. Y
yo lo callo, como un secreto, ¡¡ara (|iie son-
ría cada vez (¡ue la miro.
— Estoy .sola.
— Lo sé.
— ¿ Cómo ?
— Porque, al igual que al caer una piedra
sobre las tranquilas aguas de un lago, he
turbado la serenidad de tu alma con mi
¡¡resencia.
— ¿Quién te lo ha dicho?
— \',\ rubor de tus mejillas y la vibración
(le tu cuerpo.
— Estaba triste.
— Lo he leído en tus miradas.
— ¿Eres brujo?
— Soy un enamorado.
— Mechicero del corazón, ¡¡a.sa, que la
iáni¡¡ara del amor no fué encendida en mi
alcoba. Ven ; consuela a esta desdichada
muñeca que llora su libertad y muere en
la ¡¡risión de un hogar sin ilusiones. Dime :
¿qué hay en la cima de a([uella montaña
azul, que ire obsesiona y me atrae?
— ¿ No lo sabes ?
— Mi señor, a quien le he ¡¡reguntado, lo
ignora.
— Xo te coni¡¡ren(le tu señor.
— - Dices bien.
. — .Mlí vive la Felicidad. Hacía ella voy
y llegaré, porque tu recuerdo me acom¡iaña.
— ¡Oh! llévame contigo. Hazme cono-
cer la felicidad y me devuelves la vida.
La tomé en mis brazos y en alas de un
beso escalamos la montaña azul que la atraía.
Pnustiiw M. Tcyscra.
— SELECTA
Hl'', aquí lina institución (|uc honra al
pai.s y (le cuyos beneficios se ha tenido
anii)lisinia prueba en algttnos años de
finicionamiento.
líl Circulo de Bellas Artes suri^ió coiuo
una cristalización casi inesperada de entti-
siasnios nobiüsinios y de ansias culturales,
extrañas entonces en nuestro ambiente, aun
hoy fuera de las inclinaciones generales.
])ero, cojí tesón y buena voluntad los (|ue lo
iniciaron lo han mantenido, los que llegaron
desiniés sumaron esfuerzos ])ara engrande-
cerlo y hoy, teniendo cariz oficial, es nues-
tra i)riuiera institución artística,
."^e instituyeron clases nocturnas, se llamó
al seno de l;i flamante academia de pintura,
de escultura y de dibujo, a todos los (|Ue
descar.an dar a sus mentalidades sana orien-
tación y asi pudo funcionar en sus comien-
zos el Circulo.
Carlos Maria Herrera, com])letó la obra
u.o sólo con el inatacable ])restigio artístico
de su nombre, sino también con su sereno
y consciente amor al .\rte y luchó desinte-
resadamente y con entusiasmo ])atriótico
hasta hacer del Círculo una institución se-
ria, sana y e iiínentc,
l*ué dura y larga la lucha jiero por fin
la victori;i merecida coronó tantos inteligen-
les afanes.
rincón délos recuerdos, donde se hallan dos bustos, uno de Carlos M.[Herrcra y otro de Juan Ferrari
Kl C.obierno fijó su vista ])aternal en esta
meritoria y ])atriótica labor, y decidió acor-
dar al Círculo una subvención que le da
base inconmovible.
Hoy el Circulo es el centro luás alto de la
educación artística con (|ue cuenta la Re-
pública y son grandes v nniv valiosos los
resultados (|Ue con él se han obtenido.
.\ su frente se halla la mentalidad ro-
busta y la firmeza <le carácter del escultor
José Helloní. un maestro de gran con])elen-
cia y un artist.a cuyo noubre \a se impone
más allá de las fronteras.
lín el magnífico local (|ue ocu])a esta ins-
titución en la .Xvem'da iS de lulío. funcio-
nan las diversas clases: dibujo, dibujo or-
namental, modelado. ])intura \' escullm-a con
modelos vivientes, etc.
L'na de las clases n\ás numerosas es la
de señoritas. L'n m'icleo ])romisor de futu-
ras artistas com])leta allí sus conocimientos
y se pre])ara inteligente. vente ])ara las lu-
chas ])or el arte.
Todas las tardes v todas las noches se
suceden en el Circulo las clases en los <li-
versos cur.sos \- si el tesón de l(is maestros
es ejemi)lar no lo es menos el de los dis-
cípulos.
l'.n la I'resíilencia de La CciuisiiHi Direc-
tiva del Círculo de Helias .\rtes han figu-
rado hombres de ])osilíva valía intelectual,
tales como: doctor .\ugusto 'l'urenne. don
-Martín La.sala. an|UÍlecto lüigcnio Harof-
fio. ingeniero .Mfredo K. Campos y doc-
tor José M. Fernández Saldaña.
F,s acltial rente ¡'residente <lel Circulo el
señor José M. X'idal Helo.
I'tiedc atírniarse C(jn el regocijo consi-
guiente. (|ue hoy el Circido de Belkis .\r-
tes está asentado sobre bases inconmovi-
bles y de él ya se han obtenido muv buenos
resultados y se obtendrán aijn uicjorcs en
plazo más o menos breve.
El Director del Circulo: escultor Belloni
y el Secretario señor Orestes Baroffio
La CÍAfíe tempninA Ap tíihtíin v níntííra pn un mnmpnin Áff ríf^srancn
— SELECTA —
ATRIBUTOS PE REALEZA
LA i.-cisUiiii1)r(.- ik- ceñir la cabeza, la
parte más noble del cueriio humano,
con un distintivo de dignidad o su-
(ireracia. es anti(|uisinia en la humanidad.
]'"n el curso de los sisólos, la corona ha te-
ni<!o n'últipk'S siíínificados y variadas for-
mas. Los faraones de I'",<;il)to tenian dos
clases de coronas : ima blanca en f or:na de
mitra o casco. (Hie era la insignia de su
dominación en el Mediodía; y otra roja,
algo acam])anada y abierta por arriba, in-
signia de la <lominación en el Xorte : a
esta corona suel:' acompañar en los nionii-
u'cntos figurados, el simbólico bastón (|ue
acaba en voluta llamado lituo : ambas in-
signias soban i>oncrse a la vez. resultando
la corona l)Ianca. (|ue era más alta, dentro
(le la roja i)ero sobresaliendo. Ksta doble
corona constituía el pos(|uet. y los elemen-
tos (|iie la componían simbolizaban los atri-
butos solares inherentes a la prerrogativa
real. Ksta razón ex])lica que en los monu-
u'entos figurados aiiarezcan algunas divi-
niil.'ides. como Osiris. con tma de estas dos
coronas o con la doble corona. i)ucs viene
;i ser en estas imágenes un signo de sobe-
r;ini;i. Fuera de esto, los egijicios acostum-
braban a ceñir las cabezas a los difuntos
con coronas de paja, de las cuales se han
recogido algunas en las tumbas: estas co-
ron.-is fi'inebros eran una investidura del
.itributo divino, llamado verdad de la ])a-
labra. iiue conferia a los difuntos el ca])i-
(ulo W'IH <lel libro de los Muertos.
Con respecto del Oriente antiguo, los
n'onn:i'enlos figtirados (me nos dan a cono-
cer la indumentaria de los asirlos muestran
que los revés llevaban como distintivo una
ii'itra, o. niás bien, tiara bastante alta, (iuc
debia ser <le metal con adornos, ¡irobable-
mente de i)edreria. ¡jero ignoramos (|ue esta
insignia tuviera i'U Oriente un valor sim-
bólico como en lígijito. Kn Grecia y Roma
la corona tuvo mayor importancia que en
los demás pueblos de l;i antigüedad, y se
.■rnplii) con muv diversas significaciones.
I. os griegos escribieron libros especiales re-
ferentes a las coronas, de las cuales cono-
cieron gran variedad, pues las tenian ])ara
usos religiosos, ¡irofanos. públicos v pri-
vados. Los autores de dichos libros fueron
(.'alim.ico. .Mnesites. .\])olo Codoro y -Aelio
.Xselejiiades. b".n Roni.i Claums. y, aparte
de esto, son unichas las memorias (|ne se
encuentran en varios te.xtos antiguos refe-
rentes al asunto que nos ocu])a : por todo
lo cn.al se viene en conocimiento (le (|ue la
corona, fuese símbolo o reconpensa. mere-
ci(') de los antiguos especial consi(leraci(')U.
Tandiién hubo coronas de hojas artifi-
ciales, (|ne se fabricaban con ¡ledazos de
cueniíjs hechos virutas, teñidos de diversos
colores, v con iiedacitos de seda. Pero más
])reciosas eran las coronas hechas de metal.
aun cuando i'-ste tuviese poco valor y estu-
viese cid)ierto de una sim|>le liojila de oro
o de ])Iata. Los romanos llamaban a estas
coronas " inanratas " o " inargentatas ". Kn
(irecia fui; nniv conún el uso de las coro-
nas (le oro; en los inventarios de los obje-
tos consagrados en el P.artenón de .\tenas
se hace mención de nuichas. y de más de
ciento en los del templo de Delfos. Xo sólo
(le oro. sino de piedras preciosas, se ador-
narf)n las coronas, imitándose en ellas el
follaje. V las coronas llamadas "estófanos"
estaban exornadas con relieves, perlas o
pedrería.
Corona de San Fduardo. I-a primitiva corona fué
destruida en el Commonwcalth habiéndose hecho
una nueva para la coronación de Carlos II.
La Corona Imperial usada por la Reina Victoria.
La piedra grande del centro es el famoso rubí
llamado Blachprince. Se ]e hicieron algunas mo-
dificaciones cuando la coronación de Eduardo VII,
habiérdo.se sustituido el brillante Cultivan por
un záfiro.
-*■
La Corona de la Reina Alejandra, con el famosí-
simo y valiosísimo brillante "Koh-i-Noor".
.Xdeinás se decoraban la'i!bii.'U con figu-
ras de bulto redondo, bji el .\ti(|ii;iriuin de
.Munich se conserva una ])rc-ciosa corona
de oro. h.allada en una tumba de la Italia
meridional, (|ue tiene entre el follaje, en la
parte ;dta. una figura en pie.
Domiciano ¡iresidia los jue,gos c;q)itolin(is
teniendo puesta una corona adornada con
las figuras de jiiiiiler. Juno y .Minerva;
detrás de ¿\ se ])onían el flamen dialis. y
el .gran sacerdote de la familia de los b'la-
vios con coronas (|ue ostentaban la imagen
del KmiJerador. Las treinta v tres coro-
nas de ]ierlas llevadas en el triunfo de l'om-
I)eyo muestran hasta dónde ¡¡redominó en
el mundo clásico el lujo asiático. Los ro-
manos usaron muchas de cintas o vendas
bordadas de iicdrería y at'in de hoj-is de
oro estampadas, cuyos extremos flotaban
sobre el cuello y los hombros v (|ne vino
a ser un atributo im]K'rial a ¡xirtir de Cons-
tantino. l>*n cuanto al uso de las coronas v
su antigüedad, diremos (|ue la edad heroica
de la Grecia no i)arece haber conocido la
corona, con una simple rama se ofrendaba
a los dioses, y muchas veces se ceñía la ca-
beza, sujetándola con una cinta o venda
ro;ro lo demuestran l;is iiinturas de los va-
sos. Xo es posible fijar con exactitud la
('•poca en i|ue comenzaron los griegos a
llevar coronas en los sacrificios v otras
ccren'onias del culto, pero esta costmnbre
era muy antigua y en los monumentos del
siglo sexto como en vasos pintados de es-
tilo asiático, se ven ya coronas de r:'])re-
sentaciones de sacrificios. Las coronas con
inie se adornaban en un ])rincii)io las esta-
tuas de los dioses, debieron ser de hojas v
frutos naturales. (|ue variaban según el ca-
rácter de la ceremonia y el de la divinidad.
Kn todas las fiestas de los dioses, tanto
los adoradores co;no los sacerdotes v sa-
cerdotisas, se ])resental)an coronados. Los
ma.gistrados de algunas repúblicas grie.gas
llevaban coronas.
Las coronas de los sacerdotes parece (|ue
estaban adornadas con in\á,genes de los dio-
ses ; las victimas de los sacrificios se con-
ducian al altar coronadas de flores, v lo
mismo los va.sos y cestas. TambicMi se co-
ronaba el edificio en (|iie tenían efecto las
ceremonias. Tor igual modo fué costumbre
])oner coronas a las naves cuando tomaban
parte en alguna cerenioni;i religiosa, como,
por ejemi)lo. la galera salaminiana (|ue
anualmente llevaba a Délos la ])rocesión en
recuerdo de Teseo y el barco (|ue llevó a
Roma el ídolo de Cibeles obtenido del rey
-\tt;da. l'or la relación (|ue e.xistiii entre el
culto de los dioses y el misterio (|Ue rodeaba
los nniertos, se hizo mucho uso de las co-
ronas en los funerales. Kn Grecia, coino en
b'gipto. se coronaba a los difuntos, costum-
bre (|ue. según Clemente de .Mejandría, te-
nía ori,gen fabuloso, Luciano dice, jior otra
])arte, (|ue se coron.aba a los difuntos para
amortiguar el mal olor, pero la corona fú-
nebre era a la vez un di.stintivo honroso y
un símbolo religioso, ¡mes (|ue estaba con-
siderada como atributo divino y a los muer-
tos se les divinizaba, .Xdeinás, la costumbre
de depositar coronas en las tumbas viene de
la antigüedad, pues cuando .\u.gusto visitó
el mausoleo de .\lejandro deiiositó allí una
corona de oro. K,n las exe(|uias del rey la-
tino Xuma figuraron coronas, y la ley de
las Doce Tablas autorizó las coronas fune-
rarias. Kn las pompas fúnebres de Sila se
— SELECTA —
llevaron dos mil coronas de oro. Las coronas
funerarias eran generalmente de mirto, y
también se enijileó la rosa, el jacinto. l:i
violeta, etc. Las coronas que se depositaban
en las tmnbas no eran sólo ofrendas a los
n-anes de! muerto, sino ta'iibién las (|ne
éste babia recibido en vida como reconi])en-
sas. Rn los ban(|netcs fúnebres s:- corona-
ban las jiiezas de la vajilla, y lo mismo se ba-
cia en los l)aiii|iietes con qne se solemniza-
ban faustos aconteci-
uMentos.
La corona del b:'be-
(lor tuvo niucbi i n])or-
lancia en la antií^ücdad.
y se ceiTla a cada con-
vidado cuando se iba a
bacer el segundo s^'r-
vicio de la comida ; sin
duda ])or esto la coro-
na estuvo mirada en
cierta época co:iio un
signo de inteui])erancia.
l'na misma ¡¡ersona so-
lía reunir basta tres de
estas coronas ; una ro-
derula al cuello a fin de
(|ue el perftime de las
flores fuera más ])er-
ceptible. y las otras dos
en la cabeza, lista cos-
tumbre fué común a
griegos, etruscos y ro-
manos. La costtimbre
de ceñirse coronas en
los banquetes se gene-
ralizó, y decían los an-
tiguos (|ue la corona
puesta en la cabeza ])re-
servaba de la embria-
guez. i)or la acción re-
frescante o astringente
de sus perfumes, bji
otras ceremonias priva-
das o i)úblicas se ein-
])learon las coronas co-
iro simbolo de regoci-
jo : una de olivo jiuesta
sobre la ¡nierta (le una
casa, indicaba que allí
babia nacido un bijo
varón. En las jjínturas
[le los vasos se ve a los
amantes ofreciendo co-
ronas a sus jirometidas.
como símbolo de hinie-
iieo. La personificación
de éste llevaba una co-
rona en la cabeza y otra
en la iiiano. y en las
bodas no sólo ceñían co-
rona las cabezas de los
des])Osados, sino las de
todos los asistentes a la
ceremonia. La que en
Ko'.va llevaba la es])osa
era de flores y hierbas
cogidas ])or ella jiiisma.
La corona nu])cial fué,
tanto en (irecia como
en Roma, un símbolo
religioso. «— — — — — — »—
Los romanos no se
ponían coronas fuera de los dias en que la
religión los autorizaba, esiiecialmente en las
fiestas de divinidades que presidian la fe-
ctindidad. Como signo de regocijo se ci-
ñeron coronas los antiguos en varias cir-
cunstancias, siempre que la celebración tu-
viera carácter religioso. Los es])artanos se
ciñeron coronas cuando vencieron a los ate-
nienses en Egos Potamos. Por último, todo
mensajero de buenas nuevas, con ocasión de
los sacrificios ofrecidos a los dioses, ceñían
una corona. Las coronas como recom])ensas
se concedieron desde remota antigüedad, en
un ])eriodo cuyo coinienzo se fija en el año
582 antes de J. C, a los vencedores de los
grandes juegos de Olimpia, y en los concur-
sos de Delfos. de Xe nea y de Lstmo. .\ntes
de la fecha .sólo se <laban objetos como ])rc-
mio. Dichas coronas eran de follaje : de en-
cina es la (|tie ciñe la cabeza de lui atleta
que se cuenta entre las esculturas arcaicas
atenienses. Las coronas que se daban a los
Manto real usado por Eduardo VII el día de su coronación
vencedores de las ¡¡anateneas y de los jue-
gos olim])icos ])rocedian del olivar sagrado
(le la .\crói)olis de .-Vtenas. Como la religión
estaba asociada a la poesía dramática y a la
lírica, el coro teatral llevaba coronas, (jue en
tiemjio de Demóstenes no eran siempre de
si.nples follajes, sino de oro; los músicos
recibían también coronas en los concursos,
y en Roma las hubo también para los ven-
cedores de los juegos gímnicos y agonísti-
cos; en cuanto a los juegos del Circo, en
Roma no se concedieron coronas a los ven-
cedores hasta la é])Oca im])crial. y lo mismo
a los nnisicos. ])oetas v oradores, lín los jue-
gos cai)itolinos se daban coronas de encina
en número de cinco, que sin duda corres-
pondían a las cinco divisiones del concurso:
.Música. Drama. Poesía latina. Poesía griega.
Canto e instrumentos, listos juegos fueron
los favoritos de Xerón, quien desjjués de
haber recogido mil ochocientas coronas du-
rante el viaje a Crecía, entró triunfalmentc
en la capit.-d con la
frente ceñida por la co-
rona de ( )lim])ia v lle-
vando en la irano la co-
rona pítica.
I'or la transmutación
de ideas ipie los prime-
ros cristianos hicieron
con respecto ;i la socie-
dad ])agan;i. la corona
aii.'irece citada por los
escritores sagrados de
¡irimeros siglos, y.
re])ro(lucida en los an-
tiguos monumentos
cristianos, es un e:uble-
ma de victori;i y de re-
com])ens;i.
En la ICdad Media, la
corona fué un adorno o
una insignia (|ue nada
tuvo <|ue ver con la re-
igión. lista es la <liíe-
rencia esencial entre la
corona de la antigüe-
dad y la de esta é])oca.
Es creencia general
(|ue el rey <le Francia,
brancisco 1. fué quien
])r¡meramcnte se ¡)Uso
la corona cerrad.a. con
el fin de demostrar ;i
Carlos \'. (|ue ac"d)aba
de ser elegido empera-
dor, es decir, (pie el era
.soberano de mi reino
del cual .séilo ¡¡odia re-
evarle Dios.
He aquí ahora la des-
criix-ión de las coronas
de la casa de Inglate-
rra, motivo de esta cu-
riosa y bella informa-
ción y cuya rejiroduc-
ción fotográfica ofre-
cemos.
La Corona Real fué
labrada ])or orden de
la Reina \ictoria v está
enrí(|uecida con las ]nc-
dras sacadas de otras
coronas. La diadema
lleva delante un grue-
so záfiro, y en su cir-
cunferencia .gran nú-
tnero de gemas v es-
maltes. En el lado an-
terior y en medio la
diadema está surmonta-
da de la cruz de Mal-
ta, hecha t(3da de dia-
""""""" " ------ mantés y con un gran
rubí en el centro. ( )tras
tres cruces de Malta alternadas con ador-
nos (le flores de Lys están colocadas sobre
el círculo frontal.
Coni])leta la información el manto real
usado por Eduardo \'1I el día de su coro-
nación. Es una admirable pieza de ])año de
seda, color cardenal con bordado de oro.
Su valor artístico y su valor de jova es mnv
alto.
La corona del Principe de Cales es seme-
jante en sus puntos esenciales con l;i co-
rona real.
— SELECTA
Porcelana
y Plai
Juego Japonés de porcelana, propiedad de la Sra. Blanca Usher de Heber Uríarte.
'T^^ODOS los objetos de porcelana, ari-
I tigiios y modernos tienen, además
del mérito de sn fabricación (Sevres.
persas, indias, italianas, españolas, etc.).
ese encanto que presta siempre la leyenda.
Y es la leyenda, precisamente, la que
preside la invención de la ]X)rcelana. la que
luego la acom])aña a través de los siglos y
le presta hoy ese encanto, esa atríictibilidad
(|ue todos exi)erimentamos ante uii objeto
construido de esa materia.
I'.l juego de te, cuya reproducción foto-
gráfica damos en esta página, es de porce-
lana japonesa, la qué más prestigios secu-
lares tiene y alrededor de la cual tanto se
ha escrito y tanto ha urdido la fantasía.
Es opinión general que las porcelanas chi"
ñas sondas más antiguas. Los comienzos de
su fabricación se cree que fueron por los
años 185 antes y 87 después de Jesucristo.
Kl mercader árabe Solimán, en 851, escribía :
" Se halla en China una arcilla excesiva-
mente fina con la que se confeccionan vasos
(pie tienen la transparencia del vidrio : puede
verse el agua a través del vaso. (|ue es de
arcilla. La fabricación de la porcelana, como
industria fué llevada del Celeste Im])erio al
Jai)ón el año T] antes de Jesucristo. No
hay diferencia ajireciable en la bondad, fi-
nura y valor, eiitre la porcelana china y la
jajjonesa.
Dicese que un alfarero japonés llamado
(lOrodajú Shonsin fué el que llevó de la
China al Japón hacia 1520 los princii)ios de
la fabricación de la porcelana. En torno
de su primer horno se levantó una ciudad
llamada Arita. Pero las porcelanas fabri-
cadas por ese alfarero, que no debió hacer
otra cosa que imitar los productos chinos en
pequeñas dimensiones y en azul y blanco,
no son las primeras porcelanas japonesas
(|ue proceden de la provincia de Ibizen, don-
de se encuentran grandes depósitos de cao-
lín, sobre todo en los alrededores de la mon-
taña de Karatzú, c|ue ha dado su nombre
a la cerámica primitiva de a(|uella provin-
cia. Las piezas de Karatzú datan del siglo
XIII y del XIV.
El tijjo decorativo más común en las pie-
zas de porcelana japonesa es el compuesto
de crisantemos y peonías de colores azul,
rojo y oro.
Las piezas llamadas de Kakujemon fue-
ron siempre las preferidas por la aristocra-
cia japonesa.
El jtiego de te, cuya re]>roducción ofrece-
mos en esta jjágina. |)crteneció a la distin-
Candelabro antiguo
de plata cincelada propiedad del señor
Alberto Heber Uriarte.
guida señora doña Sofía Usher de Sollos.so
y fué un obsequio que le hiciera el gobierno
imperial en un viaje que realizó dicha dama
en compañía de su esposo cd almirante So-
llosso.
Hoy esa verdadera joya, de cuyo valor
es obvio hacer mención, se halla en poder
de la señora Blanca L'sher de Heber Uriarte.
Completa la parte gráfica de esta ])ágina
un candelabro de plata maciza, que perte-
neció a la matrona Clara Errastpiin de Jack-
son y es hoy ])ropieda(l del señor Alberto
Heber Uriarte.
Es una magnífica pieza de é])oca. donde
no se sabe (|ué admirar más. si la finura del
cincelado o la elegancia majestuosa del con-
junto.
Ante ima de estas maravillas de .Museo
vuelve uno la imaginación al ])asado y
contempla aquellas regias estancias de
antaño en las (|ue esos candelabros daban
majestad a una consola o a una mesa.
A la luz de esos candelabros las siluetas
de los gentiles pasaron e imiiusieron su
¡gallardía. \
Las vestimentas brillantes \- los ros-
tros plenos de gracia, la desenvoltura ele-
gante de los movimientos, el oro y la
plata que exornaban los trajes femeninos,
todo fulgía a la luz de las bugías y diríase
que eran los objetos que (¡restaban luz a
las luces, al contrario de lo que suele pa-
sar hoy, en que las luces eléctricas pres-
tan brillo a muchas cosas.
Las mesas de antaño tenían en los can-
delabros, un complemento de majestuosi-
dad que por cierto no tienen en la actua-
lidad.
Y tan es así. tan es asi comi)rendido,
que hov vuelve la moda de los candela-
Ijros, y en los mesas bien alhajadas son
ellos los que presiden, dando, indudable-
mente, un caché especial al ambiente.
El "ritorniamo all antico" se cumple
una vez más y por cierto en beneficio casi
sicm])rc del buen gusto. !.
— SELECTA —
María Mercedes Ponce de León
Delia Hita
— SELECTA —
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V
1)
Es realmente asombroso lo que obscuros, pero
no por eso menos geniales artífices, reali-
zan en las joyas, en cuya pequenez punen
un candan (le buen gusto, de profundo buen gusto,
de originalidad extraordinaria.
Kn la limitación de un engarce, en los psUi-
l)ones de una cadena, en la combinación de un
pcndantif. los artífices del oro, de la plata, del
platino y de las piedras preciosas, acumulan una
extraordinaria fuerza de creación. Se dijera que
el frió metal cobra, a veces, palpitaciones de vida
y que una maravillosa flor de pedrería, tiene per-
fume, tiene color y puede marchitarse.
El don de la delicadeza mueve las manos de
estos artistas desconocidos que continuamente
lanzan al mercado del mundo sus jiequeñas gran-
des obras.
JOYAS
Xada más oportunas (¡ue estas reflexiones al
contemplar las maj^níficas joyas, que. formando
un juego de un valor muy alto, posee la distin-
guida señora Julia Duplessis de Bouvet, cuya
gentileza nos permite dar en esta página una not-i
de sumo interés.
Componen el juego, un collar de oro admira-
blemente cincelado, con co'gante de malaquita,
orlado de diamantes. Se impone en seguida a
nuestra admiración un gran prendedor de plata,
que adquiere la forma de una gran flor, una
flor de ensueño oriental, donde una mano prin-
cipesca ha dejado caer hermosos brillantes, que
diríase son gotas de un fantástico rocío.
Los pendientes de una belleza indiscutible com-
pletan este juego de emperatriz.
Ante estas maravillas el cronista se acuerda in-
voluntariamente de la famosa '*aria de las jo-
yas " ' de " Fausto ' " y piensa que debieron ser
como éstas, las que Mefistófeles puso en mano>
de Margarita, para enloquecerla, para rendirla,
para despertar sus más íntimas vanidades de
mujer.
Tienen las joyas, cuya reproducción fotográ-
fica disminuye enormemente su esplendor, una
irresistible atracción, por su delicadeza de cin-
celado, por lo artístico del engarce y por el va-
lor grande que entrañan.
— SELECTA —
A la linda raena
íBorríquito manso de la Virgen María !
M^nno borriquito que llevó a Jesiis
Con su santa madre, que al Egipto huta
Una noche negra sin jstros ni luzí
i Lindo borriquito de luciente lomo !
Hasta el niño mío te venera ya
Y di'-e, mirando tu imagen en cromo:
— ¿Es el de la Virgen que hacia Egipto va ?
i Dulce borriquito, todo mansedumbre !
i Nunca a tus pupilas asomó el vislumbre!
Más fugaz y leve del orgullo atroz !
Y eso qu2 una noche sin luna ni estrellas.
Por largos caminos dejaste tus huellas.
Llevando la carga sagrada de un dios.
JEANETTE DE IBAR.
Y te amo más cuando te enmusteces
al Ileg-ar el Otoño,
porque noto que entonces,
mucho a mí te pareces.
Amo tus bancos,
amo tus sendas,
amo tus flores.
María Gorízía Salavcrry
Al triste son de los minuetes
cantan ms deseos secretos
y estoy llorando
de oír el temblor de erta. i:ia.na
Toz de otro tiempo. l>nz lejana..
que está llorando
FERNAND GREGH.
jardín de ensueño
Te amo jardín,
amo el aroma de tu iuzmin,
la leve sombra de tos aromos,
que tienen jovialidad de gnomos:
amo tus verdes bancos,
que son el deseo cuotidiano
de uno que otro anciano
silencioso y de cabellos canos.
Te amo jardín:
amo tu larga senda enarenada,
por donde tantas veces
paseé con mi amada :
amo a la buena hada Flora,
porque adorna tu césped
y aroma tu fronda.
Te amo jardín, ■
porque por tí pasaron
tantos que amaron!...;
porque tu acallas
los besuqt/tfos;
porque fiel guardas
los discreteos
y galanteos
de los marqueses,
a las marquesas,
porque tu ofreces
reconditeces,
para beber dulces promesas
de las boquitas
de labios rojos,
rojos, inuy rojos,
(de un rojo fresa),
de las marquesas.
Te amo jardín,
porque en tus toscos bancos,
y en tus pálidas sendas
tantas veces,
tantas veces ! . .
divagué yo mí esplín
En fin,
te amo jirdín;
te amo, porque yo,
también soy un jardín,
un algo enmustecído,
y ya muy desflorado
por este cruel Otoño de mi vida,
que todo ha desgajado . . !
¡Te amo jardín . . !
Pt^lo Suero.
Montevideo — año XVT.
SELECTA —
SIEMPRE he experimentado un
halago inmenso al ocuparme de
manifestaciones artísticas o de
artistas que tengan vinculaciones
con el país, y mejor aún si son uru-
ííuayos.
V el halago reside en dos funda-
mentos : en que tenemos en el te-
rreno del arte muchas cosas de que
estar satisfechos y en que es obra
patriótica enaltecer a lo que en el
país se presenta con méritos ver-
daderos.
En arte no hay chauvinismo.
Todos los pueblos que tienen per-
fectamente desarrollando el senti-
miento del propio valer, practican
un verdadero culto al arte y a los
artistas nacionales.
Recordemos a Francia, centro de
la intelectualidad universal. No só'.o
el pueblo francés, por un bien en-
tendido acuerdo tácito para enalte-
cer a lo nativo antes que a lo ex-
traño, disimula defectos y encuen-
tra admirable lo que en rigor debie-
ra ser tan sólo excelente, sino que
lo extranjero que se radica o pro-
duce en Francia, merece de la masa,
especial dedicación, para que de
esta suerte, con el tiempo, se acos-
tumbre el mundo a considerar fran-
cés al artista o al hombre de cien-
cia que no siendo francés tiene su
residencia en Francia.
Sin necesidad de cruzar el Atlán-
tico, tenemos muy cerca nuestro un
ejemplo semejante: ¡a Argentina. —
Arraigado en el pais hermano, el
exacto y lógico sentimiento de la
nacionalidad, sabe el pueblo cuál es
su deber ante lo que .sea una mani-
festación de la intelectualidad ar-
gentina.
Enaltece a sus artistas y cuando
se trata de rendir homenaje al arte
extranjero, acepta inteligentemente
lo bueno que de allende las fronte-
ras venga; pero exigiendo que, junto
a eso bueno que de fuera llega, se
coloque lo propio, que es bueno tam-
bién y merece en consecuencia pri-
mer puesto.
Citaré en apoyo de esto lo que
ocurre en las temporadas oficiales
del Teatro Colón. La Municipalidad
obliga a las empresas a estrenar du-
rante la "saisson" varias óperas
de autores argentinos.
Pues bien: ¿qué hacemos nosotros
en un sentido semejante?
Casi nada.
Xo sólo guardamos para las mani-
festaciones de arte propio una gran
indiferencia, sino que, llevados de
un absurdo afán de extranjerismo,
tenemos gestos de desprecio, que a!
ser injustos, no prueban en último
caso, otra cosa que ignorancia.
No se completa la fisonomía de
un pueblo hasta no poder ostentar
un firme rasgo intelectual. Y si
nosotros no tenemos aún persona-
idad en ese sentido, es porque no
hemos querido tenerla.
Más aún : nuestros artistas y nues-
tros literatos han triunfado más fá-
cilmente en el extranjero que en la
tierra nativa. ¿ Qué reproche más
duro y más justo puede hacérsele
a nuestro patriotismo, que el enros-
trarle 5>u falta de cariño a los artis-
tas que tienen su hogar dentro del
solar de la patria?
No se practica el culto del patrio-
tismo, glorificando solamente al pa-
sado ; también se rinde pleitesía a
ese culto enalteciendo al presente,
que es tan grande o más que el
pasado, puesto que si ayer se luchó
para obtener una conformación po-
lítica independiente, hoy se lucha
para llegar a la conformación inte-
lectual. No es la Revolución en sí
lo que ha dado a Francia su preemi-
nencia ; es la actividad intelectual
que pudo tener libre expansión des-
pués de abolidas las trabas feudales.
.*.
Por todo lo que ligeramente he
expuesto, nunca experimento más
honda satisfacción que cuando es-
cribo ocupándome de artistas nues-
tros o de extranjeros radicados en
el pais.
Tengo para esta reseña dos notas
muy simpáticas. I.a constituye una
Arte y Artistas
La talentosa concertista y profesora, Sra. María V. de Müller
WSM'^
la distinguida personalidad de la se-
ñora María V. de Müller, notable
concertista que brilla en nuestro
ambiente por sus condiciones de
cantante y profesora. La otra nota
se refiere a la primera Compañía
Dramática Uruguaya que con buen
éxito actuó en el teatro i8 de Julio.
Ya ven ustedes: son dos manifes-
taciones de arte nuestro, de arte na-
cional, y yo deseo que no por ello
deje e! lector de concederles su aten-
ción en mérito a lo que antes he
dicho referente a este asunto.
La señora María V. de Müller es
una delicadísima intérprete de los
autores modernos. Su voz suave, cá-
lida, de una potencialidad que le
permite vencer todas las dificultades
que los músicos modernos buscan
para el cantante, obedece a una es-
cuela correctísima.
No solamente es una cantante dis-
tinguida en la verdadera acepción
de la palabra, sino que de su mo-
dalidad surgen las frases con un
encanto subyugante. Oyéndola en
unas romanzas de Dupard todas sus
dotes artísticas se imponen a la
admiración del que puede gustar de
las delicadezas de expresión, de la
dulzura de los acentos apasionados,
embellecidos siempre al surgir mag-
nificados por una voz que no sola-
mente llega a todos los extremos
del registro sino que tiene una fuer-
za impositiva y una seguridad ejem-
plar.
Es una verdadera concertista. Su
ilustración, su cultura, su amor in-
variable al arte (pie cultiva dan a
sus interpretaciones un sello es-
pecialisimo de alta intelectualidad.
Aun cuando es española de naci-
miento, la señora María V. de Mü-
ller es uruguaya por adaptación, por
similitud de gustos con nuestros
gustos y con nuestras inclinaciones
y preferencias.
Inició sus estudios de canto v
llegó al fin de ellos, bajo la direc-
ción de la notable profesora Matil-
de Marchessi. Desde sus comienzos
se propuso dedicarse al ]>rofeSürado
y nunca pensó ingresar en la escena
lírica. Por cierto que el arte lírico
teatral tlebe lamentar esta resolu-
ción.
En su carrera triunfal y siempre
afirmativa, esta concertista cantó
con Battistini, con Tedeschi, con
el gran cantante polaco Kastner, etc.
El ilustre Massenet le llamaba fra-
ternalmente "mi calandria''; y en
verdad que la frase del maestro
concentra el más exacto y delicado
juicio sobre las condiciones artís-
ticas de esta cantante.
Siguiendo sus inclinaciones inva-
riables y firmes la señora de Mü-
ller se dedica a la enseñanza. Y si
como concertista es notable, no lo
es menos como profesora. Tuve
oportunidad de oír a dos de sus dis-
cípulas, la señorita Socorrito Mora-
les y la señora Antonia MetaKo de
Maza y en verdad que no sólo en-
contré dos voces soberbias sino que
la afirmación de una escuela co-
rrectísima que ha de desarrollar bri-
llantemente ias condiciones natura-
les que sin duda alguna tienen am-
bas educandas.
La señora María V. de Müller.
incorporada a nuestro ambiente ar-
tístico, será una fuerza indiscuti-
ble de cultura y de elevada orienta-
ción musical.
La Compañía Dramática Urugua-
ya, que ha actuado en el teatro i8
de Julio, ha evidenciado plenamente
lo que fué el propósito fundamen-
tal en la realización de esta tempe-
r.-ida de ensayo, vale decir : que te-
nemos un conjunto de artisas lo
suficientemente correctos e inteli-
gentes como para llevar a la prác-
tica lo que tantas veces se ha re-
clamado; el funcionamiento de una
compañía estable, formada con ele-
mentos propios y dedicada a dar a
conocer las obras de nuestros auto-
rrc, en primer lugar y luego la de
los autores extranjeros, que sean ex-
ponentes de modalidades artísticas
más o menos elevadas.
En la compañía uruguaya hay ele-
mentos sobresalientes : Rosita Arrie-
ta, Gloria F'errandiz, Carlos Brus-
sa, Domingo Sapelli y Santiago
Arrieta; y luego hay elementos bue-
nos, que forman un conjunto ho-
■ mogéneo y capaz de interpretar las
obras con toda corrección.
He notado en estos artistas, cuya
labor merece el mayor elogio, una
condición que reputo primordial y
que poco se encuentra en los ele-
mentos que actúan en los escenarios
rioplatenses : sentido común y ver-
dadero amor a la carrera. Agre-
gúese a esto la posesión de condi-
ciones indiscutibles para la labor
interpretativa y no es absurdo es-
perar mucho y bueno de estos ac-
tores y actrices que están empeñados
en una obra tan patriótica y tan
simpática.
El público ha respondido a la tem-
porada de prueba y eso alienta, prue-
ba que el anhelo de los autores tie-
ne eco en la colectividad y que el
año próximo será el año feliz de la
inauguración de una temporada de
arte teatral con elementos pura-
mente nacionales.
Don Melilóii.
— SELECTA
OPIO
GAUCHO
ADENTRO el frío era intensísimo.
Afuera rebramaba el pampero. A sn
recio em]nije los árboles más corpu-
lentos se doblaban como juncos. Sólo o
onibú permanecía enhiesto y desafiador. Los
animales temblando 3' con las cabezas ga-
chas, daban el anca a las furiosas arreme-
tidas del viento. Rechinaban las maderaj
del rancho viejo. Hul)o n:onientos en que
[larecía (|ue éste iba a ser arrancado de
cuajo, líl cam])o era una desolación.
Los dos ])obres viejos habían quedado
contrariados, silenciosos, abstraídos, tri.-;-
tes. abatidos. Ni el uno ni la otra se atrevían
a levantar los ojos del suelo, líl. maquinal-
niente. daba vueltas y más vueltas a la carta
(|ue acallaba de leer. No sabia qué pensar
ni qué decir. Los ojos, sin enbargo. empe-
zaban a llenársele de lágrimas, lilla no su-
fría menos. Ahogaba los sollozos que le
subían a la garganta. A cada momento lle-
vaba el ])añuelo a los ojos. Lloraba en s'-
lenciü. No (|uería aumentar la pena de su
viejo cümi)añero.
— ^' de ái ¿qué hacemos, Liberata? --
musitó _el viejo sin levantar la vista.
— Lo que vos dis])ongás, Felipe — con-
testó ella sin hacer el menor movimiento.
Se ])rodujo un nuevo silencio.
Doña Liberata se sonó ruidosamente l:is
narices y dijo, haciendo |iucheros :
— Jué tnia injusticia, un crimen su juida.
.\üs jugó sucio. No resi^etó nuestras ca-
nas, la indina.
— Lra la niiro.sa. Nos e.siiejábamos en
ella. Tuvo tuito lo (|ue (|uiso. Pa'ella lo me-
jor que vían sus ojos. Las golosinas. Los
nniebles. Los vestidos. Las ¡irendas. ¡ In-
grata ! Nos engañaba como a chi(|uilines.
— Sí : nos engañaba. Tenes razón. Felipe ;
pero ansina son los hijos. Y parece bruje-
ría... .\(|nellos ([ue más queremos son los
])iores y los ])rimeritos que nos dan la pa-
lada . . .
— i Los hijos ! — intcrruni])ió don Felipe,
("lüeno. Será lav de la vida. ¡Qné le vamos
a'cer ! Cuando el hijo viene al nnmdo . . .
¡ Oh, qué bonito ! — gritan tuitos. ¡ Cuánto
barullo en la casa ! — Tuitos contentos. Y
nosotros, — cayéndosenos la baba de puro
gozo. — decimos : La es¡)eranza'e la vejez.
La calandria qu'endnlzará con .sus cantos
nuestra vida. Pero dispués qu'el hijo es
grande, se retoba y jiega'los padres siem-
pre, siempre. . . Y en tuitas jiartes lo mes-
mo. Los hijos quieren ser más que los pa-
dres. Y los tienen en menos. Y los desjjre-
sean sin recordar, canejo, tuito lo c|ue pu'
ellos hemos hecho y sufrido.
— Es ansina. mesmito, viejo : pero, como
vos lu has dicho ¿qué vamos a'cer? Al fin
son carne'e nuestra carne, y güeso'e nues-
nuestros güesos ... Y es al cuete : no lo po-
dencos negar, aun que nos pique...
—Si. ])ues : y aura como le dijuntearon a
5u hombre, ricién se acuerda la cachafaza
:)ue tiene ])adre y madre. Y (|uiere volver
íl nido. ¡Pucha, digo! Me tiene tan indinao
que ni en l'aura'e la muerte la perdono.
Lo juro ])u'tsta. . .
Y don Felijie levantó la mano derecha
V cruzando el pulgar sobre el índice los
be.só.
La vieja, asustada, volvió rápidamente ia
cabeza, diciendo :
— No prenuncies más e.sas ])ala])ras. Fe-
lipe, ])or Dios bendito. Pen.sá en que la dis-
gracia tamién n-erece respeto. Pu'el nieto
sit|uiera. Casimira nu era tan mala. Si no
hubiera sido ])u'ese vandalio (|ue le tras-
tornó el celebro. . . Y ¡mal haiga sea l'aura
en (|ue .se atravesó en su camino!. . . ¡ Mala
cría! ¡ Casta'e baralidos !
— Mala cabeza tamién ella. .Al ñudo jne-
ron los consejos y riflexiones. No hizo caso
a naides. Y salió nomás con la suya. Y nos
dejó plantaos. Y di.sonró a tuita la familia
L"na vergüenza, canejo.
Juan — el peón de la estancia. — sacán-
dole humildemente el sombrero — entró
medio receloso a la habitación donde esta-
ban los viejos, y. casi por entre las i)icrnas
de a(|uél. salió, cual buscapiés, im gurí
cambado y gordinflón (¡ne empezó a gritar:
— ¡ .\güelito. agüelito !
Don Felijie. algo desconfiado, pregmiió
al peón.
— ¿Es tu hijo?
— No, patrón.
— ¿Y'e quién, pues?
— lí Casimira, patrón.
— ¡ Hijo'e mi alma ! — exclamó la anciana
V. .saltando con increíble agilidad del asiento,
tomó en sus brazos al botija, estrechándolo
contra su ¡lecho.
Y desijués. entre risas y gimoteos, doña
Liberata empezó a besar ganosa, efusiva-
mente al indiecillo.
— (lüeno ¡basta ! — dijo don Felipe. — ¿O
te crees (jue vos sola sos agüela ? Vos siem-
pre la mesilla : extremosa i)a todo. Vaya.
pues. Déjame ver la cara'el renacuajo. Y
ta gordazo el chino. . . ¿eh?
Y volviéndose, interrogó a Juan:
— ¿Quién, lo trujo?
\'.\ ])eón. dando vueltas al sombrero, con-
testó tímidamente :
— Casimira. Ta en la cocina muerta'e
frió. Da lástima verla. ])atrón. \"ino a pie
de! pueblo.
Los ojos de don Felipe llamearon. Sn
rostro (|ueíló jiálido. exangüe. Del fondo
de su alma brotó una im])recación que es-
¡)iró en los labios temblorosos. Hizo des-
])ués un gran esfuerzo ])ara serenarse y di-
rigiéndo.se a Juan, le dijo suave, pausada-
mente :
— Y de ái ¿por <|ué no dentra? Desde
nomás que pa los hijos, los jiadres no tie-
nen cerrada nunca la puerta'e sn casa.
, Solano A. Ricstra.
— SELECTA —
1j^íS2SH5H52S25H5HS2S2SHSH5HS2SB5HSH52SHSZSH5H5E5H5HSH5HS25HSc1HH5H5H5ZSZSHS2SBSH5HS?SZSHS25H5H525ESHS2S25'£SSSES?SHS^
S
K
Di
&.
c^H5HSaSHSH5H5aSE52SHSaSH5aSíSHSH5aSHSíSH5E5ESHSS525BSH5E5HSH5ESa5E5HS2SH5H5ú5Z5HSHS2SHSHSE5HSHSESE5a5SSSSZSH5E52S2SES5SEStSHS5S25E5S
Bouache de Santana
Por Castilla y por León
Hueuo munóo halló Colón
Nuestros departamentos
de
PRIMAVERA 4 sederías y Tejidos
TIENDA MCLESA
Amy Sí Henderson
Calles: Juan G. Gómez, Í3J4
Bartolomé Mitre, Í3J7
han iniciado la nueva
estación, con un selecto surtido de
Novedades
de última creación
jt jt j*
Tejidos de última moda
Ycrscy
Garbardine, Tricotine,
Croisé
Fayetine, Etamine,
Voilé empire, Voilé imprimé,
Voilc unic en fil,
Fantasie,
Grand ct petit carrau, etc.
Sedas de gran novedad
Satín imprimé,
Satín Victoíre,
Charmeuse, Serge Flamandc,
Surahline
Crepé satín, Crepé Georgette,
Crepé Marinette,
VoíIe Doris, Chantung uníe,
Chantung nattine, etc.
La iniciación de uaá nueva estación
se traduce en nuestra casa, en una ver-
dadera fiesta de la moda, elegancia y
distinción.
Así pueden titularse nuestras colec-
ciones de novedades, que al par de
significar la última expresión de la mo-
da, representa el exponente más eleva-
do del buen gusto.
(^
378 Facultativos Nacionales
lo recomiendan
Mlllllllllllllllllllllllllllllllllllllliilllll^^^^^^^^^^^
Como el mejor alimento tónico y reconstituyente para personas débiles, para
fortificar a los niños, para las madres que crían. Es indispensable para alimentar
a los enfermos y a los convalecientes.
ES LA BEBIDA-ALIMENTO IDEAL, AGRADABLE Y MUY NUTRITIVA
Se vende en todas partes cervecería montevideana
^1^
^
WÉM
Doña íTlaría Puig óe Cibiis
Doma de virtudes eiemplares, que, habiendo brillado en
los salones de lo rancla nobleza española, tuuo en
sus descendientes ~ Incorporados a nuestro medio más
culta y distinguido — respetuosos continuadores de sus tpa-
dlciones de hidalguía y de todos los prestigios de su casa.
En la alta sociedad española, doña (Tlaria Puig de Clbils
ocupó puestos de preeminencia y has^a estas regiones de
Rmérica se extendió la influencia de su espíritu selecto y lo
enseñanza de sus bondades sin limite. Digno representante
de una gensr.ación brillante, su recuerdo es blasón preciado
para quienes pueden hoy ostentar sus apellidos, conser.
uanóo lo limpidez de un Ilnale secular.
:£Í^%
I5, ' f^ w
,^ ,^lll
il
*^•^.
Como el mejor alimento tónico y reconstituyente para personas débiles, para
tortiticar a los niños, para las madres que crian. Hs indispensable paia alin.ientai-
a los enfermos y a los convalecientes.
ES LA BEBIDA-ALIMENTO IDEAL, AGRADABLE Y MUY NUTRITIVA
SOCIFDAD ANÓNIMA
cervecería montevideana
Se vende en todas partes
I»
&f^,á
I, .
2. iS^áf-^,
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^5-iU >s3i>U¡í
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ffl'jj- « t£
■^^^ -S^'i»
Dono (Daría Puig óc Tibí
D
MAPLE
DE LONDRES
Sucursales: Montevideo, Parfs, Buenos Aires
Surtido selecto de muebles antiguos, modernos, ingleses y franceses
Ha recibido un gran stock de adornos chinos, persas e ingleses
SAN JOSÉ 882, MONTEVIDEO
ANO I - NOM. 7
MONTEVIDEO, NOVIEMBRE DE I9J7
DIRECTOR: JUAN CARLOS GARZÓN
No es prurito de reclame. Es simplemenie una constata-
ción de progresos, que nos satisfacen ampliamente, porque
en ellos no sólo está nuestra colaboración, sino que la ayu-
da generosa de nuestra sociedad y la eficiente cooperación
del comercio, que tiene para esta revista tan decididas sim-
patías. — He aht, en esas tres fotografías ía casa de "Selecta".
En la primera aparece el despacho del Director señor Juan
Carlos Garzón; en la intermediaria la administración, con los
empleados Ricardo Corrége, Raúl Beraldo y Lrcopoldo Otero;
en la tercera fotografía aparece la Redacción, y trabajando en
ella los señores Enrique Crosa y Carloi M. Santana. Esa es la
casa de "Selecta". — Allí se concentran todos nuestros
esfuerzos y líU procuramos responder alfavor de todos, pre-
sentando una revista que enaltezca al intelecto y a las artes
gráficas de la República. — Nuestra obra está cimentada, y
al dejar constancia de ello nos complacemos en decir publi-
camente a todos los que nos han favorecido t ¡ Muchas
gracias!
SELECTA —
Flor
Pe
Nieve
Llamó . . .
Los candores corrieron a abrirle.
{Quien eres? la dije.
— Soy alg:uien que pasa
con miedo en la noche. Llamé en esta casa
porque bien pudiera dar flor en tu vida ;
que un alto en la ruta, a veces, enlaza
a la indiferente con la prometida ... -
— Ve que sólo guardo para tu acogida
vino de recuerdos, lirismo y hogaza . . .
— No importa, yo tengo alma de torcaza
que en los espinosos ramajes anida!
— - Entonces, viajera, sé la bienvenida . . .
Entra . . . Mi ternura deshará tu escarcha,
en mi hogar entibia tu frente aterida.
Y porque mañana al romper la marcha
una flor de nieve vaya en tu memoria
y algo de mi sueño tu sueño se lleve,
esta noche quiero contarte una historia
de niños y brujas x la de Blanca Nieve . . .
II
Y a pesar de todo fué una historia breve
aunque la acotamos con extrañas citas
que su autor, sin duda no ha dejado escritas,
de besos robados que hallaron lugar
para en cada frase dejarse robar ...
Mas tarde, pensando le conquistaría
la llevó a Golconda y a Ceilán mí prosa
cuando abrí los cofres de la fantasía ...
Prometí adornarla con piedras preciosas
su caperucita . . . Pero la viajera
no era impresionable, ni era codiciosa !
Despreció la magia de mí pedrería
y al saber que el lobo no la asaltaría,
pues los lobos duermen cuando sale el sol,
ya no tuvo miedo ni melancolía
y se fué cantando como van de día
todas las muñecas que pinta Perrault.
Se fué . . . Los candores corrieron tras ella.
Ahora se —la dije — quién pudiste ser...
fuiste una muñeca demasiado suave,
demasiado blanca, demasiado bella
y por ser tan bella te debí perder . . .
Pespunteó el camino su zapato breve.
Después otros hielos borraron su huella ;
y desde aquel día cada atardecer,
pienso unos instantes en el alma aquella
que en mi pobre huerto creyó florecer . . .
Y ahora cuando llaman ... — Perdona viajera ! j
dice la ternura - habrás de seguir ...
Y aunque sopla el viento, y aunque se que llueve,
y aunque tu aterido rostro me conmueve,
perdona viajera, habrás de partir ... ' ;
Me quemo las manos una flor de nieve
y a pesar de todo ... no te puedo abrir ! |
Yamandú Ifodrigae/., i
— SÜLECTA —
. . ■ ■t.i.i.J t g g^etes^a — : _. , -
(^sS^^S^SSES^s
T LEGA a la ancíanícíad aureolada con
^-^ todos los respetos a que le dan amplio
derecho los timbres de su apellido, sus vir-
tudes ejemplares, y la bondad infinita de
su carácter. Matrona dignamente represen-
tativa de las épocas de la independencia, su
hogfar es un refugfio de nobilísimas tradiciones.
— SELECTA
Una dlstingaida escritora francesa, que e»
además "nna femine de monde" muy califj-
1*1 da. nos tnvía, con gentileza que nos hon-
ra, un estudio grarológico de los señore»
Pellegrini. Roca y Garzón.
La escritora en cuestión — a quien mucho
agradecemos su precioso envío, invoca snte
nuestro Director un parentesco con D. Eu-
genio Garzón, para llegar hasta esta casa,
qne, como buena casa )>atricia está abierta
de par en par a ia ilustre hn< sped.
Nunca fuimos mejor honrados.
Nuestros lectores leerán el estudio y de-
jando de lado los detalles no exactts que
contiene, adivinará In ijue de acertado en-
cierra casi todo el conjunto, acierto realmente
admirable, si se tiene en cuenta que la dama
en cuestión no conoce a los personajes que
examina.
L'ne intelligence remar(|uable, de l'ordre
ilans le.s idees, de la darte, une niéthode par-
faite, un travail minutieux consciencicux
PELLEGRINI
ju.-^q'a ia redicrche dii niien.x. une dédnc-
tion réflédiie.
Sen.s dii comniandement inalgré une vo-
lonté intennittente faite de doute. D'une
honté raisoiinée. Tres juste mais sévére
dans ses jugeiiients. lín .soinnie. un ccrveau
qui puise sa résistance dans un grand or-
gueil du moi.
Ou sent (ju'il est nc et qu'il a vécu —
en subissant l'henrenre influence, — dans
un milieu cultivé, (jiand^' facilité d'elocu-
tion. C'est un hom:re du gout, qui appre-
oié les dioses d'.^rt, mais en cela comme en
tont sans se soncier de la Modc. marque
une grande indé])endance. basée sur des
idees a'luí, toujours intéressants et curieuses.
Egoiste? Non. 11 est d'une générosite qui
part d'un coeur inquiet, ombrageux,. tour-
nienté. susceptible, jaloux, renfermé, soii-
vent irritable, quelquefois grincheux. Un
état nerveux qui marque une dépression, de
une profonde tristesse.
Physiqíiement il doit étie grand, maigre.
tcint jaune.
Uuelle polie harmonie l'écriture de cei
honinie dont les deux états moral et phy-
sique se complétent si parfaiteinent.
Indolent, souffrant. voire méme malade,
il a une douceur, une bonté bienveillante
i|ui vient tout droit du coeur, avec un be-
soin intense d'affection, de tendresse : c'est
un sensitif.
Toutes les qualités du rayonnant : servia-
ble dévoné juq'a l'oubli de soi - méme. dé-
sintéressé, d'une admiration prompte, sin-
cere, enthousia.st» <levant touts les inani-
festations du Beau, un coeur dont tous les
élans sont spontanés et purj;. üuelle belle
générosite d'áme surtout !
Fait le bien ])our sa satisfaction propre,
constate sans amertume mais non .sans souf-
france l'ingratitude humaine et ])ardonne.
C'est (|ue ce cccur exce])tionnel est in.s|)iré.
guidé par la plus belle, la plus noble partic
de cet étre : le ccrvcan dont l'activité inten-
se prédon^iinc le tempérament ; et l'étude
de ce cervean apnorte la décou verte de:'
ornements les ])lus rares. 11 idéalise tont ce
que son e.siirit effleure. L'ne vic intérieure
profonde, grave, une inspiration allant jus-
(ju'au sublime avec des cólés de mysticisme,
de religión élevée.
Tous ses sentiments, avant de se maté-
rialiser, subissent les controles successifs du
cerveau qui raisonne et épure, du coeur (|ui
éprouve et humanise. du geste qui ex])rime
et rayonne. (i) C'est ainsi que l'ou décou-
vre en lui un courageux d'ame, non jjoint
un orgueilleux, mais un fier, d'une haute
probité niorale, auquel le mensonge fait lio-
rreur. Jusste assez de volonté pour mar-
quer .sa personnalité sans dureté ni vio-
lence.
11 est studieu.x et attentif.
Contrairement á la généralité il gagne a'
étre connu ; d'une grande .séduction. il at-
(1) — II est « coní^tater que íi ccMÍ* de la gi^nérosItO la
plus large, il k du petits mesqulneries. C'est un travers.
Don dejaut, die it la mol>lliic' des sensations.
tirí la svmj)athie avec une iiuance de res-
pect, de vénération qui .-¡e dégagent de toute
sa ])er.sonne. et heureu.x ceux qui .sont ad-
mis dans sa Pensée intime: les étres d'elec-
tion ne se plaisent qu'entre cux.
Oui. c'est bien la plus ])arfaite harmonio
qui se ijuissi' concevoir, le cerveau et le
coeur collaborant intimément á la synthcsé
d'un esprit supérieur.
\'oilá une écriture essentiellement inte-
llectuelle, toute pleine de qualités apparte-
nant á un rayonnant.
II est armé pour la lutte : Sans orgueil
banal, démesuré, il a conscience de sa su-
périorité — d'ailleurs inconte.stable — et cela
lui donne l'assurance qui lui aide dans
l'accomplissement de sa tache. Car il vil
avec un Ideal dont il vent la réalisation.
Et il la veut cette réalisation avec une vo-
lonté tres nette. tres prononcée, parfois auto-
ritaire. II arrive que. dans la di.scussion il
devient agressif — non par méchanceté —
n-'ais emporté par l'idée qu'il défend. Deux
choses lui font toujours — méme au plus
fort de la polémique — garder la mcsiirr
i.° il est adroit 2." il a de la race. II ne
s'abaisse jamáis ; ses sentiments out tou-
jours une -source puré. Et puis quel beau
courage. quel désintéressement, quelle ab-
négation !
11 a une juste fierté de son altruisme.
Sans dedaigner les avantages dn confort
et les douceurs de la vie matériélle (2). Le
luxe ne l'étourne, ni ne l'eblouit : encoré un
signe de race.
Quelle bflle intelligence claire precise,
scduisantc, artistique.
C'est un joli esprit curieux, cultivé, doné
d'une imagination coloree, enthousiaste
exaltée.
Grand chevaucheur de chiméres ! Parfois
un peu d'amertume. de défiance traverse
son réve et le raméne a la réalité de la vie.
Mais la bourrasque passe vite : son cerveau
f ollement acti f se remet en campagne : le
rayonant reprend courageusement sa tache.
GARZÓN
(2) — 11 ne donne a ees choses d'ordre pecondaire
qu'iine place secondaire. '
SELECTA —
^TU inapreciable y sincera modestia, con-
^^ dición tanto más preciosa cuanto es de
rara, no ha sido obstáculo para que por su
distinción, por su cultura, por su bondad sin
limites, la señora Carmen Martínez de 'Wi-
Iliman ocupe las más altas posiciones so-
ciales. — Todas las noblezas que guarda su
espíritu, joyero envidiable, las pone esta da-
ma al servicio de múltiples obras de caridad,
y son infinitos los que bendicen su nombre.
Pasa por los salones gentilísima y admirada,
que si bellas son sus dotes morales, es tan
exquisitamente bella su elegancia y su belleza.
SELECTA
NO sf extrañe el "melange". Ojeando
un álbum valioso hemos sacado al
azar unas cuantas fotografías, cuya
sola vista nos ha sugerido una serie de
evocaciones, de re:uerdos y d^ sentimien-
tos.
Cinco ¡jtrsonalidades. cinco nombres que
han quedado en los anales históricos ; unos
con aureolas de res]>eto y admiración, los
otros con un estigma de tragedia.
Las vidas humanas tienen — se diria —
una trayectoria inmutable, como la de los
astros. Es el destino, fuerza (|ue no ha
llegado a establecer ningún fisico ; poten-
cia que escapa a la percejxrión humildisima
de los matemáticos : voluntad (¡ue puede
más que la voluntad de todo lo creado.
\'anas son las voces de la soberbia cuan-
<lo proclaman la nulidad o la no evidencia
de esas fuerzas ciegas (|ue regulan la vidj
y la existencia de las cosas todas, no im-
I)ortando a su poder que el débil muñeco
humano quiera escapar a los hilos miste-
riosos que lo guían y le dan impulso...
Esto pensábamos ante esas antiguas fo-
tografías, recordando el paso por el mundo
de quienes esas amarillentas efigies repro-
ducen.
El retrato de Alejandro Dumas (padre)
es altamente característico. Llama la aten-
ción ese rostro de rasgos tan delicados, a
los cuales presta más singular atractivo la
indiuiientaría que luce el gran novelista.
De un álbum
valioso
Kl original de ese retrato fué regalado
por Dumas al general Melchor Pacheco y
Obes, según consta en una carta que el
doctor Mariano Ferreira envió en 1908 a
D . Eugenio (larzón y que expresa : "Que-
rido amigo : Tengo el gusto de acompa-
ñarte la copia fotográfica que te ofrecí, del
retrato de Alejandro Dumas jjadre, re-
galado i)or éste al general Melchor Pa-
che:o y Obes. Ministro del Uruguay en
Francia el año 1850, cuyo origina! obra en
mi poder en Montevideo".
¡Dumas!... Ante su retrato ¡cuántas
emociones de juventud se vuelven a expe-
rimentar ! . . . Sus novelas ; cuántas páginas
guardan con una impresión honda, con un
ensueño nuestro !
Junto a esta figura tan simpática y crea-
■ ■-•T^tó».
LÓPEZ
DUMAS (Padre)
dora, surge otra que no imaginó aventuras
sino que las vivió intensamente. Es el Ma-
riscal Solano López, el que fué dueño y
señor feudal de la nación paraguaya, y
uno de los actores principales, sino el prin-
cipal, en la tragedia que se llama guerra de
la Triple Alianza.
El Mariscal López dejó una estela som-
bría y hoy el mismo pueblo que é'. con;i-
guió fanatizar y llevar al más cruento sa-
crificio, ya no tiene para su memoria más
que indiferencia cuando no execración...
Volvemos las páginas del álbum y nos
encontramos con ima gran figura ameri-
cana: Mitre. Es un retrato obtenido en la
época de su presidencia. Admirable repu-
blicano, colaborador principalísimo en l'i
definitiva organización y engrandecimiento
de la República Argentina, su patricial fi-
gura es hoy un símbolo de civismo y de
honorabilidad, no sólo en el país hermano,
sino también en toda América.
La actividad de este hombre notable se
bifurca en una serie de obras trascenden-
GOTTSCHALK
tales para el progreso de su patria y del
continente.
¡ Gottschalk ! . . . ¿(juién n(j recuerda con
afecto este nombre, asociándolo a las sen-
saciones que ex])erimentáramos oyendo su
famosa "Tarantela"? Gottschalk fué no
sólo un pianista distinguidísin'.o sino que
sus composiciones, enteramente originales
y exentas de las frivolidades (jue exigió y
exige aún la moda, han desafiado a los
años y hoy son verdaderos modelos y pie-
dras de toque i)ara ])robar la virtuosidad
de los que a las ejecuciones ])ianisticas se
dedican. El retrato, cuya rei)roducción pu-
blicamos, fué dedicado por el famoso mú-
sico norteamericano a la señora Mariana
Cibils de Gómez. Gottschalk fué un gran
modesto, al revés de otros (|ue andan hoy
por esos mundos reventando de egolatría.
Y terminamos esta nota con unas lineas
dedicadas al doctor Julio Jurkowcki. de
brillantísima actuación en nuest: o país, uno
de los galenos que dieron prestigios reales
a la nobilísima carrera en épocas en (|ue
todo ])asaba ])or un periodo de formación.
El doctor Jurkowcki fué uno de los fun-
dadores de la Facultad de Medicina de
-Montevideo y su nombre es recordado hoy
con alto respeto por los (|ue fueron sus cu-
legas y discípulos.
Y he aqtti como se obtiene una página
interesante hojeando simplemente mi ál-
bum de fotografías.
■■■■■«■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■■
SELECTA
I-i L pincel de Zutoaga ha trasladado a la teta
'-^ con sugestividad profundamente artística, la
elegancia, el chic, la exquisitez mundana de la señora
Santamarina, dama de la aristocracia porteña que
radicada desde hace algunos años en París, ha
conquistado para sus salones loda la atención y
afecto de la sociedad parisiense. £1 famoso artista
español ha puesto en la mirada de su aristocrático
modelo, un brillo tal, que nunca como en este caso
pueden compararse esas pupilas con dos soles, capa*
ees de enceguecer a quien se atreva a mirarlos.
' «:7&-«LrfL^%^ ■ í-^
La ciudad tenia el encanto arcaico, im
poco convencional, de esos grabados que se
encuentran entre las páginas de los libros
del siglo XVIII. viejas plazas o jardines
trazados por Lenótre, que atraviesa pom-
posa carroza arrastrada por seis briosos ca-
ballos empenachados de plumas y enjaezados
de terciopelo recamado de oro. Había un
jardín Heno de parterres y de umbrías, que
v;ran Pafos y Citeréas, en cuyas áureas ver-
jas campaban en escudos azules, rematados
por cerradas coronas, las regias lises dora-
das de los Borbones ; había una plaza pla-
neada por Mansard, ([ue con sus columnas
neoclásicas y sus frisos y montantes, llenos
de vagas alegorías, recordaba la armónica
severidad dé la plaza Vendóme de París ;
había calles que tenían nombres llenos d¿
candorosa poesía — calle de la Blanca Flor,
del Bello Doncel, de las Dos Palomas y del
Buen .Amigo ; — había . . .
Pero lo que me encantaba sobre las viejas
calles, llenas de arcaico aro.na y los borbo-
nescos jardines, era la plaza en que se al
zaba el palacio de los Rohan. Más que plaza
era a su vez un jardín lleno de paganas es-
tatuas y de grandes jarrones testoneados
de manvóreas guirnaldas de flores y fru-
tas, cerrado ])or alta verja de hierro car-
gada de frivolos emblemas, flanqueado por
dos amazacotados edificios — caballerizas
o dependencias en otros tiempos — y te-
niendo por telón de fondo la suprema ele-
gancia del palacio cardenalicio. En la fa-
chada de lo que fué residencia del galante
Prelado, ostentábanse las armas ¡irincipes-
cas, bajo el romano capelo y la cerrada co-
rona. Nobles coIu;nnas daban severidad y
armonía al conjunto, en que era una notí
frivola el alto relieve, donde Diosas y Amo-
res se entregaban a sus juegos.
Retenido en la ciudad por la guerra, que
no me había permitido proseguir mí viaje
hacia el Sanatorio suizo, donde mis ner-
vios, sacudidos ¡jor la neurastenia habían de
encontrar reposo, jierenne enamorado de ¡a
noche, gustaba, como siempre, de vagar por
callejuelas laberínticas, soñar en los olvida-
dos jardines y detenerme en las plazas de-
siertas a contemplar la luna. Convertido el
palacio. ])or obra y gracia de la República
en -Musco de la Revolución, donde se guar-
daban trajes, muebles, armas y hasta uní
guillotina, ])rofanado durante el día por el
ir y venir de turistas y empleados, cobraba
a las altas horas de la noche un prestigio
de evocación.
i El |)alacio del Cardenal Príncipe de
Rohan ! El solo nombre me hacía evocar Irt
corte ideal, que en un paso de minué, res-
baló hasta la guillotina. Pero no vista con
la rígida frialdad de la Historia, sino bu-
ceando en las almas, buscando el misterioso
l^or (¡lié de las cosas. Y siempre la corte ga-
lante del gran jiatinadero de Versalles, de
las artificiosas praderas del Trianón, llenas
de corderinos lazados de rosa y de pastoras
con chapines de raso, de la Galería de los
Espejos y del Juego del Rey ; la corte de las
obscuras intrigas ; la del Collar de la Reina
y los artificios de Juana de la Motte Va-
■ois. la de la cubeta de Mesmer y los sospe-
chosos experimentos de Cagliostro, reapa-
recía ante mí.
**
*
Vagaba yo una noche, como de costum-
bre, en busca de lo imprevisto, cuando mis
pasos, sin saber cómo, me llevaron ants el
palacio. La noche era clara, serena ; en el
cielo azul, muy obscuro, temblaban las es-
trellas y brillaba la luna con su magia de
plata. En el prestigio de la claridad lunar,
el palacio y el jardín tenían la vaga belleza
de una evocación. Sobre los sombríos parte-
rres, las estatuas erguíanse en pasos inve-
rosímiles, con el pagano impudor de sus des
í\wh mot
lutdcces de mármol, y las fontanas imitaban
el susurrar de las voces que en los boscajes
del Trianón suspiraron endechas de amor.
Sentí vehementísimamente la tentación de
entrar en el jardín y aspirar el malsano en
canto que, con el aroma, conservaba el v."-
neno del pasado. Busqué, inútil rente, un
hueco por donde entrar, y no lo hallé : pero
en mis ex])loraciones vi algo (|Ue en |)leno
día había pasado inadvertido para mí. Era
un a modo de callejón o ])asadizo. que se
abría entre el edificio que formaba el ala de-
recha y unos viejos caserones, indudable-
niente del tiempo del palacio. No había en
él farol ni luz ninguna, y como la luna no
podía filtrarse entre los altos muros, forma-
ba un boquete sombrío, lleno de intranquiü-
zador misterio. Sentíme atraído por él. y sin
encoirendarme a Dios ni al diablo, intér-
neme resueltamente.
Debía aquello haber sido en otro tiempo
entrada para uso de la servidumbre, pues
iba estrechándose i)ara abocar a cierta puer-
tecilla de cristales. Contemplábalo yo cu-
riosamente, cuando vi brillar una lucecita
uiortecina tras la puerta de cuarterones.
Sugestionado jior el misterio do aquelLi
claridad, n'e aproximé y miré dentro. Es-
tuve a punto de lanzar un grito, e instinti-
vamente retrocedí un paso. Al través de los
espesos vidrios emplomados, un espectáculo
extraño se ofrecía a mis ojos. En reducida
estancia, con honores de antesala, habia una
mujer. El fondo era inquietante: techo abo-
vedado, paredes ennegrecidas por la hume-
dad, y en torno a ellas viejas banquetas de
laca blanca, con almohadones de terciopelo
azul porcelana. La luz de un velón, pen-
diente del techo, hacía aún más temeroso
el ambiente. Pero si el fondo era raro, la
figura que sobre él se destacaba, superá-
balo con creces.
¡ .\quella mujer ! Prolongación caricatu-
resca de una vida de frivolidad, figura de
un viejo museo de feria, rico en muñecos
de cera, .sangriento sarcasmo de la belleza
y la elegancia, macabra irrisión. Lamballe
de pesadilla... ¡La Princesa de Lamballe!
¡ Justamente ! La figura alucinante y ri-
dicula que tenía ante mí era la Princesa
Lamballe, la amiga de Marie Antoinette, !a
que jugó con ella a Filis y Amarilis en las
praderas del Trianón, la que lloró en la gui-
llotina.
*
-Alucinado, hipnotizado por el horror y li
curiosidad, volví a mirar. -\lta, esquelética,
envuelta en galas del siglo XVTH, unas ga-
las de museo, marchitas y desvahidas, el
busto encorvado, muy estrecho de hombros,
envuelto en un chai de tejido de plata,
aún más viejo y desvahido que el resto,
destacábase la cabeza con todo el espanto
de esos trofeos que pasearon los saiis - cii-
lottc en la punta de sus ])icas. Demacrado,
cadavérico, la piel como viejo ])ergamino se
arrugaba en torno de la boca sin dientes y
de los ojos hundidos, negros y relucientes
como carbunclos, mientras la nariz gan-
chuda ])arodiaba el ])ico de un ave de ra-
])iña en el rostro atroz. Y sobro aquella
cara de vieja muerta, los labios jiintador, do
bermellón y dos cínicos ro.íetones, ponían
ima máscara irónica de coqueta casquivana.
Completaba la figura altísima iieluca blan-
ca, coronada de marchitas rosas de trapo.
Petrificado, nieciéndome entre la razón
y la locura, me ¡ireguntaba yo si vivía real-
n^ente o si vagaba por los terrenos de la
¡¡esadilla, cuando la figura alucinante vol-
vióse hacia mí, y después de un movimiento
de temor, esquivó un gesto de enamorada
que ve al fin llegar el objeto de .su deseo.
Entonces n^e alejé a grandes pasos, y no
])aré de correr ha.sta el hotel.
*** ,, ' ■
Y sin embargo, volví. Todos mis propó-
sitos del día. todo el acopio de serenidad y
buen sentido, hecho a plena luz, evaporán-
dose apenas llegaron las tinieblas nochar-
niegas. Inútil (|ue me repitiese ima y otra
vez que con aquellas correrías no hacía sino
exacerbar mi neurastenia, inútil que lo acha-
case todo a fantasmagorías de mis nervios
sobreexcitados, ima fuerza más poderosa
que mi menguada voluntad me arra.strabn
hacia el vieio jialacio, donde vivía aquel
misterio. -M fin. la atracción ¡lUílo más <|Uc
yo. y al filo de la media noche, me enca-
miné a la antigua residencia de los Rohan.
Como la anterior, la lima, madre de la he-
chicería y de la locura, paseaba su traje de
brumas y su corona de ópalos por el fir-
mamento espolvoreado de oro : como la an-
terior ta-i^bién los dioses de mármol dor-
mían en el recato de las frondas v las fonta-
nas salmodiaban brujerías. .Al extremo del
callejón brillaba la lucecita. y decidido a
todo, avancé resueltamente.
Ahora la figura alucinante asomaba su
carátula, de burlesca tragedia, ))or los acuo-
■sos vidrios, y apenas me divisó, la mano
■sarmento.sa. cargada de viejas .sortijas de
ensaladilla, cnminotada de seda, con los ¡Mi-
nos prisioneros en brazaletes de negro ter-
ciopelo, enriquecidos con miniaturas, hizo
un gesto de llamamiento, agitando un ])a-
ñuelo de encajes.
La puerta, como en los ensueños del
opio, abrióse sin ruido; sentí que una mano
glacial, huesuda y áspera, cogía mi mano
y .tiraba de mí, y hálleme en un rincón hú-
medo y frío, en que reinaba violento olor
de humedad.
— Señora. . . — balbuceé.
Pero la incógnita se inclinó a mi oído, y
mientras llevándose un dedo a los labios
iniciaba una imperación de silencio, mur-
muró con voz cascada :
— ¡ Cuidado ! La Reina está hablando con
el Cardenal - Príncipe.
No pude contener un gesto de asombro,
y entonces ella, bajando aún el tono y ha-
blando siem])re con la voz rota, burbujeante,
explicó :
— Hace mal ¿verdad? Pero qué queréis...
el asunto del collar. . .
Y co.r.o creyese leer en mí cierto desen-
canto, animó:
— i Bah ! -Acabará pronto. Todo son intri-
gas de esa infame de Juana de la Motte Va-
lois : pero el Cardenal no la intere.sa ... —
y añadió con una sonrisa de preciosa, en
que mostraba las desmanteladas encias : --
— SELECTA —
Si fuese el caballero de Férsen... — \' .•;
otro gesto niio. (|iie ella interpretó como de
re])rübración. insistió: — Si. hace mal; pero
es joven, y el Rey no se ocupa más que de
sus relojes. . . Claro (|ue ayer el caballero
de Charny, hoy el conde de Férsen... Se
compromete... — V frivola: — Mejor es
ser como yo. que me basta con mi ball.'za.
Y soltando mi mano y apartándose un
jjaso de mi. esquivó una reverencia <|ue era
casi un paso de minué. Después, abriendo
una puerta y llamándome, metióse en el
salón contiguo.
Habia en él vestidos del reinado de Luis
XVI, armas, muebles y un trineo rej)ro-
(lucción del ciue se guarda en Versalles.
Junto a él se detuvo mi guia.
— Hoy — ex])licó — hemos ¡latinado en
el estaque grande. La Reina ha ido en tri-
neo, que empujaba el caballero de Taber-
nay. Iba vestida de terciopelo azul, con pie-
les de armiño, y parecía contenta ; ])ero ha
flirteado demasiado, y la Corte tendrá mur-
nniración para unos días. Yo patino muy
bien. . . Verá. . .
Y la figura de a(iuelarre comenzó a desli-
zarse con gestos de una monería |)ueril. El
])onii)oso traje de tejido argentado con gran-
des ramos de rosas pálidas y desvanecidas,
se hinchaba en exagerada campana ; los
bucles iban de un lado ])ara otro, \- la alta
] ¡chica, coronada de rosas, se bamboleaba.
Pasó al cuarto siguiente, y maquinalmen-
te la segui.
Era mayor que el anterior y contenia li-
bros — viejos manuscritos miniados, obras
impresas en gruesos caracteres con graba-
dos en madera, autógrafos — mapas, esfe-
ras, estatuas, a^iaratos de fisica, retortas y
alambicjues para uso de alquimistas en busca
de la piedra filosofal. La dama se acercó a
mi. y con temeroso secreto murmuró a mi
oido:
— ¡Estamos en la cubeta de Mesmer!
Confieso (|ue sentí un escalofrío recorrer-
me las espaldas. ¡ La cubeta de Mesmer !
líl extraño recinto en que por rara fatali-
dad se reijresentaron las primeras escenas
de la Revolución ; el cubil donde la Reina
frivola y orguUosa fué. en no sé qué envi-
lecedoras promiscuidades, a interrogar n!
Destino.
l'ero mi extraña compañera ])arecía presa
de un paroxismo de horror. Con grarfües
as])a vientos de espanto daba vueltas en tomo
del hondo recipiente de metal instalado en
el centro de la estancia. De pronto me
llamó :
— i Aquí ! ¡ .\(|ui ! ¡ .\y. Dios mió ! ¡ Qué
es])anto ! ; Oué espanto ! ¡ ¡ La cabeza de la
Reina ! !
Sin poderlo reuiediar me aproximé, y
mis cabellos se erizaron, mientras se hela-
ban mis espaldas y mis piernas temblaban.
¡.\lli, en el fondo de la redoma, se veía la
tnuicada cabeza de Marie .\ntoinette!
Desde aquel momento jierdí ya la noción
de la realidad )■ viví unas horas en plena
pesadilla. Llevado por mi esotérica compa-
ñera de sala en sala, viví con ella los epi-
.sodios todos de la Revolución. Las crude-
zas de aquel atroz invierno ; las grandes ne-
vadas : el pueblo hambriento que iba a Ver-
salles ])ara ])edir pan ; el terror de la Corte
sor])rendida en los frivolos pasatiempos del
juego del Rey. en las obscuras peripecias
del asunto del collar y en las amorosas in-
trigas de ¡Monseñor el Conde de Artois ; la
apertura del Parlamento ; las turbas famé-
licas : la huida ; la prisión ; toda la espan-
tosa odisea del Terror.
^li coviiañera lloraba, gemía, se retor-
cía las manos, imploraba y amenazaba al-
ternativamente pasando, como si en vez de
estar en las salas de un Museo viviésemos
en los días trágicos, del orgullo a la cobar-
día. Súbitamente se detuvo: ¡Estábamos
ante la guillotina ! Ahora la caricatúrese.!
Princesa imploraba misericordia, se humi-
llaba, se hacía pequeña y miserable : pero
todo era iniitil : la mano inexorable de su
verdugo la obligaba a tenderse sobre el te-
meroso artefacto.
Y se ofreció a mis ojos grotesca, es])an-
tosa y alucinante en el claro - obscuro de la
inn-ensa estancia. Las sayas pomposas, mar-
chitas y descoloridas se desbordaban del
a|jarato de muerte ; las manos sarHientosas
se crispaban de horror mientras, sostenida
por im cuello rugoso y descarnado, la ca-
beza, coronada ]>or inmensa jjeluca. oscilaba
sobre el cesto.
Maquinalmente tendida mano y aiireté el
resorte. Brilló un relám])ago azulado, res-
baló silbalido la cuchilla, y la cabeza cayó
tronchada.
**
Cuando desperté a la mañana siguiente
era muy tarde, y el sol entraba a raudales
por las ventanas abiertas de par en ]iar. A
mi lado estaba la bandeja con el desayuno
v los periódicos. Renimcié el café frío, por
la larga espera, y cogiendo los diarios me
puse a leer las últimas noticias de la guerra.
Cansado, soñoliento aún, con esa sensación
de inquietud que dejan las pesadillas, obse-
sionado por las horas vividas en el miste-
rioso mundo del pasado, no encontraba fuer-
zas para concentrar ini atención en las peri-
pecias de la campaña, y mis ojos comenza-
ron a vagar distraídamente por el impreso,
leyendo retazos de sucesos, cuando de pron-
to me detuve, interesado vivamente, ante
un rótulo : " Tragedia misteriosa".
Leí : " Lna vulgar tragedia, uno de esos
dramas que tienen, sin embargo, todo el es-
panto de una narración de Poe, ha tenido lu-
gar anoche en el antiguo palacio del famoso
Cardenal de Rohan.
Sabido es que por acuerdo del Municipio
el soberbio edificio se ha convertido en Mu-
seo de la Revolución. Encargado de su cus-
todia y vigilancia hallábase un portero, per-
sona honradísima, funcionario modelo. Con
él habitaba su anciana madre, señora de más
de ochenta años, que padecía ataques de
enajenación mental. El carácter leve de és-
tos hacia que la dejasen en completa li-
bertad.
Y llegamos al drama : habiendo tenido
que ausentarse el portero ])or cuarenta y
ocho horas, quedó sola la anciana. La prí ■
mera noche nada de anormal se dio. y tan
sólo los empleados que hacen la liinjjíeza en-
contraron un ligero desorden en el vestua-
rio antiguo que guarda el Museo ; pero hoy,
al entrar, hallaron todas las puertas abier-
tas de par en par. y al llegar alarmados al
salón de la guillotina, un cuadro espantoso
se ofreció a sus ojos. Tendida sobre el te-
rrible aparato, vestida de fantásticas ga
las, ajadas y jiolvorientas. yacía la anciana
i ¡ decapitada ! ! L'n hilo de sangre "...
No ])ude leer más. De un salto me puse
en pie. Los cabellos erizados, los ojos fuera
de las órbitas, miré a todas ])artes buscando
la solución del horrendo enigma. Súbita-
mente me tambaleé, y tuve que cogerme a
un mueble para no caer.
¡ i Sobre uno de los puños de mi camisa,
tirada en una silla, brillaba como un rubí
maldito una gota de sangre ! !
Burdeos. Agosto 1914. ' v .
"-■ • ' "
SELECTA -
.^'
)OOOJOouooCn'OUOOOOOO(JO
\
CasuUa del Papa Pió V (Siglo XV)
En Santa María Maggiotc, Roma
HE anuí lina página intere-
sante. En ella se reprodu-
cen cuatro casullas histó-
ricas, notables )>or su riqueza )•
por los prelados que las lleva-
ron.
En los siglos siguientes a la.;
persecuciones de los cristianos
empezó a adornarse la casulla
con oro, ])Iata y jícdreria : con
las imágenes de Jesús, de la
\'irgen y de los Santos ; con
flores y animales simbólicos.
Los documentos de los siglos
XI y XI 1 nos ofrecen las ca-
sullas guarnecidas con fajas bor-
dadas por el cuello y por el bajo.
La casulla de Santo Tomás de
Hecket es de seda color mora-
do ; está decorada por delante
con bordados de oro hechos a
mano, rqjresentando dos serafi-
nes sobre la i>arte del pecho y
rolcos hasta la altura de las cla-
viculas.
En el tesoro de la iglesia de
San Fermin. en Francia, se con-
serva una casulla que se supone
perteneció a San Dominico, pero
que es de fecha más reciente,
siglo XII. Es de seda de color
purpúreo, está adornada, con ro-
leos de color |>úrpura y ¡lavos
reales, pelícanos de oro, etc.
Ivas casullas de los siglos X 1 II
y XIV .son de telas más finas.
<|Ue se ])leg;d)an mejor y de im
modo más delicado.
-Antes de ser ornamento sa-
grado, la casulla fué vestidura
profana. Luego fué común a lo.í
laicos, a los eclesiá.sticos y aún
a las mujeres.
En los frescos de las catacinn-
bas la visten un sinnitmcro de
figuras orantes. Según Juan el
Diácono, eran entonces un ves-
tido vulgar. Después la casulla,
como vestidura destinada a los
celebrantes, se hizo más amplia
y elegante de hechura y de ma-
teria más rica.
Durante algunos siglos su uso
fué común a todas las órdenes
CASULLAS
HISTÓRICAS
V,
y
."OOCooooooO"
Casulla ofrecida por San £st¿fano de Hungría (997-1038)
y su esposa Gisela. Usada como manto en la
ceremonia de la coronación húngara.
Parte posterior de una casulla de damasco rojo bordada en relieve
(Siglo XVI) Del Museo Victoria y Alberto, Londres
Casulla del Papa Calixto III (Siglo XV)
Se encuentra en Valencia
eclesiásticas, hasta (|Ue Roma
prescribió (jue el acólito, cuando
fuese ordenado, recibiera la ca-
sulla y el orarium.
La casulla no fué incluida en-
tre las vestiduras sagradas ha.s-
ta después que lo fuera la es-
tola, el alba, el colobium. o tú-
nica ])reciosa, y la dalmática.
En el lenguaje uústico de la
Iglesia, la casulla representa el
yugo de Jesucristo, por medio
de la figura de la cruz que lleva
Ijordada.
Muchos concilios han prohi-
bido que se empleen para hacer
casullas, telas que hayan servido
para usos profanos; sin embar-
go se ha tolerado que así so
haga cuando se trata de iglesias
pobres.
líl color de la casulla varía se-
gún la índole de las fiestas para
que debe em])Iearse, y se en-
tiende ])or color de la casulla,
el del fondo, no el de la cruz
([ue la adorna.
La casulla en España ofrece
cada uno de sus paños divididos
verticalmente en tres espacios
])or u'edio de dos galones que
desde el cuello bajan hrísta el
borde.
líl asunto más común <le es-
tos bordados consiste en figu-
ras de santos, dentro de tem])le-
tes o baldaq. linos sujierpuestos.
listos bordados suelen ser de
gran valor artístico y material,
pues el oro campea en ellos, a
veces más que las sedas de di-
versos y bellos colores.
También se em¡)lean costosas
telas de brocado ])ara las ca-
sullas.
La pedrería y aun el esmalte
.se han empleado asimismo para
adornarlos.
Por la reproducción de las ca-
sullas históricas, que ofrecemos
en esta página, verá el lector
lo estupendo de esos trabajos y
tendrá una idea de las riquezas
<le las mismas. > i
— SELECTA —
■ —SELECTA— j-.; ,;
rajgü^LaasaoaaaDoaooaDoaDaoooaDOoaoaaoaDOaaaaoDaaoQoaaaaooDooaaoooQaaDaaooaQoaoaaaooooaaaaooooaoooaoaooooDaoooooaooooODoaaaoaaaoaoaoDooao^X'^^
Shn EN EL PARQUE HOTEL - BAILE EN HONOR DEL ALMIRANTE CAPERTON
^^\^aoooaaaaaaooocaaaoaaooaDaoaaaaaoaoaDoaoaoDoooaQDOoaaooaDaDcaaooaaoQaoDooDaooaDODaocaoaoDoaDaaaoDaaDaDDOaaaQooaaaaaaaoaaooooaooaaao^7<S^
Señoras: Esther Boffií de Lasata, Nelty Packard, Señorita Alda Brum, Señores: Almirante Caperton, Teniente Harry Lebenten, Francisco Lasala Alvarez y Carlos Belínzon
ALGUNOS acontecimientos mundanos de ver-
dadera trascendencia ha registrado mi car-
net en el mes que fenece. Ha sido un casi
final de "saisson" brillante y muy digno de ser
loado como se merece.
En primer lugar recordaré, con el placer con
que se recuerdan siempre las cosas amables, el
baile que el Excelentísimo señor Ministro de Re-
laciones Exteriores, doctor Baltasar Brum. ofre-
ció al Almirante Caperton.
Kl señor Ministro, en el deseo de que la fiesta
resultara suntuosa y que a ella concurriera nue.';-
tro gran mundo, para evidenciar una vez más
ante el ilustre marino norteamericano la cultura
y la distinción de nuestra sociedad, confió la
organización de la fiesta a la gentilísima señora
doña Dolores Estrázulas de Piñeyrúa, cuyos altos
merecimientos y reconocidos prestigios en nues-
tro muiido elegante, debían ser como una divisa
que diera a la reunión la elevada significación
que para ella se reclamaba.
De tal suerte, el baile tuvo una magnífica rea-
lización y a él dio todo su lucimiento una concu-
rrencia de ' * élite ' ', selecta y brillante.
El salón de honor resplandecía. Las luces se
quebraban y diríase que se enloquecían al chocar
y ser reflejadas en las joyas, en los oros de los
uniformes y en los espejos. Un ambiente de fan-
asmagoria.
Arriba, en los palcos, una como guirnalda de
flores de admirable jardín, semejaban los ros-
tros de las damas y señoritas que desde allí pre-
senciaban el desarrollo de la fiesta.
Regio el recinto y regia la concurrencia.
Se bailó con verdadero entusiasmo.
El Almirante Caperton, su oficialidad y nues-
tros "lions". dieron la nota entusiasta al ren-
dir culto absoluto y fervoroso a la diosa de la
danza.
V en el raudo girar del vals o en el ondulante
paseo de los bailes americanos de moda, la es-
pléndida belleza de nuestras niñas, sus toiletes,
sus gentilezas todas, daban al cuadro un encanto
íinico, arroba<ior, encanto de ensueño.
Y mi ansia de bordar para cada belleza un
madrigal, harto pobres, lo se, en razón de lo que
ellas merecen, anoté en mi cartera algunas fu-
gaces impresiones. Por eso llega de nuevo a mi
memoria la señora Dolores Estrázulas de Piñey-
rúa, prodigando a su alrededor y con exquisita
generosidad, el encanto de su "yo"' ejemplar,
ociei
acreditando aún más todas las seducciones que
integran su pei-sonalidad respetabilísima.
La señora Plácida Cibils de Pérez Butler fué
centro de las admiraciones al desfilar por el
salón con la gallardía de su silueta admirable :
radiante de belleza y con la esplendidez de una
toilete deslumbradora.
Un rasgo genial, soberbio en sus lincamientos
y perturbador en su colorido, de esos rasgos ad-
mirados de Zuloaga, se me ocurrió que seme-
jaba la señora Margarita Fonseca de Capurro.
Como si entre los celajes de ini cielo de An-
dalucía surgiera, así surgió ante mí, en su to-
cado sutilísimo, la señora Esther Boffil de La-
sala. De un gracioso y personalísimo encanto,
pasa entre la concurrencia como una dulce domi-
nadora. Hay que dejarla pasar arrojando a sus
pies todas las flores de la galantería.
La señora María Angélica Villegas de Pérez
Butler lucía una toilete que realzaba más aún
su gentilísima silueta; una silueta que armoni-
zara perfectamente en un conjunto versallesco, en
la amplitud de un salón de majestades y en la
gracia no superada de un minué.
Como una extraña y subyugante flor de en-
sueño, flor rara <le seducción, surge en la ra-
diante amplitud del cuadro, la señora María Car-
men Basáñez de García.
Un triunfo de elegancia; una auroral imposi-
ción de lirios, de oros y de azules — el rostro,
el cabello y los ojos — una esplendente silueta
nórdica, es la señora Magdalena Marexiano de
Estrázulas. Llenó el salón con el encanto de su
trato, de su gracia y de su belleza. Admirada, y
con todos los rendimientos admirativos a sus
plantas, dejó en mi retina un deslumbramiento.
Junto a las señoras, como floración maravi-
llosa de un jardín ideal, con la frescura acari-
ciante de sus juventudes en gloria de alegría y
de gracia, las más distinguidas niñas dieron al
ambiente una seducción imposible de traducir con
mi pluma precaria.
Dos maravillas en contraste fueron Esther Al-
varez Mouliá y Magdalena Villegas Márquez.
Luz la una, majestad noctámbula la otra. Una
aurora bulliciosa, y una divina noche serena.
Blonda, nivea es la una: sultana, de cabello de
ébano, exquisita es la otra. Mi admiración fué
para ellas.
\' en fin, Paz Stewart Vargas surge en mi
recuerdo con la majestad alígera de una vestal.
Hermosa, con hermosura tranquila y suave, como
nos parecen hermosas las frondas, las fuentes y
la tardes en calma. Una belleza helénica, esta-
tuaria. Ante ella se experimenta la necesidad
de inclinarnos en adoración . . .
Mi carnet no tiene más apuntes y de verdad
que lo lamento porque todo en esta fiesta me-
reció una nota especialísima.
»«•
Una boda es una fiesta de completa felicidad.
Se rinde homenaje a dos almas que llegan a la
culminación de un anhelo; se asiste al comienzo
de una ruta nueva por la que dos seres han de
emprender largo camino, que en los augurios sin-
ceros de todos, se desea ardientemente que siem-
pre e.sté alfombrado de flores.
He asi.stido a la boda de la distinguida .seño-
rita María Antonieta Caprile con el caballero
doctor Alfredo Pérsico y guardo de la ceremo-
nia y de la recepción a que ésta dio motivo un
amabilísimo recuerdo.
En la mansión de la respetable matrona doña
Dolores Picardi de Caprile se realizó !a consa-
gración del matrimonio. La desposada apareció
ante los invitados con todas las galas de su ele-
gancia y de su distinción. Lleva nombre de reina
y en verdad que la exquisitez <\e su espíritu, su
bondad, las prendas de su alma, son tesoro real,
inapreciable y magnífico.
Y nunca pudo una niña tan gentil y tan vir-
tuosa, unir mejor sus destinos, que a un caba-
llero de la talla moral e intelectual del doctor
Pérsico, cuyos prestigios sociales son tan bri-
llantes, como brillante fué su actuación en las
aulas universitarias.
Y he aqui un nuevo hogar que se forma bajo
la égida de la dicha y del cariño ; un hogar que
será modelo y centro de una distinción ejemplar,
prolongación de los hogares que han formado
los caracteres de los jóvenes esposos y que tie-
nen todos los respetos sociales por su intachable
integridad de principios.
Terminada la consagración religiosa de la gen-
tilísima pareja, la muy distinguida concurrencia
que asistió al acto, se diseminó por todos los
.hermosísimos ámbitos del palacio de la señora
— StLECTA —
(Je Caprile, y una orquesta comenzó a ejecutar
las más selectas piezas de baile hoy en boga. Y
fueron muchas las parejas que supieron aprove-
char con entusiasmo la amable invitación a la
danza.
En el hall, la fiesta tomó una brillantez ca-
racterística. AHÍ se bailó con verdadera cagan-
cia y en el rápido pasar de las parejas pude
anotar los nombres siguientes: señoritas Marieta
Morquio Márquez, Margarita Heber Uriarte, Ma-
ría Inés de Arteaga, Sara Caprile. Esther Alva-
rez Mouliá, Margarita Idiarte Borda Platero,
María Antonia Pareja Guaní, Margarita Lus-
sich Siri, Dominga Carvalho Alvarez ; y caba-
lleros Rodolfo Muñoz Oribe, Juan José de Ar-
teaga, José Pedro Segundo, Alfonso Ballin, re-
presentante de la casa de España; Carlos F.
Muñoz, Miguel Becerro de Bengoa, Rafael Schiaf-
fino, Alfredo Arocena Capurro, Carlos Terra
Urioste, José Luis Ximénez, Juan B. Habiaga,
Héctor Etcheverry, Guillermo Wilson (hijo) y
Juan Carlos Figari Castro.
Fué un verdadero torneo de gentileza y de
gracia. Ellas lucían todo el sugestíonador' encanto
de sus bellezas, de su chic; ellos la apostura de
su distinción caballeresca.
Marco suntuoso, soberbio, fué el que la concu-
rrencia de señoras formó al delicadísimo grupo
juvenil.
Y a tanta delicadeza y exquisitez tanta, sobre-
pasaron aún las atenciones que para sus invitados
tuvo la señora Dolores Picardi de Caprile. a
quien acompañaron su señorita hija Sara y las
señoras Lola Caprile de CasaraviUa Sieiira y
Amalia Zumarán de Caprile.
Todos los que tuvieron la dicha de asistir a
la suntuosa fiesta no olvidarán nunca los agasa-
jos de que fueron objeto, con una esplendidez al-
tamente señoril.
***
Don Martín Lasala, caballero sin tacha, que une
a sus prestigios personales, una brillantísima
ascendencia, que se remonta a las épocas del
Virreynato, algunos de cuyos antepasados ocu-
paron dignamente los sillones del Cabildo de
Montevideo ; y su distinguidísima esposa doña
Consuelo Alvarez, que une a su abolengo todos
los dones de la cultura y de la exquisitez social
— tuvieron ol placer de ser visitados en una no-
che de sus recibos semanales, por el Almirante
Caperton y parte de los oficiales de su Estado
Mayor.
Una residencia genuinamente española es la de
los esposos Lasala - Alvarez, residencia de hi-
dalgos, casa amplia y de grandes patios, esce-
nario ahora de una hermosísima fiesta, agra-
dable, y de la que participaron elementos repre-
sentativos de nuestra sociedad, íntimos de la casa.
A las diez llegó el Almirante Caperton y sus
acompañantes. El señor Lasala, su esposa y sus
hijos recibieron al ilustre huésped con la sencilla
simpatía que es sello de verdadera distinción. La
concurrencia saludó al Almirante con sincero
afecto.
Entre los concurrentes se hallaba el señor Mi-
nistro de Hacienda, don Federico Vidiella, quien
departió unos instantes con el Almirante norte-
americano. Desde un ángulo del salón observé
el grupo : el simpático y estimado Ministro de
Hacienda formaba evidente contraste con el se-
ñor Almirante. El' uno voluminoso, el otro delga-
dísimo. Pero uno y otro personaje concentraban
la atención, desbordante de simpatía, de toda la
concurrencia. Y en fuerza de buscar nuevos mo-
tivos de contraste, anoté este otro : el señor Vi-
diella no baila, el Almirante baile infatigable-
mente.. .
Y por cierto que el Almirante tiene ratón en
entregarse entusiastamente a la danza. ¿ Cómo
no hacerlo cuando la atracción irresistible de las
damas ejerce en el espíritu tan subyugante in-
fluencia?
; Cómo no hacerlo cuando la concurrencia fe-
menina fué selectísima?
Vi en aquellas salas a las distinguidas seño-
ras Esther Vidal de Etcheverry, Celia Crosa de
Peixoto, María Elena Requena de Rodríguez La-
rreta, Carmen Lasala de Peixoto, Esther Boffil
de Lasala, Cristina Méndez de Pietracaprina, Vio-
leta Superviene de Lasala y María .\urelia Bru-
saferry de Pastori.
Grupo tan brillante, tan verdaderamente en-
cantador prestó a las salas un encanto único,
encanto que dio a la fiesta un carácter de ex-
cepción.
Vuelvo los ojos a mis apuntes y me encuentro
con el nombre de la señorita Malvina Vidiella.
Y con el nombre surge en mi imaginación la si-
lueta de la distinguidísima niña, hermosa, ele-
gante, evocación, diríase, asombrosa en su exac-
titud, de aquella majestuosa dama, que tuvo todos
los homenajes de la admiración y que se llamó
Malvina Horne de Vidiella. La joven que hoy
cruza arrogante por nuestros salones, tiene como
su noble madre, toda la admiración y el respeto
de nuestra sociedad.
Pasa Ida Lefevre, la hija del ilustrado repre-
.sentante de Francia, bella y altiva, con un porte
Parte de los asistentes a la Boda Capríle-Pérsico. — Señoras: Celia Alvarez de Amézaga, Enriqueta Williams de Arteaga,
Señoritas: Elena Alvarez Mouliá, María Inés Arteaga, Marta Antonia Pareja Guani, Dominga y Pascuala Carvalho
Alvarez, Esther Alvarez Mouliá, Margarita Benzano, Señorea; dolfo de Arteaga» Américo Calamet, Juan José Arteaga
Herrera, Carlos F. Muñoz.
de reina, y al danzar con los marino.^ ameri-
canos su majestad se impone aún más, majesta<l
que rinde.
Como una figulina delicadísima de Sevres sur-
gió ante mis ojos María Luisa Díaz Fournier.
Una flor de suavidades supremas. Dominga
Carvalho Alvarez, flor de pureza, flor exquisita.
Espléndida, sugestionante, cruzó Zulema Giuf-
fra Simoes.
Y asi, como en una feerie oriental, los ros-
tros de las damas, sus siluetas admirables y sus
elegancias supremas, convirtieron la fiesta en una
dulce ensoñación.
Los caballeros se dignificaron a si mismos
mostrándose gentiles y en los salones todu fué
una sucesión de encantos versallescos.
**' . .
Verdadero y sonado acontecimiento social fué
la velada realizada en el Club Católico. El viejo
y prestigiosísimo centro reabrió sus puertas para
que en su amplio y glorioso salón, se reanudaran
las soírées de arte que fueron famosas.
Al sólo anuncio de las personas que completa-
rían el magnifico programa, ya se tuvo la sen-
sación de la importancia artística y social que
adquiriría la fiesta.
Los nombres de la señora Elvira Micoud de
Boix y de las señoritas Aurora Camp, María
Magdalena Villegas Márquez y Ofelia Berro Calo,
fueron más que poderoso atractivo para que en
nuestros centros más aristocráticos se aguardara
con verdadero afán esa velada.
Y fué una soberbia fiesta, cuyos recuerdos
permanecerán imborrables en la mente de los
que tuvimos la dicha de asistir a ella.
\'oy a evocar tantas amables emociones, para
volverlas a experimentar.
Y de esa suerte oigo de nuevo, embelesado, a
la señora Micoud de Boix, cantando en una forma
admirable el aria de "Alceste"' "Fatal divi-
nitá''. .Arte, escuela correctísima, dicción diá-
fana e interpretación perfecta: he aquí la sín-
tesis de mi impresión y de la impresión de todos.
Por eso, ese trozo, lleno de energía, de expre-
sión, de apasionamiento, alcanzó al ser cantado
por la distinguida señora Micoud de Boix, una
brillantez suma.
En una romanza de " Samson y Dalila" la se-
ñorita .\urora Camp, puso en evidencia su voz
excepcional. Y digo voz excepcional, conside-
rando apenas justo el elogio, pues en verdad, la
notable diletanti, es la felicísima poseedora de la
voz de contralto más estupenda que yo he oído.
Con razón produjo su interpretación del bello
trozo de la ópera de Saint Saens un hondo efecto
de asombro en todo el auditorio. Se le escuchó
con una inmensa atención y al finalizar se le
ovacionó calurosamente. Son extraordinarias las
dotes vocales de esta distinguida niña, a quien
auguro un pasaje triunfal por todos nuestros
principales salones. Para llegar a una regular-
mente justa comparación tengo que remontarme al
recuerdo de las más grandes cantantes, admi-
radas por las características de sus voces y por
su arte.
Otro momento estupendo fué el que le co-
rrespondió a la señorita María Magdalena Vi-
llegas Márquez. Al descorrerse la cortina que
cierra el estrado, apareció la gentilísima niña
y para todos fué una encantadora visión de
Wateau. Elegantísima, con toda la distinción ca-
racterística de su raza, dominadora al mirar con
sus ojos moriscos, bella y graciosa, recitó en
una forma magistral los versos de Copee "La
Petite Marchande des Fleurs".
Posiblemente el ilustre escritor francés no pensó
jamás que su poesía pudiera alcanzar una tan in-
tensa expresión y que toda la dulzura de sus
versos llegara a ser traducida por las modula-
ciones de una voz aterciopelada, dulcísima, como
un arrullo.
Una elevada espiritualidad dominó en todo el
recitado de la distinguida señorita y el público,
subyugado, vencido por el sentimiento más intimo,
tributó a la notable intérprete una prolongada
salva de aplausos.
Y en fin otra de las niñas que triunfó amplia-
mente fué la muy gentil Ofelia Calo Berro, que
puso en evidencia su talento de poetisa y su
sentimentalismo al recitar una de sus más bellas
composiciones.
La concurrencia pudo apreciar ampliamente una
y otra sobresalientes cualidades, y al in.íistir en-
tusiasmada en el aplauso, obligó a la señorita de
Calo Berro a bisar su precioso recitado.
Declamaciones brillantísimas fueron las que
tuvieron a su cargo los jóvenes Zorrilla de San
Martín y Horacio Terra Arocena; y los coros,
compuestos por muy hermosas y distinguidas se-
ñoritas, fueron otros de los números sobresa-
lientes del festival.
La orquesta fué dirigida con elevada ])ericia
por César Cortinas, que una vez más dejó sentada
su competencia musical y su exquisito buen gusto.
Y con esta nota de alto interés social y artís-
tico, termino mi reseña del mes social, deseando
muy vivamente que en el próximo pueda con-
versar tan agradablemente con mis lectoras.
Cvrano.
Los esposos Caprile-Pérsico instantes despue's de la ceremonia
S"'oV°S
ooflooooocooooaoooooco'
loooooouuaJOOoúcoODooooocc^oooocooooouooocoooocoooaoaoooOOO^Osaocoea
e la tíalería d
o ^-'CSOOOO o OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO 3000000000000000 DOOOOOOOOOOO o ooO^Ooooooooc
Doña Sara Castellanos de Sosa Díaz
"^oooooooooooooooo^ooooooooooo
coooooooooosooooooooooo
**SELECTR'* honra r.us pagine
ducción de unas fotograffaf^ que han
mente la atención de nuestra aocfedaí
rácter de ellas: son un recuerdo brilli
euidencla de una distinción que se co
y es representatlua de la cultura mon
Damas que concentran en sus peí
atributos de la distinción* de la eleger
de la nobleza de sentimientos, de la i
De todos los dones de Natura hat
expresión.
En los grabados que engalanan
que constituyen una de las notas r
que hemos publicado, aparecen las gen
en la época en que aún no hablan cor
Hoy cada una de ellas ha constlt
son en uerdad hogares modelos, res;
los que se practica culto severo a lai
más nobiliarias costumbres.
Brillan tod'as en nuestros salones
más característicos de stJ^- exqulsitei
troclón. ^
De su ualer da exacta medida la el
deración que paro ellos se guarda en t
más seleccionados, y de sus ulrtud
alto los obras de beneficent la, de soco
a las que han uinculado SU3 nombres
Esta reulsta rinde a las distlnguldi
sus máe sinceros homenajes.
'°°oooonoonnr
fTí^^OOOOí
DOOO'o^í'OCoeodoosocaoooc.oooooi
nu5 páginas dando la repro-
3f, que han de llamar iusta-
itra sociedad por el doble ca-
:cuerdo brillantísimo y son lo
n que se conserua incólume,
cultura monteuldeana.
1 en sus personas todos los
de la elegencla, de la uirtud,
ntos, de la Inteligencia.
! Natura han tenido ellas alta
engalanan estas páginas y
las notos más Interesantes
ecen las gentilísimas señoras
3 habían contraído enlace.
ha constituido un hogar; y
lodeloe, respetabilísimos, en
seuero a las más sencillas y
rijs salones con los rasgos
■^•exquisiteces y de su IIus-
í
medida la eleuadísima consl-
; guarda en todos los círculos
sus ulrtudes, hablan bien
itla. de socorro y de caridad,
u3 nombres sin tacha.
s distinguidas damas todos
lies.
^SnOOOOOOOOOOOooo»"'
Doña Manuela Alvarez de Acevedo
Doña Isolína Eastman de Vial Bello
— SELECTA —
En el Jardíi^ de Kros
(Cuento ingenuo para niños grandes)
"La. Soledad moral es horrible"
(Biografía de Gorky por Ruiz y Contreras
Va -se había perdido el recuerdo de su
ubicación, cuan(io en aquella tarde, llena
del perfume de otra edad, la anciana abuela,
yendo a («so lento jíor entre las ruinas del
Acrópolis, entretenía la atención de sus
dos nietos con una dulce leyenda referente
a aquel jardín. Leyenda que había hecho las
delicias de su adolescencia y que, al refres-
carla en su memoria se hacían radiosos sus
ojos, ya casi apagados por los años, y su
voz, al repetirla, tomaba ese acento cari-
ñoso y doliente con que relatan los ancianos,
en los días de tristes nostalgias, las cosas
felices que fueron. Su aspecto digno y ama-
ble, su esbeltez aun no i)erdida, los rasgos
típicos de su raza, aun no borrados por el
tiempo, hacían ])ensar en las esculturas im-
])ecables, en la túnica, la diadema, los co-
llares, las flores, los juegos, las danzas, las
fiestas y los sacrificios, cosas todas ya
muertas en Atenas, pero a las (jue se empe-
ñaba ella, a jjesar de sus años y de su no
distancia del reinado de Átropos, en ren-
dirles en íntima remembranza, el culto fer-
viente que les había dedicado cuando aún
hacía ofrendas floridas a Hebe.
Los niños de ambos sexos que la acompa-
ñaban, eran de extraordinaria belleza y en
sus ojos dulces y misteriosos se agravaban
en la expresión jjropia de la atención con
(|ue escuchaban el relato de su abuela.
— Hijos míos, jamás se vio maravilla ma-
}or, ella les decía. Las flores de todos los
climas ostentaban allí su más lozana fres-
cura, y la fragancia había reservado lo más
exquisito de sus pebeteros para exhalarlo en
aquel ambiente. Reinaba entonces una tibia
])rimavera ; el primer rayo de sol era para
l)esar las copas de los arbustos de aquel
jardín ; la aurora era allí la apoteosis de la
Naturaleza. Me contaban, cuando yo era
niña como vosotros, que las nubes no pasa-
ban jamás sobre su cielo para no intercep-
tar los rayos dorados y fecundantes que el
sol jjrodigaba a aquella región. Un arroyo
límpido, de una limpidez hialina lo circun-
daba y con el serpenteo de sus ramificacio-
nes mantenía aquella tierra, perpetuamente
])ropicía al florecimiento de las lozanas
matas.
El plenilunio y los luceros derramaban allí
luz singular y cuando no había luna, el arro-
yo se tornaba luminoso y de las flores sur-
gía una dulce claridad, que inundando todo
el ambienta, hacía tornar al jardín un as-
])ectü de transparencia que lo presentaba
COTO incorpóreo.
Solía de noche levantarse una suave brisa
(|ue al glisar entre el ramaje producía soni-
dos nuisicales de aiyo conjunto surgían
suaves armonías. Los únicos habitantes áí:
aquella región predilecta, eran pájaros.
Kn los nidos no se revolvían sólo suaves
l)lumones sino ([ue se agitaban temblorosas
alas tentando el primer vuelo.
En un (lia en (|ue las noveles gargantas
daban su primer concierto, .se vio un resplan-
dor muy grande e inusitado y en medio a
ese resjjlandor ajjarecer un niño alado, pro-
visto de arco y con el carcax repleto de
flechas de oro. El niño descendió al medio
del jardín, y entonces todos los pájaros ce-
.'iaron en sus cantos. El niño alado les habló
así :
" ¡ Vosotros, los iniciados de la vida ! Es-
cuchad : He sentido vuestros gorgeos que
significan el triunfo de vuestras existen-
cias y que han sido para mí un llamado al
<|ue acudo .solícito. Yo soy el dueño de este
jardín, estáis en mi reino. Vivid en él que
nadie os podrá arrojar fuera si tenéis mi
consentimiento para habitarlo. Sólo os im-
])ongo (|ue os améis, pon|ue el amor es hi
única ley que rige en mis dominios. En su
cumplimiento seréis eternamente felices,
])ero tened en cuenta que aquel ¡(Ue des-
precie mi ley o (|ue la traicione será ven-
gado con la muerte.
" Mi entreteni:riento exclusivo es el arco,
UMs flechas se hacen invisibles al ser lanza-
das, y a los (iue con ellas hiero no mato sino
que les doy vida. Vuestros corazones me
servirán de blanco y es mi proeza atravesar
dos de ellos de un sólo gol])e para refundir
su sangre y .sus latidos en una sola sangre y
en un sólo latido. .\máos. no dejéis de ama-
ros, os lo rei)ito. Sed felices!".
Para las aves nuevas fué aquella alocu-
ción una caricia hasta entonces ignorada,
sintieron como si en sus vírgenes pechos hu-
biera (|ue<lado preso algo del resplandor de
que iba nimbado a(|uel ángel. Una alegría
impulsora los agitaba. Volaron de rama en
rama, juguetones, traviesos, parlanchines.
Los trinos fueron frases galantes, los ga-
lanteos se hicieron dúos, los dúos fueron
íntimos y las intimidades engendraron el
idilio. Se dijeron lo que hasta entonces ig-
noraban c|Ue sabían, y como consecuencia
de esto, fué que una mañana se vio cruzar
por todos los ámbitos del jardín de a dos
avecillas rimando sus graciosos vuelos al
im])ulso de un mismo afán.
**
Cuando las primeras hojas mustias des-
])rendiéndose de las altas copas fueron he-
raldos del próxi'vo invierno, en cada rama
se mecía un nido al imjjulso de una bri.sa aca-
riciadora y al compás de amantes himnos.
Sólo en un rincón del jardín, donde por ven-
tajas de la espesura duraban aún las galas
festivales de la ])riniavera, un ¡¡ájaro en-
tonaba endechas an'orosas a las coquetas
avecillas tiue vagando i)or el jardín no ha-
bían aún formado su nido.
Cuando cerca de allí pasó un ruiseñor con
trazas de abuelo, se detuvo. ])ara, en su mu-
sical lenguaje, aconsejarle ([ue abandonara
aquella práctica amorosa y que se a])resu-
rara a buscar compañera i)ara construir su
nido. Pero él saludó con un trino burlesco
el con.sejo del experimentado ruiseñor. No
obstante, éste, en bien moduladas frases,
insistió en hacerle ver que el invierno venía
pronto, y que. a no estar defendido por el
calor de un nido, moriría helado. El rebelde
])ajarillo rejilicó que siempre había tiempo
para consagrar sus cantos y su vida a un
exclusivo cariño y continuó en graciosos vo-
lidos y cantos apasionados, su reclamo de
amor, su galanteo favorito.
Varias incautas avecillas cayeron bajo el
poder de sus mentidas frases amantes, y
cuando las apasionadas víctimas de su en-
gaño iban a morir de pena bajo la mata
que había cobijado sus sueños, él prego-
naba el himno de triunfo que apenas oían
sus compañeros, empeñados en dar los úl-
timos toques al habitáculo que protegerúi
sus vidas y en el que perpetuarían la es-
])ecie.
**
El invierno llegó y ante su presencia ca-
yeron las últimas hojas rebeldes al soplo
otoñal, los últimos doseles que habían ser-
vido hasta entonces de abrigo a las aves
nó rades. Con el invierno llegó naturalmente
el séquito de lluvias, fríos y nevadas. El
galante ipajarillo sintió los dardos de todo
esto, miró en su torno y vio que estaba
solo. Buscó a su alrededor un refugio y no
lo encontró. Quiso llamar entonces con un
canto de amor a la primera avecilla que
cruzara el ambiente y no pudo cantar, ya
su voz se apagaba junto con el calor de su
corazón. Intentó volar para buscar un al-
bergue, pero la nieve le había (|uemado el
])lumaje de sus alas. Solo, aterido, impo-
tente, haciendo un esfuerzo inaudito saltó
de rama en rama hasta llegar a un nido.
-\llí imoloró como limosna un refugio y
una caricia de amor. Bpro su dueño, qu.;
no era otro aue el viejo ruiseñor, lo rechazó
diciéndole: "¡Insensato! ¿Ahora mendi-
gas lo que despreciaste en otrora ? ¡ -apár-
tate ! En el reino de Eros no se hacen limos-
nas, se ejerce el heroísmo, el sacrificio, pero
nunca la Caridad I".
Una ráfaga ruda hizo tremar las desnu-
das ramas y el pájaro mendigo rodó hasta
el suelo. .\llí se encontró con una piante
avecilla que lloraba su misma suerte y su-
fría las tristes consecuencias de su mismo
pecado. Creyó, al encontrarla, encontrada
la salvación y la invitó a formar nido,
pero ella lo rechazó diciéndole en trinos an-
gustiosos que ya se habían consumido sus
energías para emjjrender tal obra, que tam-
poco ya no había flores para tejerlo — pues
que con flores era con lo que allí se te-
nían que tejer los nidos — y luego añadió :
" Si llegáramos a construirlo la más leve
brisa lo destniiria o envolviéndolo la nieve
liereceríamos igualmente en él, pues como
lo alentaríamos con nuestro egoísmo y no
con nuestro amor, no tendría ni la nece-
saria fortaleza para resistir el vendaval, ni
el suficiente fuego para desafiar la nieve del
invierno.
Una nueva ráfaga lo separó de su inter-
locutora y lo arrastró a merced de su ca-
pricho. Lo arrastró hasta un solitario rin-
cón del jardín donde espiró el galante pá-
jaro sin que un suspiro canoro oficiara en
su muerte, sin i|ue ima lágrima amorosa
])oematizara el dolor de su separación. Su
cuerpo yerto siguió siendo juguete del cierzo
sin que una ])upila doliente siguiera su
rumbo. Entre tanto, en las altas ramas de
los desnudos árboles, vibraba el arrullo amo-
roso de los nidos y el himno de los férvido.s
besos pregonando el triunfo del amor sobre
el intenso frío del invierno.
Con estas palabras enmudecieron los la-
bios de la anciana, y fijando sus ojos en
sus queridos niños, les vio silenciosos, cotí
la mirada perdida entre las brumas del
crepúsculo de Atenas.
;, Soñaban ? . . . ¿ Meditaban ? . . .
La matrona griega comprendió en un
hondo suspiro todo el cúmulo de recuerdos
y de pensamientos que le despertaba el con-
templar aquellos niños que eran el vivido
rayo de sol en el invierno de su vida.
/. /. Illa Moreno.
.&.„' ..i.'^i-,'
SELECTA —
EN Valladolid, próximas al Hos-
pital que fué de la Resurrec-
ción, donde Cervantes inmor-
talizó el célebre coloquio de Cipión
y Berganza ; en el Campillo de San
Andrés, fronteras a un puentecillo
sobre el Esgueva y en el fondo del
Rastro, existían en 1605, y hoy se
perpetúan, las casas nuevas que la-
bró Juan de las Navas en los co-
mienzos del siglo XVII. A una no-
bilísima colaboración de la Socie-
dad Hispánica de Nueva York }■ al
grande amor a España de su presi-
dente, el Excmo. señor Archer M.
Huntington, se deberá en gran parte
que la modestísima morada en que
vivió Miguel de Cervantes Saave-
dra llegue a ser una institución ejem-
plarísima. Minuciosas investigacio-
nes de ilustres académicos de la
Lengua y de literatos que secunda-
ron ha más de cincuenta años los
acuerdos del Ayuntamiento de Va-
lladolid, para depurar los antece-
dentes que testificaran la existencia
de la casa en donde vivieron Cer-
vantes y su familia, en el Rastro,
certifican este importantísimo he-
cho, no de tanta trascendencia cul-
tural, con ser mucha, como la de-
mostración con que hoy afirma Es-
paña un símbolo representativo, un
homenaje al autor del Quijote y un
acto de alta idealidad en honor suyo
y del habla castellana, que al tra-
vés de los mares y en remotos con-
tinentes, a pesar de las vicisitudes
y los siglos, enaltece y glorifica el
nombre de España.
Al conocer el Rey don .\Ifonso
XIII que la Casa de Cervantes en
plazo más o menos remoto pudiera
borrarse y desaparecer, se dignó or-
denarme en las postrimerías de 1912
que practicase las más activas ges-
tiones para evitar la demolición o
ruina inevitable en plazo no lejano.
Siguiendo sus instrucciones ad-
quirí, en nombre de S. M., y de su
I)ropio peculio, la Casa que el Ayun-
tamiento de Valladolid, después de
minuciosa investigación y en so-
lemne acta de 23 de Junio del año
186Ó, designó como aquélla en que
había vivido Cervantes. Preferente-
mente el Rey de España deseaba te-
ner el honor de ser el que la adqui-
riese. De acuerdo con el señor Hun-
tington, y en su representación, ad-
quirí también las dos colindantes,
números 12 y 16. para dar el des-
arrollo que quizá algún día requi-
riera esta cultísima institución his-
pano - americana. Hizose desde luego
el reconocimieTito para saber exac-
tamente el estado de descomposición
de sus fábricas y armaduras que no
habían sido objeto de seria repa-
ración desde que fueron labradas
por Juan de las Navas.
Los arquitectos señores Larcdo y
Traver han realizado cumplidamente
la consolidación de la finca, a pesar
del peligroso estado de inminente
ruina, principalmente por lo des-
atado y ruinoso de sus cubiertas,
entramados y escaleras. Tan hon-
roso como arduo era el problema
de habilitar estas modestísimas man-
siones, con la dignidad, decoro y
respeto con que deben contemplar-
se por las muchedumbres que por
ellas desfilen, para rendir un ho-
menaje a Cervantes, al habla cas-
tellana y a España, en fin. En Se-
villa y en Toledo y en cuantas edifi-
caciones de arte he intervenido, muy
fácil ha sido la tarea de e.xhibír
o habilitar para Museos, y someter
a la atención de los amantes del
arte, obras como la Casa y el Mu-
seo del Greco, la Sinagoga del Trán-
sito, la Portada de Marchena, los
Jardines de la Reina del Alcázar de
Sevilla y las edificaciones del ba-
rrio de Santa Cruz, etc. ; pero dado
mi decidido propósito de evitar res-
tauraciones y disfraces que borran
generalmente el carácter de nuestros
■más preciados monumentos, y con la
arraigada creencia y religioso res-
peto con que consideraba las mo-
destas viviendas, ¿qué orientación,
ni qué otro procedimiento debía y
podía guiarme, sino el de una ab-
soluta austeridad?
OODaaODDDDDaOOODOODOODDOQODOOaDDOaDOOOaDODQOOnODDOODaoODaDDaoOODOaOOQ
La Casa de Cervantes
¿iOODOOOOaODOOODDOaOODpODOOOOOOODOOOaDOOODODOOOQODOa
Para cumplir mi misión, he con-
siderado más intensa la exhibición
de aquella pobreza, donde renacerá
una vida espiritual y de cultura que
considero el mejor homenaje y el
más suntuoso monumento conme-
morativo, dejando a los privilegiados
que sepan sentirla la más dramá-
tica de las emociones al conternplar
las desnudas paredes y disposición
primitiva de aquellos sagrados apo-
sentos : pero si rodeándolos de ele-
mentos que deben perdurar y dar
vida a aquel homenaje: una Biblio-
teca, un Salón de lectura, una Im-
prenta V, a ser posible, una Escuela.
É«.
Doña üoaquina Carranza de Piccardi
Es una de las pocas snbreDioienles de un pasado que crece
en olraeeiones, en ejemplos y en brillo, cuanto más se aleja.
Un pasado en el que el heroísmo se une a la generosidad y la ele-
vación de miras a un desinterés magnárlmo en la ejecución de las
doctrinas sustentados.
La señora Garrama de Piccardi cuenta hoy 95 años de edad y si
ella es como una representación palpitante de aquellos días de inde-
pendencia : su ascendencia se remonta aún a los piimeros tiempos
del coloniaje.
nació esta venerable anciana el 12 de Octubre de 1823 y fueron
sus padres: el Ooronel don Sosé Ñmbrosio Garrama y Doña Waría
de Uavia, ambos de abolengo hidalgo.
5u padrino de pila lo fue el vencedor del Gerrito, el ilustre gene-
ral Don Sosé Rondeau.
U hoy, a pesar de su edad avanzadísima, la señora Garrama de
Piccardi conserva toda la lucidez de su intelecto, recuerda los he-
chos memorables ocurridos en su juventud, habla de las muchas
personalidades ilustres con familiaridad anecdótica y es una verda-
dera reliquia en las sociedades rioplatenses.
Sus relatos de los lejanos tiempos de la Independencia tienen un
color admirable de realidad: son evocaciones que asombran por
su exactilud.
Por eso es que a través de sus interesanlisimas conversaciones
surgen con lineamientos perfectos, las personalidades de Lamas,
Lavalleja, Garzón, Pacheco y Obes, Suárez, etc.
Denerablc por sus años, por su distinción y por su cuna, esto
dama guarda en sí todo el prestigio de aquellos dios gloriosos.
En la boda de su nieta la señorita Hlaria Rntonieta Gaprile actuó
demadrlna, y durante la recepción bríllanlisima a que dio lugar la ce-
remonia, conversó animadamente con toda la distinguida concurren-
cia que llenaba los salones, obteniendo de todos el más respetuoso
y el más merecido de los homenajes.
En la líibiioteca ]>odrán atesorarse,
con el tiempo, los mejores y los más
raros ejemplares de la obra cer-
vantina, así como de la literaria an-
terior a Cervantes y la de toda la
décimaséptima centuria hasta el pre-
sente.
En la casa número 16 se instalará
una prensa y modesta imprenta, que
sin pretensiones de reproducir todas
Jas obras de Cervantes, .se limite a
una acción lo más intensa y fre-
cuente posible de divulgación y pro-
paganda. Y contando con el celo y
entusiasmo de los maestros contem-
poráneos de las Letras patrias, aquí
se pueden iniciar campañas dirigidas
a países y provincias donde deba
mantenerse y depurarse el habla cas-
tellana, corrigiendo la algarabía y
los dialectos emancipadores del sa-
grado vinculo con que están unidos
a la madre Patria.
La única pequeña alteración que
lie permitido en aposentos de la
planta baja, ha sido para habilitar
una sala de regulares proporciones,
donde puedan congregarse más de
un centenar de devotos visitantes. En
este grande aposento, diariamente
podrá y deberá darse lectura de
un trozo cervantino ya sea por el
profesor de la Universidad destinado
a esta in.stitución, o por aquellas per-
sonas que i)or su alta representación
o amor a nuestras letras deseen con-
tribuir a este piadoso rito.
En cuanto a la Casa de Cervantes,
ni galas, ni mármoles, ni primores
ornamentales deben perturbar la
emoción que ha de sentirse en aque-
lla austera y pobre vivienda. En la
alcoba donde debió reposar, sufrir
y cavilar, sólo caben las fechas v
nombre del cautiverio y desventuras
de Argel, una gloriosa reliquia de
l.epar.to y un libro ante el cual la
Humanidad acuda con su admira-
ción y su homenaje.
A ser posible, como contraste con
tanta pobreza, tal vez pudieran col-
garse en aquellas paredes los retra-
tos de Lope, de Góngora y de otros
conternporáneos, que nos han legado
los más gloriosos maestros de nues-
tra pintura en el siglo XVII. Estas
intensas y excepcionales obras de
arte deberán ser los únicos adornos
que con gran sobriedad acompañen
la memoria de Cervantes y de su
obra. En cuanto a su propio retrato,
sobre todos Jos que se encuentren
y puedan encontrarse, creemos más
elocuente y representativo un autó-
grafo que difunda el espíritu de su
alto pensamiento y la huella de su
mano...
Cuando comenzaron las obras, me"
otorgó el -ayuntamiento de Vallado-
lid los más amplios ofrecimientos
para su complemento y desarrollo.
por lo que se refiere a las inmedia-
ciones de dichas casas, pues éstas
corrían el peligro de quedar escon-
didas y sepultadas entre las moder-
nas edificaciones de una nueva vía.
En crítico momento accedieron uná-
nimemente y con gran entusiasmo
los nobles Regidores Castellanos a
la proposición de su Presidente, y
mi ruego de que en las próximas
parcelas no se edificara fué gene-
rosamente atendido, lo que me per-
mitió construir un muro de mam-
postería y la escalinata que directa-
mente, y con toda dignidad y hol-
gura, conduce a la Casa de Cervan-
tes desde luia de las más concu-
rridas y urbanizadas vías de Va-
lladolid. En estas parcelas, a más
de una balaustrada, terrado o com-
pás, desrle donde se contempla la
institución Cervantina, florecerá un
jardín de carácter absolutamente es-
pañol con sus bojes y sus mirtos:
como cerramento, una columnata con
sus pilastras y leones y castillos, y
como único monumento escultórico,
una fuente de líneas clásicas y. a ser
posible, de la época, fuente simbólica
en donde el agua brote y caiga y
vuelva a brotar de inagotable ma-
nantial, como inagotables y eternas
son las puras y vivificadoras co-
rrientes que el habla Castellana lleva
a todas las regiones que deben su
cultura a España.
Marqués de ta l'rga lncUi:i.
SELECTA —
J
ESTAS jojas, cuya reproducción
en tamaño natural ofrecemos
hoy, fueron usadas por las
ascendientes de la distinguida seño-
ra doña Paula Suárez de Langdon
Urtubey. N'o hay más que ver las
reproducciones para darse cuenta de
la magnificencia de estas joyas, las
que forman un soberbio juego, com-
puesto por dos pares de carabanas,
un prendedor y un anillo.
Están formadas por diamantes de
tallado antiguo, incrustados en cha-
pas de plata. Fueron joyas de gran
El "Lied"
<%>
a<^Mi
Lied en alemán quiere decir, tex-
tualmente, canción. Pero al unlver-
salizarse el vocablo germánico su
significación ha adquirido otro va-
lor. Con esta palabra Hed se designa
un género especial de música para
canto.
Cuando en Francia e Italia la pro-
ducción de música vocal de cámara
apenas nada significaba, y aun la
música en general, se encontraba en
arabos países en un período semideca-
dente, florecían en Alemania gran-
des músicos. Schubert y Schumann
escribían entonces sus copiosas se-
ries de admirables Heder. Más tarde,
al divulgarse estas canciones y ele-
varse el nivel de la música similar
en otros países, por ejemplo, en
gran parte, de aquéllas, se impuso
la denominación alemana. Asi, se
adoptó la palabra lied.
Se han escrito Heder para una o
más voces, solas o acompañadas ins-
trumentalmente. Muchas composicio-
nes corales son simplemente Heder.
Modernamente se han escrito Heder
para una sola voz, pero con acom-
pañamiento orquestal. También se,
han transcrito para orquesta acom-
pañamientos pianísticos de Heder.
F.sto es muy peligroso. La reducida
sonoridad que supone un acompaña-
miento pianístico ideado para la in-
terpretación en un local de no gran-
des proporciones, música de cámara.
al ser llevada a la gran orquesta
puede perder en íntimo matiz y en
sutilidad lo que aparentemente gane
en color. Además, el primordial efec-
to vocal, en desequilibrio con la so-
noridad acompañante, cambia de sen-
tido. Y además el canto interpreta-
tivo no será idéntico al producirse
en una pequeña sala que en un gran
teatro. O por lo menos se modifica-
ría, desgraciadamente, la intensidad
expresiva. Y la fidelidad al pensa-
miento original menguaría.
Por extensión, diversas piezas ins-
trumentales han sido calificadas de
Heder. Ejemplo: Lieder ohne worte,
romanzas sin palabras, de Mendels-
sohn.
. ♦ t
^l- <
\ias
Pero el Hed es, preferentemente, la
interpretación o el comentario mu-
sical de una poesía, que una voz
sola cantará acompañada casi siem-
pre por el piano. Convendrá esta mú-
sica para audiciones íntimas, y asi
ocupa un selecto lugar en el género
de música de cámara.
Antes de Schubert y Schumann,
creadores del moderno Hed, escribie-
ron música de esta especie los gran-
des clásicos alemanes Bach, Mozart.
Beethoven. Pero su obra más im-
portante y definitiva es otra.
Los gloriosos compositores sete-
centistas de Italia produjeron bellí-
sima música vocal de cámara. En-
tonces aparecieron la mayor parte de
las denominaciones : Aria, Cavatina,
Romanza, Canzone, etc. Luego es-
tas palabras adquirieron significado.^
particulares. Llegó el período de
Schubert y Schumann. La música vo-
cal, de cámara, de ambos composi-
tores aparecía con una nueva forma,
y, sobre todo, con un sin igual ex-
presivismo. Su producción de Heder
es importantísima por cantidad y
calidad. Escogieron para sus inven-
ciones musicales textos selectísimos.
Goethe. Schiller, Uhland. Heine. etc..
son casi siempre los poetas preferi-
dos. Y la poesía no es modificada,
alterada. La música comenta justa-
mente el texto poético y lo eleva a
una categoría expresiva. El acompa-
ñamiento pianístico completa el co-
mentario con un extraordinario in-
terés musical.
De esta colaboración han nacido
obras maravillosas, tales como La
bella inoHnera o el Viaje de invier-
no, de Schubert, o el Amor de ¡'oc-
la y la Vida amorosa de una mujer,
de Schumann. y tantas obras más en
serie de canciones como las anterio-
res o únicas.
Al divulgarse la obra de Schubert
y principalmente, más tarde, la ds
Schumann, se inició la nueva y ac-
tual tendencia en la música vocal de
cámara : el Hed.
En Italia triunfaba la rontaii::a de
salón. Bizet y Gounod escribían en
Francia obras de más valor en un
estilo que luego cultivó Massenet.
El ejemplo de Schumann fué fe-
cundo.
En Alemania han sido y son ilus-
tres compositores de Heder Wágner.
Humperdinck, Weintgarner, Strauss,
Reger, Brahms.
moda en las épocas del Virreynato
y de la Revolución, joyas que real-
zaron la elegancia de los trajes usa-
dos en aquellos días por nuestras
damas, y que tenian una majestad
indiscutible.
Las joyas en cuestión tienen un
sello de realeza y demuestran muy
buen gusto dentro de su sencillez.
Actualmente se hallan en poder de
la señora Suárez de Langdon. for-
mando parte de una notable colec-
ción de objetos preciosos.
^=^^
Particularmente hay que mencio-
nar al desdichado Hugo Wolff. que
acentuó aún más la forma expresiva
del Hed, orientándolo en un sentido
paralelo al drama lírico wagneriano.
Es decir : cultivando la declamación
lírica y amplificando y concediendo
absoluta y esencial importancia a la
parte instrumental acompañante.
En Francia se significan moder-
namente como compositores de He-
der Henry Duparc, prematuramenti-
inutilizado para la actividad musi-
cal por causa de una terrible enfer-
medad mental; Chausson, D'Indy,
cuya producción en el género, aun-
que escasa, ofrece obras de tan ex-
traordinario valor como el román-
tico e intenso Lied maritime; Debus-
sy, que ha innovado en el Hed con
el estilo general de su música, cul-
tivando un raro impresionismo y un
maravilloso preciosismo.
Pero el compositor francé.í que
ha adquirido una extraordinaria
personalidad escribiendo Heder es
Fauré. Su obra es bellísima lo mis-
mo en la invención melódica que en
la escritura armónica.
Ha escrito muchos Heder. Recor-
demos sus comentarios a La bonne
chanson verleniana y a las Fctes ga-
lantes. El encanto sutil y de ensue-
ño de la poesía ha sido profunda-
mente sentido por Fauré.
Rimsky- Korsakoff, Mussorgskyy
otros músicos rusos han producido
lieder muy bellos y originales ; a ve-
ces de extraordinaria novedad y ca-
rácter por emplear giros melódicos
y ritmos típicos del arte popular
moscovita.
El noruego Grieg ha compuesto
muchos y hermosos Heder.
La producción nmsical española es
difícil de conocer. Por motivos que
ahora no hemos de exponer, se
mantiene muchas veces inédita e ig-
norada. Conocemos, sin embargo,
por haberse publicado, una serie <le
lieder de Morera, otra de Lamote de
Grignon, Vióleles, textos de Apeles
Mestres, en donde hay bellas com-
posiciones. Falla ha escrito, publicán-
dose en Paris, tres canciones sobre
poesías de Gautier, Les colombes,
Chinoiserie y La veritable manóla.
Enrique Gnmá.
— SELECTA
■ ■:
UNA - ■ ■
EXPOSICIÓN
PE ArÍE ■
CARLOS F. SAEZ
Cabeza, de Estadio
Retrato del Sr. J. C. M.
SU Ijreve actuación descolló con
un empuje tal. (|ue a su alre-
dedor ya se había formado la
aureola brillante de los triunfa-
dores, de los que llegan al pi-
náculo, de los ([ue concentra-.i
la admiración de muchas gene-
raciones.
Y la exi)OS¡ción fué una elo
cuente forma de recordar al ar-
tista muerto. ])ues las múltiples
obras que se llevaron a la ad-
iriración del jniblico, pusieron
bien de manifiesto la persona-
lidad extraordinaria de Saez.
como colorista y como dibu-
jante.
Verdaderas riquezas de arte
COX la exposición de cua-
dros realizada en el Sa-
lón Caviglia, cedido con
gentileza y des])rendimiento que
enaltecen a quien tal acto lleva
a cabo una y otra vez. se rindió
])óstumo y elocuente homenaje
a! u'alogrado pintor uruguayo
Carlos F. Saez.
A'l acto de la inauguración se
le dio la trascendencia (|ue en
justicia debia obtener y se cum-
plió con todo brillo.
El Presidente de la Comisión
Organizadora de esta exposi-
ción, el ilustre compatriota doc-
tor Juan Zorrilla de San Martin,
pronimció en ese acto un her-
moso y como todos los de é!,
elocuente discurso.
El doctor Zorrilla de San
Martin hizo la apología mereci-
dísinia del ])intor (|ue brilló un
instante para luego caer arreba-
tado ])or el cruel destino.
Juicio exacto y justiciero dil
joven pleno de talento, que en
"II primo romanzo'
allí se ex])Usieron y no podría-
mos hacer una selección por(|Ue
todos los trabajos, aun los sim-
l)les dibujos, ])onen de manifies-
to el talento y la seguridad del
artista, una verdadera gloria de!
arte americano.
Al acto (le la inaguración a.sis-
tió una nniy distinguida concu-
rrencia y el éxito de la exj)osi-
cíón fué completo.
De esta manera se ha glorifi-
cado una vez más al malogrado
artista, glorificación postuma,
tanto más elocuente, cuanto que
el juicio, a través de los años,
es ampliamente sereno y libre de
influencias extrañas.
Carlos F. Saez fué uno de
los pintores uruguayos que más
amplia visión de su arte tuvo
en el período muy breve que
dedicó a ella todas las poten-
cias de su imaginación.
En la concepción brillante de
sus telas, en la seguridad del
colorido, en la técnica extraor-
dinaria que evidencian sus cua-
dros, queda i)atentizado en for
ma elocuente el talento admi-
rable de este artista que hubie-
ra llegado a las más altas cum-
bres.
Las telas que se exhiben tie-
nen todas una fuerza estupenda
de evocación, en ellas hay una
honda palpitación de vida y -ie
verdad. Ba.staría con examinar
las rejjroduccíones que adornan
esta página jiara darse cuenta
de esto que afirmamos.
El éxito de la exposición fué.
desde que ella se inició, absolu-
to y de ello cabe felicitarse, pues
se tiene asi la constatación de
que no se olvidan tan fácil-
Miente a los compatriotas ilus-
tres.
SEI.HCTA —
I^a Casa
— ¡ \ t'iinc centesimos!... ¡Veinte! —
ijritaba el rematador encaramado en la si-
lla. — ¡ \einte centesimos el metro ! . . .
Pedro, el cerrajero, sentía que el cora-
zón le ])alpitaba con fuerza, estaba real-
mente emocionado, l'ero de pronto se re-
.solvió y levantando la cabeza dijo tíniida-
nieiite.
— X'einricinco.
— i Veinticinco ! . . . ¡ Veinticinco ! — re-
l>iti(S el rematador, y casi en seguida bajó
el n;artillo. dándose im golpe en la palma
de la mano.
Llamaron a Pedro. (|ue atravesó por en-
tre la multitud que presenciaba el remate,
y cuando estuvo delante de un jovencito
c|UO escribía en una libreta, dijo su nom-
bre y abonó la primera mensualidad d'
cinco |)esos. El pequeño solar era suyo
desde aquel mon-ento.
Pedro se marchó en seguida. Estaba un
l><K-o aturdido por las emociones esperi
mentadas durante el remate. Y nu'entras
caminaba a prisa por las calles llenas de
sol de un hermoso dia domingo, iba pen-
sando en la impresión que causaría en su
nuijer y en sus hijos la noticia de que
había comprado un terreno. Cuando lle^ó
a su casa no encontró a nadie. Las dos
nii.seras habitaciones del conventillo esta-
ban .solitarias y Pedro las miró con un
piKTO de desprecio. ])ensando en l:i futura
casita (jue él haría construir en el solar ad-
(|uírído.
Cuando ya de noche, llegó su mujer con
los tres hijos. Pedro estaba muy contento
y cogiendo al menor, un chicuelo de tres
años, io sentó en sus rodillas v lo hizo bai-
lar y reír mucho. Claudia, la hija mayor,
de diez y nueve años, ordenó sobre la mes ;
'a pobre vajilla y todos se sentaro-i a co-
n-er. Cuando se sirvió la sona Pedro ha-
bló iM)r fin : no ))o;lía callar ni im segundo
más su secreto.
— Tengo una gran ncticia — dijo, le-
vantando en alto la cuchara.
Todos lo miraron sorprendido . hubo
im instante de siletrno. y en seguida Pe-
<lro contó lo (|ue había pasado en el re-
mate.
Su mujer, una i)obre niujtr de obrero.
flaca, amarilla, de ¡lelo rojo, casi lloraba
de alegría; Claudia ¡¡almoteaba y derramó
im vaso (le agua y los dos i)e(|ueños. sin
comprender nada, chillaban también al ver
la alegría de sus padres.
Pero de pronto la madre se ))Uso seria.
y con nuicha in(|uíetud preguntó:
— l'ero... ¿podremos pagar todo?
— Si — respondió Pedro ; y ex' licó sus
cálctdos. sus ahorros, juntando si jornal y
el de Claudia. (|Ue trabajaba en una fá-
brica de fósforos.
V alegres, completamente dichosos, se
olvidaban de la sopa que se enfriaba en
los platos, y con los codos sobre la mesa
oían a Pedro que hablaba y hablaba ince-
santemente, detallando proyectos v ha-
ciendo cueitas con ayuda de los ded s.
Cuando fueron a dormir, aún conversaban
y todavía en la cama cambiaron ideas
mientras los dos ])equeños dormían ))láci-
damente en su camita, soñando qizá con
los árboles de la ¡ilaya donde habían ido a
pasear aquel dia.
V ])asaron los días y los meses, y al
cabo de dos años de ansias y de privacio
nes el -.-errajero y su familia tuvieron otra
alegría : fueron tcdos a ver colocar la pri-
nx-ra piedra del cimiento <le las dos ha-
bitaciones (|Ue habían nuuulailo construir.
Cuando llegaron al .solar, vieron a los
dos albañíles (|ue se disponían a trabajar,
l'edro los saludó, ccn versaron un instante
])orque eran amigos, y después empezaron
la obra.
El cerrajero, su mujer y Claudia los con-
tem]laban en silencio, mientras los dos
chicos saltaban y se revolcaban en un
montón de arena,
Al regresar al conventillo todos estaban
silenciosos. Pedro era el que estaba más
])ensativo. Por su imaginación pasaron los
dos años de esfuerzos continuos empleados
en ahorrar el dinero necesario ])ara pagar
el terreno y construir la pequeña casa. Dos
años de privaciones, de sobresaltos, de an-
sias, de fatigas, de extraordinaria constan-
cia en el trabajo del taller, Pero los tres :
él. su mujer y Claudia, no se habían quejado
nunca. "Es ])ara la casa" decían, y se con-
formaban comiendo un pedazo de pun duro
y bebiendo siempre agua. Claudia no se
había hecho un solo vestido en los dos
años. Con los pocos trapitos que tenía ha-
bía ido pasando, remendándo'.os cuando se
rompían y no fregándolos mucho cuando
los lavaba y ])lanchaba por temor de gas-
tarlos demasiado. Y la pobre madre, aquc-
lia se mudó. I'"ué cu un dia de invierno,
gris y lluviusü. Kl frío hacia lagrimear los
ojos, una tormenta terrible se ¡¡rejiaraba.
Muy aprisa fueron llevados en un carrito
los i)ocos muebles y Peilro, su mujer y sus
hijos quedaron instalados en la nueva casa,
Claudia se afanó i)or colocar los muebles
con toda coquetería y hubo discusiones
cuando se trató de clavar un clavo para
colgar un cuadro. Pedro no quería, porque
decía que se estropeaba la pared.
Cuando llegó la noche la tormenta que
amenazó durante el día se desencadenó
con gran violencia. Pedro, en la cama, es-
cuchaba el estrépito del viento y del agua
muy inquieto. Las puertas se sacudían con
rudez y llegó un momento en que el cerra-
jero no pudo estarse quieto y se levantó.
Cuando encendió un fósforo vio que el
agua invadía el cuarto. Muy sobresaltado
exclamó :
— El caño del patio no da salida al
agua
Ha nuijer rubia y flaca, desijués de li;up¡ar
la casa y cuidar a los dos ])equeños toda-
vía encontraba tiempo y fuerzas para la-
var la ro])a de una familia muy rica que
vivía en la vecindad. Eran días de priva-
ciones sin cuento, de cálculos continuos, de
temores incesantes. La casa, la casa, siem-
pre estaba la sombra de aquella casa en
|)royecto. interponiéndose entre ellos y las
más insignifi.-antes satisfacciones de s'.i
vida miserable.
Y aquel dia por fin respiraban, y pen-
sando en todo lo que habían tenido (|iie lu-
char para construirse aquel hogar propio,
donde el casero no vendría a exigirles el
odioso alquiler, y donde podrían hacer
todo lo que quisieran porque era de ellos.
todo de ellos, únicamente de ellos, marcha-
ban en silencio, abatidos por el inmenso
esfuerzo realizado.
Durante el almuerzo Pedro tuvo iinri
idea. Se levantó antes de terminar la co-
mida y salió diciendo :
— Vengo en seguida.
Cuando volvió traía una botella con vino
y echando en los vasos, exclamó alegre-
mente :
— Hay que festejar, que diablo. — Bis-
lante hemos deseado esto durante dos años
— y todos bebieron riendo.
Pasaron aún algunos meses, al cabo de
los cuales estuvo concluida la casa. Las
dos piezas y la cocina se elevaban en el
centro del solar, blancas, m'iv blanas, hú-
"■edas todavía por el agua de la argamasa.
El dia que el carpintero la enfeeó con to
das sus ])uertas nuevecitas, Pedro fué a
recibir la llave. Dos d'as después la fami
Y mientras su mujer y Claudia se levan-
taban, él se puso rápidamente los botines
y salió al patio. Un minuto bastó ])ara que
se mojara com])letamente. Destapó el des-
agüe y cuando entró de nuevo c i el dor
mitorio temblaba como una hoja. Se cam-
bió de ro])a. su mujer lo arropó, i)ero el
frió no se le quitaba, .-VI dia siguiente ar-
día de fiebre. Se 1! mó al médico y cuando
lo examinó declaró que tenia pulmonía,
.\quel organismo de obrero robusto estaba
minado, tronchado como un roble por la
polilla. Pasaron algunos días crueles : en
la casita nueva se lloraba mucho. Hasta
¡os ])et|Ueños estaban silenciosos en un rin-
cón. Pedro, hundido en la cama, miraba
tristemente las paredes blancas y casi no
hablaba. Un dia vino el médi>'o y no re-
cetó nada más que reposo. Y pasaron
veinte dias. Pedro tosía mucho y mancha-
ba los pañuelos de sangre ; cuando escupía
la saliva era roja.
L'na mañana el sol ])enetró en la ludii-
tación ])or la puerta entreabierta. Era u"
rayito amarillo y templado. (|ue hicía bai-
lar los átomos de polvo con rápidos mo-
virientos. Pedro se sentía algo mejor y
se incorporó en la cama. Su mujer estabí
sentada a su lado, más pálida y más flaca,
con el pelo rpjo recogido -:on desaliño.
Claudia había ido a la fábrica. El silencio
era comjíleto. De pronto un i)ajarillo se
])osó en el alero del tejado, sobre la ¡nierta.
y cantó alegremente. Pedro levantó los
ojos. Su mujer (|ue lo observaba dijo :
— ■ Están haciendo un nido.
Pedro quedó pensativo un instante. Toda
su vida de trabajos pasó ante sus ojos,
toda su vida de obrero, tronchada tan
despiadadamente cuando se ])re])araba a
ser un poco feliz. Contemplaba aipiella ca-
sita (|ue era suya y (|ue había adquirido a
costa de grandes fatio;as de heroicas ))ri-
va';íores, y una tristeza infinita, una tris-
teza de muerte, le empujaba un sollozo a
la garganta. Después, siguiendo el curso
de sus ideas, murmuró levemente :
— .\ los ])ájaros no les cuesta casi nada
una casa !. . .
Y pocos ironientos <ies])ués. mientras se-
guía ])ensando en su desgracia, murió sin
violencia alguna, sin convulsiones, dulce-
mente, sin apercibirse (|ue abandonaba l:i
vida.
-VI día siguiente, cuando sacaron el ca
dáver. el sol alegraba la casita nueva, eme
parecía más blanca y más risueña. Y Pe-
dro se iba, se iba i)ara siempre, ])ara siem-
pre ! . . .
, . Hiiriqíie Crasa.
bULUCI A —
de Ntirses ^
LA asistencia de los enfermos no se
coni])rende hoy como se concebía
hace veinte años. Todo evohiciona en
el mimdo.
Cuidado de acjiíellos que no signen el
movimiento que em])uja a los hombres ha-
cia el lejano ideal !
Las Nurses rodeando a la Directora Interna
Doctor Carlos Nety, en su despacito
l'ara nuestros ])adres la enfermedad er.i
una desgracia individual ; el enfermo les
parecía un ser digno de compasión a (juien
había que socorrer ])or caridad.
Cuidar a los enfermos era obra ])iadosa
y las personas que se consagraban a su
cuidado estaban sostenidas en su vocación
por el espíritu religioso y por la esperanza
de una recompensa futura.
Hoy ])ensamos (¡ue la enfermedad de im
miembro de la sociedad es una desgracia
para la sociedad entera. La gran familia
social está herida en la ])ersona del enfer-
mo. Ella le debe asistencia en interés de to-
dos. La idea de caridad se ha completado
con la idea de .solidaridad que eleva a la
vez a aquel que presta los servicios y a aquel
t|ue los recibe. Por eso aquellos que han te-
nido la noción clara de esta evolución al
fundar entre nosotros en 1913 la Escueli
lie Nurses de la .\sistencia Púbüca han he-
cho una obra nacional de fecimdo porvenir.
Dar a la joven la co:iii)rensión de sus
miiltii)!es deberes hacia el enfermo. Ense-
ñarle no .sólo a calmar el dolor, suavizar U
miseria física sino tan.bién desenvolver el
carácter moral de la mujer en una jjrof esión
hecha toda de amor, abnegación, de pacien-
cia, de alegría coniimicativa ; encorazonar
en ellas el instinto femenino del buen gusto
y del orden. Esta es en síntesis la misión
de la Escuela - Hospital de Nurses.
El " Home " de las alumnas es el fruto
bien per.sonal de la emoción femenina.
Es el temp'.o sagrado, libres de arreglarlo
a su modo, de adornarlo a su gusto. Cuan-
to más aman ellas a sus enfermos, ellas <|ue
encuentran en el dulce hogar ds la Escuela
la sociabilidad y estimulo de la vida comi'ui
y de familia, el descanso en las horas de re-
cogimiento, tan necesarios al desenvolvi-
UMento de la conciencia individual !
Todo en la mujer la señala y predestina
a llenar las funciones de preciosa auxiliar
del médico en el tratamiento de los enfer-
u-.os. Es ella quien ])or el dolor y la ternura
])erpetúa las generaciones humanas, es a
ella a quien la naturaleza, por una admi-
rable ])revisión. ha reservado tesoros de
amor y de piedad ; que a estas virtudes se
agregue un severo entrenamiento de pre-
))aración física, intelectual y moral y ella
sentirá j^rofundainente la conciencia de sus
deberes y realizará su espléndida misión en
la sociedad.
Cuando amo considera ese rico tesoro dr
jóvenes y ardientes energías que se encierra
estéril en nuestras escuelas y universidades
se sorprende de su inercia ajeno al dominio
de las actividades sociales ! ¡ Cuántas ener-
gías que encauzadas y cultivadas mejora-
rían su jjropia condición y reforzarían vi-
gorosamente el organismo social !
El ejem¡)lo de las fuertes y entusiastas
energías femeninas que nos llega hoy de la
Europa en sangre, debe servirnos de lec-
ción y estímulo ¡jara organizar nuestras
propias fuerzas aplicándolas al mejoramien-
to en la obra de organización y regeneración
de las casas de la Asistencia Pública.
-\quel ejemplo viviente ])rueba cuan gran-
de es el tributo auxiliar (|ue pueden a])ortar
en luia obra tan vasta y tan compleja las
energías entusiastas y disciplinadas de aque-
llos que han sufrido menos porque menos
han vivido y sólo guardan en el corazón el
entusiasmo juvenil de la Esperanza !
En la formación del carácter reside el
])rinci])al factor de una educación fuerte,
ya sea en la mujer como en el hombre. Este
carácter no se obtiene sino con ima com-
¡irensión exacta de la vida ca])az de mos-
trar todo su valor y su fin.
.^hora bien, ¿dónde encontrar mejor fuer-
za educativa que en aquella que pone i
los jóvenes inmediatamente en marcha per-
siguiendo el ideal que no ,se encierra en ei
yo estrecho sino que aujilia v generosa-
Señoríta Magdalena Veig-a,
Directora Interna, en su despacho
— SELECTA —
Realizando la curación de una de las asiladas
mente abre sus brazos a la gran familia
humana que vive, sufre, trabaja y espera?
Tiempo es en que las escuelas y universi-
dades, demasiado absorbidas en los estudios
literarios abstractos, donde las palabras do-
lor y muerte no son sino fuente de goces
estéticos, la juventud que penetra incierta
en la edad de las energías viriles, aprenda,
fuera de la pobre rutina profesional, a sen-
tirse parte integrante de un organismo so-
cial. Que aprendan a sentir los lazos de so-
lidaridad social que si a veces son fuente de
amargas decepciones lo son también de los
más puros goces y de los más humanos.
Que estas jóvenes sientan que forman
liarte indisoluble de esta actividad vasta e
infatigable, por cuyo medio la Humanidad
aspira sin cesar a un destino mejor, más
feliz, más elevado.
Cuando hayamos aprendido a oir la vo.z
inmensa de la miseria y del dolor que so
eleva suplicante entre nosotros y a com-
prender el vastísimo horizonte de la ac-
ción útil y fecunda que se abre a todos,
sólo entonces conoceremos todo el valor v
.significado de la Vida.
Ante obligaciones tan graves y apremian-
tes ensenemos que la indiferencia es un
absurdo y una deserción, el descorazona-
miento es una falta con nuestros semejan-
tes y para nosotros misiios.
Cada día que pasa es el día solemne que
no volverá jamás: el día de los grandes
deberes (|ue cumi)lir valientemente!
*
La doctrina es hermosa y sugestiva. Por
ella y para ella ])ueden darse con entereza
entusiasmos y nobles sentimientos. De modo
que si bello es entregarse a la obra cuando
la obra está en marcha, extraordinario y
digno de admiración es el esfuerzo inicial,
que en el caso -de "La Escuela de Nurses "
pertenece al doctor Carlos Nery, un hom-
bre de ciencia, que siente el amor intensí-
simo de la profesión, y con talento elevadí-
simo y preparación excepcional arriba a
culminar en un propósito que hoy tiene los
caracteres de una obra trascendental.
La Escuela de Nurses tal como está ins-
talada es un modelo. Ubicada en la calle 3
de Octubre y en un marco delicioso de jar-
dín, allí se realiza el propósito de educar
científicamente para curar y cuidar enfer-
mos, con una amplitud digna de admiración.
Como decimos antes todo es allí obra de!
doctor Nery. Durante su larga per.nanen-
cia en Londres, observó los establecimien-
tos análogos al que ya funciona brillante-
mente en nuestra capital, y con un caudal
valiosísimo de experiencia desarrolló aquí
un plan que merece la admiración y la gra-
titud de todos.
Desde la gran capital inglesa trajo el doc-
tor Nery los elementos preciosos que le se-
cundaron inteligentemente en su iniciativa,
y hoy el establecimiento a su cargo tiene
ya elementos de primera fila formados en
él y a él vinculados con los hondos afectos
que son de imaginar.
Tan es así (|ue el conjunto de nurses
está dirigido por la inteligente .señorita Mag-
dalena Veiga, tina compatriota que honra al
pais dedicando a ima labor tan inmensa-
mente simpática los dones de su claro inte-
lecto y de su bondad. Ocupa, con singular
competencia, el cargo de Directora interna
de la Escuela y en ella el doctor Nery tiene
un elemento precioso de colaboración.
Después de visitar este establecimiento
modelo no caben más tiue homenajes al
doctor Nery. fundador de la Escuela e in-
cansable sostenedor de la misma.
Es im nobilisiiro apostolado que Uev.t
a cabo el distinguido facultativo con una
abnegación admirable.
Las nurses realizan con los enfermos que
allí se asilan una práctica altamente cientí-
fica y fuera del establecimiento se dedican
a ejercer su profesión particularmente, cons-
tituyéndose entonces en elementos insusti-
tuibles dentro de un hogar donde se halla
un enfermo.
Junto a la Escuela de Nurses el doctor
Nery tiene su con.sultorio.
Verdaderamente asombrados asistimos a
una consulta, a la que concurren los enfer-
mos por muchas decenas.
El caballeresco y distinguido médico
atiende a sus enfermos, todos humildes y
necesitados, con tal renunciamiento de todo
otro propósito que el de darse por entero a
su apostolado, que no iiodemos renunciar
a tributarle aquí público y alto homenaje,
aim cuando sepamos de antemano que con
ello herimos la irreducitible modestia de
quien se ha hecho acreedor al homenaje
general, por sus altas virtudes galénicas y
])or el talento y preparación. que en su obra
nobilísima pone de manifiesto.
Asistencia g'eneral de los enfermos. Una de las salas de la Escuela Hospital durante la tarea
SRLECTA
EL Cuiuitó (le Damas
t|ue integra !a Comi-
sión (le Honor de la
Liga L'rngiiaya contra la
Tuberculosis organizó una
hermosa fiesta en el l'ar(|ue
Hotel, a beneficio de la co-
lecta (|ue se realiza anual-
mente en ])ro de esta bene-
mérita e ini])ortante institu-
ción, cnyos fines nu pueden
ser más altruistas y cuya ac-
ción se Irice sentir poderosa-
mente en la salud de nuestro
pueblo.
La Coinisión de Damas
(]ue con tanta inteligencia,
(dedicación y noble entusias-
mo, preside la respetable ma-
trona úoñii Bernardina !Mn-
ñoz de De María, coiubinó
]);Lra este festival ini progra-
ma de sumo interés, en el
cual figuraban niuiieros in-
teresantísimos a cargo de be-
IHsimas niñas, las cuales en-
cantaron a la concurrencia
con sus dantas y los cuadros
jjlásticüs.
-\ntes de comenzar la eje-
cución del variadísimo pro
grau'a. en el salón comedor
se sirvió un té. al cual dio
un alto prestigio social la
distirguidísima corcurrencia
(|ue alli bizo acto de presen
cia.
Luego se i¡asó al salón de
fiestas y al'i se dio cnmnli-
UMento al programa del fes-
tival. Fué. como decimos an-
tes, una serie de números a
cual más hermoso y a los
(jue la gran concurrencia
prodigó verdaderas ovacio-
nes.
Se destacaron de entre es
tos luímercs. algunos cua-
dros ])lá.sti'"os. muy bermo-
saiuente coirbinados v hábil-
mente interpretados por el
gentilisimo grupo de niñas
(jue tuvo a su cargo taii in-
teresantes números.
El cuadro que fué de ho-
menaje a la Liga mereció
una prolongada ovación.
Terminado que fué el pro-
grama, cnmijlido en t(jdas
sus partes, la orquesta eje-
cutó algunas piezas de baile,
las que ftieron aprovechadas
^sTÍ^-
%f^^
Señoras : Dolores Estrázulas de Piñeyrúa, Berta De María de Prat,
y Oficíales del Estado Mayor de la Escuadra Caperton
Señoritas: Stewart Vargas y Lossich Siri
Cuadro alegórico de homenaje a la Liga Uruguaya contra la Tuberculosis
]>UT el elementu juvenil que
se entregó con entusiasmo a
las dulzuras de Ter])sícore.
El éxito de este festival
como el de todos los (jue es-
ta institución ba realizado y
realiza, pru.'bau acabada-
mente los prestigios (|ue la
Liga tien: bien conquistado
en nuestra sociedad y la im-
posición (|Ue en el esuiritu
público ha conquistado su
vastísima obra de |)rofilaxis
y de socorro.
Las colectas anuales han
obtenido siempre muy buen
resultado y debieran en es-
tos últimos años liab.'rlos te-
nido mejor, si la situacio
económica del ])aís fuera
más desahogada.
De todos modos, la labor
de la Liga prosigue triunfal -
mente y son algunos cientos
los que forman en la legión
de los reconocidos al socorro
y al desvelo de esta insti u
tión que honra a miestro
jiaís. iK>T el cientifismo dv
su acción. ])or la vastedad de
la acción misna y ])i)r los be-
llos resultado."- (jue de esa la-
bor se obtienen.
Por el éxito del festival
(|ue da motivo a esta nota
y por toda la gestión profi-
cua que llevan realiz.-'da. fe-
licitamos a la distiugnida C(j-
misión de Damas, cuyos sa-
i?eados jirestigios son base
inconmovible ])ara el bu^n
resultado de los esfuerzos
(|ue se llevan a cabo y a los
cua'es aportan las uobilisi-
mas señoras todo el tesón di-
que es bien niereTcdora la
causa de los sufrientes y de
los humildes.
Creemos que es un deber
que iin]¡one la constatación
de hechos. es])ecializar esta
nuestra felicitación a la dig-
nísima ])residenta de !a Liga.
^eñora Bernardina Muñoz de
De María, quien por segun-
da vez ocupa ese elevado
cargo rodeada de todos los
])restigios y desde el cual ha
podido aplicar en Ijeneficio
(le la Liga las dotes precio-
sas de su inteligencia, de su
distincii'ni v de su bondad.
- SELKC T A —
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EL LEÓN CIEGO
( La edición cine acaba de ponerse a la
venta, hecha por suscripción popular, de
las obras escénicas de nuestro nialojírado
dramaturgo, da oportunidad al siguiente
juicio, aparecido el 17 de Agosto de 1911,
dos dias después de estrenada aquella pieza,
publicado en !a cróni:a teatral de uno de
los diarios de Montevideo, bajo jiseudó-
ninio. por nuestro colaborador, el doctor
losé Pedro Segundo.)
Ignoro que nadie hasta hoy. al menos de
entre nuestros autores dramáticos, se haya
aventurado a tratar el escabroso tema des-
arrollado por Ernesto Herrera en la obra
estrenada estas noches por la compañía del
"Cibüs" ; puesto que si él rebosa de no sé
qué suerte de bizarra grandeza, las difi-
cultades de su ex]iosic!Ón. para nuestro pú-
blico azotado jx)r las mismas pasiones de!
drama, podría suscitar al autor, a poco
que recargase las tintas de un bando, la
animadversión de la sala. Con ser tan ])al-
pitantes. desgarradores y trágicos los mil
y im e))isodios de la guerra civil en nues-
tro medio, sólo aquel serio obstáculo, en
cierto sentido insuperable, ha ¡jodido ser
el motivo por el cual no ha llegado a la
escena el más fugaz reflejo de nuestras
contiendas civiles, dejando de lado injus-
tificadamente toda ima modalidad tan pe-
culiarísima e inconfundible de nuestra so-
ciabilidad que pudo tenérsela por única en
un nioniento dado. El primer eloeio que
debe tributarse al autor es la decisión va-
lerosa ron que afronta en sii pieza tema
tan arriesgado y la habilidad meticulosa con
que, sin parcialidad por uno u otro bando,
sigue su drama hasta donde ha debido
llegar, sin mortificación para nadie, y so-
bre todo sin abdicar de la rigurosa vera-
cidad que es su mérito.
Porque es necesario decir que de aque-
llos tres actos tan interesantes y animados,
es una impresión de verdad sobre'-ogedora
la que surge irresistiblemente y de inme-
diato. Con una parquedad de recursos que
aparece a ocasiones como demasiado extre-
mada. i)ero que se halla perfectamente
concorde con la rusticidad del medio y de
los tipos, ííerrera ha evocado eficazmente
el ambiente campesino y pintoresco en su
primitiva rudeza y azotado por el venda-
bal revolucionario. Una gran sombra de
fatalidad irremisible pasa, oscureciéndolos,
sobre todos los destinos del cuadro ; y aun-
que se diga en la obra que aquella raza
l)redestinada se va, se la ve rea])arecer en
los hijos que sueñan de instinto con aven-
turas guerreras en el projiio momento en
que la catá.strofe cierra, desgarrándonos,
las alternativas del drama. Junto a tantos
incidentes casi todos sin variación, pero
(|ue no resultan monótonos, la pasión esta-
lla y pulula con un tal fervor inocente que
no es posible contener nuestras lágrimas.
Porque efectivamente, "El león ciego"
hace llorar y pensar: y es ésta quizá (a lo
menos, en un cierto sentido) la más alta
ponderación que ]nieda hacerse a una obra
dramática.
Tan npreciablcs episodios han consti-
tuido en conjunto un éxito justificadisinio
de la pieza de Ernesto Herrera ; pero ya
que ha llegado tan airosamente hasta ahí,
yo hubiera deseado verlo alcanzar hasta lo
último. Jí-xiste cuanto pueda desearse de
recomendable en la obra : argumento, no-
vedad, interés ; ])ero si yo no vacilo en de-
cir que "El león ciego" es un drama exce-
lente, no diré que sea un gran drama." Es
una lástima comprobar que el autor haya
troi>ezado por honestidad artística, con el
tipo destinado a exaltar los momentos
dramáticos de su obra, puesto que si el
l)rotagonista resulta verdaderamente hu-
mano por la ceguera y el reinidio. ha per-
dido también cuanto tenía de culminante
y dominadora grandeza jjor ese apoca-
miento fatal .Comprendo que Ouniersindo.
especialmente en el último acto, sea para
el autor el personaje imprescindible puesto
que es por su boca i|ue habla : ])ero bien
|)udo sustituirlo ])or otro, como por ejem-
¡)lo, la vieja, que no es necesario c|ue muera.
De esta conformidad y sin perjuicio para
las reflexiones que el autor ilebe hacer al
remate de su obra, pudo aquél vivir en su
ley (lo que sería hermosamente dramá-
tico), en vez de ajjarecérsenos tan desme-
drado y caduco, que ya no es más (|ue un
"estorbo" en la casa. Aquella resurrección
de sus instintos guerreros, al ver pasar a
lo lejos una división gubeniista, tiene un
extraordinario interés y magnitud, espe-
cialmente cuando reclama del niño (lue le
traiga el "os:uro" con que quiere reunirse
a sus fieles. Si para la economía del drama
tal como lo ha planteado el autor, es cierto
que el coronel debe quedar en la casa,
¡ cuánta mayor grandeza trágica, ¡¡ero irre-
sistible por lo verdadera y tremenda, no
hubiera alcanzado el autor haciéndole sa-
lir a la lucha, olvidado en un minuto de
exaltación, de achaques, resentimientos y
diatribas ! El final hubiera cambiado en
detalle, pero no en lo esencial ; y el autor
habría sacado ([uizá más ])artido abatiendo
el desastre sobre las mujeres inculpadas.
Fuera de esto y acaso sin pretenderlo el
autor, la obra resulta un convincente ale-
gato en pro de la sinceridad campesina.
Es una justicia que era necesario tributar
al paisano que hace nuestra grandeza y se
desangra por el cintillo. El no tiene la
culpa de haber nacido indomable, aventu-
rero y belicoso, máxime cuando no repara
en morir y padece sin queja la maldición
del destino. Este aspecto del ])roblema está
planteado por el autor con ima verdad sim-
pática y simple : y ])uede servirnos de ejem-
plo para probar que el arte sincero no ne-
cesita denigrar a hombre alguno, .\parte
alguna repetición (a la exposición de las
ideas) y el lenguaje, alguna vez un poco
suelto, la obra se escucha con marcado in-
terés y el estilo es siempre apropiado y
veraz como corresponde a los personajes
del drama.
No conozco ninguna otra obra teatral de
Ernesto Herrera : pero esta es suficiente
para informarnos favorablemente sobre
sus aptitudes dramáticas. Tiene intención,
evoca verazmente los ti])Os. parece como
que adivina inconscientemente la escena ; a
todo esto, le sobra una juventud bien tem-
prana. Si no descuida esos excencionale>
medios, es casi sesruro que la madurez na-
tu.ral de sus dotes ha de darnos, nara el
tiempo propicio, el autor que "El león
cieeo" nos ha dejado entrever brusca-
mente.
José Pedro Segundo.
— SELECTA —
i^os o¡o@ úe
Lady Rebeca
— ¡ liah ! Creyentes o escépticos, tem-
blando ante cualquiera de los rumores ([ue
pueblan la noche o caminando con fanfa-
rroneria de matasiete en las tinieblas, nin-
sjuno de nosotros escapa una vez en su vida
lie la visita del misterio...
— Hombre, eso de que ninguno... —
ol)jetó Carlos Quiñones.
— Ninguno — aseguró con ])rof undo con-
vencimiento Jesús Valsera.
Estaban en una sala del Club, im salon-
cito muy frivolo, sin carácter, decorado a
la moda del siglo XVJll, con esa banali-
dad amable (|ue acaba por convertirse en
uniformidad. Por esa misteriosa atracción
que ejerce sobre nosotros lo sobrenatural,
sobre todo a altas horas de la noche, la
conversación había ido a parar a esos ra-
ros acontecimientos en (|ue el misterio pa-
rece asomarse un momento a la prosa ano-
dina de nuestra vida, y Jesús Valsera
contaba .s"» casn.
— No sé si ustedes, menos enamorados
de Cosmópolis (|ue yo, habrán conocido a
Lady Rebeca Wintergay.
— Tengo una idea confu.sa — insinuó
Carlos. — Creo (|ue pasó una " season " en
Biarritz, pero yo nunca la encontré la be-
lleza ad.nirable que decían. A mí me pare-
ció siempre una muñeca bien vestida, pin-
tada, enjoyada ; pero siempre eso. una cosa
artificio.sa. falsa, es la palabra exacta; una
muñeca.
Con aires do confidencial misterio ase-
guró Jesiis :
— Es cierto ; tenia algo de muñeca, algo
de la Eva futura de Barbey d'.^urevilly y,
sin embargo, sus ojos. .
— Si. me iiareció (jue tenia una mirada
interesante. . . — asintió Carlos.
— No, no — interrumpió Valsera con
más vehemencia de la precisa ; — una mi-
rada, no, unos ojos. — Y jirosiguió expli-
cando su idea. La mirada es una cosa y los
ojos otra. Hay ])ersonas c|ue nos atraen, des-
])iertan súbitamente en nosotros una gran
simpatía, nos conquistan y hasta llegan a do-
minarnos por su mirada, y si vamos a es-
tudiar, sus ojos son vulgares, insignifican-
tes y, alguna vez, hasta feos. En cambio
hay ojos admirables, pero fríos, inexpresi-
vos, muertos como los ojos de las estatuas.
I^os ojos de Lady Rebeca — prosiguió el
narrador — eran de éstos. Dos esmeraldas
o dos záfiros (eran cambiantes como las
aguas del mar) de cabala ; dos geminas por-
tentosas incrustadas en un trozo de ja.spe de
un extraño blanco azulado ; dos peridotas
robadas en el sumergido palacio de la hija
del Rey de Is. Porque la única comparación
que aquellas divinas pupilas sugerían era
la de las piedras preciosas. Como ellas, te-
nían brillo y, sin embargo, estaban muer-
tas ; detrás de ellas no lucia esa misteriosa
luz de inteligencia que es amor, odio, am-
bición, entusiasmo o tristeza, no había nada,
nada más que el vacío.
A las últimas palabras sucedió una pausa
silenciosa. Los otros dos. interesados por la
historia, le escuchaban sin interrumpirle ya ;
él continuó:
— Nada más fácil en la vida frivola de
Biarritz que acercarse a ella. Su lujo, su
chic, aquella perpetua ostentación de joyas
fabulosas y de trenes atrabiliarios me atra-
jeron primero ; sus ¡lupilas me clavaron des-
])ués. ¡ Y me enamoré perdidamente de ella !
l^ady Wintergay, como todas las damas de
la loca caravana emigrada al través del
mundo, era una gran flirteadora. Persona
acostumbrada a tales homenajes acogiólos
con amabilidad ; mundana esperta seguía el
devaneo sin falsos .sobresaltos de pudor,
pero también sin peligro.sos desfallecimien-
tos. Y aquí e.stábairos. de la novela, cuando
una noche . . .
— ¿Una noche?. . .
— Una noche de luna, una de esas ma-
ravillosas noches de Biarritz. en que mar y
cielo son como un prodigioso jjalacio de ojía-
los en la lechosa claridad del satélite, hablá-
bamos Lady Rebeca y yo acodados al ba-
randal de Villa Sans Soucci. Había habido
una fiesta de trajes, y Rabeca. vestida de
Schezereda. toda envuelta en tules y gasas
recamadas de j)lata y ])erlas, cuello 3' brazos
cubiertos de perlas enormes, de portentoso
oriente, estaba bellísima. La magia de la
noche, la hermosura de la dama, el can-
.sancio morboso del fin de fiesta, y tal vez
¿por qué no? el champagne envolviendo mi
espíritu en auras de melancolía, pusieron
acentos de tristeza en mi voz, bañaron mis
palabras de contenida pasión y vertieron
en ellas, como un ungüento maravilloso, la
amargura de los grandes dolores sin es-
])eranza. Lady Wintergay parecía escu-
charme con un anhelo hasta entonces des-
conocido jiara mi, vencida mal de su grado
por una súbita ráfaga de pasión. Las ma-
nos destiozaban involuntariainente una flor ;
el pecho palpitaba y en las pupilas muertas,
en las misteriosas gemas de embrujamiento,
brillaba una mirada húmeda y apasionada.
Súbitamente habló. Su voz era suave y mu-
sical, llena de inflexiones, de amor y de
tristeza; ¡Jesús, por misericordia, por ca-
ridad, por compasión, no me hable usted
así! ¡-'\h!, ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Si supiera el
horror, el misterioso espanto de mi trage-
dia ! Estoy condenada a ser así siempre, a
ser una estatua de mármol, algo admirable,
bellísimo, divino, pero que sólo puede con-
templarse en la desolada glaciedad de las
salas de un museo ! Mis ojos para que vivan
es preciso que sean siempre eso, dos pie-
dras preciosas que nunca, oye usted, nunca,
pueden reflejar lo que siente el espíritu. El
día — continuó trágica y fatal — en que
mis ojos se alumbren con la llama divina
de la pasión, ese día la llama misma los
consumirá.
Calló Jesús para encender un cigarro, sin
que sus amigos, cautivos en el interés de la
peregrina historia, osaran interrumpirle, v
al fin reanudó :
— .\sunlos de gnuí interés |>ara mi. ale-
járonme a! día siguiente de la ]>laya fran-
cesa y perdí de vista a la interesante cria-
tura (jue por un momento estuvo a punto
de turbar mi serenidad es))iritua!. Pa.só
tiempo: de tarde en tarde tenia vagas no-
ticias de su vivir andariego y. por fin. un
día supe (|uc Lady Rcl)eca \N'intergay. abro-
c|uelada en una gran ])asió:i. se había deci-
dido a desafiar la terrible fatalidad (|ue se-
gún ella ])esaba como un conjuro sobre su
existencia.
— i Bah ! — rió Carlos, irónico. — ¡ Que
tú no le gustabas. . . y se acabó!
Cuando sus interlocutores e.s))eraban una
explo.sión de amor projíio. oyéronle decir
con voz timbrada de tristeza :
— ¡Ojalá! .\si por lo menos no hubie.se
dejado una huella iml)orrable en mi re-
cuerdo. — Des])ués continuó ; — Fui pa-
sando el tiempo, reanudé mis correrías ])or
líuropa y, im día. al entrar en el ::omedor
de Montreux - Palace, me detuve yerto.
; Sentada a una mesa frente a mí, aconipa-
ñada de un caballero de aire discreto, comía
Lady Rebeca Wintergay ! En la suntuosi-
dad fastuosa del diniíig - room. en la reber-
veración de las luces, en la escenografía de
las plantas tro])icales. entre las mujeres cu-
biertas de sedas, de ))Iumas. de pieles y de
encajes, destacábase como una leina de le-
yenda, la inglesa. Toda vestida de Chan-
tillyes blancos sobre los que temblaban los
fulgores de los diamantes y las esmeraldas.
))ermanecia serena, estática como un icono.
Estaba bella, infinitamente bella. ])ero con
la belleza muerta que me inquietara en otros
tiem])os. Sus pupilas maravillosas tenían aún
menos vida que antaño y ])ermanecían in-
móviles, fijas en un jnmto imaginario. Inú-
til que me inclinase cortésmente. inútil que
en todo el transcurso d; la comida no apar-
tase mis miradas de ella. Lady Rebeca ])a-
recía ausente, lejana.
— Acabada la comida corrí al Burean del
Hotel y i>edi los libros de viajeros. Allí es-
taba Lady Rebeca Wintergay. Y tras su
nombre otro no;nbre que puso en mi espí-
ritu una inquietud irrazonada ; el doctor
Nanetti.
Hízose otra vez el silencio. Carlos y
Montería escuchaban con esa inquietud con
(|ue oímos las historias de aparecidos. Je-
.sús parecía ])resa de gran excitación. Siguió
la historia ;
— Durante unos cuantos días viví pen-
diente de aquella rara mujer. \'eíala en el
comedor, en el concierto, en el auto, siem-
¡jre en compañía del misterioso doctor, siem-
pre inmóvil, con los ojos fijos en un punto
imaginario siempre. Inútil que buscase una
ocasión de hablarla a solas, inútil que ace-
chara la .salida del médico, jamás, jainás
])arecía dejarla. Al fin un día. . .
Los cabellos de Jesús se erizaban, y he-
lado sudor corríale por la frente.
— .\1 fin, un día al atravesar una gale-
ría, vi la puerta de su cuarto abierta de
par en par. Miré dentro y... ¡Lady Re-
Ijeca ! Estaba sola y vuelta hacia el balcón,
líarecia abismarse en la contemplación del
lago. Resueltamente entré. ¡ Más me valiera
haber huido ! .W sentir el ruido que hice.
Ladv Wintergay lanzó im débil chillido \
volvióse hacia mí tendiendo las manos como
hacen los ciegos que temen desplomarse en
un abismo.
— Retrocedí mudo de horror. ¡ En el ros-
tro de belleza estatuaria, en el nácar rosado
d€ la piel en que la boca era co-iio una flor
de pasión, los ojos habían desaparecido, y
dos negros agujeros ponían el horrendo
sarcasmo de la muerte, la atroz ironía de
las calaveras ! ¡ Sobre una mesilla, como dos
gemas de alucinación, brillaban los ojos
azules! ,í. //. f.
StLtCI A —
EL
5nob
POR
JOSÉ PE
LASERNA
fSnuh.'
Y eso ¿ con qué se come ?
Con lo que ustedes quieran y en su pro-
pio jugo.
El siioh no es un tipo de ayer por la ma-
ñana.
Niliil iKn'iim . . .
-Aquí lo representa nuestro clásico y tra-
dicional ¡Ícente.
¿ Dónde va N'icente ?
Donde va la gente.
Kn tiempo de Panurgo ya hahia snobs
en figura de carneros.
Vean los modernistas cómo no han in-
ventado ni eso.
El panurynismo de ayer ncS es más que
el snobismo de hoy, y el snobismo de hoy
no e.s más que la selección, el refinamiento
del i'iccntismo histórico entre nosotros. Mn-
tatis mntandi . . .
El snob es el Vicente chic, pcliiit, be-
carre, smart, sícell. C|ue de todas estas ma-
neras y otras más lo .sabemos decir cuando
nos ponemos a snobear, vicentcar y panur-
yuear.
La corbata de moda, la iglesia elegante,
el santo de última novedad . . .
Este es el ideal de los snobs de ambi
sc.xi; todo lo C|ue es moda, todo lo que es
elegante, todo lo ([ue es bien, como dicen
ellos.
Y lo mismo en lo humano que en lo di-
vino.
Há poco — por ejemplo — se llevaba
r. ucho el niño milagroso que tenía en su
tienda un encuadernador de la calle de la
X. X.
Cayó el niño.
Shoking.
Luego, le dcrnicr cri de la devoción ele-
gante fué San Expedito.
¿Por qué cambian de santo igual que d?
corbata ?
lor eso.
I'orque es. . . vcry sclect.
Si fuese bien tirarse de cabeza i)or un
Viaducto, quizá se tiraran, como se tira-
ron al mar, uno tras otro, siguiendo el
ejemplo del ¡¡rimero, sus antecesores los va
.susodichos carneros.
Las modas filosóficas, las m.odas litera-
rias, las modas artísticas, tienen también
sus correspondientes snobs.
Especialmente el teatro es el caldo más
apropiado para el cultivo y florecimiento de
la especie.
El snob teatral no ijasla nada de su jiro
pió país, y se perece ]jor las novedades ex-
tranjeras.
Lo que fuera de aquí es indecente. a(|ui
resulta hasta moral.
Lo que aburrido en el París soñado, ale-
gre e interesante del mar para acá.
L'n cabotin de la foirc de pain d'epice
se transforma con el viaje en un Máiquez
o un Romea.
Cualquier grote.sco. ])ornográfico y dis-
paratado sainetón, encanto de dcbauchcs.
rastaqourcs y dcmi - viercies, es el colmo de
la suprema distinción y de la creme.
Claro está que aquí y en todas parte.s
hay muchos que distinguen de comedias,
como de corbatas y de .santos, y saben poner
ios santos y las corbatas y las comedias en
sn punto.
Hablo del snob - tipo, de esa calamidad
simiesca, entusiasta inconsciente de lo nue-
vo, jjor nuevo y no por bueno, que se crea
un estimulo y es una remora, que se tiene
por un Brummel y es un Isidro.
Mi primo Tonito — ya murió el pobre - ■
era mío de éstos.
Xo iba al teatro en todo el año — si se
exceptúan los días de moda, soirécs fasliio-
iiables V demás solemnidades, " a v?r quién
había" ; — pero en cuanto se anunciaba una
novedad extranjera, ya e.staba él allí de los
primeritos.
.\ntes le faltaría a Tonito el monocle —
(|ue como no lo necesitaba, lo era de nece-
sidad im])rescindible — que su abono a la
comiiañía francesa, o portuguesa, o italian.t
o lo c|ue fuera.
Xaturalmente. no sabia italiano, ni fran-
cés, ni ])ortugués — ni castellano, por su-
l)uesto, — y se enteraba de lo que sucedí i
en la escena con^'o el negro del sermón.
Pero había imaginado, a pesar de ser
tonto, una ingenio.sa martingala para hacer
buen pa])el — segím decía el ])ro])io inter-
fecto.
Como estaba tan bien relacionado en ,',;
litUite. se acomi)añaba al teatro de un agre
gado a la Embajada del país de que ¡iroce-
dían los cómicos, y se admiraba o se reía
cuando se reía o se admiraba el otro. Va-
naos, (|ue veía la comedia como los có-
micos las hacen, con apuntador.
L'na noche me jjresentó a su cicerone.
— ¿lis usted -- le dije — el agregado do
lurno que trae hoy mi primo?
— Xo, .señor — u'e replicó afablemente
el joven diplomático. — El agregado siem-
l)re es él.
Otra clase de snobs más nocivos y mo-
lestos son los (|ue conocen las obras y en-
tienden el idioma. Estos van siempre de-
lante de los cómicos y del ])úblico, explican
lo que va a ocurrir, traducen y comentan
lo que ha ocurrido, madrugan y se ríen
del chiste antes del chiste, y no dejan ver,
ni oir, ni entender, ni vivir al de la butaca
de al lado.
¡ Si al menos fuesen tan eruditos en lo
nuestro !. . .
Pero...
Ya Iriarte lo dijo: [
Español (|ue tal vez recitaría
(|UÍentos ver.sos de Boileau y el Tasso.
es jíosible que ignore todavía
en qué lengua los hizo Garcilaso.
OilMiJM de SíaiitnnA.
'V-
— SELECTA —
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¡I iJaqina U
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11 J| linos ^11
'%°°oooof;^^0000°^°°'
María del Carmen,
Juan Andrés y Enrique Carril Urta
Era el 16 de Enero de 1317, en Mendoza.
U de gloriosas tradiciones.
Un calor sofocante invitaba a la tradicio-
nal siesta, que daba a la capital el aspecto
de ciudad dormida.
El G'ncra] San Martín estaba terminando
las últimas dísDosiciones de su gigantesca
cruzada libertadora, casi fantástica, y las
grandes fatigas de su vida de actividad im-
ponderable, habían alterado seriamente su
salud y padecía de un tenaz insomnio, según
consta en la historia del procer, escrita por
el General Mitre : « San Martin no dormía
pensando en los inmensos y escarpados mon-
tes que tenía que atravesar su ejército».
El General, que había velado toda la no-
che última finalizando hasta los más peque-
ños detalles concernientes a su próxima cam-
pana, estaba descansando con un sueño lige-
ro que el máv leve ruido interrumpía.
Remedios acar ciaba dulcemente la rizada
cabellera de su hijita, quien de vez en cuan-
do fa besaba en silencio, convencida de que
debía respetar la consigna de velar el sueño
de su padre, evitando cuanto pudiera moles-
tarlo.
De pronto se oyó el trote de un caballo
que se detenía en la puerta de calle, siem-
pre abierta, y luego un dialogo que fué
tomando visos de altercado, entre el asisten-
te que hacía la guardia con orden de no de-
jar entar a nadie.
Despertado el General, apareció en la
puerta del dormitorio preguntando lo que
ocurría. Ella fué a inquirir el incidente y
regresó diciéndole con su dulce sonrisa;
— Es una viejzcita que vino í caballo y
trae un gran envoltorio que quiere entregarte
personalmente.
— Que entre, — dijo él, mientras tomaba
en sus brazos a la nena.
Un momento después, Remedios introdu-
cía a una vieja, pobremente vestida, trayen-
do con fatiga, sudorosa y sofocada el atado
María Lilia Etchevest Zuviría
cedes... Sí me dan permiso pa besarles las
manos a los dos, me víé contentasa !
Ambos extendieron sus manos, y la pobre
paisana, después de limpiarse la boca con el
rebozo, las besó con unción, como algo sa-
grado, y se retiró.
La niñita, que había contemplado en silen-
cio la escena, dijo:
— Papasito, yo quiero que me bese a mí
también la mano la viejecita, y darle dos na-
ranjas para ella y su hija.
— Anda, hijita, y realiza tu buen deseo.
La nena presentó sus manitas a la paisana
quien se las besó, ron lágrimas en los ojos,
y esperó-.-. Volvió Ja niña y entregó sus
naranjas, encargándole que no se comiese las
dos, pues una era para Juanita
Al salir la mujer, volviéndose hacia el Ge-
neral le dijo, con voz profunda, profética :
— Vea señor, esa frazada íe trairá suerte
porque está todita llena de bendiciones de
una vieja que rogará toditos los días a la
Santísima Señora del Carmel, por su mercé
y sus soldados.
— Así lo espero, y hasta la vuelta— con-
testó el jefe.
Remedios, saliendo detrás de ella, la hizo
aceptar y«rba y azúcar para que tomaran
mate en su nombre.
Y San Martip, ai envolverse los pies en la
gruesa manta, pensando en su esposa y su
hijita, recordaba, emocionado y agradecido,
el amor y la abnegación de aquellos habitan-
tes que no habían omitido sacrificio alguno
para ayudarle en los preparativos de la mag-
na campaña que su mente genial había con-
cebido y que su férrea voluntad realizó en
pro de ia libertad de las naciones hermanas.
Catíta Góme2
que depositó a los píes del militar, al que sa-
ludó con la clásica frase de :
— Dios lo guarde a su mcrcé, señor Gene-
ral, por muchos años. Es el caso, que dendc
que se corrió la noticia d'esta gixerrA que
parece una pesadilla, pero lindoza al mesmo
tiempo, yo, con m'faija. qu'es muda la po-
brecita, nos pusimos de tarea a tejer esta
frazada pa que se engúelva los pieses su
mercé en la pasada e la Cordillera, »nde
hace tantísimo frió que al fínao mí viejo se
le chamuscaron las puntas de los déos en una
ocasión. Porque sí se le infrcan a su mercé
los pieses, le puede dar la punA. que es ma-
la enfermedá, u cualquier otro ira] pior
(que Dios no permita); pero estando bien
abrigao no hay ci:idao nenguno, y la patro-
na puede estar sigura de que su mcrcé y los
soldaos pasarán sobre las lomas de la mon-
taña lo mesmo que las águilas- Gücno, ano-
che nos himos amanecido yo y la Juanita
cardando la frazada que ha salió gruesa y
peluda que da calor de sólo mirarla, mas
que no ha quedao muy bonito el píntao de
la guarda, por el apurón con que la himos
tejió, y como somos lerdazas y el telar está
más viejo que yo, ^u mcrcé dispensará los
defectos, mirando sólo la giiena inteocióo. . .
San Martín y Remedios miraban alternati-
vamente el donativo y la donante, verdade-
ramente emocionados.
— Mil gracias, cxc¿lcnte paisana; acepto su
generoso regalo, y dé. en nuestro nomWe.
las gracias a su hija; — y sacando de su bol-
sillo dos monedas de plata, tal vez las úni-
cas que poseía, se las alargó, diciéndole: —
Acepte estas moneditas para que tomen mate
en mi nombre.
La vieja se negó a recibirlas, diciéndole:
— Yo le aprecio la volunta a su mercé,
pero me daría pena pensar que se ha mez-
clao plata al regalito que le traiba y que ha
sio hecho pensando todito el día en sus mcr-
R. Puebla de Godov.
Luis Alberto Muño* Casterés
Carlos Pérez Gomar
— SELECTA^
^Y-
EL que sufre el reglaje, goza
el viaje. Hsto. que debiera
ser una máxima en todo
aeródromo, por la sencilla a la
vez que poderosa razón de que
a mi me conviene, la puso en
práctica el Infante don .■\lfonso.
y Dios se lo pague.
Le había acompañado en dos
pruebas de reglaje, y yo os ase-
guro que el ejercicio de temple
espiritual que se hace yendo con
él a estos ensayos, es muy sano.
Encabritamiento. picado, saca-
corchos, todo continuadito y en
su .^"-ado máximo. Hay que te-
ner estómago de marino inglés.
y aun asi hacen los ojos chíri-
vitas y llega un momento en que
parece que tragamos una nuez
entera. Y en tanto él. cuando el
aparato está casi perpendicular
al suelo, y vemos el surquito fjue
nos ha de recoger en su seguro,
se vuelve sonriente, y señalando
con el brazo extendido el ex-
tremo del ala (|ue gira ?obre
nuestras cabezas, dice:
— \'ea. vea. ya no vibra más
(pie a((uel tensor.
Yo asiento con la cabeza y me
(juedo con deseos de contestarle :
— Señor, yo también vibro una
miajita.
Pero una vez pasadas estas
pruebas, ya puede asegurarse que
el aparato está como un diaman-
te, que dicen los hebreos.
Y a la mañana siguiente, pre-
via cesión del puesto por el te-
niente Olarte — ; colmado sea de
bendiciones!. — nos vamos al
éter, orgulloso él de su aparato
y yo aún más por acompañar al
augu.^to piloto.
La tierra está tentadora, brdla
la nieve en el Guadarrama, el
motor ronca poderoso, ya no vi-
bra ni el alambrito de la vispera :
me señala la dirección de El
Escorial : debo poner una cara
de júbilo que le hace sonreír y
enfila decidido la montaña. ;Qué
dicha volar en un dia tranquilo,
en un buen aeroplano y con un
gran piloto!
.\bajo van pasando : Retama-
res: a la izquierda queda Villa-
viciosa, que tantas veces he vi-
sitado ; el monte de Boadilla, que
salpica la tierra de puntos ver-
des, tierras de labor. Hacia Ma-
drid y en toda la cuenca del Man-
zanares, una gasa blanca cubre
la tierra. Viajamos a goo metros,
flemasiaclo bajos: los puebleci-
llos muestran sus sencillas pla-
zas y producen sensación de églo-
ga. Como en aero la conversación
es algo difícil por el ruido del
motor, hablamos i)oco y me de-
dico al monólogo.
Iba ensimismado, a la vez que
gozaba de la visión del paisaje,
sin preocuparme de otra cosa
sino de que aquella nubecilla cir-
cular que forma la hélice si-
Una excti&rsión al Erscorial
en Aeropl
. el Infante
con
n Alfonso
TEAM JOCKEY CLUB
Ricardo Gómez — Beníamín Capurro — Carlos Rtviere — Carlos Zumarin
Ricardo Zumarán Gualberto Rodríguez Larreta — Carlos Rodríguez Larreta
Jorge Maschwitz — Arturo Alvarez Mouliá ~ Fernando de la Sierra — Jorge Barbat
o ooaaoaaoaDaoooDQODaaaoaooaDDoaaai
icáJÉ^áfeoí
DDOoooaooaooaoooaooooDoooaaaoooa °
¡ UN PARTIDO FAMOSO §
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a oaoooaaoaaaoaaooaaaooaacaooooaaoooocooooaaaaooaciooaDaaoaooocoQaaaaooaDaa o
a o
° Fué un partido " formidable ". Algo que dejará recueriíos imperece- g
g deros. g
g Los dos teams se portaron heroicamente. g
g Se luchó con bravura, con arrojo, sin miedos y sin tachas. Todos g
^ Caballeros Bayardos. g
g Un grupo selectísimo de concurrentes, en el que predominó el elemento g
g femenino, fué un entusiasta coreador de las proezas realizadas por los g
g jugadores. g
g No puede decirse que alguno de los jugadores estuvo flojo. g
g i Para qué ? g
g Todos estuvieron colosales y el entusiasmo del público estuvo a punto g
g de desbordarse en diferentes ocasiones. g
g Dio el Kik el Ministro de Instrucción Pública Doctor Don Rodolfo g
g Mezzera. g
g Y a los 18 minutos de iniciado el partido Barbat hizo el primer g
g goaL g
g Hubo incidencias de todo calibre y el triunfo correspondió, al. team g
g del Jockey Club. g
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O QooooaaoaoaooaaoooooaaaaaaaooaQQQ^^A^r^^iDaooaooaaoaaooaaoQOQOooaQoooaaoa o
■JlJWiil-
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o TEAM CÍRCULO D2 TENNIS g
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a Rodolfo Sarda— Enrique Real de Azua — Eduardo Castro — Joaquín Serratosa o
O Mario Pascual — Alien Crocker — Sidncy Buck Enrique Lasala — Doroteo Williman g
O Juan José Arteaga — Juan Carlos Da Silva a
° <?
^ooo O DaDOOoooaDoaaüOQaooooooQoaooaooooaooDoaoaoooooo 00000000000000000000^
guiera redondita y transparente,
cuando una sacudida algo vio-
lenta distrajo mis pen,samientos.
Llegábamos a la Sierra ; el rio
Guadarrama corre por unos ba-
rrancos profundos y el terreno
comienza a ponerse hosco. Pienso
que un aterrizaje allí sería a
pro])ósito para dedicarse después
a la venta de astillas, y vuelvo
a mis banales pensamientos ; pero
un meneo más fuerte me indig-
na un poco.
— i Bah ! serán los gnomos del
Escorial; ¿pero qué importan los
íinomos llevando un Mercedes?
— digo jugando puniblemente el
vocablo.
El Escorial está a nuestra vista.
Los montes de Siete Picos, La
Maliciosa, reverberan al sol. El
espectáculo es soberbio.
Un tercer meneóte más fuerte
hace casi patine a S. A. el vo-
lante que antes llevaba confia-
flamente con una mano.
.\ partir de allí el camino se
hace insoportable: los meneos se
suceden rápidos y bruscos ; cada
vez más intensos. Las corrientes
encontradas de la Sierra nos za-
randean como a un papelito. Tan
pronto sentimos levantarnos de
golpe como descendemos, de proa,
a veces de un costado, otras del
otro.
Su Alteza, que no corrige nun-
ca, sino que deja que por si solo
el aparato se restablezca, mueve
el volante y los pies. Yo le (liria
de muy buena gana. ¡ Rumbo a
casa! pero cotiozco el temple de
su alma y confio en él.
El Escorial está muy cerca.
Unos minutos más y estaremos
sobre él. ¡¡ero ; qué minutos !
Ya distinguía perfectamente los
detalles del Monasterio, disparé
mi máquina, y rapidisimamente
hube de agarrarme al cinturón
de Su Alteza con una mano,
mientras con la otra oprimía con-
tra el pecho mi cámara, porque
me vi fuera del aparato. El me-
neóte fué bruta!. S. \. volvió el
rostro indicándome que aquello
estaba imposible, y vi gozoso que
viraba.
Proa a Cuatro Vientos ya. su-
frimos como si nos dieran dos
puntapiés para echarnos de El
Escorial, y a los tres minutos la
calma se restablecía completa-
mente.
; Qué felicidad volar en medio
de ella! ^
.\ la hora tomábamos tierra en
el Aeródromo, y por todo co-
mentario S. \. me dice al des-
montarnos :
— ; Hemos tenido un viaje un
poco duro !
Y yo, que aunque me esté mal
el decirlo, estoy algo acostum-
brado a las fatiguillas aéreas, me
quedo estupefacto repitiendo la
frase de Cuchares :
— ..'Oí^r quedrá'
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ñctuante en la época más esplendente de \a Inflepen-
dencia y Óe la organización nacional, fué una de
las matronas que descolló con moa acenlucóos prestigios
en la sociedad de entonces. R su entusiasmo, que no tuuo
¡amds desfallecimientos, a su bondad ilimitada, se debe
en gran parte la fundación de la Sociedad de Qamas de
Beneficencia Pública, institución que fué la saluaguarda
de todos los hogares humildes. En los solones brilló con
toda la magestad de sus prendes físicas y morales. Uin-
culada su uida a la del esclarecido facuItatiuD don Rntonino
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C. Pfeiff & Cía.
Bartolomé ÍDitre y Saranóí
mOHTEUlüEO
ANO I - NÚM. 8
MONTEVIDEO, DICIEMBRE DE J9J7.
Oficinas; CIUDADELA, 1387.
DIRECTOR: JUAN CARLOS GARZÓN
HLVespués
ac la
Tliíisaclcdjuífo
Ipa ]\ Lavídad de nuestras abuel
vLopía tic un (|icib(iclo tic fti época.
— JítLtCIA
LA BANPERA
PEL
PRECURSOR
Discureo pronunciado en el
"■ Teatro Solis ",
en el primer centenario
de la Bandera de Artigas
(Año 1915)
Señoras ; señores : '
Permita el cielo que mi voz vibre esta roche
con sonoridades de bronce; que escale alto el
l)eiisamiento y el corazón se agite estremecido
]-or la grandeza de este día meridiano ; que haya
una armonía perfecta entre mi palabra interpre-
tativa y el sentimiento que adivino en el suges-
tivo fulgor de vuestros ojos : necesito esa ins-
piración purísima para hablaros de la bandera de
Artigas en la hora de su primer centenario, por-
que esa bandera es la Igualdad, la Democracia,
la República,, el Derecho, pero por encima de
todo, más alto que todo, esa bandera es la pa-
tria misma: la patria sin guerra civil, hermana-
dos todos los orientales en la misma aspiración
de vida soberana : la patria donde se guardan
cenizas de muertos queridos y se mecen las cu-
nas que anuncian la aurora de una vida nueva. . .
la patria donde el cielo es más azul, el aire más
puro, los prados más verdes, más cristalinas las
aguas, la raza más altiva, las doncellas más be-
llas, las esposas más puras, las madres que saben
preílicar con más altura la suprema religión del
sacrificio.
.•\ la manera como los padres sienten predi-
lección y centuplican su ternura para el hijo que
más ha experimentado la adversidad y el con-
traste, los pueblos colocan en la preferencia de
sus grandes amores todos aquellos símbolos que
encarnan altos ".deales y que recuerdan a la vez,
lágrimas y sacrificios, infortunios y dolores. Sar-
miento, en su bella oración a la bandera — la
nota más alta de elocuencia del genial escritor
— nos describe el espectáculo que presenció en
Norte - .\mérica. donde desfilan doscientos mil
soldados, en "un torrente de hombres, hierro,
acero y bronce". Cada regimiento lleva su ban-
dera y toda vez que la multitud advierte el sím-
bolo nacional, aplaude frenética : mas de pronto,
custodiada por treinta y seis soldados — resto
de todo un regimiento — aparece ' ' una percha,
una vara llena de sablazos, con la moharra me-
llada y rota, pero gloriosa como ninguna" y
ante esa asta que tiene un girón de bandera, des-
colorido por la lluvia y el sol, manchado por el
humo de la pólvora, salpicado de sangre, des-
pedazado en el combate, el pueblo entero pro-
rrumpe en llanto, recordando el campo de Gues-
burg, donde cuarenta mil americanos han dado
su vida por la patria.
Hoy, al ver a Montevideo embanderado con
el pabellón de .artigas, más de un patriota habrá
sentido taníbién. como el pueblo de Washington
en la ocasión referida por Sarmiento, los ojos
nublados por alguna lágrima pronta a rodar.
Ksa bandera que la .América entera debe venerar
como la única bandera del republicanismo puro.
es la gran calumniada de la historia : primera
en la gloría, pero también, primera en el infor-
tunio. Hay blanco y azul de cielo en sus fran-
jas, que sólo la grandeza de un firmamento que
no tiene fin puede simbolizar la ilimitada gran-
deza de esa enseña... hay. en esa roja diagonal,
sangre de martirio sudada por Artigas: ese mar-
tirio con que la humanidad flagela a sus gran-
des benefactores, llámense Galileo, condenado a
ceguera por su iiiirar profundo en el espacio,
o la cicuta de Sócrates o los grillos que opri-
men a Colón, o el puñal que ultima a Lincoln
y jHjr encima de todo, el madero que atormenta
a Jesús; martirio que convierte la vida de Arti-
gas en un eterno calvario, en los dolores del
éxodo, en los cuatro años 'de la invasión por-
tuguesa, donde de sesenta mil habitantes entre
hombres y mujeres y niños que componen la po-
blación de nuestra patria, diez mil muertos, diez
mil anónimos, que han quedado en las hondo-
nadas y valles, en la calvicie de los cerros, os-
curos, ignorados, sin cruces ni plegarias, sin
tumba ni féretros, "sin tañido ni recuerdo'...
martirio que se acrecienta a todos los instantes,
cuando se le (laclara fuera de la ley. a precio su
cabeza, aquella cabeza genial, caucásica, de óvalo
perfecto, de ojos azules llenos de ternura y de
relámpagos, nariz de águila, enérgico el mentón,
recio el perfil, las comisuras de la boca contraídas
en un recogimiento meditativo, frente alta como
si de ella fuera a brotar un mundo ; martirio que
lo acentúa la traición, luego la calumnia a través
de la historia y esos treinta años enterrado vivo
en aquel sepulcro del Paraguay donde Gaspar
Francia como una limosna, le da amparo, sin
pensar que en el correr del tiempo, como dijera
un poeta aludiendo a un exilado gigante. Arti-
gas le otorgaría al dictador la suprema limosna
de hacerlo inmortal por haber dado asilo a su
gloriosa grandeza sin mancilla.
Cuenta una leyenda sentimental cantada por
la musa inspirada de Heine, cómo en cierta co-
marca de la tierra surgió la vida ante el magno
sacrificio y el canto dominador de un ruiseñor.
El cielo estaba muy azul, poblado de nubes blan-
cas, inmóviles y tersas. El ave, en un supremo
anhelo de sacrificio, con el pico se abrió he-
rida, extensa y penetrante, en medio del pecho.
A la manera como brota el agua de potente sur-
tidor, la sangre de la herida corrió abundante.
Manchó de rojo la tierra, pero se vio, al breve
tiempo, en la mancha roía, transformarse la
sangre en un rosal. A\ venir la aurora del nuevo
día. la planta apareció cubierta de ro,sas, de ro-
sas encarnadas como llamaradas de incendio. La
voz del ave de la leyenda hendió el espacio y ante
sus trinos, vinieron pájaros de todos los contor-
nos, porque esa voz era un mensaje de abnega-
ción, de concordia y de amor, al mismo tiempo
que brotaban lirios azules, violas y alelíes, oli-
vos y castaños, almendros en flor : pero los trinos
del ave deberían vibrar en todos los instantes,
bajo el sol radiante como en la noche inquieta y
misteriosa, porque si esa voz se apagara y tornase
el silencio, doquiera reinaría la muerte : las flo-
res, marchitadas, perderían su fragancia, el nido
su calor, el césped su verde y los árboles roda-
rían por tierra como encina fulminada por el
rayo.
Como en la leyenda podría decirse que Arti-
gas se hizo una herida profunda en pleno co-
razón al abandonar para siempre el suelo nativo,
en un renunciamiento que no conoce precedente
en la historia; como en la leyenda era menester
la voz del ave en todos los instantes para que
reinara la vida, así también aquí, necesitamos
(jue la voz de la tradición artiguista vibre en
todos los momentos, porque el día que esa tra-
dición, que a todos nos une. de tenaz resistencia
al invasor y de porfiada defensa de nuestros
fueros, se borrase del corazón de los orientales,
^podríamos estar seguros que en nuestra patria
reinaría la noche, la noche sin aurora de los
pueblos que pierden su indei)endencia para con-
vertirse en vasallos o esclavos de extrañas so-
beranías.
Vosotros conocéis, señores, el sueño genial de
Bolívar : renovando la vieja fórmula de los
griegos que tuvieron sus anfictionías en Del-
fos, creyó que del golfo de Méjico a los ma-
res que protege la cruz del Sur, el continente
todo podría congregarse en una gran confe-
deración americana, -^caso no hay que desespe-
rar del sueño gigantesco del Libertador. No
sabemos ante esta formidable catástrofe enro-
I)ea, si estamos frente a la tumba de un mundo
(|ue se va. frente a la cuna de un mundo que
nace, pero no será difícil que al correr de los
Uistros venideros, en suprema armonía de fra-
ternidad y de amor, se convierta en realidad la
noble quimera de Bolívar : entonces, señores, la
confederación izará como enseña de .América la
bandera de .«Krtigas : la única en el Continente
(pie simboliza la Repíiblica, que no juró adhe-
sión a Fernando VIL ni pensó con Belgrano
y San Martín en la testa de coronado príncipe,
ni habló con el lenguaje de Bolívar del consula<lo
vitalicio : enseña de los altivos, de los oprimidos,
de los libres, ante la cual la Democracia ame-
ricana ha de descubrirse diciendo en hora de
reparación histórica que pronto llegará: ¡Salud,
bandera de .'artigas ! ¡ Salud, inmaculada bandera
de República ! ¡ Salud, señora de los inmortales
destinos ! . .
He dicho. |
í('ííj/ii'»í//w» Bcllrán.
wz¿^
por sos virtudes, por su clara inteli-
^ gencia, por la autoridad social que
inviste, Doña Enriqueta Latorre de
Costa ha impuesto en su respetabilí-
simo hogar todas las exquisiteces y
todas las noblezas que constituyen su
más preciado blasór, y que sus hi-
jos han recogido y conservado como
invalorable herencia. Matrona de altos
prestigios, ejemplo de bondad, fué la
compañera del gran estadista Dr. Án-
gel Floro Costa, y es boy una figura
altamente representativa de nuestia
más culta cocied<d.
— SELECTA —
En el comedor del palacio, bebiendo una copa de champagne por los dueños de casa y el éxiio de la fiesta. — Señoras de Henderscn
Back, Lamme, Norton, señoritas Alvarez Mouliá y Hunié, Ministros Baltasar Brun y A. Mitcheil Innes y señores Henderson, Hughes y Garzón.
FUE una fiesta de tan novedosa bri-
llantez, que ella ha de quedar en el re-
cuerdo de todos los que tuvieron la
dicha de asistir y será evocada siempre como
uno de los más soberbios esfuerzos indivi-
duales en pro de una idea altamente bené-
fica.
La distinguida señora doña Beatriz de
Henderson merece los más calurosos plá-
cemes. Fué su propósito organizar una fiesta
excepcional y en verdad que lo consiguió
plenamente.
En su magnífico parque ubicado en la
calle Lucas Obes el festival se desarrolló
con un derroche de buen giisto. La decora-
ción no pudo ser elegida con más acierto :
Ln cL
parque
el parque es una verdadera maravilla ; el
boscaje algo encantador y las flores en abun-
dancia que se diria ilimitada, impregnaban
el ambiente de todos los más delicados
f)erfumes.
Momento en que el Exmo. Sr. Ministro de Inglaterra abrió el acto con un breve discurso, que fu¿ entu-
tUitsmente aplaudido. Podean al Sr. Mitcheil Innet, nuestro Canciller 7 miembros del Comité de Honor.
¿Cómo no resultar una fiesta estupenda,
la que en tan encantador escenario se rea-
lizara ?
La señora de Henderson y la Co;riisión
de Damas que tuvo a su cargo la completa
organización de la Kermese al aire libre, no
se dio punto de reposo en su labor y así
el más resonante triunfo coronó todos sus
afanes nobilísimos.
Lo producido por esa magnífica fiesta se
destinó, demostrando con ello un ecuánime
criterio y un noble deseo de hacer el bien sin
limitaciones, a la Sociedad Cristóbal Colón,
a la Sociedad San Vicente de Paul, a los
pobres de Villa Muñoz y a la Cruz Roja
Británica.
La Comisión de Honor y la Comisión Eje-
cutiva estaban compuestas por un núcleo de
distinguidísimas damas, que con sus pres-
tigios sociales. aseguraron a la Kermese el
más resonante éxito. Todas esas damas tie-
nen en su haber honroso muchas y muy im-
portantes obras de caridad, pero esta Ker-
mese pone en sus merecimientos un verda-
dero galardón.
Jamás en Montevideo se ha visto una
afluencia tal de concurrencia, en una re-
sidencia particular. Desde la dama más al-
tamente colocada en sociedad, hasta la más
humilde. En una simpática afirmación de-
mocrática, todos (los potentados como los
modestos), contribuyeron a la obra benéfica
con una generosidad admirable.
La Kermesse se prolongó por varios días
y siempre con una concurrencia que sobre-
pasó los cálculos más optimistas.
En la magnifica residencia se habían ins-
talado diversos kioscos, un tinglado bella-
mente decorado y diversidad de entreteni-
mientos.
Y fué realmente encantadora la vista de
aquellos kioscos, donde núcleos de bellas y
distinguidas señoritas, vistiendo trajes ca-
racterísticos, vendían con una gracia atra-
yente y una exquisita amabilidad, los obje-
tos de arte y fantasía que se habían rece-
— SELECTA^
Uno de los kioscos de venta — Señoras: Platero de Wilson, Mané de Hughes, Pereíra de Pietracaprina, Boffil de Lasala, Back de Cooper,
y señoritas : Margarita Benzano, Celina Costa, Esther Alvarez Mouliá, Marieta Morquio.
■K
lectado con ese objeto, superando las dona-
ciones, todas las más risueñas esperanzas.
El Excmo. señor Ministro de Inglaterra,
Mr. Mitchell Innes, al iniciarse la fiesta
dirigió, desde el escenario construido en
medio de la fronda, unas elocuentes palabras
a la concurrencia. Fué el discurso de aper-
tura. Las frases del señor Ministro, de justo
elogio a la labor realizada por las Conisio-
nes de Damas, y de admiración por la be-
lleza de la fiesta, fueron recibidas con gran-
des aplausos por la concurrencia.
En el momento que el diplomático britá-
nico dirigió la palabra a los presentes, es-
taba acompañado en el palco, por el Excmo.
señor Ministro de Relaciones Exteriores,
doctor Baltasar Brum y por la Comisión
de Honor.
Inmediatamente de inaugurada la fiesta
en forma tan solemne, la concurrencia se
dispersó por el soberbio parque, agolpán-
dose en los kioscos, donde las hermosas
vendedoras comenzaron su tarea. La venta
adquirió proporciones inusitadas, aunque nu
fué eso de extrañar, pues se llevaron a la
subasta objetos de gran valor y muchos de
in-])ortancia artística.
Pocos momentos después de iniciadas y
cuando las dos mil personas asistentes a
la Kermesse se entregaban al placer de la
])ermanencia en el her¡roso parque, el co-
aredor de la regia mansión de la señora
Henderson se abrió para dar entrada a un
reducido número de invitados, los cuales
fueron gentilmente obsequiados con una
copa de champagne. Estaban presentes en
ese instante el señor Ministro de Inglaterra,
el señor Ministro de Relaciones Exteriores,
los señores de Henderson y algunas damas
y caballeros.
Y mientras en el salón - comedor se fe-
licitaba calurosamente a la dueña de la es-
pléndida residencia por la soberbia fiesta
organizada y ofrecida a nuestra sociedad, en
el parque la concurrencia realizaba la más
eficiente obra de caridad contribuyendo con
su óbolo al reclamo de las distinguidas se-
ñoras que constituían la Comisión Organi-
zadora.
Las damas, gentilísimas, lucían sus toi-
lettes de colores claros, llenando los jardi-
nes con la elegancia y coquetería que las
hace tan seductoras.
Y todos, agradecidos a los deleites que
¡jroporcionó la interesantísima fiesta, única
en los fastos sociales de estos últimos tiem-
])os, permanecieron en el amable ambiente
hasta muy entrada la noche.
Durante los días en que funcionó la Ker-
messe, la afluencia de público fué siempre
nniy grande, exce])CÍonal, y de esa suerte
el resultado obtenido, y que se entregó a
las instituciones de beneficencia antes nom-
bradas, fué muy importante y muy hala-
gador.
Nosotros unimos a ¡as fecilitaciones calu-
rosas y elocuentes que los señores de Hen-
derson recibieron, por su nobilísimo y es-
pléndido gesto caritativo al ceder su gran
])arque para la realización del festival,
nuestras felicitaciones más sinceras, con-
vencidos de que nada es más justo que este
homenaje tributado a personas de tan ele-
vados sentimientos.
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que constituyeron el atrayente programa.
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Ú] En el comedor del palacio, bebiendo una copa de champagne per los dueños de casa y el éxito de la fiesta. Señoras de Henderscn
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I .a -rfha-a ,¡r iiriiiirr-.ai \ la (."i'ii-ii'a
'Ir llama- uiir lavi> a -ii ra'"L;.i la maiplrla
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La .i"-:Í!;u;)' la -ra.ira ¡..fia llralia/ .Ir ^-^
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í- -I ~. |- ar -a ] iv. •;.■!-■:. I ' .:";^an;zar ■'lia i ;r~la
. \. ■■■,., '!i .;;a' \ <-;\ \.r.la.I .¡ar i.. r.'a-ÍL;air
;.' 'laaaiMr. r! |.ar.|a,- r- ana \ nMa.Irra niaraviiía : n rriuaan v nii imMr .Ir-n . .ir liarrr rl l.i n -in
Kn -a na-niía-.. ¡.an|::.- a^K■a■.^l m la i...->-a ir ai^. . rnranla.i..i- \ la- í;..rr- ni ai.an- linalaricaír-. a la Si.rir.la.i (.'ri-l.'.lial Col.'.ii.
..aür i. ara- 'i!m- ,-1 íi--:-\a: -r il,--arr. lil.". .laiuaa .|ar -r .liria iliaiila.la. iai] ivr^nalian ;, ¡;, Sorir.ia.l San \ irruir .ir l'anl. a 1"-
.-.iii Mil .lrri-..,-lir .ir liarii Lia-l'.. I .a .lia-i!-a- ri anil.irnir .!.■ i.i.l..- i..- nía- .iiaira.l. .- ]..il,rr- .ir \ illa Mnñn/ \ a ia Crn/ Iviia
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alaa.-- n.ii.iii-nii.i-.
1... |.i'..iiaua.lii |iipr r-a iiiaLiiiifira i'ir-la -r
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nni I n -a lialirr iiunru-i, inariía- \ niiu i.ii-
laiUr- liia-a- .1.- rari.la.i. |.ia-.. r-la Kn--
na-r ]riiir rii -II- iiK rrriaiiriiin- iiii \[aaia
'iría, i^al.ai'.ic ill.
Jaira- ni Miinlr\aiirn -r lia \i-in una
ailaniria lal .|r ciniriiia'nuaa, tii ana rr
-i.iniria ].aniriilar. i )r-.ir la .lama nía- al-
lamniir riil.,ra.la ni -..rir.ia.i. iia-!a la ma-
im 1 iiiir. ÍMi ana -impaln'a alirmaram -i'
iia.rralira. ti..i..- i!.,- | » .u nla.ii i- r.ann l.r-
m. 1 lr-1..- I . r. lima' lia \ na .11 a la ..lira li lu-íira •
r. iii mía L^riirr. i-:.iai| a.iaiiraiilr.
i .a l\rnilr--r -r | irnli ill^.'i |i.ir Miriii- .iia-
\ -¡rai|irr r.iii ¡Illa rniuairrnuaa .|ar -..lnr-
jia-ii i'i- ralriili.- ma- n¡iii iii-ia-,
l-'ai ia iiiaL;iii íii'.a rr-i.iniria - ■ iiaiiian iii--
ilain .lurr-.i- Ivi.i-rn-. mi liii;;"'a.ii i iirila
a riilr .Irmrai.i \ .ln n-i.ia.i .j.' nilrrlnii
niiria. 1-.
^ liir rralairiiir (airanlaiiiira la \i-la .i ■
a.|arii..- Ivi..-r.i-. .ii.ii.ir nnrlr.i- ,ir iirlia- \
.li-liiiL;iii'ia- -rñiiriri-, \a-lirn.i.i Irajr- ra
riK'li la-lir. .-. \rii.iiaii r.iii una ui'.'naa aira
Momento en que el Exmo. Sr. ¡Vimistro de Inglaterra abrió el acto con un breve discurso, que tuí cntu- >nilr \ ana r\.|m-ila ainalini.i.a. I, m- nlijr-
siastamente .aplaudido. Podean al Sr. Mitchell Inncf, nuestro Canciller y miembros del Comité de Honor, I"- 'la IH'I ' ^ lail'a-ia i|ai- -r lialii.ail laaai
SI^LÍICI A
Uno de los kioscos de venta Señoras: Platero de W'ilson, Mané de Hughes, Pcreira de Pietracaprina, Boffil de Lasala. Back de Coopcr. ;i)
y señoritas : Margarita Benzano, Celina Costa, Éstlier Alvarec Mouliá, Marieta Morquio. 5
'lOial'i i'i 1:1 1- ■ oiiii i! I. ~:!]icri:iil.i la- ^lniia- -;i .■l.iiln al n\-¡a:ii'i 'K- la~ .li-l!!i;^aMa- -■ ■i-!\ L;i'a;iMi-. i\ia¡i.->.aa:. . 'i'- i -a -■¡, V;
i-ara--. Ii:.la- la- 1IKÍ- la-a.-ña- r-|. aMU/a-. ñ'ira- ¡¡-.u- Oip!i-;ÍKiiaii la l.'.iaii-!. . a 1 Ir^aiil ■•■'. rr-aaa-l.. m],i.ii:1i. \ .¡-v. -:■ r-':v.-L;"
l-'.l |-'.\.-aai. -rñ.ir Miiii-lia, ^K- Inulalrrra. /alura. la- i-a-:-ra>-:.iar- i ■ li.airí;.-. ii.-a aa' ■- ii. .ni
Mr. Marlull Inac-. al iiiiciar-r la íi.-i.. I, a- laa-a-, i;,:ii!:i-'a'a-. laiaaii -i- I"' a'a^la-, f:r :ra> iai] ..riai;;,- \ ai;, lia'a
.liri-Í!'. Ji—K- r] r-i-aiavi.i lain-lianli . ;ai aau- \c c>>]:ir.-- claia.^, lliaaii'b ■ 1. ■- i:,r 1- -a^.r.
111, 1¡,, ,|r la íroa^la. ana- rl.Hau-nU-- i.alalira- in- >a.a la, .■!; uraiuaa > ,-■' <:\rUv:\ .pr la- /,..-..; r, ,- aiii i:^ .- a la - f, ■,■■;■• i. a ,a^-- -.;! ■
a la ruih-urnau ;a. I'ur rl .li-ciir-i. ^U- a|Ha-- liaar laa -.■.ru-l..ra-. r'i-a- \ , iM.-anii,-- a-'r l.i- ~,íí.,v,- la II,-
, 1, a _,.,-,, ,r Mlawir.i ,l,-ia-i, ^ l.l..-. a !■ i'a i lia-MM- a In- iKlir.a- I!.- lii'-í.i' laa-'naaa,::. •■ ¡r -a a. ilr':-: '■. 1 \ ,.-
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irr--r. la ail'.uaua'a 'I-a luiMiai
iPaia lili.-.
Iiira. I .a- I ra-a- ilr: -i-iVir .Miai^irii. (1,- ja-! . ^ I'],.-, ai;i-,aiKaa>lM- a 'n- lUlrr.a-
>l..i;i.i a la lalpi.r raali/a.la ]i"r la- C'oii;-;.. pr. i¡ii.:aa..ii,', 1:, liurra-aali-iaia t:r-ia. un
,,,-. ,1,. Uaa^a-. \ •\r aijiiiiiaua.'.a ]n,r la lia- m :..- ia-|.;- -n.aai ■- .la , ■-!.!- ullitn..- li. aa ].ai-.¡aa -.ara la r.-aa/a.'a .a .1 ' '"
li.va .!.■ la !"ii-:a. fa. aa .a raailii.la- .a.a ;.íran- ;."-. ¡..aaiiaiu-aa la.ii .-a rl aaialila aail.ánia a:a'-l:-a- f,-1a--!aa¡. .a.- a a- -laa, -,,
.!.•- a'.laa-.i- i...r la laiaiauaaauaa. Iia-la ira) laiii-.a.l.a ia iii.v'laa \ ■ n,a ¡..- .la .in- ii.a la 1- a ai- la-a . .|
Kn'rl nKinaaih, .|iu- al .li|.l.aiiatua. lnala- I Jnraii!.. !..- .ha- <ai .|aa f aaaa .11. . la K. r a..ni.aiaia ;raiai;,.l.. :, ;..!--..aa- i. ;
iiiíai .lirii;ii'i la jialalira a |.i- ].rr-riiu--. r--
lalia .aa.i 1 ].aña.lo ra a! ¡..alen. |i.,r <1 l-'.xaa!...
-.al. a- .Miiii-lr.i .la Ixalaaaaia- l'',\liaania--.
.|..al..r l'.al',a-ar iliain \ |...v la (.'n iii-i. ai
.I,' ll..ii..r.
I iiiri'.llalanaai: ,■ .1 • in,iii'4ar:,.ri la lia-la
.ai l'i.ra'a. laii -..I,- pila, la a. .aaiirraiKaa -a
.li-.na'-.. ¡...r rl -.il.rrliiii ].an|na. a;.;..liian-
.l..a' ni 1.1- l..i..-an-, .l.>ii.Ia la- liarain-a-
\ .ai.li'l..ra- a. 'iiira/ai'i.ti -a I.irra. I.:i \aaila
a..|.|aiiai'. ].r. .| .. .raa.ai-- ian-ila.la-. aan..iia iv .
íiir r-i. .ir r.Mi'añar. ]iar- -a llr\ar..a a la
-alia-la ..¡lirl..- .Ir '^y.íw \al.>r \ niaalia- .h-
!! I .a'iaiuaa arii-li.aa
I'. .a..- na .111. MI. .- .l.-piir- .Ir ini.aa.l.a- \
anan.l.í la- .1..- mil par-mía- a-;-;anir- a
1.1 l\.taiir--r -r rn i iaa;al 1.1 11 al plaa. i" .U- i.a
pnaraia laa.a rii rl li. lai..-.. |.ai"i|aia rl .a.
ar.|..r ilr la layia niaii-i.'in .1- la -.i'inra
Mrn.lrr-..n -r alna.'. ].ara .lar rnira.la a nn
rr.lnri.l.i nnaaa-.i .|r iiualail.i-. 1..- rnalr-
i'nrr.iii m lunniiaiu- . .li-r.|iiia.i..- a. ai 1111:1
aii].a .|r v-lian:| ¡ai^iua l-'.-lal)an |.r.--'aiiir- ,11
r-r in-laiiU- rl -la'iMr .\lini-ir.. .Ir ln;_;lalrrra.
rl -ii'ii.r .\lnii-ir., .ir Krlaai. .nr- i-'.\lariarr-.
1.1- -rñ.ir- .Ir i l( ii.lrr-..a > aluaaa- .i.aaia-
\ .'alíala m-.
^ iiiirnlra- rn rl -al.m a.i.iir.li.r -r ir-
laalaiía ralani-.ana ni a a la .Inrña .Ir la r--
|.lrn.ii.la rr-álmaia |".r la -..lua-Iiia lu--la
nryaiii/a.i.a \ oi'rrai.la a iiaa-lra -. .ai.-.la.l. n
.1 ¡jai"'|iir la a. .lU'arrriuaa laali/alia la n:a- El publico frente al tinglado oyendo los cantos y presenciando los baile
.a"i,-a.iii,> ..lirrt .!.■ . -ala. la. I .a Hit ril 111 \ . ai. I. ■ .aiii que constituyeron el atravente croerama.
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— SELECTA —
Señoras : PrUto de Martínez, Marquesa Maestri Molinarí, Madame Ketcls, Señora Estrada de Estrada, Señora Lcrena de Yéreguy, Señora Pringles de Abente Hacdo.
Señoritas de Vidrella y Azevedo. Señores ; Marcial Martínez de Ferrari, Ministro de Relaciones Exteriores Dr. Baltasar Brum, Plenipotenciario de la Argentina íeñor Caries de Estrada,
Plenipotenciario del Brasil Señar Cyro de Az!/¡Ío. Pl;nt33tcn:iario d; Sioiñi Señor Siívio Fernández Vallin y Alonso, Plenipotenciario de Inglaterra Señor Alfredo Mitchell Inés,
Plenipo enciario d- Italia Marques Maestri Molinari, Encargado de Negocios de Cuba Señor José María Solano, Hncargado de Negocios de Bélgica Señor Lnnque Ketcls,
ETCargado de Negocios del Paraguay Señcr Luís Abente Haedo, Ministro dzl Interior Dr. Pablo Varzi, Ministro de Hacienda Don Federico Vidielta, Ministro de Instrucción Pública
Dr. Rodolfo Mczzera, Introductor de Diplomáticos D. Fermín Carlnsde Yíreguy, Secretario de la Presidencia de la República D. Arturo Brizuela, Doctores Juan Antonio Buero, Enrique Buero.
Edmundo del Cas¡tlIo, Matías Alonso Criado y Señor Pablo Minelli (hijo).
NUESTRA sociedad testimonió su afecto in-
tenso y su galantería exquisita al ofrecer a!
señor Marcial Martínez, ex Ministro de
Chile en nuestro país y a su distinguida esposa,
doña Carmela Prieto, una serie de suntuosos ho-
menajes, aprovechando su hreve pataje de despe-
dida por nnestra cap.'tal.
La gentilísima señora Celia Alvarez de Amé-
zaga presidió la Comisión dé Damas que tuvo
a su cargo la organización del te danzante que
se ofreció a los esposos Martínez - Prieto en los
salones del Club Uruguay.
Fué la fiesta deliciosa, una brillante exteriori-
zación de las hondas simpatías que conquistaron
los homenaieados en nuestra sociedad, en los
años que el caballero don Marcial Martínez re-
])resentó en el Uruguay a la gloriosa República
de Chile. Al reunirse todo nuestro gran mundo
en los salones del Club Uruguay, donde la fiesta
alcanzó un brillo singular, no hizo otra cosa que
retribuir, en forma galana, todas las atenciones,
delicadezas y afectos que los esposos Ferrari -
Prieto tuvieron para con la sociedad montevideana
en su larga estadía entre nosotros.
De esta suerte, no pudo extrañar a nadie, que
a tnn ilustres huespedes, se les ofrecieron en plei-
tesía, comidas, tes, saraos, etc.. y como corona-
miento admirable a esas atenciones delicadísimas,
la reunión en el Club Uruguay, cuyo éxito fué
de tal magnitud que ha de ser recordado en mu-
cho tiempo con verdadera admiración.
Kl tlía de la recepción, a las 5 y 30 los homena-
jeados hacían su entrada en el srran salón del
Club. La señora Alvarez de .A.mézaga, en compa-
ñía de su e-^po-so. el doctor Juan José de ,\mé-
zaga, aguardaba a los esposos Martínez - Prieto,
en el hall de nuestra aristocrática institución,
para rendirles afectuosa acogida. Rodeados por
un selecto número de sus íntimos los obsequiados
hicieron su entrada al Club.
enafe a los
esposos .^
Iniciada asi la recepción, las horas transcurrie-
ron velozmente en aquel ambiente de refinada
elegancia y de verdadera distinción.
Una orquesta ejecutó las piezas de baile más
en boga y los entusiastas por la danza aprovecha-
ron la atrayente circunstancia entregánílose a los
amables y elegantes giros, con veríladera jiasió i.
A las 7 se pasó al gran salón - comedor, donde
un soberbio lunch fué servido. Allí pudimos admi-
rar en toda su brillantez soberana a la concurren-
cia que dio a esa reunión tan alta importancia
social.
Desfilan atrayendo las miradas todas, sub\u-
gandü con la esbeltez de sus siluetas i:n|)ecabíes,
extasiando con la riqueza y buen gusto de sus
toilettes las señoras y señoritas que dan extra-
ordinario relieve mundano a la recepción.
\" asi veo pasar ante mi, y obligándome a ren-
dir en admiración todos mis sentimientos : a la
señora Margarita Uriarte de Herrera, sencilla,
aristocrática, con la serenidad majestuosa de una
soberana; a la señora Celia .Alvarez de .■\meraira,
que ofreció el admirable contraste de su toilette
Legra, ue su sombrero negio, uc su ecnarpe üei
mismo color, con la blancura de su rostro, mar-
Banquete ofrecido por el Excmo, Señor Ministro de Relaciones Exteriores a los esposos Hartiner- Prieto
fil maravilloso, donde se reúnen todas las deli-
cadezas de la línea ; a la señora María Merce-
des Cíbils de Castellanos, reina entre tantas rei-
nas de belleza y de elegancia, dominadora como
una sultana, en cuyos i'asgados ojos negros re-
posan todas las expresiones tempestuosas del
afecto. Encerraba el ébano de sus cabellos un
sombrero de plumas blancas y conservamos en la
retina el encanto de su imagen sorprendida mien-
tras que con admirable elegancia saludaba a unas
personas de su relación y sonreía mostrando dos
hilos de perlas tras de sus labios ; a la señora
K'isa Rodríguez Larreta de Estrázulas de una
elegancia modernísima, parisina, selecta ; a la se-
ñora Rosina Pérez Butler de Blanco Acevedo,
que envuelta en un traje color rosa, era la en-
carnación de un símbolo de poeta ; a la señora
Margarita Brunel de Barreiro. cu\'a suprema ele-
gancia destacaba aun más la distinción impecable
de su silueta : a la «eñora María Angélica Pla-
tero de W'ilson, de gallarda arrogancia, domina-
dora, espléndida con su toilette correctísima,
adornado su corsage con varios hilos de perlas,
altamente chic.
V haciendo nn esfuerzo y poniendo a prueba el
poder de mi impresionabilidad, recuerelo aún a
las .señoritas: Plácida N'illegas Suárez, Margarita
Idiarte Borda Platero, María Magdalena V'illegas
Márquez, Margarita Cat Alvarez. Amelia Már-
LU.'z Vatza, Mece es Aroeena Folie, Martha I).le-
.•^ias Castellanos, Ernestina Muñoz Oribe, María
Elena Wilson, Margarita Saavedra, Marieta
Morquio, María Luisa Díaz Eournier, Isabel ü"
Brien, Esther Altamirano Villarnovo. Corina Seré
Rücker, Sara Torres Cabrera, Orfilia Solari, Es-
peranza Basáñez, Paulina .\lgorta Cantuso, Ame-
lia Burme;-tcr, Julieta Spangemberg, Virginia Mi-
-helerena, Elvira Zorrilla de San Martín, Silvia
X'ictorica, Laura Wilson Castellanos, María Te-
resa Piaggio Garzón, Zulema Giuffra, Blanca
Gorlero, Mercedes Castells Carafí, Silvia Ace-
vedo Braga, Erna Figari Castro, .\delina Pérez
Montero y María -angélica Montero Buítamante.
¿Habéis alguna vez imaginado un jardín maravi-
lloso, jardín de hadas, de ensueño, jardín versi-
llesco. jardín donde las flores tuvieran rostros
de belleza divinal, de tersura alabastrina, de to-
nalidades semejantes a los arreboles más deli-
cados y más tenues en un tramonto excepcional ?
¿Habéis imaginado, repito, un jardín de leyenda
oriental, que no soñara Semiramís, ni Príncipe
moro, ni Kedive suntuoso, ni Raiah fantástico?
Pues un jardín así, parecióme ese grupo de ni-
ñas distinguidísimas, cuyos nombres mi memoria
ha guardado como un tesoro. La coloración ad-
mirable de los rostros de unas, el perfume es-
piritual de otras, la elegancia impecable de todas,
la gracia encantadora de éstas, la coquetería, el
donaire de aquéllas, las hacía, ;oh!. sí, flores
de maravillosa belleza, que adornaron iíis salo-
nes del Club Uruguay como pocas veces lo he
visto, y fueí'on la más estupenda guirnalda que
pudo idearse para el homenaje a los ilustres
huéspedes : el diplomático chileno y su esposa,
cuyo recuerdo ha de perdura; en nuestra socie-
dad con toda la intensidad de la cortesía, cultura
y bondad que originaron tan señalada ofrenda.
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Son ..-> 1, Jo V,l;o:].i V Aoovoi ■ So.i-:o-. : Mir.; .: M i-i. .: .u Ho:, -.n. M: ,- ■■ , lo koL, : i no Kmoi..... ir ü.i'r.. ..:■ Lm.m,. l^iorui-.io.ioi-i, ,o ,:o ;.. ' A t .> ,,i ■■... > , i,-.- i" i,;. , \ F ■
Pío- ir"to>-.OT,f:<. Jol Er,i>-.! Sofi .- Cv> ■ -io -\ : ■. ■ i ., --" --i • ■ n i i ■ -i ■ r£ - ..i . Son -r ^I ^ ■ > Ko ti n-io " \' ni n \ A .m- n Pioin;- .to.i nii-iM io lni:;.i'ori.i Nvunf Al-io.ín M-( hoü 'no
Pion.l-.. on nrn. i inic M.n^io- M n --•i , M .|nn,. n En .-o.iÍm ,1o N.^n ,n^ do C.in íom.r l.<0 M..1..1 ,Sn:.i".i. l., i,,.ji,, Jo Noí.nm- Jo fco ."-.n-i l-,n. ^,, K.-.~.
El. ir.nil- J.- N.,". ..- >.! F,i-..o-(,v S,n-, Ln. Al.l.o HuJi. Mnt..ro J-i ln!Cr,.-r Dr. I'..!-:.. V.iv.:.. M.n.-.m J. Hi onj, U.,n Ko Join . n V ■. J . o ! 'n Min,,'... .¡o In m , n.„ i',,!:
1>,.. KnJ.nl., Mo,- :o ... I..t.nl;, n.r Jo Ii,;-:nin..., n. \>. Hornnn il inl . ■ Jo Yo, o.n.y. So.TOI.irio. Jo l.i IV0-. 'onon. j. ;.i i-'o-,,! !, , 1> A.nn-., Emnolj. Do -..,0 I.n.n Ann n .. i;,,,,. . Knn^,,. 1
Hl-n-..tJ.. lo! C.,,.,;,.. M.iln..- A:..n..i .c:,n.J.. y bon., P.,!;.. M no! i..,.
M' ^-li^N ■..;.!:. Mn,:-,n, .,
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I l¡;i. I.a -n.n.r;! \'..,m. / .1. \'n../.i;o.
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— 5»tLtCIA
EL TIMÓN
Pensador solitario el timón es instinto
Y es meditación sobre el gran laberinto
De los solemnes mares. Es el mago-piloto
Que da luz a las sombras y razón a lo ignoto.
Es el genio latente; es la suprema ley,
Dócil como un pastor y altivo como un Rey !
Su ciencia ilimitada abarca los destinos
De todas las edades y de todos los sinos,
Al enigma descifra y descubre el arcano
Del misterio infinito que guarda el océano.
Tiene alma y voluntad; debe de ser intensa
Y ruda su mirada cuando en la noche piensa.
Cuando a solas medita en hondas soledades
Contra el embate recio de sordas tempestades.
Gozoso de trazar en su obscuro aislamiento
El cauce que destruye la voluntad del viento.
¿Dónde escondes tu clave geroglifico mudo?
I Quién ha templado el nervio de tu valiente escudo ?
¿El hombre? ¡No ! Mentira. El hombre te ha forjado
Rudamente en el molde, pero tú has hallado
En el crisol la idea y tus fibras vibrantes
Engarzan de los astros sus prismas de diamantes
Y tus luces que irradian del ocaso al oriente
Sobre el caos lanzaron, este reto: ¡Detente!
por
Luz que se interna a solas y las noches sorprende
En su meditación; luz que se enciende
Con más intensidad sobre la mar inmensa
Como diciendo al brazo que le gobierna: Piensa!
Arado palpitante que en las grandes mareas
Vas dejando en el surco un semillar de ideas.
Noble alma de acero, farola del Destino
Que con tu lumbre de oro te labras el camino
De la posteridad. íQué fuera del valor
Si tú no le prestabas al gran Conquistador
El tesón admirable de tu porfiada ciencia?
^ Qué fuera de la audacia y de la inteligencia
Si tu ayuda negabas al genio alucinado
De Colón que veía este mundo ignorado ?
I Qué fuera de la raza, de su saber profundo
Si de tu ley se apartan, Padre del Nuevo Mundo?
Nada de nada. Señor!
Tú eres de nuestras patrias el grande Redentor.
Tú eres el texto sacro que todo lo compendia.
El corazón vigía, la clara luz que incendia
Todos los horizontes con su extraño arrebol.
Tú eres el pensamiento, tú eres el crisol
Que funde los espacios, trenes nervio de sol !
— SELECTA —
loooooociooooi
lOOQOOOOOOOaOOUQOOOOOOOOOOOOOCOOQOOOOOOOOOOSOOOOOOOi
oocoooooo
ooooooooi
looooooooooooooooooooooooooooi
)oooí)ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooccooooooooooooooocooooooooooooooOOO
^o'OooooO OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOCOOOOOOOOC" "
Ooo oooooQOOOoooooooi
ooooooooooooo
g'°°®"'\
o o
o o
o o
o o
o o
©
loooooooooo
/'^omo una admirable encarnación de todas las per-
fecciones de la raza, surge ante nuestros ojos,
esta dama tan distinguida, tan culta, tan gentil y
tan virtuosa. De una belleza esplendente. Doña
María Mercedes Cibils de Castellanos es compa-
rable a un astro que irradia en nuestros salones:
orgullo de una sociabilidad que tiene su definitiva
imposición ante el propio y el ajeno concepto:
y alirmación de un espíritu elevado y exquisito.
— SELECTA —
o o
o o
o o
o o
o o
o o
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"-^ ecos DEL ULTimO rñmPEOHRTO DE TEHHI5 , ^^^
_ Qamaa y caballeros que tomaron parte en el Campeonato de Tennis, reallzai^o en el Circulo de Pocitos.
Señoras: Platero de Real de Flzúa, Fuentes de Sardo, Garabelll de Platero, Coop^r de Buct;. — SenDritas: Diga Setieres Hoffman, Blanca Butler.
Concepción ñmézago, Blanca Broue, Raquel Dupont y niuarez, Florentina Bútier. Señores: Sarda, Croctier, Platero Fyn, Rodé, Figari, Legrand y De Firmas
^OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOI
iCOOOOOOOOOOOOOOODOOOOOOOOÓOOOOOOQOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOi
ERA bajo las frondas de Araiijuez, en los
bordes del Tajo y a la luz de la luna. Ver-
bena de la Corte española distraída de los
negocios públicos y acogida al recuerdo de otras
cortes famosas por el amor y la galantería. Mii-
sicas enervantes ponían en el espíritu un amar-
gor de melancolía en pugna con el holgorio de
las discretas damas, regocijadas por el ambiente
picaro que las envolvía, con el rumor creciente
de la intriga amorosa y la esperanza del escándalo.
Decíase que la Reina...
El gemido de los violines aún no era bastante
para empañar la comezón criticona de los caba-
lleros, más puestos al platicar que al bizarro juego
de las armas.
Hablábase sin rebozo de un caballero militar
que merecía singulares afectos de una mujer in-
signe por su cuna y alabada por su hermosura
como por su discurso ameno. En los labios de
los parlachines no hallaban sino finezas y loas los
dos amantes, sin reparar en que el incienso, que
era para el militar riquísimo perfume de Oriente,
irritaba los lagrimales de un marido, que andaba
por medio, tan coronado por su pueblo como por
las liviandades de su egregia esposa.
En el corro de la Duquesa de los Arrayanes
(que con algún mote andaluz hemos de conocer
a aquella dama andalucísima), jactábanse los con-
tertulios de la amistad con que les honraba el
afortunado amante, y no daban reposo a la len-
gua ideando proyectos que le fueran gratos para
merecer su confianza y su cariño en el próximo
día de la exaltación. Y cuando las profecías eran
más halagüeñas para la suerte del presunto ti-
rano de España (porque tiranía y privanza son
viMrablos gemelos), tomó la palabra el abate emi-
grado del país de los Luises por santo horror a
perecer a manos plebeyas, y, pidiendo la venía
l)ara impugnar la premisa que hasta entonces es-
cuchó, dijo de esta manera;
— Extráñame, señoras y señores míos, que, en-
juiciando sobre el porvenir de tan grande señor,
os mostréis unánimes. No me parecería ligereza
si en la frente de algunos de los reunidos no di-
bujara el tiempo la huella de su curso. Pero no
hemos de engañarnos con la ilusión de la juven-
tud, y mirémonos en un deleitoso espejo que
corre entre la arboleda en demanda del ancho
mar.
El abate, que gozaba fama de discreto, no se
libró de las iras mentales de la Duquesa y sus
contertulios, mal avenidos con la leyenda de la
Hutnanidad. que se hace vieja antes que la vo-
luntad lo pida. Tampoco en ¡os oídos de los ca-
balleros petulantes cayó bien el consejo de mon-
señor, y optaron por el disimulo, invitándole a
seguir el discurso tan enojosamente comenzado.
V advirtiéndolo el abate en el fruncido gesto <le
los oyentes, cortó como pudo el exordio, sentando,
como arranque de su relación, que está bien adu-
lar al que se encumbra cuando tenemos la sos-
-Ifi
isloi'ía Ipjemplai'
© © ©
pecha de vivir poco, advirtiendo a la gente jo-
ven que es mejor esperar, como dicen los árabes,
para ver el cortejo fúnebre del enemigo. Así
que hubo terminado con este sermón, poniendo la
moraleja antes que la fábula, anunció que contaría
una historia para demostrar su teoría. Los del
corro asintieron con gusto, huyendo de nuevas
filosofías, y dispusieron la atención en bene-
ficio del interés del relato.
Y este es el cuento que el eclesiástico narraba :
En aquellas edades felices en que la poesía im-
peraba en el mundo, como preciado regalo de los
Dioses — tiempos de paganía, según habréis com-
prendido — llegó a los umbrales de un castillo
famoso un gallardo juglar, repitiendo los cantos
que compusieron los nobles trovadores.
Era su voz prodigio de la Naturaleza, encanto
de doncellas adolecidas, regocijo de rodrigones
burlescos y entretenimiento de castellanas aburri-
das. Llegó al castillo en tan buena hora, que los
histriones de cámara causaban fastidio a los se-
ñores y eran befa de los sirvientes, cansados de la
cotidiana farsa anodina.
Presto advirtieron los moradores del castillo
que la fortuna cobijaba en sus alas impalpables al
andariego mozo, y dedicáronse a la alabanza de
su voz, a la adulacióíi indecorosa de sus prendas
personales y a la murmuración y menosprecio
de sus predecesores : que ninguna adulación es
más fácil que el desmerecimiento del ausente.
Era de ver el juicio favorable con que se re-
cibía cualquier juego de la imaginación, si en los
labios del juglar nacía: la posibilitud en compla-
cer esos anhelos; la sonrisa para el saludo, la
reverencia, la genuflexión... Bien se advertía
que los siervos del conde buscaban el favor del
juglar para el día venturoso y próximo que sus
preclaras dotes, adivinadas antes que -manifiestas,
le hicieran dueño del mando del castillo.
¿Qué aconteció con esto? Que el conde, y más
bien la condesa, si por iitipulso de su voluntad
no hubieran estimado al advenedizo, en fuerza
de oir de él alabanzas sin cuento, inclinaron su
ánimo insensiblemente hacia el juglar errante.
Llamáronle a su cámara en consulta de graves
negocios, pidiéronle consejos al resolver cues-
tiones íntimas, hiciéronle depositario de sus re-
cónditas afecciones y eleváronle, en fin a la pri-
vanza.
Pero en el punto y hora que le vieron tan alto,
comenzaron las intrigas y murmuraciones, los ca-
bildeos de conspiración en los apartados aposen-
tos del castillo, las calinnnias ante el mayordomo
por si a este buen servidor le daba la gana de
elevar el cieno hasta la alcurnia de los amos,
.aquellas galantes dueñas que brindaron al mozo
su tercería para punibles amores con la señora.
Juinca llegados a granación — dicho sea en elogio
de su virtud — ahora se entretenían en fingir
aventuras pecadoras en las que aparecía como
culpable el desdichado favorito. Los ballesteros,
que quisieran en otros días proclamarle jefe en
reconocimiento de su valor, hoy le daban como el
más encogido guerrero que salió por los campos
de la frontera.
Las doncellas le tendían celadas con ánimo de
que la señora !e viera entretenido con plebeyas
mozas. Y hasta los marmitones y reposteros idea-
ron i)]anes culinarios que dieran al traste con la
argcntir.a voz del privado, tan famoso ahora
como antes en su arte de iuglar.
Tantos aires adversos para la buena fortuna
del favorito, concluyeron por enlazar en sus apre-
tadas redes la voluntad de entrambos señores, y
una noche de luna, como é.sta esplendorosa que
nos cobija, apareció el juglar de mi cuento col-
gado en una torre almenada, balanceando su
cuerpecillo juvenil a impulsos del viento. .
***
— Bien está la fábula — argüyó la duquesa, en
concluyendo monseñor su historia; — pero no
adivinamos el parecido con el caso presente.
— Señora mía — reparó el abate. — restábame
añadir que. a la postre. la misma suerte que el
juglar ahorcado, merecieron sus buenos amibos,
que le acompañaron felizmente en las horas ad-
versas. Eran dos solamente, y doscientos que hu-
bieran sido alcanzarían la misma sanción. \' ahora
os digo, en son de saludable advertimiento, que
no hagáis amistad sincera con el encumbrado por
artes irregulares, porque aún quedan almenas en
los castillos reales donde ofrecer al viento y a las
aves rapaces, juguete y pasto...
Iban a replicar los contertulios ; pero repa-
rando en un gallardo guardia que discurría por
entre la arboleda, como movidos por un resorte
mágico se alzaron de sus asientos y presurosos
fueron a su encuentro.
— i Don Manuel ! . . . ; Don Manuel ! . . . — cla-
maban.
Y en torno del recién llegado todo fueron za-
lemas y adulaciones, reverencias y juego del es-
pinazo, como si hubiera aparecido expropio liber-
tador de los espíritus, hasta que el grupo se
perdió en las sombras de un túnel de tilos.
Solos quedaron el abate y un jovenzuelo de la
Corte que se llegó a su vera con gesto malicioso :
— Ya veis, monseñor. Le harán el hombre más
eminente del país. Le quieren bien.
— Si, sí. Pero no os engañe la vista. No se le
acercan por llevarlo a la cumbre, sino por verle
caer. Vos lo veréis. Sois joven.
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Un abanico en manos óe una mujer bonita es como una bello flor en un ¡aróln pleno
de encantos. El céfiro mece la corola con suauidaúes de caricia, y la mano que agita
el abanico imprime una irresistible seducción al aire que impulsa. En el aire de un
abanico queúan aprisionadas muchas uoluntades y muchos afectos. La flor al mecer-
se, esparce en el ambiente sus delicados perfumes; el abanico cuando se agita con
pausado y magestuoso uaiuén, esparce también en derredor el perfume seductor de
su dueña. En esa leue aura olorosa se han mareado los hombres de cabeza más
firme que ha tenido la Humanidad- Un abanico es un arma de conquista que aún no
han sabido superar los hombres con sus nefastas máquinas de guerra. Cuando la
polícroma y plegadiza tela sírue de marco a un rostro diuinal se repudian como In-
suficientes todas los más famosas obras de arte. Cuando tras el sutil enuarillado
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aparecen como dos soles unos ojos rasgados, áe mirada fulgurante, díríase que asi
deben ser las uentonas enrejadas del Paraíso. El alma femenina se materializa en
el abanico: frágil, amable, seductora, llena de colares y de perfumes como una pri-
mauera florida, sutil, acariciadora. Unas manos rudas no pueden manejar un abani-
co sin quebrarlo; un alma de mujer se quiebra igualmente al choque de una aspereza,
de un desenga o. . . mujer y abanica, complemento del mayor encanto que nos ha
puesto la Suprema Bondad al alcance de nuestros sentidos. . ,
Los ejemplares que ofrecemos en estas páginas son incuestionablemenle sober-
bios, ñ la gentileza de sus propietarias, debemos la belleza insuperable de esta nota.
Forman esos abanicos, de una gran riqueza, en las colecciones más notables quz
existen en el país.
''fíaffv\o=>'
'-C^A
— SELECTA —
HE aquí una fotografía que rememora
un suceso trascendental en la histo-
ria política de nuestro país. Suceso
de carácter sombrío y que aun hoy, a través
del tiempo, reviste caracteres tales de anor-
malidad, que casi parece imposible haya
ocurrido.
Quince ilustres ciudadanos fueron depor-
tados a la Habana en la bodega destarta-
lada inmunda y estrecha de una barca que
por n-ilagro ])udo llegar a su destino. Fué
un viaje terrible por las condiciones en que
los deportados lo realizaron. Triste viaje
en el que se jugaron la vida algunos uru-
guayos de indiscutibles virtudes ciudadanas
y de altos méritos intelectuales.
En la fotografía, que damos en esta pá-
gina, para salvarla d ela destructora acción
del tiempo, aparecen algunos de los exila-
dos. Sentados : doctor Juan José de Herrera,
doctor José Pedro Ramírez, don Juan Ra-
món Gómez, don Agustín de Vedia y Osval-
do Rodríguez. De pie : doctor Julio Herre-
ra y Obes, don Cándido Robido, don Octa-
vio Ramírez, doctor .Aureliano R. Larreta y
don Carlos Gurméndez.
Cuatro largos meses
duró el tremendo via-
je, y después de mil
peripecias, los depor-
tados pudieron sentirse
libres y en salvo en el
puerto norteamericano
de Charleston.
De un impeesionan-
te relato del viaje, he-
cho por el ilustre don
Agustín de Vedia, re-
lato casi tesconocido.
tomamos los párrafos
(|ue van a continuación
y que reflejan de una
manera elocuente las
impresiones que en su
ánimo causó la inmen-
sidad del océano.
" El cielo y el mar,
esas dos inmensidades
que se han desarrolla-
do a nuestros ojos, lím-
pidos, y serenos, u
oscuros y tempestuo-
sos, han desjíertado en
nuestra alma grandes
e indescriptibles emo-
^
de la
t9
Otras veces, alzábanse en occidente mon-
tañas elevadas, de cuya cima se despren-
dían cascadas de fuego, semejantes a islas
volcánicas en erujíción. En la hora del cre-
púsculo vespertino, esmaltaban casi siemjire
el horizonte celajes vaporosos en que, como
en la paleta dCl artista divino, aparecían di-
luidos todos los colores que la fantasía del
])oeta pudiera idear en sus delirios ; cuadro.-í.
es verdad, que una ráfaga desvanecía, para
no reproducir jamás en la misma forma ;
como si fueran sólo una imagen fugitiva
del ideal de lo bello y de lo sublime en el
arte, expresión celestial de una belleza y de
íma armonía que en vano ])ersiguiera la
humanidad en sus dominios !
¡ Y las noches tro])icales ! ¿ Qué expresión
podría definir esa majestad apacible, esa
silenciosa inmensidad, esa claridad oscura
del firmamento, tachonado de millones de
^^¿^aoooaooaoooooooaoooaDoaaocaaooaoaaDDacaaoDDaooooooaDaaDooooooa3aaDoaoooaoo30^\^^
cíones. .'apenas había-
nlos concebido idea de esos espectáculos
maravillosos, por los cantos entusiastas de
algún bardo inspirado, o de algún sublime
contemplador de las bellezas y de las ar-
monías de la naturaleza.
El cielo de los trópicos nos ha sonreído
con los más vivos y animados paisajes. Como
si quisiera consolar a los que buscábamos
con avidez en la línea del horizonte la som-
bra de la tierra lejana, vestíase de sus más
ricos colores, y desplegaba a nuestras mi-
radas estáticas toda la portentosa magni-
ficencia a que se prestan las combinaci